Fuí el Primero
En ese momento, ella me sacó de encima y bajando por mi cuerpo con besos.
Mi hermana Sandra, 22 años, puta de profesión desde los 18 cuando comenzó su vida sexual a expensas de poseer unos padres como los que nos tocaron, que protegían excesivamente a sus hijas, y revindicaban la libertad de los únicos dos machos de la flia. Ernesto mi hermano de 24 y yo Javier de 18.
El resto de la flia lo componían Cecila de 20 y Graciela de 15.
Mis padres eran lo típicos laburadores de toda la vida. El dedicado a una carnicería que heredó de mi abuelo, quien toda su vida la pasó dedicado a su trabajo en el matadero de Liniers que le diera nombre al barrio, y que gracias a ahorros realizados le permitió años antes de retirarse montar su propio negocio, y mi madre de profesión modista.
Por supuesto en casa reinaba un ambiente de rectitud impresionante. Mi padre no quería, es decir prohibía que se hablaran temas según él "non santos", filtraba cuanta conversación o comentario pasado de tono hubiese comenzado a gestarse en la casa.
Por supuesto, nosotros crecimos dentro de ese ambiente que parecía ser muy limpio, aunque en realidad había que escuchar a mi madre bufar por las noches, mientras mi padre le daba soberanas cogidas, que hacían estremecer paredes con suspiros, quejidos y gritos de satisfacción.
A todo esto, nosotros comenzábamos a desarrollarnos, y el único que nos dio información sobre la vida fue mi abuelo, en el caso de los varones y la abuela en el caso de mis hermanas.
Las chicas tenían un cuarto para ellas, nosotros teníamos otro nuestros padres otro, y los abuelos vivían en un departamento al fondo de la casa.
Sandra siempre fue muy de ir al choque con mi padre, quien no quería ver ningún chico rondándola, no la dejaba ir a bailes y le decía que hasta no cumplir los 18 no saldría de la casa.
Por supuesto mi hermana se enojaba, recurría a mi madre quien nada podía lograr para sacar de la obstinación a mi padre.
Un día las escuché hablar a ella y a Cecilia. Sandra le comentaba que ni bien pudiera comenzar a salir se haría puta, que ya no aguantaba a mi padre y que quería que la desvirgaran de una vez por todas. En aquel entonces yo rondaba los 13 y despertaba al sexo. El saber que mi hermana quería coger me ponía a cien. Demás esta decir que por lo menos me hacía 2 o 3 pajas al día, y amanecía siempre con ganas de mas.
Como verán en ese entonces ella tenía 17 años, un cuerpo espectacular, y una calentura que solo podía calmar a expensas de las pajas que se propinaba casi a diario.
Sucedió que una de tantas noches, que Cecilia y Graciela habían quedado a dormir en lo de mis tíos con sus primas, mi hermano había salido con su novia, por lo tanto no llegaría a casa hasta tarde, y mi padre luego de un día agotador de trabajo, había bebido de mas y después de propinarle una buena cogida a mi madre había quedado profundamente dormido, sus ronquidos se escuchaban desde mi habitación a pesar de las gruesas paredes de la casa.
Ensimismado como estaba en mis deseos de sexo, se me ocurrió espiar a mi hermana Sandrita, quien por supuesto estaba tirada en su cama solo con una camiseta liviana dándose un dedo, mientras con la otra mano acariciaba una de sus tetas, que por supuesto estaban espectaculares.
Me acerqué despacio a la puerta, y después de haberla contemplado un rato, me animé a entrar sigiloso llegando al borde de su cama.
Al verme se sobresaltó y sin levantar mucho su voz me dijo ey que quieres acá pendejo!
Yo le respondí: no querés que te ayude? Lo único que faltaba un nene quiere ayudarle a una señorita a calmar su morbo.
Fue en ese momento que pensé. Todo o nada, y tirándome sobre ella empecé a besarle sus tetas. Su reacción fue inmediata, tratando de tirarme de la cama, pero como solo logró desplazarme hacia un costado, yo aproveché para volver de inmediato a la carga sobre ella y empecé a besarle su cuello sus orejas y mas tarde dado su buena predisposición su boca.
Ahora la cosa había cambiado. Ella se dio cuenta de mi calentura, mi pene estaba bastante duro, en ese entonces medía unos catorce centímetros, si bien no era muy grueso, ella lo notó y me dijo: esperá un poco, trabemos la puerta, no quiero que papá nos escuche.
Bueno le dije aunque con el pedo que tiene no creo que hasta mañana despierte.
Que bueno estaba mi hermanito, y yo acá, esperando que alguien me tuviese en cuenta. Papá no me deja noviar, le dije así que porqué no aprovechar y saciarnos los dos?.
Eso a mi me supo a complacencia, así que una vez que ella se acostó de nuevo empezamos un chapotear de besos en la boca. Yo nunca había besado a nadie, y creo yo que ella tampoco, dado lo que conté al principio de esta historia. No obstante creo que nuestro mutuo aprendizaje que comenzaba esta noche, sirvió para endulzarnos el año siguiente.
Las caricias y los besos, nos llevaron a un estado de excitación mutua. En ese momento, ella me sacó de encima y bajando por mi cuerpo con besos, llegó hasta mi pene, empezando un delicioso chupeteo, que al final se transformó en una deliciosa cogida por la boca. En el estado en que me encontraba, no tardó en ver llegar mi orgasmo, por lo tanto le avisé que me venía, a o cuál ella no hizo caso. Siguió chupando y recibió la oleada de leche en su boca, no desperdiciando nada.
Yo quedé hecho pelota, pero era el turno de ella, así que la volteé y bajando por sus hermosos senos, comencé a comérmela toda.
Cuando llegué a su concha, en realidad no sabía que hacer, así que solo atiné a chuparla por todos lados, y fue ella quien me guió a su botón preferido.
No tardó mucho en venirse disparada por un orgasmo espectacular, llenos de ahhhhhh
Ahhhhhhhhhhhhhhhh ahhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhh.
A ese entonces, yo ya había logrado recuperarme, y estaba listo para cogerme a mi hermanita.
Me subí sobre ella nuevamente, y buscando torpemente con me pija logré acertar a la entrada de su conchita, que con su venida estaba deliciosamente lubricada.
Empujé despacio, sabía que mi hermanita era virgen, y aunque mi pija no era descomunal hacía efecto al entrar.
Ella en un momento intentó sujetarme para que no la penetrase, pero cuando se acostumbró a la cabeza, ella misma empujó hacia arriba en un movimiento de búsqueda, que sumado a mi embestida rompieron su barrera al sexo.
A partir de ese instante todo fue un mete y saca deliciosamente lento al principio y con velocidad luego.
Sandra movía su cuerpo de un lado a otro produciéndome sensaciones jamás soñadas por mí, mientras nuestras bocas se entregaban a un juego perverso, donde nuestras lenguas se entrelazaban prodigándonos placeres desconocidos.
La danza terminó en una explosión casi al unísono de nuestros orgasmos. Nos derrumbamos uno al lado del otro, besándonos todavía y agradeciéndonos mutuamente el haber perdido juntos nuestra virginidad.
Estos encuentros, aunque de alguna manera mas espaciados y buscando las oportunidades que se nos dieron, continuaron hasta que Sandra cumplió los 18 años.
Después eso es otra historia.