Fuí su puta nuevamente

Todavía me acordaba de nuestros calientes encuentros y del primero especialmente, después de conocernos en la calle y pedirme que lo recibiera vestido de puta para él.

FUI SU PUTA NUEVAMENTE:

Hacía mucho que no me encontraba con Marcelo, es más, su llamado, después de tanto tiempo me sorprendió. Todavía me acordaba de nuestros calientes encuentros y del primero especialmente, después de conocernos en la calle y pedirme que lo recibiera vestido de puta para él.

Es más, hacía tiempo que no me ponía tan cachonda un encuentro con un tipo. Decidí, esmerarme para el encuentro.

Elegí la lencería adecuada para recibirlo de la mejor manera. Me puse mi modelador interior de color negro, que afina mi cintura y realza mis tetitas, medias negras con liga, que sujeté al portaligas del modelador, una tanguita negra, un babydoll de gasa haciendo juego con las medias y me monté sobre unos zapatos con taco aguja de 10 cm.

Me maquillé con un poco de base, sombra en los párpados, delineé mis ojos con negro y estilicé y engrosé mis pestañas, pinté mis labios con rojo furioso y me calcé la peluca rubia. Di una última miradita al espejo grande de la habitación y me gustó como estaba. Seductora y con cara de perra en celo. Pese a los años que hace que hago transformismo, todavía me deleita hacerlo y verme transformada en una mujer y obviamente gozar como la mejor.

Mientras pensaba en ello, el timbre me anunció la llegada de Marcelo. Nos saludamos con un piquito que terminó en un beso profundo, donde nuestras lenguas, se entrelazaban o hacían fuerza por penetrar en la boca del otro. Yo colgada del cuello de mi amigo, sentía sus manos recorrer mi cuerpo, acariciándome la cola y mis lolitas. Mis pezones erectos, delataban mi calentura y el bulto de Marcelo, apresado en su pantalón, se sentía duro contra mi vientre y entendía así, que la calentura era mutua.

Ya en el dormitorio, lo fui desnudando hasta dejarlo con su impresionante verga apuntándome amenazante, fui bajando con mis besos, desde su boca, pasando por su velludo pecho, hasta ese cordón que une el ombligo con el nacimiento de su pija. Tomé sus huevos hinchados con delicadeza y comencé a lamer ese hermoso choto, mi lengua, recorría el tronco, sintiendo el relieve de sus venas marcadas y envolviendo con lamidas y besos su glande inflamado como una ciruela, rebosante de precum, el cual formaba un delgado hilo entre su verga y ni lengua cuando me separaba, terminé por metérmela toda en mi boca y encajarla en el fondo de mi garganta, la volvía a sacar y a lamer y a devorar, sin dejar de masajear sus huevos hinchados. La mamada, que le estaba dando, lo hacía delirar. Yo sentía como su pija, muy dura, latía, anunciando una pronta eyaculación, la cual demoraba, apretándole sutilmente, sus huevos también duros y seguramente rebosantes de leche.

Mientras seguía con mi labor bucal, chupando y deleitándome con esa pijota, los dedos de Marcelo, hurgaban entre mi tanga, metiéndome su dedo mayor en mi ano. Después de más de 15 minutos de chupársela, mi boca se empezó a llenar de semen cremoso y caliente. Su poronga disparó 5; 6 ó más lechazos, los cuales fui saboreando y tragando con placer. Semejante mamada, merecía un premio y esta puta golosa, se deleitaba con él.

Dejé su pija limpia, sin dejar rastros de leche. Nos volvimos a besar y entre caricias, Marcelo, no dejaba de repetirme,--Seguís siendo mi puta...—mientras sus 20 cm de poronga, terminaban de ablandarse entre mis manos.

Seguimos con las caricias y los besos y su tranca fue recobrando dureza dentro de mi boca, que no dejaba de chuparla. Cuando estuvo bien dura nuevamente, Marcelo se acostó boca arriba y su instrumento apuntando al techo, me monté sobre él, con mis piernas alrededor de su cintura y casi de memoria, su glande fue metiéndose en mi culo. Mientras sus manos me sujetaban por la cintura, mi macho empujaba hacia arriba, haciendo que no pudiera evitar la penetración más profunda y deseada. Realmente era lo que quería y firmemente, la poronga de Marcelo, fue penetrando íntegramente en mi ávido culo. Mientras lo acariciaba, movía mis caderas en círculos, provocándonos mutuamente placer.

Una vez amoldado mi orto a ese pedazo duro de carne, comencé a subir y bajar a voluntad, mientras Marcelo, apretaba mis pezones o me agarraba de las nalgas para controlar mis movimientos. Yo gemía, cada vez que su pija, penetraba hasta el fondo y gozaba cada vez más en esa posición. De todos modos, salí de mi monta y me puse en posición de perrito, con mi cara apoyada en la almohada y ofreciéndole mi dilatado hoyo para que me ensarte como él sabe. Parado detrás de mí, me la enterró de un solo y certero golpe. Que placer!, su poronga comenzó a martillar dentro de mí a muy buen ritmo, durante largos minutos siguió dándomela por el orto desde atrás, mi placer se multiplicaba al verme reflejada en el espejo grande, como el pelo se sacudía con los embates que mi culito recibía. Era una máquina aceitada de coger, esa barra dura de carne caliente, entraba y salía a mucha velocidad sin detenerse.

Cuando me la sacó, quedé como vacía, pero no fue por mucho tiempo, por que como a una muñeca, me dio vuelta y quedé con la espalda en la cama y las piernas levantadas y abiertas, sus manos, aferrando mis tobillos y su poronga que vuelve a penetrarme con vehemencia....sus huevos, chocaban con mis nalgas en cada embiste y cuando me soltó los tobillos, me aferré a su cintura con mis piernitas, no permitiendo que me la sacase, mis brazos lo abrazaban o lo empujaba por las nalgas, haciéndole que me la entierre más a fondo, cada vez la sentía más dura y su pistoneo era cada vez más rápido. Después de varios minutos de cogerme de en esa posición dejó su glande solo dentro de mí y sentí como uno, dos, tres y más disparos de semen, llenaban mi culo, provocándome tanto placer que me provocó un orgasmo interminable, sin tocarme siquiera, de mi pijita, fue saliendo la leche sobre mi vientre.

De puta que soy, solamente por eso, me di vuelta, para mostrarle, como su leche, salía de mi culo y con mis dedos, juntaba lo que podía y me la tragaba, degustando esa deliciosa crema.

Quedamos los dos tirados en la cama, reponiéndonos de tan intensa acabada, casi conjunta. En mi boca quedaba el sabor de su leche.

Charlamos un rato y mi mano acariciaba esa pija que tanto placer me daba, así entre mis manos, la poronga de Marcelo, fue reviviendo y otra vez, el relieve de sus venas, resaltaban la en dureza de ese miembro increíble. Me agaché y se la volví a chupar, con pasión, con deleite, demostrándole en cada chupada, cuanto admiro su poronga.

Me bajé de la cama y me puse en cuatro, apoyando las manos en ella, Marcelo, parado detrás de mí, entendió que le ofrecía mi orto nuevamente y quería ser penetrada. Tomándome de las caderas, me la fue enterrando otra vez, firmemente hasta enterrármela hasta los huevos.

--Sos una puta hermosa!--- me repetía, mientras me la metía y la sacaba rítmicamente. Mi orto rebozaba, restos de leche, dando una hermosa lubricación, pero tenía el culo tan dilatado, que cada tanto se salía y me la hacía resbalar a lo largo de mi cola y de golpe me la enterraba nuevamente. Me embestía con tanta fuerza, que de a poco fui quedando con las rodillas en la cama, y Marcelo, seguía metiéndola y sacándola con fuerza. Cuando me la sacó totalmente, me dio vuelta y mis piernas quedaron sobre sus hombros, mi orto fue penetrado nuevamente imprimiendo más velocidad, sus manos, aferrando mi cintura, me atraía hacia él, para penetrarme más profundamente, así por varios minutos. La sacó nuevamente y me hizo parar, haciéndome abrir las piernas, y apoyar las manos en el espejo de mi habitación, parado desde atrás me ensartó nuevamente y sin soltarme las caderas, me cogió durante varios minutos con vehemencia, mientras me decía toda clase de cosas, como, que pedazo de puta, que orto, que culito. Esto y la visión que el espejo me devolvía, con la pintura corrida, el pelo revuelto, Marcelo detrás de mí cogiéndome desenfrenadamente, era una puta total y me daba tanto placer, que no tardé mucho en acabar, mientras la poronga de mi macho seguía llenándome el orto. Pese a acabar, yo seguía gozando con tanta carne rellenándome el culo, y claro, no es eterno, casi aplastándome contra el espejo, con sus embistes, fue acabando dentro mío nuevamente.

Su cuerpo prácticamente se colgó a mi espalda y su pija, salió de mi culo, ya fláccida, le siguió los hilos de leche que caían de mi culito dilatado, chorreando por mis piernas y mojándome las medias.

Estábamos exhaustos. Pero, creo que la mirada de ambos nos demostrábamos mutuamente que lo habíamos disfrutado mucho.

Esto que relaté, me pasó la semana pasada y la verdad, espero se repita muy pronto.

Cualquier comentario que me quieran hacer, pueden hacerlo a trabi69ar@yahoo.com.ar