Frente al PC

Día tras día el alma se desnudaban, hasta que un día la inexplicable pasión que sentian dió paso a unos juegos que se convirtienon el algo más profundo, donde los sentimientos jugaron un papel muy importante. El tiempo, y el destino si para ellos está escrito a su favor ,haran realidad muchos de sus sueños.......y de sus fantasias.

Sonó el teléfono. Se deslizó con la silla rodando esta por  el suelo de tarima de la acogedora oficina, hasta llegar a su mesa. Descolgó. Una voz sonó al otro lado del auricular. Sonrió y colgó sin mediar palabra. Se deslizó nuevamente con la silla y se fue de nuevo al ordenador. Un rectángulo naranja parpadeaba, emitiendo un breve sonido. Pinchó con el ratón y se abrió la pantalla. Leyó. Una sonrisa iluminó su rostro pícaro. Escribió algo y lo envió. Espero una respuesta por parte de su interlocutor, pero como esta no se daba, se centró en su tarea, olvidándose de lo leído.

Pasado un tiempo, una puerta se abrió a su espalda con cuidado de no sobresaltar al hombre que trabajaba en el interior de la sala. Entró. La música sonaba en el tono justo de oírse y no desconcentrar. Se descalzó, caminó de puntillas, dirigiéndose hacía él, con paso lento y sigiloso. Al llegar a su altura lo observó, y un sentimiento profundo iluminó su alma. Lo miró con ternura y exhaló un suspiro. Levantó sus brazos, en un movimiento ligero los pasó por encima de la cabeza del hombre y tapó los ojos de este con un pañuelo que llevaba entre sus manos. El hombre sobresaltado, hizo intención de sujetarla con sus manos, pero al instante se detuvo  y se dejó hacer. Entonces ella ató el pañuelo a la nuca, y lo besó en repetidas ocasiones en el cuello, bajando la pendiente hasta sus hombros. Buscó las manos de él, que estaban quietas sobre el teclado, se las acarició, le tomó una por una, y colocó los brazos por detrás de su silla de trabajo. Sacó un pañuelo de su escote y se las anudó Giró la silla, poniéndolo frente a ella, acercó sus labios a los de él, con la punta de su lengua dibujó la forma, y los besó despacio, embriagándose. Besó y lamió el cuello, percibió un ligero aroma a colonia y aspiró el olor. Besuqueo nuevamente el cuello, la nuca, los hombros, la nuez, acarició con la punta de sus dedos por detrás de sus hombros, sus brazos, subiendo y bajando, clavando levemente las uñas, despertando los sentidos, las sensaciones. Pasó las manos por el torso, acariciando sus tetillas, notando la erección de sus pezones, los acarició en circular con el pulgar, suavemente, casi rozando. El hombre la buscó la boca jugó con su lengua dentro de la de ella. Resbaló por su barbilla, con la lengua entre los labios, bajando por el cuello, el escote, los senos, las areolas que se contraían a pesar del tejido que las cubría. El hizo ademán de soltarse de la cinta que las sujetaban, y sentirse libre de movimientos, ella se lo quedó mirando, negó con la cabeza y le susurró al oído: -te recuerdo que estás atado, y hoy eres mío.

Aprovecho y mordisqueó la oreja y el lóbulo. Bajó su cabeza hasta el sexo de él, y hundió su cara, notando la dureza apretando hacia abajo con su rostro, él se estremeció. Frotó con la palma abierta de una de sus manos, le abrió las piernas y masajeó la zona notando la erección. Acarició la cara interna  de los muslos, bajando hasta las perneras y metiendo la mano al final de estas hasta rozar la piel, dibujó con caricias.

Le quitó los zapatos y calcetines masajeó los pies, los tobillos, y fue introduciendo los dedos en su boca, los labios húmedos transmitían sensaciones a veces difícil de controlar por el hombre. Volvió acariciar el sexo con sus manos, cada vez era más duro y tenso. La respiración de él subía de tono. Bajó la cremallera y desabrochó el botón del pantalón. Lo abrió y bajo este ligeramente, acercó su cara y percibió el olor del deseo, el placer. Se embriagó, y recorrió con su lengua el pubis, el falo erecto, los testículos duros, metió estos en su boca, cogió el pene con sus manos, y cerró los dedos en torno a él, y subía y bajaba. El hombre se movía en la silla jadeante, placentero. Le quitó los pantalones y el slip a la vez. Desabrochó lentamente la camisa mientras lo besaba y mordía los labios, se la echó hacia atrás todo lo que pudo para dejar al descubierto el torso .Le quitó la venda de los ojos y se miraron, la mirada de ambos despedía deseo, miraban, se comían, labios sedientos, jugosos, lenguas lascivas, juguetonas. Se levantó la falda que llevaba puesta y se sentó encima de él, uniendo  el hambre de sus sexos. Fue al encuentro de los pechos de ella, chupó y mordisqueó con cuidado los pezones, se quitó la camiseta que llevaba puesta y se acarició sus propios pechos, el hombre lamía el escote, las mamas, las manos, los dedos de ella, creando una sensación de placer que la quemaba por dentro de sus areolas, endureciendo aún más sus pezones, y humedeciendo aún más su vagina, llenándose de necesidad. Se levantó y despojó de su braga. Se colocó de espaldas para que el hombre pudiera recorrer esta con su lengua, sus labios, besar su espina dorsal. Notaba el miembro del hombre duro entre sus nalgas, la excitaba sentirlo. Se acariciaba los pechos, los muslos, la cara interna de estos, rozaba su sexo, se detuvo en el clítoris, hinchado, placentero, deslizó sus dedos por la húmeda vagina y percibió el hambre de esta, el quemazón que la invadía en aquella cavidad, y deseó dejar de cumplir penitencia. Se levantó y arrodilló frente al hombre, se metió el miembro de este en la boca, lo chupó con fuerza, subiendo y bajando, se lo sacó y lamió a lo largo, jugando con la punta de su lengua en el rosado prepucio, el miembro estaba cada vez más duro, más tenso, a punto, el hombre jadeaba de placer, movía como podía violentamente su pelvis. A veces dando sacudidas profundas que llevaban al pene a chocar contra lo más profundo de la garganta de ella.

Varias veces estuvo a punto de  descargar toda la ebullición acumulada, pero ella lo retenía y él hacía verdaderos esfuerzos por controlar las mieses seminales, para que estas no estallaran. Sentía dolor y entumecimiento en sus brazos, y ella lo desató. Agradeció el gesto, y este agradecido atrajo el cuerpo de la mujer y la abrazó, sintiendo su piel junto a la de él. Se besaron, la levantó de encima y la colocó de espaldas a él. Se incorporó y se puso detrás de ella, la abrazó por el cuello apretando su cuerpo contra el de ella, enredó los dedos en la melena de la mujer, jugó con los cabellos. La inclinó ligeramente la cabeza, jugó con sus labios y lengua por el cuello y la nuca, su otra mano acariciaba el pecho, el vientre, el ombligo. La respiración aumentaba por parte de ambos. Frotaba su miembro por detrás de ella, esta movía sus caderas apretando sus nalgas contra él. Alcanzó el pubis, acarició, bajo e introdujo los dedos entre los labios, la humedad era tal que resbalaban como jabón. La inclinó hacia delante apoyándola las manos en su mesa de trabajo. La recorrió con la lengua de atrás adelante, de adelante atrás, de arriba abajo, de abajo arriba, por todos lados y rincones. La penetró en esa posición, iniciando una danza salvaje de movimientos incontrolados, jadeaban sin compás. Ella fue parando el movimiento poco a poco, parándose, aún jadeante, el hombre hizo un gesto de dolor. Se dio la vuelta y empujó al hombre a la silla. Buscó el pañuelo y ató de nuevo sus manos. Introdujo el falo en su boca, duro, enorme, dolorido, cerró con fuerza los labios en torno a él, friccionó con deseo, cuando notó que el hombre estaba a punto se la introdujo en su hambrienta vagina por detrás. Sentada encima de él, apretó los músculos vaginales alrededor del pene e inició movimientos cada vez más intensos y salvajes. Era ella la que llevaba  el movimiento de la danza y marcaba el ritmo y la profundidad de la penetración. Esta iba siendo cada vez más intensa y profunda. La respiración de ambos más fuerte y jadeante, más subida de tono, escapando gemidos que rayaban el grito. Cada uno sintió la eclosión y el placer de su sexo, sus entrañas en diferente ritmo  y tiempo, pero saciaron con creces el fuego que les quemaba.

Empapados quedaron de sudor y fluidos. Jadeantes del placer conseguido. Exhaustos del tiempo transcurrido. Agotados de caricias y deseo. Les dolían las extremidades, en especial a él sus brazos, no los sentía. Cerró los ojos, y apoyó la frente en la espalda de su amada. Ella hizo un suave movimiento y se incorporó despacio, llevó sus manos detrás del respaldo y lo desató. Frente a él nuevamente hizo una V invertida con sus piernas sobre las de él sentadas, se inclinó y lo besó con los ojos cerrados, sensualmente, rozando sus labios con los de él, mojando con su cara interna los del él. Se relajaron largo rato, sin fuerzas para apenas moverse. No había prisa por irse, con un poco de suerte iniciarían de nuevo el juego de la seducción, volverían a despertar los sentidos, a mezclar los alientos, los fluidos, los sudores. Con los ojos cerrados, se sentían, se tenían el tiempo e detenía.

Así como estaban recordó algo y miró al frente. Alargó el brazo, con su mano cogió el ratón, lo movió y se iluminó la pantalla del pc, abrió la página. Leyó:

-Hoy tendrás a la luna entre tus brazos.

Debajo podía leerse:

..............¿???????????????...............

Una sonrisa de satisfacción iluminó su rostro. Se las apaño para escribir y en su cara se dibujó una mirada maliciosa, y una sonrisa pícara. Se mordió el labio inferior. Se echo para atrás y lo miró a él, con un gesto simpático de niña mala. El se la quedó mirando....intuyendo...... Ella se levantó y le giró en la silla. El hombre leyó:

........SUPÉRALO...........SI ESQUE PUEDES...............

Sonrió y al hacerlo cerró sus ojos en un gesto momentáneo, la miró fijamente y meneó su cabeza como diciendo ¡eres indomable!

Para Ti, mi Caballero Errante, mi fuente de inspiración.

Nadie como tú

Ha sabido llenar de sueños a esta Dulcinea del siglo XXI.