Fuera de Juego (7)

Mario, un adolescente, da rienda suelta a su pasión con Julio, el entrenador del equipo de fútbol. El joven intentará sorprender a su maestro, la pregunta es como. Adolescentes, fútbol y mucho sexo.

En capitulos anteriores:

Borja es drogado por Mario, para luego ser rescatado sorpresivamente por Alex. Tras pasar la noche en la casa de este se despierta y lo besa, cosa que no sienta

bien

al

capitán

del equipo. Alex está

confundido

, ¿acaso se está enamorando de un chico?

Capitulo 7: Amor Prohibido

Mario dejó caer la mochila sobre su mesa. Al girar la cabeza comprobó que por tercer día consecutivo Borja no había acudido a clase. Sin embargo Mario no se preocupó por el estado de su compañero  es más, se podría decir que se sentía orgulloso de que Borja no estuviese allí. Su ausencia evidenciaba que su plan había funcionado. Además habían pasado varios días desde el incidente, por lo que Borja parecía no haber tomado ninguna medida en contra de su compañero. Por el momento, Mario respiraba tranquilo.

La mañana había transcurrido sin ninguna novedad, hasta que al finalizar las clases una cara conocida se acercó a él.

  • Hola -dijo Alex

Mario dudó en si responderle o no, tenía miedo de lo que pudiese hacerle el capitán del equipo por lo sucedido con Borja.

  • ¿Qué quieres? -preguntó al fin.

  • Bueno... sólo... yo sólo quería saber si has visto a Borja. Desde lo de la disco no ha aparecido. ¿Pasó algo ese día? -preguntó Alex visiblemente preocupado. Omitió algunos detalles, como que Borja había pasado la noche en su casa o que lo había besado. Aún así, las palabras del capitán sirvieron de aliciente para Mario. Al parecer Borja no le había contado nada de lo ocurrido.

  • No -sentenció Mario- ¿Ahora eres su guardaespaldas?.

Alex decidió no darle explicaciones al amante del entrenador. Aquel chico le provocaba nauseas, incluso se planteaba si había sido una buena idea haberle preguntado por su subordinado. La pregunta de Mario lo puso en guardia, así que no tardó en intentar disimular sus sentimientos sacando a relucir su faceta chulesca al dejar a Mario con la palabra en la boca.  Éste a su vez no le dio importancia al gesto de su ex-compañero.

Mario no tenía tiempo para pensar en su encuentro con Alex, iba de camino a una cita que le parecía más interesante. Tras recorrer algunas calles se encontró por fin con Julio, el entrenador del equipo de fútbol. El guapo entrenador estaba sentado en un banco con la mirada fija en su coche, un vehículo rojo de clase media. Julio sonrió al ver como Mario se acercaba a él.

  • ¡Hola! -dijo Mario mientras una sonrisa nerviosa se le dibujaba en la cara.

El chico sentía ganas de plantarle un beso en los labios carnosos del profesor, pero tuvo que contenerse ya que cualquiera podría verlos en aquel lugar publico. Ambos se limitaron a darse la mano y caminar separados hasta el coche de Julio. Una vez dentro comenzaron a charlar tranquilamente.

  • ¿Trajiste lo que te pedí? -dijo Mario.

  • Sí -contestó el guapo treintañero- Lo tengo todo en la mochila. ¿Dónde creen tus padres que estás?

  • Estoy en casa de un amigo ayudandole con los deberes, les dije que el chico era un poco torpe, así que no me esperarán hasta la hora de la cena.

  • Perfecto -respondió entre risas Julio- Cada vez nos sale mejor.

Ambos rieron mientras Julio ponía el coche en marcha. Mario lo contempló detenidamente. Admiró su sonrisa formada por unos dientes blancos y relucientes, sus ojos, de un azul intenso, brillaban de alegría. Julio llevaba una camiseta negra ceñida al cuerpo que resaltaba sus abdominales y dejaba al descubierto sus potentes bíceps  Mario no aguantó más y colocó una de sus manos sobre el muslo de su amante, éste a su vez retiró una mano del volante para acariciar el cuello de su alumno.

Julio condujo hasta las afueras de la ciudad, una vez allí se introdujo en un camino ya conocido por ambos. Era un sendero de piedra por el que nadie caminaba, dicho sendero los llevaba hasta un lugar apartado para la vista de curiosos y posibles mirones. Entre aquellos arboles se erguía una pequeña cabaña que pertenecía a los padres de Julio desde que este tenía memoria. El entrenador aparcó el coche junto a la cabaña y a continuación le dio un beso a Mario en los labios que representaba la bienvenida a su nido de amor.

Mario fue el primero en entrar en la cabaña, mientras su novio recogía algunas cosas del maletero. El espacio era reducido pero acogedor. Constaba de dos plantas: la primera era un salón pequeño y armado con lo necesario;  en la segunda se situaba una única habitación donde habían varias camas. Tras varios minutos apareció Julio con una pequeña mochila en la mano. Mario se abalanzó sobre él y empezó a besarlo con pasión.

  • Por fin solos -dijo.

  • Por fin.

Julio puso las manos sobre las caderas del muchacho, mientras sus lenguas se fundían en una sola. Mario sentía como el bello facial de su maestro cosquilleaba su cara mientras sus cuerpos intentaban fusionarse. Julio lo tenía todo: belleza, experiencia y talento. Era el amante perfecto. Mario sentía como muchas veces se quedaba atrás a la hora de darle placer a su hombre. Se preguntaba si su lengua se movía de la manera adecuada, si su cuerpo era lo suficientemente atractivo, si el entrenador disfrutaba magreando sus nalgas... Estas preocupaciones hacían que el muchacho no disfrutara a plenitud de su macho.

Sin más dilación Julio se deshizo de la camiseta negra que aprisionaba sus abdominales. Mario deslizó sus manos por el torso del entrenador, deteniéndose en cada uno de los abdominales que formaban aquella sabrosa tableta de chocolate. Al acabar su tan orgasmico recorrido, Mario volvió a besarlo con locura.

Julio tenía un obsesión dominante sobre el cuerpo de su alumno. Lo sentía suyo de la cabeza a los pies. Sus potentes manos acariciaban la piel del muchacho con brusquedad, impacientes por apoderarse de aquel yogurín. El entrenador deslizó una de sus manos hasta el pantalón de Mario para juguetear con las nalgas de su amante. Uno de sus dedos se coló sin permiso entre los glúteos del muchacho acariciandole el ano y provocandole un escalofrío lleno de placer que recorrió toda su espalda. Los labios de Mario se separaron de los del entrenador para ir a parar a su cuello. Mordiscos lentos y suaves acariciaban tan impoluto pescuezo.

Julio llevó llevó a su amante hasta la cama. El adolescente aparecía ante él como una puerta a lo prohibido que no tardaría en abrirse. El entrenador desabrochó la correa de su pantalón y lo dejó caer hasta las rodillas. Se quedó frente a Mario sin decir nada mientras este contemplaba con golosa ambición el bulto que se escondía bajo aquel slip blanco. El chico se incorporó y se dirigió hacia el paquete del entrenador. Acarició la entrepierna de su macho una y otra vez antes de decidirse a bajarle el slip.

  • Mmm -dijo Mario- Cada vez me gustan más nuestros encuentros.

El entrenador se limitó a sonreír mientras su pupilo jugueteaba con su miembro. Su polla estaba a punto de reventar. Mario se hacía el interesante y seguía jugando con aquellos 22 centímetros de navo, aunque la boca se le hacía agua. Tras varios minutos de masajeo constante, Mario decidió darle un primer lametazo a tan jugoso manjar. Empezó despacio, paseando su lengua desde el tallo hasta la punta. Una vez allí volvió a descender lentamente ignorando el profundo olor a hombre que desprendía la polla de su amante. Un primer gemido salió de la boca del entrenador cuando Mario mordisqueo las pelotas de este.

  • Sin dientes -dijo el entrenador.

Mario hizo caso omiso a las instrucciones de Julio y siguió mordisqueandole los cojones, con el tiempo aquellos mordiscos pasaron de ser dolorosos a placenteros. Ya estaba bien de juegusitos. Mario se metió el nabo del entrenador en la boca. Intentó que entrara completo pero desistió al ver como el glande de Julio chocaba con su campanilla provocandole arcadas. Julio recibió aquellas arcadas con orgullos y señal de sumisión.

Mario era un experto en el arte de chupar pollas, un genio se podría decir. Su lengua se deslizaba de arriba a abajo sin descanso y sin dar tregua a la polla de Julio. Mientras chupaba masajeaba a los cojones del entrenador y le realizaba una paja pausada pero efectiva. Aún así seguía sintiéndose inseguro e inexperto ante los ojos de Julio. Tras varios minutos de placer bucal, Mario decidió enseñarle a Julio la sorpresa que le tenía guardada.

- Tráeme lo que te pedí -dijo incorporándose.

Julio sonrió y caminó con los pantalones aún en los tobillos hasta donde se encontraba la mochila que había traído. Una vez de vuelta, dejó caer la mochila sobre la cama.

- Quítate la ropa -le ordenó Mario.

El entrenador se deshizo del pantalón, la única prenda que le quedaba encima. Mario empezó a rebuscar en la mochila mientras hacia un recuento mental de lo que le había pedido al entrenador. Estaba todo.

  • Será mejor que empecemos ya -dijo.

Mario se quitó la ropa y sacó una bolsa de la mochila que contenía un suspensorio. Se puso la prenda que dejaba al aire su culo mientras su polla quedaba cubierta. Se veía realmente sexy con aquel suspensorio. Su culo parecía más vigoroso y atractivo. Julio no tardó en notar lo bien que le quedaba el suspensorio a su amante ocasional. A continuación Mario sacó un bote pequeño de aceite y se dispuso sobre el cuerpo del entrenador.

Bañó el torso de su macho con el aceite mientras sentía como la polla de este acariciaba sus nalgas. Mario empezó a masajear el fornido torso del entrenador mientras sus glúteos apretaban su polla. A Julio le encantaba ver a Mario intentando sorprenderlo, pero el joven debía esforzarse más para complacer a tan atractivo galán. Sus manos recorrían las tetillas del entrenador mientras ambos se miraban a la cara. Baja despacio, disfrutando cada centímetro de piel, hasta las ingles de Julio para luego volver a deslizarse hacia arriba.

El masaje se prolongó varios minutos, hasta que Mario le dijo a Julio que se voltease  Este no opuso resistencia y le concedió el deseo a su joven amante. Entonces Julio sintió como un chorro de acetite se colaba entre sus nalgas, bañando por completo su ojete. La sensación fue extraña y confusa.

  • ¿Qué coño haces? -preguntó el entrenador.

  • ¿No te apetece probar algo nuevo? -le susurró Mario al oído.

  • Paso... no voy a dejar que me la metas.

  • Tranquilo, te va a gustar. Te lo prometo.

  • Ya entiendo -dijo Julio- Para eso me pediste que trajera...

Mario no lo dejó acabar la frase, en ese momento un objeto desconocido y de tacto frío se coló entre sus glúteos vírgenes. Era pequeño y escurridizo. Era uno de los consoladores que el entrenador había traído para Mario, justamente era el más pequeño de todos; apenas 10 centímetros. Aún así aquel pequeño artefacto le provocó un respingo al entrenador. Nunca había sido penetrado y no se imaginaba que su primera vez sería así. Mario seguía moviendo el consolador, intentando abrirse camino entre los glúteos del entrenador, estos a su vez oponían toda la resistencia del mundo para impedir que el consolador traspasara sus fronteras.

  • ¿Te gusta? -preguntó.

  • No está nada mal. ¡Ah! -se quejó- Más despacio... por favor.

Julio intentaba esconder el profundo placer que le provocaba tan insignificante objeto, pero era consiente de que aquel no era el único juguetito que Mario tenía en su poder. Habían 5 consoladores más que iban aumentando de tamaño uno tras otro. El primero 10 centímetros,  el segundo 15, el tercero 20, el cuarto 25 y el quinto, 30. El entrenador no sabía cuanto podría aguantar por eso aquella situación era un reto, una invitación a lo desconocido que lo llenaba de placer y entusiasmo.

Mario sacó suavemente el consolador de las nalgas de su amante para introducir uno aun mayor. 15 centímetros de silicona en forma de pene atravesaron de forma pausada el orificio de Julio. El entrenador no pudo evitar soltar un enérgico gemido que sacó una sonrisa a su alumno, éste a su vez no dejó de violar la seguridad anal que le proporcionaba tan hermoso trasero al entrenador. Julio no soportaba el mete y saca constante que realizaba Mario, tuvo que morder la almohada para aguantar las embestidas de su pupilo. En vista de esto Mario se apiado de su profesor:

  • Creo que hace falta un poco más de lubricante -dijo a la vez que rociaba un poco más de aceite sobre el ojete de su profesor aun con el dildo dentro de él.

Al principio Julio no notó ningún cambio, pero conforme Mario iba metiendo y sacando el aparato, su culo empezó a ancharse y a disfrutar de las embestidas continuas.  Julio se sentía en el cielo, el dolor se había transformado en placer y las dudas en gemidos. Todo era perfecto. Viendo que los 15 centímetros no eran un reto para Julio, Mario decidió pasarse a los 20, pero esta vez no utilizó un consolador sino su propio pene.

  • Vas a probar mi verga por primera vez. ¿Estás listo?

El entrenador le respondió con una sonrisa. Entusiasmado y un poco nervioso, Mario se dispuso a penetrarlo. Primero mojó su verga con todo el aceite que pudo y rodeó el ojete de Julio con su glande en señal de respeto. Después tanteó el camino introduciendo uno de sus dedos sintiendo el contacto cálido de las entrañas del entrenador. Finalmente deslizó la punta de su polla por el ojete del entrenador.

  • Que bien se siente, Mario. Quiero que me la metas completa.

Mario no podía desobedecer a su superior, así que introdujo su nabo poco a poco con tal de no dañar el virginal culo del entrenador. Las sacudidas aumentaban de velocidad constantemente, cada vez la verga del muchacho entraba más y más adentro. Julio podía ver la escena reflejada en el espejo: se veía a sí mismo gimiendo y pidiéndole más al adolescente que estaba montandolo. Un hombre como él se había reducido a tan poco, no podía soportar aquella escena pero tampoco podía dejar de suplicarle más a Mario. Así que, sin más, cerró los ojos y se dejó llevar.

Tras varios minutos de embestidas continuas, Mario descargó toda la leche que tenía acumulada sobre el culo y la espalda del entrenador. Éste tenía las nalgas rojas debido a los cachetes y mordiscos que Mario le había propinado durante la dilatación y la posterior penetración. Ambos estaban exhaustos  sudados y cubiertos de semen. Mario se dejó caer sobre el torso de Julio y mirándolo a los ojos le dijo:

  • Me gustaría quedarme sobre ti toda la noche.

  • Es una lastima que mi esposa me este esperando -contestó Julio.

  • Dejala y escapemos juntos.

  • Ya sabes que eso es imposible. Tú apenas eres un adolescente... no sobreviviríamos juntos. Será mejor que nos conformemos con lo que tenemos por ahora. Creo que es más que suficiente.

Aquellas palabras hirieron su orgullo. Mario se puso de pie y caminó, desnudo, hasta la puerta. Una vez allí tomó su ropa del suelo y dirigiéndose hacia Julio exclamó:

  • Quizás sea suficiente por ahora, pero no sé cuanto tiempo aguantaré siendo tan solo una fantasía para ti.

Mario salió de la habitación mientras Julio se contemplaba en el espejo sin saber quien era ese hombre desnudo que lo miraba desde el otro lado. La lujuria y el amor prohibido que sentía por Mario lo habían convertido en alguien desconocido.

Continuará...


Hola. Estoy muy contento de volver a escribir después de dos meses. Por motivos personales no pude escribir hasta ahora, espero que me perdonen y que sigan leyendo mi historia a pesar del parón. Como siempre les invito a comentar con vuestras opiniones y a puntuar el relato. En el siguiente capitulo habrán grandes sorpresas por parte de algunos personajes.

Gracias por leer :)