Fuí su presa en la cacería (3: Forzada)
Como recordarán, al día siguiente iríamos al pueblo a comprar. Yo iría vestida como Noelia y me presentaría en la tienda y la taberna como su sobrina por precaución pero que yo supiera que era su noviecita querida. Esa noche volvimos a disfrutar del sexo
Fui su presa en la cacería III. Forzada.
Autor: Noelia
Como recordarán, al día siguiente iríamos al pueblo a comprar. Yo iría vestida como Noelia y me presentaría en la tienda y la taberna como su sobrina por precaución pero que yo supiera que era "su noviecita querida". Esa noche volvimos a disfrutar del sexo hasta agotarnos y confirmar que era su mujercita. Sus momentos violentos, dominantes, acentuaban mi dependencia, sobre todo a la hora de ser su hembrita carnal y sentirme usada. Su extraordinaria personalidad, sus muchos más rasgos de supuestos cariño y ternura y su sexualidad exuberante, me tenían fascinada y rendida. Ser exhibida en el pueblo, como el prometía, ante sus amigos, compañeros de cacería y de barras, tenderos, taberneros, leñadores y hombres de campo, me ponía nerviosa pero me atraía, me gustaba la idea. Me hubiera complacido más que me presentara como novia pero el tendría sus razones. Tampoco era probable que le creyeran, que no se notara mi embeleso por él, que no se percibiera nuestra lujuriosa relación. Y era la oportunidad de que Noelia se presentara en sociedad: que la recién descubierta Noelia supiera que no sólo era tractiva para Don Roberto, que la había visto crecer como Félix esperando el momento para caer sobre su presa.
Me vestí con picardía pero natural, como mis hermanas y mis compañeras de cole, asombrada de la rapidez con la que había aprendido a elegir, combinar y arreglarme, hasta usar un poco de maquillaje que encontré en el baño, junto a una colonia muy femenina, ergotizante y juvenil. También había un joyerito con cadenitas, pulseras, brazaletes, bien escogidas. Todo eso hizo de mi salida al pueblo un espectáculo que me imaginaba atrevido para el ambiente rústico y no tanto para los cazadores de la ciudad. Lo que no quería era verme muy provocativa. Mi juventud y apariencia aun delicada eran suficientes para agradar. Acentuaría mi timidez. Permanecería muda, respetuosa de la palabra de Don Roberto, no quería que la voz me delatara y me bastaría con sonreír.
Así fue. Reconozco que causé sensación y noté la envidia que despertaba mi hombre y la mirada lasciva, sobre todo de adolescentes y viejos. No me disgustaba aunque me perturbaba un poco. Compramos para comer y beber, vino en cantidad y chacinas. Roberto, amable con todo el mundo, yo sonriendo. Entramos a la taberna donde olía fuerte a orines, vino rancio y cervezas y grasas. Roberto me presentó y se enfrascó en conversaciones que para nada me interesaban. Lo que no pude controlar fue el efecto del alcohol que estaba bebiendo, complacida por la situación y sentada en un taburete de la barra se me subía la falda (pollera)y exhibía inocentemente mis muslitos desnudos ya que iba con medias debajo de las rodillas. El punto del vino tinto me hacía estar pendiente del paquete de Roberto pero no perdía la compostura de nena ingenua, timidilla pese a saber que era el centro de atención. Al salir no tuve más remedio que dejarme caer en los brazos de mi amante. No llegue a entender su despedida especialmente con uno de ellos. Salí menando el trasero y así anduve hasta el coche por las callejuelas del pueblo.
En casa Roberto durmió una larga siesta de borrachera. Yo me entretuve con el armario y aquella colección de ropa. Me duché, perfumé y vestí ahora si lo más zorra posible. Había lencería de catálogo y cositas muy provocativas. Quería agradarle cuando despertara, provocarle, excitarle y entregarme como una putita complaciente a él. Mi amante, novio, marido, macho.
Aún era temprano cuando salí del baño, seta vez con pestañas espesas, labial bien rojo el pelo suelto, aros enormes y muy provocativa, lencería de encajes, con tanga hilo dental y un sujetador que marcaba mis pezones debajo de un top muy apretado y cortísimo, hombros y espalda muy descubiertos, ombligo a la vista, faldita de colegiala y medias cortas a la rodilla. Era hora de que la nueva Noelia se pusiera así para disfrute de su hombre, su desflorador.
Al salir oí voces en el salón. "Don Roberto aquí hemos venido por la nenaza". Era una cosa confusa. Estaban borrachos, eran tres, uno como de 20 y dos mayores, diría que cincuentones, muy mala pinta para mi. Venían a por mí. ¿Qué significaba? Roberto contestó desde el cuarto aun semidormido que "Ahí la tienen, es vuestra". Agregó con voz pastosa, una orden para mí. "Noelia, atiende a estos amigos como tu sabes, nena".
Yo estaba ahí ya frente a ellos. No había escapatoria en esa pequeña casita. Y encima vestida como una putilla, como si estuviera así para ellos. Los reconocí, el más mayor fue el que habló último con Roberto. Muerta de miedo pregunte que querían beber y el joven contesto bruscamente que la que iba a beber era yo y mucho. El miedo fue mayor aun y la confusión. ¿Mi hombre me regalaba, me vendía?
Mi primera reacción fue resistirme pero mi esfuerzo duró unos segundos. Entre los tres estaban manoseándome, desnudándome. El joven metiendo por la fuerza su lengua en mi boca y uno de los mayores sin contemplaciones con un miembro enorme y bestial, escupía en mi rajita y así de pie me la clavó con fuerza, diciendo "que buena estas zorrita, que culito mas calentito, maricona". Empezó a bombear brutalmente mientras me obligaba a ponerme en cuatro sin sacarla. Yo tenía frío y calor al mismo tiempo. Me ardía el anito y estaba confundida. El joven dejo de besarme y una vez que me vio en cuatro se acercó me agarró del pelo y me obligo golpeándome los cachetes a abrir la boca y meterme su pene, menos grande que el que tenia metido en el ano pero durísimo. Ya sabía yo como hacer que acabara pronto. Y me puse a la tarea. El desconcierto fue mayor cuando vi. a Roberto contemplando la escena y masturbándose. Y más lo fue cuando me sentí entre dominada por aquel trío de campesinos feroces y a la vez un cierto placer por la situación. Olían fuertísimo a orines, sudor, alcohol. El tercero babeaba lamiéndome la espalda llenándome de saliva. Yo jugueteaba con mi lengua, manos y labios y hacía todo lo posible porque la que tenía en la boca se derramara de una vez. La ferocidad del que me desgarraba las entrañas con su rabo descomunal obligaba a mi esfínter a apretar para defenderse pero era peor, el hombre se excitaba más y su cosa crecía. En un momento el que recibía mi mamada especial de puta s vino en mi boca llenándomela.
Me dieron arcadas y empecé a llorar, quise escupir pero el muy cabrón me cerró la boca obligándome a tragar, yo ya no sabía si era forzada, violada o si me había vuelto tan puta como para sentir algo de placer, mucho más cuando mi ano se lleno de leche expulsada por la bestia que me lo destrozaba. La sacó sin dejar de darme unos azotes de crueldad y llamarme mariconcita. Yo estaba a punto de tener un orgasmo al que me resistía cuando el que aun no me había gozado me penetró aprovechando la lubricación del semen que se escurría por mis nalgas y muslos. La clavada fue tan fuerte a la vez dolorosa y placentera que exploté gimiendo e insultando a esas bestias y a Roberto. La boca no me quedó vacía, Roberto se unió a la fiesta. Cuatro hombres me usaban, me insultaban, me humillaban. Yo, Noelia apenas tenía unos días de existir y en medio de un éxtasis incomprensible de lujuria podía ser consciente de su situación. Roberto no acabó en mi boca. Lo hizo bañándome en semen la espalda. Y el chico, poseído por el desenfreno hizo lo mismo por segunda vez. "toma leche maricona, nenaza, toma", chilló cuando soltó el chorro. El que aun me metía y sacaba salvajemente acabó dándome golpes brutales en las nalgas y los riñones y babeándome. No se cansaron. Uno a uno fueron logrando recuperarse y con menos brutalidad y aprovechando mi relajación, agotamiento y cierta complacencia me fueron penetrando una y otra vez. Yo no quería saber cuantos orgasmos había tenido pero si fueron muchos. No quería reconocerlo estaba sucia por fuera y me sentía así por dentro.
Se fueron riéndose a carcajadas llevándose mi lencería o lo que quedaba de ella como trofeo. "Adiós Don Roberto y gracias", alcancé a oír, "esto ha sido lo mejor que ha traído, vuelva pronto con ella".
Si me leyeron toda la historia y quieren comentarme lo que sea ya saben que soy Noelia y estoy en travijovencita@hotmail.es