Franquito 3
Fin de la historia entre Javier y Franquito, historia real, por fin me di tiempo para terminarla, espero les guste.
La casa de Franco ocupaba todo el segundo piso de una casa en dos plantas. Tenía una cochera para un auto y un jardín que entiendo compartía con el piso inferior. Subimos por la escalera y nos sentamos en el último escalón, justo frente a la puerta de la sala. Nos besamos y relajamos los ánimos, el susto había sido grande, pero en mi cabeza no dejaban de resonar las palabras del hombre que nos seguía – tengo colchón – Era claro que nos había visto pero más que eso le había interesado vernos, ¿a que venía su ofrecimiento?, ¿habría prestado ya el colchón a otros chicos como nosotros?, ¿se habría aprovechado de la situación? El miedo se había convertido en morbo. De hecho, aún hoy, luego de tantos años me intriga que hubiera pasado si nos hubiera alcanzado antes, si ese ofrecimiento tan descarado nos hubiera agarrado a ambos con los pantalones abajo.
Franquito no sabía a donde habían ido sus padres, menos aún cuanto tardarían en volver, me extendió un ofrecimiento dudoso para pasar a su cuarto, pero a pesar de que no había nada que deseara más en el mundo que sentir nuevamente sus nalgas pegadas a mi verga, había tenido suficientes emociones por ese día le dije que mejor no pues no quería terminar ahora desnudo bajo su cama. Nos despedimos y regrese a mi casa con sentimientos encontrados y con la frase retumbando en mi cabeza – tengo colchón -.
Los días que vinieron pasaron con la misma dinámica, me levantaba temprano para ir a la oficina de mi papá, me sentaba en la oficina compartida con gente que si trabajaba mientras yo llenaba mi cabeza de cojudeces provenientes del internet y chateaba con mis amigos. De vez en cuando me encargaban algo que hacer como sellar y doblar planos, y alguna vez incluso llevarlos a sitios fuera de la oficina, en ocasiones hacer alguna llamada para buscar información o navegar en internet para buscar ideas para algún proyecto. La verdad nada de lo que hacía aportaba valor y no tendría que hacerlo si no fuera porque me obligaban. Quede un par de veces más con Franquito, salimos a caminar, fuimos a Larco mar donde casi logro hacerlo comer una hamburguesa, digo casi porque el niño se lleno de ternura y terminó regalándola entera y dentro del empaque a un chico de la calle – me sentí bueno – me dijo luego de ejercer la generosidad con mi dinero. En otra ocasión nos dimos la caminata desde su casa hasta el faro de Miraflores, cuando llegamos nos sentamos y lo único que queríamos era besarnos, pero no podría haber sido un lugar peor escogido, bullía de gente por doquier. Regresamos en una combi, nunca olvidaré la cara de Franco, debe haber sido su primera vez en una pero que se hace, no la calculamos y ni el ni yo teníamos dinero para un taxi.
El verano se pasó con extrema velocidad, Franco me chupó la verga y me lamio las bolas varias veces más en el mismo sitio de siempre pero nunca pudimos retomar el punto en el que nos habíamos quedado en aquella playa. Él no quería y yo ya no insistía, me bastaba con besarlo, abrazarlo, frotarme sobre él y eventualmente venirme en su cara o dentro de su boca. Así llegaron las clases, él devuelta al colegio y yo empecé mi vida universitaria. Nos distanciamos, dejamos de vernos con la frecuencia que habíamos instaurado, pero seguimos siendo novios. Una tarde de mayo, cuando los días de sol se habían ido y en su lugar se había instaurado la neblina, la llovizna y el frío, nos vimos por última vez sobre la manta verde que terminaba al pie del acantilado. Le volví a comentar sobre mi sueño, vivir solo en un departamento pequeño frente al mar. No era la primera vez que se lo decía, pero fue la última, Franquito me miro y me pregunto, ¿alguna vez me ves en tu futuro? La respuesta era obvia, yo tenía 17 años, lo único que quería era independizarme, tener mi propio auto y follar jajaja. Ese día la despedida fue fría y en cierta forma sabía lo que vendría luego. Al día siguiente Franquito me escribió y termino conmigo, tal como habíamos empezado, todo termino con un mensaje enviado por chat. En ese momento lo único que me molesto es que no había podido fallármelo y aparentemente ya no podría.
La dinámica en mi vida había cambiado, ya no tenía tiempo para estar metido todos los días en internet y dedicarle el día entero a chatear con Mauricio, Franquito y el chico de la voz que embaraza. Ellos también estaban al igual que yo ocupados con la escuela y la universidad. Conversaba con Mauricio con quien ya estaba todo superado y llegue a hacer una buena amistad con Gabriel, el chico de la voz que enamora, o mejor dicho el traidor de la voz que enamora. Gabriel me hablaba todos los días, teníamos amigos en común y gustos en común, dentro y fuera del mundillo gay que habíamos creado, a mí me encantaba su voz, cundo me hablaba hasta me la pensaba si valía la pena hacerme pasivo. Una de aquellas tardes, me dijo que él no encontraba tan guapo a Mauricio
- Mauricio es un engreído, un alucinado la verdad –
- Si, es algo pedante, a decir verdad, es algo que me gustaba de él –
- ¿Te gustaba que sea pedante?
- Sí, me gusta la gente segura y él es sobre todo eso, seguro de sí mismo, aunque es algo pretencioso, cuando estábamos juntos me contaba huevadas medio alucinadas, su papá, al que casi no conoce, parecía ser el rey de Dinamarca o algo así. -
- Jaja, el rey de Italia si hubiese reyes ahí, se alucina italiano por su apellido -
- No pues él es Italiano por su mamá jaja Lorna, su papá es más peruano que la papa. –
- Franco es un chico muy inocente pero no me gusta tanto –
- Franquito es lindo oe, no te metas con Franco –
- Jaja no es guapo y además no me gusta, es algo amanerado en la intimidad. –
Las últimas palabras del traidor de la voz que enamora me cayeron como agua helada, ¿qué sabía este pelotas acerca de la intimidad de mi Franco?
- ¿Cómo que Franco es amanerado en la intimidad?, ¿acaso has estado con él para saber eso? –
- Lo sé por cosas que a ti no te interesan –
- ¿Has estado con Franco?, contéstame ¿qué paso con él te lo has cogido no? –
- Si quieres saberlo pregúntaselo a él –
Franco y yo ya no éramos novios, a la legal no había nada que pudiera reclamar, pero en la práctica me sentía engañado. ¿Cómo era posible que este mostro de mierda me hubiera atrasado dos veces en menos de 6 meses? No soportaba la idea de pensar que me la hubiese vuelto a hacer, pero más que eso, no soportaba la idea de pensar que finalmente Franquito se había entregado a un broder, la angustia me carcomía mientras esperaba a que Franco se conecte. Hasta que lo hizo.
- Hola, que tal como has estado –
- Hola, bien pues, en el cole, todo bien tu ¿cómo estás? –
- Yo más o menos… ya me conto Gabriel, dicen que te acostaste con él –
Me arriesgue en una y le solté el rollo como si realmente hubiera sido explicito, si bien no lo había sido, estaba bastante claro lo que había pasado.
- Eso a ti no te importa ¿no? –
- Como no me va importar, ¿Cómo pudiste acostarte con él? –
- Javier, tu y yo ya terminamos, salí con él y nada, simplemente supo como hacerla ya supéralo. –‘?
- ¿Como fue?, ¿a donde fueron?, ¿que paso?, ¿por qué no me habías contado…?
- Fue en mi casa, yo estaba solo lo llame para conversar y vino…
- Pero ¿por qué lo llamaste a él si estabas solo?, ¿por qué no me llamaste a mí?
Franco dejó de responderme. Yo ya no tenía nada con él, era todo cierto pero la verdad es que yo no podía superarlo, no solo estaba molesto, la situación me había puesto caliente, me imaginaba a Franco desnudo siendo penetrado por el imbécil de la voz que enamora, le escena me revoloteaba la cabeza, me amargaba la boca me entristecía el alma y me revoloteaba las hormonas. Esa noche casi no puede dormir, me corrí la paja al menos tres veces recordando lo que habíamos hecho juntos, imaginándome a mi en lugar del traidor de la voz que enamora. Junto con la última paja llegó el sueño y finalmente, sobre las tres de la mañana me quede dormido.
Al día siguiente me desperté como si hubiera bebido en exceso, llegué tarde a mi primera clase de la universidad recién hacia la tarde puede concentrarme. Esa misma tarde hable de nuevo con Franco, me volvió a confirmar lo que había pasado, me restregó que le había gustado y que alguien me había ganado su primera vez. Y yo me jure que si no había sido el primero sería el segundo y así fue…
Por fortuna, al chico de la voz que enamora no le había gustado del todo culearse a mi Franquito, parece que mi peque se puso muy mariconcito en la cama, cosa que nunca fue en la vida real. Y como era de esperarse, siendo Franquito tan llevado a los placeres carnales, una vez que la tuvo a dentro y se liberó de los temores y prejuicios por su edad, se encontró mucho más dispuesto a abrirse de piernas.
Llevármelo a la cama después de eso no fue tan difícil, empecé por retomar su confianza despejando los fantasmas que me atormentaban y cuando volvimos a hablarnos con franqueza y sin reclamos, lo invité a probarme completo.
- ¿Oye, sabes que siempre he querido tirar contigo no? –
- ¿Vas a volver con eso? –
- No, no, nada tranquilo, todo esta bien, solo quiero saber si te interesaría nada más, tú ya tiraste así que ya no hay eso de que no quieres tener tu primera vez a los 14 años –
- Eso es un ¿si quiero? –
- Si, tienes buena pinga –
- Jaja, ya me habías dicho eso –
- Si, ya lo sé –
- Entonces ¿cuándo puedes?
- No sé, tú dime, puedo el martes o el jueves –
- El martes pues ¿a las 6 de la tarde? –
- ¿6:30 puede ser?
- Ya ok, ¿dónde iríamos?
- ¿En tu casa no se puede?
- No, van a estar mis papas
- Ya ok, déjame pensar y te digo, en mi casa no creo, siempre hay alguien así que pensaré
- Ok me avisas
- Ya listo el martes entonces… -
No podía creer que había sido tan fácil, de haber sabido que luego de su primera vez iba a aflojar sin reparos hubiera dejado que Gabriel se lo tire antes, como si dependiera de mí…
Lo que vino los siguientes días fue una búsqueda incesante de lugar, pensé en el sitio ese donde me la mamaba y lo descarte al instante, luego en la playa donde le baje el pantalón y en el colchón que nos ofreció el hombre de esa misma playa. Pensé en llevarlo a mi casa, pero eso no tendría buen final, de seguro mi mama le invitaría a tomar lonche y terminaríamos en una charla incomoda y poco productiva hasta que llegará mi papá con preguntas más incomodas, con suerte podríamos tal vez deslizarnos a mi cuarto y cuando más conseguiría una manada en el baño, no claramente era la peor opción. Descarté los hoteles sin descartarlos del todo, por esos tiempos me daba mucha vergüenza entrar a uno, yo ya había cumplido los 18. Finalmente, luego de navegar por la web y consultar en todos los chats del ciberespacio, encontré un lugar andrajoso en la Av. Aviación, una especie de video en el que pasaban películas de porno gay, servían bebidas con alcohol barato y alquilaban cuartos sin baño para los más calientes. Las pulgas venían gratis pero lo mejor es que según me habían dicho, era un lugar caleta, no pedían DNI y no preguntaban nada mientras pagaras. ¿Qué más se podía pedir?
Quedamos en encontrarnos en el Coliseo Dibos, en el cruce de la Av. Aviación con la Av. Angamos. Franco llegó puntual y me encontró esperándolo. Venía como siempre, vestido de Franco, un jean que le quedaba algo ancho con una correa que se salía del ojal y cuyo saldo le colgaba, por un lado, un polo ancho de mangas largas desaliñado y las zapatillas negras con suela blanca que siempre usaba, parecía que tenía un par de ellas para cada día. Caminamos las 5 cuadras que nos separaban del lugar y a pesar de que nunca había estado ahí, lo identifique de inmediato, una casa pintada en azul y rojo pastel. Toque el timbre y un hombre grande de barba y en bibidi nos abrió la puerta. – ¿Van a pasar? – nos pregunto sin soltar la puerta – sí, - fue lo único que atiné a decir y me adentré por la puerta pedestre incrustada en la puerta del garaje que el hombre sostenía, el corazón me latía rápido una mezcla de excitación y miedo controlaba mis sentidos. Franco entro detrás de mí, el hombre cerró la puerta con llave, lo cual me causó algo de estupor, pero traté de disimularlo, no quería asustar a Franco. El hombre nos abrió el camino y nos hizo entrar a lo que sería la sala de la casa. Había instalada una barra con bancas y en el fondo una repisa llena de tragos, en lo que sería el comedor, sobre un mueble desvencijado, un hombre de unos 26 años veía un programa de deportes.
- ¿Video o habitación? – me preguntó el hombre detrás de la barra
- habitación – le respondí
- 25 soles -
Le di los 25 soles y el hombre detrás de la barra le entregó una llave y un disco compacto al hombre del bibidi blanco – acompáñalos – le dijo a este quién hizo un ademan para que lo siguiéramos.
Subimos por unas escaleras y nos detuvimos frente a una puerta de madera, el hombre del bibidi abrió la puerta y nos hizo pasar al interior de una habitación con las paredes mal pintadas, una cama vestida con sabanas baratas, dos almohadas y una colcha. Un ventilador, una silla, un televisor sobre un rack y un dvd completaban la escena. Tal como me lo habían adelantado, las pulgas venían gratis, pero también era cierto que nadie preguntó nada. – pasen, diviértanse – nos dijo el hombre del bibidi luego de dejarnos prendido el dvd con la prono asignada nuestra habitación se retiró y cerró la puerta.
Franco se sentó en la cama, me acerqué, metí mis manos por debajo de sus brazos y lo obligue a pararse, lo tomé de la cintura, y lo bese. Metí mi lengua dentro de su boca, nos besamos de nuevo tal y como solíamos hacerlo cuando éramos novios, compartimos el deseo y nuestros cuerpos reaccionaron a la excitación, levanté su brazos y lo despojé del polo desaliñado de mangas largas volví a posar mis manos en su cintura le bese el cuello, y volvía a por su boca, nuevamente levante sus brazos y lo despoje del polo que cubría su pecho me volque sobre el tirándolo a la cama, mi lengua recorrido su pecho mientras mis manos acariciaban su cintura. Franco jadeaba debajo de mí. Levantó mis brazos y esta vez fue él quien me despojó de una sola vez de las prendas que cubrían la parte superior de mi cuerpo. Nos pegamos uno al otro, mi verga explotaba dentro de mi pantalón y la suya hacia lo propio dentro de los suyos, me puse de pie, me descalcé los zapatos y me quité los pantalones, quedándome sol con el bóxer, Franco hizo lo propio sin levantar el cuerpo de la cama. Volví a echarme sobre él acaricié sus piernas, su pecho, sus brazos. Tomándolo de las piernas lo gire sobre si mismo poniéndolo boca abajo, le quité el bóxer y le acaricie las nalgas, frote mi pene contra su culo, restregué mis bolas entre sus nalgas mientras mi miembro de se frotaba en la raja de su culo. Caí sobre él extasiado de placer, bese su espalda, su cuello, él se voltió para recibir mi lengua dentro de su boca y yo se la entregue.
Me puse de pie y le indique que se siente en la cama – chúpamela – le dije mientras me agarraba el tronco ya humedecido por liquido pre seminal, Franco se metió mi verga a la boca como lo había hecho tantas otras veces, para esas entonces ya era todo un maestro; desplazaba su lengua por encima, por debajo, la humedecía con su saliva, se la tragaba entera y se la sacaba entera también para volver a tragársela toda, jugaba con mi glande, me lamía las bolas el escroto, el glande y el cuerpo y el glande de nuevo, todo de una vez. Subí mis rodillas sobre la cama y lo empuje de nuevo dejándolo boca arriba, y le folle la boca, a punto estuve de venirme, pero paré a tiempo. Levanté sus piernas y las puse sobre mis hombros, escupí en su culo y masajee sin ningún cuidado su orificio que palpitaba de deseo, le introduje un dedo y ví su en su cara un gesto de dolor, lo gire dentro y metí un segundo dedo, el gesto de dolor se repitió acompañado de un pequeño respingo de su cuerpo que trato instintivamente de alejarse. Gire ambos dedos y se los saque, no fue suficiente para dilatarlo, podría decir que solo sirvió para indicarme el camino y para tener la certeza de que Franquito no se quejaría, escupí sobre mi pene y nuevamente sobre su culo y esta vez apunte mi miembro dentro de su esfínter, no fue fácil, no fue rápido, meter 18 cm dentro de un culito semi virgen nunca es fácil, pero Franco coopero, se abrió, empujo y aguanto, hasta que la tuvo toda metida adentro. Me lo follé. Entré y salí de él una y otra vez, Franco gemía, se retorcía y yo en la cima del placer me deleitaba con su goce y con su sufrimiento. Se la saqué por completo y lo puse boca abajo, - ábrete las nalgas – le ordené y Franco obedeció, separó sus nalgas con sus manos dejándome el camino libre par perderme en su interior. Lo atravesé de nuevo incrustando mi verga de un solo tirón. Como antes, Franquito aguanto estoico desde el principio hasta el fin, embestida tras embestida, cuando me di cuenta que estaba por venirme lo levante dejándolo en perrito pero no hubo tiempo para más le enterré la verga por ultima vez cuando el acababa de acomodarse en la nueva posición y me vine dentro de él sin más. Mi cuerpo convulsiono de placer, mi verga explotó en chorros de leche caliente que llenaron su interior. Pero Franco no había terminado, siempre fue un chico goloso, con mi verga aún adentro se pajeo y mojo la cama con su propia leche. Terminamos echados uno sobre el otro, sudando, al menos yo, henchido de placer…
Tirarme a Franquito fue como cumplir una promesa personal. Luego de esa primera vez vinieron otras más, en ese mismo lugar, como dije al principio de esta historia, a él lo recuerdo con cariño, recuerdo los gratos momentos, los paseos, las conversaciones, su sonrisa, sus bromas totas, su cuerpo y lo bien que la pase a su lado, tanto cuando estábamos vestidos como cuando no lo estábamos.
En una de esas ocasiones que quedábamos para tirar, yo llegue tarde, había bebido con mis amigos de la universidad y estaba algo pasado, nos encontramos en la esquina de Aviación con Angamos y fuimos el mismo lugar, nos desvestimos como siempre. Pero el alcohol nunca me ha sentado bien, en esa ocasión solo yo lo disfrute o creo haberlo disfrutado, recuerdo que le puse la correa en el cuello y lo trate como a un perro. A Franco no le gustó, no se éxito, él nunca fue un perro, nunca lo será, siempre será el chico más tierno con el que me he besado, el hombre más inteligente con el que he estado y probablemente el pasivo más aguantador con el que he tirado, pero un perro nunca. Mis perros fueron Ernie, Eduardo, Ítalo y alguno más, chicos con los que descargué mis traumas de vidas pasadas, a los que sometí con algo de sadismo sin que se quejaran por ello.
Luego de aquella vez, nos vimos una vez más solo para conversar, fuimos al cine con Alvaro, Richard y Miguel, amigos que para entonces acababa de conocer y a los que luego terminaría tirándome, pero eso es tema de otra historia.
Poco después de ese día de cine, Franco se hizo novio de un chico mayor que yo y claro mucho mayor que él, un tipo toxico controlador que lo obligó a dejar de hablarnos a todos, un tipo que lo obligó a cerrar su Facebook y cancelar sus cuentas de correo, a cambiar de teléfono y quien sabe que más, pero que le dio esa relación que Franco quería, esa relación que implicaba ir a montar bicicleta y no solo montarse sobre mí, ese relación en la que había un espacio para él en el departamento frente al mar. Creo que estuvo con él cerca de dos años, supe que habían terminado por Mauricio, supe también por Mauri que Franco no quería hablarme y supe que a él también lo había llamado para decirle, como me lo dijo a mí, que nos alejáramos de Franco.
Fin