Fuegos artificiales (2: La pasión de Ana)

Le abrí las piernas. Suspiró ante mis avances, que ni en sus sueños húmedos habían sido tan rápidos. Recuperé la media cereza de mis labios con una mano mientras con la otra le abría los suyos vaginales...le pinté los labios de su coñito y le di a comer el resto de la cereza.

FUEGOS ARTIFICIALES II, (La pasión de Ana)

"Pues vamos a ver, -dijo Don Rufio Datura- ¿Por qué tenéis que perder la razón?, pues sin esfuerzo consigue Natura, lo que ansía vuestro corazón. No esperes hoy la tormenta de ayer. No duran siempre las penas de este infierno, y aunque el azul del cielo no es eterno hasta mañana no vuelve a llover." A cara o cruz. Radio Futura.

-Se recomienda leer la 1ª parte, aun en el caso de no gustar el hetero, para la comprensión de la trama-

El día siguiente lo pasé en la piscina, como de costumbre, entre gritos de niños, cervecita en la cafetería, sol y agua. Una familia con niños pequeños se sentaba al lado mío. El bebé de ellos caminaba torpemente tras de una pelota roja y tropezó con ella.

En ese preciso instante al ver la pelota, una imagen vino a mi mente como en la magdalena de Combray, Esta imagen era la de Mario. Había tenido lugar hacía dos días únicamente. Salía de la piscina y caminaba hacia nosotras chorreando agua con la pelota en la mano. Era un efebo, una escultura brillante de ámbar. Podía recordar los más pequeños detalles, el brillo de su piel morena, sus manos venosas, su sonrisa al entregar la pelota a los pequeños, felices de que la hubieran rescatado del agua, recordé el olor de los bronceadores, el oscurecimiento repentino del sol y los trinos de los gorriones. Pero junto a todos estos detalles enterrados en mi memoria y que ahora afloraban a la superficie, había otro recuerdo más y una sospecha se empezó a fraguar en mi mente.

A las seis de la tarde llegó Ana con una amiga. A Mario no le vi el pelo ese día.

Se puso a mi lado aprovechando un momento en que no había nadie a mi alrededor y que yo me encontraba tumbada bocabajo. Se sentó en mi trasero y sin yo pedírselo se puso a darme protector solar en la espalda.

-El sol ya no pica.

-¡Sshhh!-me dijo al oído- . ¿Qué tal anoche?.-¡ Que diablesa de mujer!-pensé.

-¡Cotilla, hay cosas que no se cuentan!.

-¡Claro!.¿Qué tal anoche?.

-Bien.

-¿Bien o muy bien?.

-Muy bien. Ana, no vayas a decir nada a nadie que bastante arrepentida estoy.

-Parece mentira que no me conozcas. Yo en cambio te conozco muy bien y sé que estas mintiendo y no te arrepientes.-Era cierto ¡que bruja!-.

-¿Quieres saber donde está Mario?.

-No. Que haga lo que quiera.

-¡Ya claro!....Anoche se encontró con Esther, el amor de su vida desde hace cuatro años y que nunca le había hecho caso. Se presentó de improviso, pues no iba a haber venido a las fiestas este año, y le empezó a tirar los tejos.

-¿Y se han enrollado?.

-¡Vaya!, ¿ahora sí que te interesa?.

-Estaría mejor así la cosa para que se olvidara de mí.

-¡Claro!. Creo que no les dio tiempo pero, o mucho me equivoco, o de hoy no pasa.

Estaba profundamente herida. La verdad es que yo no quería, ni pensaba, en continuar con Mario. ¿Dónde íbamos a ir juntos?, Pero una cosa era eso, y otra que ya me hubiera dado puerta renegando de su diosa tan pronto. El único alivio a mi dolor venía de las manos de Ana que me acariciaban y masajeaban la espalda. Se acercaban conocidos.

-¿Cómo es ella?.

-Con franqueza: gilipoyas. ¿Qué esperabas?, siempre sucede así. Es muy guapa pero una engreída y encima tiene las caderas estrechas.

-Y ¿por qué me lo cuentas Ana?, ¿para hacer leña del árbol caído?.-Se detuvo un momento en su masaje.

-Las mujeres de verdad tienen curvas Lucía y tú eres una belleza.

-Yo no me refería a las caderas.

-Yo tampoco, o al menos no solo a eso. Pero tarde o temprano te ibas a enterar, posiblemente esta misma tarde. Pueden aparecer. Quería estar a tu lado cuando sucediera, y si piensas que lo hago por hacerte daño, es que no me conoces en absoluto.

-¡Vaya!, ¿por qué?.-Le dije volteándome-. ¿Por qué querrías estar a mi lado?

-Somos amigas ¿no? Y te... me importa lo que te pase.-Pronunció "amigas"de forma extraña, la noté nerviosa y había interrumpido la frase.

-Esta noche te cuento-me dijo-. Se acercó la gente comentándonos la envidia que sentían por el masaje de Ana.

Así quedó la cosa y esa noche en los fuegos seguía vestida con la falda y camiseta de piscina. No me apetecía salir y me iba a ir a la cama. Ni que decir tiene que Mario no se dejó ver.

La casa se vació después del espectáculo pues todo el mundo salió a la feria, a los bares o a la verbena. Me dispuse a ducharme y leer un rato antes de acostarme. Con el jabón, el sudor, el cloro y el bronceador resbalaron también las células heridas de mi piel, llevándose la angustia que quedaba por lo de Mario. Me sequé un poco el pelo y salí con una cara nueva hacia mi cuarto, cubierta por un albornoz.

Al abrir la puerta de la habitación, allí estaba Ana, sentada en el centro de la cama con las piernas cruzadas, vestida con un pijamita corto y sin mangas de Woman Secret, tras el cual se adivinaban sus pesados pechos desnudos y sus negros pezones. También estaba recién duchada, bellísima, como salida de una pintura romántica francesa. Comía ¿cerezas? en un bol y una mancha roja le escurría por la comisura del labio como a una niña. Un sexto sentido me alertó: ¡peligro! y me preparé para el combate.

-¿Cerezas todavía?-le dije limpiándole el labio con el pulgar.

-las últimas del verano.

-¿no vas a salir?.

-No.

-¿Por qué?.

-No me apetece. Prefiero quedarme a dormir con una amiga por si me necesita y ella quiere, ¡claro!.-Cogí una cereza y me senté en el borde de la cama.

-Eres un sol. Pero ya estoy bien, Ana. Un poco dolida pero nada más, ha sido una extraña aventura.

-¿Extraña?.¿Estuvo bien?.

-Estuvo muy bien, fue... ¿nueva?.

-Y ¿cómo lo ves?.

-Ha pasado la riada, aunque yo haya quedado un poco revuelta.-Me levanté y cogí una braguita del chifonier. Ahora que mis sospechas se cernían sobre Ana, pensé en darme la vuelta y ponérmela ocultándome a su visión con el albornoz. Pero no lo había hecho nunca y no quise parecer a la defensiva. No me miró. ¿?.

-Aunque no te lo parezca, Mario tiene que estar más revuelto que tú, con una riada pasada a la que se junta otra. No he hablado con él, pero seguro que se siente fatal. Siente adoración por ti, pero es muy enamoradizo.

-Es posible que sea así pero no revuelvas más.

-De acuerdo.

Se produjo un silencio largo y molesto. Cogí otra cereza. Rompí el silencio.

-Habláis mucho él y tú.

-Sí.

-No era una pregunta.-Se calló y otro silencio cayó.

-Te voy a contar una historia que llevo pensando todo el día, - le dije al tiempo que cogía el bote de crema hidratante corporal y me sentaba en la cama.- Y tú me dirás si te parece verídica o no-. La miré fijamente a los ojos.

-De acuerdo.

Iba a darme crema en las piernas, pero ella me paró cogiendo al tiempo el bote y mi mano con la suya. Me miró fijamente, solté. Me bajé el albornoz hasta la cintura y quedó sobre la cama. Yo le daba la espalda.

-Había una vez un joven guapo, muy agradable, fuerte y apetitoso como estas cerezas. Pero no era de una inteligencia especialmente sobresaliente, ni de una perspicacia o maquinación notables. Estaba enamorado en secreto de su tía, la cual sin ser Helena de Troya era vista por aquel como Afrodita reencarnada.

Comenzó a darme crema por la espalda y cuello muy despacio, sus manejos eran más que masajes.

-Su tía ajena a la pasión que asolaba al sobrino, quizás provocó inconscientemente algún malentendido en la mente calenturienta del sobrino, pero nada excesivo. Él nunca se hubiera atrevido a hacer nada y menos todavía a abordarla directamente con gente delante. ¿Qué tal voy?.

-Sigue, vas muy bien.- Me empujó para que me tumbara bocabajo y retiró el albornoz.-

-Alguien intervino entonces, alguien inteligente al extremo, bastante más maduro incluso para su edad atento a los detalles, y suficientemente maquiavélico, como para convencer al joven de que era posible algo, que él solo había imaginado en sus fantasías sexuales. Alguien conocedor del enemigo a abatir(esto es de la tía). Conocedor de las palabras que dispararían la espoleta y encenderían el fuego de la, por otro lado, inflamable tía. ¿Qué tal voy?.

-Sigue.

Y continuó con los tobillos y la planta de los pies. ¿Cómo era posible que me diera gusto en los dedos?, no lo sabía.

-Ese alguien quería al joven y planeó el ataque con detalle. Para que parecieran normales los roces en la ventana, ella actuó de caballo de Troya.

-O sea que es mujer.

-Sí. Ella actuó de caballo de Troya, y en la ventana se echaba sobre su tía poniéndole las manos en el trasero...

-¿También era sobrina?.

-También,... poniéndole las manos en el trasero para que el ataque del ejército que vendría después pareciera algo normal. Pero, como Napoleón en Waterloo, no contó con la impulsividad de sus generales, que lanzando la caballería a degüello malograrían la batalla. Enseguida, sin embargo, trazaría planes para convertir la derrota en victoria, y ganar la guerra como buena estratega que no se doblega ante un revés.

Sus manos se encontraban en la parte de atrás de mis muslos y me masajeaban relajándome los músculos. Tuve que concentrarme en la historia.

-Habló enseguida con el chico y le puso al corriente de porqué había metido la pata. Le puso en la boca las palabras que debía decir a su tía para, hacerle sentir, culpa primero, ternura después y deseo por último. Le contó como su tía había expuesto su coñito en público y como debía contárselo a ella, porque el no había estado presente en ese momento. Se encontraba en el agua recuperando una pelota perdida por unos niños.

-¿La tía sabía eso?.

-Lo recordó todo esta misma mañana. Y fue la clave.

-¡Ah!.

-Por último, ella reforzó el ataque con sus argumentos en la piscina, e inflamando de deseo a su tía con sus juegos, quemó las defensas. ,-Vi en el espejo que se le iluminaron los ojos-

-¿Te das la vuelta?-me dijo acariciándome la mejilla con el dorso de la mano. Me di la vuelta. Mi braguita estaba mojada.

-Poco más respecto al chico, salvo que ganó la guerra y marchando sobre la ciudad continuó a la siguiente. ¿Cómo voy?.

-Muy bien. Lo único que no me ha gustado es lo de maquiavélico en la chica.

-Es que el personaje de la chica no lo tengo perfilado, me desconcierta. Parece más mala que la marquesa de Merteuil.

-¿La de "Las amistades peligrosas"?.

-La misma.

-Yo creo que la chica no quería hacer daño a nadie, al contrario que la marquesa que planeaba una venganza. Aunque seguro que tiene sus intenciones, no creo que sean malas.

-¿ Y cuales pueden ser esas intenciones de la sobrina lesbiana según tú?. Creo que me debes una ayuda con el relato.

-Eso necesitaría de un preludio –dijo acercando sus manos temblorosas al borde de mis nalgas-.

-Veamos pues ese preludio-le dije incorporándome y quitándole la "Bavaria" de las manos. ¿Tú ya te has dado?- pregunté-.

-No

-Túmbate bocabajo y cuéntame.

-¿me quit... (la pregunta murió en sus labios).

-Sí. Quítate lo de arriba concluí yo por ella.

Se tumbó y comencé a darle crema en las piernas, pero sin mariconadas.

-Adelante.

-Había, hace algo más de un año, una niña confundida.

-¿Cómo de confundida?

-Como Dinio en una noche sin luna.

-Pues sí que estaba confusa.

-Sí. Como todas las chicas de su edad flirteaba con chicos y había tenido un par de aventuras más serias. Ningún palo sentimental hasta el momento. Salía entonces con Tomás, que era todo lo que una chica de su edad pudiera desear. Habían hecho el amor en varias ocasiones. Había sido placentero, pero algo fallaba. Él estaba muy enamorado, ella no.

Una noche habían ido con el coche al camino de la antigua fábrica. Tras hacer el amor descansaban en medio de arrumacos el uno en el otro. Aparecieron las luces de otro coche que llegaba y se quedó a la vuelta de un montículo. No habían advertido su presencia. Tomás que tiene mucho de voyeur quiso ir a mirar, ella se negó, él insistió, ella dijo que fuera solo, él que así no tenía gracia y que no hacían mal a nadie, que la pareja no se enteraría. Ella se dejó llevar y se acercaron sigilosamente. Tomás le sujetaba, de no ser así ella hubiera tropezado debido a los nervios. El corazón le golpeaba fuerte en el pecho. A la vuelta del recodo había un Lancia azul.

-¡Ay Dios!. Continua. -Había extendido la hidratante por sus piernas.- Tienes que tener cuidado. Te has quemado en la línea del bikini. No te habrás dado protección. - Extendí por el borde del culito- . Se estremecía bajo mis manos y temblaba.

-La pareja no se anduvo con demasiados preliminares, se ve que estos ya habían tenido lugar en otro sitio. Se despojaron con celeridad de sus ropas, mientras los dos espías observaban a escasos dos metros tras unos arbustos. Tomás estaba excitadísimo pero muy tranquilo, se le veía suelto en esas lides. No debía de ser la primera vez que ejercía de mirón. Ella estaba muy nerviosa. Todo era nuevo para ella. La pareja se devoraba con una pasión que ella no había sentido nunca. La mujer se dejaba llevar y gemía cuando el hombre acariciaba y chupaba sus pechos. Acariciaba y manipulaba el pene del hombre con unas ganas y placer que estaban a años luz de los que ella había experimentado nunca. Pero lo mejor estaba por llegar. Sentada sobre el hombre se clavaba el miembro de él una y otra vez alzando el culo go....

-Sí, gordo. No te preocupes y sigue.

-Realizaba movimientos circulares y variaba el ritmo de la cabalgada. Pues era cabalgar lo que hacía. Sin embargo, lo que más azoró a la niña fue el rostro de ella cuando en algún giro de cabeza conseguía verlo. Allí había una mujer con mayúsculas, la belleza máxima femenina en éxtasis sexual, una mujer liberada entregada al placer y por completo desinhibida. Todo lo que ella no era. Llegó al clímax. Se corrió entre jadeos. Y en ese preciso instante ella quiso ser esa mujer, sentir ese placer que parecía, no ya sexual, mas místico. Sus sentimientos eran algo confusos todavía pero las brumas se estaban aclarando. La mujer comenzó entonces a practicarle una felación con la misma pasión y entrega de que había hecho gala hasta el momento. "Fuertísimo" dijo Tomás "como disfruta". "Fortísimo" convino ella "como disfruta sí".Hablaban de personas diferentes. El hombre no quiso venirse en su boca. "Estúpido" pensó la niña. Ella quería poseer esa boca, ese culo, esas tetas y vagina. El hombre, a pesar de lo atractivo que era no le importaba lo más mínimo, no existía. En ese recodo del camino solo estaban una mujer y una niña. El mundo se había desvanecido. La mujer se puso entonces a cuatro patas y con un preservativo en la poya el hombre la penetró con fuerza. Ella tenía una rodilla sobre cada uno de los asientos delanteros que estaban totalmente recostados. Él la embestía una y otra vez provocando sonido como de azotes al golpear las nalgas con su vientre. No entendíamos que decían pero parece que ella le animaba y jaleaba mirando hacia atrás. Él comenzó entonces a darle azotes en el culo, cosa que me ofendió muchísimo en ese momento, pues yo la hubiera cubierto de besos. El coche se movía.

Tomás se contenía pero la niña no pudo. Introduciendo una mano bajo su falda buscó y encontró. El hombre terminó. Tomás dijo "tenemos que irnos, han acabado y pueden salir". "Vete tú si quieres" pensó ella". No necesitaba mucho tiempo. El orgasmo era inminente y llegó en esa posición de cuclillas en que se encontraban empapando la braguita, que simplemente se había echado a un lado. Se cayó de culo clavándose dos pinchos en la nalga. Volvieron al coche a hurtadillas. Él quería hacerlo de nuevo y ella accedió dejándole hacer y animándole. Quería dejarle un buen recuerdo, pues esa sería la última vez con Tomás. No podría continuar con él para herirlo más, con algo que acababa de morir en esa carretera. Se vieron las luces del otro coche que abandonaba el lugar al tiempo que Tomás se corría en la misma posición de perrito que acababan de espiar. Una mujer y una niña se adentraron esa noche en el camino, pero salieron dos mujeres... y una amaba a la otra. Las brumas se habían disipado en ese páramo quedando, Apolo derrotado, y Afrodita vencedora marchando con su trofeo: la niña.

Me detuve en su cuello tras terminar la espalda y los brazos. Este era su punto débil, toda la tensión se concentraba en él, y no se relajaba. No lo haría hasta haber terminado la confesión.

-A los dos días cortó con Tomás y se refugió en la compañía de su primo. Su amistad se incrementó desde entonces. Mario era un chico sensible, que además estaba encantado de tener una recién descubierta prima lesbiana.

-¿Y nadie se ha enterado en su familia de su homosexualidad?, porque la tía ha estado en la inopia.

-Hasta ahora no, y la tía era un poco complicado que se diera cuenta si le contaba que estaba teniendo flirteos con chicos, cuando en realidad mentía sobre el sexo de los ligues. Puede parecer a los lectores del relato que la pasión por su tía era algo pasajero pero no era así. Al cariño que ya sentía por ella, se juntaba la admiración por su inteligencia, su sentido del humor, su valentía ante la vida que parecía poder arrasar con todo y su belleza contemplada ahora sin velos. Además también estaba su culo.

-¡Por Dios!. ¡Qué obsesión con mi culo! Nunca había levantado tantas pasiones.

-¡ah!. ¿Pero es el tuyo?.

Le contesté con un azote en el culo.

-Continua. Hasta ahora el preludio no explica nada en realidad. ¿Por qué si está tan enamorada (como ella cree), la entrega a una aventura con otro hombre?. Falta la motivación.

-Déjame pensar.

-¿Tienes que pensarlo?.

-Para explicarlo bien sí. La sobrina sabía que su pasión era prácticamente inalcanzable. Tenía muchos obstáculos que eliminar para conquistar esa plaza. El primero y más fuerte era la heterosexualidad de ella, pero también estaban la diferencia de edad y la pertenencia a la familia. Se concentró en las dos últimas para, salvados estos obstáculos, intentar el asalto final. Así que planeó la victoria de su primo, el cual bebía los vientos por ella. Si la cosa no iba más adelante, se consolaría con la victoria de su primo que haría suya, e intentaría superarlo después. Te puede parecer una motivación floja o extraña pero si eres capaz de eliminar los celos y envidias de tu razón verás que no lo es. Estos junto con la venganza son pensamientos infantiles.

-Tú tienes algo de Bene Gesserit.

-¿De qué?.

-¿Te gusta la ciencia-ficción?

-¡Que horror!. Con todas esas navecitas, rayos láser y marcianitos que dicen "mi mi mi".-Reí un poco ofendida-.

-No me extraña que no te guste si esa es la imagen que tienes del género. Tendré que hablarte de las reverendas madres Bene Gesserit.

-Tú misma. Para terminar de encender la pasión, en dos ocasiones después de aquello, durmieron juntas tía y sobrina. O debo decir más bien que durmió la tía. Mientras su sobrina velaba el sueño de su amor en silencio, sin atreverse a rozar aquella piel suave, y sufriendo la pasión y el erotismo de ese cuerpo. Ardiendo sin llama.-¡Por Dios, como debía haber sufrido!, esto superaba lo de Mario con creces.

-¿Cómo es posible que la tía no se diera cuenta de nada?.

-Simplemente porque la sobrina miente muy bien.

-¿Y cómo puede saber nunca la tía que no le están mintiendo nuevamente?.

-Porque las cartas están sobre la mesa. El ejercito atacante se ha expuesto totalmente.-Le fallaba la voz- .Creo que llegamos al final del preludio. ¿Tú crees que la sobrina podrá vencer la guerra?.

-Levántate.-Se incorporó, dos lágrimas le brotaban, las cuales me apresuré a recoger con mis labios, de sus ojos. La abracé. Nuestros pechos desnudos se rozaban en la dulzura del momento. Ella se contenía todavía, tenía miedo a desilusionarse después. Murmuró algo .-¿Cómo dices?-. Calló .-Dime-. Temblaba como un pajarito. Lloraba a lágrima viva.

-No me rechaces ahora.

-No hubiera llegado hasta aquí para echarme atrás y hacerte daño. No soy la marquesa de Merteuil, pero tenía que saber de que ibas.

-Yo tampoco soy como ella Lucía, no me compares.

-Ya lo sé mi niña, pero tendrás que admitir que en estos juegos peligrosos alguien puede salir herido.

-Mario no. Si acaso yo y tú, pero ...-se calló.

-...pero para cerrar mi herida ya estarías tú.¿Es eso lo que ibas a decir?.

-Que inteligente eres.

-Tú lo eres más, no me cabe ninguna duda.

-Y no soy una niña.

-Ya lo sé, es una forma de hablar. Y tendrás que admitir también que, como la marquesa, has aprendido a sonreír en la mesa mientras por debajo te clavas el tenedor en la mano.

-¿Crees que soy una hipócrita?.

-Creo que en tú lugar yo hubiera hecho lo mismo, pero no hubiera sido tan buen mariscal de campo como tú.- La besé otra vez en los ojos, algunas lágrimas se habían perdido en la colcha-. Creo que nunca me han amado como tú, y sé que te admiro porque eres mejor que yo, admiro en ti muchas de las cualidades de la marquesa. Pero mis pechos son más bonitos que los tuyos. Te fastidias .-Se rió por fin-. Para de llorar o no podré recoger todas tus lágrimas con mis besos.

Se atrevió por fin y me acarició los pechos con miedo.

-Estas son dos tetas como Dios manda Lucía, no son pechos. Y sí son más bonitas que las mías.-Silencio-, ¿Te gusto?.

-¿Crees que estaría contigo aquí tortilleando si no fuera así?.-Se rió otra vez-. ¡Que maravilla de risa!

-Tú siempre has sido hetero.

-Salvo por una tarde en un lavabo de la escuela cuando tenia 9 años, pero eso no cuenta, fue una tontería. Soy hetero sí, o era hetero o yo que sé. Tú me explicarás como es posible que me excitaras en la piscina, y que haya mojado la braga.-Me miró por primera vez el asunto-.

Cogí una cereza y le di a morder la mitad. Entonces acerqué la segunda mitad a sus labios, quiso morder, retiré la mano y negué con la cabeza. Repetí otra vez, no entendió y quiso morder de nuevo. Por segunda vez retiré la mano y negué con la cabeza. Por tercera vez: se quedó quieta. Le pinté los labios . Se la acerqué entonces a los ojos y le di sombra. Le puse una mano en el pecho y la obligue a tumbarse. Le pinté un pezón de rojo. El otro. Me comí lo que quedaba de la cereza. Tomé otra, mordí un trozo y tinté su ombligo. Sujeté la cereza con los dientes y cogí el pantalón de pijama con las dos manos por la cintura. Comprendió de inmediato y levantó el culo. Se lo saqué por completo. Se me presentaba ante la vista, y a una distancia que no había observado nunca, el sancta sanctorum de la feminidad perfectamente recortado, dejando tan solo una tira de tres centímetros de arriba abajo.¡Vaya con las niñas de hoy día, yo nunca me había hecho algo así!. Estaba bellísima. ¿Pero por qué veía con otros ojos la desnudez femenina?. No lo sabía. Nunca hubiera pensado que un cambio así hubiera podido ocurrir en mi ser, pero la excitación contenida de ambas era palpable. Yo me estremecía cuando ella, con una mano, me acariciaba la espalda y con los ojos cerrados se dejaba hacer. Le abrí las piernas. Suspiró ante mis avances, que ni en sus sueños húmedos habían sido tan rápidos. Recuperé la media cereza de mis labios con una mano mientras con la otra le abría los suyos vaginales. Se me escaparon de entre mis dedos debido a los flujos. Afiancé mejor. Le pinté los labios de su coñito y le di a comer el resto de la cereza.

Llegó mi prueba de fuego, si no la superaba sería difícil que algo más ocurriera tras esa noche de iniciación. Yo lo sabía, ella también, y estaba más nerviosa que yo por el desenlace. Irradiaba erotismo con la pintura, salvo por la de los ojos que la dejaba hecha unos zorros, pero no todas las ideas funcionan ¡que se le va a hacer!.La besé los ojos con mis labios y lengua dejándola completamente limpia tras saborear el zumo y sus párpados. Me lancé sobre sus labios, se los besé solamente con los míos, me gustó ciertamente. Mi lengua invasora penetró entonces su boca. No pudo permanecer pasiva por más tiempo, era demasiada represión, demasiado tiempo de amar en silencio, de adorar a su tía. Me abrazó, me besaba con locura, sin medida, me mordía los labios. Ella sabía fríamente que no le convenía mostrar tanta pasión, pues bien pudiera haber pasado que, en mi derrotero hacia Lesbos me hubiera asustado y virado el timón antes de desembarcar en la isla. No había lugar. Y ella no pudo controlarse. La mente fría de la marquesa había dejado lugar a la apasionada Madame de Tourvel. La aquieté con mis caricias y la obligué a quedar tumbada. Continué por su pecho y lamí sus pezones al tiempo que los acariciaba en su plenitud tratando de abarcarlos con las manos. Pude entonces, por primera, vez hacerme una idea de la emoción que sienten los hombres al tomarnos por los pechos. Era una sensación de gozo que te hinchaba el tórax. El momento requería lentitud, más de la que yo estaba empleando, pero tenía que dejar clara la incógnita en que me encontraba. Bajé mi lengua por su tripa y me detuve en su ombligo para introducir mi lengua y beber el zumo. Le introduje el dedo corazón en la vagina. "Allá voy pensé" hundí mi boca en su sexo y probé el ácido salado de su jugo, junto con el dulce de la cereza. Se estremeció. Tome la almohada y la puse bajo su culo. Me acomodé para devorarla. Gemía, me acariciaba la cabeza.

-Soy yo quien tenía que haberte hecho los honores.

-Mejor así-contesté- . Corrígeme si no voy bien-. Comencé a follarla con dos dedos buscando el roce del punto G, al tiempo que le comía el resto del coñito y el clítoris en particular."¡Coño! que postura más incómoda", pensé,"más de uno se lo ha currado conmigo cuando he tardado en venirme". Seguí no por mucho tiempo. Empezó a gemir y estremecerse. Se corría en mi boca, quise seguir cuando acabó, pero me dijo " para, para, yo también quiero " tras comprobar mi cara de satisfacción y supongo que pensando" me la como antes de que aclare sus pensamientos, no sea que se eche para atrás". Se fijó en mi braguita toda empapada en la zona de la vagina.

-¡Vaya!- dijo impresionada gratamente. Me tumbó. Tomó el bote de crema hidratante.- Cierra los ojos -obedecí.¿Qué estaría haciendo?, la oía manipular el bote. De pronto note la presión, subiendo por mi vientre, de dos masas pesadas y fresquitas. La sensación era por demás placentera. No quise desobedecer, pero mis párpados se levantaron. Se inclinaba sobre mí, y con sus grandes pechos colgantes me masajeaba traspasando la hidratante de sus pechos a los míos, donde me había faltado y en el resto del torso por añadidura. El roce era de una sensualidad sofocante.

-No hagas trampa, cierra los ojos.-Obedecí-.

Continuó con los masajes de sus bamboleantes pechos y besándome dulcemente la boca. Me introdujo dos dedos en la vagina que sacó después y dedicó a estimular mi clítoris. Yo estaba entregada y vencida, quería su lujuria, quería su amor. Me vine entre sus dedos y mis gemidos, que acalló con sus dulces morritos. Saboreó mis jugos de sus dedos.

-¿Te ha gustado?.

-Mucho. Quiero más. Baja a la fuente a beber.

-Lo estoy deseando desde hace más de un año.

Y bajó. ¡Joder, si bajó!. Al pronto me asusté de su ansia.

-¡Ana!, Cuándo se dice comer no es en sentido literal ¡Fiera!.

No puedo decir que fuera el mejor orgasmo de mi vida, porque el tiempo con su olvido desvirtúan cualquier ranking, pero sí que fue de los mejores. Creo que chillé y me tapó la boca.

-¡Cómo hayan llegado los tíos te van a oír con esos gritos de loca!,¡zorrón!. Date la vuelta. Obedecí. Y entonces comenzó a azotarme el trasero. Le deje hacer. Entonces me acordé:

-¿No decías que no te gustó lo que me hizo Eduardo en el coche?.

-En ese momento no, pero ahora te tenía unas ganas. Te lo mereces por lo que me has hecho pasar.-No es esta la imagen que tenía de las lesbianas francamente-. Después de enrojecérmelo me lo cubrió de besos y caricias, aplicando para finalizar, más crema. ¡Que gusto sentí!.

Después de aquel orgasmo descansamos la una en brazos de la otra y al rato tuvimos otra ración, esta última dulcísima, aunque en honor a la verdad debo decir que no ha sido con mujer la ocasión más dulce que he vivido. Ese honor lo tiene Moez, un amante tunecino que tuve durante un tiempo. Para sorpresa mía fue, porque siempre había creído que entre dos mujeres tenía que ser el culmen de la dulzura. Acabamos derrotadas y nos dormimos.

A la mañana siguiente me despertaron unas cosquillas en la nariz. Abrí los ojos para descubrir el coñito de Ana suspendido sobre mi cara y provocándome las cosquillas con los pelos.

-¡Coño!.-Exclamé.

-Premio para la señorita. De regalo la chochona y un desayuno-, y se sentó literalmente con su coño en mi boca. Se había lavado y olía a gel. ¡Que gusto!. Se consumió en mi boca de nuevo. Cuando por fin pude incorporarme el desayuno para las dos estaba en una bandeja sobre la mesilla. Pero,¿ de donde cojones había sacado una rosa?.

Así concluyó aquel día. Nuestra relación se prolongó año y medio a distancia, yo en Madrid y ella en la universidad de Valencia. Nos veíamos en escapadas de fines de semanas, puentes, etc. Funcionaba de cine, hasta que todo se jodió. Una noche, a las 12.30 horas, se presentó de improviso en mi casa tras un viaje relámpago desde Valencia, para explicarme entre llorosa y apenada, que se había enamorado de una chica de farmacia, estrecha de caderas para más inri, a la que quería con locura. No le guardo ningún rencor y mi amor por ella persiste. Si lo suyo con la farmacéutica no llega a funcionar y yo sigo sola, le estaré esperando. Desde entonces no restrinjo el sexo en mis relaciones a un genero solo, pero Ana dejó el listón tan alto que...

PD. ¡Ay! Lo buena que estoy y lo poco que follo.