Fuera de Juego (11)

Daniel utiliza una lesión para seducir al entrenador, amos protagonizaran un masaje erótico con un final inesperado. Borja acude a una cena muy especial en casa de Alex. Adolescentes, fútbol y mucho sexo.

Fuera de Juego

Capitulo 11: Fantasía y Realidad

El entrenador Julio intentó concentrarse en su trabajo y olvidar por un momento su vida familiar y sentimental. Tenía algunas semanas sin follar con Mario y sentía que lo necesitaba, no sólo para satisfacerse en el plano sexual sino también por motivos sentimentales. Estaba claro que lo que sentía no era amor, pero en los brazos de su amante adolescente podía encontrar la paz que reclamaba. De repente, alguien tocó la puerta de su despacho:

  • Pase -dijo el entrenador.

Daniel entró en el despacho con desgana. Llevaba una camiseta azul sin mangas, un pantalón corto y unas botas de fútbol. El sudor hacía que su frente brillara debajo de sus mechones rubios, dándole un atractivo mayor que cautivó a Julio. Sus ojos azules lo miraban fijamente sin decir nada. El muchacho caminó hasta el escritorio y se sentó en una de las sillas.

  • ¿Qué quieres? -preguntó Julio de mala gana.

Daniel suspiró antes de contestar.

  • Me he hecho daño en el entrenamiento -dijo a la vez que recorría su hombro izquierdo con una mano.

- Déjame ver.

El entrenador se levantó de su silla y rodeó el escritorio para llegar hasta el muchacho. Con su mano deslizó los mechones de pelo que se encontraban sobre su cuello para tener una mejor vista. Daniel tenía un cuello perfecto, adornado tan sólo por pequeños lunares dispersos que Julio recorrió con las yemas de sus dedos. Cuando se dio cuenta de lo que estaba haciendo se detuvo de manera abrupta y empezó a analizar el hombro del muchacho.

- También me duele la espalda -exclamó Daniel.

  • Será mejor que te quites la camiseta.

Daniel siguió las instrucciones de su entrenador y se despojó de su ceñida camiseta. Su cuerpo estaba bañado por el mismo sudor que corría por su frente y brillaba con el resplandor de la luz. Daniel tenía un cuerpo prodigioso, equilibrado en todos los sentidos. El chico rebosaba perfección de la cabeza a los pies. Contaba con una espalda poderosa, armada con músculos desconocidos para el resto de los mortales, que te llevaba directo a sus magníficos glúteos. Julio no podía quitarle ojo de encima. Tenía aquellos glúteos al alcance de su mano pero no podía hacerlos suyos, se conformaba contemplándolos y mordiéndose los labios. Las cosas que podría hacerle a su joven alumno si fuese por él.

- Túmbate -dijo el entrenador.

El chico se tumbó boca abajo en una camilla mientras Julio buscaba un bote de lo que parecía ser un aceite especial para masajes. Julio derramó un poco de aceite sobre la espalda de Daniel a la vez que este se estremecía al sentir el contacto del aceite frío sobre su piel. A continuación Julio llevó sus manos hasta la espalda de Daniel.

  • Dime donde te duele, ¿ok?

El entrenador hizo presión sobre la espalda del muchacho.

  • ¡Ah! -Daniel dejó escapar un grito- Con más cuidado.

  • Lo siento. No soy un fisioterapeuta, hago lo mejor que puedo.

Julio intentó ser más delicado con la espalda de Daniel. Alargó los dedos poco a poco hasta que estos resbalaron por la espalda del muchacho. Sus yemas no tardaron en empaparse de la mezcla de aceite y sudor que cubría la piel dorada de Daniel. Empezó a masajearlo a consciencia, intentando disfrutar de cada centímetro de su piel tersa y sin imperfecciones. El entrenador disfrutaba aliviando el dolor de su subordinado y a su vez Daniel disfrutaba sintiendo las manos de aquel treintañero sobre su piel.

El entrenado recorrió la espalda del muchacho de arriba a abajo una y otra vez. Su polla no tardó en despertar ante el placer que le producía la piel de aquel adolescente. Un bulto notable sobresalía de su pantalón, Julio intentaba disimularlo alargándose la camiseta pero todos sus esfuerzos eran en vano  Es lo que pasa cuanto tienes un pollón como el que él tenía: es inevitable ocultar una buena erección. E vista de que no podía soportar más tener a tan apetitoso yogurín entre sus manos decidió que era la hora de acabar el masaje.

  • Creo que con esto bastará.

  • No -lo detuvo Daniel- Aún hay algo más que me duele... -el chico se quedó pensativo, intentando buscar una escusa para que el entrenador siguiese a su lado.

  • ¿Qué más te duele?

  • Bueno, es que tengo las piernas cargadas. Me vendría bien un masaje.

Julio dudaba que pudiese resistirse mucho más tiempo a tomar el cuerpo de Daniel, pero no le quedaba de otra. Debía cumplir con su deber e ignorar los pensamientos lujuriosos que recorrían su cabeza.

  • Está bien -dijo al final.

Daniel se puso de pie frente a Julio y se bajó los pantalones. Llevaba un boxer blanco muy apretado, en el que se veía perfectamente la marca de su poderosa verga. Julio respiró hondo al ver la anatomía de Daniel casi al desnudo. Era demasiado para él. El muchacho volvió a tumbarse de nuevo sobre la camilla  dejando al alcance de Julio sus poderosos glúteos  El culo de Daniel era un bocado apetecible para cualquiera  y más para Julio que no había echado un polvo desde hacía semanas. Sus pelotas estaban llenas de semen dispuesto a inundar la cavidad anal del muchacho en cualquier momento.

Julio posó sus manos sobre las piernas de Daniel. Eran unas piernas como las de cualquier otro futbolista: fuertes, firmes, letales. Las masajeó un buen rato siguiendo las instrucciones de Daniel.

  • Un poco más arriba.

Julio obedeció y deslizó sus manos unos centímetros más hacia arriba.

  • Un poco más -repitió Daniel.

Julio obedeció nuevamente.

  • Más -insistió el muchacho.

Julio volvió a subir un poco más, pero esta vez sus manos estaban tan arriba que sus dedos se colaron por debajo del bóxer de Daniel y fueron a parar hasta sus glúteos. Pudo sentirlos bajo su piel, eran firmes, muy suaves y estaban calientes. Le apetecía arrancarle el bóxer, devorar sus glúteos prietos y correrse entre ellos. Sin embrago, optó por sacar las manos de aquel territorio prohibido y volver a las piernas. Daniel le hizo una proposición para hacer su labor más fácil:

  • ¿Te molesta? -dijo refiriéndose al bóxer- Si quieres me lo quito.

  • No...  no hacer falta -Julo se sentía avergonzado.

Daniel se dio la vuelta sobre sí mismo. Ver su cuerpo engrasado en movimiento era un autentico espectáculo  El muchacho quedó frente a frente al entrenador tumbado en la camilla. Julio recorrió su cuerpo con la mirada deteniéndose en el increíble bulto que se escondía en su paquete. Daniel estaba empalmado y no sólo eso, la punta de su polla se escapaba por encima del bóxer de manera indiscreta. Julio se quedó de piedra mirando el tremendo paquetón con el que contaba su alumno y sobre todo con la punta de su pollón. Daniel miró hacia abajo y vio como la punta de su polla era el objeto de admiración del entrenador.

  • Oops! -dijo a la vez que se cubría la polla- Parece que alguien se despertó.

  • No sabía que te había gustado tanto el masaje -bromeó Julio.

  • ¡Mira quien habla! -Daniel estiró la pierna y con ella levantó un poco la camiseta del entrenador, su erección  quedó al descubierto para ambos- Parece que estamos jugando al mismo juego -concluyó.

  • Será mejor que te vayas -dijo Julio a la vez que se alejaba de la camilla.

Daniel dio un salto y se situó frente al entrenador.

  • ¿Por qué? Tú quieres y yo quiero. Sólo tenemos que dejarnos llevar, no pasará nada malo.

Daniel le dio un beso en los labios y Julio lo apartó de él de manera brusca.

  • ¡Para ya! No quiero nada contigo.

El muchacho no se dio por vencido, se arrodilló ante él y llevó sus manos a su entrepierna. Pudo sentir con la polla de Julio palpitaba debajo de su pantalón, la agarró de manera brusca intentando masajearla. Al alzar la cabeza se encontró con los ojos de Julio abiertos como platos y con una mirada asustada. El entrenador se preguntaba que iba a hacer su alumno a continuación aunque ya se lo  imaginaba. Daniel hizo amagó de sacar el trabuco del entrenador de su prisión de tela pero Julio lo detuvo.

  • ¿Qué coño haces? -dijo el entrenador con la voz entrecortada.

Daniel ignoró sus palabras. Deslizó sus manos dentro del pantalón del entrenador y fue directo a por su polla, una macro verga que encajaba a la perfección en su mano. La sacó con brusquedad y la situó delante de su cara. Era preciosa. Alargó la lengua para chuparla, pero antes miró hacia arriba. Se topó con los ojos de Julio que se rendían ante su provocación. Daniel agarró el nabo del entrenador con fuerza, abrió la boca todo lo que pudo y entonces.... Julio se despertó.

El entrenador dio un salto de la silla y comprobó como todo había sido un sueño: Daniel, el masaje y la mamada fallida. Una ola de rabia y vergüenza recorrió su cuerpo, nada de aquello era real, excepto la erección que había entre sus piernas. Julio estaba completamente sudado y notaba cierta humedad en su entrepierna, llevó una de sus manos hasta esa zona y comprobó que se encontraba mojada por una oleada de semen. Había eyaculado durante el sueño, algo que no le pasaba desde que era un adolescente.

Julio corrió a cerrar la puerta para después buscar algo en el cajón de su escritorio. Sacó un bote de lubricante, se bajó los pantalones y se masturbó toda la tarde pensando en las delicias que le podría haber hecho Daniel. Se dejó caer nuevamente en su silla y miró el techo de su oficina. La camilla seguía ahí, pero Daniel no estaba. Tan sólo era fruto de su perturbada imaginación. Una fantasía, nada más.

--Al día siguiente--

  • ¿Tú que te pondrías para una cena? -preguntó Borja a su padre.

  • Depende -contestó este- Si es una cena de negocios llevaría un traje y corbata, pero como es una cena entre amigos me pondría cualquier cosa. ¿Por qué te preocupas tanto si vas a salir con un colega?

Borja no podía decirle que Alex era más que un simple colega, era el capitán del equipo, el chico más guapo del instituto y además, por si no fuera poco, era su novio. O algo parecido. Un amigo con derecho a rose.

  • No creo que tu amigo lleve un traje -concluyó su padre.

Borja se decidió por un atuendo estándar, ni muy formal, ni muy informal. Salió directo a casa de Alex desde donde si dirigirían, según el capitán, a "un lugar secreto". Le costó bastante encontrar la casa de Alex ya que la primera vez que estuvo allí seguía bajo los efectos de la droga que Mario había echado en su bebida. Pero Borja no quería recordar lo sucedido, esa noche Mario no existí, sólo él y su capitán.

Al llegar, Alex le abrió el portal y Borja subió en el ascensor hasta su morada. Estaba nervioso pero las ganas de volver a besar a Alex eran más fuertes que cualquier nervio. Alex tardó lo suyo en abrir la puerta, pero cuando lo hizo Borja se quedó de piedra. El capitán llevaba traje y corbata. Borja se sintió avergonzado al ver que su ropa no estaba a la altura de la situación.

  • Cambio de planes -dijo Alex a la vez que tiraba del muchacho hacia dentro.

Alex lo arrastró por toda la casa hasta su habitación. Borja podía escuchar voces por todo el pasillo que hablaban animadamente sobre temas banales. Alex cerró la puerta de su habitación y le explicó la situación a Borja:

  • Nos tendremos que quedar aquí porque vinieron unos familiares a cenar. Es una cena especial que mis padres dan cada año y yo lo olvidé por completo. Lo siento.

  • No pasa nada, si quieres me voy y salimos otro día.

  • Para nada -lo interrumpió el capitán- quiero que te quedes y conozcas a mi familia.

"Tan rápido", pensó Borja.

  • Está bien -aceptó el muchacho- Pero... -dijo mirando su vestimenta.

  • Eso está hecho.

Alex abrió uno de sus armarios y sacó un traje negro, lo dejó caer en la cama con suavidad y se lo ofreció a Borja.

  • Este seguro que te queda de maravilla.

  • Ya veremos.

Borja recogió el traje a la vez que Alex se dejaba caer sobre la cama. Al parecer tendría que desnudarse delante de él pero esto no le importaba, conocían sus cuerpos a la perfección. Borja se quitó la camiseta, los zapatos y a la hora de quitarse el pantalón sintió un poco de pudor y se dio la vuelta. Se lo bajó lentamente, pensando que si lo hacía de esta manera pasaría inadvertido para Alex. El muchacho fue agachándose a la vez que el pantalón se deslizaba por sus piernas. De repente sus glúteos chocaron con algo, era el paquete de Alex. El capitán se había situado detrás de él de manera estratégica con tal de que el cuelo de Borja quedase a la altura de su paquete.

  • Estas en la posición perfecta -exclamó Alex- ¿Te da vergüenza que te vea desnudo?

  • Un poco.

  • ¿Por qué? Ya te he visto desnudo.

  • Pero en ese entonces...

  • ... ¿No eramos novios? - Alex acabó la frase sin darse cuenta que había pronunciado la palabra que tanto miedo le provocaba a ambos.

Borja se puso de pie y miró a Alex a los ojos. Ambos sonrieron por un instante. Borja acabó de ponerse el traje y se dirigió al salón principal  donde los familiares de Alex hablaban alegremente mientras esperaban la cena. Alex le presentó a algunas primas muy guapas y que le hacían ojitos al capitán todo el tiempo, pero esto no le molestó, él las entendía a la perfección. Nadie preguntó que hacía un desconocido en la mesa familiar ya que muchos de ellos ni siquiera se conocían entre sí, se notaba que era una cena para aparentar y nada más.

Borja se sentía incomodo. Ni siquiera sabía como utilizar las cucharas y cubiertos que se encontraban delante de él. Al final optó por hacer lo que Alex hacia y salió del paso. Lo bueno llegó con el segundo plato. Borja sintió como algo se colaba entre sus piernas, era la mano de Alex en busca de su paquete. El capitán agarró la polla del muchacho con fuerza, tanta que le cortó la respiración.

  • ¿Qué tal os va en el equipo? -dijo el padre de Alex.

Borja no podía hablar con la mano del capitán entre las piernas.

  • Pues muy bien -contestó Alex sin apartar la mano del nabo de Borja- Hay muy buena compenetración en el equipo, ¿verdad Borja?

  • Sí -contestó en voz baja.

El muchacho aprovechó para vengarse de su novio y le hizo lo mismo, pero apretando un poco más. Alex casi deja escapar un grito. Los chicos continuaron intercambiando juegos toda la noche, cuando la cena hubo terminado Alex se ofreció a llevar a Borja a casa. Caminaron solos bajo la luz de las estrellas en completo silencio, pero de hecho no hacían falta las palabras para expresar lo que sentían. Todo aquello parecía un sueño, pero no lo era en absoluto. Alex no era una fantasía, ni tampoco lo que sentía por él lo era.


Muchas gracias por leer. Espero que les haya gustado el capitulo, puden dejarme sus opiniones en los comentarios y os invito a que lo puntuen. En el capitulo de la semana que viene Borja entrenará muy duro para el partido de futbol y Daniel le hará una proposición al entrenador que puede desequilibrar la balanza de poder dentro del equipo.

Pueden escribirme a Lollipop16@hotmail.com

Hasta la proxima :)