Fuera de mí

Cuando aun no he terminado de creerme lo sucedido, me dispongo a escribirlo, hoy y ahora, para que nunca pueda olvidar el día en que cambio mi forma de ver el sexo.

FUERA DE MÍ

Cuando aun no he terminado de creerme lo sucedido, me dispongo a escribirlo, hoy y ahora, para que nunca pueda olvidar el día en que cambio mi forma de ver el sexo.

Primero me presentaré, me llamo Ana, soy una chica valenciana de 26 años y tengo novio desde hace casi 10. Trabajo en una oficina de una empresa turística, nos dedicamos a crear vacaciones a la medida de la gente y vendérselas a las agencias de viajes. Es un trabajo muy creativo y a la vez frustrante, porque no puedo permitirme ninguno de los tours que preparo para otros, al menos hasta que no tengamos pagado el piso. Físicamente, soy lo que los tíos llaman una carita aniñada. Poca altura, escasos pechos y rasgos juveniles, según dicen mis compañeros de trabajo, desato mucho morbo en los hombres y eso me gusta.

El trabajo en la oficina es agotador, muchas horas sentada delante del ordenador y colgada del teléfono, hacen que sufra problemas de espalda, por lo que hace ya tres años, opté por hacer caso a mi fisioterapeuta y apuntarme a clases de natación. Cada día que pasa estoy más contenta con mi decisión. Me lo paso en grande y he hecho unas amistades fantásticas. Todos los años, los compañeros de la piscina nos juntamos para cenar y salir de fiesta, al menos, en navidad y al final de la temporada. A pesar de las reticencias de mi novio Ángel, no me pierdo ninguna cita con mis compis. Esta última navidad, por ejemplo, fuimos a cenar a un restaurante muy conocido del centro de la ciudad, luego tomamos unos cubatas en un pub que conocía Lolo, en una zona de copas cercana, en el que pudimos charlar tranquilamente ya que la música no estaba demasiado alta. Esa noche, varios de mis compañeros me tiraron los tejos y me hicieron proposiciones indecentes, ya os he dicho que tengo mucho éxito entre los hombres.

Entre todos mis compañeros hay uno especial, Alejandro. Trabaja en el mismo edificio que yo, su oficina de diseño industrial está dos plantas por debajo de la mía. Alguna vez habíamos coincidido por los pasillos y en la cafetería, y no pasó desapercibido a mis ojos ni a los de mis compañeras Mar y Eva. En un principio sólo me fijé en su físico, me sacaba dos cabezas y tenía un cuerpo esculpido en el gimnasio, o eso pensaba hasta que le vi en bañador. Resulta que Alejandro iba a la misma piscina que yo pero en un horario distinto, hasta hace más o menos dos años que cambió a mi grupo. En seguida me di cuenta que era más que un cuerpo bonito, hicimos buenas migas, el me dedicaba toda su atención durante las clases y yo me derretía al tener ese pedazo de hombre a mi lado con sólo un pequeño bañador tipo slip, tapando su abultado paquete. Muchas veces no sabía distinguir si la humedad que sentía entre mis piernas era por la piscina o salía de mi interior. Desde el primer día le dejé claro que tenía novio y puse mucho cuidado en no hacer nada que pudiera mal interpretar, él por su parte, siguió tratándome con su encanto habitual, como si no se diera por enterado, pero sin pasarse nunca de la ralla.

En mi forma de entender la relación de pareja, no cabe la infidelidad, sólo la entrega total del uno por el otro. Nunca he echado en falta nada en mis relaciones sexuales, al contrario, mi novio Ángel y yo siempre hemos hecho lo que nos ha apetecido en cada momento sin miedos ni tabúes.

Alejandro no es mi único amigo especial, Jose es de mi grupo de colegas desde hace muchos años, siempre nos hemos llevado bien e incluso durante un tiempo, me sentí atraída por él y creo que él también por mí, pero nunca llegó a pasar nada entre nosotros, y no porque yo no quisiera.

Desde hace medio año, estaba preparando un proyecto que consistía en un crucero reservado para hombres y mujeres menores de 30 años. Estaba patrocinado por la Generalitat Valenciana e incluido dentro de un programa para impulsar el turismo en toda la comunidad. Me había llegado a dedicar en cuerpo y alma al trabajo durante los últimos seis meses, descuidando a mi pareja y a mí misma, pero el esfuerzo había merecido la pena. El sábado, el crucero zarparía del puerto de Valencia dirección a Alicante, pero antes, la noche del viernes y con todo el pasaje a bordo, se celebraría una gran fiesta en la discoteca del barco, a la que asistirían numerosos invitados de la sociedad valenciana y personal de la consejería de turismo. A mi jefe, Don Juan, le regalaron varias entradas y después de repartir la mayoría entre sus amigos del parque industrial, me dio cinco que le sobraban.

Yo tenía que asistir obligatoriamente, era mi gran logro después de meses de duro trabajo. No me costó mucho elegir a cinco de entre mis amigos. Pablo y Carlota fueron los primeros en los que pensé, Jose desde que se enteró de la fiesta me amenazó con descuartizarme si no le invitaba, con él ya eran 3. Por supuesto mi novio Ángel iría y la última fue para mi amiga Cristina, la única soltera del grupo.

Por fin llegó el viernes, para la ocasión elegí un bonito vestido largo verde, con flores estampadas que me sentaba de maravilla, tenía un bonito escote, la espalda abierta y una raja en el lateral hasta la mitad del muslo, que quedaba muy sensual. Mis amigos fueron apareciendo en la entrada del puerto. Cristina llevaba una camiseta blanca sin mangas súper ceñida, que la destacaba las tetas más aun si cabe. Jose se puso un traje claro y una camisa blanca de rallas que le hacían muy apuesto y atractivo. Ángel, Pablo y Carlota iban más normalitos, vaqueros y camisa.

Antes de subir al barco ya se respiraba ambiente de fiesta. Los afortunados pasajeros del crucero se colocaron sus mejores galas para la ocasión. Una vez a bordo dos miembros de la tripulación nos llevaron hasta la discoteca. Eran dos negros tremendos, con anchas espaldas y con uniforme blanco como correspondía a esta época del año. Entre las condiciones que exigí a la compañía marítima, estaba que todos los tripulantes no superaran la treintena, para no romper el heterogéneo entorno de juventud. La sala de fiesta era perfecta para la ocasión, estaba unida a la piscina de verano y todo adornado como las discotecas al aire libre de Ibiza.

No llevábamos ni media hora dentro cuando vi a lo lejos a mi jefe que me hacía señas para que me acercara. Dejé a mis invitados en la pista mientras Don Juan me presentó a los altos cargos de la generalitat y al capitán del barco. Se notaba que eran con diferencia los de mayor edad de la fiesta y desentonaban en mi crucero. No tardé en ser el centro de atención del grupo de viejos babosos. Se turnaban para invitarme a copas, mientras presumían de BMW y de chalet a pie de playa, sin quitar ojo a mi escote.

Cuando logré zafarme de tan desagradable compañía, ya llevaba suficiente alcohol en el cuerpo como para disfrutar de la fiesta con todos mis sentidos. Mis amigos no estaban en el mismo sitio dónde les había dejado y aproveche la búsqueda para pasear por todos los rincones de la paradisíaca sala, atrayendo las miradas y los comentarios de varios grupos de chicos, que consiguieron subirme la moral y sin darme cuenta estaba contorneándome y sacando pecho por toda la fiesta. Cuando caminaba junto al borde de la piscina, un torso masculino que conocía muy bien me cerró el paso. Era Alejandro, llevaba una camiseta de algodón muy holgada abierta en el cuello hasta mitad del pecho, dejando entrever el comienzo de sus potentes pectorales.

Valla, valla, siempre nos encontramos cerca de la piscina.

¿Pero qué haces tu aquí?,- Acerté a balbucear torpemente.

Tu jefe le dio unas entraditas al mío y este a mí. Sabía que vendrías y no quería perdérmelo por nada del mundo -me dijo Alejandro – Además este sarao está lleno de tías buenas.

Tu siempre igual, pensando en lo mismo.

No digas tonterías Anita, sabes que sólo tengo ojos para ti.

Esto último mientras se agachaba para plantarme un suave beso en cada mejilla. Noté como me subía un sofoco hasta la cara a pesar de estar al aire libre.

  • Estás tremenda con ese vestido – dio un paso atrás para verme mejor.

  • Gracias guapo, a ti también te queda genial esa camiseta medio hippie – mientras hablaba de su ropa, en verdad pensaba en lo que había debajo.

  • ¿Y qué hace la tía más buena de la fiesta sola? – me preguntó Alejandro.

  • La verdad es que he perdido a mis amigos y estaba buscándolos por todas partes.

  • ¿Has venido con tu famoso novio?

  • Sí, Ángel está con mis amigos, ¿por qué?

  • Porque si yo fuera tu novio no te dejaría sola entre tanto lobo hambriento – me soltó con su mejor sonrisa, a la que correspondí con una risita ya que no sabía que responder.

Me sentía a la vez incomoda y alagada, por sus palabras y porque todas las tías de alrededor me miraban con envidia.

  • Déjame que te invite a una copa, pareces acalorada – sin darme tiempo a responder, me cogió entre sus enormes dedos y me arrastró hasta la barra más cercana, abriéndonos paso entre varios grupos de personas que se giraban a nuestro paso – Brugal cola y… ¿tu qué quieres?

  • Una coca-cola.

  • ¡Estas de coña!, ron con limón era lo que bebes normalmente ¿no?

  • Sí pero ya estoy bastante contenta para… - no me dejó acabar la frase.

  • Un Brugal cola y un Brugal limón – se giró de nuevo hacia mí- Queda mucha noche por delante.

Hablamos durante un rato que me pareció eterno y que no quería que se acabara nunca. Disfrutaba de sus palabras y empapaba mi ego con sus halagos. Y lo mejor es que no pedía nada a cambio. No paraba de reírme con sus ocurrencias y sus piropos los aceptaba cada vez con menos reparos. Yo no flirteaba con él, le había dejado claro que estaba en la fiesta con mi novio, pero Alejandro parecía no darse por enterado. De repente, como una rápida visión, vi a mis amigos pasar detrás de una cristalera que separaba la pista de baile de la zona de la piscina.

  • ¡Mis amigos! Alex, tengo que irme, estarán buscándome – Sin pensármelo ni un segundo me alcé sobre las puntas de mis sandalias y tirando con las dos manos de su cuello hacía mí, le planté un beso en sus labios y me fui corriendo.

¡Pero qué he hecho! ¡No podré volver a mirarle a la cara!

Mientras iba a reunirme con mis amigos me di cuenta que llevaba gravada una sonrisa en la cara que no podía disimular, estaba excitada y más segura de mí misma de lo que había estado en mi vida. Sentía que me podía comer el mundo.

  • Tía ¿dónde te has metido? – me preguntó a bocajarro Carlota.

  • Lo siento, ¿habéis estado buscándome? Es que mi jefe y los patrocinadores me han retenido un buen rato- improvisé rápidamente mientras me acercaba a mi novio para darle un beso, pensando aun en los labios de Alejandro

  • ¿qué tal?, ¿os habéis aburrido sin mí? - Ángel me miraba con cara de cabreo, pero me daba igual, ya se le pasaría.

  • Menos mal que ya se acaba la mierda esta del crucerito… - me dijo.

Faltaba Jose en el grupo. Según me dijo Pablo, se había ido a dar una vuelta para ver el panorama. Cristina se me acercó por detrás y me propuso ir al baño. No tenía muchas ganas, pero acepté acompañarla.

  • Así que tu jefe… ¿no? – Me preguntó antes de llegar a los aseos- ¿quién era ese macizorro? Parecíais muy amigos

  • ¿Cómo dices? – acerté a decir sin salir de mi asombro.

  • No disimules tía, os he visto mientras te buscábamos – me dijo sonriendo- No te preocupes, no les he dicho nada a estos.

  • Es Alejandro, mi compañero de la piscina y del trabajo – respondí aliviada- ya te he hablado de él.

  • Sí, pero no me contaste que estaba tan bueno.

  • ¿Quién está tan bueno? ¿Yo? – preguntó Jose que se nos había acercado por la espalda sin que lo viéramos- ¿o tu amiguito el de la piscina?

Parecía estar medio colocado. Nos agarró a las dos chicas por la cintura y nos juntó como para hablar en confidencia. No sabía que contestar para no meter la pata.

  • La verdad es que estaba bien bueno, me lo tiraría hasta yo –bromeó Jose.

  • Era Alejandro… – volví a explicarles a los dos- no seáis mal pensados, sólo estábamos hablando.

  • Y por qué no le invitas a unirse a nosotros – propuso Cristina sonriendo.

  • ¿Estas loca? Paso de darle explicaciones a Ángel.

  • Cristi seguro que le da conversación encantada – dijo Jose- ¿verdad?

  • No ha pasado nada, ni va a pasar. Y eso que he tenido muchas posibilidades, con él y con otros cuantos compañeros de la piscina y del trabajo – dije para zanjar el tema.

  • No seas tonta, échale un polvazo, no te quedes con las ganas. Seguro que el besito te ha sabido a poco - Me dejó helada. ¡Jose me había visto besar a Alejandro!

  • Y no me digas que te despides así de todos tus amigos porque a mí nunca me has dado uno – me dijo guiñándome un ojo- Cristi sí que me da alguno de vez en cuando, ¿verdad? – y se dieron un pico entre los dos.

  • Solo ha sido un beso, nada más.

  • Pues yo también quiero uno – contestó rápidamente Jose mientras se acercaba a mi cara. Dudé un segundo pero le besé, mitad desinhibida por el alcohol, mitad para quitar importancia al otro beso.

  • Ahora uno a Cristi, para que no se ponga celosa - mientras decía esto, nos acercó la una a la otra con sus brazos. Y Cristi plantó sus labios en los míos sin que yo hiciera nada para impedirlo.

  • Volviendo al tema de antes… que te lo tires, un polvo y adiós. Le das el gustazo a tu cuerpo y no tiene porque enterarse nadie – dijo Jose, completamente en serio.

  • Sabes que yo no soy así – repliqué- No podría hacerle eso a Ángel.

  • No se lo haces a Ángel, si el no se entera… todos salís ganando. Es solo sexo, no tiene nada que ver con el amor. Incluso puede reforzar vuestra relación, te sacas esa espinita y a vivir. Seguro que después de tirártelo pierde el morbo que tienen las cosas desconocidas.

Jose parecía muy interesado en convencerme. Y yo estaba realmente barajando la idea en mi cabeza, aunque mis palabras dijeran que no.

  • Yo no se si lo haría – intervino Cristina- pero tiene razón. Seguro que después de acostarte con el ya no te obsesiona tanto.

  • No me imagino quedando con él para eso… y luego como si nada – insistí.

  • Eso lo tienes que hacer en caliente – dijo Jose- yo le voy a buscar y le digo que te espere en un camarote o algo así, y tu vas te lo follas y te quedas más a gusto que nada

  • ¡Qué bruto eres! – interrumpió Cristina- si lo hace, que lo haga bien. Que salgan un día a cenar y luego a casa de él o a un hotel.

  • Sí, claro, para que les vea alguien. Valencia es muy pequeña Cristi. Veámonos con estos que llevamos media hora hablando y yo dentro de un rato me pierdo, le busco y concreto una cita en plan Celestina.

  • Ja, ja, ja… - reímos todos- Déjate de citas y veámonos que Ángel estaba mosqueado.

Volvimos con el reto del grupo y seguimos disfrutando de la fiesta como si nada hubiese pasado, incluso me tomé un par de copas más, ya despreocupada de todo pero con las palabras de Jose resonando en mi cabeza. En un momento de la noche saque a bailar a Jose. Después de escuchar la bronca en broma de mi novio, fuimos alejándonos un poco del grupo para hablar sin que nos oyeran.

  • Eres un cabrón ¿sabes? – Le dije sonriendo- me has hecho planteármelo en serio.

  • Es que no entiendo ni como te lo piensas, está buenísimo – reímos los dos- Si te lo hubiera propuesto yo… normal que no quisieras, pero el macizorro

  • No seas tonto – contesté- tu no tienes nada que envidiarle.

Jose me sonrió, miro por encima de mi cabeza a nuestro grupo de amigos y me dio un beso, pero esta vez abriendo un poco los labios, lo suficiente para poder notar la humedad de su boca.

  • Vuelve con estos, tengo una cosa que hacer – y se fue sin poder decirle nada mirándome con ojos cómplices y sonrisa maliciosa. No se atrevería.

Volví al lado de Cristina y le conté lo sucedido, pero omití el beso. No podía parar de mirar alrededor esperando que apareciese de un momento a otro. Pasaron los minutos y me fui tranquilizando. Cristina me propuso de nuevo ir al baño y esta vez accedí muy gustosa, ya que los cubatas hacían efecto en mi vejiga.

Al salir del aseo, mientras esperaba a que Cristina acabara, alguien me agarró por la espalda y me empujo obligándome a andar hasta una salida muy cercana. Cuando giré la cabeza para ver quien me atropellaba tan violentamente, vi la cara de Jose y de reojo a Cristina que desde la puerta del baño me miraba con gesto extrañado. Salimos por la puerta, giramos a la derecha y andamos unos 20 metros por un pasillo enmoquetado y bastante concurrido. Al final del pasillo volvimos a girar a la derecha y nos detuvimos. Notaba como mi excitación y el miedo por la incertidumbre de que iba a pasar crecía por igual. Jose abrió una puerta delante de mí y me empujó dentro. Estaba muy oscuro y al cerrarse la puerta la oscuridad se hizo total. Me quedé inmóvil en el centro de la habitación intentando penetrar las tinieblas aguzando el oído. Sonaron unos pasos que se acercaron a mí rápidamente y unas fuertes manos me empujaron contra una estantería que resonó al golpear mi cuerpo contra los estantes. Un cuerpo mucho más grande que el mío me presionaba por la espalda, impidiendo que me moviera lo más mínimo. Noté su aliento en mi pelo antes de oír su voz.

  • Vas a ser mía, no intentes resistirte – era la voz de Alejandro.

A la vez que pegaba su pelvis contra mi espalda, apoyo sus manos sobre mis senos y los apretó con fuerza hasta el límite del dolor. Comenzó a recorrer mi cuello con su boca, deteniéndose en mi oreja para chuparla y morderla. Todo lo hacía con un punto de agresividad, pero yo no me resistía. ¿Qué podía hacer? El era mucho más fuerte que yo y gritar no me habría servido de nada, con esa música tan alta y encerrada en la habitación.

No tardó en deslizar sus manos por dentro de mi escote. Como no llevaba sujetador encontró mis pezones, duros y excitados, con poco esfuerzo, se puso a jugar con ellos entre sus largos dedos y de vez en cuando a pellizcarlos con fuerza, sin parar de chuparme el cuello.

¿Qué me estaba pasando?, el tanga se estaba empapando por momentos, estaba lubricando como nunca en mi vida. Las piernas me temblaban de excitación y si no fuera por la presión de su cuerpo que me empotraba contra la estantería, hubiese caído al suelo.

De repente, una de sus manos se deslizó fuera del vestido y fue recorriéndolo hasta encontrar la abertura a la altura del muslo por la que se introdujo. La subió palpando mi pierna hasta llegar a la cadera, donde giró hacia mi monte de Venus e introduciéndose por dentro del tanga, bajó hasta introducir un dedo dentro de mi raja sin piedad, provocándome un sobresalto y un pequeño grito medio ahogado por la excitación.

No podía creérmelo, ese cabrón me estaba follando con su dedo. Los halagos y piropos se habían convertido en besos, lamidas y sobeteos sin contemplaciones.

¿Qué me estaba pasando? ¿Por qué había llegado hasta allí...? No quería que parase, estaba como una moto, estaba cachondísima y deseosa de que fuera más allá. Como leyéndome el pensamiento, Alejandro hizo que abriera más las piernas e introdujo dos dedos en mi interior y luego tres, sin parar de moverlos arriba y abajo, sobando todo mi coño incluido el clítoris. El primer orgasmo de la noche me sorprendió sin esperarlo.

  • Te voy a follar perra, estas empapándome los dedos de lo caliente que estas. Siempre he sabido que eras una putilla calienta pollas y te voy a dar tu merecido por tantos años de inflarme las pelotas.

Nunca nadie me había hablado así y me gustaba, quería que ese hombre me poseyera y me utilizara a su antojo, como un objeto en sus manos. De repente apartó su mano de mis tetas y de un tirón me arrancó el tanga rompiéndolo. Sin tiempo a protestar me sacó el vestido por la cabeza quedándome completamente desnuda excepto por las sandalias y me dio la vuelta para hacerle frente. La poca luz que entraba por debajo de la puerta sólo me dejaba intuir su silueta. En seguida volvió al ataque, esta vez con un húmedo y descontrolado beso en la boca, mojándome toda la cara con su saliva, luego bajo hasta mis pezones los cuales chupo y mordió sin piedad.

Cuando note su aliento en mi vientre, un escalofrió recorrió mi cuerpo al adivinar su próximo movimiento. Con brusquedad agarró mi pierna derecha y la elevó hasta apoyar el pie en el estante más bajo, quedando mi sexo abierto de par en par a sus caprichos. Primero atrapó el clítoris con sus labios una y otra vez, a continuación entró a jugar la lengua, primero sobre el punto de placer y luego por toda la raja, arriba y abajo. No tardé en correrme de nuevo, esta vez con más fuerza, tanta que no fui capaz de disimular un suspiro de placer.

  • Muy bien zorrita, ya veo que te has corrido en mi boca, ahora te haré yo lo mismo.

Aun sentía los espasmos del orgasmo cuando con la presión de sus dos manos sobre mis hombros, me hizo clavarme de rodillas en la moqueta del suelo. Ya sabía lo que venía ahora. Por fin iba a saborear ese pollón que tantas veces había admirado debajo del bañador en la piscina. Me lo introdujo con fuerza y sin miramientos en la boca mientras con una mano me agarraba la cabeza para que no me echara hacia atrás. Me provoco tal arcada que apunto estuve de echar todos los cubatas de golpe. Conteniendo las náuseas y respirando por la nariz logré sobreponerme y comencé a chupar el trozo de carne que me llenaba la boca.

  • Ya te decía yo que a esta zorra le gustaba mamar rabos – dijo con brusquedad Alejandro.

  • Sí, tenias razón, nunca creí que entrara en el juego tan fácil – otra voz sonó desde el fondo de la habitación, era Jose, había estado allí desde el principio.

De repente me quedé cegada por la brillante luz que alumbró todo el cuarto. Estábamos en una especie de almacén en el cual había depositadas montañas de toallas sabanas y productos de limpieza en varias estanterías. De reojo vi como se acercaba Jose, ya con la polla fuera del pantalón apuntando al techo. No era como la de Alejandro, pero también tenía buen tamaño.

  • Ven, ocupa mi lugar mientras me quito la ropa, no dejes que nuestra amiguita se enfríe

Alejandro se echó hacia atrás y se encendió un cigarro mientras se desnudaba. El hueco dejado en mi boca lo ocupó la polla de Jose. Este me dejó libertad para actuar y no me agarró la cabeza. Yo agarre la base del pene con una mano y fui acompañando el movimiento de mi boca con un masaje de mis dedos a todo lo largo, aún creció más dentro de mí. Su sabor era distinto pero agradable. Alce mi vista y durante un segundo nuestras miradas coincidieron, pero rápidamente la desvió hacia el techo. Aumenté el ritmo a medida que crecía su excitación, quería saborear su semen en mi boca, pero Alejandro no me dejó acabar con el trabajo. Se me acercó por detrás y me levantó cogiéndome de las axilas. Esta vez tenía su pene desnudo rozándome la espalda. Tiró una montaña de toallas al suelo he hizo que me subiera encima. Yo agarre a Jose del rabo y le acerqué a mí lo suficiente para poder plantarle un tremendo morreo al que él correspondió y nos enzarzamos como si quisiéramos comernos la boca el uno del otro hasta que Alejandro nos interrumpió.

  • No pares, sigue con lo que le estabas haciendo antes a mi amigo.

Obedecí como una niña buena. Cuando me agaché para introducirme de nuevo el miembro de Jose en la boca, Alejandro me agarró por la cadera y se acercó hasta colocar la punta de su polla en la entrada de mi coñito. Durante un rato la movió arriba y abajo impregnando su glande con los jugos que emanaban de mi interior. Cuando menos lo esperaba me la clavó de golpe hasta el fondo, provocándome un dolor tremendo que me hizo parar la mamada. Pero sólo era el primer empujón que fue seguido por muchos otros cada vez más potentes. Ese hijo de puta me iba a partir como siguiera así. Jose me obligó a continuar chupando, estaba a punto de correrse en mi boca y no quería que me distrajera, pero ya no podía concentrarme en otra cosa que en las embestidas de Alejandro.

  • Me has cortado la mamada, cabrón, date prisa en terminar.

Jose retrocedió un par de pasos y comenzó a acariciarse la polla lubricada con mi saliva para no perder la erección. Alejandro no tardó en llegar al orgasmo, se corrió en mi espalda, poniéndomela perdida de semen.

En cuanto acabó se encendió otro cigarro y fue a fumárselo sentado a una esquina. Jose mientras tanto, se había desnudado y con una toalla me limpió la espalda. Cuando acabó, me llevó contra la única pared en la que no había estantes y me levantó en brazos con mi espalda apoyada en el tabique. Yo le rodeé con mis piernas y retomé el beso que habíamos dejado a medias. Él, apuntó su polla a la entrada de mi vagina y me dejó caer sintiendo como se metía centímetro a centímetro dentro de mí hasta introducírmela bien dentro. El placer era increíble, ¡que gusto! Nuestros cuerpos se fundían en un magnífico polvo. Sin poderme contener me corrí ruidosamente a los pocos envites y Jose no tardó mucho en llenarme con su leche. Aun nos quedamos un rato sin movernos, besándonos apasionadamente, mientras sentía como el semen resbalaba hasta el agujero de mi culo. No quería que se acabara, estaba tan caliente que no tenía bastante. Fuera sonaba la canción de la película Blade y los gritos de la gente llegaban hasta aquel almacén.

  • ¡Vamos hijos de puta! ¿No me iréis a dejar a medias? – era mi excitación la que hablaba por mí.

En seguida me arrepentí de provocarles. Alejandro se levanto del suelo mientras emitía una fuerte carcajada y se acercó hacia mi amenazante. Con una mano me agarró el cuello y con la lengua recorrió mi cara como si quisiera arrancarme la piel a lametazos. Yo cogí su pene flácido y le comencé a masturbar suavemente, al instante éste reaccionó a mis estímulos, volviendo a tomar proporciones aceptables. Jose también se acercó, quería participar del espectáculo. Con la mano que tenía libre le agarré la polla y seguí meneando las dos. El por su parte acariciaba mis pechos y mis pezones con avidez. Cuando Alejandro dejó de chupar mi rostro, Jose volvió a besarme, esta vez más pausadamente, recorriendo el interior de mi boca con su potente lengua. Ahora Alejandro chupaba y mordía mis pechos, era maravilloso ser el centro de las atenciones de aquellos dos apasionados hombres. Sin avisar, me agache hasta la altura de sus rabos y sin dejar de masturbarles comencé a chupar uno y otro por turnos. Parecía un crío con dos juguetes nuevos, que no sabe con cual enredar. Disfrutaba chapándoles las pollas como nunca lo había hecho.

Jose se puso detrás de mí, se tumbó en el suelo boca arriba y metió su cabeza entre mis piernas obligándome a sentarme sobre su cara. Con la lengua me recorría todo mi sexo de arriba a bajo, primero muy despacio y apenas rozándome y luego más rápido y aplicando más presión. Me estaba comiendo el coño como nadie me lo había comido y me ponía súper cachonda. Yo por mi parte, seguía chupando la polla de Alejandro. En mi cabeza se entremezclaban las sensaciones, por un lado el olor y el sabor del miembro que tenía dentro de mi boca, el sonido de la música techno y por otro lado, una sensación nueva para mí que me estaba volviendo loca. Jose acariciaba la entrada de mi ano con la punta de la lengua y hacía fuerza como si quisiera penetrarme. Se notaba que sabía lo que hacía, estaba provocándome multitud de pequeños orgasmos que amenazaban con desembocar en el más brutal de la noche. Tuve que sacarme la polla de Alejandro de la boca para poder gritar a gusto, no conocía esa faceta mía. El éxtasis duró más de lo normal, me corrí al menos durante un minuto.

No me dejaron descansar ni un momento. Ahora fue Alejandro el que se tumbó en el suelo y me arrastro hasta colocarme arrodillada encima de su erecto falo. Con mis dedos orienté la punta hacía la entrada de mi coñito y fui sentándome despacio sintiendo como se abría paso en mi interior. Comencé a botar arriba y abajo mientras él me atrapaba los pechos entre las manos. Cerré los ojos para disfrutar más intensamente de las sensaciones. De reojo vi que Jose se arrodillaba detrás de mí y me abrazaba por la espalda. Me beso en el cuello y yo le correspondí girándome para morrearnos. Acercó sus labios a mi oreja y me susurró que me inclinara hacia delante. Sus palabras me asustaron, me imaginaba lo que se proponía, pero no podía ser, mi culito era virgen y tenía mucho miedo a que me doliese. Me empujó hasta que quedo mi culo en pompa, Alejandro paró de follarme y sacó su polla de mí. Jose apoyó el glande en mi ano y comenzó a empujar pero no consiguió nada, estaba tan asustada que cerré el esfínter con todas mis fuerzas.

  • Vamos tío, aprieta fuerte, métesela hasta el fondo, lo está deseando – Alejandro le animaba impaciente.

  • No puedo, es imposible. Vamos Ana relájate, no quiero hacerte daño.

  • No por favor, no lo hagas Jose.

Siguió insistiendo durante un rato pero sin éxito. Al fin se levantó y se alejó, momento que fue aprovechado por Alejandro para volver a metérmela y continuar bombeando. Jose regresó con un bote en la mano que no distinguí a ver lo que era. De repente noté un liquido frió y viscoso deslizarse por la raja de mi culo y me sobresalté. Con un dedo empapó la entrada de mi ano con esa especie de gel o crema. De nuevo colocó su polla preparada para darme por detrás, a pesar de mis súplicas para que no continuase, Jose comenzó a empujar. No creía que fuera a conseguirlo, yo apretaba con todas mis fuerzas pero ayudado por el lubricante improvisado me metió la punta de la polla provocándome un grito de dolor. La dejó quieta dentro de mí para que mis músculos se acostumbraran al cuerpo extraño que tenía clavado en mi ano. Poco a poco comenzó el movimiento adelante y atrás, introduciéndomela cada vez un poco más, hasta que la tuve dentro por completo. Mis palabras de súplica para que parara no sirvieron de nada, aumentó el ritmo de sus embestidas mientras me agarraba por la cadera y me azotaba el culo. Alejandro parecía divertirse, cuando creyó llegado el momento oportuno le dijo a Jose que parase y me penetró por el coño. Tenía dos pollas dentro de mi cuerpo a la vez, sentía que me iban a partir, era un simple monigote en sus manos. Según pasaban los segundos el dolor se iba convirtiendo en placer, un placer indescriptible que me volvía loca, estaba fuera de mí, tenía el vello de punta y los orgasmos comenzaron a sucederse, era imposible saber dónde acababa uno y empezaba otro. Jose empezó a respirar ruidosamente anunciando que se iba a correr en mis intestinos.

  • Me corro, me voy a correr.

  • Sí, córrete dentro, lléname el culo de leche.

  • ¡Aah, aah, toma, toma!

Entre multitud de espasmos, Jose descargó dentro de mi y luego se desplomó a un lado sobre las toallas empapadas de fluidos y sudor. A Alejandro no parecía que le quedase mucho para alcanzar el clímax. Pero antes de llegar paró y se puso de pie frente a mí sin parar de meneársela con la mano.

  • Voy a correrme en tu cara, abre la boca – me ordenó.

Ya no me importaba nada, me había convertido en su puta, en su juguete. No tardó en lanzarme su semen que aterrizó en mi cara, mi pelo y sobre mis tetas. Los tres terminamos tumbados en el suelo extenuados. Todavía notaba las palpitaciones de los orgasmos como las replicas de un terremoto de magnitud 10 y sentía deslizarse el esperma por todo mi cuerpo, en especial el que brotaba del culo.

Cuando se acabó el cigarro, Alejandro se vistió y sin decir ni una palabra, salió del cuarto. Entonces Jose se acercó y se tumbó a mi lado. Nos fundimos en un apasionante beso mientras nuestros cuerpos se abrazaban como si quisieran ser uno. Tampoco pronunciamos palabra alguna. Me dio mi vestido que estaba tirado en el suelo y me ayudó a vestirme. Salimos del almacén y fui directa a dónde estaba mi novio, le pedí que me llevara a casa con la excusa de que me había sentado mal el alcohol y todo ese tiempo había estado en el aseo vomitando. No salí de casa en lo que quedaba del fin de semana y el lunes cogí la baja en el trabajo por enfermedad. Hoy es viernes, ha pasado una semana y me he decidido a escribir lo sucedido.