Fueron sus ojos (3)

Llegó el momento en el que deje de tener control alguno de la situación.

El recuerdo de mi segunda noche con Víctor me persiguió varios días. No me cabía duda de que era un hijo de puta sin sentimientos que no tenía ninguna consideración conmigo. Me utlizaba, se aprovechaba de mí, hacía que me comportara como una golfa y cuando se cansaba me echaba sin miramientos. Cada vez que recordaba lo que había pasado me enfurecía por haberme dejado entrar en su juego y acababa llorando de rabia.

Álvaro trataba de entender qué me pasaba, pero me dio por imposible. Supuso que estaba nerviosa por los inminentes exámenes finales y que, si todo iba bien, serían los últimos. Tan distanciados estábamos que ni siquiera quiso venir a mi casa cuando mis padres se fueron una semana de viaje de negocios y prefirió quedarse en casa estudiando. Yo hacía lo propio en la mía cuando recibí una llamada de teléfono.

Sabía que era él antes incluso de leer "Número privado" en la pantalla del móvil.

Di un respingo mientras mis manos empezaban a temblar y el estómago saltaba en mi interior. Por pura inercia descolgué el teléfono sin tiempo a pensar qué es lo que debía hacer. Al otro lado, su voz era inconfundible:

  • Hola zorrita.

Y se produjo un silencio en el que trataba de ordenar sin éxito mi cabeza. Finalmente respondí:

  • ¿Qué quieres?¿Para qué vuelves a llamarme después de lo del otro día?

  • Pero bueno, -creí oír una especie de risa a través del teléfono-, joder ya te lo dije el otro día. Te dije que te avisaría cuando me apeteciera otro polvo.

  • ¿Cómo?,- le interrumpí, - ¿de verdad te crees que vamos a vernos después de lo que pasó?

  • Eh, eh - su voz subió de tono y severidad- Eh, zorrita, cálmate y no me jodas. Aquí el que manda soy yo, que te quede clarito, gilipollas. Te he dicho que vamos a echar un polvo y lo único que vas a hacer tú va a ser callar la puta boca, desnudarte y esperar con las piernas bien abiertas a que llegue para ensartarte, ¿está claro?

  • No, no está claro, imbécil, déjame en paz porque...- esta vez fue él quien me interrumpió.

  • ¿Que no está claro? Me cago en la puta que al final la vamos a tener. Quién coño te crees que eres. Y como vuelvas a llamarme imbécil te enteras zorra de mierda. Te quiero en dos minutos en la puta puerta de tu casa y en bolas para recibir a mi rabo como se merece.

Y colgó. Fue como recibir una pedrada en el rostro. Quedé noqueada y sin posibilidad de reaccionar. ¿Qué insinuaba Víctor?, ¿que estaba ahí? Imposible, no podía saber donde vivía yo... a no ser que... ¡claro el taxista al que llamó! ¡Qué cabrón por eso tuvo el único detalle conmigo desde que lo conozco! Entonces ¿qué podía hacer yo? ¿Llamar a Álvaro? Difícilmente podría explicarle todo. Entonces, ¿qué ...?

... sonó el timbre de la puerta ...

Habían pasado los dos minutos sin que me hubiera dado tiempo para pensar en nada y sólo se me ocurrió ir a entreabrir la puerta. En cuanto se movió el picaporte, dieron un fuerte empujón desde el otro lado y la puerta me lanzó al suelo. Quedé tumbada frente a Víctor, que me miraba con una expresión de claro enfado. Comenzó a gritarme:

  • La próxima vez que te diga que vamos a echar un polvo y me pongas un puto problema, el problema lo tendrás tú. Ahora vas a tener que explicarme qué coño haces vestida si te ordené que me recibieras en bolas. Por supuesto espero que tengas el coño bien depiladito.

Hacía algo de calor y estaba vestida únicamente con una camisola hasta las rodillas y bragas. Por supuesto no me había depilado porque, desde luego, no tenía intención de volver a ver a este cabrón.

Me cogió con fuerza de los brazos y me hizo levantarme. Pegando su rostro al mío me dijo muy queda y seriamente:

  • ¿No me expliqué bien o tú eres gilipollas?

De un tirón, desgarró mi camisola. Tenía una fuerza terrible. Con otro tirón, quedó abierta totalmente por el centro. Mis bragas quedaron a la vista y él arremetió contra ellas y me las arrancó con una sacudida tal que me balanceé y a punto estuve de volver al suelo. Me dio la vuelta pegando mi espalda contra él. Con una mano apretó uno de mis pequeños pechos de tal modo que sus dedos índice y pulgar quedaban libres para pellizcar con fuerza mi pezón. La palma de su otra mano tapó la entrada de mi sexo y la cerró levemente apretándome fuerte. En esa postura susurró en mi oído.

  • ¿Te crees que puedes desobedecerme tranquilamente?

Yo estaba paralizada temblando literalmente de miedo y sin saber qué hacer. No quería ni pensar lo que podría hacerme Víctor. Ahí, en mi propia casa, y sin gente alrededor, nada le impedía propinarme una paliza o quien sabe qué. Él continuó su discurso.

  • Más te vale que no vuelvas a hacer gilipolleces, porque créeme que no te haría ilusión verme cabreado. De momento, hoy ya la has cagado lo suficiente, así que no me jodas y llévame a tu cama que quiero follarte ahí para llenarte las sábanas de leche, ¿de acuerdo?

Muerta de miedo, asentí con la cabeza. Él separó su mano de mi sexo y puso su palma a escasos centímetros de mis ojos.

  • ¿Puedes explicarme qué es esto?

Tenía evidentes rastros de humedad en su mano. Traté de viajar a través del miedo para ver cómo me sentía y descubrí que, efectivamente, estaba tremendamente excitada. El insistió:

  • ¿Me quieres decir por qué estás empapada, zorrita?- No me quedó más remedio que rendirme a la realidad y responder.

  • Porque estoy excitada.

  • ¿Y me dirás qué coño te excita de todo esto? Dímelo alto y claro.

Mi lengua demostró saber más que mi cerebro:

  • Estoy en mi casa a tu merced, sin poder hacer nada por evitarlo. No se si me vas a pegar, a follar o a qué, pero vas a hacer lo que te de la gana conmigo.

  • Eso está muy bien, golfa. Ahora dime cuándo coño van a venir tus padres de viaje.

El cabrón sabía que no era el primer día que estaba sola... No debía contarle nada de esto, podría incluso ser peligroso.

  • ¡Contesta, coño!- me gritó.

  • En tres días. - Respondí de inmediato.

Me separó un poco de él e introdujo un dedo en mi sexo mientras me ordenaba llevarle a mi habitación. Subí por las escaleras y a cada peldaño sentía crecer mi excitación, mi nerviosismo y mi miedo. Abrí la puerta de mi cuarto y en cuanto Víctor entró, me empujó contra la cama, con tal fuerza que tropecé y mi pecho golpeó contra ella. Apoyé los pies en el suelo y traté de incorporarme, pero sentí la presión de su mano en  la espalda.

  • Quieta, ni se te ocurra levantarte.

Me quedé en esa postura, con los pies apoyados en el suelo y el pecho en el colchón. Le daba la espalda, por lo que no pude ver cómo se bajaba la cremallera. Pero sí que pude oír cómo lo hacía y después descorría el cinturón y se quitaba los pantalones.

No tarde en sentir su glande en la entrada de mi sexo.  Se detuvo ahí y me dijo:

  • Me quedé con ganas de probarlo, así que me parece que voy a desvirgarte el culito.

Me quedé aterrorizada recordando las dimensiones de su equipo y a punto estuve de protestar, pero me detuve. No movió su polla de sitio, de modo que siguió acariciándome el sexo con ella. Llevó un dedo a mi esfínter y lo introdujo lentamente. Cuando alcanzó profundidad suficiente se detuvo y continuó jugando con su capullo en mi sexo y me ordenó que me relajara. La verdad que relajarme en la tesitura en que me hallaba era poco menos que imposible, pero hice un verdadero esfuerzo por la cuenta que me traía. Ayudaba sentir el roce de su pene con mi sexo de modo que pronto se aventuró a acompañar al explorador con un segundo dedo. Cuando terminaron de acomodarse, Víctor estimó que era hora de cambiar de actores y apartó sus dedos para dejar paso libre a su espectacular aparato. Primero lo apoyó en la entrada y después lo fue introduciendo despacio con esfuerzo. Yo trataba de relajarme, pero una cosa eran sus dedos y otra las dimensiones que pedían paso ahora. Sentía una enorme presión y dolor, mucho dolor. Pero las manos de Víctor seguían atrayendo mis caderas hacia él. Cuando pensé que ya no podría soportarlo más, paró y se quedó ahí dentro unos minutos. Me dijo:

  • Zorrita, tu culito ya nunca volverá a ser el mismo después de hoy. Deberías darme las gracias.

Y comenzó un doloroso bombeo en el que cada ciclo parecía eterno pese a que la ejecución era más rápida. Sorprendentemente, un componente de placer apareció y fue ganando terreno poco a poco, llegando casi a eclipsar por completo el dolor, pero no lo consiguió, porque antes noté llenarse mis intestinos con su esperma caliente. Cuando paró el surtidor y sin solución de continuidad, salió bruscamente de mí y, dándome la vuelta, me hizo sentar en el borde de la cama. Me dijo:

  • Venga zorrita, no esperarás que dejarme la polla así de sucia.

Y la llevó a mi boca con los restos aún de su semen, de mi sangre y más sustancias. Tocó con ella mis labios y empezó a restregarla en ellos hasta que los abrí y empecé a limpiársela con la lengua.

  • ¿Qué pasa? ,- me preguntó- ¿te has quedado con más ganas de rabo? Pues yo ya me quedé a gusto rompiéndote el culo, así que me voy. La próxima vez, si eres buena y me obedeces en todo, absolutamente en todo, te daré toda la polla que necesitas.

Y sin más, sacó su miembro de mi boca, me empujó contra la cama, se vistió y abandonó la habitación.

Ni me moví. Así quedé mientras resonaban los pasos de Víctor bajando la escalera y, finalmente, cerrarse la puerta de un golpe. Con la cabeza apoyada en el colchón comencé a llorar -¿cuántas veces iban ya?-. Lloré tiempo y tiempo. Y seguí llorando en la ducha, donde dejé que el agua corriera por mi cuerpo. Lloré mientras frotaba mi trasero. Quería limpiar cualquier huella que quedara de él y me desquiciaba haber estado a punto de correme mientras me enculaba, de haberme excitado cuando me amenazaba y de no haber sido capaz de evitar que entrara en casa.

  • ¡A la mierda!,-  no volvería a pensar en él. Me puse el pijama y me fui a la cama. Aunque me costó, terminé por conciliar el sueño decidida a no volver a contactar con Víctor.

Me despertó una llamada al móvil. Me levanté de un sobresalto para confirmar que era una llamada privada. Esta vez no lo cogería... Estaba temblando de nuevo pero no iba a permitirle volver a contactar conmigo y, quien sabe, permitir que su influencia rompiera mi decisión.

Parecía que su llamada no iba a terminar nunca. Finalmente volvió el silencio. Solo fue un respiro, porque a los pocos segundos volvió a llamar. Puse toda mi fuerza y fui capaz de no descolgar el teléfono.

Tres, cuatro llamadas... Y después entró un sms.

"¡¡¡Serás zorra!!! ¡Coge inmediatamente el puto teléfono o te vas a enterar!"

Otra llamada. Sigo temblando. No se qué hacer, me da miedo desobedecerle, pero no, no pienso coger el teléfono.

Silencio. Pasaron unos segundos. Un SMS.

"Tienes 5 minutos para llamarme al móvil o me cabreo contigo."

¿Qué significaba que se cabrea conmigo? ¿Qué va a hacer? Dudé si llamarle para pedirle que me dejara en paz. No me parece buena idea, era mejor dejar pasar el tiempo. Claro, pero sabía dónde vivía. Se me pasó por la cabeza de nuevo llamar a Álvaro pidiendo ayuda, pero al igual que por la noche, la idea murió nada más nacer. No podía contarle nada de lo que había pasado.

Tres minutos ... cuatro..

Oí un ruido. ¡Madre mía! alguien está tocando la cerradura de la casa. Bajé corriendo para intentar echar las llaves... demasiado tarde, la puerta se abrió. Me quedé paralizada al ver a Víctor entrar por la puerta con la llave en la mano. Debía haberla cogido por la noche, antes de irse, al quedarme yo en la habitación. Su expresión era terriblemente severa.

  • Eres una zorra. Te vas a enterar de lo que significa no hacerme caso.

El pánico me mantenía inmóvil y sin saber cómo reaccionar.

  • Ponte en bolas ahora mismo, no quiero volver a ver ese pijama de ositos, que no tienes ocho años ¡coño!.

Empecé a desabrocharme los botones y mientras comprobaba cómo comenzar a obedecer a Víctor y excitarme iban de la mano. Mis tetas quedaron descubiertas e inmediatamente los pezones se hincharon. Bajé mis pantalones, me quité las bragas y esperé quieta sus órdenes.

-Pensé que el castigo de ayer había sido suficiente, pero veo que no has escarmentado, que sigues jodiéndome cuando te ordeno hacer algo. Habrá que probar otro jarabe.

Terminó la frase dando un portazo y guardando las llaves en el bolsillo del que sacó una cámara de fotos plana.

  • Ni se te ocurra hacerme fotos, no voy a dejarte.

Cogí el pijama del suelo y traté de cubrirme con él.

Me empujó contra la pared y me sujetó el rostro apoyandolo contra el tabique. Acercó sus ojos a los míos y me dijo:

  • Recuerda, te dije que si subías al coche aceptabas o-be-de-cer-me. Lo aceptaste libremente.  Tú querías que te utilizara y yo lo hice. Pero bonita, ¿te pensabas que ibas a ser tú quién decidiera cuando?

Pasó la cámara fría por mis pezones y me dijo:

  • No, no, no, zorrita. Te dije exactamente que tendrías que hacer lo que yo te ordenara, cuando yo te lo ordenara y como yo te lo ordenara. Y como veo que eres un poco olvidadiza, voy a encargarme de que lo tengas siempre presente. Así, voy a hacerte unas cuantas fotitos. ¿Que se te olvida obedecerme? Perfecto, enviamos a tus padres y a tu novio pijo alguna foto. Estoy seguro de que incluso tus compañeros de derecho me pagarían por ellas. O algún profesor, que seguro que alguno te ha echado el ojo ya... Esas fotos serán las que me permitirán hacer contigo lo que me salga de los cojones. ¿Entiendes zorrita?

Cada palabra golpeó mi cabeza como su aliento golpeaba mi rostro al decirlas. Desde luego que entendía. Entendía que este callejón no tenía salida. Ya no iba a depender de mí evitar a Víctor, quedaba en sus manos. Lo que no entendía era por qué darme cuenta de esto me excitaba aún más y en realidad estaba deseando que me hiciera las fotos.

  • Entiendo perfectamente, Víctor.

Y, sin saber bien por qué, le planté un beso en los labios. Sentí dibujarse una sonrisa (sería su mueca de desprecio) en sus labios mientras acogía el beso. Me apretó contra él y acarició mis tetas al besarme. Saber que iba a tener que obedecer a Víctor quien sabe durante cuanto tiempo me estaba consumiendo de placer. Al diablo con mi cabeza, en ese momento sólo era capaz de escuchar a mi ardiente cuerpo.

Finalmente me dijo:

  • ¿Quieres ser mi sierva?

  • Lo estoy deseando, Víctor.

Sonrió socarronamente y, empuñando la cámara, me dijo:

  • Ahora quiero ver una prueba de lo puta que eres, a ver si no me he equivocado contigo. Quiero que parezcas una golfa de peli porno, así que se lo más guarra que puedas...

La sesión debió de durar una media hora durante la cual calculo que sacó del orden de doscientas fotos, quizá más, hasta que la memoria de la cámara se agotó.

  • Túmbate en el suelo y abre bien las piernas.

  • Agárrate las tetas con las dos manos y apriétatelas.

  • Así de agachadita, muy bien, que se vea bien tu culito...¡perfecto! A ver que bajo un poco para poder sacar también tu chocho... ¡muy bien!

  • Así, sonríe... ¡eso es! saca la lengua y pásala por tus labios... ¡aaaasí!

Según iban pasando los minutos, yo me encotraba peor. El hecho de que estuviera vendiendo gratuitamente mi integridad y mi libertad a ese tío en ese momento me estaba perdiendo. Cada pose que me solicitaba, la realizaba con más ganas, con más sensualidad. Me excitaba aún más comprobar cuánto le estaba complaciendo mi actitud, reflejado en una amplísima sonrisa lasciva.

Cuando terminó, soltó la cámara y se dirigió hacia mí.

  • ¿Ves zorrita, como es mucho más divertido portarse bien y ser una niña buena? Si en lugar de tocar tanto los cojones hicieras lo que te ordeno sin rechistar, sería mucho mejor para los dos. ¿Te das cuenta?

  • Perdona, Víctor, -le contesté-, siento que hayas tenido que tener tanta paciencia conmigo, no volverá a ocurrir.

  • No te preocupes.

Y sonó su móvil.

  • Qué pasa, Alberto... Estoy en casa de la pija cursi que lleve al tugurio de Rober, ¿te acuerdas?... Sí esa, con la que estuviste bailando... Ya se que está buena, por eso me la tiro, no te jode... Aunque le faltan tetas... Acabo de hacerle algunas fotos en bolas, ¿te apetece verlas? Si quieres, te puedes hacer un par de gayolas a su salud.

Abrí los ojos como platos al oír esto, pero él se adelantó haciéndome un gesto para que me callara.

  • Sí, sí, el usuario y pasword las de siempre. Las primeras son más flojitas, pero luego se fue animando la muy zorra. [...]  De nada, tronco, venga, luego te llamo, adiós.

Después se dirigió a mí:

  • Oye, recuerda lo que me habías dicho, creo que ya he tenido suficiente paciencia contigo, ¿no crees? Alberto me confesó que le habías puesto bruto el otro día y estaba seguro de que quería verte desnuda. Y hay que cuidar a los amigos. Y supongo que no querrás contradecirme...

  • Lo siento, Víctor, siento ser tan pesada.

  • Venga, levanta que tenemos que subir las fotos. Alberto está impaciente y no querrás hacer esperar a mi amigo, ¿verdad?

  • Por supuesto que no, Víctor.

  • Así me gusta. ¿Dónde tienes el ordenador?

  • Arriba, en mi habitación en la que me desvirgaste el culo ayer.

Le conduje escaleras arriba hasta mi habitación. Encendí el ordenador. El tiempo de espera hasta que estuvo operativo, Víctor lo gastó en sacar un lector de tarjetas del bolsillo y engancharlo a la CPU. Sacó la tarjeta de la cámara y la enchufó en el lector.

  • Ve conectándote a internet.

Cuando estuvo listo, se puso frente al teclado y tecleó una dirección. Apareció una ventanita solicitando usuario y contraseña.

  • Traéme algo de comer mientras lo preparo.

Bajé a la cocina y cogí una bolsa de croissantes. Tenía curiosidad por ver las fotos. Nunca me habría imaginado posar de semejante manera y tenía intriga por conocer cómo habían sido los resultados.

Cuando subí, la pantalla del ordenador mostraba una ventanda en el que estaban seleccionados una serie de archivos de un directorio correspondiente al lector, no a mi disco duro. Imaginé que eran las fotos.

  • Lo he estado pensando mejor, zorrita. Mira, entiendo que no quieras que suba las fotos a internet. No está bien que te obligue a hacerlo. De modo que yo no voy a subirlas. Se que Alberto se cabreará conmigo pero que se joda. Por una vez que te portas bien, te mereces algo, de modo que no voy a subir las fotos contra tu voluntad.

Se quitó del teclado y se sentó en la cama. Cogió un croissante de la bolsa y empezó a comer. A mí la idea de que Alberto se iba a masturbar mirando las fotos me había hecho sentir sucia y el morbo de la situación me había excitado extrañamente. Pegué las tetas a su espalda y, abrazándole, le dije al oído:

  • Víctor, por favor, súbelas. Si tú quieres que él me vea desnuda, yo también lo quiero.

  • ¿De verdad? -me contestó- ¿quieres que se haga un par de pajas viéndote?

  • Sí, eso es lo que deseo.

Mientras subían, estuvimos un rato viendo las fotos. Me sorprendí. Como había vaticinado Víctor, en las primeras parecía tensa, pero poco después me mostraba tan suelta y sensual que parecía que había sido modelo erótica toda mi vida.

  • Francamente buenas. - Me dijo. - Estás jodida, tía, como se te ocurra darme por culo te va a costar explicar esto. Claro que siempre puedes dedicarte profesionalmente..., jamás había visto una sesión tan buena...

  • Muchas gracias- respondí-, me alegra no haberte defraudado.

Me miró y sonrió:

  • Bueno, chiquilla, ¿cómo te sientes al saber que te acabo de comprar? Porque ahora eres mía. Me perteneces. Si me apetece follarte, te follaré. Que quiero estar un mes sin verte, pues lo aceptas y punto. Por cierto, a partir de ahora, las únicas pollas que te van a catar serán las que yo quiera y cuando yo quiera. Espero que entiendas lo que quiero decir. Vaya, que el cornudo solo te follará cuando me salga a mí de los huevos, ¿lo entiendes verdad?

  • Lo entiendo, mi señor, sólo haré lo que tú me ordenes.

Al pronunciar estas palabras, firmaba mi sumisión y me hizo sentir nerviosa, libre y sobre todo escandalosamente excitada. No era consciente de todo lo que le estaba ofreciendo, sólo notaba la excitación que me producía. Supongo que en mi absoluta desnudez tal sensación fue evidente. De momento, era maravilloso.

Víctor miró el ordenador, las fotos prácticamente habían terminado de subir. Cogió su móvil y llamó. Me dio el teléfono.

  • ¿Víctor? - escuché.

  • No, soy Ana.

  • ¿Le pasa algo a Víctor?

  • No, no. Sólo te llamaba para decirte que Víctor había cambiado de opinión y que no quería subir las fotos contra mi voluntad.

  • Joder, - escuché -, qué se le va a hacer.

  • Lo que pasa, -continué- es que yo me di cuenta de cómo te empalmaste el otro día cuando bailábamos y, bueno, que si quieres verme desnuda, que por mí no hay problema. De modo que ya están las fotos.

  • No jodas... gracias.

  • Supongo que te masturbaras viéndolas, ¿no?

  • ¿Te importa?

  • No, no, lo digo porque la 87 y la 113 son especialmente buenas, por si quieres verlas bien.

  • Vale, vale, gracias.

  • Disfrútalas. Un beso.

  • Adiós.

Y colgué. Sentí el peso de los ojos de Víctor fijos en mí y su mueca socarrona juzgándome. Me cogió por los hombros y me dirigió a la cama. De espaldas a él, me presionó suavemente la espalda para que me agachara, aunque se paró a mitad, de modo que quedé ligeramente inclinada con los brazos apoyados en la cama aún sin hacer. Él se agachó y sus manos comenzaron un viaje desde mis tobillos. Subieron por mis pantorrillas, mis muslos, se acercó sin tocar mi sexo y subió por el frontal de mi vientre.  Subió hasta siituar sus manos en mis pechos, a los que acarició con cariño. Sentí sus labios en mi cuello mientras sus manos descendían por el lateral de mi espalda. Una de ellas me abandonó y la otra llegó hasta mi sexo. Me acariciaba a la vez que se bajaba el pantalón y liberaba su polla. Pronto la sentí en la entrada de mis labios. Suavemente la introdujo en mí y, sin dejar de acariciarme, llevó su otra mano a mi cadera para ayudarse en el movimiento.

Me regaló un ritmo lo suficiente rápido como para llevarme arriba, acentuado por sus caricias y por sus besos en el cuello, pero no tanto como para hacerle terminar. No se el tiempo que me mantuvo en ese maravilloso estado, pero a punto estuve de acabar afónica de gemir. Finalmente, no aguantó más y me condujo subítamente a un ritmo mayor que terminó en varios espasmos que le ayudaron a vaciarse dentro de mí. Después continuó sus besos y sus caricias, ahora más suaves, invitándome a relajarme con él. Por último, me abrazó suave pero firmemente sin dejar de besarme el cuello. Me susurró al oído:

  • Esta sido la última vez que te follo así. A partir de ahora debes preocuparte porque goce yo con nuestros polvos. Olvídate de lo que te apetezca hacer y piensa sólo en mí, en lo que me apetecería hacer en cada momento. Eres una puta, mi puta, y esa es tu obligación.

  • Lo haré, mi señor. - Contesté.

Nos quedamos así un tiempo, en el que preferí no ordenar mis ideas por miedo a las conclusiones que pudiera sacar. De momento me estaba dejando llevar, disfrutando del viaje y elegí continuar así.

Finalmente su miembro disminuyó lo suficiente como para dejar de taponar mi vagina. Esto propició la separación de los cuerpos y un riachuelo de semen corriendo por mis muslos. Él se tumbó y yo le pedí permiso para ducharme. Asintió y me dirigí al baño sintiendo correr sus fluidos por mis piernas, pensando en ellos como si fuera el sello de su propiedad, de que yo le pertenecía. Y yo quería tener impreso ese sello.

Abrí la ducha y esperé que se calentara el agua. Normalmente aprovechaba ese tiempo desnudándome, pero hoy no era necesario. Entré pensando que apenas unas horas antes había decidido en este mismo lugar no volver a ver a Víctor y cómo, de repente, me había convertido en suya sin remisión. Ahora no quise borrar sus huellas de mí, como hice la vez anterior, casi me apenaba limpiarme.

Salí, me perfumé, me peiné y me maquillé. Tenía el reloj en la repisa ¡¡Sólo eran las doce y media de la mañana!! Era increíble la cantidad de cosas que habían ocurrido ya hoy. Mi vida había girado completamente... pero aún no quería afrontar las consecuencias.

Salí del baño y volví a mi habitación. Víctor estaba abriendo los cajones de mi armario. Lo hacía con toda naturalidad, dando por hecho que no tenía ningún derecho a quejarme ni a pedirle explicaciones.

  • Eres una monja tía. De verdad que no se qué coño ponerte hoy. Tendrás que quedarte desnuda. Ah, y ve depilándote el coño, que estoy hasta los huevos de esa puta mata de pelo que llevas. Pero espera, déjame pasar a mí primero que me estoy cagando.

Cuando salí del baño le enseñé mi sexo totalmente depilado. Esperé un cumplido que nunca llego. En ese momento sonó mi móvil. Era Álvaro.

  • Mi novio. -Dije.

Si había detectado un aire de superioridad en Víctor, fue insignificante comparada con la mueca de triunfo que apareció en su rostro en ese momento.

  • Recuerda lo que te he dicho.

  • Hola Álvaro... bien ¿y tú?... sí dormí bien... ¿cómo?¿qué si nos vemos hoy?

Víctor negó seriamente con la cabeza y se señaló con el dedo indicándome que esta tarde iba a ser para él.

  • No, no, prefiero quedarme a estudiar.

Víctor volvió a sonreír triunfante.

  • No, no, qué va, no estoy enfadada...  venga, un beso muy grande, adiós.- Y colgué.

Víctor se quedó pensando unos segundos y me dijo.

  • He cambiado de idea. Quiero que llames a tu novio y quedes esta tarde con él.
  • Me sorprendió su reacción y escuché. -Esta tarde vamos a follar otra vez. Cuando mis manos estén agarrando tus tetas, cuando tengas mi polla dentro de ti y mi lengua esté recorriendo tu piel, llamarás al cornudo. Le llamarás justo en el momento en que le estás poniendo los cuernos para decirle que quieres hacer un descanso. Que no puedes estudiar más. Que te has depilado el coño para él y quieres que lo pruebe. Le mentirás mientras yo esté gozando con tu cuerpo lo que quiera. Y cuando venga quiero que le demuestres lo zorra que eres. ¿Se la has chupado alguna vez?

  • Sí, pero nunca ha terminado en mi boca - respondí.

  • Bueno, pues hoy vas a probar dos sabores entonces, que el mío ya lo conoces. Quiero que en todo momento pienses en mí. Y quiero que cuando se haya corrido en tu boca, lo estimules y le invites a que se corra de nuevo, pero en tu coño. Quiero que su polla se moje con mi leche y el muy cornudo ni se entere, que no sepa que estás caliente por mi culpa y que si te está follando es porque yo quiero. Y tú te comportarás como una zorra con él. Y yo estaré viendo desde el armario como folláis.

  • Como ordenes, señor...

Mi madre había dejado comida de sobra preparada (supongo que por si venía Álvaro algún día). Cuando terminamos de comer  me subió a la habitación. Él se tumbó en la cama y me invitó a cabalgarle. Perfectamente consciente de que mi sexo estaba profusamente lubricado, no se entretuvo en preámbulos e introdujo su polla completamente. Después agarró mis tetas y las amasó trazando círculos en mi pecho, mientras pellizcaba suave y hábilmente mis pezones.

Yo estaba muy nerviosa, temiendo el momento de enfrentarme a la llamada y deseando hacerlo. Quería que Víctor fuera testigo de que le consideraba superior a mi novio quería que pudiera regodearse de esa superioridad, de que se dibujara su mueca despectiva mientras yo humillaba a mi novio para él. Empecé a subir y bajar ensartándome en él. En este estado febril, le dije:

  • Víctor, estoy deseando llamar a mi novio para que veas que eres lo más importante para mí. Quiero llamarle mientras me follas para que veas quién es el principal aquí, a quién va dirigida mi vida.

Como respuesta, Víctor me dió el teléfono, que, como pudé manipulé para marcar el número de mi novio.

  • ¿Ana?

  • Hola Álvaro - mi voz era un susurro insinuante, pero logré no gemir mientras hablaba con él

  • ¿Qué pasa? - contestó.

  • Álvaro, estoy cansada de estudiar, te necesito. Quiero que hagas el amor.

  • ¿Estás bien? - su voz sonaba preocupada.

  • No, no estoy bien, necesito que me claves la polla, que me hagas el amor salvajemente. Me he depilado el sexo para ti y quiero que lo estrenes. - Decir esto con Víctor resbalando en mi interior y agarrándome el pecho me encendió y fui consciente de la urgencia de acabar la conversación porque iba a correrme en breve.

  • ¿Te ocurre algo?

  • Necesito hacer un descanso, necesito chupártela, luego seguiré estudiando. ¿Vas a venir o tengo que llamar a algún vecino?

  • No, no, vale, vale, voy para allí.

  • Corre.

Colgué y liberé el orgasmo que me invadía gimiendo a placer. Esta manifestación provocó asímismo el climax de Víctor que se vacío en mi interior acompasando mis gemidos con los suyos y apretando con fuerza mis pechos.  Después de inundarme, su presión en mis tetas disminuyó y mi excitación, poco a poco, fue suavizándose hasta quedar como las reverberaciones de un poderoso eco retumbando en mi cuerpo, recordando la intensidad anterior, Me desplomé sobre su pecho y su boca me buscó. Nos enlazamos en un beso muy propio de la puta en la que me había convertido.

  • Tapate el coño, -me dijo- cuánta más lefa quede ahí dentro mejor, más se empapará la polla del cornudo gilipollas. En un rato puedes ir al baño a limpiarte un poco lo que salga de ahí. Por cierto quiero que ese imbécil también pruebe el sabor de mi rabo, así que límpiame la polla para que lo pueda degustar.

Abrí obediente la boca y, aun tumbada y con las manos en el sexo, levanté la cabeza y lamí los restos de su corrida. Cuando terminó, comenzó a examinar el armario desde el que iba a observar la jugada.

Según me había ordenado Víctor, recibí a Álvaro desnuda. Él entró rápido y cerró la puerta para que nadie pudiera verme así, con una expresión de asombro y confusión completas. Apenas me miró y cuando percibí que iba a hablar le puse un dedo en los labios y le dije:

  • No has venido a eso.

Y comencé a subir las escaleras sin mirar atrás. El sonido de los pasos de Álvaro confirmaban que me seguía. Al llegar a mi cuarto, empecé a desabrocharle la camisa y cubrí de besos y lametones su pecho, perfectamente consciente de que estaba infectando su piel con el sello de Víctor y excitándome por ello. Álvaro apenas tenía capacidad para asimilar mi actitud y se dejó desnudar.

Recibió atónito mi lengua en su piel y, más tarde en su boca, tratando de devolvermelo. Apenas tuvo tiempo porque segundos después encontró su pene erectísimo en mi boca. Lamí su capullo con la punta de mi lengua a la que luego paseé por todo el tronco hasta llegar al escroto. Repetí dos, tres veces la operación y después, agarrando su falo con mi mano, la introduje al completo entre mis labios, para que sintiera todo el calor que le ofrecía. Esto fue demasiado para Álvaro, que no fue capaz de aguantar un par de minutos de idas y venidas de mi cabeza. Trató de separarme cuando sintió llegar la inundación, pero yo le apreté contra mí para que su semen se mezclara en mi estómago con el de mi señor. Él no gimió, gritó. Gritó fuerte mientras me regalaba el zumo y se pegaba en mi garganta. Sentí cómo se desplomaba en la cama pero mi boca no abandonó su polla. Seguí pegada a él según se sentaba primero, y se tumbaba después en el colchón en el que minutos antes había cabalgado a Víctor y en el que hacía apenas unas horas, había desvirgado mi culo.

Finalmente me separé de su entrepierna. Me tumbé a su lado y llevé su mano a mi pecho, pidiéndole sin palabras que la estrujara, que jugara con el. A cambio, mis dedos resbalaron por su glande aún goteante. Me di cuenta de que aún no habíamos cruzado palabra, de modo que me acerqué a su oído y le susurré:

  • Ve pensando en cómo quieres follarme, porque en cuanto estés preparado de nuevo se cumplirá lo que quieras.

No se si fueron sus tocamientos, los míos o mi petición, pero en poco tiempo, el aparato de Álvaro estaba preparado para viajar por mis entrañas y así me lo hizo saber mi novio colocándome a cuatro patas en la cama. Según avanzaba su pene por mi agujero las palabras de Víctor recordándome cómo su iba a empapar de él en el trayecto provocaron un incendio en mi sangre. Y Álvaro desempeñó el papel al que le había invitado, follándome con violencia. Después de las múltiples sesiones con el superdotado falo de Víctor, me costó adaptarme a la normalidad que Álvaro poseía. Aún así logré correrme a tiempo pensando en cómo le estaba dedicando esta sesión íntima a mi señor sin que mi novio supiera nada. Durante mi orgasmo pude oír los gemidos guturales de Álvaro mientras explotaba, mezclando de nuevo flujos en mi interior. Progresivamente, la presión de sus manos en mis caderas disminuyó hasta desaparecer. Poco después, su miembro me abandonó y sentí como mi novio volvía a tumbarse en la cama.

Finalmente pudo hablar.

  • No entiendo nada Ana.

Parece que su cabeza volvía a funcionar después del aluvión. Recordé las órdenes de Víctor de desembarazarme de mi novio en cuanto acabáramos de follar.

  • Sólo quería romper un poco. Tengo que seguir estudiando, será mejor que te vayas.

  • Pero...- Protestó.

  • ¿No me has oído?- le interrumpí.

Álvaro desorientado, comenzó a vestirse mientras yo no apartaba mis ojos del armario desde el que Víctor había observado la escena. Ni siquiera nos despedimos. Según comenzó a bajar las escaleras, Víctor salió de su escondite vestido únicamente con un condón (supongo que para no mancharse) y comenzó a follarme a cuatro patas antes de que se cerrara la puerta de la calle.

Mi madre había dejado comida de sobra. Durante la comida, le asalté con algo que me preocupaba.

  • Víctor, ¿qué piensas hacer conmigo? Quiero decir, que ahora mi vida es tuya y no se qué quieres hacer con ella.

  • Muy pronto te preocupas tú por esas cosas... - Respondió.

  • Por favor, señor. - Insistí.

Su rostró se tornó serio y me dijo:

  • Crees que las fotos te van a obligar a hacer cosas contra tu voluntad, pero en poquísimo tiempo ni te acordarás de las fotos. Te darán igual. La jodida realidad es esta: cuando te quieras dar cuenta, el sexo conmigo será más necesario para ti que respirar. Si no te utilizo para mi disfrute te sentirás vacía, si no abuso de ti, como si fueras un juguete, estarás insatisfecha Y encima estarás todo el día buscándome, humillándote para que te haga caso. En todo momento pensarás en cómo debes vestir y comportarte para agradarme. Agradecerás cualquier cambio de tu aspecto o personalidad que te ordene.

Creo que debí expresar sorpresa y duda porque dijo:

  • ¿Recuerdas el otro día? Estoy seguro de que si hace un tiempo te hubiera dicho que iba a obligarte a ir por la calle semidesnuda y a que les enseñaras el coño a un montón de tíos, te hubieras escandalizado. En vez de eso, lo disfrutaste y ahora mismo estás loca por repetir. ¿me equivoco?

Tuve que reconocer que pensar de nuevo en cómo me incliné para que aquellos hombres pudieran verme bien el sexo me excitaba.

  • No te equivocas, Víctor, me encantaría volver a hacerlo.

Sonrió y continuó hablando:

  • Y por no hablar Alberto. Después de subir tus fotos desnuda, hablaste con él y le invitaste a que se la machacara mirándote... Pusiste una cara de viciosa cuando hablabas con él, que me dio miedo de que le invitaras a casa para que te follara.

  • Pues te aseguro que no se me pasó por la cabeza. - Le interrumpí. Volvió a sonreír. Fijó los ojos en mí y prosiguió en un tono de voz suave y convincente:

  • Puedes estar segura de que te pondrás a mi disposición en todo momento y lugar, deseando que te meta mano aunque estemos en el puto centro de Madrid. Renunciarás voluntariamente a tus gustos rogándome que te confiese los míos. ¿Sabes por qué? Por que sabrás que si me canso de ti, te dejaré sin miramientos y tú te arrastraras para lograr que ese momento nunca llegue. Te hará feliz que te ordene porque así lo lograrás. Te vestirás como una puta y te comportarás como una zorra. Si te lo pidiera, incluso te prostituirías por mí. Es más, hasta es posible que me lo pidieras tú a mí. Ese es el futuro que te espera, serás un juguete en mis manos.

Reconozco que sin que hubiera roce de por medio, estuve a punto de correrme oyendo el discurso de qué iba a hacer conmigo. Me sinceré afirmando mi rendición.

  • No entiendo por qué me excita tanto oír lo que me dices. Me estás proponiendo una condena y sin embargo estoy deseando empezar a cumplirla. Quiero ser merecedora de ser tu puta y que estés orgullosa de mí. Haré absolutamente todo lo que me pidas.

  • Es posible que ahora te parezca imposible, pero pasito a pasito... dale tiempo al tiempo.

Me indicó que ahora lo importante es que acabara la carrera, así que hasta que no hiciera el último examen, mi adiestramiento (así lo llamó) no se iba a producir.