Fuego: cap II: miedo y huída II
Siempre me habían mirado, era el raro, el que no sabía jugar al fútbol, el que quería ser Naruto y no Cristiano Ronaldo. Bueno, me gustaba más Orochimaru o Kakashi, Naruto era demasiado bueno, demasiado protagonista
El viernes me desperté con alguien en mi cama follándome. El sábado empezó diferente el día. Solo oía una amalgama de gritos, sin demasiado sentido y muy agudos.
-Despierta-
-Venga-
-Tienes que venir-
-Sii, vente-
-Arriba-
-Despierta-
No era capaz ni de diferenciar la voz de mis hermanas, demasiado aguda para esas horas de la mañana. Afortunadamente mi padre las echó de la habitación.
-No pensantes en esto antes de venir...- Dijo jocoso mi padre.
-¿Qué demonios quieren?-
-Que las veas jugando al fútbol.- Reí y me incorporé.
-Has conseguido que tus hijas sean futboleras. Tanto fracasar conmigo, y ahora, tienes una pareja de Messis.-
-Sabes lo peor, antes tenía los sábados para hacer lo que quisiera. Soy el encargado de llevarlas y recogerlas. Contigo solo tenía que poner la tele. El destino me ha castigado.-
-Tengo que ir o me volverán loco. Déjame el coche.-
-Vale. Pero no corras. Ni lo rayes. Y cuida a tus hermanas que están locas.-
-Parece que tu hijo cuerdo he acabado siendo yo.-
Pasé la mañana viendo como la descoordinación no era cosa de familia y recordando lo que me aburría el fútbol. Las pocas veces que había prestado atención eran cuando jugaba algún maromo digno de mi interés. Irónicamente, había acabado en una grada de madera, a pleno sol, mirando a un grupo de niñas practicar el deporte rey.
Aproveché para poner a Laura al día. Era mi consejera y me gustaba que supiera cómo me iban las cosas. Obvié los peores aspectos de mi relación con Jaime, pero no quería tener secretos con ella. Me sentí en algunos momentos como un idiota incapaz de manejar la situación y huyendo de todo.
Un grupo de madres me miraba con poco disimulo, estando muy incómodo. Pensarían de mi que sería un guarro que le excitaba ver a niñas jugando, o algún tipo de obseso del fútbol. O quizás, tan solo sabían quién era. Siempre me habían mirado, era el raro, el que no sabía jugar al fútbol, el que quería ser Naruto y no Cristiano Ronaldo. Bueno, me gustaba más Orochimaru o Kakashi, Naruto era demasiado bueno, demasiado protagonista. Los que no somos protagonistas al final somos secundarios hasta en la nuestra propia vida. Ahora era Jaime el protagonista de mi vida.
Mientras jugaba a filosofar, un chico se sentó a mi lado. Ni siquiera lo miré, aunque su perfume lo delató. Conocía ese aroma, tanto que estaba seguro que era él. Lo único que no pude contestar a Jaime aquella mañana. Era sencillo, si me habían roto el corazón. Lo tenía a escasos metros. De reojo vi una camiseta naranja, unos pantalones cortos y su pelo de punta. El cabrón que me engañó, musa de mis pajas, mi primera vez... Jorge.
-Lucas, sigues igual de guapo que siempre.- Quise decirle que él tampoco.
-Hola, ¿qué tal?- Soy súper original cuando estoy nervioso.
-Bien.- Se sentó más cerca mía.- Sabes he pensado en nosotros. Nunca te he pedido perdón-
-Eso es pasado. Ya da igual.-
-Entonces... Quieres pasarte por mi casa y recordar viejos tiempos.- Me besó muy cerca de los labios.- Tengo todavía esos gayumbos que te gustaban y he aprendido algunas cosas.
Lo separé con el brazo y recordé como me gustaba. También lo hijo de la gran puta que era
-Lo siento, me he cansado de maricas de tres al cuarto que no saben lo que quieren.-
-Haría cualquier cosa por tí- Eso me dejó tocado. Quería oir eso desde que lo conocí. Nunca me dijo si un simple te quiero y ahora estaba así.
-No puedo creerte.-
-Dime cómo demostrarlo-
-Te lo diré en el móvil.-
Bajé las gradas para acercarme a mis hermanas y huir de aquel cabrón mentiroso.
Tras el partido descubrí que mis hermanas no se parecían a mí. Les gustaba el deporte, lo que yo nunca había conseguido. Yo solo salía a correr, no muy a menudo, por una estúpida creencia que así estaba en forma. Una de esas mentiras que me gustaba tragarme.
Al llegar a casa me quedé en el jardín, sentado en el mismo árbol al que huí la noche anterior para leer el mensaje de Jaime. Mis hermanas corrian por el jardín y yo probé a quedarme dormido. Lo que más había echado de menos de mi casa era aquel árbol, mi sitio en el mundo.
-Quieres una, hijo.- Mi padre me enseñó un botellín de cerveza.
-Venga, vale.-
-Es la primera vez que te tomas una cerveza enfrente mía. Sé que bebes desde hace tiempo, pero siempre intentaste que no te viera. Hay veces que hay que ocultar los secretos, aunque no lo sean. Deberías aprender que hay cosas que podemos tolerar saber-
-Papá, ve al grano- Suspiró y pensó muchos sus próximas palabras.
-Has venido porque tienes un problema con algún chico. Quiero que si quieres contármelo, lo hagas. O se lo cuentes a tu madre.- Todos sabían algo de Jaime, pero no podía decirlo. Al menos, no podía decir la verdad.
-Es algo complicado. Tiene una situación complicada y no sabe cómo salir. Y yo, bueno, intento entenderlo, pero me aparta de su vida. Y después, me vuelve a buscar. Es algo raro.-
-Si te busca es porque te quiere. Posiblemente te quiere proteger pero no sabe como.-
-¿Alguna idea de qué puedo hacer?-
-Deja de buscar un cuento de hadas. Eres joven, diviértete.- Me guiñó un ojo con un claro significado.
-Joder, papá. No quiero pensar solo en eso.-
-Eres demasiado maduro. Siempre lo has sido.-
Pensé mucho en las palabras de mi padre, en el mensaje y en todo lo ocurrido. También pensé en mí, cosa que casi siempre olvidaba. Estaba tan preocupado que había dejado a un lado que tenía que coger las riendas de mi vida. El problema era que no sabía como se hacía eso. Así que me quedé en la sombra de mi árbol, viendo el tiempo pasar para deleite del jubilado que tenía dentro.
-Mamá dice que no te diga que ha dicho que tienes que contestar a tu amigo y animarte.-
-Isa, ¿vienes a darme la charla?-
-Si, es que si estas triste no vas a querer tomar el té.- Me dí cuenta que estaba siendo un capullo solo pensando en otro capullo.
-¿Tienes té verde con limón y un poco de anís?-
-Todos los sabores.-
Posiblemente fue el mejor té de la historia. Lo más gracioso es que no me gusta el té, pero si me gusta el imaginario. Aquel fue el punto de inflexión.
Pasé el resto del fin de semana intentando no ser un puto grano en el culo. En cierta forma lo conseguí y volví a Madrid sintiéndome más protagonista, no era un Pikachu, era un Lucario.
El lunes volví a la clase de cálculo con el poder que nunca había tenido. Supongo que cuando los héroes van al campo de batalla se sienten así y fue una sensación maravillosa. Saludé a Jaime con un escueto hola y me senté en mi sitio, le pedí los apuntes que me faltaban a Héctor y aprendí algo más de ecuaciones diferenciales.
Con el poder que me prestaron mis hermanas invité a comer a Jaime. Solo que esta vez fui yo quien tuvo las riendas. No dejé que las ganas de follar me impidieran hablar con él de verdad e intentar conocer su historia.
Aquella tarde no follé con él. Estábamos demasiado tocados, tanto él como yo. Pensé mucho en esa famosa frase de Ortega: yo soy yo y mis circunstancias. Su circunstancia es que se dedicaba al porno y necesitaba ese dinero. La mía es que no quiero dramas en mi vida, solo comedias entretenidas. Él estaba atrapado por las circunstancias de Ortega, yo quería vivir la movida madrileña con Alaska. Perdí a un futuro novio, gané un follamigo.
Lo último que me queda por contar es sobre Jorge. En mi sueño Jaime me comía la polla en un internado. Al cabo de un tiempo mi sueño fue real en parte, el único problema que el protagonista era Allen King. Jaime le comía polla en la primera escena, después ambos se follaban a un chico en un potro.
Todavía recuerdo verle en aquel potro, desnudo y tembloroso. Le pusieron una venda y la mordaza antes que entraran Jaime y Allen. Ambos llevaban solo un anillo para que no se perdieran sus erecciones. Allen empezó a magrearle el culo mientras Jaime se quedó a un lado mirándome. A la señal, Allen le empezó a penetrar y Jaime intentó poco a poco, meter también su polla en aquel culo. Esas pollas entrando y saliendo nos tenían a todos los espectadores ojipláticos. Hice un esfuerzo bárbaro para no pajearme. Esos cipotes taladrándole sin compasión fue la imagen más bárbara de nuestras vidas. Jaime se corrió y Allen seguía penetrándole. Se notaba su experiencia, su ritmo y el talento que tenía. Jorge se había corrido varias veces y siguió atado, siendo una marioneta en brazos de aquel dios del sexo.
Aquella fue mi primera historia llevada a las pantallas. Nunca le estaría suficientemente agradecido a Jaime por la idea, a Laura por animarle a escribirla. Y en cierta parte a Jorge, por ser un idiota.
Después de aquello, poco a poco fui tomando las riendas de mi vida. No era un Hokage, me mantenía en las sombras escribiendo la historia. AL fin y al cabo, no dice Tyrion Lannister que lo más importante es una buena historia.
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Perdón por la falta de sexo. Esta historia se me ha complicado más de la cuenta
:(
. Prometo algo mejor pronto. Tenía pensado desecharla, pero me dio pena que los personajes se perdieran.
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