Fui infiel a mi marido (2)
De pronto me levantó por los brazos y me arrastró hasta la salita, me obligó a inclinarme y sin decir nada, sus manos me empujaron al suelo, obedecí y me quedé quieta a cuatro patas sobre el parquet. Leandro se puso detrás y me levantó el vestido que cayó sobre mi espalda...
Fui infiel a mi marido (II)
Pasaré a relatarles la segunda parte de esta singular historia, por otra parte verídica aunque muchos no lo crean. Después de un tiempo viéndonos a escondidas Leandro y yo, en lo que siempre eran encuentros fugaces y calientes (apenas disponíamos de tiempo para hablar), a decir verdad, Leandro no iba a esos encuentros conmigo para hablar ciertamente, decidimos de común acuerdo buscarnos un nidito de amor donde dar rienda suelta a nuestras pasiones. Hasta ese momento los encuentros eran al aire libre, en su coche, siempre en su coche, eran encuentros siempre de la misma manera, y fueron unas tres o cuatro veces. El modus operandis era el siguiente, quedábamos en un bar o cafetería de carretera, nunca era la misma para no dejar ningún tipo de pistas, me subía a su coche y nos dirigíamos a un solitario descampado lejos de la carretera, en algún apartado lugar entre la maleza o a orilla de la carretera ocultos tras un cartel o valla publicitaria. Aparcábamos el coche, él comenzaba a meterme mano siempre de una forma precipitada y después de un rato terminábamos saliendo del coche para consumar el acto. Normalmente me inclinaba en el capó del coche y tras abrirme de piernas, él se acoplaba por detrás de una forma violenta y salvaje.
Alguna vez intentó la penetración anal pero no se lo permití debido a lo precipitado del encuentro y a que yo era primeriza en ese tipo de sexo. En fin que tras agarrarme por las caderas y montarme a lo bestia, terminaba corriéndose dentro de mí en apenas cinco minutos, tiempo que necesitaba él para correrse. Cada vez más me iba sabiendo a poco debido quizás a que los encuentros ya habían perdido los momentos iniciales de pasión. Después terminábamos siempre de la misma manera, él subiéndose los pantalones y yo limpiándome las partes intimas con unos pañuelos de papel.
En el último encuentro decidimos hablar del asunto donde yo le comenté que iba muy rápido, a él no le hizo mucha gracia y me contó que todas las mujeres con las que había estado se lo rifaban en la cama, en fin, que se molestó bastante aunque después de un rato enfrascados en la discusión fue él quien dijo que por qué no lo hacíamos en mi casa, ya que mi marido no venía a casa hasta las cinco de la tarde y él podría pasar todos los días alrededor de las 12 del mediodía.
-¡Mi casa no Leandro, puede ser peligroso! Le dije inmediatamente.
-Piénsalo, mujer. Tu hijo está en la guardería y tu marido no regresa hasta las cinco de la tarde, tenemos tiempo suficiente. Me respondió con cierta insistencia.
Seguimos hablando del tema mientras conducía el vehículo hasta que por fin acepté la descabellada idea de él. Siempre hacía lo que él decía, me ponía como él decía, me vestía como él decía. Pensé que a lo mejor no era tan complicado, por mi marido no había problema nunca venía a casa antes de las cinco de la tarde ya que salía a las cuatro de trabajar y estaba a una hora de coche, eso cuando no se quedaba a tomar unas cervezas con los amigos en el bar de regreso a casa y en lo que se refiere al niño, estaba en la guardería hasta las tres de la tarde, hora en que iba a recogerle.
En fin que decidí aceptar y preparé la cita con Leandro para el siguiente día jueves. Él tenía que hacer una llamada de teléfono a casa con el pretexto de que estaba equivocado por si salía otra persona al aparato y de esa forma se presentó en casa. Nada más sonar el timbre me puse muy nerviosa, a punto estuve de echarme atrás, tardé un poco en abrir, pensativa y temblorosa. Era la primera vez que un extraño, un amante, entraba en mi casa. Sonó el timbre de nuevo y me apresuré a mirar por la mirilla, era él. Le abrí la puerta y sin mediar palabra me aparté a un lado mientras él entraba apresuradamente. Cerré la puerta tras de mí y volví a mirar por la mirilla para comprobar si alguien había notado algo. Mientras miraba, Leandro no perdió el tiempo y comenzó a besarme el cuello, sentí el deseo inmediato de ser poseída por él, efectivamente, me volví y le besé desenfrenadamente, mientras, él ya se había apresurado a meterme mano bajo el vestido, sentí sus dedos palpar mi sexo caliente y empapado pues necesitaba a un hombre desesperadamente.
Esta vez tomé yo la iniciativa, creo que le sorprendí, no en vano me encontraba en mi terreno. Al miedo inicial de que pudiera pillarnos alguien, pasé al desenfreno más absoluto, le levanté los brazos y le saqué de una forma un tanto violenta, tal y como él solía hacerme, la camiseta que llevaba, acto seguido me agaché y le desabroché sus pantalones, mientras éstos caían al suelo le bajé apresuradamente los calzoncillos y tras levantarle un pie se los saqué completamente. Inmediatamente me incorporé y le besé en la boca de una forma libidinosa, no voy a negarlo, mientras él seguía en medio de la sorpresa, por primera vez no era él quien llevaba la voz cantante, esto debió de sorprenderlo pues seguía impasible ante todos los movimientos que yo hacía. Me agaché de cuclillas y tomé su polla erecta con las dos manos, la saboreé y la lamí con deleite, me la metí en la boca y la enjugué despacio, lentamente, acto seguido y de una forma frenética comencé a tragarme aquella polla que desaparecía a ratos en mi garganta y salía poco después para acto seguido volver a desaparecer entera en la profundidad de mi boca. Noté inmediatamente los espasmos de Leandro, estaba a punto de estallar, no me importaba nada que lo hiciera dentro de mi boca, quería tragarme su leche y estaba preparada. Agarré con mis manos las nalgas de Leandro y mientras se las abría con todas las fuerzas de que era capaz, mi garganta se tragó literalmente toda la longitud de su polla, una arcada estuvo a punto de hacerme vomitar, prueba inequívoca de la profundidad con que entró por mi garganta.
Leandro resoplaba y resoplaba mientras sus manos me agarraban por el pelo atrayéndome a su falo empinado y lubricado por la saliva de mi boca, yo era consciente de la inminencia de su corrida cuando de repente me soltó el pelo y me apartó de él. Me di cuenta que para evitar correrse había decidido apartarse momentáneamente, había decidido tomar un respiro.
De pronto me levantó por los brazos y me arrastró hasta la salita, me obligó a inclinarme y sin decir nada, sus manos me empujaron al suelo, obedecí y me quedé quieta a cuatro patas sobre el parquet. Leandro se puso detrás y me levantó el vestido que cayó sobre mi espalda, acto seguido apartó mis bragas para un lado y sin consideración se colocó en posición para hacer lo que siempre hacía, montarme de una forma posesiva, sí, le gustaba someterme, era su forma de hacer el amor, dominar a la presa y follársela como un macho dominante monta a su compañera en cualquier manada salvaje.
Leandro comenzó a follarme deprisa, con rapidez. Yo estaba preparada, así que me dejé llevar por él y recibí toda la fuerza violenta de este macho acoplado a mi espalda. Intenté pegar la cara al suelo para ofrecer una cierta resistencia a su empuje. Mis caderas levantadas se ofrecían en toda su plenitud a este macho brioso. Mi cara aplastada en el suelo me convertía en una sumisa, en su esclava, mientras él me daba con todo su poderío. El ruido de sus muslos chocando con mis nalgas era audible en la lejanía del apartamento. Me folló con rabia, sí, con rabia, hasta el punto de que mis piernas no pudieron resistir el embate de su fuerza y caí sobre el suelo. Esto no impidió que él siguiera pegado a mí mientras bombeaba sin tregua, caí de bruces sobre el suelo y él siguió follándome, mis piernas tuvieron que abrirse más para dejar que la penetración fuera más fácil. Me vi algo ridícula, espatarrada completamente contra el suelo, con un fornido hombre maduro dándome con fuerza. Mis gritos se oían fuera de mi apartamento mientras los resoplidos de él eran audibles fuera de la casa. Al poco, mientras mi sexo recibía su calurosa polla sentí que se había corrido dentro como de costumbre. Él se levantó inmediatamente y un hilito de su seminal virilidad comenzó a salir de mis entrañas para derramarse por el suelo. Seguí allí, abierta totalmente, imposible de levantarme mientras Leandro ya había comenzado a vestirse.
-Ha sido magnífico, preciosa, me gustó. Esto hay que repetirlo más a menudo. Me dijo.
Pasados unos minutos se acercó a la puerta y se fue. Comencé a levantarme con dificultad y me dispuse a limpiar todo aquello sin dejar de pensar que estaba atrapada en una espiral peligrosa muy difícil de salir.
(Continuará)