Fuego: cap II: miedo y huída I

Me empujó dejándome de nuevo con el culo expuesto. Se arrodilló y pasó sus manos entre mis piernas aggarandome la polla que tapaba el delantal. Me mordió las nalgas mientras me masturbaba por detrás.

El sonido de sus testículos chocando con mi culo me tenía enfermo. Eso y su polla taladrando mi culo. Aquel viernes de octubre había empezado demasiado bien como para ser cierto. Me agarró el rabo y no pude aguantar más mi corrida.

-Joder, tío. No aguantas nada.- Me dijo.

-Sigue follándome y cállate.-

La sacó de mi interior y tiró el condón que cubría su polla. Me empujó cambiando mi posición de cuatro patas a tenerme bocarriba. Se sentó sobre mi pecho y se masturbó a escasos centímetros de mi cara. Saqué la lengua, pero apenas podía acercarme a su húmedo rabo. En consecuencia, me llenó la cara con su espesa lefa.

-Puff, así me gusta. Menudo polvo joder.- Se recostó sobre mi pecho y fue con sus manos introduciendo su semilla en mi boca y en la suya alternativamente.

No le dije nada y me quedé quieto. Jaime estaba acurrucado en mi pecho, totalmente desnudos, estábamos totalmente agotados tras aquel polvo. Quería quedarme para siempre en aquel instante tan placentero. Como suele pasar, algo lo interrumpió rápidamente. En este caso, el asqueroso móvil de Jaime hizo que se fuera de mis brazos.

Se apoyó en el marco de la puerta y habló por teléfono mientras examinaba su anatomía. Estuve muy tentado en levantarme para comerle su pollón flácido, pero me quedé en la cama como un buen amante saciado.

Poco a poco empezó a ignorar su conversación y a hacerme gestos de que quería volver a mi cama. Colgó y volvió a mi lado.

-¿No me vas a contar quién era?-

-Marcos, un amigo. Quiere quedar para una pachanga-

-De esos que te azotan.-

-No. Eso no se va a repetir.-

Lo besé en la frente y cerré los ojos con intención de dormir. Eso era lo mejor que podía hacer, dejarme caer en brazos del carpe diem y esperar que todo fuera bien. Estaba tan a gusto en la cama que me dormí casi de inmediato.

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Sueños intrigantes

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Al entrar confiscaron mis pertenencias, entre ellas mi pobre móvil, mi documentación, efectivo y hasta una pulsera de hilos que siempre llevaba en el brazo izquierdo. Después vino la ropa, parecía un reconocimiento médico, pero poco profesional. Me pesaron, midieron, revisaron ojos, dientes, oídos y demás. Me sacaron sangre también.

Lo peor fue en la sala siguiente, me hicieron quitarme los bóxers que llevaba. Nunca echaría nada tanto de menos como aquel CK naranja. Un señor canoso me revisó mi los testículos y mi pene. Después se puso un guante y me pidió que tocara la punta de mis pies. Me negué, pero vinieron dos enfermeros y no pude evitar que me explorara.

La siguiente sale era una especie de salón de actos. Había muchos chicos de mi edad, todos desnudos y asustados. Entró un señor impecablemente vestido y nos dio un discurso muy largo sobre el funcionamiento del centro. En realidad, no nos dijo nada útil, tan solo habló y habló sin contenido claro.

Después vinieron los monitores y nos fueron llamando por orden de lista. Cuando me tocó me levanté y me llevaron por un pasillo muy largo, subí un tramo de escaleras y otra vez por un pasillo muy largo. Ir desnudo era incómodo, pero lo que más necesitaba eran unos puñeteros zapatos. Pararon delante de una puerta y me dijeron:

-Esta es tu habitación. Acuérdate que es la 827. Tienes una cama para ti y un escritorio. En el armario te dejarán la ropa, si la hubiese. Ahora pórtate bien y no nos des problemas.-

Me senté en una de las dos camas y empecé a llorar. Necesitaba desahogarme y perder de vista todo el dolor que sentía. Solo quería salir de ese lugar y volver al exterior. Tras un rato de llantos, intenté observar lo que había en la habitación. Habían dos camas, un armario bastante grande, un escritorio y hasta una televisión.

Pensé en encenderla, pero no encontré el mando a distancia. Estaba colgada a la pared y no llegaba a ponerla. Me hubiera gustado escuchar algo que no fuera el silencio que cada vez me agobiaba más.

El armario estaba vacío, al igual que los cajones del escritorio. Entré al baño y me llevé una agradable sorpresa. Había un par de juegos de toallas, gel, champú, e incluso, un kit de afeitado.

Me acosté en la cama para esperar que algo sucediera. Miré el techo un rato hasta que vi las cámaras. Eran bastantes pequeñas, casi invisibles y abarcaban toda la habitación. Con un poco de tiempo también las encontré en el baño. Así descubrí que la privacidad no era una opción.

Se abrió la puerta y entraron otros monitores y otro chico desnudo. Le dijeron casi las mismas palabras y nos dejaron a solas. Supuse que tendría ganas de llorar, por lo que intenté sacarle conversación para evitar el mal momento. Resultó llamarse Jaime, era bastante simpático y sus condiciones eran parecidas a las mías. De repente, se acachó delate de mi y me chupó la punta de mi cipote.

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Desperté igual que me había dormido, con Jaime apoyado en mi pecho. Estaba dormido y dejaba escapar una fina capa de saliva que iba regando mi pecho. Me puso algo guarro, pero no quise pasar a mayores, ya tenía suficiente en mi subconsciente. Supongo que estaba madurando cuando no me agarré el rabo y me masturbe con Jaime a mi lado.

Empecé a acariciar su pelo, con cuidado de no despertarle. Esa era mi nuevo rol, la de una buena persona, no un cerdo cachondo todo el día. Repasé en mi mente todo lo que había pasado en la última semana y me hizo sentirme especialmente bien. Ese era el sentimiento de victoria y lo había olvidado desde que entré en la universidad.

Poco a poco, la satisfacción se fue transformando en un poco de aburrimiento. Repasé mentalmente lo que tenía que hacer para la universidad, revisar la cuenta bancaria, algunas cosas para la lista de la compra... Tenía un pequeño complejo de ama de casa cotilla y quería tener la casa perfecta.

Moví con cuidado el brazo hasta que alcancé el e-reader y lo abrí con solo una mano. Aproveché para leer un poco, tenía por delante según las predicciones más o menos siete horas de lectura y me sumergí en el universo de Irving. Estaba tan absorto en las vivencias de Garp que no detecté cuando Jaime despertó. Comenzó a acariciar mi pezón y a morderlo hasta hacerme apagar el aparato. Cerré los ojos y gemí para liberar aquella excitación. Mi yo guarro despertó y lo empujé contra mi morcillona polla, la que empezó a devorar con premura. Cuando tenía una erección plena paró en seco y se separó de mi:

-Jaime, ¿qué haces maldita sea?-

-Quiero un juego nuevo para conocer hasta el fondo de ti.-

-No puede ser después. Quiero seguir con esto.-

Le dio un manotazo a mi polla y supe que el momento mamada había acabado. Sacó su móvil y me enseñó una aplicación de preguntas con una especie de ruleta. Suspiré de impotencia y le di a esa ruleta, pensando solo en la portentosa mamada que me debía.

-Tienes que contarme cuál es el lugar más feliz del mundo para ti- Con cada palabra me quedé más y más despistado. Tenía mucha sangre de cintura para abajo como para pensar de cintura para arriba.

-Tío, yo ahora estoy poco profundo para esto.-

-Vale, empiezo yo.- Le dio a la maldita ruleta y se acercó a leerla.- ¿Qué haces cuando estás en de bajón?-

Se quedó pensando y yo me mordí la lengua. Quería decirle que iba a que le azotaran pero me callé. Aclaró su voz y empezó a contarme.

-Cuando estoy de bajón cojo la moto y me voy al bosque de pinos de las afueras. Aparco la moto y me voy al nacimiento del rio. Me siento y espero a que se me pase el bajón.- Me quedé mirándole e imaginándole con pensando en una roca como una fantástica foto de Instagram.

-Mi lugar favorito del mundo está en el pueblo de costa donde veraneaba. Allí hay una casa de piedra, con tejas verdes y rojas, que mira a la playa. Ese es mi lugar favorito.-

-Ves, es fácil hacerlo. Tienes que abrirte un poco. Sigo yo.- Le dio otra vez a la ruleta.- La canción que me hace bailar. Venga ninguna.

-Ahora quiero verte bailar.- Me acerqué y le di a la ruleta. Miré la pantalla y me levanté rápidamente. -Mejor me ducho y desayunamos.

No quería seguir con ese juego. Saqué del cajón unos bóxers y le hice un gesto de que iba a la ducha. Había fantasmas de los que no estaba dispuesto a enfrentarme. Jaime se quedó en la cama algo planchado, pero deseé con todas mis fuerzas que olvidara mi desplante.

Salí de la ducha más despejado, deseando que me perdonara pero no podía volver a luchar contra aquello. Él seguía en la cama, jugando con su móvil.

-¿Quieres desayunar algo?-

-Un café, por favor. ¿Me dejas ducharme y robarte algo de ropa?- Había olvidado que lo habíamos llenado todo con lefa por la noche.

-Sí, claro. Coge lo que quieras.-

Me fui a mi cocina y empecé a preparar un desayuno a la altura de los orgasmos que me había proporcionado. Posiblemente se abría cabreado conmigo, y lo entendía. Pensé en hacer unas tortitas para que me perdonase u olvidase ese tema. Creía que no había podido leer la pregunta esa, que no estaba dispuesto a contarle a él, ni a nadie. Hace tiempo decidí que era un secreto de los de llevarse a la tumba. Mientras se calentaba el aceite hice una espesa masa con harina, leche y azúcar.

No me di cuenta que había entrado en la habitación, solo noté sus manos bajando mi bóxer de golpe. Intenté darme la vuelta pero me lo impidió con la mano e introdujo un dedo en mi interior.

-Parece que todavía sigue algo abierto. Lo voy a usar tanto que siempre esté preparado para recibirme.-

Se agachó y empezó a pasar su lengua alrededor de mi ano. Bajé la temperatura del aceite y alejé la sartén por miedo a que callera encima de nosotros. Él siguió mordiendo en mi interior y perforándome con su lengua. Se me escaparon los primeros gemidos cuando su lengua exploró más a fondo mi interior.

-Follame, follame duro.- Le imploré.

Se levantó y pasó su lengua por mi espalda hasta llegar a morderme una oreja. Intenté darme la vuelta para besarle, pero me lo volvió a impedir y me empujó con más fuerza.

-Tio, venga, vamos a la cama. Tengo muchas ganas- Volví a intentarlo.

Saqué el culo para restregarlo con su polla y se alejó de mi. Por fin me pude dar la vuelta y verle la cara. Estaba muy rojo, casi tanto como su capullo que apuntaba hacia mi. Me miraba muy serio, como si no pudiera seguir. Busqué sus labios que me devolvieron el beso, pero estaba casi quieto, respondiendo por instinto. Intenté bajar besando su pechopara mamar su verga pero me detuvo.

-Creo que te debo una cosa.- Dijo muy serio.

Me empujó dejándome de nuevo con el culo expuesto. Se arrodilló y pasó sus manos entre mis piernas aggarandome la polla que tapaba el delantal. Me mordió las nalgas mientras me masturbaba por detrás.

No era ninguna fantasía que me pajeara así, pero era placentero. Tardé un buen rato en correrme aunque me hubiese gustado que fuera de otra manera. Cayó la corrida en el suelto e intenté devolverle el favor. Me rechazó otra vez y se fue a la ducha.

-Eh, espera. Déjame que desayune algo de leche.- Acaricié sus huevos provocando que me rechazara de nuevo.

-No, da igual.-

-¿He hecho algo mal?- Pasé mis brazos por su cuello y nos besamos - Estas muy raro.

-Ya... Perdóname.-

-¿No quieres follar conmigo?- Mordí su oreja y me separó de un empujón.

-Tú que vas a saber. No sabes nada.- Noté furia en sus ojos.

-¿Se puede saber qué cojones te pasa?- Noté que esto iba de mal en peor.

-Pues me pasa que no sabes nada. No puedes entenderlo, tengo problemas vale. Pero tú no lo sabes. Tienes una casa para ti solo, ropa buena, dinero en la cartera, una amiga que mataría por ti... - Sus ojos se humedecieron.

-Venga, sientate y me lo cuentas.-

Se fue camino de la habitación y me puse delante. Su superioridad física se hizo patente y me tiró al suelo. Me agarró de las manos y me besó.

-Eres un niñato privilegiado. No te voy a hacer más daño.-

Me quedé en el suelo mientras el recogió su ropa y se marchó. No había entendido nada, solo que se había ido. Quería llorar pero casi ni podía hacerlo. El suelo estaba frío y solo llevar un delantal de cocina no ayudaba. Busqué el teléfono para llamar a Laura. Estaba buscando su contacto hasta que vi uno mejor. Sabía que necesitaba estar en compañía de gente y eran la mejor compañía posible.

Sonaron algunos tonos hasta que al final lo cogieron, conocí su voz con el simple diga y me alegré horrores de oír esa palabra:

-Isa, soy yo. Puedes decirle a mamá o papá que se pongan.-

-Vale, voy- Contestó con desgana.

Esperé un minuto en el que me sentí ridículo desnudo con el delantal.

-Dime Lucas- Era la voz de mamá.

-Te importaría si cojo un bus y paso el finde en casa.-

-Claro, mi amor. ¿Y eso, no tienes clase hoy?-

-No, no. He pensado en aprovechar para veros, así de repente, ya sabes.-

-Venga, venga. Vente para casa y hablamos.-

Colgué y miré el horario de los autobuses. Madrid-Valencia dos horas y diez minutos. El próximo salía en una hora. Compré el billete y me meti de nuevo en la ducha. Cogí una chaqueta, el e-reader, dinero, llaves y móvil. No había ni limpiado la lefa del suelo de la cocina, ni desayunado, ni recogido mi intento de tortitas. Estaba huyendo a casa y fue lo mejor que podía hacer.

Los mejores abrazos tienen el poder de eliminarlo todo, de hacer que todo fluya y sea fácil. Aquel abrazo después de más de un mes fuera, aquel abrazo de mi madre lo curó todo. No le di explicaciones sobre Jaime, ella lo sabía todo antes. Las madres tienen un poder sobrenatural, parecido al haki avanzado de observación, tienen visiones del futuro y lo saben todo antes.

Mientras mi madre me abrazaba, tenía unas pequeñas cucarachas abrazando mis piernas. Cuando mi madre se separó un poco levanté a mis dos hermanitas. Sentirse en casa era una sensación maravillosa.

Mi padre estaba en el trabajo. No me dijo nada cuando entré en el taller, tan solo me miró con cara de sorpresa. Llevaba uno de sus monos azules, los guantes desgastados y todo adornado con manchas de grasa. En aquel taller nunca pasaba el tiempo.

-¿Sabes que no está bien dar sorpresas a viejos?-

-Ha sido un plan improvisado.- No sabía que más decirle o si tenía que decir algo.

-¿Has venido a ver a tu viejo padre o a recuperar viejas tradiciones?-

-De todo un poco.-

Lo dejé mientras trasteaba aquel coche viejo y cumplí con mi viejo ritual. Subí las escaleras de acero con calma, recreándome en cada escalón. Me miré en el reflejo del cristal de la oficina y no me reconocí. No era aquel chaval que se pasaba las tardes allí encerrado haciendo deberes. Tampoco el que quería quemar Madrid. Sentí algo de pena de mi reflejo. Había pasado dos horas de autobús sudando, había huido de Madrid por un gilipollas que había conquistado toda mi mente, me había vestido sin mirar la ropa...

Posiblemente todos perdemos algunas veces. Esa era mi sensación desde que no estudiaba en aquella sala: la derrota. Podía luchar contra ella pero siempre volvía.  Allí, entre esos cristales y el olor a aceite y gasolina era un ganador.

-¿No me diras que tienes un examen y has vuelto para estudiar?- Mi padre estaba debajo de las escaleras, sin el mono, secándose las manos y con gesto de haber terminado.

-Algunas veces cierro los ojos y pienso que estoy aquí para concentrarme.-Lo escuché reír después de mucho tiempo. Esa risa sincera, de puro afecto.

-Vamos a casa, tu madre nos estará esperando.-

Cuando volví a entrar en casa me di cuenta que esas cuatro paredes eran mi hogar. Estaba igual que siempre, solo Isa y Nuria estaban más altas, el resto estaba congelado.

Cuando entré me acerqué a la cocina y me senté en el suelo, mientras mi madre cocinaba. Me acordé de mi cocina revuelta y mi lefa en el suelo. Me avergoncé mucho.

-Recuperando tradiciones. No has cambiado, hijo mio.-

-Dame tiempo mamá.-

Me levanté y puse la mesa. Me alegró volver a hacerlo para más de una persona. Había tanta comida como en Navidad, aún más. Supongo que era la forma en la que mi madre decía que me echaba de menos. Todo estaba demasiado bien y la realidad me golpeó en la cara:

-Hermanito, tienes un mensaje de Jaime.-

Alcé la vista y me arrepentí de dejarle mi móvil a Nuria para ver sus dibujos. Le arranqué el móvil de las manos y lo guardé en mi bolsillo. No quise decir nada. Todos fingieron que no había pasado nada, pero los ojos de Nuria me hicieron saber que la había cagado con ella.

-Nuria, en mi mochila está la tablet. Cógela, vale-

Con su risa infantil se dispersó la tensión del momento. El mensaje de Jaime seguía sin ser leído y no tuve energías para enfrentarme a él.

Pasé toda la tarde en el sofá, haciendo como que veía las telenovelas de mi madre, aunque no le presté atención. Solo repasaba todos los posibles mensajes, sin abrirlo, haciendo que aquel gato siguiese en un estado indeterminado, sabiendo que observarlo alteraría su estado.

-¿Me vas a contar quien es ese Jaime?-

-No es nadie importante.-

-Gracias a él has venido. Es importante.-

No le contesté. No tenía fuerzas para explicárselo todo. ¿Cómo explicar nuestra relación si el sexo? Estaba demasiado cansado, demasiado agobiado y demasiado alterado. Esa era mi verdad, era demasiado cobarde como para enfrentarme al mensaje. Afortunadamente mis hermanas me salvaron al obligarme a jugar con ellas.

Esa primera noche no podía dormir. No es que me hubiera olvidado de dormir en mi cama, algo me atormentaba, siempre era él. Salí al jardín abrigado en la oscuridad, abrigado con esa ropa que había dejado en Valencia.

Me senté en el suelo, apoyando la espalda en un árbol y saqué el móvil. Nunca había visto un mensaje tan largo.

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El mensaje de Jaime

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Quiero pedirte perdón y contarte la verdad. Si no quieres saber nada de mí, si me ignoras, si no me vueles a mirar, lo entenderé. No sé si no quieres abrirme la puerta o te has ido. Tengo muchos problemas con mi familia, bueno mi madre murió de cáncer hace dos años. Mi padre nos dejó antes que yo naciera. Ahora vivo con mi abuela. Vivimos con su pensión de 400€ y una ayuda que me dan. Tenemos que pagar las deudas de un negocio que montó mi padre y ella avaló.

Te dije que no entendías nada, porque no puedes entenderlo. Empecé vendiendo fotos desnudo para ganar algo de dinero. Después vinieron las pajas. Después, los videos y me encontró una productora. Un polvo con una máscara y podíamos comer un mes.

Esas marcas que vistes me las hicieron como te conté. El resto es verdad.

Cuando me llamaron esta mañana era para hacer una escena. Por eso no quería que me tocaras, necesitaba ir lo más a tono posible. Voy, follo con desconocidos y cobro lo suficiente. Mi vida es así. No puedo dejarlo, solo puedo dejarte que vueles libre.

Por favor, no se lo cuentes a nadie.

Siento haber te hecho tanto daño.

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Esa historia encajaba bien, demasiado bien. Volví a mi cama y me dormí. Tan solo había dejado un mensaje para Jaime. Creía haber empezado a hacerlo bien.

Estoy en Valencia. Hablamos. Te quiero.

A los pocos minutos, llegó la contestación:

Ok, yo también te quiero.