Fuego en la red
Dos jugadores de fútbol, uno en decadencia otro en ascenso y una historia de sexo inesperada.
Nunca me había llevado bien con el Cholo Tapia: jugábamos juntos hacia dos temporadas para el mismo club de fútbol de segunda división, un equipo modesto y con un plantel muy reducido de jugadores, pero no pertenecíamos al mismo grupo: el tenía sus amigos, el Pata, Arturo y el Pichi Zamudio, y yo no tenía ningún amigo. Ellos eran los ganadores, los sociables y exitosos entre las mujeres. Todas las putitas de Villa Camerún, jóvenes, medianas y viejas, andaban trás ellos y a mi no me importaba, porque secretamente soy gay.
El Cholo Tapia era adorado también por la hinchada, por los fanáticos del Ciencia y Sudor, nuestro Club, y aunque él andaba ya cerca de la edad de retiro, generaba admiración y adoración entre sus seguidores: incluso cuando tenía un mal día y jugaba pésimamente.
Había estado casado con una muchacha de buena familia del pueblo y con el ella tuvo una hija, pero ahora estaban separados. Ella vivía en la capital de la provincia y el en una linda casa de las afueras. Se decía que el le había sido infiel durante mucho tiempo y que ella se había cansado de perdonarle tantas traiciones.
El Cholo provenía de una familia de chacareros y pequeños agricultores como yo, pero como había llegado a jugar en primera división durante unos años, habia podido obtener muy buenos ingresos en aquella época, los que bien administrados le permitían llevar una vida mucho mejor que la de la mayoría de nosotros.
A mis 19 años yo había dejado la casa de mis padres distante a más de 190 km para venir a jugar al fútbol en esa ciudad provinciana, y como algunos pocos dirigentes me consideraban una promesa para el club, trás mucho rogar, me habían alquilado un departamento de un ambiente y dependencias en el centro del pueblo, cerca de la plaza, de la iglesia y de la comisaría de policía. Era un departamento interno, algo oscuro y de reducido tamaño, y los días que no entrenaba sentía mucha tristeza, extrañaba a mis viejos, mis hermanas y a mis amigos, la vida del campo a cielo y espacio abierto, la luz de las mañanas, el silencio de las tardes, mis animales. Por otra parte mi vida sexual se reducía a juegos manuales de vez en cuando.
Los muchachos del plantel, no me habían tomado de punto, o sea yo no era objeto de sus burlas, o comentarios maliciosos o bromas, directamente me ignoraban. Yo no era nadie ni era percibido para bien o para mal. El Cholo Tapia jamás me hablaba fuera del campo de juego y eso a mi me dolía, pero lo entendia. Todos los jugadores eran más grandes que yo, estaban de vuelta de todo: "no tienen nada en común conmigo", me decía.
Pero en la intimidad de mi departamento, las imágenes de mis compañeros de equipo, en bolas, exhibiendo su desnudez sin ningún pudor, en los vestuarios y las duchas, jugando entre ellos a manosearse o a tocarse, me excitaban demasiado. Mi fantasía jugaba con las imágenes y los olores que había percibido de día, y me pajeaba sin cesar. ¡Que manera de sacarme la leche, casi diaria, que tenía ... No lo hacía más, porque no quería generar sospechas con mi juego, pero a veces me era inevitable. Las pajas me daban alivio, me tranquilizaban los nervios, y tambíen me ayudaban a dormir. Había un compañero, Ovidio alias Fideo fino, al que también le decían tres piernas por el tamaño de su pija dormida. Era como una serpiente, de larga, como una anaconda y hasta daba impresión. Habia varios bien dotados, muy masculinos, peludos, con culos firmes, buenos abdominales, piernas gruesas y musculosas como a mi me gustan, bien machos, hablando siempre de cogerse a tal o cuál mina.
El Cholo Tapia era el que más me gustaba. Claro que yo lo disimulaba. Había en él, algo fuera de lo común y no era un dato físico único, sino el conjunto. Usaba su pelo rubio y lacio en melena y casi con flequillo como si fuera Crisóbal Colón. Su pelo tenía partes más claras y más oscuras producto del sol o quién sabe de alguna tintura. Tenía la tez curtida por el sol, los ojos celestes chiquitos y vivaces, hermosos oyuelos en cada mejilla, cejas y pestañas pobladas y una boca delicada y fina. Era un poco más alto que yo, 1,80 más o menos pero pesaba unos 70 kilos. Su físico era esbelto y bien formado, con abdominales bien marcados, una piel bien lisa, casi lampiña y siempre bronceada, sus hombros y espaldas anchos. Sus piernas era bien musculosas, y su bulto un regalo de la naturaleza. La pija la doblaba como escondida hacia la izquierda pero sus bolas eran super evidentes, grandes redondas, se notaban en sus shorts, en sus pantalones vaqueros, su bulto era impresionante. El Cholo era una pija con piernas. La tentacion casi desnuda.
El Cholo me hacía delirar de deseo con esas bolas tan grandes y esa pija escondida que hacían tanto bulto. Pero él ni bola me daba. No me registraba. Ni sabría mi nombre. En la segunda temporada, tras una larga etapa de lesiones físicas, comencé a jugar mejor, y en la tribuna había conseguido algunos seguidores, entre ellos el médico del pueblo y del plantel, que yo sospechaba que me tenía muchas ganas.
A veces me lo encontraba al Dr Singer, camino al estadio y él me saludaba muy amable. Lo mismo su señora, una mujer gordita y de cabellos impecablemente peinados. Una tarde yo volvía del entrenamiento, recién bañadito. Hacía calor. El doc me vió acercar, me sonrió como siempre y trás una corta charla me preguntó cuánto hacía que no me revisaba. Cinco meses le dije. Mucho tiempo afirmó, se sonrió de nuevo y me indicó que pasara para el consultorio que me tenía que examinar.
Prendió la luz del consultorio, el aire acondicionado, le dijo algo a la esposa. Nos quedamos solos y me hizo pasar. El médico tendria unos 58 años, era muy blanco de piel, medio pecoso y de ojos celestes, descendía de los primeros colonos que habían fundado el pueblo. Olía a colonia inglesa y a talco de bebés. Me hizo desnudar totalmente, sacar los zapatos, la ropa, haste el slip, me indicó que me tirara en una camilla, y mirándome con una sonrisa, como si disfrutara de mi incomodidad , comenzó a auscultarme. Sus manos eran suaves y estaban frías. Me tomó el pulso, la presión sanguínea, apoyó su cabeza en mi espalda para verificar mi respiración, me pesó y midió, examinó los reflejos de mis rodillas y de mis piernas, separó uno a uno los dedos de mis pies, y yo comencé a sentirme incómodo. El anotaba todo en un registro con una lapicera antigua y cada vez que lo hacía me miraba a los ojos, y hacía algún comentario. Cuando me tocó la ingle, para comprobar si tenía alguna hernia, su mano acarició como sin querer mis huevos algo sudados y casi rozó, como al pasar mi pija hasta entonces dormida. En ese instante me dijo "pelala", para que corriera el prepucio y dejara a la vista la cabecita de mi pija. Lo hice con mucha vergüenza, rogando en silencio que la pija no se me parara para la ocasión. Mi pija no escucha razones, y se para en forma muy inoportuna, pues no obedece mis órdenes. Mi verga tiene vida propia. El respiraba con cierta vacilación, como agitado y se apoyaba con su cuerpo contra el mío de manera muy sugestiva.
Yo tenía mucho calor. El aparato de aire acondicionado no refrescaba el ambiente.. Comencé a transpirar profusamente y cuando él me preguntó que me pasaba, no llegué a constestar pues sonó el timbre de la puerta de calle. El doc, contrariado atendió el portero eléctrico y resultó ser nada más y nada menos que el Cholo Tapia. Yo aproveché para decirle al doctor que tenía que estar a esa hora en la sede social del club para unas fotos. Puso mala cara, me pareció que se molestaba un poco, y sin perjuicio de decirme que volviera la semana entrante, me dejó ir. Cuando salí del consultorio, vestido a las apuradas y con la pija al palo, me enfrenté sin querer con el Cholo. Me saludó, me miró como si fuera la primera vez, esbozó una sonrisa, que me hizo sonrojar y pasó a ver al médico.
Todo el episodio me dejó inquieto: que el médico del club fuera tan osado como para inventar una revisación que nadie me había indicado, tocarme la pija con intención y apoyar su cuerpo contra el mío desnudo desnudo, me sorprendía El tipo era casado y tenía hijos, pero sin embargo, no me quedaban dudas que le gustaba la verga, le encantaba la carne de macho. Me tenía ganas desde hacia tiempo. No era el primer hombre casado que conocía, ni lo criticaba, pero era la primera vez que alguien asi, me tiraba los perros, o sea que me buscaba seducir. ¿Qué había visto en mi ? ¿Acaso yo le había tirado onda ??? .
Después, la visita del Cholo, la sonrisa cómplice, la forma intencionada con la que me había mirado, que estuviera alli a esa hora, todo ello me inquietó aún más. Era raro, misterioso. ¿Habría gato encerrado?
Era indudable que "el doc" era puto, tapado y discreto, pero puto. Por ahí era loco por los jugadores de fúbol, un "botinero", pero entonces El Cholo Tapia qué era? ¿Su amante?, lo pensé y me lo saqué inmediatamente de la cabeza. El Cholo es jugador de fútbol, está separado y tiene una hija, y además mujer que ve, mujer que se coge . No podía ser trolo, puto, gay. La cuenta no me cerraba.
Terminando el entrenamiendo al dia siguiente, el Cholo se puso en la ducha de al lado de la mía y me dieron ganas de correr. Pero sólo atiné a seguir bañándome. Los demás se bañaban rápidamente para irse a sus casas y yo actuaba como en cámara lenta. Me enjabonaba los brazos y los hombros una y otra vez sin mirar para los costados y dejando que el agua caliente se llevara mi sudor, mi cansancio y mi tensión. Luego no se cuánto tiempo me la pasé lavándome la cabeza con un shampú de menta refrescante. La ducha de al lado en algún momento se cerró y me quedé solo. Sólo el chorro de agua de mi ducha se escuchaba en la sala vacía.
Cuando me terminaba de enjuagar el Cholo volvió a entrar, ya vestido para salir. Cerré la ducha, y comencé a secarme. Ssentí como un escalofrio y también miedo
¿Asi que sos amigo del "doc"? me preguntó acercándose adonde yo estaba. No recordaba que me hubiera hablado alguna otra vez, no como ese el timbre de voz. Lo miré y tragando saliva le dije:
Ayer me tocaba revisación. Lo miré a los ojos azules, ojos de un azul oscuro por la poca luz.
Si te "tocaba", y ese "tocaba" sonaba intencionado, denotando manoseo mas que un turno. Luego largó una carcajada
No era lo que pensás, le dije con cierto valor y mirándolo desafiante
Y si no era lo que pienso, porqué fue que saliste corriendo con la pija al palo, yo te ví, respondió. Y mirándome con cierto desprecio, como enojado, preguntó: ¿El viejo te calienta, no?
No me van los viejos, respondí. Había cometido una grave omisión: no le había dicho que no me gustaban los hombres en general. Me había hecho caer en la trampa. Esperaba su peor respuesta.
Si los viejos no te gustan, entonces yo no tengo chances, me dijo. Su mirada se hizo muy sugestiva, su voz bien masculina, y me pareció que se acariciaba la pija.
Vos no sos tan viejo, contesté con alguna picardía, casi dominando el momento ahora que sabía que le gustaba.
Ah, no ? ¿Y yo que? ¿Te gusto?
Se puso de frente a mi y yo lo miré sin disimulo con deseo por primera vez y el miró mi cuerpo desnudo y todavía mojado, mis pies descalzos, mis tetillas excitadas, mi pelo chorreante de agua, mi pija creciendo y endureciéndose. Y sin decir palabras, me abrazó asi como estaba, buscó mi boca y se comió mi lengua con un beso largo, sensual, varonil, uno de esos besos que te quitan el aliento, la saliva, las hormonas, y hasta las vitaminas. Besos que te desvirgan, te bendicen, te bautizan, te dan respiración artificial . Besos que inyectan adrenalina, sal inglesa, pasión, desenfreno.
El beso siguió sin que yo lo devolviera, el me acariciaba por todas partes, me chupaba me besaba, excitaba cada uno de mis poros, de mis sentidos. Yo lo dejaba hacer paralizado por el deseo tan reprimido.
Su cara bajo la lamparita alta de las duchas, parecía transfigurada por la pasión. Tocaba mi cuerpo húmedo con sus manos grandes y me apretaba a su cuerpo vestido, de modo que pronto fuimos una masa húmeda y pegajosa. Su abrazo se hizo más fuerte, Mas insistente y fuerte. Yo tenía miedo de responder pero tampoco hacía nada para alejarlo de mí. El acarició mi cabeza, mis orejas mi cuello y me besó los ojos con una ternura que no hubiera esperado conocerl, y abriendo los ojos me miró hasta el fondo del alma y buscó mi boca que ahora si devolvía la pasión con mas pasión. Todos mis años de represión saltaban por los aires con el hombre menos pensado.
El besó mis tetillas, acarició mi culo y mi pija y mis bolas. Y de la mano me llevó a un cuarto anexo, que tenía el piso lleno de colchonetas y de sábanas blancas. No había iluminación, pero cuando me acostumbré a la escasa luz, vi su cuerpo dorado tirado en el fondo blanco azulado de las sábanas con las piernas abiertas y su pija erecta gorda y morcillona, sus huevos expectantes. Y sin decir nada, comencé a adorar con mi lengua la poronga del Cholo, las bolas maravillosas del Cholo, el interior de sus muslos, el trayecto que iba desde sus bolas a su culo, su culo redondo y abierto.
El llevo mi cabeza hacia su pija superlativa y comencé a chupárselale con una intensidad y una pasión que no conocía. Por momentos mi lengua recorria el contorno y despertaba suspiros entrecortados. Su pija también parecía bronceada por el sol como el resto de su cuerpo (cama solar o playa nudista pensé al advertir que tenía el mismo color del resto de su piel, gorda, orgullosa y dura) El gemía como si esa mamada mía fuese la mejor chupada de pija de su vida y envolvía sus piernas largas por detrás de mi cabeza para evitar que me fuera, y sin decir palabra, dejaba que mi boca, mis labios, mi lengua, lo hicieran acabar a borbotones que parecían no parar.
Nos quedamos asi, abrazados, respirando con dificultad, en silencio, mi cabeza en su pecho velludo y su mano en mi cara, acariciando una y otra vez mis mejillas, mi boca y mis ojos. En ese momento no se nos pasó por la cabeza que pudieran descubrirnos, y yo no quería ya separarme de él. El giró mi cuerpo, beso mi cuello, olió mi piel, tocó mis piernas, mi pija y mis huevos. Con su boca maravillosa apretó primero mi cabecita y pasó su lengua golosa por todo el tronco, bajó hasta mis huevos y volvió a subir y a mamarme la poronga con una fuerza inesperada Yo tenía miedo de venirme en su boca hasta que mi leche lleno salió como lava de un volcan y me sentí liberado como volando por los aires Y con su pija aún mojada acarició una y otra vez la raya de mi culo hasta hacerme gritar de deseo. Nos quedamos asi, en posición de cucharita, mi culo estirado hacia atrás para recibir la caricia caliente y líquida de su pija, el rodeándome con sus brazos fuertes, besándome una y otra vez con sus labios calientes, afiebrados y secos. Nos quedamos dormidos asi, acurrucados el uno contra el otro soñando vaya saber que sueños distintos. Felices. Me despertó su mano en mis nalgas, sus manos grandes acariciándome, sus dedos grandes dilatándome el orto. Me cogió asi, en la semi oscuridad en un lecho improvisado de colchonetas y sábanas usadas, entrándome con dureza hasta introducirse en mi ser. El dolor me pareció insoportable y eterno. Cuanto mas trataba de apartar su miembro gordo y duro de mis entrañas, mas se hundía en mi, hasta que ya casi no senti dolor, sino el placer desconocido de ser penetrado por un macho hermoso, la fuerza de sus grandes bolas golpeando contra mi culo, sus jadeos y gritos, la tremenda urgencia de su leche por salir de su envase, la pasión desenfrenada de un hombre que por primera vez descubre en el culo de alguien más joven, el secreto que nunca pensó que encontraría.
Después, mucho después, cuando ya habíamos gastado todos´los besos posibles y dicho todas las palabras que habiamos imaginado, se incorporó y yo hice lo mismo, y tomados de las manos fuimos a las duchas y dejamos que el agua tibia desprendiera de nuestros cuerpos los últimos testionios de nuestro encuentro.
galansoy
A quienes me piden relatos con amor, éste que dedico con todo cariño a quienes me leen y me siguen . g.