Frutos De Una Noche De Cuernos “Consentidos”

Skarlet y su esposo, Manuel, intentan ir a una fiesta de graduación. Sin embargo, Manuel decide cambiar los planes, empujando a su esposa a cumplir su fantasía de verla con otro hombre, sin saber que todo saldrá como menos se lo imagina.

Frutos De Una Noche De Cuernos “Consentidos”.

- Buenas tardes amigo -saludó Manuel, mi marido, a un taxista, agachándose a un lado del carro. -¿Cuánto nos cobra hasta el club orquídea? Queda ubicado cerca de La Mariposa, más allá de La Rinconada...

-Que va hermano... -contestó el taxista, luego de pensarlo unos segundos -la cola para allá está muy fuerte, no voy...

Mi marido se separó del taxi al oír la respuesta. Me vio a los ojos mientras se arreglaba la corbata del fino y caro smoking que llevaba puesto, para luego volver la vista de nuevo a la calle, viendo el pesadísimo tráfico vehicular que había, buscando otro taxi.

Mi nombre es Skarlet. Tengo 28 años de edad y estoy casada con Manuel, de 34 años. Soy una chica de 1.70 metros de altura, de medidas 105 - 63 - 97, de tez blanca, cabello negro azabache liso y largo, con un rostro muy bonito y cuidado, como todo mi cuerpo. Soy una chica muy deseada por los hombres dada mi forma física, la cual cuido mucho con sesiones de gimnasio. Los puntos más fuertes sin duda alguna son mis dos grandes pechos, naturales, desafiantes de la ley de la gravedad ya que están perfectamente parados y firmes, y mi cola, de nalgas redonditas y carnositas, que le dan ese aspecto de corazón invertido. Las curvas de mi cuerpo son bastante pronunciadas por lo que es fácil que mucha gente voltee a verme allá por donde paso, a pesar de que suelo ir vestida de forma más o menos recatada, sin resaltar mi cuerpo explosivo, a menos que la situación u ocasión exijan lo contrario.

En ese momento yo iba vestida con una blusa azul no muy pegada a mi cuerpo, salvo por la amplia zona de mis senos, los cuales eran oprimidos dándoles un aspecto bastante sugerente. Desde poco más arriba de la mitad de estos, hasta el cuello, la blusa tenía una tela azul también, semitransparente, la cual abarcaba hasta el cuello y las mangas que me llegaban hasta más arriba de la mitad de mis brazos. Por detrás, la blusa tenía una amplia abertura que dejaba buena parte de mi espalda al descubierto, por lo que no llevaba sujetador. Me había pegado un poco de cinta adhesiva corporal negra en forma de X en cada pezón para que estos no se marcaran en la tela. La blusa cubría hasta la mitad de mis caderas, terminando en ellas con algo de vuelo, como un pequeño vestido. Además de eso, tenia puesto un pantalón leggin negro bastante casual que se amoldaba perfectamente a mis curvas. En mis pies llevaba un par de sandalias stiletto, de tacón alto de aguja, de color negro. Por último, la única ropa íntima que llevaba era un hilo negro de encaje bastante sexy. El motivo de las cintas en forma de X en mis pezones y del fino hilo era que, además de ayudarme con el tipo de ropa que tenía puesta, me harían ver muy sexy para Manuel en la noche. Ya que esperaba que luego de la fiesta celebráramos nuestro quinto año de casados con una noche de amor y romance por todo lo alto.

Manuel, mi marido, es un hombre no muy alto, de 1,77 metros de estatura, es de contextura normal, con musculatura definida, aunque no tanto. Su miembro mide 14 centímetros, y siempre va depilado en todo su cuerpo, ya que no le gustan los vellos corporales. Es de tez blanca también, de cabello rubio. Como ya dije anteriormente, iba vestido con un smoking negro, camisa blanca y corbata negra.

Era un viernes por la tarde, más exactamente las 6 p.m. y buscábamos la manera de ir a la fiesta de graduación de mi hermana menor, Sara, que se iba a celebrar en un club llamado "La Orquídea", ubicado cerca del embalse " La Mariposa" que suple de agua a la ciudad de Caracas. Como era viernes, y además día de cobro, la ciudad era un caos total. Ese era el quinto taxi que parábamos a ver si nos llevaba al club. Y por supuesto, al estar en el centro de la ciudad, y con el tráfico en semejantes condiciones era de esperar que ninguno quisiera llevarnos. Sin embargo, 3 taxis más después, uno aceptó hacer la carrera...y vaya, que carrera.

Abordamos el taxi, metiéndonos en la parte de atrás del mismo. Al estar el centro de la ciudad tan congestionado, tardamos alrededor de 40 minutos para llegar a la autopista Francisco Fajardo. Durante todo ese tiempo Manuel, sentado a mi derecha, se dedicó a sobar mi muslo derecho suavemente, pasando a la cara interna del mismo con frecuencia. Ese trato me iba excitando poco a poco, hasta el punto en que sentía mi vulva bastante mojada. Al llegar a la autopista me dio un beso en el cuello, siendo algo brusco en su movimiento.

-¡Manuel! ¿Qué dirá el señor? -dije en un tono de voz no muy alto, aunque noté que el taxista me escuchó, ya que le dio un vistazo al retrovisor.

- Dirá que me entiende mi vida, con lo rica que estás provoca comerte a besos donde sea. –Me contestó de manera muy pícara.

-Compórtate, mira que la celebración de nuestro quinto aniversario es después de la fiesta…- le contesté, también de forma pícara. Manuel me dio un par de besos en el cuello, no muy largos, y siguió sobando mis muslos.

-¿Por qué esperar tanto mi vida…? –me dijo al tiempo que me daba un tercer beso.

-Tenemos que ir a la fiesta de graduación de Sarita, Manuel…- dije, con voz algo entrecortada por la excitación. Manuel en ese instante metió su mano directamente entre mis piernas, sobando mi vulva por encima de la ropa.

-Pero si estas más caliente que yo mi amor…ya mojaste el leggin…- me dijo al tiempo que continuaba sobando en círculos por encima de la ropa. Esto hizo que mi respiración se agitara cada vez más rápido, era cierto que ya estaba muy excitada. Y el hecho de que me hiciera todo eso delante del taxista, me daba cierto morbo.

-Manuel…quédate…quieto…- le decía yo, con la respiración bien agitada ya que la excitación le comenzaba a ganar terreno a mi cordura.

--Ssshhhh mi amor…- me dijo al oído, para seguidamente hacerme verlo a los ojos guiándome con su mano derecha por mi mentón. Me dio un pico corto, y luego se separó unos milímetros, viéndome a los ojos fijamente. Luego me dio otro un poco más largo, luego otro más para seguirme observando a escasos milímetros. Sentía su respiración, y estoy segura de que él la mía, ya que seguía sobando mi entrepierna, cosa que pasó a hacer con más agresividad, ya que él notó como mis manos, que hace unos segundos luchaban de manera no muy convincente para sacar su mano de mi entrepierna, ahora se encontraban dóciles a cada lado de mí, mientras mis piernas se hallaban ya separadas permitiéndole que actuara a sus anchas. Unos segundos más de trato, y mis enormes pechos parecían que fueran a romper la blusa, por la fuerte excitación en que ya me tenía sumida. –Mi cielo…quiero que mi regalo sea especial hoy…quiero que me cumplas mi fantasía…- me dijo.

Yo sabía a qué se refería. Teníamos tiempo hablándolo, ya que su fantasía, era nada más y nada menos que verme con otro hombre. Bueno, en realidad no lo hablábamos, sino que cada vez que él tocaba el tema, yo lo esquivaba. Debo decir que lo amo muchísimo, y es por eso que no lo dejé la primera vez que me mencionó el tema. Soy una chica que acepta ciertas cosas en la cama, pero nada más allá de lo normal. Un disfraz, alguna posición sexy, etc. Pero, ¿Acostarme con otro hombre? ¿Qué es eso? Cuando me casé hice mis votos. Además, no me parecía de hombres el hecho de que él quisiera ver como se tiran a su esposa, eso me hizo dudar muchas cosas de él.

Incluso, tengo una amiga psiquiatra, y le comenté el tema. Ella me dijo que era perfectamente normal que mi marido quisiera eso, y de hecho, me dijo que, de seguro, Manuel es un consumidor de pornografía, y que eso tal vez haya despertado el voyerismo en él. Y le creo, a él le encantaba verme masturbándome. De hecho, la mayoría de las veces tenía que hacerlo antes de comenzar el coito.

Ahora me pedía que lo hiciera cornudo allí mismo. Debo reconocer que, en ese momento, por primera vez me dio morbo la idea. Con la costumbre de masturbarme para Manuel casi siempre que teníamos sexo, cierto resorte exhibicionista se había despertado en mí, y parte de la calentura estoy segura que se lo debía al hecho de que Manuel estaba sobándome y poniéndome caliente delante de otro hombre, un completo desconocido. Pero me daba algo de miedo el dar ese paso, de acostarme con otro hombre.

-Manuel, ¿tú eres loco? ¿Con quién? –le dije. Me contestó con su mirada, observando al taxista. Vi que este último nos observaba por el retrovisor. Volví a ver a Manuel con mirada de inseguridad, sabiendo muy bien a qué se refería.

-Mi vida tranquila…Es algo seguro. –me dijo.

-¿Seguro? ¿Cómo puedes decir eso? ¡No tenemos ni idea de quién es! –dije en voz baja, tratando de que el taxista no nos oyera.

-Piénsalo…es un completo desconocido, ajeno a nuestros círculos. Sé que le da morbo porque le hemos montado un buen show aquí. Y él no deja de verte por el retrovisor…te apuesto que en su mente ya han pasado todas las posiciones del Kama Sutra contigo de protagonista junto a él . –me contestó, en voz baja también.

-Pero…- le intenté refutar.

-Shhh...- me interrumpió, colocando un dedo en mis labios. –trozo ‘e tranca ¿no? –le dijo Manuel al taxista, refiriéndose a la gran cola de carros que se veía en la autopista, que iban hacia el desvío para salir de la Francisco Fajardo y entrar en la autopista Valle-Coche, la cual debíamos tomar nosotros para llegar a nuestro destino.

-¿Eh? ¡Oh!, si, si…rolo ‘e cola . –le dijo el taxista, como saliendo de un profundo trance.

-¿Ves? Lo sacamos de sus pensamientos. Y estoy seguro de que la protagonista de ellos eras tú. –me dijo Manuel al oído en voz baja. –Típico viernes de quincena…- le dijo de nuevo al taxista.

-Cierto, cierto…Espero que la fiesta de ustedes empiece tarde…- le contestó.

-La verdad no, empieza algo temprano…creo que no llegaremos…- dijo Manuel.

-No se preocupe…seguro que la cola es hasta ahí mismito…- le contestó el taxista.

-No vale…no estoy preocupado. De hecho, podemos ir a otra fiesta...¿verdad cariño? –dijo Manuel, viéndome a mí. Yo le lancé una mirada de sorpresa. Sabía a qué se refería una vez más, y no podía creer que fuera capaz de llevar todo a cabo.

-Ah bueno…dígame donde es y si quiere lo llevo a esa –contestó el taxista.

-Ese es el problema, aún no sabemos dónde es…usted dirá…- le dijo mi esposo.

-¿Cómo así? –le contestó el taxista quien quedó desorientado por sus palabras.

-Que usted dirá dónde es la fiesta…ya que usted es el invitado de honor…- le dijo mi marido.

-Jajajaja…¿Cómo es eso? Cuénteme…- le preguntó el taxista.

-Verá…mi esposa y yo estamos cumpliendo 5 años de casados hoy. Y bueno, quiero que sea algo muy especial para ella…Tengo el güebo pequeño, y ella no queda muy satisfecha conmigo que digamos…- le dijo Manuel. El taxista puso sus ojos como platos, viéndonos por el retrovisor. Yo volteé a ver a Manuel con la misma expresión del taxista. ¿Qué coño le pasaba? ¿Por qué decía eso? ¡Yo siempre he quedado satisfecha en nuestras relaciones sexuales! ¡Y su verga tenía un buen tamaño! –Además, -prosiguió Manuel –Ella es bien zorrita, y es capaz de hacer muchas cosas perversas en la cama, solo que aún no lo sabe porque yo no he sido capaz de sacar ese lado oscuro de ella…

-Caramba…yo…no….entiendo...- decía el taxista totalmente desubicado. Yo veía por la ventana, con sentimientos encontrados, atónita. ¿Por qué Manuel se humillaba así? Nunca me he quejado de su desempeño en la cama. Siempre lo hace bien…

-Lo que le propongo es que se pase para acá atrás. Yo conduciré hasta el hotel que usted elija, para que usted le haga “el favor” a mi esposa. Para que la ponga a chillar de placer como yo no he podido hacerlo…Y no se preocupe, nosotros pagamos todo, alojamiento, comida, la carrera y si usted quiere algo extra pues pida sin pena, que le daremos lo que usted desee…- le termino de decir Manuel, haciendo especial énfasis en las últimas palabras “Le daremos lo que usted desee”…

El taxista estaba bastante sorprendido. En una rápida mirada hacia el frente, pude notar que él nos veía a Manuel y a mí por el retrovisor. Continué viendo por la ventana, podía sentirme caliente, pero ya no solo por la excitación, sino por la vergüenza. Sentía que estaba ruborizada. Pasaron unos largos minutos de silencio, que para mí, fueron horas. -¿Y bien amigo? ¿No me dirá que no le provoca? –le dijo Manuel al taxista, pasando su brazo izquierdo por detrás de mí para agarrar mis pechos por debajo y moverlos arriba y abajo, ofreciéndolos morbosamente al taxista.

-Mire no sé quién cree que soy, no sé por quién me toma…pero le aseguro que no soy tonto…- le dijo el taxista, ya poniéndose serio.

-¡No, no! ¡Para nada! –Le dijo Manuel –no estoy diciendo que usted lo sea, ni mucho menos…Le aseguro que nada malo ocurrirá, solo puras cosas deliciosas que sé que mi esposa le hará a usted…

-Si es así, ¿Por qué ella esta tan callada? –le preguntó el taxista.

-Porque se la tira de niña tímida…bueno, no es que se la tira, sino que esto es nuevo para ella también…como le dije, soy incapaz de darle placer. Ella no lo dice, no lo admite, pero estoy seguro de que es así. Sé que no le puedo dar sexo como debería darle. No he sacado su lado más oscuro, no he logrado hacerla superar sus límites…Pero sé que usted si lo hará…Y no se preocupe por nada, desde el momento en que usted se siente aquí atrás, tendrá absoluto control de todo…- le terminó de decir Manuel.

El taxista seguía indeciso. La cola no avanzaba mucho hacia la vía a la que íbamos, sin embargo, la autopista hacia el este se veía sola, con tránsito rápido. Manuel se bajó del carro, con cuidado de que no viniera ningún motorizado, y se dirigió a la puerta del conductor, la cual abrió. El taxista lo vio, sin mucho convencimiento, pero al cabo de un par de segundos, se bajó también del carro. Mi marido abrió la puerta de mi lado, y le ofreció con gesto sumiso al taxista que abordara. El taxista se montó a mi lado izquierdo, mientras yo me corría al lado derecho del asiento de pasajeros. Mi marido cerró la puerta con cuidado, y luego abordó el puesto del conductor. –Usted dirá señor… ¿A dónde desea que vayamos primero? –le dijo Manuel al taxista.

-Ehh…- dijo el taxista, incrédulo de todo. – Yo…- sin duda no sabía que decir. En ese momento se oyó un gruñido, proveniente de su estómago.

-¿Tiene hambre señor? –le preguntó Manuel.

-Bueno, si…algo. –le contestó el taxista.

-¡Perfecto! ¿A dónde desea que vayamos a comer? Recuerde, pida lo que desee, mi esposa y yo a partir de este momento, somos suyos, sus marionetas. Estamos a su completa disposición –le dijo mi esposo. Sus palabras hicieron que las mariposas de mi estómago se alborotaran.

-Vamos al “Nona´s Grill”…Queda en Las Mercedes… -le dijo el taxista.

-Si señor, como desee, sé dónde queda. –le dijo Manuel, saliéndose de la horrible cola y tomando camino por la autopista hacia el este de la ciudad, rumbo a Las Mercedes.

En ese momento el taxista me vio, detallando mi cuerpo con minuciosidad. Mi marido notó esto por el retrovisor . –Tiene un cuerpo de muerte ¿verdad? –le dijo.

-La verdad es que si, bastante…- contestó el taxista, relamiéndose los labios sin apartar la mirada de mi cuerpo, especialmente de mis pechos. Yo seguía ruborizada, sin saber qué hacer, ni siquiera a donde ver.

-Adelante, tóquela, no sea tímido. Ella es bastante sensible al tacto, se excita facilito, especialmente cuando le soba los muslos. –le dijo Manuel, mientras seguía conduciendo por la autopista. El taxista estiró su mano con timidez hacia mis piernas, inseguro de todo lo que ocurría. Yo la verdad no sabía cómo reaccionar, solo veía su mano acercarse a mi pierna. –Skarlet mi amor, colabora con el señor… -me dijo Manuel. Yo le lancé una mirada al retrovisor de esas que dicen de todo el mal que se puede morir alguien. -¿Por qué me pones esa carita mi cielo? No me dirás que no te da morbo toda esta situación… -me dijo él. Yo no sabía que pensar, no negaré que me daba cierto morbo, pero nuestro matrimonio para mí era sagrado. Me sentía muy confundida, y volví a ver a la nada por la ventana.

La mano del taxista llegó a mi muslo, temblorosa, indecisa. Comenzó a sobar sobre el leggin con mucha timidez. Podía sentirlo con cierta incomodidad. Desde hacía 5 años no había permitido que otro hombre que no fuera Manuel me pusiera las manos encima, y ahora esta sensación se me hacía extraña.

Y lo que más me incomodaba, era que se sentía excitante.

El taxista siguió sobando suavemente durante un buen rato, siempre con cierta desconfianza. Mas de una vez pude notar que veía por la ventana para ver qué camino tomaba mi esposo. Venezuela es un país muy peligroso y siempre hay que estar alertas. Pero note que se iba poniendo más tranquilo en lo que vio que Manuel tomaba los caminos que nos llevarían hacia el restaurant que él dijo, lo que a su vez se reflejaba en la forma de tocarme la pierna. Si bien era cierto que se notaba cierta inseguridad en su mano, ya no solo sobaba suavemente, sino que apretaba y manoseaba con bastante gusto, recorriendo el muslo de principio a fin.

Para cuando llegamos al sitio e ingresamos al pequeño estacionamiento del restaurant, ya su mano magreaba mi entrepierna a gusto. -Estaciónate en un lugar donde podamos ver el carro -Dijo el taxista. Manuel obedeció y se detuvo cerca de la entrada principal, aprovechando que todo el frente del restaurant era un gran ventanal a través del cual podríamos ver. Se veía vacío el restaurante.

Nos bajamos del carro, con el taxista pidiéndole las llaves de éste a mi marido, quién se las dio sin vacilar. El taxista de forma amable nos dejó ir delante de él para entrar en el local, y yo podía sentir su mirada bien clavada en mis nalgas mientras caminábamos. Y era imposible para mí no caminar con cierto tumbao, siempre lo he tenido y con tacones altos se realza más, lo que de seguro le tendría bien entretenido.

Nos ubicamos cerca de los ventanales frontales, para poder ver bien el carro. Luego de que el mesonero nos haya dado la carta, el taxista se puso de pie para ir al baño. Yo seguí viendo la carta y no quería ver a Manuel a la cara. Me sentía extraña y molesta con él.

-Amor quita esa cara. -Me dijo. Era evidente que estaba molesta. No solo por perderme la graduación de mi hermana menor, sino porque estaba en un juego en el que no quería estar, al menos no hasta ese momento.

-¿Pero qué quieres Manuel? ¿Qué cara esperas que tenga? Quieres que me acueste con otro tipo, que rompa mis votos, que traicione mis ideales, mis principios...

-Shhhhh amor. En tus votos me juraste serme fiel. Y lo estás siendo. No me estás traicionando para nada, quiero que te acuestes con otro hombre. Sé que lo voy a disfrutar. Y quiero que tú también lo goces amor. -Me dijo en voz baja.

- No puedo entender que disfrutes el hecho de que otro se coja a tu esposa. Y encima humillándote a ti mismo diciéndole a este tipo que lo tienes pequeño y que no me satisfaces. -Le dije a modo de regaño. Trataba de hablar bajo, pero pude notar que el personal del restaurante nos veía, sabiendo que algo pasaba entre nosotros.

-Amor...no tengo palabras para decirte por qué esto me excita. -Me dijo. - Y sé muy bien que tú también estas excitada. Mira nada más la piel de gallina que tienes, y sé muy bien que es por calentura.

-¿Qué es lo que te excita realmente? No puedo entenderlo Manuel.

-Cariño por favor...solo sigue el juego. Me gusta todo esto. Me excitó ver cómo te manoseaba las piernas. Quiero que te haga más, que te coja, que te zarandee duro. ¿No me vas a decir que no te gustaría una buena sesión de sexo desenfrenado con otro que no sea yo?

-No Manuel. Me casé contigo porque quiero estar contigo. Y solo contigo.

-Eso lo entiendo amor, pero entiéndeme tu a mi...quiero verte con otro. Anda, hazlo por mí. Seré tu esclavo después de esto. Haré lo que te dé la gana después. Aprovéchate de mí. Pero cúmpleme la fantasía por favor...te lo ruego. -Me dijo en un tono bastante suplicante y sumiso. En ese momento llegó el taxista del baño. Vi como Manuel se ponía de pie para sacarle la silla más cercana a mí y ofrecérsela en un gesto bastante sumiso también. Un gesto que me dio tanta rabia, ya que él no es así.

-Gracias -Le dijo el taxista, sentándose.

-No agradezca señor. Para mí y para mi esposa es todo un gusto servirle. ¿Verdad que si mi amor?

No contesté. Solo alcé la mano para pedirle al mesonero que se acercara, cosa que hizo al instante. No tenía apetito así que solamente pedí un vaso de agua. Manuel pidió un pollo al ajillo con arroz y ensalada. El taxista no sabía que pedir, por lo que Manuel le sugirió una parrilla mixta, el plato más costoso del restaurante. El taxista aceptó la sugerencia y pidió además un whisky bastante costoso.

La velada transcurrió tranquilamente, con Manuel y el taxista charlando. Este último se llamaba Simón, tenía 49 años y estaba divorciado. Tenía una hija de 17 años además. Es un hombre alto, de 1.85 mts, su rostro no era muy agraciado, pero tampoco era un tipo feo. Era un poco fornido, aunque más por obesidad que por musculatura y tenía una panza cervecera prominente. De piel blanca, y muchos vellos en sus brazos, lo que me hacia adivinar que era así en todo su cuerpo. No entendí por qué mi esposo decidió tan repentinamente llevar a cabo esta locura, y mucho menos por qué con este hombre, con quien yo de seguro nunca me acostaría en otra circunstancia. En fin, el hombre dijo algunas cosas más de su vida que no me parecieron importantes, y Manuel en cambio le ofreció detalles de nosotros, nuestras edades, nuestros empleos, todo. Pero hizo especial énfasis en humillarse a sí mismo repitiendo que tenía un miembro pequeño que no me satisfacía.

Esto, junto con el hecho de que en todo el rato trataba a Simón con respeto e incluso con adoración y sumisión, llamándolo "señor" en todo momento e incluso pidiéndole permiso para hablar, me llenó de un sentimiento de ira y decepción bastante grande. Y fueron esos sentimientos que me llevaron a actuar de la forma en que él quería, aunque no de la forma en que él se imaginaba.

-Bueno, señor Simón discúlpeme, pero debo ir al baño -Dijo Manuel, al terminar de comer.

-¿Que modales son esos? - Le dije. Estas fueron las primeras palabras que me salían en todo el rato que llevábamos desde que Simón viniera del baño cuando llegamos. De hecho, este último me vio sorprendido.

-¿Cómo? -Preguntó mi marido.

-Esos no son los correctos modales en que debes dirigirte al señor Simón . -Le dije. ¿Quería un juego bizarro? ¿Quería enaltecer a este tipo? Pues está bien, hagámoslo.

-¿A qué te refieres? -Preguntó Simón.

-Debe pedirle permiso, señor Simón. Si usted no se lo concede, pues no va al baño y punto.

-Pero Skarlet...mi amor quiero ir . -Me dijo.

-Eso díselo al señor Simón. Recuerda, somos suyos, sus marionetas, y estamos a su completa disposición. ¿No? -Le dije con un tono de regodeo y venganza. ¿Quiere ser humillado? Pues humillémoslo.

-Señor Simón...- Dijo, dubitativo. Sin duda alguna no se esperaba esa reacción de mi parte, y al parecer me estaba yendo a un extremo muy radical para él. -...¿Pu-puedo....- No lograba terminar la pregunta.

-Ve, Manuel, ve. -Dijo Simón, mientras me veía asombrado. Manuel se puso rápidamente de pie para ir al baño.

-¿Y entonces Manuel? ¿Los modales? ¡Dale las gracias! -Le reclamé antes de que se fuera.

-Gra....gracias Simón. -Dijo.

-SEÑOR Simón . -Dije yo, alzando la voz al decir "Señor".

-Señor Simón. -Terminó de decir, y se fue, bajo mi atenta y furiosa mirada.

-¿Pasa algo? -Me preguntó Simón.

-Nada . -Le dije con tono antipático. -Solo quiero terminar ya con esto. De aquí vamos a un hotel, me cojes y ya.

-Caramba pero que carácter... -Dijo él. - Sabes que si no quieres hacerlo yo me salgo de todo este juego y punto.

-No no, quédate tranquilo. -Le dije. -Vamos, me cojes y listo. Ya yo después me arreglaré con mi esposo.

-Escucha, no quiero ser la razón de peleas maritales.

-Te dije que te quedaras tranquilo -Le dije. - Es solo que estoy conociendo una faceta de mi marido que no conocía y que no me gusta. Demasiado amariconado para mi gusto. Pero está bien, quiso meterme en este juego así a lo malo, así que juguemos. Somos tus marionetas, haremos lo que quieras. Me cojes, él feliz, tu saciado, y ya.

-¿Y tú?

-¿Y yo que?

-Tu marido y yo quedaremos complacidos. ¿Y tú?

-Aquí no hay ningún yo al parecer. -Le dije. Y así me sentía.

-Ay mami...- Me dijo Simón. - Seguro te terminará gustando jejeje -Terminó de decir con una autoconfianza que se notaba a leguas. En ese momento regresó Manuel del baño.

-Listo...- Dijo sentándose de nuevo en la mesa -Amor, yo quería...

-Cállate y pide la cuenta. -Lo interrumpí de forma tajante. -El señor Simón y yo queremos ir a tirar.

-Pero mi vida, yo... -Intentó decir Manuel de nuevo.

-¡Mesero! -Interrumpí, haciéndole un gesto al mesonero. -¡La cuenta por fis! -Le dije.

El mesonero trajo la cuenta diligentemente, colocándola sobre la mesa. En ese tiempo en la mesa se hizo un silencio incomodo, que se extendió unos segundos después de que el mesonero dejó la libreta con la cuenta sobre la mesa.

-¿Y bien? -Rompí el silencio. - No se va a pagar sola, apúrate. -Le dije a mi esposo señalando la cuenta. Manuel la tomó y se puso de pie para pagar. -¿Vas a seguir con la falta de respeto? -Le dije. -Pídele permiso al señor Simón.

- Señor....Simón...¿Puedo ir...- dijo Manuel, temeroso.

-Ve. -Le dijo Simón, con un tono autoritario y de fastidio.

Manuel se fue a pagar la cuenta. Mientras estaba de espaldas, Simón hizo ademán de decirme algo, pero no lo dejé. Tomé su cabeza a ambos costados y le pegué un buen beso en la boca, profundo, metiendo mi lengua en su boca para jugar con la suya. Él me correspondió al beso. Su aliento a whisky me asqueó un poco, pero en el fondo debo confesar que ese beso lo sentí bien abajo, entre mis piernas. Nunca me esperé que la forma de corresponderme el beso fuera tan apasionado como lo hizo, porque hizo que su lengua batallara con la mía. ¡Y de que me manera!

Pude ver de reojo mientras lo besaba como los camareros y mi propio esposo nos veían atónitos. Nunca le había dado un beso así a Manuel, y quería que se sintiera mal por eso. El beso duró unos minutos, los mismos que mi esposo se tardó en pagar y regresar a la mesa.

-Listo... -Dijo. Simón y yo no le hicimos el más mínimo caso, seguimos besándonos unos segundos más para luego yo soltar su rostro y separarnos. Un delgadito hilo de saliva seguía conectando nuestras bocas, aunque se rompió al ponerse de pie Simón. Yo quedé algo abobada por el beso, y pensar que era yo la que lo había iniciado.

-Tu esposa besa muy bien -Le dijo Simón, con un tono de voz alto, que oyeron los mesoneros, a juzgar por la expresión de sorpresa en sus rostros. - Bueno, vamos. La nena quiere mambo por lo que sentí con ese beso.

Me puse de pie y salimos, de nuevo, Manuel adelante, yo detrás de él y Simón detrás de mí. Esta vez procuré que el tumbao al caminar se notara más sensual de lo normal, demarcando al máximo que pude el contoneo de mis caderas y culo. Pude ver por un espejo que se hallaba a la salida que Simón me veía con deseo, al igual que los mesoneros que cuchicheaban entre ellos con risitas burlonas. Nos montamos en el carro, de nuevo Simón y yo en los puestos de atrás y Manuel de chofer. Yo comencé a darle besos en la cara a Simón, mientras mi marido veía por el retrovisor.

-¿A dónde desea ir ahora señor Simón? -Preguntó Mi esposo.

-A un hotel, claro. Ya es de noche y tu esposa tiene ganas por lo que veo.

-Si señor Simón, muchas ganas . -Le dije entre besitos y con tono meloso. Quería ver si Manuel se ponía celoso. Quería ver si reaccionaba. Y no voy a mentir, ya estaba excitándome.

-¿A cuál desea ir señor? -Preguntó nuevamente mi esposo.

-Hay muchas opciones... -Dijo Simón.

-Podríamos ir al Ramelot . -Dije. - Las habitaciones son amplias, las camas cómodas, hay espejos en el techo y frente a la cama, los baños son divinos... -Manuel me vio con rostro de incomodidad por el retrovisor ante mi propuesta.

-¿Qué pasa? ¿Muy caro? -Le preguntó Simón al notar también la mirada de mi esposo.

-N-no señor. -Dijo Manuel con voz triste. Genial, eso era lo yo que quería.

-No cariño -Le dije yo. - Es el hotel donde mi maridito y yo tuvimos nuestra primera vez. Una noche decepcionante, la verdad. -Terminé de decir. Era mentira, fue una noche mágica. Hermosa. Apasionante. Pero ante esta situación estaba dolida con Manuel. Solo me importaba hacerle daño, lo odiaba por ponerme en esta situación. Al punto en que realmente me estaba planteando si de verdad valdría la pena seguir con él.

Esta faceta de él humillándose ante otro, apocándose ante otro, me tenía muy decepcionada de su persona. Es que yo podría entender que quisiera, no sé, un trio conmigo y otro hombre. Me daría mucho que pensar igual, pero no tanto como esto. ¿Me casé con un perdedor? No. Él no me había demostrado ser uno. Pero esto no me gustaba. Si, estaba empezando a excitarme, pero vamos, ante estos estímulos, la forma de tocarme la pierna, la forma de besarme, y lo que vendría después, era muy difícil que no me excitara, mi carne es débil y así estuviera molesta por todo esto, era difícil no excitarme. Podría negarme a todo así esté excitada, eso sí. Pero no quería hacerlo. ¿Manuel quiere que otro me coja? Ok. Hagamos que el otro me coja y que lo haga duro y salvajemente. ¿Quiere sentir humillación? Ok. Que se sienta humillado. Pero que sea una humillación dura, que le duela en serio. Seguramente lo disfrute, sí. Pero que se vaya olvidando de mi si lo hace.

Yo no pienso vivir el resto de mis días con un imbécil poca cosa. Así que esa era mi idea: si me reclama, si le parece mucho todo lo que se me estaba ocurriendo antes de que este otro tipo me penetrara. Pues bien. Perfecto. Consideraría seguir con él. Si no...bye bye.

Manuel se puso en camino hacia el mencionado hotel, el cual queda en una zona muy bonita en el oeste de Caracas, aunque esto suene increíble. Quedaba bastante pegado a las faldas del cerro Ávila. Era bastante de noche ya, pero aun así bajé la ventana de mi lado del carro, mientras le seguía dando besitos en la cara a Simón. Quería ser vista. Simón comenzó a corresponder los besos nuevamente, pero esta vez él me tomó por la nuca con una mano y me iba dirigiendo a su antojo. Esto hacía crecer mi excitación, me gusta que en el sexo y la pasión el hombre me mande, me controle. Y Simón lo estaba haciendo genial, al punto en que me tenía bien mojada.

Y fue en ese interín, que él me fue guiando hasta su verga por encima del pantalón, restregando mi cara en su prominente paquete que se sentía duro. Me quedé restregando mi cara contra él un buen rato, dando besos y suaves mordiscos. Estaba prácticamente a cuatro patas sobre el asiento, con el culo viendo hacia la ventana. Esto lo aprovechó para bajarme el leggin hábilmente hasta las rodillas, dejando mi culo y vulva al aire libre, ya que el hilo era tan pornográficamente delgado que era como si no tuviera nada puesto. Esto lejos de hacer que me detuviera, lo que me hizo fue poner más perra, así que no protesté. Ni siquiera cuando me dio una buena nalgada.

No sé cuántas personas me verían en esas andanzas. Tampoco me importaba mucho ya. Estaba muy excitada, pero sobre todo, arrecha (en el sentido venezolano) por toda esta situación. Solo quería ver la cara de Manuel, me moría de curiosidad por ver como reaccionaba ante todo esto que yo hacía.

Poco tardamos en llegar al sitio, por lo que me detuve, muy excitada, por un gesto de Simón. Me acomodé el leggin y me senté derecha, juiciosa, arreglándome el cabello. Pasamos por la entrada de los vigilantes al estacionamiento del hotel, que era bastante amplio. Manuel se estacionó, y nos bajamos del carro. Simón le pidió las llaves nuevamente a mi marido, y nos detuvo antes de ponernos en marcha para entrar al lobby.

-¿Están seguros de esto? -Preguntó. Yo vi a Manuel. En su cara ya no se veía esa expresión morbosa y confiada. Ahora solo veía miedo y duda. Yo no dije nada, solo me limité a ver a Manuel a los ojos, callada. -¿Y bien? -Preguntó de nuevo Simón.

-Si...si señor Simón . -Dijo Manuel, para más rabia mía. Estaba esperanzada en que detuviera todo. Pero no, entonces, que se joda.

-¿Y tú? -Me preguntó a mí.

-Si mi rey . -Le dije. Manuel me vio sorprendidamente triste. Yo lo vi de arriba abajo con cierto desprecio. -¿Que? -Le pregunte con tono de odio -¿No es lo que querías, pues?

- Skarlet, amor, yo... -Intentó decir.

-Tu nada. No me vengas con estupideces. Estoy con ganas de tirar. Y el señor Simón también, así que vamos a eso.

-Bien dicho nena... -Dijo Simón envalentonado, dándome una nalgada. -Vamos adentro.

-Espera. -Le dije. Manuel me vio con una sonrisa de esperanza. Supongo que él creía que yo iba a detener todo. Pobre iluso, el que debía hacerlo era él, él me lanzó a los brazos de este tipo y estaba entusiasmado con todo a pesar de las negativas. Así que no me importaba, que se joda.

-¿Qué pasó? -Preguntó Simón.

-¿Pediremos una sola habitación? -Pregunté.

-S-si amor -Contestó Manuel.

-¿Y qué harás tú? ¿Dónde dormirás? -Pregunté yo.

-Yo...yo los veré...a ambos tener rela...ciones. -Dijo Manuel, dubitativo y confundido.

-Ah no. Eso sí que no. Quiero privacidad con el señor Simón. -Dije.

-¿Cómo? -Preguntó Manuel.

-Lo que oyes. El señor Simón merece privacidad conmigo. No me gusta la idea de tener a una "lamparita" al lado -Le dije. - Seguramente el señor Simón se sienta más cómodo así. ¿Verdad que si mi señor? -Le pregunté.

-Bueno, yo... -Intentó decir el señor Simón.

-Pero...amor...se supone que yo debo ver -Dijo.

-No me importa. Quiero intimidad y privacidad. -Le dije. - Y es lo que el señor Simón y yo vamos a tener. ¿Entiendes?

-Pero...pero... -Intentó decir Manuel.

-¡Pero nada! -Le dije. - Me tienes harta con tu estupidez.

-Skarlet mi vida...por...favor. -Intentó decir Manuel.

-¡Cállate! -Le dije. -Vamos adentro mi rey, quiero que me rellenes como si fuera un guante -le dije a Simón, enganchándome de uno de sus brazos.

-¿Y yo que hago? -Preguntó mi esposo.

-Cierto...que hacer contigo...que fastidio los estorbos. -Dije de forma despectiva.

-Bueno, podemos pedir dos habitaciones -Propuso Simón.

-No. -Dije. - Demasiado lujo para él, no lo merece. Que se quede en el carro.

-¿En el carro? -Preguntó Simón. - No me gusta la idea, no los conozco ni nada, no pienso arriesgarme a que me envenenes allá arriba y se lleven mi carro.

-No mi amor -Le dije. - No te preocupes por eso. Alla arriba tú lo único que harás es hacerme lo que te dé la gana. Este idiota que se quede en la maleta.

-¿!Que!? -Exclamó Manuel -¿Te volviste loca?

-No. -Le dije. -Loco te volviste tú, ofreciéndome a brazos de extraños. Ahora te jodes y te callas. -Le quité las llaves de las manos a Simón, y luego de probar dos de estas, abrí la maleta con la tercera. -Entra. -Le ordené a mi esposo.

-Pero...pero -intentó refutarme Manuel.

-Nada. -Le dije. Lo tomé furiosa por un brazo y lo halé con fuerza, tirándolo dentro de la maleta. Vi unas cadenas allí dispuestas y un candado abierto. Tomé todo eso y luego de un pequeño forcejeo con Manuel, quien opuso una resistencia débil, le encadené las manos por detrás de la espalda y lo aseguré con el candado. Hice lo mismo con los tobillos. Tomé un pañuelo de mi cartera y se lo metí en la boca. Y se me ocurrió dejar su teléfono de frente a su rostro. Sin mediar palabra alguna, cerré la maleta.

-Oye... -Dijo Simón -¿No crees que llegaste lejos?

-No mi cielo. -Le dije. - Quédate tranquilo. Va a estar bien. Ahora vamos, yo pago el hotel.

Nos pusimos en marcha al lobby. Sentía mi furia a flor de piel. Y curiosamente, sentía una ola de calor en mis partes. En recepción pedí que nos dieran una habitación - Preferentemente la 804 -Dije. - He estado en esa antes y me encantó la vista.

Esa era la habitación donde Manuel y yo lo hicimos por primera vez. Y si, estaba disponible, así que luego de registrarnos y que nos dieran la llave, nos metimos en el ascensor y subimos al piso 8, para luego entrar en la habitación.

Ésta era amplia, tal cual la describí. Una de las paredes era un ventanal que daba hacia el frente del edificio. Al ser terreno elevado, se veía buena parte de la ciudad, y el estacionamiento. Todo estaba impecable.

Simón se sentó en la cama. Yo me dirigí al baño, y en la puerta le di una mirada pícara y una sonrisa perversa. Le guiñé el ojo y me metí al baño cerrando la puerta detrás de mí. Me vi en el espejo del baño, frente al lavamanos. Se me aguaron los ojos al invadirme los recuerdos. Pero me recompuse rápidamente. Me quité la blusa y el leggin, que tenía una mancha de humedad en mi entrepierna, producto de la excitación. Me quité las sandalias y me quedé viendo al espejo. El hilo super morboso, los adhesivos en forma de X. Eso era para Manuel en este día, nuestro quinto aniversario.

Pero otro será el que lo disfrute.

Me quite los adhesivos y el hilo, también el maquillaje para meterme a bañar rápidamente. No me tardé más de 5 minutos, cuidando mi cabello con un gorro que el hotel obsequiaba para que no se me arruinara el secado. Presté mucha atención a mis partes íntimas. Lavé también el diminuto hilo que estaba impregnado de mis jugos.

Salí de la ducha, me sequé bien, y me volví a maquillar, remarcando bien mis ojos y mi boca, esta última con un rojo furioso brillante. Me coloqué adhesivos nuevos en los pezones, dibujando la X en ambos, por suerte en mi bolsito llevaba unos de repuesto por si acaso. Me puse el hilo aun húmedo por la lavada, aunque no me importó, no lo tendría mucho tiempo puesto de todas formas. Me apliqué un rico perfume por todo mi cuerpo y me dispuse a salir del baño.

Me quedé en la puerta, con una mano alzada y recostada al marco de la puerta. La visión de mi cuerpo enfundado solo en ese diminuto hilo y los adhesivos debió ser bastante buena, a juzgar por la forma en que me vio Simón. Una mirada de hambre y deseo desde la cama, ya que estaba ahí acostado, aun vestido, incluso con sus zapatos puestos.

Caminé despacio hacia la cama, una pierna delante de la otra, en puntilla de pies para realzar aún más mi figura. Él no me quitaba la vista de encima, aunque se notaba que no sabía a donde ver, si a mis piernas, mis tetas o mi cuca. Se sentó al borde de la cama para recibirme tomándome con ambas manos en mi cintura. Su cara estaba a la altura exacta de mis pechos. Abracé su cabeza y metí su cara entre ambas masas mamarias, sintiendo como inhalaba mi aroma y agitaba ligeramente su cabeza para regodearse en el canalillo entre ambas tetas. Sentí también su lengua lamiendo mi piel.

Y también sentí mi excitación creciendo a ritmo vertiginoso.

Lo separé de mí. Recordé las palabras de Manuel, las mismas que repetí en el restaurant, y que en ese momento contribuyeron con mi calentura. "Somos suyos, sus marionetas". - Acuéstese mi señor -Le dije, sumisa y melosa -Es hora de darle placer como prometimos.

Hice que se acostara nuevamente. El me veía a los ojos mientras yo comenzaba a desabotonarle la camisa y dejar al descubierto su pecho, bastante poblado de vellos y ligeramente sudado. Se veía bastante masculino, por lo que sentí una punzada en mi cuquita. Una punzada de deseo. Sentí también las mariposas revoloteando en mi estómago muy fervientemente. Sentí una calentura muy brutal en mis tetas.

Nunca antes había sentido eso. Y menos por un hombre así. No estaba entre mis gustos ni mucho menos, pero no cabía duda de que me excitaba bastante.

Seguí bajando hacia su pantalón, mientras él terminaba de salirse de su camisa y la tiraba en el piso. Desabroché el cinturón, el botón, y bajé la bragueta con cuidado, ya que se notaba un paquete inmenso allí escondido. Lo bajé con cuidado a sus rodillas, pero le dejé el bóxer puesto. Se veían sus piernas peludas también. Me fui más abajo para quitarle los zapatos, unos casuales de cuero con trenzas. Le quité ambos, a lo que él hizo un gesto de relajación total. Le quité las medias, y vi como movió ambos dedos de los pies, liberados de su prisión.

Sé lo que se siente quitarse los zapatos. Especialmente yo, que vivo con tacones altos puestos. Así que de manera melosa comencé a darle un suave y cariñoso masaje en los pies. Eso no se lo había hecho jamás a Manuel. Pero algo me pasaba con este hombre, que me sentía embelesada y con ganas de darle placer al máximo. Los masajeé durante unos minutos bajo su atenta mirada, que estaba realmente más atenta a mis tetas.

Luego de esos minutos él se paró de la cama, cosa que yo también hice, quedando ambos frente a frente. Su mirada recorría lo que podía de mi cuerpo. Yo lo veía excitada y me preguntaba como un tipo como él podría despertar esa calentura en mí. Como bien dije antes mi carne es débil a los estímulos a los que fui sometida. Además estaba aquí por querer darle una lección a mi esposo. Pero esas ganas repentinas que me dieron de complacerlo, de ser su juguete...esto me superaba.

-Eres mi marioneta . -Me dijo.

- Si señor, lo soy. -Le contesté.

-No te lo preguntaba. Solo te lo decía. -Me dijo.

-Perdón señor. -Contesté. Su voz sonaba segura, autoritaria. La mía sonaba dócil, débil. Nada que ver con la voz con la que sometí a mi esposo minutos antes.

- Esta noche vas a llevar güebo del bueno. Pero tendrás que ganarte el honor de tenerlo. -Me dijo. Esas palabras me dejaron un poco desubicada, y sin saber bien que decir. Lo cierto es que resonaron en mi cuca con un efecto muy lascivo. - Camina y modela ese hilito y esas tetas para mí. -Me ordenó

Obedecí la orden. Me di media vuelta y caminé de un lado a otro con la mejor gracia y sensualidad que pude. Procuré que mis tetas se bambolearan con soltura. Él me veía complacido. Me hizo señas para que me acercara de nuevo a él, cosa que hice con diligencia.

Una vez frente a él, tomo al mismo tiempo con las puntas de los dedos pulgar e índice de ambas manos los adhesivos de mis pezones y me los quitó lentamente, disfrutando como se veían al despegarse de mi piel, hasta dejar mis pezones al aire. Los tiró al piso y procedió a tocarme el pico erecto de ambos pezones al mismo tiempo, con la dosis justa de fuerza entre una caricia suave y un apretón fuerte. Me sacó un gemidito, por lo que comenzó a retorcerlos como si estuviera sintonizando una radio de cabezales, lo que provocó que mi respiración se agitase al ritmo de sus dedos.

-Ya estás en sintonía -Dijo

-Desde hace rato mi rey. -Le dije.

Soltó mis tetas y puso una de sus manos sobre mi cabeza. Sabía que era lo que quería, así que me agaché ante él sin quitar mi mirada de sus ojos, quedando mi cara a la altura de su paquete que estaba a reventar el bóxer. -No no no. Agachada no. Arrodilladla . -Me dijo. Sin decir nada, obedecí y me puse de rodillas, sentada sobre mis talones. Una posición sumisa y ligeramente humillante. El llevaba la batuta y se sentía natural obedecerle. - Búscalo. -Me ordenó, y por supuesto, obedecí sin rechistar, le bajé el bóxer lentamente hasta que dejé al descubierto su hombría.

Soltó una risita maliciosa una vez lo liberé. Estoy segura que esa risita fue por la expresión de mi cara, la cual fue de sorpresa, y debo admitir que también de cierto temor. Yo he estado con 6 hombres en mi vida, contando a Manuel como el sexto y último de ellos. Y este tipo sin duda tenía el guebo más grande que había visto. Y era el más grande POR MUCHO. A Manuel le mide 14 centímetros. Éste que tenía en frente, debía medir casi el doble. Era un caballo. Y no solo era el largo lo que me impresionaba. Sino también el grosor, bastante considerable. Estaba además bastante poblado por vellos, dándole un aspecto extremadamente alfa, varonil. Nunca me imaginé que una verga con esa apariencia se me hiciera tan apetitosa. Siempre me han gustado los hombres depilados. Pero éste hacía que la boca se me hiciera agua. Tanto la boca de arriba, como también la de abajo.

Me quedé admirándolo. No solo con el apetito que me despertó, sino también con el temor que mencioné. 5 años de casada agarrando la misma verguita. Mas 2 de noviazgo. Esto sin duda alguna me iba a doler. Pero aun así, a pesar de todo, lo seguía recorriendo con la vista, cada milímetro era estudiado por mí. Cada vena brotada, que le daban un aspecto aún más amenazante. No salía de mi asombro.

-¿Y bien? -Me preguntó.

-Es...es...enorme... -Le dije.

-¿Más grande que el de tu maridito?

-Oh si...muchísimo más. -Dije relamiéndome. Gesto que no pasó desapercibido para él.

-¿Y qué esperas? Empieza a servirme, que veo que tienes hambre. -Me dijo.

"Empieza a servirme". Esas palabras aceleraron mi corazón. En esa posición de clara sumisión, esas palabras retumbaron en cada rincón de mi cuerpo con una ola de calentura. Lo tomé con una mano por la mitad y comencé a sobarlo ejerciendo un poco de presión. El glande, brillante por el líquido preseminal se veía muy apetitoso. Lo alcé ligeramente para ver sus bolas con detalle. Grandes, peludas y brillantes por sudor. En otra oportunidad eso me habría parecido asqueroso. Ahorita, esa visión había hecho que me olvidara por un instante de mi esposo, del problema que tenía con él, de todo lo demás. Hice ademán de acercar mi cara, iba a empezar a lamerlo desde la base, pero él me detuvo poniendo una mano en mi frente.

-Hey...quieta. -Me dijo.

-Pero...pero -Tartamudeé, confundida. Quería que comenzara a servirle, ¿Por qué me detenía?

-Una cosa antes de que empieces. -Dijo. - Me gusta el respeto que me has demostrado, marioneta. Al igual que la zalamería. Así que espero que cada vez que te diga que hagas algo, me respondas con un "si señor" ¿está claro?

-Si...si señor . -Dije. Con eso me terminó de matar. Como dije, me gusta que en la cama el hombre me mandonee y me controle, algo que él estaba haciendo bien. Pero esta exigencia de respeto me degradaba en cierta forma. Y esa sensación de humillación, de inferioridad ante él, me excitaba a niveles que nunca me imaginé que podría alcanzar. Sin ser estimulada, solo con esas palabras, ya me sentía muy cerca de mi orgasmo.

-Ahora sí, empieza. -Me ordenó.

-Si señor -Respondí.

Ahora sí, lamí la cara inferior de ese enorme güebo desde la base hasta la punta, de forma lenta. El sabor y el aroma eran embriagadores y quería disfrutarlos al máximo. No podía creer que esa verga en ese estado despertara tanto deseo en mí.

Volví a repetir la lamida dos veces más, y en la última metí el glande en mi boca, mientras lo pajeaba lentamente. Simón soltaba suspiros y gemidos, y yo veía a su cara, que tenía gesto de placer, sin dejar de atenderle la verga. Continué chupando y pajeando un rato, hasta que él hizo que dejara de usar mis manos para atenderlo solo con la boca, cosa que aproveché para tocarme las tetas con una de mis manos y con la otra empezar a pajearme sobre la tela del hilito.

-Ah...si...vamos perra, mámamelo así...lo haces bien -Me decía. El que me insultara llamándome "Perra" era algo que me excitaba más todavía, si cabe. Si bien he tenido un rol algo sumiso con Manuel y los otros hombres que vinieron antes que él en la cama, todos me trataron con respeto y devoción. Y eso me gustaba, si uno de ellos me hubiera llamado "perra", posiblemente lo hubiera cacheteado o insultado, ofendida. Este tipo iba por el camino contrario. Me hacía servirle con devoción a él. Y el que me insultara de esa manera solo hacía que esa devoción que estaba sintiendo creciera sin más.

Él tomó mi cabeza por detrás, con fuerza. Comenzó a controlar el ritmo de la mamada. Me lo sacaba de vez en cuando para hacer que se lo lamiera de arriba abajo, para meterlo de nuevo, empujando poco a poco para meterlo más adentro, lo que me provocaba arcadas y que salivara más de la cuenta, provocando que la mamada fuera un auténtico desastre que en otras ocasiones me asquearía, pero en ese momento me hacía sentir tan sucia y al mismo tiempo tan excitada...

Las babas escurrían por mi mentón para caer en mis tetas, y seguir más allá hasta llegar a mis muslos. Mi abdomen estaba bañado en babas que escurrían por el canalillo y por ellas mismas. La mamada dejo de ser mamada en cierto punto, para pasar a ser una cojida de cráneo bastante pornográfica. No llegué ni a la mitad de su verga, era demasiado grande y no tenía esa experiencia, pero él intentaba llegar más hondo en mi garganta cada vez que me lo empujaba hacia adentro, mientras ya no solo me decía "perra", sino también "puta sucia", "maldita zorra", "cerda", entre otros insultos que solo me hacían desear más, aumentando el ritmo de mi paja y la fuerza con la que me retorcía los pezones con la otra mano.

Al verme hecha un desastre de babas, me lo sacó por completo, dejándolo a escasos centímetros de mi cara. Yo veía como varios hilos de saliva espesa lo conectaban aún con mi boca. Con sus manos sujetando mi pelo de forma fuerte y firme, me hizo verlo a la cara.

-Abre la boca y saca la lengua -Me ordenó con un tono de autoridad más decidido. Obedecí, abriendo mi boca y sacando mi lengua lo más que pude. Me dio una cachetada fuerte que, increíblemente para mí, recibí con gusto. -¿Que te dije ‘jaeputa?¿Qué coño te dije?

-Perdóname, perdóname -fue lo que se me ocurrió decir, algo desesperada. Me volvió a cachetear.

-Dime qué coño te dije perra mamagueba.

-¡Que...que lo trate con respeto y le diga si señor por cada orden! -Dije.

-¡Abre el hocico y saca la lengua!

-¡Si señor!

Abrí mi boca y saqué la lengua nuevamente lo más que pude. Él se acercó, pensé que me besaría, pero no, lo que hizo fue escupirme en la boca. Un acto más de degradación. Yo no me reconocía a mí misma en ese punto, porque eso me excitó muchísimo. Ya no solo restregaba el clítoris, buscaba de meterme los dedos en la vulva. El ahí cayó en cuenta que me pajeaba.

-¿Con permiso de quién te estas pajeando perrucha?

-Perdón señor...perdón...no sabía que... -¡PAF! Me interrumpió con otra cachetada.

-¡Pídeme permiso! -Me ordenó con una furia que no supe distinguir si era fingida o real.

-Papi dame permiso para tocarme por fis ¿Sí? Anda, anda ¿Sí? -Le dije en tono zalamero.

-Jajajaja "Papi"...me gusta...pero no te doy permiso de hacer un coño . -Me dijo. Esta situación estaba a punto de hacerme explotar, pero de la calentura. - Por cierto...vi que dejaste el teléfono de tu novio bastante a su alcance. -Me dijo.

-Si papi, es solo por si acaso...- Dije. la verdad lo había olvidado, había hecho eso con la intención de llamarlo mientras estuviera tirando con Simón para ver su reacción de cornudo. Pero como dije, toda la experiencia por la que este hombre me estaba haciendo pasar me hizo olvidarme de todo, incluso de que estaba casada. Ni siquiera el anillo de matrimonio que llevaba en la mano me lo recordaba.

-¿Por si acaso qué?

-Por si alguna emergencia -mentí.

-No...yo creo que lo hiciste con otra intención... -Dijo, adivinando las intenciones mías. No era difícil adivinarlo la verdad, lo dejé encadenado e imposibilitado de que pudiera manipularlo a sus anchas. Quizás podría atender una llamada con la nariz o algo, esa era mi intención. -¿Donde esta tu teléfono? -Me preguntó.

- En el baño señor. -Dije.

Lo que vino después fue un gesto que sencillamente fue sublime. Se dirigió al baño, sin soltar mi cabello, haciéndome seguirlo a cuatro patas como una perra guiada con firmeza. Cada paso que dábamos era realmente estimulante para mí.

Llegamos al baño y ubicó mi bolsito sobre una pequeña mesita al lado del lavamanos, donde tenía mi teléfono. -Búscalo y dámelo -Me ordenó, sin soltarme el pelo. Tomé el bolsito quedándome de rodillas y busqué el teléfono, para dárselo en sus manos. Tiré el bolsito a un lado. Simón lo empezó a manipular, me pidió la clave para desbloquearlo, y luego como ubicarlo entre mis contactos, a lo que le dije que estaba como "mi esposhito besho". Él se echó a reír.

-Que cursi jajajaja...- Dijo. yo también reí. Se dispuso a marcar. -Hola maricon. ¿Cómo estás? ¿Disfrutando tu estadía en mi carro? -Dijo mi Amo al teléfono. Hizo video llamada.

-¡Mmmmfff! -Fue lo que medio escuché por los altavoces. Seguía con el pañuelo en su boca por lo que noté. Simón me guió nuevamente para mamarle el guebo, cosa que hice sin ningún tipo de resistencia.

-Jajaja era retórica la pregunta. Sé que tienes la boca llena. ¿Sabes quién más tiene la boca llena? La perra esposa tuya, mira. -Dijo, apuntando el teléfono a mí. Pude ver por la pantalla que sus ojos se abrieron como platos, impresionado. No sé si por mi aspecto que seguramente seria deplorable, o si por el tamaño del guebo que me estaba metiendo en la boca, o si por ambos. -Di hola perrita, saluda a míster cuernos.

-¡¡Mmmfff!! ¡Gag! ¡Gag! ¡Glug! -Dije, y saludé con emoción agitando una mano y una sonrisa.

-Jajaja tal para cual. Bueno, tú te pudiste tragar el pañuelo completo, tu esposa aún no logra meterse mi guebo entero, pero con práctica posiblemente lo logre algún día. Dudo que tu puedas hacer esto con tu güebito . -Dijo, para pasar a follarme la boca como hacía unos minutos atrás, provocándome algunas arcadas. Acto seguido me lo sacó de la boca y lo posó sobre mi cara, abarcando todo el largo de ésta. Sin duda esa verga era una monstruosidad. Manuel veía con expresión incrédula, mientras Simón comenzaba a restregarme la verga por toda la cara moviéndola de un lado a otro, esparciendo mis babas por toda mi carita. Sin duda debía ser una visión muy morbosa. -Bueno amigo, voy a colgar. Me ocuparé de hacer de tu esposa, mi mujer jajaja quizás te llame en un rato, así que no te duermas maricon jajajaja -Dijo, para finalizar la llamada. Antes de que finalizara, le hice un gesto con mi dedo grosero. No me importaba para nada mi esposo.

Simón me soltó el cabello, haciéndome un gesto con la mano para que me pusiera de pie, cosa que hice al instante. Me hizo un gesto con la boca para que me viera en el espejo, y así hice. Sin duda la visión que tenía de mi era de una película porno degradante. Mi cara totalmente llena de babas, con todo el rímel corrido de manera muy morbosa, al igual que la pintura de labios. El cabello hecho un completo desastre. Mis tetas y mi abdomen empapados de babas también. El día anterior esto me parecería asqueroso.

Ahorita en cambio, me parecía una visión muy sexy y morbosa de mí misma.

Me agarró nuevamente por la nuca con bastante fuerza y me hizo inclinar hacia adelante apoyándome de la mesa con mis brazos. Pude ver por el espejo que me detalló el culo a sus anchas, manoseándolo como quiso, para arrancarme el diminuto hilo con una mano en un acto que me pareció tan dominante y rudo que me hizo pensar que esta noche el cumpliría su palabra de darme güebo como nunca antes me habían dado. Y no estaba equivocada.

Metió la prenda rota en mi boca, en un gesto de dominación muy caliente, al menos para mi gusto, y me guió llevándome por la nuca a la ducha.

-¿Quieres pajearte perrita? -Me preguntó.

-Gsi..gsi gsegnor...pogr fagvor -Dije con mi tono más meloso, y de forma graciosa por el hilo en mi boca.

-Tírate ahí en el piso y hazlo para mí . -Me ordenó.

-¡Gsi gsegnor! -Dije, y me senté en el piso bajo la regadera, con las piernas abiertas, mostrándole mi cuca mojadita y comenzando a frotarme el clítoris con mi mano derecha mientras que con la izquierda me agarraba las tetas, pellizcándome los pezones y magreándome de la forma más morbosa que podía, viéndolo a los ojos.

Simón tomó mi teléfono y comenzó a grabarme -Con esa cara de perrita morbosa y ese cuerpazo deberías ser actriz porno o tener como mínimo un only fans...vamos a filmarte para que veas que eres buena mercancía -Me dijo.

Continué frotando mi cuquita, aumentando la fuerza, y sin dejar de ver ahora a la cámara. Simón abrió la llave de la regadera y me empezó a caer agua tibia encima, lo que supuse me daría un aspecto sin igual para la cámara. No fue difícil llegar a un punto en el que estuve a punto de venirme, estaba muy excitada y a pesar de que hacía todo en un principio movida por la rabia de verme envuelta en todo esto por un capricho de mi marido, esa rabia le había cedido mucho terreno a un morbo inconmensurable que Simón había logrado despertar en mí.

Simón, al ver que yo estaba ya temblando y jadeando a punto de llegar al orgasmo, puso un pie en mi cuca, pisando mi mano, para detenerme - No. Tú no vas a acabar todavía -Me dijo. Y la forma en que lo dijo me hizo estremecerme de calentura. -Vamos afuera -Me dijo, cerrando la ducha. Iba a ponerme de pie pero me detuvo -¡Eh eh! Tu vienes a cuatro patas perrita . -Me dijo. Se que lo he dicho varias veces, pero lo repito: me gusta ser mandoneada y controlada en la cama. Y si bien los hombres con los que he estado han sabido hacerlo bien, siempre me han tratado con respeto, y me ha gustado. Pero que este tipo me hablara así, de forma despectiva, que me humillara, me excitaba muchísimo por alguna razón. Y es por eso que luego del reglamentario "Si señor" medio ahogado por el hilo que todavía tenía en mi boca, me puse en cuatro y gateé detrás de él, siguiéndolo afuera, totalmente mojada por el agua de la ducha, y con la cuca palpitándome de ganas de ser taladrada por esa verga a la que aún temía, pero también ansiaba.

Él fue filmándome todo el camino. Al llegar a la cama me tomó por el pelo y me hizo subirme a ella, quedando yo a cuatro patas. Acercó el teléfono a mis partes, las cuales levanté con morbo para que el tuviera el mejor ángulo posible y pudiera tener un buen primer plano de mis agujeritos. - Tócate -me ordenó, y yo con el "Si señor" obedecí, me empecé a sobar la cuquita para la cámara, viendo yo hacia ella y gimiendo ahogadamente.

El dejó el teléfono a un lado y me dio una nalgada fuerte y sonora que hizo que yo diera un brinquito del susto. Me dio dos más y metió dos dedos en mi cuquita encharcada, arrancándome un profundo gemido. Dios, se sintió tan rico, tan fenomenal tener una parte de él dentro de mí...

Dio un par de mete y sacas suaves con sus dedos, dándome otra sonora nalgada mientras. Sacó sus dedos y los contempló, llenos de mis jugos. -Estas caliente zorra... -Me dijo, acercándome sus dedos a mi boca. Los chupé con lujuria, a pesar de tener el hilo aún adentro. Me folló la boca con ambos dedos unos segundos y luego los sacó, con el hilo en ellos para restregármelo por toda la cara y llenarla de nuevo de mis babas. Al parecer le gustaba verme así, sucia y húmeda de mis propios fluidos. Y la verdad, estaba descubriendo que a mí me gustaba estar así, sintiéndome sucia, asquerosa, guarra.

Perra.

Dejó de restregarme el hilo por la cara, y pude mirarlo de pie detrás de mí. Se veía imponente, con su monstruosa verga erecta. Vi en sus ojos la lujuria que sentía, y fue ahí cuando supe que había llegado la hora de ser empalada. De ser poseída por un hombre distinto a mi marido en 7 años. Una hora antes me seguía pareciendo algo descabellado. Ahorita, lo deseaba con muchas ansias.

Acercó su verga a mi cuca latente y deseosa, posando la punta en la entradita, restregándola arriba y abajo a lo largo de la rajita, acariciando mis labios vaginales, volviéndome loca del deseo y de las ya mencionadas ansias por ser penetrada.

-¿Lo quieres? -Me preguntó.

-Siiiii mi señor lo deseooooo -Le dije perdida en la excitación.

-Hace rato estabas molesta por esto, de hecho, venías con mala gana...

-Si papi lo sé, perdóname por favor, estaba equivocada...- Le dije.

- Ahora lo quieres...¿Que pasa si te digo que no quiero cojerte? ¿Que cambié de opinión? -Preguntó. Era obvio que quería cojerme, es muy difícil que un hombre diga que no a estas alturas. Pero pude intuir a donde quería llegar. Quería verme rogar. Y la verdad, debo admitir que tenía miedo de que no quisiera cojerme, de que de verdad hubiera cambiado de opinión. Dije que era muy difícil, pero no imposible, así que podía pasar. Por lo que seguí su juego.

-Señor por favor cojame... -Le dije con tono desesperado y suplicante.

-Déjate de modales nena, que tú y yo sabemos que tienes ese hocico bien sucio...¿Quieres que te coja?

-Si papi por favor por favor por fis cojeme, méteme el guebo, métemelo duro anda papi por fis...- Le dije, más desesperada.

Supongo que la calentura que él también tenía no se hizo de rogar mucho tampoco, ya que comencé a sentir como iba hundiendo su enorme hombría en mi cuca. Ambos gemimos fuertemente al unísono, aunque yo inhalando aire profundamente al ritmo que entraba en mí, mientras que él exhalaba con tal fuerza que podía sentir su aliento en mi espalda.

Debo admitir que, a pesar de que él lo estaba metiendo lento y suave, me estaba doliendo un montón. Sin duda los 14 centímetros de mi esposo no podían competir con esta enormidad. No estaba acostumbrada a ese tamaño y grosor, y a pesar de que estaba bastante lubricada sentí como él estaba forzando su guebo dentro de mí.

-Pero que apretadita estás -Dijo Simón . -¿Te duele?

-Gggghhhhnnn.....s-siiiiggghhhh...u-u-ungg po....cohhh -dije. Me dolía, pero no era algo que me incomodara para mi sorpresa. Mas bien me gustaba sentir ese dolor.

-Y todavía falta mucho por meter jejeje ... ¿Quieres que pare?

-NOOOOOOOOHHHHHH NO P-P-P-PAHHHHHRRREEEEEEEEEGGGSSSSS POR FAVOR!!! -Grité. Simón se echó a reír, pero por fortuna siguió metiéndolo. Sentí como mis entrañas se abrían por su verga. Era una sensación divina, especialmente cuando tocó pared, momento en el que me corrí, sintiendo como perdía el control de mi cuerpo, que empezó a temblar brutalmente, casi a nivel de convulsiones. Se me salieron las lágrimas, pero eran lágrimas de gusto, de placer. Era indescriptible lo que sentía, jamás había tenido esa sensación antes. La piel se me puso de gallina, sentía una fuerte oleada de escalofríos en mi cuerpo, y todos tenían su origen en mis entrañas. Mis gemidos se oían por toda la habitación.

Simón esperó unos largos segundos a que semejante orgasmo terminara. Pude ver por el espejo ubicado frente a la cama que él estaba bastante complacido con mi reacción, con mi corrida. Y cuando los estertores del orgasmo bajaron su intensidad, el los reavivó empezando un suave y gentil mete y saca. Cada vez que lo hundía, mi cuerpo temblaba sin control, y un gemido salía de lo más profundo de mi ser.

-Aaaahhh siiihhhh -Gemía él también, mientras amasaba mis nalgas y me penetraba suavemente. -Vamos a recalibrarte bien esta cuca -Me decía. Yo gemía y temblaba sin parar.

A los pocos minutos, tuve otro orgasmo tan brutal como el anterior. Me hallaba en el séptimo cielo del placer. Olvidé todo por completo, mis problemas, mi matrimonio, todo. Tenía la mente en blanco. Él siguió penetrando aún mientras yo convulsionaba con ese segundo orgasmo. El magreo al que tenía sometidas a mis nalgas fue sustituido por fuertes y sonoras nalgadas, que me invitaban a moverme al ritmo que él llevaba, y que iba aumentando poco a poco, hasta que ese suave mete y saca se convirtió en una frenética y bastante violenta cojida.

Se oía claramente entre nuestros gemidos (sobre todo entre los míos, ya que estaba gimiendo muy fuerte) el chapoteo de mi cuca jugosa y golosa, en armonía con el choque de su pelvis con mis enrojecidas y ardientes nalgas. El concierto sexual duro un buen rato, no sabría decir cuánto, pero terminó luego de mi tercer orgasmo, el cual fue bastante violento y salvaje. Tanto, que por primera vez en mi vida vi como de mi cuca manaba una cantidad bastante grande de jugos vaginales, salpicando la cama y el cuerpo de Simón.

-Jajajajaja -Reía él a carcajadas mientras yo me volteaba y me tiraba boca arriba sobre la cama, aun temblando por el orgasmo. - Qué lástima que tu maridito no fue testigo de esto. Apuesto que no ha logrado hacerte acabar de esa forma...seguro que te besa los pies mientras te intenta cojer y te trata como toda una reina...¿Me equivoco?

-N-no... -Le dije. La verdad en cierta forma si se equivocaba, Manuel me cojía rico. Me cojía lo más duro que podía, aunque debo ser sincera, no podía igualar este cojidón que me estaba dando Simón, y eso sí, me decía palabras cariñosas, y de hecho si me daba masajes en los pies muy a menudo, como toda una reina. Tampoco me había hecho acabar así de fuerte como este hombre lo estaba logrando. Y nunca había tenido más de dos orgasmos, siempre me daba uno con su güebo ayudado por mis dedos, y otro con su boca haciéndome oral después de cojerme.

- Pues olvídate de eso conmigo perrita. Aquí el rey soy yo. Y tú no eres más que la puta que me da placer esta noche. Ustedes mismos lo dijeron, son mis marionetas. -Me dijo, para hacer algo que me hizo sentir como la más baja de las putas verbeneras del mundo: alzó una pierna y puso su pie en mi cara, humillándome, degradándome. Y por supuesto excitándome como nunca. Procedí a besar y lamer su pie con deseo bajo su atenta mirada, al ver esto, con una sonrisa tomó el teléfono nuevamente y le marcó a Manuel en videollamada. -Hola maricon -Le dijo a mi esposo - mira como la tengo, mira. -Siguió diciendo, enfocándome mientras me tenía perdida en mi excitación, humillada, chupando los dedos de sus pies con hambre. -La reina de tu vida, tu amada...rebajada a ser una simple perra en celo adicta a las vergas grandes...tu esposa me ama...¿Quieres ver cuánto?

Al hacer esta pregunta retiró su pie de mi cara y me hizo una seña para que me parara de la cama, cosa que hice de inmediato. Me tomó con su mano libre por el pelo y como ya era típico, me condujo de forma autoritaria y firme hasta el ventanal principal de la habitación para pegarme del vidrio inclinándome ligeramente hacia adelante, provocando con la pose que yo sacara mi culito hacia atrás, ofreciéndoselo. Acercó su mano a mi boca soltando mi cabello ordenándome escupir en ella, cosa que hice sin titubear, para acto seguido meter su mano con mis babas entre mis nalgas y embadurnarme el culo.

En ningún momento dejó de filmar lo que se hacía, por lo que yo lograba escuchar el ahogado pero intenso murmullo que emitía mi marido del otro lado de la pantalla. Él sabía lo que venía a continuación, y yo también. Era la hora de darle mi culo al corneador Simón.

Una de las cosas que Manuel me había pedido durante todo mi matrimonio, a veces con cierta desesperación, era mi culo. Pero yo nunca accedí a dárselo. Ese agujero es solo para salida, nunca para entrada a mi modo de ver las cosas. Además, al igual que besarle los pies a alguien en determinadas situaciones, el sexo anal me parecía algo realmente humillante, degradante. Dejarse meter un dedo en el culo era para mí un acto de total humillación, de rendición. Es la vejación que te hacen cuando te derrotan. Así que mi culo seguía siendo virgen, a pesar de las súplicas de mi marido, a quién lo más que le he permitido hacerme, es lamerlo, acto que me parecía degradante también, aunque más por quien lo lame que por quien se deja pasar la lengua por allí. Pero jamás, JAMAS lo dejé penetrarme por allí. Mi marido sabía bien lo que Simón haría, y no podía hacer nada por detener a este hombre. Yo en cambio, si podía "ponerle un parao" como decimos aquí en mi país.

Pero no lo hice.

No sé bien el por qué yo no oponía ningún tipo de resistencia. Y no voy a engañar a nadie diciendo que todo esto es culpa de Manuel, porque sinceramente nunca creí que yo llegaría a caer tan bajo ante Simón. La ira que yo sentía hacia Manuel, que fue el principal motivo por el que terminé en esa situación, le había dejado paso a la lujuria extrema que me invadía al ser sometida por este hombre. Estaba muy, muy excitada. Me costaba creer que yo me dejara hacer toda esa clase de actos sexuales humillantes, pero estaba pasando.

Y lo estaba gozando.

-¿Eres virgen del culo muñeca? -Me preguntó Simón.

-S-si...si...s-señor. -Le dije, con cierto temor.

-¿El mariquito éste te lo ha pedido?

-S-si señor...

-¿Y por qué nunca se lo diste?

-Me...me parece algo...que no...d-debe ha...cerse.

-Y tú, imbécil, nunca lo tomaste. -le dijo Simón a Manuel por la cámara. -Que poco hombre.

La verdad si Manuel lo hubiera intentado, yo lo habría cacheteado. Me gustaba de Manuel que sabía respetar mis gustos, aunque me rogara muy seguido por alguna negativa mía. Pero a mi modo de ver las cosas, eso era lo que definía a un hombre, el respeto por una mujer. O al menos el saberla llevar a romper sus límites. Manuel era muy respetuoso conmigo.

Simón en cambio, estaba en lo segundo.

Hurgó suavemente por mi agujero anal con uno de sus dedos entre mis carnosas nalgas. Sentía como recorría en círculos el orificio. -Ábrete las nalgas puta . -Me ordenó Simón. Yo obedecí y me las abrí, quedando apoyada del vidrio con mi cara y mis tetas. Simón se agachó y enfocó mejor con el teléfono mi agujerito anal, apretadito y latente. Lo contempló mientras lo recorría con sus dedos, para escupirlo directamente supongo que con fines lubricantes, aunque para mí fue humillante. Y ahí empezó la verdadera conquista de mi cuerpo.

Comenzó metiendo un dedo. Tuvo que hacer una presión algo considerable, ya que yo por reflejos apretaba mi culito, sin embargo, luego de unos segundos, logró entrar, haciéndome pegar un fuerte respingo, y gemir de dolor. Un dolor que me llenó de excitación. Lo introdujo lentamente mientras solo se oía en toda la habitación el típico "ay, ay, ay" que salía de mi boca, quejidos que lo hacían reír. Una vez alcanzada la profundidad deseada por él, sentí como lo sacaba de nuevo, aunque no del todo, para volverlo a meter de nuevo suavemente. Repitió esta operación varias veces seguidas, cada una más rápida y menos suave que la anterior. En algunos momentos sacaba el dedo por completo, y lo volvía a meter, haciéndome respingar de nuevo.

Una vez que él sintió que yo ya estaba acostumbrada a ese dedo, lo sacó del todo para meterme ahora dos, repitiendo la misma operación que con el primero. Yo me mordía los labios para ahogar mis grititos de dolor, pero me mantenía sumisa ante él, dejándome hacer. Repitió el mismo proceso, aumentando la velocidad del mete y saca cada vez más. Hasta que paró, sacándome los dos dedos del culo.

-Bueno, yo creo que así está bien. ¿Verdad que sí, cabroncito? -Le dijo a mi Marido, poniéndose de pie. Pude notar su enorme güebo erecto y poderoso. Lo tomó con la misma mano con la que había jugado en mi ano y se puso a un lado de mí. Yo en ningún momento abandoné mi posición, ofreciéndole el culo, abriendo mis nalgas. Su verga quedo justo debajo de mi cara - Escupe. Y hazlo bastante, te conviene . -Me ordenó. Yo obedecí y escupí unas tres veces, hasta que mis espesas babas chorreaban de su verga al piso.

Se ubicó nuevamente detrás de mí, y puso la punta en mi entradita anal. Era la hora de la segunda fase de su conquista.

Comenzó a empujar aumentando la presión poco a poco dado que el güebo no entraba en mi estrecha cueva anal - Flojita y cooperando perra -Me dijo. Pero por reflejos me costaba relajar mi culo. Él lo sintió - Es por tu bien muñeca...afloja el culo, relájalo...- Me dijo mientras seguía haciendo presión, inútilmente. Era muy grueso para mi culo, y yo de reflejo lo apretaba. -Bueno puta, jodete. -Me dijo, y empujó con una furia descomunal de un solo golpe.

Sentí que las piernas me fallaron. Un muy agudo dolor recorrió mi cuerpo por completo. La respiración se me cortó, las lágrimas se me salieron. Un grito mudo salía de lo más profundo de mi pecho. Mis entrañas habían sido invadidas salvajemente de un solo golpe. Solté mis nalgas para tratar de apartarlo, pero él con mucha habilidad con su mano libre me agarró ambas manos y evitó que me cayera al piso. Nunca había sentido un dolor semejante. Y tampoco un golpe de placer tan brutal.

Porque si, tuve un orgasmo. El más intenso, pasmoso y doloroso que había sentido en mi vida. Tanto, que me oriné del gusto. Que sensación tan brutal y divina. A los segundos fue que el grito dejó de ser mudo, y pasó a ser un desafinado y desgarrador gemido de dolor y placer mezclados en mi ser. Un fuerte temblor invadió mi cuerpo, desde la punta de mis pies, hasta la punta de mis más finos y largos cabellos.

-Tu esposa, la dueña de tu corazón, la reina de tu vida, ahora es mi mujer, es mi perra, es mi depósito de leche. Adiós, maricon. -Dijo Simón, con saña, para tirar el teléfono en el piso. Noté que no colgó la llamada.

Con esa mano que tenía agarrada el teléfono, me agarró por el pelo, halándolo hacia atrás con furia. Si bien lo sentí, no me dolió en absoluto, supongo que mi cerebro estaba ocupado con la mezcla de sensaciones contradictorias que le llegaban desde mis entrañas anales. Un concierto de fuertes gemidos salidos desde mi alma siguió a continuación, acompañando el vaivén que Simón comenzó a hacer con su pelvis, taladrando mi castigado culo, que ya estaba totalmente rendido y a sus pies, como todo mi ser.

No sé cuánto tiempo estuvimos en esa posición, pero el estado mental en el que yo me encontraba se contradecía muchísimo ante todo. Por un lado me parecía una eternidad. Por otro me parecía poquito y quería más. Por un lado quería que parara. Por otro, quería que siguiera, que no se detuviera jamás. Me volvió totalmente loca, aunque con un propósito: servirle, complacerlo, verlo satisfecho. Sentía que le debía la vida. Sentía que lo amaba, que lo adoraba. Me sentía suya, su propiedad, su juguete.

Me sentía su esclava.

En un momento dado, muy a mi pesar y felicidad, me soltó del todo y me dejó caer en el piso, donde caí boca abajo, jadeando desesperadamente, con el culo ardiéndome, adolorido, brutalizado. Sentía el aire entrar en mis entrañas. Estaba fuera de mí. Vi a Simón de pie contemplándome, con su verga erecta. Ya no me parecía el taxista extraño con quien le montaría cachos a mi marido a regañadientes. Ahora lo veía como a mi vida, como a mi dios. Era el dios al que le debía mi amor y obediencia. Simón se sentó al borde de la cama y se quedó viéndome recuperar el aliento. Esperaba que mi mirada transmitiera todos mis sentimientos a él.

-Ven . -Me ordenó. Yo obedecí, aunque arrastrándome, ya que no podía ponerme de pie. Me era muy difícil coordinar mis movimientos, pero tenía esa necesidad de obedecerle, así que como dije, me arrastré lo más rápido que pude hasta sus pies. Me tomó del pelo y sin mucho esfuerzo me alzó hasta que mi cara quedo a la altura de su divino miembro viril. ¡Paf! Me dio una fuerte cachetada. -¡Reacciona estúpida ! -Me dijo. Me dio dos cachetadas más que me hicieron volver en mi de nuevo. Me puse en cuatro a duras penas, el culo me dolía horrores y por cada movimiento de mis piernas, un corrientazo que empezaba en mi ano me recorría la columna vertebral. Pero mi hombre quería que volviera en mí, y eso hice.

Sin mediar palabra me guió por mi cabello y me hizo metérmelo en la boca. Comencé a mamar con la mayor fuerza que pude, sin importarme la clase de jugos anales que estuvieran en esa vergota gigante. Saboreé con gusto todo ese güebo erecto y rígido, deleitándome como si fuera el manjar más delicioso que me hayan dado en mi vida. Bajé a sus bolas para consentirlas con mi lengua y chupitos suaves, poseída por la lujuria.

A los pocos minutos de degustación de su güebo, él se puso de pie, sosteniéndome en la posición en la que estaba. Se ubicó detrás de mí una vez más, y me volvió a empalar por el culo. Esta vez fue más gentil, lo introdujo poco a poco aunque haciendo presión, no tanta como antes porque mi culo ya estaba abierto, pero sí hizo cierta presión ya que yo por reflejos seguía apretándolo como podía.

El hecho de que ya lo tuviera bien abierto no quería decir que ya no me iba a doler. Al contrario, el dolor fue casi el doble de fuerte, sentía cada imperfección de su verga deslizándose dentro de mí, y por supuesto, yo no paraba de llorar y de gritar. Y tampoco, para mi sorpresa de correrme como una asquerosa cerda ninfómana. Sin duda esta nueva faceta masoquista la tenía bien oculta, porque no me explicaba que tanto dolor, humillación, y desespero me pudiera excitar a esos niveles en los que estaba en ese momento.

A punta de embestidas me hizo caminar a cuatro patas hasta quedar frente a un espejo, no sin antes usar los dedos índice y medio de cada mano como garfios para enganchar las comisuras de mis labios y estirarlos obscenamente.

La mujer que vi en el espejo me pareció el ser más patéticamente asqueroso y ridículo que había visto en mi vida. El rímel totalmente corrido por mis babas y mis lagrimas manchando mi cara, la pintura de mis labios totalmente corrida también, mi boca estirada hacia los lados, dejando ver parte de mi dentadura, mi lengua afuera chorreante de babas, el cabello totalmente despeinado, hecha un desastre, mi piel roja como un tomate, y gimiendo de dolor y placer como perra en celo, humillada por el empalamiento anal, derrotada totalmente, rendida a los pies de este dios sexual que me hacía más suya con cada embestida, como dije, un ser patético y destruido, asqueroso...

Ese ser era yo. Y esa visión me puso más excitada aún si cabe.

Simón siguió castigando sin piedad mi culo con su enorme verga, aumentando la intensidad y rapidez de sus embestidas paulatinamente mientras yo me debatía de nuevo entre desear que se detuviera por el dolor que me hacía sentir y rogar porque no parara por el placer que me invadía de pies a cabeza. Ya había perdido la cuenta de los orgasmos anales que había tenido en esta segunda enculada de la noche, mi cerebro estaba prácticamente en blanco, solo estaba enfocada en darle placer a Simón costara lo que costara.

Luego de unos minutos de ver en el espejo esa película porno donde yo era la protagonista, sonó la puerta fuertemente, haciendo que Simón se detuviera. Me sacó su verga, haciéndome sentir un vacío muy brutal en mi interior, y se fue a sentar a la cama.

-Abre. -Me ordenó. Me puse de pie y fui rápidamente al baño a tomar una toalla, con la que envolví mi torso desde la mitad de mis tetas hasta donde me cubriera, que era hasta la mitad de mis caderas. En el camino a la puerta me vi en el espejo, el look de puta barata recién usada me daba un auténtico aire pornográficamente deplorable pero morboso. Cada paso que di lo sentí en todo el cuerpo, especialmente en el culo, además de sentir las piernas temblando con cada paso que daba.

-¿Si? -Pregunté, abriendo la puerta de par en par, sin importar lo realmente peligroso que era hacerlo. Sin importar que me vieran destrozada. Un vigilante y un botones estaban del otro lado. Y se quedaron atónitos al ver mi figura cubierta apenas por la toalla. No sabían a donde ver, si a mis enormes tetas, o mis caderas, buscando a ver si me veían mi cuca, o a mis bien tonificadas piernas, que aún me temblaban como gelatina.

-Eh...señorita disculpe...- Comenzó a decir el botones.

-¡De señorita no tiene nada jajajajaja! -Dijo Simón en voz alta desde la cama, refiriéndose a que yo ya no tenía agujero virgen en mi cuerpo. Pude notar una mueca de risa contenida en los hombres, y a mí la verdad me hizo gracia también el chiste, pero logré contener la risa.

-¿Todo bien por aquí? -Preguntó el vigilante.

-Si...todo bien...¿Por? -Pregunté en un tono algo antipático. Aunque estuviera aun algo divertida por el chiste, lo cierto es que estaba bastante contrariada por la interrupción.

-Es que algunos clientes...llamaron...por el...por el ruido que provenía de la habitación. -Dijo el botones algo apenado.

-Todo bien aquí. -Dije. -De hecho, muuuuy muy bien -Terminé de decir con sonrisa pícara.

-Si señora, pero los vecinos dicen que pareciera que mataran a alguien aquí . -Dijo el vigilante, más decidido.

-Jajajaja ¿Matar a alguien? ¿En serio? -Pregunté ya ahora si con una carcajada. La verdad no tenía ni idea de que tan altos eran los chillidos que yo estaba emitiendo mientras me enculaba Simón. Y tampoco tenía ni idea de que palabras salían de mi boca. Lo cierto era que esa vergota me tenía bien perdida.

-Si señorita. Por eso pregunto de nuevo, ¿todo bien aquí? -Volvió a preguntar el vigilante.

-Si cariño, todo bien. Pido perdón por el escándalo, pero es que quisiera que comprendan -Dije, haciéndome a un lado y dejando que vieran a mi amante sentado al borde de la cama, quien tenía sus piernas abiertas mostrando sin pudor ni pena alguna su enorme güebo erecto. - Hay cosas que no son fáciles de digerir para mujeres como yo. -terminé de decir. Los dos hombres abrieron los ojos como platos al ver semejante miembro.

-Si amigos. -Dijo Simón desde la cama . -Ella está perdiendo la virginidad ahorita. Igual tratare de hacer que baje el volumen.

-Ooo...ok. -Fue lo único que atinó a decir el botones.

-Ahora, si quieren asegurarse de que no pasa nada...pueden entrar y revisar la habitación -Dijo Simón.

-No señor...no es necesario . -Dijo el vigilante.

-Bien, ahora si nos disculpan...- Dije cerrando la puerta.

-Espera Skarlet. -Dijo Simón. -Pobres hombres. Solo vinieron a ver mi verga. Quítate la toalla, deja que te vean desnuda. Entenderán mejor la situación si ven el manjar que me estoy comiendo . -Me ordenó. Y yo obedecí sin titubear ni un segundo. Sentía la natural obligación de obedecer sus deseos. Con una sonrisa desenvolví mi cuerpo y tiré la toalla lejos. Me recosté del borde de la puerta subiendo una mano y apoyando la otra de mi cintura en una pose sensual, apoyando mi cuerpo en mi muy temblorosa pierna derecha y flexionando la izquierda ligeramente. Los dos pobres hombres se pusieron rojos como un par de tomates, y se quedaron boquiabiertos. - Date la vuelta, que te vean bien . -Dijo Simón. Obedecí y me di la vuelta para que vieran mi bien trabajado culo. Los pobres hombres no sabían que decir. - Ábrete las nalgas, que vean el motivo de tus gritos. No quiero que se vayan preocupados -Me ordenó Simón nuevamente, y yo sin tapujo alguno obedecí, me incliné hacia adelante y abrí mis nalgas con mis manos, dejando ver mi muy castigado agujero anal. Los hombres no salían de su asombro. - Como ven, le estoy recalibrando el culo. El marido lo tiene chiquito. Ahora sí, despejadas sus dudas...

-B-b-bueno...- Dijo el botones mientras yo me volteaba nuevamente y cerraba la puerta con una sonrisa pícara en la cara de ambos. Volteé a ver a Simón, quien se había subido a la cama por completo y estaba recostado de la cabecera con sus piernas cruzadas. Su güebo se veía apetecible e imponente. De varios dolorosos saltitos apresurados me subí en la cama y metí mi cara de lleno en sus bolas peludas, para lamer más abajo de ellas, incluyendo su peludo ano. Nunca me imaginé que haría semejante guarrada, pero lo hice sin pensarlo. Restregué mi cara en su intimidad deseosa de hacerlo disfrutar.

Unos minutos más tarde, salí de allí para erguirme un poco más y atrapar su verga gigante entre mis dos tetas. Vi que Simón estaba recostado de la cabecera de la cama disfrutando cómodamente de mis atenciones, con una amplia sonrisa de satisfacción que me llenaba de plenitud. Escupí varias veces su verga para que escurriera en el canalillo de mis tetas y haciendo bastante presión entre ambas comencé a masajeárselo suavemente. La punta y un buen trozo del tronco de ese mega güebo salía por la parte de arriba de mis tetas, por lo que se me hizo bastante fácil llegar con mi boca al glande y darle primero unos besitos coquetos, luego unas lamiditas picaras, y por ultimo una buena mamada, masajeándolo con mi lengua dentro de mi boca de la forma más morbosa que pude, todo esto sin dejar de mover mis tetas para su placer.

Me gustaba mucho la visión morbosa de mis babas, así que traté de salivar bastante con su glande en mi boca para que un buen menjurje de babas escurriera por todo ese majestuoso miembro, lubricando más la piel de mis tetas hasta que la paja rusa que le hacía sonara bien viscosa. De vez en cuando veía a Simón a los ojos para ver su expresión de placer y satisfacción, que como dije, me hacía sentir plena, realizada, y me animaba a dar más, a ser más perra, más morbosa, más guarra, más puta, para él.

Que rápido había olvidado que ese hombre no era mi esposo. Que rápido había dejado atrás todo ese drama de hacía unas horas. Solo existíamos mi dios Simón, y yo, su esclava. Él había nacido para gozar. Yo para darle ese goce.

Pasó un tiempo más o menos largo conmigo dándole esa buena paja rusa, tanto, que debo admitir que en un momento dado disminuí la intensidad del masaje debido a que me dolían mis tetas y los brazos por la presión ejercida y los movimientos que hacía, primero ambas al unísono, moviéndolas de arriba a abajo, y luego una hacia arriba y la otra hacia abajo, restregándolas bien una contra otra con ese enorme falo en medio de ambas. Hasta que él me tomó por el cabello nuevamente y con fuerza me subió sobre él, haciéndome sentar sobre su verga aunque sin meterla en ninguno de mis agujeros, sino más bien quedando recostada a lo largo de la raja de mi culo.

Mis tetas quedaron a la altura de su cara. El soltó mi cabello y comenzó a amasarlas, a pellizcar los pezones con fuerza, a retorcerlos a gusto. A pesar de dolerme, me excitaba demasiado este trato, tanto que inconscientemente comencé a mover mis caderas como si hiciera twerking, restregando mi culo contra su verga erecta, masajeándola con mis nalgas aprovechando que estaba en la raja de mi culo. Simón comenzó a pegar palmadas a mis tetas, cacheteándolas cada vez con más sorna. Tomé su cabeza e intenté llevarla a mis tetas para restregárselas en la cara, pero me detuvo.

-Hey aguántate ahí. -Me dijo, sacándome del trance.

-¿Que pasó? -Pregunté.

-Mírate las tetas, todas asquerosas de sudor y babas. No meteré mi cara ahí. No soy un cerdo como tú . -Que me dijera eso me dejó descolocada, aunque excitada por la humillación. Tomó una de las sabanas y la pasó por mi pecho para limpiar la mezcla de fluidos de mis tetas, y luego tomó ambas de nuevo con furia, y ahí sí, me las atacó con la boca.

Yo restregué mis pechos en su cara, y él se daba gusto lamiendo, mamando y mordiendo, mientras yo seguía haciendo twerking para su verga. El detenía los movimientos de mi pecho de vez en cuando para mamar mis pezones o cualquier otra zona de mis tetas con furia, e incluso, como ya dije, para morderlas, dejándome diversas marcas en las tetas.

-Quiero que el maricon de tu esposo vea mis marcas cuando te desnudes ante él -Me dijo. Ese comentario me llenó de morbo.

-Siiii papi marcame todaaaaahhh ooohh siiihhh siiiiiihhh -Le dije entre gemidos.

No pasó mucho tiempo más para que el tomara ambas nalgas con sus manos y me hiciera meterme su guebo, esta vez en mi cuquita inundada de flujos vaginales. La penetración no fue gentil, fue más bien brusca, agresiva, se notaba que quería metérmelo con ganas, y así lo hizo. Y de ese sopetón llegó de nuevo al punto en mis entrañas que nunca había sido explorado por nadie más sino por él, rato antes cuando dije que "había tocado pared". Un punto que me hizo temblar de gusto nuevamente. No cabía duda de que me había llegado a la cérvix, haciéndome explotar en otro intenso, violento y muy salvaje orgasmo que me hizo ya no temblar, sino convulsionar para él.

-No te quedes ahí sin hacer nada puta, ¡muévete! -Me ordenó, dándome una fuertísima nalgada que me dejó la marca roja de su mano. Aun temblando y gimiendo por el orgasmo, y con mis ojos volteados en blanco, comencé a mover mis caderas para darle placer a él, mientras yo gemía y gritaba también de placer. Estos movimientos extendieron el orgasmo unos minutos más, haciéndome sentir algo realmente indescriptible.

-AHHHH SIIIIHHH DIOOOOOOSSSSSHHHSSSIIIIIII ASI ASI ASI ASI ASIIIIIIIHHHHHH MAAAAS -Es lo que yo llegaba a decir entre gritos, gemidos y jadeos. Me sentía en las nubes del placer.

Estuvimos así un buen rato, de nuevo, no sabría decir cuánto. Hasta que me alzó nuevamente poniendo sus manos en mis nalgas, para sacarme el güebo de la cuca y cambiar de agujero. Al igual que con mi cuca, no tuvo piedad y me dejó caer, empalando mi culo de una forma tan violenta y dolorosa que estallé en un placentero llanto. -No te di permiso para que dejaras de moverte, perra sucia, ¡mueve ese culo! -Me exigió. Yo obedecí y procedí a mover mis caderas para él, castigando yo misma mi culo con su verga, temblando de dolor, pero más aún de placer para él.

Simón no dejaba de jugar con mis tetas. A veces las soltaba para ver cómo se bamboleaban frente a su cara, para luego capturarlas entre sus manazas y chuparlas y morderlas a discreción mientras yo gritaba y lloraba de placer y dolor, la mezcla perfecta que había descubierto esa noche de la mano (y güebo) de este hombre.

Luego de un rato soltó mis tetas y me agarró por el cuello con ambas manos, asfixiándome. Lejos de asustarme, esto me excitaba muchísimo. Era increíble que todo lo que este hombre me hacía, sencillamente me gustaba. Sin duda sabía cómo tratar a una mujer.

¿O era yo la que estaba enamorada de él y por eso todo me gustaba? No sabría responder a esto. Solo me limité a darle placer y disfrutar de estos cuernos que le estaba poniendo a Manuel, mi esposo.

Me hizo pegar mi cara a la suya sin soltarme el cuello. Me mantenía la presión justa para no cortarme la respiración del todo. Dejé de mover mis caderas ya que la posición se me hacía incomoda y difícil, al estar ya totalmente acostada sobre él, momento que Simón aprovechó para empezar a moverse con agresividad y violencia, empalando mi culo con furia, mientras el lamía las lágrimas de mi cara. Una vez más, había perdido la cuenta de los orgasmos que tuve durante todo el rato que mantuvimos esa posición, sin embargo, el último de ellos quedó plasmado a fuego en mi mente y en mi corazón, ya que vino cuando me plantó un profundo y muy húmedo beso en la boca, con su lengua recorriendo todo su interior, jugueteando con mi sumisa lengua que traté de mover en respuesta, pero que nada tenía que hacer ante su ataque agresivo y muy, muy apasionado. El orgasmo fue tan brutal, que una vez más sentí como si me orinara sobre él, mientras mis gemidos quedaban ahogados por la asfixia a la que me tenía sometida, entre sus manos y el delicioso beso que me estaba plantando, haciéndome respirar solo su exquisito aliento.

No sé cuánto duró ese beso, esa posición, ese orgasmo. Pero terminó todo cuando guiándome por el cuello, me lanzó a un lado de la cama, sacándome su verga del culo y haciéndome sentir vacía de nuevo.

Caí boca arriba, sin fuerzas, respirando a bocanadas profundas, temblando aun incontrolablemente. Simón sin perder el tiempo se acostó sobre mí, y me metió el güebo de nuevo en mi cuca, en donde entró ahora sí, muy fácilmente, producto más que todo de la gran cantidad de flujo vaginal que había producido como nunca antes en mi vida.

-Eres mía, perra -me dijo a la cara. Sentir su aliento de nuevo me hizo feliz.

- Soy tuya…soy tuya…soy tuya…toda tuya -decía yo, como hipnotizada, perdida, mientras él embestía sin piedad mi cuca.

- No se te va a olvidar que eres mía...- Me dijo.

-No...no se me va a olvidar....

-¿Me amas?

-Te amo…te amo…te adoro...te deseo…te necesito…te amo

-Cada vez que quiera tenerte, te tendré

-Si...si....si...me tendrás...cuando...cuando quieras

-Porque eres mía.

-Porque soy tuya…soy tuya.

-Y serás mía para siempre.

Dicho esto, me plantó otro profundo beso que correspondí agradecida. Nuestras lenguas se enzarzaron en una violenta lucha de pasión y morbo, mientras él seguía bombeando fuertemente. Abracé su cabeza para que no se separara de mí, así como con mis piernas abracé su pelvis mientras me seguía dando con más y más intensidad...

...Hasta que se corrió dentro de mí, inundando mis entrañas con el elixir de la vida, provocándome una sensación de plenitud y realización únicas que jamás había sentido.

Se quedó un buen rato así sobre mí, besándome. Hasta que nos dormimos.

Al día siguiente, desperté en la cama. Sola. Adolorida. Agotada. Pero eso sí, con una sensación de satisfacción enorme. Como pude, me puse de pie, cosa que me dolió horrores en todo el cuerpo. Tomé mi teléfono del piso y vi la hora, eran las 11:30 de la mañana.

Me vi en el espejo, estaba totalmente desnuda, con el cabello hecho un auténtico desastre, y el cuerpo lleno de las marcas que me había dejado Simón. El maquillaje totalmente corrido. Desbloqueé el teléfono y vi que estaba en la pantalla de contactos, justamente mostrándome un contacto cuyo nombre decía "Mi dueño hermoso". Capté la indirecta, era Simón que me había dejado su número ahí registrado. Marqué en el teléfono a Manuel, y para mi sorpresa sonó en el pequeño armario de la habitación. Caminando muy torpemente de manera graciosa, debido al dolor que me producía cada paso. Abrí el mismo y ahí estaba Manuel, desnudo y arrodillado, amarrado y amordazado con su propia ropa. Lo liberé rápidamente.

-Amor...amor ¿Estas bien? -Me preguntó. Lo vi con indiferencia y sin mediar palabra me fui al baño, con paso errático. Manuel intentó ayudarme.

-Dejame en paz Manuel. -Le dije, empujándolo.

-Pero Amor....

-Nada, cállate. Me voy a bañar. -Le dije.

- Mira cómo te dejó ese desgraciado...si hubiera sabido...

-¿Desgraciado? No hables así de él. El desgraciado aquí eres tú. Esto es lo que tu querías . -Le dije, reprochándolo.

-Amor, perdóname mi cielo, si hubiera sabido que ese tipo te iba a hacer pasar un mal rato te juro que...

-¿Un mal rato? Jajaja pero que idiota eres. Ese tipo me echó el cojidón de mi vida. Lo gocé tanto que me muero por repetir.

-Pero...Skarlet....se suponía que yo vería todo...se suponía que...

-Cállate Manuel. En serio, cállate. No quiero oír tu voz. Esto es lo que tu deseabas. Tu querías ser un cornudo. Ahora lo eres. ¿Y sabes qué? Lo seguirás siendo.

-Ya va amor, espera...no es esto lo que yo quería, ya va...

-¿No es lo que querías? No me vengas con esa.

-Bueno amor, solo quería verte con otro hombre una vez y...

-¿Y sabes que es lo que yo quería? Serte fiel siempre. Un matrimonio normal. Una vida sencilla y feliz a tu lado.

-Mi reina....yo...esto era solo una fantasía nada más....

-Una fantasía que hiciste realidad, muy a pesar de que yo estaba en contra...

-Cariño lo sé...sé que abusé...

-Cállate Manuel. Cállate.

-Mi reina...yo te amo...

-¿Si? ¿Me amas? -Le pregunté.

-Amor mío, sabes que si... -Me contestó.

-Entonces ven. -Le dije. Él se acercó hasta estar frente a mí. Hizo ademan de besarme, pero se lo impedí con una mano. - Arrodíllate . -Le dije, el obedeció. Como pude, aguantando el dolor elevé mi pierna izquierda y la apoyé en una pared, dejando mi sexo enrojecido al descubierto. Tomé su cabeza y la llevé a mi cuca. - Mámamela. -Le ordené. Manuel, sumiso, obedeció.

Le tomé una foto y se la envié a Simón por Whatsapp. Supuse que le gustaría ver al cornudo devorar las sobras. Y la verdad era lo que estaba haciendo, Manuel chupaba con deseo mi cuca sucia y usada. Sentí placer al verlo humillado.

Sin duda nuestra vida dio un vuelco después de esto.

(Un año y medio después)

Estoy en la entrada del parque del Este, esperando a que vinieran a buscarme. Llevo puesta una muy sexy minifalda negra que me llega más arriba de la mitad de mis muslos, bastante apretada, una blusita muy, muy sexy de color blanco, con un escote de infarto. La tela dejaba ver sin mucha dificultad mis tetas redonditas, así como mis pezones, ya que no llevaba sujetador. Un bolsito pequeñito y unas sandalias estiletto bastante altas. Estoy bien maquillada y perfumada. Todo el mundo que pasa por ahí me ve de arriba abajo, algunas mujeres con desprecio, porque piensan que soy una prostituta. Los hombres en cambio, me devoran con la mirada y yo les sonrío pícaramente. En eso suena mi teléfono.

-¿Alo? -Contesté.

-Alo, hola amor. -Me saludó Manuel.

-Hola. ¿Qué pasa?

-Nada mi cielo, solo quería saber que hacías, ya que mira la hora, son las 7 de la noche y no has llegado

-Y no llegaré. No iré hoy a la casa a dormir.

-¿Por qué no?

-Me veré con Simón y unos amigos de él.

-Mi reina...pensé que...

-Piensas mucho Manuel. ¿Mi madre ya llegó?

-No...no ha llegado.

-Ok. Por favor dile que los teteritos de Simoncito los dejé en la esterilizadora, y que los baberos los dejé guardados en la gavetita de arriba de la peinadora.

-Ok amor, se lo diré…mi cielo yo quería que...

-¡Ah! Debes bajar YA a comprar pañales. -Le interrumpí - Queda un paquete nada más.

-Ok amor, yo bajo...mi vida, que te parece si te vienes para la casa...tu lugar está aquí con el bebé y conmigo.

-¿Disculpa? No haré eso. Simón quiere verme. Me presentará a algunos amigos y nos iremos de fiesta, y ya sabes lo que eso significa.

- Pero amor...

-Pero nada Manuel. Tu querías ser un cornudo.

-Mi cielo, solo por esa noche.

-Pues te jodes. Me gustó tanto que ahora soy yo la que quiere adornarte la frente siempre que pueda. Si no te gusta, dame el divorcio.

-Pero...pero...

-Cállate. Ah, y mándame una foto de Simoncito, seguramente su papá querrá ver como esta su hijo.

-Yo soy su papá.

-Tu solo eres el cabrón que lo cuida. Y más te vale cuidarlo bien, no creo que quieras que Simón te pateé el culo si lo haces mal.

-Mi reina...yo...yo...

-Tengo que colgar, ya viene Simón en el carro.

-Amor...

-Nada Manuel. Hasta mañana.

Colgué el teléfono sin esperar respuesta.

Para ponerlos en sintonía, les informo que esa primera noche que Simón me poseyó, me dejo preñada. Di a luz a un bebe hermoso, bastante parecido a él. Yo quería divorciarme de Manuel ya que la verdad, no sentía ya nada por él, esa experiencia bastó para que mi corazón dejara se amar a Manuel y fuera conquistada por Simón. Sin embargo, Manuel no me quiso dar el divorcio, y me rogó, me suplicó, que no me separara de él, que me ayudaría a criar al bebé. A Simón esto le pareció bien, y me animó a que siguiera mi vida con Manuel, así que por eso aún vivimos juntos.

A los ojos de nuestras familias estamos felizmente casados. Era lo más conveniente, sería un calvario intentar explicarles a todos nuestro estilo de vida, en el cual Manuel es un cornudo imbécil, y yo soy la esposa puta que vive de verga en verga, con Simón siendo el amante más habitual, aunque también lo hago con sus amigos, eso sí, siempre bajo su permiso. Porque al final, tal como dijo Simón esa noche, yo era suya. Para siempre.

Manuel no pierde el tiempo para intentar recuperar mi amor, pero es en vano, yo estoy enamorada solo de Simón. E incluso, estaba deseosa de darle otro hijo.

El llevar una fantasía acabo así de golpe puede resultar contraproducente si no se habla bien con la pareja. Y si no respetas las negativas de esta, y aún así fuerzas la situación, pues hay que contemplar las consecuencias que eso puede acarrear. Manuel no lo hizo, y ahora vive una vida que a mi parecer es desdichada, aunque a veces pareciera disfrutar de todo, de mis infidelidades, de mi indiferencia hacia él, de criar a un hijo que no es suyo...en fin, de los Frutos De Una Noche De Cuernos “Consentidos”.

Fin.

Muchísimas gracias a los valientes que terminaron de leer este LARGO relato. Pido disculpas por lo extenso, trataré de que los próximos sean más cortos. Aun así, y como siempre, espero que hayan disfrutado de esta historia. Cualquier comentario o duda pueden hacérmela llegar por el apartado de comentarios de la página o enviándome un correo a skarletpricet@yahoo.es

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Besitos.

Skarlet.