Furtivamente en la playa

Cosas que sucenden en una playa más habitualmente de lo que el vulgo imagina.

  • Pero Luís, ¿estás loco? ¿Aquí en la playa?

  • Es una playa nudista ¿qué va a pasar?

  • Que sea nudista no significa que podamos dar un espectáculo erótico.

  • No seas ñoña Marisa, nadie nos va a ver, y si alguien observa algo lo confundirá con el gesto de extender crema.

  • Claro amor mío, ¡masturbarte es lo mismo que ponerte crema!

  • ¡Venga nena! Estoy que exploto de excitación, ya sabes como me pone el agua del mar, el sol, contemplar a otras chicas desnudas

  • ¿No puedes esperar a que lleguemos al hotel? Allí te haré una mamada incluso si tú quieres.

  • ¡No! Quiero una paja, y la quiero ahora. Observa a nuestro alrededor; la gente está a lo suyo. Nadie prestará atención.

  • De verdad que no entiendo cómo logras convencerme siempre para este tipo de cosas.

De modo que Marisa agarró el pene de su novio, y algo desconfiada, mirando alrededor por ver que no les observasen, empezó a frotarlo como tantas otras veces que Luís lo demando. El chico disfrutaba enormemente de las pajas que le hacía su novia: una maestra en el arte de masturbar. Y sí, él llevaba un rato empalmado viendo a tanta tía desnuda en la playa.

Sus cuerpos estaban húmedos, pues tan solo habían transcurrido unos minutos desde que salieron del baño. Eso lo hacía más excitante.

  • ¡Sí, cariño, sigue así! ¡Solamente tú sabes lo que le gusta a mi polla!

  • Luís, mi vida, me estoy poniendo a cien. ¡Prométeme que me vas a comer la almeja en cuanto lleguemos al hotel!

-Cuenta con ello, pero no pares con lo que estás haciendo. ¡Huy, ah, ah, arrrggghhh, me voy a correrrrrr, me corrooooo…..!

Creyeron que nadie les había visto u oído, pero se equivocaban, hasta hubo quien les sacó una foto.