Froteurismo en el metro

Tenía ganas de guerra así que me subí en el metro hasta la bola de gente.

Me encontraba sumergida en medio de una de mis crisis de apatía de las que me costaba horrores salir. No quería hacer absolutamente nada. Mis amigas me insistieron. Querían que fuese a la Feria de Sevilla con ellas. Un rato, venga. Decidí salir de mi horror y abrí el armario para vestirme. Hacía un calor espantoso. Me puse un vestido muy corto azul con un poco de vuelo y me miré al espejo. Cuando vi lo corto que me quedaba me dio un vuelco al corazón y comencé a excitarme muchísimo. Tenía que viajar en metro hasta la Feria y en un día abarrotado cómo hoy. Pintaba muy bien. Me puse un tanga diminuto de color blanco, pero al final decidí quitármelo y me quité el sujetador también: observé mis pezones detrás de la tela. El metal de los piercings que me había hecho hace unos meses podían casi transparentarse. Estaba brutal.

-Cariño, me voy con las chicas. Nos vemos esta noche.- dije a mi novio mientras me ponía los tacones.

-Guau... pero qué zorra estás hecha... ¿Vas en metro, verdad?- éñ sabía perfectamente cuáles eran mis intenciones.

Me acerqué a él y metí mi mano dentro de su pantalón.

-Esto está duro.

-¿Tú te has visto bien?

-Luego te dejo que me uses como una muñeca. Ahora debo irme.

Él metió sus dos manos debajo del vestido y comprobó que ya estaba completamente mojada.

-Hija de puta...

Cerré la puerta y marché con prisa hacia la estación. Tenía 40 minutos hasta la parada de destino. A las 12.16 salía el próximo metro. Tal y cómo imaginé la parada de metro estaba hasta la bola: mujeres de gitana, hombres con traje de chaqueta, chavales jóvenes, padres con hijos... Todos íbamos al mismo destino. El metro llegó y me monté cómo pude. Por lástima, una señora mayor se colocó detrás de mi y desde la puerta observé dónde podía colocarme y quién sería víctima (Oh pobre de él) de mis ganas de exhibirme y rozarme como una zorra. Observé a un chico de más o menos mi edad. Llevaba un pantalón fino de tela y un polo fino con un Bar La losa serigrafiado en la zona izquierda del pecho. Fui moviéndome lentamente por el vagón hasta cruzar al frente. La excusa de hay más espacio me servía para justificar mis movimientos. Busqué hueco y me coloqué justo dándole la espalda. Delante de él. Él estaba apoyado en la pared un poco curvado. Yo me moví ligeramente, un disculpa, lo siento. Lo había conseguido: mi culo quedaba justo pegado a su polla. Yo creo que ese chaval estaba pensando que nunca un metro petado de gente le había venido tan bien porque aunque al principio lo noté incómodo, viendo que yo no me movía, él empezó a acomodarse y comenzó a pegarse cada vez más. Yo hice un ligero movimiento y levanté el vuelo de mi falda para que fuese mi culo en tanga lo que tuviese directamente encima. Cuando hice eso, se pegó a mi oreja.

-No sabía yo que las putas iban a la feria.

Yo como respuesta pegué más mi culo a su polla, que ya estaba dura.

La tela de su pantalón era tan fina que podía notarle absolutamente toda la erección. Tenía una polla grande y gorda. Y tenía esa polla metida entre mis dos cachas del culo. Observé a mi alrededor y nadie se estaba percatando de nada, eso en parte me tranquilizaba, pero a la vez rezaba porque algún viejo verde discreto nos observase. Mi froteurista estaba dejándose llevar y cada instante que pasaba estaba más lanzado. Se había llevado la mano a su pantalón e intentaba sacar su enorme polla por la cremallera. Cuando consiguió sacarla con disimulo la colocó entre mis nalgas de nuevo. Estuvimos un rato así. Aproveché el movimiento natural del trayecto para moverme y conseguí que la cabeza de su polla quedase justo en la entrada de mi coño.

-Estás ardiendo... ¿Puedo empujar?

Yo negué con mi cabeza, y aunque estaba deseando que me la metiese hasta el fondo no quería que un desconocido me follase a pelo en medio de un vagón de metro.

Él pareció convencerse y sólo se movía. Estaba cachondísimo. Llevó sus manos directas a mis tetas y manoseó mis pezones desde atrás.

-Ufffff

Yo quité sus manos. Observé a los demás. La gente parecía seguir a lo suyo, pero me percaté que había un señor viejo justo en frente observando el espectáculo sin quitar pestañear. Ahí tenía a mi voyeurista. Lo miré y me mordí mi labio inferior. El otro seguía a lo suyo.

-Me quedan dos paradas, zorra. Quiero correrme. ¿Me das tu número? ¿Bajamos y follamos en cualquier lado?

Yo negué de nuevo con mi cabeza. El chaval estaba que se moría. Busqué al señor viejo. Seguía mirando. Yo estaba cachondísima con la situación y sabía que cuando llegase a casa esta noche me iba a hacer una paja de locos.

-Joder, zorra.- Me agarró por las caderas y de repente empujo muy fuerte clavándome toda su polla hasta los riñones.

Yo busqué al viejo mirón y miré su paquete. Estaba empalmado.

-Me corro...

Yo intenté moverme para sacar su polla de mi coño pero el chaval estaba completamente pegado a mi. Noté cómo varios chorros de semen inundaban mi coño hinchado y al sacarla pude sentir cómo el semen chorreaba por mis piernas desnudas hasta mis tacones.

Miré la pantalla del metro. Quedaba una parada. Nos separamos y nos colocamos la ropa. No quise mirarlo a los ojos, pero él al marcharse me dio las gracias.

-Espero no haberte preñado.-me dijo, y salió del metro riéndose.

Antes de irme busqué al mirón con los ojos. Me sonrió.