Fui su presa en la cacería (5: Probada por otr..)
Me aprisionaba la cabeza y vociferaba exigiendo que siguiera que se la mamara con ganas, con hambre, cosa que no dejé de hacer hasta que me llenó de leche la boca y se puso tierno, ofreciéndose a volver a acabar la faena probando mi esfínter con su lengua y su pene. En eso estaba, yo todavía lamiendo restos en el glande de Tito, cuando apareció un segundo desconocido, que decía cosas en un idioma raro, como alemán. Discutieron, Tito bajó de aquella cabina que ya olía a sexo, sudor, encierro. El pedazo de vikingo aquel que se quedó, ya venía con su rabo duro, enorme, rosado, brillante, con unas gotitas
Fui su presa en la cacería V. Probada por otros transportistas
Por Noelia
Tragué todo el semen de Samuel, como lo había hecho con el de Roberto aquella primera mañana de Noelia, en la cabaña. Incluso me relamí lo que caía por la comisura de la boca. Me abracé a él mientras le limpiaba con un pañuelo y le pedía que me llevara a desayunar. Se negó aduciendo que era peligroso, que me andaban buscando y no quería que lo acusaran de varios delitos. Que me traería lo que quisiera. Yo quería lucirme en aquella área de servicio de carretera, plagada de masculinidad, como la adolescente atractiva que me sentía desde hacía apenas cuatro días.
Resignada y obediente me quedé en la cabina del tráiler a esperar. Pensé en que tarde o temprano volvería a casa, al Instituto. Que complicado sería todo.¿ Volvería como Noelia? Seguro me expulsarían. El instinto me decía que retrasara el desenlace, que me aferrara a Samuel. Tenía que tenerlo ardiendo todo el tiempo. ¡Que rápido había aprendido a ser hembrita! También pensé en mi madre y en su sexualidad tan sonora por las noches de mi pubertad apenas pasada. Imaginaba a mi padre sodomizándola y ella disfrutándolo, chillando como loca. También la imaginé mamando el enorme pene de Samuel. Pero me llené de miedo por el castigo que me esperaba. Seguro que creerían la versión de Roberto y yo no me animaría a contradecirlo con la verdad. Yo no me resistí, admití todo, lo disfruté y como. Aquellas primeras braguitas y el vestidito con que me vestí por primera vez me hicieron sentir tan gusto gusto de qué le iba yo a acusar a Roberto. Si hasta su primera follada fue casi sin querer.
Ahora estaba en manos de un camionero homófobo que no sabía bien si me admitía por caridad o se estaba encariñando. La última derramada de Samuel en mi boca me había emocionado. Sentí que me gustaría quedarme con él. Que una vez que había admitido penetrarme y dejarse mamar por mí, se había puesto como cariñoso. Y sintiendo y pensando como nena, reconocía que era un hombre apetecible aunque fuera bastante robusto y extremadamente machista. Desperté de mi ensoñación cuando un hombre que no era mi protector abrió la puerta de mi lado y subió de un salto.
"Hola nena, me han dicho que mamas que da gusto". Sin detenerse metió sus manos en mis pechos y empezó un manoseo lujurioso, no puede reaccionar antes de que los efectos de aquellas manos en mis pezones me pusieran caliente. Pensé apenas que se repetía la historia, que Samuel, como Roberto me había vendido o me cedido. Pero esta vez no me sentí sucia, sólo tenía que pensar en que era complaciente con mi hombre y me dejé llevar por esa sexualidad agresiva de ese desconocido que al final supe que se llamaba Ernesto, que le decían Tito y que quería probarme, que nunca lo había hecho con un travestido, ni con nadie tan joven, y que le gustaba que le chuparan los huevos mientras le metían un par de dedos en su ano, cosa que hice con curiosidad y morbo. Me aprisionaba la cabeza y vociferaba exigiendo que siguiera que se la mamara con ganas, con hambre, cosa que no dejé de hacer hasta que me llenó de leche la boca y se puso tierno, ofreciéndose a volver a acabar la faena probando mi esfínter con su lengua y su pene. En eso estaba, yo todavía lamiendo restos en el glande de Tito, cuando apareció un segundo desconocido, que decía cosas en un idioma raro, como alemán. Discutieron, Tito bajó de aquella cabina que ya olía a sexo, sudor, encierro. El pedazo de vikingo aquel que se quedó, ya venía con su rabo duro, enorme, rosado, brillante, con unas gotitas. Había estado oyendo los gruñidos de Tito y mis gemidos, el ruido de mi lengua jugueteando con el mango de su compañero y sólo quería penetrarme. No pudiendo expresarse con palabras, uso sus brazos para doblegar mi cuerpito y someterlo a una posición extraña pero que el otorgó el dominio de mis movimientos y la profundidad de su penetración, bombeaba con ritmos distintos, de pronto me penetraba lentamente haciéndome sentir una sensación indescriptible de placer, entraba aquella cosa suavemente rozándome las entrañas, milímetro a milímetro, cuando me sentía entrar en un éxtasis, como fuera de la realidad, drogada por esa intensa sensación, arremetía con fuerza y aceleraba, me hacía chillar y acabar en más de un orgasmo. Lo repitió cuatro cinco veces, mis espasmos, chillidos, meneos de cadera, lo excitaban. El noruego, que no supe cómo se llamaba no se corrió hasta que yo no lo hubiera hecho tantas veces que no pude contarlas. Aun después de llenar mi anito de semen permaneció aprisionándome. Me beso, me dio unas nalgadas y bajo sonriente. Oí que con Samuel y Tito se entendía en inglés, alcancé a entender que Samuel los envió a probarme y de paso quitarse el remordimiento de su homofobia habiéndome compartido con esos dos tan machos como él. Tito se despidió de mí desde el pavimento, prometiendo que me usaría a gusto en casa de Brenda. Empecé a entender, todavía temblando por la forma de culearme del noruego, aun con orgasmos tardíos, supe que Samuel tramaba dejarme en un prostíbulo de carretera, con recomendaciones de Tito y el noruego.
Intentando evitar los planes de Samuel, en cuanto se sentó frente al volante, silencioso y serio, le estampé un beso húmedo. Le conté con detalles lo complaciente que había sido con sus amigos para hacerle quedar bien, ni una palabra de la follada mágica del noruego, ni como la había gozado, ni como me gustaría que él lo hiciera así. Sin dejar de hablar con tono de nena cachondita le baje la cremallera, saqué su enorme polla dormida y empecé a magrearla. Refunfuñó pero no se alteró, arranco el motor, lo dejó en ralentí y se dispuso a gozar de mis favores, se le escapó un "rico Noelia, sigue" entre dientes. La explanada estaba desierta, nadie nos vería cuando con alguna contorsión llegué a sentarme a horcajadas de frente y empalarme sin problemas porque aun tenía semen del noruego que se escurría. Hice yo los movimientos lentos del vikingo y Samuel llegó hasta a chillar mi nombre, alucinando con el efecto de mis movimientos lentos, mi culito succionaba su polla como si fuera mi boquita, esa caricia de mi esfínter apretadito era para gozar hasta sentirse desmayar de placer. Y gozábamos los dos. Su respiración y sus susurros con mi nombre, Noelia me matas, mi niña", me pusieron al borde de llorar y ya con de desesperación, enloquecida, yo misma arremetí en una galopada frenética a la vez que aullaba su nombre "Samuel, papito mi amor" y le besaba la frente, la boca, el cuello, con sus dos manos ásperas y fuertes agarrando mis nalguitas con fuerza ayudando a mi sube y baja, coincidimos en una corrida espectacular. Baje de mi maravillosa cabalgadura y dejé que se acomodara el miembro y arrancara. No fue muy lejos. Se detuvo frente a unos 300 metros, frente a un sitio pintado de color rosa muy intenso que exhibía un luminoso encendido que sólo ponía "Brendas". Pero aquí lo dejo para no cansarlos. Yo necesito un ratito de sosiego porque mientras lo cuento me deshago de ganas. En el próximo les contaré lo que aún queda, que es mucho Ya saben que me gustan los comentarios. Estoy en travijovencita@hotmail.es