Franco y Julia .

Descubrí que la quería, que la quería como mujer, no como una hermana. Julia se movió y entre sueños susurro “Fran”. Me emocioné, le besé el cabello, y me dormí con una sonrisa, pensando que al otro día la haría mía… por siempre.

Es una historia verídica y personal. Me gustó la idea de escribir los dos personajes por separado, y así lo hice. Gracias por leerlo, que lo disfruten y lamento que no haya sexo en el primer relato, es la base de todo lo que viene después.

Julia.

Todo arranca cuando mi mamá se pone en pareja de nuevo, con Juan. Él tiene dos hijos, uno que tiene 19 (Franco), y el otro tiene 23 (Matías)

El día que nos presentaron, supe que sería un problema. Franco era un poco más alto que yo, piel morena, el pelo corto con pequeños rulitos, unos ojos picaros y una sonrisa que desarmaría a cualquiera. Reconocí al momento que era un ganador con las chicas y que siempre tenía alguna disponible con solo chasquear los dedos.

Mi sorpresa fue, que siendo tan engreído, nos llevásemos tan bien. Hacía poco tiempo que nos presentaron, y nos habíamos visto contadas veces, pero sentíamos que nos conocíamos de toda la vida. Hablábamos con sinceridad y sin tapujos de cualquier tema.

Me di cuenta de que lo quería, se había ganado mi cariño. Me encantaban esas mañanas, tardes y noches que estaba en mi casa (vive con su mamá), esa manera simple de arrancarme sonrisas con chistes que sólo entendíamos nosotros.

Me volví su confidente y él en el mío. Y cuando quise darme cuenta lo quería demasiado, lo extrañaba, se deslizaba entre mis pensamientos en cualquier momento del día, hablaba de él con mis amigas, tardaba en dormirme pensando en sus sonrisas, en sus ojos que brillaban cuando me miraba, en sus brazos fuertes, en su cuerpo y mis ganas de ser una más de las chicas que gozaban al estar en su cama. . ¡Dios, me estaba enamorando de mi hermanastro! Y lo mas morbo era que lo deseaba, lo deseaba con mis ojos, con mi boca, con mi cuerpo, todo. Quería ser de él, ser de su propiedad.

¿Qué podía hacer? No podía ir a decirle que me gustaba, que me encantaba, que quería probar sus besos, sus caricias, que tenía fantasías con él… Callé y traté con todas mis fuerzas de contener aquello que me pasaba cada vez que lo veía.

Empecé a ser un poco distante, evité hablar tanto con él, no quise saber más sobre las chicas con las que andaba (me ponía furiosamente celosa saber) y principalmente evité los momentos que antes disfrutaba, estar a solas con él. No confiaba en mi dominio, me conocía y sabía que si se me acercaba lo suficiente, me habría abalanzado sobre él y le hubiese comido la boca a besos.

Y así transcurrían sus visitas, yo evitándolo, él sin entender mi repentino alejamiento.

Hasta que un sábado salí con mis amigas a bailar, a divertirnos un poco. Sabía que él frecuentaba ese boliche, pero como no manteníamos comunicación no sabía si el iba a asistir. Pero por las dudas, me vestí muy bien, insinuante, tal como siempre me gustó vestir.

Nos juntamos en lo de una amiga e hicimos la previa, bebimos bastante, no estábamos borrachas, pero sí muy alegre. Tomamos un taxi y en el camino con mis amigas trazamos un plan de conquista. Yo tenía que tantear el terreno, insinuarle a mi hermano lo que me pasaba, tenía que provocarlo, descubrir si lo calentaba o no. Todo esto, si es que el había ido al boliche.

Llegamos al boliche y lo primero que hicimos al llegar es dirigirnos a la barra a entonarnos un poco más.  Al rato empezó la música movida, y en eso pasan mi canción favorita, un reggaeton, cosa que bailo muy bien. Y no pude evitar descontrolarme moviendo las caderas de acá para allá, tocándome la cintura sensualmente y poniendo cara de perra.

En ese momento de descontrol me vio.

Franco.

Estaba en la barra del boliche con unos amigos, mirando lo que íbamos a pescar esa noche, evaluando detalles, cuerpos, bailes.

Cuando en un momento mi amigo Rodri aúlla enloquecido con cara de lobo. En nuestro grupo eso significaba que había encontrado su presa. Seguimos el curso de su mirada y nos topamos con una chica que se movía al son de la música extremadamente bien, que sensualmente meneaba para abajo, que acariciaba su cuerpo invitándote a tocarla, a lanzarte. Para mis adentros lamente no haberla visto primero y marcarla como mi presa, pero bueno, había muchas otras chicas en el boliche.

El chico actuó rápido y pidió al barman dos tragos, mientras éste se los preparaba, la chica bailando da una vuelta y pude ver su rostro. Me quedé helado. Era ella, era Julia, era mi hermana. Rodri me mira y me dice:

-          Che Franco, te pasa algo? ¿Qué viste? – tratando de averiguar que era lo que me había petrificado.

-          Eh? – dije saliendo de mi mente.

-          Que si te pasa algo. Dale que no quiero que se me escape la chica.

-          Esa chica es Julia – dije como autómata.

-          ¿Julia? Julia, Julia, déjame pensar, Julia. Para, ¿No es tu hermana, hermanastra, lo que sea?

-          Si loco.

-          Ufff...… está re buena che, no intentaste tirártela?

-          Lo cierto es que no le presté mucha atención, es mi hermana – contesté molesto.

-          Es raro que ni la hayas mirado, siendo que vos te llevas a la cama a cualquier cosa que camine – comentó Rodri riendo, mientras yo me ponía a mirarla.

La analicé. El pelo castaño, lacio y suelto le llegaba a la cintura. No era flaca ni gordita, estaba en el punto justo, donde había carne de donde agarrarse; curvas bien marcadas y proporcionales, lolas hermosas, un culo parado y grande, que seguramente era la envidia de muchas, y sus piernas, torneadas por el gym. Y cu cara, su cara era hermosa, con sus ojos tiernos y su boca chiquita pero carnosa que escondía unos lindos dientes blancos, pero ahora sus ojos estaban llenos de deseo, y la boca en una mueca pasional, en ese momento, tenia la mejor y mas hermosa cara de perra que había visto en su vida.

En el momento mi pene empezó a erectarse y yo no atinaba a sacar mis ojos del cuerpazo de mi hermana.

-          Che bueno Fran, me voy a encarar a tu hermanita a ver si por lo menos me la tiro yo. Es una bestia, una diosa, una… - de repente paró de hablar, yo lo estaba asesinando con la mirada.

-          Rodrigo, es mi hermana.

-          Dale brother, si me conoces, es peor que se la coja otro que no conozcas, además no le voy a decir que sos mi amigo.

-          No te la vas a coger -  dije entre dientes.

-          Porqué?

-          Porque es mi hermana, y no quiero que la lastimen, la conozco demasiado.

-          Bueno, pero este trago es para ella, y me la voy a encarar… tranquilo no me la voy a tirar. – dijo Rodri riendo y se dirigió a donde se encontraba Julia.

Le ofrece el trago y ella lo acepta gustosa, hablan un momento y ríen. Bailan, el pegado a ella, tomándola por la cintura, ella se mueve sensualmente posando su culo en la entrepierna de mi amigo. Ellos disfrutaban, y yo me mordía el labio y apretaba los puños para contener los celos y la calentura. Giré y me puse de espalda a ellos, apoyado en la barra y pedí un séptimo regimiento, necesitaba algo que me saque de la cabeza a mi hermana y encontrar una chica para coger esa noche, no quería pajearme.

Julia.

Estaba bailando descontroladamente cuando lo vi mirándome, algo sorprendido, confundido y con una expresión que no llegaba a definir.

Seguí bailando como si no supiera que el estaba allí, por dentro saltaba de la alegría, mientras por fuera, con mi cuerpo, hacía movimientos sensuales, que yo sabía, calentaban.

Habló unos minutos con el amigo, a cara de perro, y luego el muchacho se dirigió hacia mí con paso seguro, decisión en los ojos y dos tragos. Y éste me hablo al oído, y me dio a entender que desde la barra se estaba volviendo loco, que le encantaba como bailaba, que era una potra y otra sarta de cosas. Bailamos muy pegados, lo provocaba todo el tiempo. El manoseo seguía, pero en un momento se cansó, me dio vuelta y me beso. Un beso caliente, cargado de deseo. Yo ya estaba caliente, la situación, la mirada furibunda de mi hermano, el baile candente, y ese beso me pusieron tremendamente cachonda.

Puse las manos en su cuello y me agarré de su pelo, tirando más de él para besarlo cada vez más encendida. El chico estaba buenísimo y sabía cómo besar. Estaba todo más o menos controlado, cuando Rodri (así me había dicho que se llamaba), dejó de besar mi boca para besar mi cuello. Y ahí fue cuando todo se puso patas arriba, el alcohol y lo cachonda que estaba me desinhibían por completo y estaba dando un espectáculo tremendamente excitante, jadeando, en el medio de la pista.

El chico me propuso ir a algún rincón más oscuro, pero en cambio le pregunté si tenía auto, a lo que el chico respondió que si. “¿Vamos al auto Rodri?” le propuse pícaramente y el sorprendido me agarró de la mano y me llevo  hasta allí.

Yo era virgen, no quería coger con el muchacho, un poco de placer no le vendría nada mal, y tenía muchas ganas de pajear y chupar eso que el chico tenía entre las piernas, que había notado prominente mientras me apoyaba.

Franco.

Miraba la escena de mi amigo y mi hermana, se besaban apasionadamente mientras con sus manos recorrían el cuerpo del otro, se estaba exasperando, me molestaba ver como Rodrigo introducía la lengua en la boca de Julia y que ella le siguiese el ritmo frenético que estaban alcanzando. Vi como dejó de besarle la boca, carnosa e hinchada, y besó el cuello de ella, que se arqueó y  jadeó. Rodrigo le dijo algo al oído a julia, y ella replicó con algo que dejó sorprendido al chico, se le notaba en la expresión de la cara.

Todo ese espectáculo me ponía a mil. Yo creía que ella era suave, tímida y reservada, pero esa noche descubrí lo que ella escondía. Me colgué pensando en ella, en lo comprensiva y buena que era conmigo, mejor dicho, que había sido ya que ahora ella ni siquiera me miraba al decirle hola, cuando antes me saludaba con alegría y me abrazaba.

Estaba cavilando cuando noté que no estaban mas donde hace un momento, los busqué con la vista estirando el cuello, divisé a Rodrigo llevando de la mano a mi hermana hacia la salida que daba al estacionamiento. Al auto. Me molestó que sea tan idiota, sabía que si la desvirgaba la lastimaría física y sentimentalmente. Pedí otro trago, lo bebí y salí al estacionamiento.

Julia.

Salimos del boliche y fuimos al auto. Me senté en el asiento del copiloto y reclinamos los asientos. Hablamos por un segundo y luego decidimos seguir con lo que habíamos empezado adentro. Me besó el cuello, siguió por mi clavícula y bajó hasta donde mi remera se lo permitía, yo disfrutaba con los ojos cerrados. Frotó mis pezones a través de la prenda, que empezaron a ponerse duros, levantó mi remera y me dijo “tal como supuse, que buenas lolas mamita” y se llevó un pezón a la boca. Lo chupó, succionó y lo mordisqueó a su antojo, y luego pasó al otro. Yo gemía de placer.

Quise devolverle un poco del placer que el me estaba dando, mientras él seguía saboreando mis tetas, busqué el cierre de su pantalón y lo desabroche, toqué su pene por encima del boxer, estaba tan duro! Se me hizo agua la boca!  Con una mano le bajé un poco el boxer, liberando a eso que yo tanto deseaba. Era normal, ni grande ni chica, pero si bastante gruesa. La miré alucinada y empecé a pajearla, pero no me bastaba solo con tocarla, la quería en mi boca. Y no lo dudé, mientras el estaba recostado en la butaca con las manos detrás del cuello y los ojos cerrados por el disfrute, acerqué mis labios a su cabeza y le di un pequeño besito, con mi lengua jugué con su glande para después meterla entera y de una sola vez  en mi boca. La cara de satisfacción de Rodrigo me dio la seguridad de que lo estaba haciendo genial.

Mientras yo jugaba con su pene, él me estimulaba el clítoris y  masajeaba la entrada de mi vagina.

Estábamos a punto de acabar juntos cuando sonaron unos golpecitos en la ventanilla del auto y sin esperar respuesta el individuo abrió la puerta y no me dio tiempo a acomodarme, se quedó pasmado, mirándome y yo muriendo de vergüenza, al ver a mi hermano. Me quedé petrificada.

Franco.

Terminé el trago y me encaminé al estacionamiento y enseguida vi el auto de Rodrigo, noté actividad dentro, así que me dirigí al lugar. Golpeé la ventanilla, pero me pareció absurdo y abrí directamente la puerta. Me pasmó lo que vi. Mi hermana con los pechos al aire y los pezones erectos, la pollera subida a la cintura y su tanguita a medio sacar. Mi amigo tenía el pene afuera y brilloso. Julia se limpiaba las comisuras de la boca con cara de vergüenza. No lo podía creer, se la estaba chupando! Me dieron ganas de matar a mi amigo, de pegarle hasta dejarlo en coma, cómo se atrevía a sobrepasarse con su hermana cuando él le había dicho explícitamente que no lo haga.

Agarre a Julia por el brazo, sumamente embroncado, y la hice chillar por la fuerza que yo estaba haciendo. Le grité que se acomodara la ropa, que íbamos a hablar seriamente. Ella obedeció lloriqueando. En cuanto a Rodrigo le dije que se fuera a la mierda antes de que lo mate a piñas.

Julia.

No podía creer lo que estaba pasando, franco me miró con furia y luego miró a Ramiro y pareció enojarse más. Me tomó del brazo con fuerza, lastimándome y me gritó y luego le gritó a su amigo. Yo estaba llorando, lloraba de vergüenza, que pensaría mi hermano de mí ahora? Yo que solo quería jugar y provocar, me terminé quemando en mi propio fuego y mal parada delante de la persona que dominaba todo mi ser. Rodrigo puso primera en un segundo y se marcho, rápidamente.

Mi hermano empezó a caminar y yo lo seguía en silencio, ahogando los sollozos. Parecía que íbamos a volver al boliche, cuando él dobla y se dirige hacia una fila de autos.

-          Que haces franco? -  pregunté con vos temblorosa

-          Vení -  me dijo autoritariamente

-          No vamos a volver a entrar?

-     Para que hagas otro espectáculo erótico?  - dijo él irónico.

Me sentí muy avergonzada… me sentía mal, fui una idiota.

-          Subí al auto, dale.

-          Pero franco…

-          Te subís y punto. – y me mató con la mirada.

Obedecí, me subí al auto y me quedé con la cabeza gacha, no podía mirarlo. Él empezó a hablar:

-          Se puede saber porque hiciste lo que hiciste?

Yo no le contesté. Insistió, pero enojado.

-          Por qué mierda lo hiciste Julia?

-          No se.

-          Como que no sabes?

-          Estaba caliente y tuve ganas. – dejé sin palabras a franco, bastante sorprendido.

-          Guau. No esperaba tanta sinceridad.

-          Igualmente no sé porqué te interesa lo que hago o no hago.

-          Me interesa y punto. – dijo amarrándome del brazo y acercándome a él bruscamente. Podía sentir su aliento en mi cara.

-          Estas enojado.

-          Julia, que te pasa conmigo? hace un tiempo que no me hablas, me evitas, no me saludas… antes éramos tan amigos. Que pasó?

Me largué a llorar, quería decirle todo lo que sentía pero no podía, no estaba bien, estaba prohibido. Franco me abrazó tiernamente, me besó en la frente y me acarició el pelo.

-          Que vamos a hacer con vos Ju? – dijo suspirando.

-          Nada, estoy bien. - Dije alejándome de él, pegándome contra la ventanilla.

-          No estas bien, no me mientas, te conozco. Y quiero y necesito saber porqué te alejas de mi. Me duele perderte, son una gran amiga…

Al escuchar la palabra amiga lloré de nuevo, no quería ser la amiga! Me agarró la mano y me la acariciaba mientras con la otra me secaba las lágrimas. No aguanté más esa situación, me solté bruscamente, abrí la puerta del auto y me fui corriendo. Volvería caminando a mi casa.

Cuando llegué franco todavía no había vuelto. Me fui a dormir, con bastante angustia.

Franco.

No entendía porque Julia lloraba, me sentía impotente sin poder hacer nada. La chica salvaje que había visto hacia unos momentos se había desvanecido dejando a una angustiada julia llorando entre sus brazos. Maldita hermandad. Quería besarla, decirle que todo estaba bien, la quería dormir con ella abrazado, quería que ella recuperase la alegría.

Cuando salió disparada del auto, me quede callado, no entendía nada. Ella se fue corriendo, escapó de mí.

La busqué por todas las calles cercanas al boliche y los posibles caminos a casa. Llegué dos horas más tarde a la casa, y con una culpa tremenda. Me asalto un feo pensamiento, si le hubiese pasado algo? Si le quisieron robar y la lastimaron? Si no aparecía nunca más? Subí corriendo las escaleras y entre en su habitación corriendo. Y ahí estaba ella, durmiendo, con los ojos hinchados de llorar, y el pelo alborotado. Me dejé dominar por mis deseos y me acosté a su lado y la  abrasé.

Me sentía tan bien allí, repasé lo ocurrido durante la noche, recordé el haberla mirado y por primera vez darme cuenta de la hermosa mujer que tenía en mis brazos ahora. Me di cuenta de que la quería mucho, que siempre la había querido, pero que había atribuido ese cariño a nuestra hermandad. Pero esa noche me di cuenta de que eso no era así. Descubrí que la quería, que la quería como mujer, no como una hermana.

Julia se movió y entre sueños susurro “Fran”. Me emocioné, le besé el cabello, y me dormí con una sonrisa, pensando que al otro día la haría mía… por siempre.

Espero que les haya gustado, me gustaría que comenten si fue así y si les gustaría que tenga una segunda parte. Besos.