Fuego y pasion

Cuando el fuego y la pasion se juntan, puede haber una reaccion explsiva muy violenta.

Dicen que la primera virtud de un hombre es ser agradecido, por eso este relato es un agradecimiento, y esta dedicado a dos personas muy importantes, dos personas que me animaron a escribirlo, dos amigos de verdad. Dos hombres y un solo corazón. Con todo mi cariño y mi respeto; para ustedes PPSP y RigoSama.

Y si alguien lo lee y le gusta este relato, habrá cumplido su objetivo.

Gracias.

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Estábamos combatiendo un fuerte incendio en una fábrica muy grande ubicada en la zona industrial de  mi ciudad cuando escuché la orden.

-      ¡Edmundo – me gritaba el comandante – dirige el chorro a esos contenedores para enfriarlos!

-      ¡Si comandante! – grité – ¡Vamos, un poco mas Luis! – le dije a mi compañero.

Yo estaba al frente de la manguera y Luis estaba detrás de mí, ayudándome a jalarla al mismo tiempo que sostenía mi cuerpo para que la presión del chorro de agua no me hiciera caer.

La fábrica estaba envuelta en llamas en distintas aéreas, de repente se escuchó una fuerte explosión,  y vi a algunos compañeros correr hacia la salida más próxima.

-¡Salgan todos… el techo se va a colapsar!– Oí que gritaba otro comandante - ¡Vámonos Cabrón! - me jaló Luis.

-¡Ya voy – le dije – ve adelantándote! - le contesté - ¡Déjame abrir el chorro en cortina para que nos proteja! - escuché otra fuerte explosión y dejé caer la manguera para salir corriendo. Mientras corría, vi a lo lejos la luz de la salida, corrí con dificultad por los cientos de escombros regados por todas partes, había avanzado unos 30 metros, cuando de pronto sentí un golpe muy fuerte en mi espalda haciéndome caer al piso y al momento una oscuridad total se cernió sobre  mi…

Dos años antes:

¡Base 10 a base 20!

¡Base 10 a base 20! - Repetía el radio transmisor de la base de Bomberos.

-Adelante base 10 - contestó el radio operador.

¡53 en 34!

53 en 34, en la calle… informaron de una 76 en el interior.

-Enterado base 10- respondió el radio operador.

¡Riiiiiiiiiiiiiiiiiiin  Ri ri ri ri ri ri  Riiiiiiiiiiiiiiin! Sonó estridente la alarma del cuartel de bomberos, todos corrimos a ponernos nuestra ropa de protección contra incendios.

Entré corriendo a la cabina de radio y le pregunté al R.O

  • ¿Qué es?-

  • 53 en 34 con una persona en el interior - contestó el R.O.

  • ¡Vámonos, es un incendio en una casa y hay una persona en el interior! – grité.

Subimos al camión contra incendios (motobomba) y a toda velocidad salimos rumbo al incendio. Al faltar algunas calles para llegar, vimos una gran columna de humo demasiado densa.

-Esta fuerte la quema, vayan preparándose- nos dijo el comandante.

Nos pusimos el protector para la cabeza, el equipo de respiración autónoma y los guantes. Al llegar al incendio vimos que era una casa de dos niveles y lo que se quemaba era la planta superior, ya que de las ventanas salía humo en gran cantidad. Una señora de acerco a nosotros, estaba histérica, nos dijo que su papá estaba dentro de su recamara ubicada en el área que se estaba quemando.

-      ¡Bajen la manguera de 1 y ½! - ordenó el comandante - y tú, Edmundo, cuando le bajemos al fuego, te metes a buscar al señor.

-      Si comandante – le respondí.

Tres bomberos bajaron la manguera a toda velocidad y la extendieron en el piso, mientras un tercero les daba presión de agua en ella, entramos a la casa, subimos al segundo piso y, al llegar, vimos que una recamara estaba totalmente incendiada y a una segunda se empezaba a propagarse el fuego, abrieron el corro de agua y lo direccionaron al fuego. Cuando lograron bajar la intensidad del calor y las llamas, me agaché y entré casi a rastras a la habitación con mi linterna en la mano. Al tener contacto con el agua que se acumulaba en el piso, recibí una pequeña descarga eléctrica, obligándome a retroceder en mi avance hacia el interior.

-      ¡Corten la energía eléctrica! – les grité a mis compañeros.

-      ¡Francisco, corta la electricidad! - Ordenó el comandante por radio a uno de los bomberos que se encontraba en el exterior de la casa, lo cual hizo bajando el interruptor eléctrico.

-      ¡Ya esta! – dijo Francisco por la radio.

-      Ya esta – me dijo el comandante, me tiré de nuevo al piso para seguir con la búsqueda.

A pesar de la oscuridad por la acumulación de humo y el empañamiento del protector facial de mi mascarilla de respiración, continúe buscando el cuerpo del hombre, pero no veía nada, seguí mi búsqueda avanzando hasta donde el calor y las llamas me lo permitieron, pero no encontré nada. En un momento dado, con el haz de luz de mi linterna, vi una puerta, trate de abrirla, el picaporte se giró pero  algo impedía que la puerta se abriera por completo, imprimí mas fuerza apoyándome con las piernas y la puerta cedió poco a poco, cuando logré meter el cuerpo, me di cuenta que era un baño, y que tirado en el piso se encontraba el cuerpo del hombre que buscaba, al parecer no tenia señas de quemaduras pero estaba inconsciente «ahora no es el momento de una revisión completa, ya lo revisarán los paramédicos» pensé. Lo jalé, lo abracé y lo saqué de la recamara, estando ya casi fuera de esta, el comandante me ayudó a cargarlo para sacarlo de la casa y entregarlo a los paramédicos, mientras los demás compañeros combatían el incendio.

Llegué caminando a nuestro camión (motobomba), me senté exhausto sobre la defensa para descansar del esfuerzo que significó cargar al señor y me quite la mascarilla para respirar aire fresco.

Un joven paramédico se acercó a mi y me ofreció un frasco de solución salina (suero) para que me hidratara, al verlo, sentí que lo había visto antes, agarré el suero y se lo agradecí con una sonrisa, la cual me correspondió con otra, y  poniendo su mano sobre mi hombro izquierdo me preguntó:

-      ¿Estás bien, quieres que te revise? – yo asentí con un movimiento de cabeza al tiempo que le daba pequeños sorbos al líquido

-      Si, estoy bien, no te preocupes – le dije.

El paramédico asintió también y me dio unas palmaditas en el hombro antes de retirar su mano. Me dejó y se retiró para seguir atendiendo al señor, yo miré al  paramédico cuando se retiraba y pensé «Qué raro ¿Por qué en casi todos los servicios a los que vamos, me encuentro con este chavo? Bueno, quizás es porque vienen del puesto de socorros de esta zona» pensé.

Tres horas después llegamos a nuestro cuartel, estábamos cansados, mojados y sucios, pero con la satisfacción de haber salvado una vida y de haber evitado la destrucción total de la casa de una familia.

Al día siguiente, a las 08:00 a. m., al terminar nuestra jornada de trabajo, salí junto con mis compañeros a tomar mis dos días de descanso.


Me llamo Edmundo Díaz, si, Edmundo, como Edmundo Dantes, aquel personaje de mi novela favorita “El conde de Montecristo”. Tengo 26 años, mido 1.82mts., mi cuerpo es normal, ni muy delgado, ni muy musculoso, solo lo necesario para mi trabajo. Mi piel es morena clara, pelo y ojos negros y dicen que tengo una sonrisa afable y contagiosa, pero cuando me pongo serio, proyecto mucho respeto. Me considero más o menos guapo, sin llegar a ser un galán, pero pasable. Me gusta hacer ciclismo y de vez en cuando natación, ya que necesito estar en forma por si tengo que hacer algún rescate acuático. Anteriormente corría hasta siete kilómetros diarios, pero por un esguince en un tobillo (una fisura de dos centímetros en el hueso maléolo externo del pie derecho, revelo la radiografía) que me provoqué al saltar de un muro de cuatro metros que estaba a punto de derrumbarse y que nunca me atendí como debería, dejé de hacerlo, ya que al correr distancias muy largas o cuando hace mucho frío, me molesta, por esta razón lo cambié por la bicicleta. Ingresé a trabajar como bombero gracias a mi hermano mayor, dado que él ya tenía esta profesión cuando terminé mi carrera como contador, yo lo admiraba mucho y, ahora, la admiración es mutua.

Poco antes de las 9 de la mañana, llegué a mi departamento, abrí la puerta y  entré a la sala en donde había dejado mi chamarra sobre un sillón y pasé a la cocina para preparar mi desayuno, en eso estaba   cuando sonó el teléfono y fui a contestarlo…

-      ¡Bueno! – contesté.

-      Edmundo ¿Cómo estas?

-      Bien, mamá, estoy bien ¿y tu?

-      Bien ¿Cómo estuvo el trabajo? – me preguntó – Estoy a un paso de salir al trabajo.

Mi madre labora como trabajadora social en el DIF municipal y le faltan solo dos años para jubilarse, yo le he pedido que ya lo deje para que descanse, ya que no tiene necesidad de seguir trabajando, y su contestación siempre es la misma “Yo voy a trabajar hasta jubilarme, si me quedo encerrada en la casa y sin hacer nada me moriré de aburrimiento”

-      Bien mamá, un incendio y dos choques por borracheras, pero nada grave – le dije – estoy muy cansado, casi no dormí nada en la noche.

-      Oye ¿vienes el domingo a comer? – me preguntó.

-      Si mamá – le dije – creo que sí.

-      Bueno – me dijo – aquí te espero ¿ya desayunaste?

-      No – le respondí – en eso estaba

-      Ok. Entonces nos vemos, me voy a trabajar – Se despidió.

-      Nos vemos, que te vaya bonito - me despedí yo también.

Me senté a desayunar y al terminar dejé los platos en el lavaplatos y me fui a la sala, la cual es espaciosa con un ventanal por el cual entra la luz del sol, en una pared sobre un mueble hay un equipo de sonido. Es un mueble que hace las veces de librero, y que en la parte más alta tengo como trofeo una moto a escala, de juguete a control remoto, que es mi tesoro más preciado. De las paredes cuelgan algunos reconocimientos enmarcados que he recibido por el cumplimiento de mi deber y mi título como contador, carrera que nunca he ejercido, además de algunos adornos más.

Fui a mi recamara y, al entrar, tomé el control remoto y encendí el mini componente, escuchándose de inmediato “In Tango” cantada por “InGrid”. Bailando, me fui quitando la ropa para acostarme a dormir, quedándome solo con el bóxer puesto, me acosté en la cama matrimonial y me cubrí solo con una sábana debido al exceso de calor, bajé un poco el volumen de la música para poder dormir, pero no pude, me sentía inquieto, sentía algo así como un cosquilleo en la entrepierna, me toqué por encima de la tela de mi bóxer y sentí que mi pene empezaba a despertar; metí la mano dentro del bóxer y me toqué el pene, que ya empezaba a crecer y endurecerse, me bajé un poco el bóxer para tocarme mejor, pero pensé «¡que chingados!» y me lo quité de inmediato, empecé a recordar a Ricardo, mi compañero de trabajo, aquel muchacho que está muy bien de cuerpo por los días que se pasa en el gimnasio, me gusta y me calienta un montón, nunca hemos tenido nada que ver, aunque nos decimos y tiramos indirectas de vez en cuando. Un día si le dije que quería algo con el, cuando en una ocasión salimos  juntos por primera vez, pero Ricardo se negó a tener pareja. Yo seguí fantaseando  en que tenía frente a mí ese cuerpo que tanto me excita, lo besaba, podía percibir aquel perfume que me vuelve loco de deseo, tocaba sus pectorales duros como piedras, los besaba y le daba pequeños mordiscos, pasé mi mano por su marcado y muy bien cuidado vientre hasta llegar a su pene flácido, el cual toqué y masajeé, provocándole una excitación tan placentera que poco a poco se endureció. Con mis labios recorrí aquel sendero que mis manos habían tocado anteriormente, llegué al ombligo y me detuve, metí la lengua en ese orificio dejándolo lleno de saliva, recorrí unos centímetros más y llegué al vello púbico, al cual pegué mi nariz y olí ese aroma a macho que me hacía explotar las hormonas. Llegué a ese pedazo de carne que solo conocía flácido cuando nos bañábamos junto con los compañeros en las regaderas comunes de la base de bomberos.

Mi pene se puso duro y empecé con el movimiento de sube y baja, primero lentamente mientras pasaba mi dedo pulgar por la punta de la cabeza de mi verga, el cual se deslizaba con facilidad gracias al pre seminal que ya emanaba del meato, provocándome pequeñas descargas eléctricas en todo el cuerpo; mientras imaginaba que le comía la verga a Ricardo, aumenté la intensidad de la paja. En mi imaginación probaba ese manjar de dioses que son las gotas de precum. «no hay nada mas rico que este manjar en el mundo» pensé. Seguí con la mamada a esa columna de carne, pero, al ver sus pies pensé «que pies tiene este cabrón»  Eran lindos, grandotes, limpios y bien cuidados, con sólo imaginar el olor de esos pies, mi excitación llegó a su máximo nivel, solté su verga y me deslicé a través de la pierna derecha hasta ellos, los olí, le chupe los diez dedos, se los mordí suavemente. De pronto noté en mi imaginación que Ricardo estaba a punto de venirse, lo que me hizo subir a su verga y atrapar su cabeza con la boca, y en el preciso momento que Ricardo estallaba lanzando chorros de leche yo también lo hice, lanzándolos a mi cara, pecho y abdomen con fuertes espasmos en el cuerpo, mi verga soltó las últimas gotas de leche y mi cuerpo se quedo en tensión, después, poco a poco fuimos recuperando el control y caímos en una suave calma, estaba totalmente cansado, tomé lo primero que vi: una camiseta sucia, con la que me limpié las partes manchadas de semen «al rato o mañana la lavo» pensé y me reí, si no fuera porque desde los 23 años y ya con mi empleo de bombero me independicé de la familia comprando mi casa, no sé cómo le explicaría a mi mamá estas manchas en mi ropa, dado que ella siempre la quiere lavar, no se acostumbra a que yo haga mis cosas.

«Ojalá algún día Ricardo me de la oportunidad de que estemos juntos teniendo sexo, ya que como novios no quiso» dije mientras me quedaba profundamente dormido con el estéreo encendido, donde se escuchaba “Ahora somos libres” de Secret Garden.

Cerca de las 2:30 pm sonó mi celular y yo, más dormido que despierto, lo agarré y vi la pantalla para saber quién era, cuando me di cuenta de que se trataba de Luis, mi compañero de trabajo y mi mejor amigo, el único que sabe que soy homosexual, le contesté molesto.

-      ¡Bueno! – le contesté – ¿Qué quieres?

-      Cabrón – me respondió – ¿Qué haces?

-      ¿Qué voy a hacer inútil?... dormir – le reclamé.

-      ¡jajajaja! ¿estarás muy cansado? – me dijo – ¡flojo!

-      ¡Qué querías, mendigo, con la noche que pasamos en el trabajo! – le respondí.

-      Bueno ya – me dijo – te llamo porque en la noche vamos a ir a tomar unas cervezas ¿quieres ir?

-      No jodas – le respondí.

-      Anda no seas flojo – me dijo – vamos.

-      Bueno – le dije – ¿a qué hora y en dónde?

-      A las 9 de la noche – me respondió – en el bar de siempre.

-      ¿Y quienes van a ir? – le pregunté con un poco de interés.

-      Los de siempre, la perrada – me dijo.

-      Hmmmmmm, Bueno, está bien – le dije – nos vemos.

-      Sale Wey – me dijo – nos vemos

Colgué el celular y me acomodé para seguir durmiendo, pero ya no pude, se me había ido el sueño, así que decidí levantarme de la cama porque, además, tenía hambre. Me puse un pantalón corto y una camiseta, apagué la música y fui a la cocina para comer algo, abrí el refrigerador y revisé lo que había, lo único que se me antojó en ese momento fue pollo al carbón que podía calentar en el micro, cuando terminé de comer, lavé los platos de la comida junto con los del desayuno y, al terminar, fui a la sala en donde me senté en el sillón, tomé el control remoto de la TV y la encendí para ver que había, pero lo único que hice fue pasar todos los canales sin decidirme a quedar fijo en uno, apagué el aparato y me puse a pensar qué hacer hasta la hora de salir al bar «Ya se – pensé – voy a ir a dar una vuelta en la bicicleta» pensé, entonces me puse los tenis y salí con la bici, tratando de transitar por calles con poco trafico para evitar en lo posible un accidente.

Alrededor de las 7 pm., regresé a mi casa, guardé la bicicleta y me dirigí a mi recamara, vi la hora en el reloj y comprobé que tenia tiempo suficiente para bañarme y escoger la ropa que me pondría, encendí de nuevo el reproductor y empecé a escuchar a mi cantante favorito “El Barrio” con su canción “Ave de Paso” Me desvestí y me metí los dedos dentro del bóxer para quitármelos, pasé al baño y abrí la regadera.

No me sentía cansado, al contrario, el ejercicio en bicicleta me reanima, e incluso me pone algo cachondo por el roce del asiento con mi perineo y la verga. Me la empecé a tocar y se me estaba poniendo dura, iba a iniciar otra paja pero me detuve y dije «Cabrón ¿Qué piensas? ¿Matarte a puras jaladas? Ni madres» Salí del baño y me vestí, me perfumé, me peine y salí de la recamara rumbo a la sala, donde tomé mi reloj, el celular, la cartera y las llaves de la casa, antes de salir le  marqué a mi madre.

-      Bueno – contestó.

-      Mamá – le dije – voy a salir a tomar algo con mis amigos, para que no digas que nada mas me desaparezco, cualquier cosa me llamas al celular – le sugerí.

-      Está bien – me respondió – ¿te vas en el carro?

-      No – le respondí – ya sabes que cuando voy a tomar alcohol no me gusta manejar, hay demasiados muertos y lesionados que he visto en mi trabajo a causa del alcohol como para querer ser uno mas de ellos – le dije – no, aquí lo dejo.

-      Bueno – me dijo – no llegues tarde ni te emborraches

-      No mamá – le dije – nos vemos

-      Que te vaya bien – dijo.

-      ¡Uf! Como me cuidas – le dije y colgué para salir de la casa y agarrar el primer taxi que pasó y me dirigí al bar.

Cuando llegué al bar, me bajé, le pagué al chofer y vi el reloj «las 9:20 p.m., no es muy tarde» pensé mientras me apresure a entrar, una vez dentro, di un barrido con la mirada para ubicar a mis amigos, lo cual logré al regreso de mi vista por el lugar. Estaban en una mesa pegada a una pared, me acerqué y los saludé. Luis se está especializando en el manejo de materiales peligrosos; Francisco, o Fran, experto en buceo y rescate acuático; Daniel, o Dani, ninguno como él para el rescate urbano; Alberto es casi el arquitecto del grupo, sabe mucho de estructuras en riesgo; y Gustavo, o Tavo, éste es un hijo de la… hermana República de Venezuela, pero ya tiene muchos años en México, sus padres lo trajeron desde que él era adolescente, experto en rescate de alta montaña, buen amigo el “chamo”; y yo, que para la química y física del fuego e hidráulica aplicada a chorros de extinción no hay quién me gane… bueno, ésta es la “perrada”, como nos denominamos nosotros mismos.

-      ¡Qué onda, cabrones! ¿ya somos todos? – les pregunté.

-      No – me respondió Luis – falta uno, fue al baño.

-      «¿Quien será?» me pregunté sin el mayor interés.

-      ¡Qué onda! ¿Pedimos? – les pregunté.

-      Sí – me dijo Dani, que en ese momento llamó al mesero.

El mesero llegó poniendo un tazón de botanas para picar y nos tomó la orden, pedimos 7 cervezas, a los pocos minutos regresó con nuestra orden y dejó las cervezas en la mesa. Tomamos una botella c/u y Fran dijo:

-      ¡Vamos! brindemos por las viejas aunque mal paguen! – dijo, y todos chocamos la botellas. Yo iba llevándome la mía a la boca cuando escuché su voz detrás de mí.

-      ¡Hey! – dijo - ¡espérenme!

Me giré para ver quién era y me encontré con la imagen de la persona que hacía que sintiera mariposas en el estomago. Él se acercó a nosotros y dijo:

-      ¡Hola Edmundo! ¿Cómo estás? – dijo Ricardo, cuando llegó a la mesa.

-      Hola Ricardo – le respondí – bien ¿y tú?

-      Bien – dijo al tiempo que me pasaba el brazo por los hombros, tomó su cerveza y dijo – Ahora si ¿Por qué brindaban? – preguntó.

Ricardo tiene 24 años, es dos años más chico que yo, es más, es el de menor  edad de todos, pero él no es parte de la “perrada”, solo se integra al grupo de vez en cuando. Mide 1.83 de altura, cuerpo musculoso por las horas que se pasa en el gimnasio, tiene un carácter muy alegre, es divertido y muy liberal, a todo le encuentra el lado divertido, es un poco contrario a mí, que soy de carácter más serio.

-      Por las viejas – respondió Francisco.

-      ¡Hay no! ¡Qué flojera! – se quejó Ricardo – mejor bridemos por algo más interesante… digamos… ¡por el amor – al decir esto último me dirigió una mirada maliciosa y me dio un apretón en el hombro, mientras pensaba «y ahora a este ¿qué le pasa?»

-      ¡Salud! – dijo Ricardo.

Todos nos volteamos a ver, nos encogimos de hombros y dijimos “¡salud!” Cuando terminamos de darle el primer trago a la cerveza y después de haberle bajado a las botellas, Luis nos preguntó:

-      ¿Cómo vieron el incendio de ayer?

-      Estuvo fuerte – dijo Alberto – pobre señor, si no hubiéramos llegado a tiempo, se muere asfixiado y quemado – dijo Alberto.

-      ¡Caray! pobre hombre – intervino Fran – lo bueno es que la libró.

Estuvimos platicando de nuestro trabajo y de otras cosas, así fue como transcurrió la velada, después de unas horas y varias cervezas de por medio, me empecé a sentir un poco mareado y borracho, lo sé porque, cuando estoy así, me río de cualquier cosa; Ricardo, en cambio, estaba eufórico, cantaba y bailaba en la mesa, cosa que a los demás les divertía y a mi me encantaba, con el sólo hecho de tenerlo cerca me sentía feliz. De pronto, Francisco dijo

-      Bueno, bola de borrachos – les dije – ya son las 2 a.m., y creo que ya es tiempo de irnos a dormir.

-      Está bien – dijimos – pediremos la cuenta, la pagamos y saldremos del lugar, todos menos Ricardo, que decidió quedarse un rato mas, nos despedimos de él y nos vamos.

Así lo hicimos, ya en la calle, Fran y Alberto se subieron al carro de Fran y se fueron, Dani y Tavo se subieron en otro auto y se retiraron también, entonces Luis me dijo:

-      Ven, vamos por el carro para irnos.

-      No hace falta Luis – le dije – me voy en un taxi, si me llevas, te vas desviarás mucho del camino a tu casa – le contesté.

-      No – insistí – te llevo rápido.

-      No seas terco – le dije – tú vas al rato al diplomado de materiales peligrosos  y vas a llagar muy tarde a dormir, ahorita me voy, nos vemos en el trabajo – le dije con tal firmeza que no admitía réplica de su parte.

-      Bueno – me dijo – pero te vas con cuidado ¿vale?

-      Sí – le dije – no te preocupes «¡Carajo! me cuida más que mi madre» pensé mientras me reía un poco.

Luis arrancó su auto y se alejó, yo empecé a caminar, la verdad no quería que me llevara porque quería caminar un poco, ya que la noche estaba muy agradable, además, quería despejarme, no me gusta acostarme medio borracho porque todo me da vueltas y me pongo más borracho todavía. No había caminado más de  diez metros cuando sentí que me tomaron del brazo y me jalaron suavemente mientras me decía al oído “Te van a Robar”, yo volteé sorprendido para ver quién era y vi a Ricardo a mi lado.

-      ¡Uf! Me asustaste! – le dije.

-      ¿A dónde vas tú solo? ¿Quieres que te lleve? – me preguntó.

-      No – le respondí – no hace falta, no te preocupes, además, si me llevas, te vas a desviar.

-      Es igual, ahorita a mi nadie me espera ¿qué dices ¿te llevo? – me preguntó sonriendo.

Lo pensé un momento y le dije:

-      Bueno, está bien, vamos

-      Bien – me respondió – voy por el carro y te recojo ¡jajaja! – se rió de lo que dijo.

Ricardo se alejó y yo me quedé pensando gracias a los efectos del alcohol «Este puede ser un buen momento, tal vez es mi día de suerte» Ricardo llegó y sonó el claxon para llamarme, yo volteé y lo vi sentado en el carro con una sonrisa en los labios «qué guapo se ve» pensé, le sonreí y me alegré de que esto haya pasado.

Subí al asiento del copiloto y Ricardo arrancó. Íbamos transitando las calles y platicando cosas sin importancia, pero de pronto me quedé callado, iba pensando en la forma de decirle algo de lo que sentía por él, pero me faltaba el valor, ya que en otra ocasión se lo había dicho y me había rechazado. Cuando Ricardo vio que me había sumergido en mis propios pensamientos, me preguntó:

-      ¿Qué te pasa? ¿En qué piensas?

-      E.. yo.. no, no, en nada – le conteste.

-      Vamos, dime ¿o no me tienes confianza? – insistió al mismo tiempo que puso su mano sobre mi pierna, lo cual me puso mas nervioso de lo que ya estaba. En eso me armé de valor y se lo dije.

-      Bueno si, ya lo sabes – le respondí – me gustas – le dije – me gustas mucho.

Ricardo soltó una risita y volteó a verme, detuvo el carro y regreso su mirada hacia donde yo estaba, me tomó de la barbilla y acercó su boca a la mía y me dio un suave beso en los labios. Ese beso no fue la gran cosa, pero me hizo sentir en las nubes. Al retirar su cara me dijo:

-      Mira Ed – me dijo tú eres un chavo muy lindo y buena onda, pero sabes que tengo pareja, y aunque soy un desmadre a ti te respeto mucho, como amigo y como compañero – me dijo tranquilamente – ya sabes que en el trabajo todos saben que soy gay y, además, te repito, un desmadre, y a ti todos te respetan también, y no quiero que te pierdan ese respeto.

-      Pero eso a mí no me importa – le dije – lo único que me importa en este momento eres tú, El respeto me lo he ganado por mi trabajo, y mi respeto por ellos no es por mi condición sexual y eso lo sabes, además, al ver cómo vives tu vida, sin avergonzarte de lo que eres – le dije – me da el valor para no esconderme ni avergonzarme de lo que soy – le dije – no se lo estoy diciendo a todo el mundo, pero si se enteraran, a mi no me importa – le respondí.

-      Eso esta bien – me dijo – pero ya te dije que tengo pareja y quiero estar tranquilo con él – me sonrió.

-      Entonces – le dije – ¿Por qué me besaste aquel día que salimos por vez primera y te dije lo que sentía por ti? – le pregunté – ¿y por qué me besas ahora?

-      ¿La primera vez? – repitió – fue... porque… bueno, pues… pues porque creí que lo que querías era simplemente sexo – me dijo – y porque yo también quería ¿Y ahora? – continuó – porque me gustas y porque eres un chavo muy lindo – me dijo.

Estas palabras que Ricardo me dijo me molestaron demasiado y guardé silencio, mientras desviaba la mirada hacia la ventana para no seguir viéndolo, Ricardo arrancó de nuevo el carro y seguimos nuestro camino, pero ya no hablamos nada; en pocos minutos llegamos a mi casa y abrí la puerta para salir, pero antes de hacerlo, Ricardo me detuvo del brazo y me jaló, lo miré fijamente y él me dijo:

-      ¿Sin rencores?

-      Sin rencores – le respondí

-      ¿Seguimos siendo amigos? – me preguntó de nuevo.

-      Amigos – le confirmé.

Los dos nos acercamos y, sin sentirnos obligados, nos dimos un beso de despedida, bajé del auto, cerré la puerta y Ricardo arrancó para alejarse de ahí mientras me quedaba parado observando cómo se iba hasta perderlo de vista.

Suspiré resignado y entré a mi casa, apagué la luz que había dejado encendida antes de salir, llegué a mi cuarto, me cepillé los dientes, me quité la ropa y me acosté en mi cama, pero no podía dormir, en mi cabeza daba vueltas lo que había pasado esa noche, no sabía qué pensar de la actitud de Ricardo, por un lado, siempre me ha rechazado y, por otro, cada vez que tiene oportunidad me besa «¡carajo!» grité «bueno, pero él dijo que le gustaría tener sexo conmigo y, bueno, algo es algo, en fin, ya mañana será otro día» pensé mientras me estaba quedando dormido, a lo lejos escuchaba “Todo por amor” de Kenny G.

«Si – pensé – mañana será otro día»