Fuegos artificiales
De cómo me follo a mi suegra viendo los fuegos artificales...
FUEGOS ARTIFICIALES
De cómo me follo a mi suegra viendo los fuegos artificiales.
Este relato es pura ficción, o mera calentura personal; de manera que, si me lo permiten, les recomiendo que no lo intenten en casa (jajajajajaja).
Vivo en una pequeña ciudad del centro de España. Llevo varios años casado, supongo que félizmente, pero lo cierto es que, desde que andaba de novio con mi esposa, siempre me atrajo su madre.
Le calculo que tendrá ahora unos 60 años, aunque no lo sé de fijo, pero se conserva muy bien y a mi me pone.
Tan pequeña es la ciudad en la que vivo (y tan aburrida) que en sus fiestas patronales lo más notorio y espectacular son los fuegos artificiales que lanzan a las 24 horas del último día.
Resulta que mi casa está justo enfrente de la pequeña colina desde la que los prenden, por lo que la panorámica es inmejorable; también resulta que la casa de mi suegra, aunque se encuentra en el mismo barrio, está encajonada en una calle estrecha a contramano, por lo que carece de visión del espectáculo pirotécnico.
La tarde de los fuegos me telefoneó mi suegra, conocedora de que mi mujer no estaba estos días en casa, pues se había trasladado a Galicia con su padre a visitar a su abuela, que no se encontraba muy bien.
Me sorprendió la llamada y más que me dijera si la invitaba a venir a mi casa por la noche a ver los fuegos. Accedí rápidamente, preguntándole que a qué hora pensaba venir. Me dijo que sobre las 22 horas, a lo que le respondí que cómo dos horas antes del evento. Ella dijo que también estaba sola y aburrida, de manera que pensaba que podíamos tomarnos unas copas antes y charlar un rato. Me pareció bien, y así se lo hice saber, por lo que me dispuse a recibirla para esa hora.
Desde ese momento no paraba de pensar en que sería una buena ocasión para tratar de "atacarle"; sin dejar de temer que pudiera meter la pata y todo acabara en un escándalo familiar. De manera que, como era verano, pensé que sería buena idea recibirla sólo vestido con un bañador, para ver como reaccionaba ante mi parcial desnudez, no arriesgándome así más de lo necesario.
Llegaron las 22 horas y a los pocos minutos sonó el portero automático. Abrí sin preguntar, al suponer que se trataba de ella. Al ratito sonó el timbre de la puerta. Abrí muy excitado y nervioso. Me saludo dándome un par de besos en las mejillas, para lo que se aproximó más que de costumbre, notando en mi pecho el delicioso tacto de sus senos.
Pasamos al salón y nos servimos un par de gin-tonics. Se bebió el suyo enseguida, por lo que le advertí que podía sentarle mal. A lo que replicó que era ya muy mayorcita para que le dieran consejos, a la vez que se servía otro, que engulló igualmente rápido. Ni que decir tiene que ya no me molesté en hacer ningún comentario, pero no dejó de sorprenderme que se dispusiera a tomar el tercero.
Así fueron pasando los minutos. Yo notaba que mi suegra estaba muy contenta por efecto del alcohol, lo que por otra parte podía ser beneficioso para mis planes.
No les dije que vino vestida con la típica batita veraniega, desprovista de mangas, abotonada desde el escote hasta cerca de la barriguita, quedando la falda justo por encima de las rodillas, de color marfil y de un tejido muy fino, por lo que se le notaban perfectamente los pezones, con lo que supuse que no llevaba sujetador. A medida que se iba moviendo sentada en el sofá el vestido cada vez tapaba menos sus piernas, hasta el punto que ya le estaba viendo totalmente los muslos.
Ni que decir tiene que todo esto me estaba provocando una terrible erección que trataba de disimular cruzando las piernas y cubriendo mi paquete con mis antebrazos del mejor modo que podía. No debía ser demasiado efectivo pues ella se daba perfecta cuenta de mi estado, sin parar de atusarse el cabello con ambas manos, levantando los brazos provocando que resultaran sus senos todavía más respingones, para mi deleite claro está.
Y, como dicen en boxeo, me salvó la campana (en este caso un cohete), porque -cuando mi empinada era ya imposible de camuflar- sonó estruendoso el primer zambombazo de los tres que anuncian el inicio de los fuegos.
Al oírlo, mi suegra saltó del sofá muy alegre y se dispuso a recorrer el pasillo de la casa que conducía a las habitaciones del lado que miraban a la colina de lanzamiento.
En este punto debo aclarar que dos son los cuartos que tienen tal orientación: el comedor y el dormitorio matrimonial.
Mientras avanzábamos por el pasillo me deleité con el vaivén de las nalgas de mi suegra, pues yo iba a su zaga. El segundo de los cohetes que explotó en ese instante no me sacó de mis libidinosos pensamientos. Lo que sí me descolocó, satisfactoriamente, fue que ella, en vez de meterse en el comedor, entró en el dormitorio. La vista es absolutamente igual desde una y otra estancia, por lo que no pude por menos que dar valor positivo a su elección. Esto pintaba bien.
Pero mejor pintó cuando ella abre la ventana y se coloca en medio de la misma, por lo que no quedaba demasiado espacio para mi ni a uno ni al otro lado de ella. De manera que me decidí a colocarme detrás.
Sonó el tercero de los zambombazos y acto seguido comenzaron a salir cohetes a diestro y siniestro. Igual efecto sentí en mi cuerpo cuando noto que me arrima el culazo al paquete, sin importarle mas bien al contrario- notar el vergote completamente tieso. Estuvo un rato rozándose, arriba y abajo. Yo empapando el bañador de flujo y con todo el capullo encharcado.
Me atreví a agarrarle de las caderas; ella empujó más hacia atrás. Ya no había duda. Como la gustaba el nabo a la muy...(no quisiera insultarle). Lo más alucinante es que de repente me pregunta que si me gusta. Yo le digo que sí. A lo que responde: "y los fuegos artificiales...".
Ya no le deje que girara la cara. Le cogí de la mandíbula y la ensarté la lengua hasta la glotis. Le amasé las tetazas. Casi le arrancó los botones de la batita. Le saqué las peras y la estiraba los pezones. Gritaba como loca, aprovechando que el estrépito de la pirotecnia impedía que se le oyera. Comencé a meterle mano al coño. Me sorprendió que no llevara bragas. Estaba empapada. Me inundaba la palma de la mano.
Ella no se estaba quieta y comenzó a sobarme el cipote. Me quité el bañador. Ella dejó caer su batita. Y en esa postura perruna comencé a frotarle el rabo por la raja. No tardó en agarrarla y clavársela hasta el fondo.
Nunca había hecho tanto ruido follando, pero con los zambombazos del espectáculo no me corté un pelo. Igual que ella.
Al rato se dio la vuelta, me lanzó a la cama de matrimonio y me cabalgó como una perra salida.
Me pedía que le llenara el coño de lefa, que le encharcara el útero, lo que no sé sí conseguí; aunque a mi me pareció que me engullía la polla una caverna gigante. Jamás la noté tan grande. Le agarraba de las nalgas y la abría a lo bestia. Ella me pedía que le partiera el coño, lo que espero consiguiera con mi último y bestial empujón.
HASTA EL FONDO. A POCO ME ENTRAN LOS HUEVOS. ¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡JODER QUE CORRIDON!!!!!!!!!!!!!!!.
Lo más soprendente: según me la mamaba, limpiándome toda la lefa que me resbalaba por la polla, me confesó que mi esposa lo había preparado todo. ¡¡¡¡¡UHMMMMMMM!!!!!!.
Saludos.