Fue mía

No importaba lo que pasó antes, fue mía esa noche.

Samanta me miró y bajó la mirada. La tomé por la barbilla, y la forcé a mirarme. Estaba nerviosa, me encantó verla con su vestido de lino blanco. Besé sus labios, mientras la toqueteaba sobre la tela.

—Cuanto tiempo sin verte —murmuró

—Demasiado —sobraban las palabras.

Tenía mucho tiempo deseando ese momento. Mientras la besaba el ruido de las olas chocando con la playa me relajaban. Hacía cinco horas que llegaba a ese hermoso puesto turístico, aunque era importante para mi empresa que yo estuviera ahí. en ese momento lo que realmente importaba era estar con ella.

Bajé el cierre, mientras mis manos se deleitaban acariciando su piel tan suave, blanca y delicada. Sí, había sido de muchos, pero en ese momento era solo mía. Mientras yo la desnudaba, ella intentaba hacer lo mismo conmigo. Disfrutaba al máximo esa singular lucha de ver quien desnudaba a quien. Ahora no importaba mi poca experiencia. Ni todas las mentiras que le dije para poder estar a su lado.

Ahí estaba ella recostada con su piel desnuda, y esa rosa en su pecho pinchando un corazón, como tatuaje. Su melena caoba caía, por un lado. Y yo besaba su cuello. Las sabanas hacían un juego erótico con los pétalos rojos esparcidos para la ocasión Ella intentaba acariciarme, pero yo se lo impedía, me excitaba bloquear sus movimientos. Yo sería el amo de la noche.

Mis manos se deslizaron por su bella fisonomía. Mis labios besaban cada una de sus pecas. Y mi ser se deleitaba contemplándola como si fuera una obra de arte. A cada segundo mi excitación crecía. Ansiando poseerla.  Besé sus labios con ímpetu mordisqueándola levemente. Llevaba mucho tiempo deseando ese momento.

Besé de nuevo su cuello. Ahora jugaba con sus senos erectos, uno era torturado con mi mano y el otro era presa de mis labios. Desde hace mucho tiempo la deseaba. La encontré por coincidencia en una red social, nuestra comunicación fue rápida y fluida. Ninguno de los dos tenía una relación formal. Así, que fue fácil entablar esta cita.

La vi estremecerse con el hielo que yo depositaba en su ombligo.  Sus bellos ojos del color de la noche, y profundos como el deseo que yo tenía con ella no dejaban de mirarme.

—Nunca olvidaras esta noche —susurré.

desesperada ante la tortura y el deseo de seguir siendo tocada, se movía, pero no podía hacerlo mucho, pues con mi mano libre la tenía sujeta por las muñecas. De vez en cuando contemplaba mi pene.

Era hora de que el pedazo de hielo jugara con sus labios vaginales. Se deshizo con gran rapidez, mojando mi mano con la mezcla de sus flujos naturales y el agua helada. Mi mano hacía círculos alrededor de su clítoris. De vez en vez la pellizcaba y besaba sus piernas. Ahora gemía sin parar, mi miembro estaba a todo lo que daba.

Era mía. Su cuerpo blanco y delgado era solo para mí. Mi mano siguió jugueteando alrededor de su inflamado botón. Abrí sus piernas y succioné con mis labios todos sus flujos. Gritó y se movió con tanta violencia que mi cabeza fue aplastada entre sus piernas. El olor de su intimidad era exquisito.

Era hora de convertirme en su amor y señor. Separé sus mulos para acomodarme entre ella, era mi turno de disfrutar. Metí mi miembro con violencia, pero estaba tan húmeda que no la lastimé. Comencé a cabalgarla, acelerando poco a poco mis embestidas. Cuando no acariciaba sus extremosidades lo hacía con sus senos.

Estaba ya casi por terminar besé uno de sus senos, mordisqueándola un poco, lo húmedo de su cavidad ahora mis movimientos se mostraban salvajes.

Estallamos en un delicioso orgasmo, caí sobre ella. aspiré el aroma de su cabello. Dormí profundamente a su lado.

Cuando desperté Samanta no estaba en la habitación. Solo había una nota que leí con rapidez.

“Arturo:

Ya no somos los mismos de la secundaria.  Tú lograste el éxito profesional que deseabas. Pero yo… aunque tengo el dinero que quisiera no lo gano de la manera más honrosa.

No tuve corazón para cobrarte lo que debía, toma esta noche como un regalo. Debo volver a mi realidad, mi rutina y mis clientes”.