Fuego cap I: ir despacio

Cojo el móvil y busco el contacto de Jaime. Le mando una fotopolla con un escueto mensaje: -Calcula la probabilidad de que acabe en tu boca.

Sea f(x) una función constante en un intervalo [a,b], si a es menor de cero y b mayor que cero, o b menor que cero y a mayor, existe un punto c que pertenece a f(x) que es igual a cero. Con esta misma formulación, se puede extender el teorema de Bolzano a un espacio R tres siempre que sea ...

Debería prestar atención, pero copio por inercia. Es lo único que puedo hacer, copiar y copiar Intento solo levantar la vista del papel para mirar la pizarra y sumergirme en la explicación. El cálculo no tiene ni sonrisas, ni guiños, ni me pone cachondo...

Si tenemos una función en dos dimensiones, f(x,y), podemos decir que existen derivadas parciales para cada una de sus variables y primitivas para cada una de sus variables. Estas nuevas funciones tendrán las propiedades de que vimos en una dimensión...

Esta tarde tengo que repasar esto, no entiendo nada. Tengo la cabeza en otra parte y no puedo concentrarme. Cierro los ojos y pienso en él, en su maldita risa y en su pendiente. ¿Los pendientes siguen de moda? Ese pendiente no se va de mi mente junto a su sonrisa.

Por esta razón, no existen funciones que se puedan definir en conjuntos acotados si no se pueden definir totalmente en dominios que no se conocen. Esos espacios geométricos, si se definen mal, dan lugar a soluciones no válidas. Una solución es válida si pertenece al dominio y se puede demostrar. ¿Alguna duda? Bueno, el jueves seguimos con las ecuaciones diferenciales en derivadas parciales. Repasad la clase de hoy y mandad la práctica antes del viernes.

Si no termina me hubiera muerto. No aguanto este ritmo y solo quiero que acabe. Queda clase de circuitos y no quiero ni pensar en ello. Jaime sigue sentado, en primera fila, sin hablar con nadie, sin darse la vuelta... Una parte de mi quiere ir a besarle, y la otra, la otra quiere que desaparezca. Quiere vivir en la tranquilidad que destroza cuando me mira.

-¿Vienes a por un café rápido o prefieres dormirte en circuitos?- Es Héctor y su voz de pito.

-No, tengo el estómago revuelto- Le contesto con cara de pocos amigos.

Miro el móvil y me da por reír. No es capaz de mirarme, ni se levanta para hablar conmigo, ni me ha dado los buenos días, pero si le gustan mis estados. Le gusta torturarme, que esté loco por él. El estado le da igual, ni siquiera entiende me referencia a Madara. Él es de los que tienen moto y juegan al fútbol. Yo sé quién es Madara Uchiha.

Viene el profesor de circuitos y todos vuelven a sentarse. Miro el móvil, en una hora soy libre. Saco los apuntes y pongo unas cuantas hojas blancas debajo. Leo rápidamente lo de la clase pasada y me relajo.

Si tenemos una función de transferencia podemos caracterizar cualquier filtro según su tipología. Aunque sea de un orden superior, todo filtro se clasifica según los cuatro tipos elementales...

Me aburro y miro el móvil. Han pasado solo diez minutos y ya estoy despistado. En el grupo de clase hablan de ir de cervezas. Es lunes y no voy a ir. Solo quiero volver a casa. Jaime dice que va a ir. Una razón nueva para no ir, no quiero ni verle. Solo quiero que me vuelva a besar... Joder, tengo que volver a clase.

Este filtro, lo forma un condensador en serie con una resistencia. Según si se toma la salida en el condensador o en la resistencia variará el tipo de filtro... Todos los ejemplos anteriores se transforman en otros si la salida no es la resistencia. Si no lo teneís claro lo vemos en tutorías. Ahora pasamos a normalizados.

Ya quedan pocos minutos. No quiero mirar el móvil. Me duele la mano de escribir estas chorradas, creo que es lo único que he entendido hoy. Me siento mejor que cuando estaba en cálculo, todo es mejor que esa tortura. En especial porque aquí no pregunta Jaime. Odio cuando hace eso, odio que me recuerde que existe.

El profesor mira el reloj y dice qué se acabó. Sonrió y recojo los folios. Me pongo la chaqueta y salgo casi corriendo. Me separan de mi objetivo cuatrocientos cincuenta y cuatro pasos, la distancia de mi silla en clase a casa. Los cuento todos los días. Me pongo los airpods y a The Teskey Brothers para que me acompañen. Todo va tan bien que me sorprende que no se joda antes. De repente, la música casi no se oye por las interferencias de una moto, su moto. Lo miro y mi mala uva por estropear So Caugth Up desaparece.

-¿Vienes a tomarte algo, guapo?- Me pregunta sin parar la moto. Lleva la chaqueta de cuero, los vaqueros rotos y una camiseta blanca. Me pongo enfermo al leer en su camiseta "Lo esencial es invisible a los ojos". Me he acostado con un fan del Principito.

-No, tengo cosas, cosas que hacer- Digo titubeando. Parezco idiota cuando hablo con él. Sonríe como siempre al verme intimidado. - Los lunes no se sale.

-Esta tarde voy a mirar lo de estadística. ¿Voy a tu piso y lo vemos?-

-Vale.- Y acelera dejando un rastro de gasolina quemada.

Creo que he perdido el norte. Solo pienso en él. En la otra noche, en que me traiga el desayuno a la cama. En su boca recorriéndome. Creo que me estoy colando y me doy asco.

Llego al piso y pongo unos macarrones a cocer. Voy a mi habitación y hago la cama mientras me acompaña Marvin Gaye. Miro el móvil y el buen rollo se vuelve a perder. Soy un idiota. Son solo las doce y media y hago ya la comida. Estoy desnortado, apago el fuego y me tiro al sofá.

Suena el puñetero móvil, es Laura. Querrá que le cuente el finde. No lo cojo porque sé que querrá todos los detalles y yo no los quiero compartir. Pienso en poner la tele, pero no encuentro el mando, ni las gafas. Suena otra vez el móvil y cuelgo. Lo pongo en silencio y me levanto del sofá. Las gafas están en el mueble, el mando en su sitio y todo se vuelve más lúcido.

Saco la carpeta y reviso el horario. Mañana hay práctica de informática, teoría de estadística y seminario de algebra. Hasta las tres de la tarde haciendo el tonto. Vuelvo al móvil y llamo a Laura:

-Hola caracola, ¿quieres algo?-

-Querido, querido, querido. ¿Desde cuándo no le cuentas a tu mejor amiga tus aventuras amorosas con el motorista fantasma?-

-Si ya lo sabes todo. Tú lo sabes todo. No lo ves en tus cartas.- Intento evitar el tema por todos los medios.

-¿Me cuentas tu aventura ahora o te tengo que invitar a cenar para que me lo cuentes?-

-Tengo clase mañana. ¿Te viene mejor jueves?-

-Vale, compro sushi. Tú traes tequila y peli.-

Le cuelgo para ponerla furiosa. Saco los macarrones del agua y pongo por fin  la tele. Solo hay programas de política y dejo uno de fondo. Van hablando expertos y expertos sobre algo de corrupción y hacen directos en juzgados y sedes de partidos. Me divierten sus argumentos baratos y repetitivos. Siempre es igual.

Tras gratinar los macarrones, como mientras la portavoz del gobierno enumero medidas y medidas económicas. Pongo estos programas para fingir que no estoy solo en casa. Son mi compañía, mientras estudio o hago tareas, mis compañeros de piso son tertulianos. Río solo al pensar si me los encontrara en la ducha. O peor, que me hubieran pillado en la ducha con Jaime, o en la cama, o en la cocina.

Pongo el plato en el fregador y cojo un plátano. Le muerdo  y por un acto de instinto empiezo a chuparlo. Noto como mi entrepierna se despierta y mi cara se enrojece. Me lo intento comer como una persona normal pero fracaso estrepitosamente. Me bajo los pantalones y los bóxers de un tirón y miro mi polla morcillona. La descapullo y escupo en mi mano para hacerlo más placentero. Hago un sube y baja lento, bajo a jugar con mis huevos y algo se tuerce.

Cojo el móvil y busco el contacto de Jaime. Le mando una fotopolla con un escueto mensaje:

-Calcula la probabilidad de que acabe en tu boca.

Con un esfuerzo titánico subo mis pantalones e intento tranquilizarme. Estoy cada vez más cerca de un adolescente que de un veinteañero responsable. Busco mi carpeta y me siento en el escritorio para que me polla baje y la tarde sea productiva.

Esa es la mejor manera de bajar un calentón, el cálculo diferencial. Puede que de sueño, pero lo combino con algo de música. Así todo es analítico, no hay chupetones, ni culos prietos, ni leche. Solo hay operaciones, integrales y cálculos interminables. Del cálculo pasa a estadística y sigo otro rato en compañía de Gauss, Bernuilli y Rayleigh.

Todo estaba en orden hasta que la música para. Miro y Jaime me está llamando. Me he olvidado de él, y corro a abrir la puerta. Me mira con cara de perro, harto de tocar el timbre. Entra y se acuesta en el sofá.

-¿No íbamos a hacer estadística?- Pregunto pareciendo simpático aunque ese no sea mi papel.

-Porque no me explicas si después de pasar el mejor sábado de la historia no me contestas los whatsapp, no te pones a mi lado en clase y huyes de mi. Después, consigo que me invites a tu casa, me envías una fotopolla y no me abres la puerta. ¿Qué cojones quieres?-

Dijo así soy una persona horrible. Pienso en posibles respuestas, desde la sume de mis flojas excusas hasta en una gran historia. Opto por lo que puede que sea el camino más fácil.

-Soy complicado. No sé hacer estas cosas.-

Se levanta y se pone muy cerca mía. Puedo sentir su respiración alterada, el sudor en su frente y sumergirme en sus ojos marrones. Me contengo para no comerle la boca.

-Pues ahora soy yo quien no quiere estudiar estadística. Ni quiero follar.- Se dirige a la puerta y tengo claro que la he cagado y mucho.

-Espera, lo siento, ¿vale?- Consigo que se detenga.- No quería agobiarte. El sábado fue lo más y quiero que se repita muchas veces. Y quiero sentarme a tu lado en clase. Y quiero ver películas en el cine. Y quiero cocinar para ti.-

-Quiero conocerte. Quiero conocer a algún amigo tuyo, quiero comer algo rico y un plan tranquilo. Hasta eso, no habrá planes sin ropa.- Cerró dando un portazo y me quedé helado. Por primera vez en la historia había perdido una discusión, me había ganado en mi campo.

Tenía muchas dudas, pero la principal es si lo había ensayado. Me hizo una escena digna de las mejores escuelas de interpretación. Había estado a la altura de Audrey Hepburn.

Ahora necesitaba al ángel mecánico. Por suerte Laura es una experta en todo y sabe solucionar mis problemas. Me tranquilizó hablar con ella, tanto que pude volver a la estadística sin pensar de nuevo en Jaime y su número.

Acabé cuando me picaban tanto los ojos que no podía casi ni tenerlos abiertos. Miré el reloj y eran cerca de las nueve de la noche. Me quedaban unos treinta problemas de los optativos, pero esos serian para otro día.

Busqué los pantalones de correr, me los cambié, cogí las llaves, los airpods y el móvil y salí a despejarme. Seguí la ruta larga, bajar hasta el parque, darle una vuelta completa, subir hasta la orilla del río, cruzar el puente y volver a casa por el siguiente. Era un trayecto de una hora y veinte minutos, con record en una hora y diez.

Por desgracia, no pude superar mi record, ni siquiera acercarme. Posiblemente no era mi día y no le di más importancia. Mientras volvía a casa me crucé con unos ojos azules que se guiñaron cuando pasé. No los perseguí porque quería hacerlo bien con Jaime, aunque ese culo me dijese lo contrario.

Llegué a casa recordando aquel culazo y sintiéndome por primera vez fuera del mercado. Me duché y comí algo del frigorífico para tirarme en la cama. Puse el móvil a cargar y cerré los ojos de puro agotamiento.

El día siguiente pasó como una exhalación. Las prácticas de informática fueron un horror que acabó cuando a mi código le dio por funcionar. La teoría de estadística luchó contra un café de la máquina expendedora y el seminario de álgebra fue una charla aburrida sobre software libre. Tomé una ensalada en la cantina con Héctor y pasé toda la tarde en la biblioteca.

Jaime se sentó a mi lado y permaneció en un escrupuloso silencio. Yo seguí programando, buscando la solución para las prácticas extra. Si las hacía todas me liberaban parte de la materia y necesitaba terminar aquel lío de bucles. Cuando lo hice relativamente bien, le di un suave codazo a Jaime y le dije si quería un café.

-Esperaba un plan mejor que este café asqueroso-

-El jueves por la noche, en mi piso. Vendrá mi amiga Laura, habrá sushi, palomitas y tequila.- Había ensayado la frase delante del espejo antes de ir a la universidad.

-¿Y qué hacéis?-

-Vemos Anatomía de Grey, criticamos a todo lo que se mueve y jugamos al póker.- Su cara era un poema.

-Esperaba un plan más...-

-Hetero. Dilo, no me importa.- Se incomodaba a cada palabra mía.

-No, no. No quería decir eso, es solo que pensaba en otra cosa. No me hagas caso.- Empezaba a sudar de lo nervioso que estaba.

-¿En ir a los servicios a jugar un poco o volvemos a estudiar?- Tiré la caña esperando pescar.

-No, no. Tengo que irme enseguida. Hablamos.- Su fue casi corriendo.

Tenía dudas si las cosas se habían precipitado mucho. El viernes fuimos de cañas y pasó desde esa noche hasta el sábado follando en mi casa. Ahora nos acercábamos al punto de inflexión de ser una pareja, follamigos o nada. A lo mejor ese era el problema, empezar la casa por el tejado, aunque el tejado tenga la forma de un falo dentro de un culo.

Volví a la biblioteca sin ganas de seguir estudiando, pero le di algunas vueltas a lo de programación antes de ir a casa. Solo pensaba en Jaime y lo difícil que era esto para mí. Ese día no iba a salir a correr, así que apuré el tiempo en la biblioteca hasta la hora del cierre mirando el código sin saber si había espantado de nuevo al motero.

El miércoles desperté como si me hubiese atropellado un camión. Me dolía todo, desde la punta de los pies hasta el pelo de mi cabeza. Miré que no tuviese prácticas y me quedé en la cama. Me levanté para tomarme una pastilla y volví a mi cama hasta pasado el mediodía. Me olvidé de todo porque solo quería no tener que salir de la cama. Allí no existía la carrera, ni Jaime, ni me sentía solo... Cambié la cama por el sofá y seguí tirado como un trapo viejo. Todo me daba igual, puse mis programas de política y los miraba con desgana, esperando que el tiempo pasase.

El jueves me vi obligado a salir de mi letargo. Me obligaron tres sesiones de prácticas desde las 9 a las 15h, sin apenas descanso. Jaime se sentó a mi lado para hacerlas juntos, pero no hablemos de nada más allá de cómo resolverlas. No quería más dramas, así que me dejé llevar. Al acabar estábamos exhaustos y salimos cada uno para su casa sin cruzar palabra. Ni siquiera sabía si vendría esta noche, y lo más curioso es que me daba todo igual.

Calenté un tupper de carne en salsa y me lo comí con desgana tirado en el sofá. Miré el móvil pero no tenía tiempo para contestar a esas chorradas. Necesitaba energía vital para sobrevivir y me dediqué a limpiar la casa en compañía de The Black Keys. Después iba a darme una ducha y recordé una manera de animarme muy sucia.

En el primer cajón del escritorio, al fondo había un estuche con un rotulador. Lo saqué y lo besé como el mayor secreto que tenía. Me fui a la ducha con mi amigo y dejé caer el agua por mi cuerpo mientras lo lamía como una piruleta. Lo sujeté con la mano izquierda y con la derecha busqué mi palpitante polla. Posiblemente fue lo mejor de aquella semana aciaga, lamer ese viejo rotulador mientras me masturbaba debajo de la ducha como un mono en celo.

Tras embadurnarlo en saliva lo puse entre mis nalgas y lo empujé con suavidad a mi interior. Lo saca y lo metía al mismo ritmo que bajaba y subía mi mano por mi rabo, con los ojos cerrados, recordando como lamía el musculado cuerpo de Jaime es este mismo lugar.

Dejé el rotulador en mis entrañas y me enjaboné a conciencia, repasando cada uno de los rincones de mi cuerpo, sintiendo como mi corazón palpitaba y enviaba más y más sangre a mi polla. Volví a abrir el agua y con una mano en mi delantera, y otra en mi trasera, me di el máximo placer posible hasta que mi semen acabó en la mampara de la ducha y mis vecinos enterándose de lo bien que lo pasaba.

Me sequé y busqué algo de ropa para la noche. Tenía claro que me pondría los bóxers de las cosas importantes, eran rojos con la cintura en negro, mis CK más ceñidos. Los pantalones solo podían ser los pitillos negros y la camisa elegida fue la azul celeste, que me remangué para darle un toque casual.

Me eché tanto perfume como para intoxicar a todo el barrio y repasé que todo estuviese en orden hasta que llegaran mis invitados.

El primero en llegar fue Jaime. Cuando tocó el timbre y vi su cara en el telefonillo me sentí como una adolescente en su primera cita y no pude evitar saltar de la emoción. Salí a la escalera para esperarlo y examiné su vestimenta. Traía sus zapatillas blancas con un vaquero roído. Su inseparable chaqueta de cuero abrochada. Solo esperaba no tener que volver a ver su camiseta del Principito.

Tenía una bolsa de plástico entre sus manos, qué resulto ser vino. Agradecí el gesto mientras compartíamos una incómoda charla de pie. Sonó de nuevo el telefonillo y Laura hizo su puesta en escena. Tras la presentación de rigor fui a calentar las palomitas en el microondas y Jaime quedó a merced de las malas intenciones de Laura.

Mientras las palomitas giraban, yo intentaba pegar el oído sin éxito, temeroso del interrogatorio al que se enfrentaba Jaime. Me recriminé a mi mismo no haberlo preparado para enfrentar las habilidades de cotilleo extremas de mi mejor amiga.

-Lucas, ¿vamos a ver The Good Fight?-

-No, tocaba Grey.- Dije algo despistado.

-Grey es con tequila y Alicia con vino.-

-Lo he traído yo.- Intervino Jaime, visiblemente despistado.

Laura cogió la botella y la examinó con detalle. Le dije con los hombros que estaba algo loca. En ese momento me di cuenta que Jaime llevaba una camiseta de shingeki no kyojin y no pude evitar sonreír como un bobo. Si a alguien le gusta ver como cortan en rodajas a gigantes bobos, sin duda es un buen partido.

Fue mi divertido resumir dieciséis temporadas en unos pocos minutos para que Jaime pudiera entender el episodio. Laura se colocó en el centro del sofá, haciéndonos imposible que hiciéramos manitas o algún susurro sin que lo supiera. Cuando acabaron los dos episodios, Laura se fue a dormir.

-Bueno, pareja. Usad protección y portaos bien.- Cerró la puerta mientras nos guiñaba un ojo.

Jaime me miraba algo despistado. Estaba entre besarle o decirle que se fuera. No lo había pasado especialmente bien, lo que era normal dada la situación, pero si quería conocerme tendría que conocer lo malo también.

-Siento que fuera la cita que esperabas-

-No te preocupes.- Apuró el último chupito de tequila.- Aunque creo que dejaré la moto aquí, no estoy en condiciones de conducir.

-Puedes quedarte aquí.- Me di cuenta que volvía a presionarle.- Podemos dormir, sin hacer nada más. Solo dormir.

Cogió la botella y rellenó nuestros vasos.

-¿Sabes jugar a yo nunca?- Asentí y dejé que empezara.

-Yo nunca había visto esta serie.- Bebí de un trago todo el vaso.

-¿Y eso?-

-Te quiero algo más borracho.- Dijo en un tono jocoso.

-Yo nunca he montado en moto.- Bebió mientras reía.

-Yo nunca me he acostado con una chica.- Permanecí quieto. -Pensaba que alguna vez con Laura, ya sabes por probar.

-No, nunca. Como mucho un pico.- Tomé aire intentando pensar.- Yo nunca he ido a una playa nudista.- Ahora sí que bebió.

-Yo nunca he visto las películas de Harry Potter.- dijo entre risas

-Fuera de mi casa muggle.- Y estallamos a reír al unísono.

Lo miré a los ojos y me quedé encerrado en aquel mar marrón. Quería pensar que aquello era real, aunque en mi cabeza se repetía eso de que vivíamos encerrados en una ilusión reflejada en la luna por Madara Uchiha.

-¿Me oyes? Lucas, Tierra llamando a Lucas.- Salí de mi ensimismamiento. - Te estoy diciendo que si cambiamos a las prendas.

-Vale, lo que quieras. ¿A sí o no, verdad?- Lo miré de arriba a abajo.- ¿Has visto shingeki no kyojin?-

-No, la he comprado porque vi algo parecido en tus estados. No entiendo nada.- Su puso rojo y me sentí alagado por su interés en mí.- ¿Alguna vez has ...?

No lo dejé seguir e invadí su boca con mi lengua. Me correspondió y se sentó sobre mi mientras nuestras lenguas bailaban. Se quitó su camiseta y al separarnos volvió a hablar:

-¿Me perdonarías si te digo que no quiero hacerlo esta noche?- Lo miré incrédulo. No entendía porque no quería que lo hiciésemos. En especial, porque no era nuestra primera vez.

-¿He hecho algo mal?-

-No, no.- Se sentó el el sofá.- Digamos que el otro día hice una idiotez y ahora no quiero que...

Se levanto y cogió su camiseta. Le agarré del brazo y puse cara de macarra aunque él era mucho más fuerte que yo.

-O me cuentas qué te pasa o me lo cuentas.-

-Joder Lucas. La he cagado, vale. No quería meterte en esto, porque no te mereces que te salpiquen mis mierdas. Prométeme que no vas a sufrir por esto.

Se bajó los pantalones y todo encajó como un puzles. Tenía un muslo con una herida sangrante, rodeado por un hematoma de  grandes dimensiones.

-¿Has ido al médico? ¿cómo te has hecho esto?-

-Sí, si tranquilo. No te preocupes. Todo está bien.-

-¿Cómo te has hecho esto?- Repregunté mirándole fijamente.

-Fue con la moto vale.-

-He visto dieciséis temporadas de Grey. A mí no me engañas con esas tonterías.-

-Joder, me lo hice vale. También me hizo esto.- Se bajó el bóxer y tenía marcas moradas en las nalgas.-

Comenzó a llorar y le abracé. Lo acompañé a mi cama y se tumbó. Estuve acariciándole el pelo hasta que se fue tranquilizando.

-¿Quién es él?- Le pregunté esperando a algún narcotraficante o algo peor.

-Ya se ha acabado.-

-¿Lo has denunciado?-Se giró para tener contacto visual.

-Son cosas distintas. Lo de la pierna fue un accidente. No te preocupes.-

-Un accidente para tener esa herida, no es un accidente. Te clavaron una navaja o algo más grande.-

-Joder, era el juego. El miércoles no te vi en clase, estaba cabreado y fui al piso de unos colegas. Les va el sexo cañero y esas cosas.-

-Esa herida no se hace con una polla-

-Ya. Me ataron y me dieron con el látigo. Uno intentó romper mis bóxers con una navaja, otro le dio con el látigo y sin querer me la clavó.-

-Entonces, ¿quieres ir despacio, y después, te vas a que te sodomicen?-

-Dicho así... Suena mal. Pero no es tan malo- Se quedó callado.- Me he equivocado mucho. Ahora me voy.

-No, no. Quédate. Creo que necesitamos dormir. Mañana será otro día.-