Francis

Mi primera experiencia homosexual

Francis.

Recuerdo; ya con 18 años, mis primeras experiencias que no sé si definir homo o bisexuales. Con esa edad yo andaba todo el día con el rabo tieso, ya había estado con mujeres, pero pagando. Ya sabes...se abrían de patas y procuraban que te corrieses lo más rápido posible. Se me hacía aburrido, prefería hacerme una paja, pero a veces no podía resistir meterla en algún sitio caliente. En esos casos procuraba buscar una mora que estaba rasurada. Me gustaban su culo gordo y su raja sin pelos, Tenía un coño gordo y jugoso.

El pueblo donde vivía entonces desde hacía poco tiempo, una pareja homosexual tenía un local de intercambio, alquiler y venta de comics, tebeos y revistas. Uno de ellos con unas barbas enormes, peluquín y fumando en pipa algo muy oloroso; Angelo se llamaba, feo como un pecado, ligeramente jorobado y un poco cojo. Ya jubilado había sido funcionario de muy alto nivel. El otro, mucho más joven, era pequeñito, gordito, siempre muy bien afeitado y peinado oliendo a un perfume que no era exactamente femenino, pero tampoco masculino. A la entrada del local tenían unas estanterías a ambos lados de la pared, como una especie de largo tunel. Al final de este pasillo: una mesa camilla y detrás unas cortinas muy gruesas de terciopelo verde tras las que se adivinaba otra estancia; el de barbas no se levantaba nunca a atender a nadie e incluso miraba con bastante altivez a todo el mundo, siempre atendía su pareja, que de una manera muy educada y con mucha amabilidad te ayudaba con tus dudas y era el encargado de controlar los alquileres y devoluciones. Francis se llamaba y aún hoy le recuerdo con mucho cariño.

Yo iba con cierta regularidad, siempre me ha gustado leer, aunque tampoco tenía dinero en exceso para gastar. Trabajaba en el campo y el poco dinero que ganaba era para ayudar a mi familia o para la mora. Eso si, estaba fuerte y sano como un roble joven. El duro trabajo, el aire libre, una buena alimentación y mi pelo largo (aún no se me había empezado a caer) creo que me convertian en alguien atractivo, sobre todo por mi juventud, mi ancha espalda y gruesos brazos.

Un día no pude llevarme todo lo que me gustaba por falta de dinero, entonces Francis me dijo que me llevase lo que quisiera que ya pagaría la próxima vez, yo le dije que no sabía si podría pagarle y que prefería no deber nada para evitar dejar de ir por no tener dinero para pagar mis deudas. Francis me dijo que no me preocupase, me consideraba un buen cliente y no le importaba que les debiera dinero, sabía que les pagaría en cuanto pudiese.

Así transcurrió todo el verano, pagando mis deudas sin dejar de deber siempre alguna pequeña cantidad. Era un buen cliente.

Un día, a principios de otoño, con lluvia, sin nadie en la calle, entré para llevarme algo de leer, se adivinaban varios días de lluvia y quería tener con que entretenerme . Francis me dijo que estaban a punto de cerrar pues con una noche tan fea no esperaban clientela, pero que no me preocupase que eligiese tranquilamente lo que quisiera pues ellos no tenían prisa. Tomaban algo en la mesa en la mesa camilla, era habitual que siempre estuviesen bebiendo algo de colores llamativos, alguna especie de coctel. Cuando cerró la puerta noté lo agradable que era estar allí dentro, era un sitio muy cálido.

Terminé de elegir y me dirigí a la mesa camilla para pagar, cosa que hice. Le pedí que me abriese la puerta y Francis se levantó para hacerlo. Llovía a cantaros y me dijo que así no podía irme. Me invitó a sentarme con ellos a fumar un cigarrillo y esperar que dejase de llover.

Así lo hice y estuvimos hablando y fumando los tres, entonces Francis me preguntó si quería tomar algo, le dije que sí y pregunté que bebían ellos, me llamaban la atención los colores y adornos de sus bebidas. Dijo que preparía un coctel especial para mí y se retiró tras las cortinas. Cuando volvió en una bandeja traía una copa larga adornada con frutas y azúcar en sus bordes, con dos cañitas y un pequeño pay-pay de papel. Se había cambiado de ropa y vestía una bata roja con adornos dorados, con un pañuelo alrededor del cuello, sus labios brillaban y me dió le impresión de que se los habia pintado. Parecia realmente femenina, incluso me pareció que se habia perfumado. Me quedé sorprendido. Y empalmado.En ese momento el de las barbas se levantó bruscamente y se retiró, diciendo que estaba muy cansado y nos dejaba solos, abrió las cortinas y vi el fuego de una chimenea, entendí entonces la calidez que allí dentro se sentía.

Una vez solos, Francis me preguntó si quería pasar, dentro estaríamos más cómodos junto a la chimenea, me dijo que solo llevaba puesta la bata y tenía un poco de frio. La polla se me puso aún más dura, la tenía atravesada como intentando salirse por un bolsillo de los vaqueros. Gracias a la falda de lamesa camilla pude ponerla a lo largo de mi ingle.

Acepté. Sólo llevaba puesta la bata. Con mucho trabajo me levanté, haciendo equilibrios, la copa en una mano y en la otra la cazadora intentado tapar con ella el bulto de mi polla tiesa. No pensaba con claridad. Mi mente estaba confusa, la visión de un tio con una bata me había provocado deseo, no me había ocurrido nunca, la sensación era extraña. La sangre de mi cabeza no estaba en la de arriba, estaba toda en la abajo, en la tranca que me reventaba.

Era imposible adivinar aquella habitación tras las cortinas, era sencillamente preciosa, la chimenea encendida, iluminada por velas y pequeños faroles con muy poca luz, pero no a oscuras, en el tocadiscos sonaba un disco de boleros en un volumen exacto, como una perfecta música de fondo. En el aire flotaba el olor de algo entre incienso y sándalo, quizás con un poco de jazmín. Las paredes con tapices antiguos y cosas curiosas. En una pared un pequeño bar, el lado por el que se accedía a la habitación cubierto completamente de un extremo a otro por la pesada cortina que la separaba de la tienda, en la pared del otro lado de la chimenea una pequeña puerta con un arco de medio punto, que no sé por qué supuse que daba acceso a un baño.

Frente a la chimenea, muy cerca de ella, un enorme diván tapizado de azul, ocupaba el centro de la sala, lleno de cojines de diferentes colores y formas. Una especie de cama turca o quizás una de matrimonio reconvertida en sofá sin respaldo.

Francis me pidió que me pusiese cómodo, que me quitase el jersey y me descalzará para poder estar a mi gusto en el diván. Lo hice. Además, al tumbarme la hebilla de mi cinturón se clavó en mi barriga molestandome y la polla atravesada no me dejaba moverme, así que me lo desabroché al igual que el botón de los vaqueros, al hacerlo la cremallera se abrió un poco debido a la tensión que provocaba mi nabo, vi cómo los ojos de Francis brillaban de deseo. Sacó la punta de su lengua que se pasó por los labios El bulto alargado era muy evidente. Su lujuriosa mirada clavada en mi entrepierna y el brillo de su boca humeda me excitarón aún más.

Para estar más cómodo me saque los faldones de la camisa por fuera , lentamente, muy timidamente, primero recorriendo con mi mirada su cuerpo y después mirando fijamente su boca; eso acrecentó el brillo de sus ojos.

Yo me sentía bien, tumbado allí, frente al fuego, bebiendo algo dulce y seco. Un tremendo bienestar me invadió. Quizás la bebida o el calor de la chimenea o el lugar o la situación.

Francis se tendió muy cerca de mí y sin decir nada me quitó los botones de la camisa, acariciando mi pecho, en esa época el vello empezaba a crecerme y en sus caricias se detenía, jugando con él entre sus dedos. Me pellizco suavemente mis pequeños pezones, más tarde los besó, mordió y chupo mientras me quitaba la camisa, sentí sus manos recorriendo mi espalda, su boca su unió a la mía en un beso lleno de pasión al que respondí con ardor, jugando con su lengua entre mis labios, mi lengua entre mis dientes, me besó el cuello y el pecho y yo a él, su lengua caracoleaba en mi ombligo mientras me lo quitaba todo, pantalones, calzoncillos y hasta los calcetines. Mi polla apuntaba directamente al cielo, vibrando, con un hilillo de liquido transparente que salía de la punta comenzando a resbalar por el frenillo.

Cuando terminó de desnudarme por completo comenzó a besarme entre los muslos parándose en mis huevos que se metía en la boca al subir y bajar con su lengua por mis muslos, primero un lado y después otro, primero un testículo y después el otro. Mientras, sus manos no paraban de acariciarme.

Yo tumbado me dejaba hacer, disfrutando de sus caricias, tendido a lo largo del diván en una ensoñación de placer. Finalmente subió. Su lengua recorrió mi polla lentamente recogiendo el goterón transparente que se habia deslizado en direccón a mis huevos y se detuvo en la punta del capullo y metiendoselo en la boca sorbió todo lo que quedaba, volvió a mi ombligo, a mis pezones, a mi cuello y de nuevos nos besamos. Nos abrazamos y acariciamos mutuamente, abrí su bata y me sorprendieron sus bragas, rojas al igual que la bata, con un pequeño bulto sobresaliendo. Intenté bajarle las bragas, pero me lo impidió. le quité la bata, besando todo su cuerpo y se cubrió el pubis con sus manos, no dejé de besarlo, lamiendo y arañando suavemente su cuerpo, pero no consintió en que le quitase las bragas, las cuales insistia en cubrir con sus manos.

Se tumbó sobre su espalda con las piernas abiertas sin que sus manos dejaran de cubrir su sexo. Me puse encima de el, sin dejar de besarlo y acariciarlo, con mi polla golpeando sus manos y su entrepierna como buscando algo, entonces, el se quitó las bragas y de nuevo puso las manos sobre su pubis, metió mi polla en el hueco que formaban sus manos y sus ingles, apretandola contra su vientre. Yo; instintivamente, empecé a bombear en aquel hueco, que cada vez notaba más húmedo y caliente, como impregnado de algún pegajoso lubricante.

La pasión me cegaba, Francis no paraba de gemir, moviendo la cabeza de un lado a otro mientras yo besaba con pasión su cuello y su boca, apretando con mis manos su gordito culo; sentí como disfrutaba y me gustó sentir su placer.

Quitó las manos de su pubis, me abrazo y rodeando con sus piernas mi cintura levantó sus caderas. Mi polla resbalo hasta dar con la punta en el divan y como un resorte volvió a subir por la raja de su culo hasta encontrar el hueco donde meterse.

Mi carajo entró entero hasta el fondo, de un golpe, hasta los huevos,e l levantó un poco más más sus caderas. Sentí como mi capullo se hinchaba, el nabo se me puso aún más duro, Francis se estremeció y sus gemidos se convirtieron en gritos de placer. Yo me moría de gusto follandome aquel culo maravilloso. Comencé con un movimiento lento, pero Francis con sus meneos de cadera y gemidos pedía más.

Así lo hice, clavandole el nabo más adentro y más rápido, disfrutando como nunca antes lo había hecho. Aquel culo era un millón de veces mejor que el coño de la mora. Más humedo y caliente y sobre todo más estrecho, sentía que la polla que aunque entraba y salia sin problemas estaba aprisionada dentro de Francis.

En un instante mi curiosidad pudo más que mi pasión y separándome quise ver que me ocultaba Francis con tanto cuidado.

¡¡¡¡¡Lo descubrí!!!!!

Era un pene minúsculo, más que un pene era un pequeño capullo pegado a su pubis, con dos pequeñas bolitas a los lados todo perfectamente depilado, como su cuerpo. La visión de ese pequeño capullo o más bien clítoris enorme del que no cesaban de salir chorritos de líquido me excitó de tal manera que empujé aún más mi polla dentro de su ojal.

No me pude aguantar. Me corrí como una bestia. Grité como un loco cuando sentí mi leche inundando a borbotones su culo. El; como en una rendición, al sentir mi semen caliente preñando sus entrañas, cerró aún más fuerte sus piernas alrededor de mi cintura, sin dejar de jadear clavando sus dedos en mi espalda.

Era la primera vez que me follaba a un tio. Me gustó mucho y a él también.

Tras unos momentos de tranquilidad en los que, a pesar de no follarlo, con mi polla, todavia dentro de su culo, comencé a hacer un movimiento circular en su interior, tal vez intentando exprimir mis últimas gotas de caldo en sus entrañas. Francis, tranquilo, pero aun gimiendo suavemente no dejó de acariciar mi pelo y mi espalda, buscando mi boca, mordiendo suavemente mis labios, susurrando lo mucho que me quería.

Mi tranca no perdió su rigidez y lentamente comencé a bombear de nuevo. Me excitaba sentir como su culo lleno de leche permitía que mi nabo se deslizara con suavidad e imaginaba mi semen saliendose y chorreando por la raja de su culo.

Pasé mis brazos por detrás de sus piernas, y las puse a lo largo de mi pecho, con brusquedad, forzandolo a abrirse más, las palmas de mis manos fuertes sobre sobre el diván aprisionaron su pequeños brazos y su redondo cuerpo. Mi cuerpo de 18 años, fuerte como una roca del duro trabajo, empezó a moverse entero, como una ola, con el único objetivo de clavar mi tranco todo lo posible en el cuerpo de Francis.

Aumenté mi ritmo consiguiendo que Francis otra vez moviera su cabeza a un lado y otro.

Sus gemidos me ponían cada vez más cachondo, follándomelo con más intensidad, la polla salia completamente de su culo para volver a clavarse de un golpe, cada vez con más fuerza y rapidez. Nunca habia gozado así, sentia como al meterla, cuando el capullo ya estaba dentro, su culo lo apretaba por un instante , y despues lo liberaba para que siguiese hasta el fondo , completamente abierto cuando se la sacaba ,esperando de nuevo la punta de mi tranca para volver a aprisionarla, aquel palpitar me volvio loco de gusto, como Francis. Los dos locos.

En aquel frenesí todos mis sentido se llenaron de placer, el latido de su culo en mi polla lo llenaba todo. No existía nada más.

No sé cómo ni cuándo comenzó a quejarse, los gemidos de placer se convirtieron en quejas que a su vez se convirtieron en pequeños gritos de dolor. ¡¡¡Por favor para!!! ¡¡¡ para por favor!!! no cesaba de repetir entre agudos grititos que intentaba contener. ¡¡¡Córrete y para te lo suplico!!! ¡¡¡me estás destrozando!!!

En mi locura de placer no le entendí, pero como en un despertar; aquellas suplicas, sentir mi polla como una estaca, entrando y saliendo violentamente de su culo, su pequeño cuerpo aprisionado entre mis brazos, aquella sensación de poder y dominio me excitó. Me paré casi en seco y lé clave el nabo lentamentente, dos o tres veces más, inmovil por un momento senti como se me hinchaba la cabeza de la polla en el fondo de su culo. Me corrí otra vez. A chorros. Sin mover el nabo, como si le estuviese regando.

Sin gritar esta vez, con un ronco bramido que me brotó desde muy dentro.

Me quité de encima y me dejé caer a un lado. Exhausto, rendido de placer, relajado, poderoso.

Atrajé a Francis hacia mi , pase mi brazo bajo su cabeza y le acaricie la cara, quizás pidiendole perdon sin palabras por haberle sodomizado tan brutalmente, el puso su mano sobre mi pecho, estuvimos en silencio, de cuando en cuando nos acariciabamos o nos dabamos besos muy cortos y suaves, los boleros habían dejado de sonar, solo se oía el murmullo del fuego en la chimenea. El tiempo se detuvo, el con su cuerpo unido al mio y mi cuerpo pegado al suyo. En silencio los dos.

Se levantó y desapareció tras la pequeña puerta con arco. Yo me miré el rabo, estaba arrugado con el capullo al descubierto, hinchado y rojo. Nunca me lo habia visto así. Cuando volvió venia de nuevo con su bata. Sin decir nada puso un nuevo disco y me preparó otra bebida, me la acerco hasta una mesita junto al diván, encendió un cigarrillo que puso en mi boca. Avivó el fuego y puso más leña en la chimenea y de nuevo desapareció tras la puerta. Cuando volvió traía una pequeña palangana con agua tibia, me lavó cuidadosamente, sobre todo el vientre, impregnado de su leche; sin duda, pues la mía se la había dejado toda dentro. Tras secarme se tumbó de nuevo a mi lado, acariciando mi brazos y mi vientre suavemente, estuvimos hablando de lo mucho que habíamos gozado y de mil cosas más.

El tiempo pasó rápido, se tuvo que levantar dos o tres veces a poner otro disco.

Preparó más bebidas y puso más leña en el fuego. Cuando volvió a mi lado siguió con sus toqueteos y de nuevo empezó a acariciarme la polla. Poco a poco consiguió ponerla dura.

Yo no me lo creia, estaba otra vez empalmado y admirado del poder de Francis sobre mi polla.

Suavemente, sin prisa, deleitándose en cada caricia, como al principio, primero besando mi boca, después mi pecho y mi vientre, sin dejar de pajearme suavemente el rabo, que terminó por meter entero en su boca. Chupaba golosamente al tiempo que me la meneaba muy lentamente, con su mano dejaba al descubierto mi capullo que cogia entre sus labios pasando la lengua por la punta, despues me apretaba con suavidad los huevos mientras se la metia entera en la boca, hasta la garganta, subía de nuevo con la polla en su boca y de nuevo con la mano dejaba al descubierto mi glande. Ya hacia un rato que estaba tiesa de nuevo pero el sentir la punta de su lengua recorriendo todo el filo alrededor de mi glande, su boca chupando y sus manos tocandome, consiguió que de nuevo volviera a gozar. No pensaba en nada, solo gozaba de su mamada, que me estaba llevando a la gloria. Tanto gusto me daba que me dió miedo correrme, no queria que aquello terminase nunca, quizás estaba disfrutando del orgasmo más largo de mi vida.

Acariciando mis nalgas, metió uno de sus dedos en mi culo, suavemente y recorrió su interior con delicadeza. Yo arqueé mi espalda sorprendido e inmediatamente me relajé, agradecido por esa caricia desconocida para mi, abrí mis piernas un poco más, eso, y mis gemidos de placer indicaron a Francis que debía seguir, cosa que hizo metiendome otro dedo más.

No sé si habia lubricado sus dedos o mi culo virgen, solo recuerdo lo fácilmente que entro el primero y después el segundo y como cuando los metió me llevo al extasis haciendome soñar de placer. Con sus caricias y su boca habia acumulado gota a gota la leche en mi polla y sus dedos fueron la gota que colmó el vaso. Me derramé. Recogió toda mi leche en su boca y se la tragó, golosa, no hizo falta que me lavara, su lengua dejó mi polla completamente limpia.

Era un experto, no sólo poniendo el culo para que me lo follase, además hacia unas mamadas de lujo.

Ese invierno Francis se ocupó de mis calenturas, estuvimos casi seis meses follando como locos. La ceremonia se repitio muy a menudo, yo llegaba cuando estaban a punto de cerrar, siempre me recibia con una sonrisa y cerraba la tienda. Nos quedábamos dentro hasta que el señor de las barbas, la joroba, el peluquín y la pipa se despedía y nos dejaba solos. Francis tenía varias batas, de diferentes colores y estampados. Pero en algunas ocasiones volvió a ponerse la roja. Como en un código secreto me indicaba que ese día además de los dulces besos y las suaves caricias queria algo más, la bata roja despertaba mi lado más salvaje y su actitud más sumisa.

Un día descubrí adonde se iba el señor de las barbas.

Como ya he dicho una de las paredes tenía una gruesa cortina de lado a lado. Un día, vi cómo se movía la cortina y lo supe.

Aquel viejo chivo se la pelaba como un mono, mirando a través de alguna rendija en la cortina como Francis y yo follabamos como locos. Un día al comienzo de la primavera, tras conocer el secreto de Angelo, me recibierón con frialdad, no me sonrieron ni me ofrecieron que me sentara y sentí a Francis lejos de mi. Nuestra historia de amor habia terminado.

Aprendí que un culito tragón puede dar más placer que un chocho seco y que la mamada de un hombre al que le guste tu polla es mejor que la de una mujer a la que le guste tu cartera. Aprendí que lo importante es tener el carajo bien duro y lleno de leche, no quien o como te lo ponga tieso y te ordeñe. Aprendí a disfrutar y a desear y a compartir el placer con mi pareja, sea hombre o mujer. Esa primavera me maté a pajas recordando mis polvos con Francis.

Al pasar los años volvia a aquel pueblo de tarde en tarde y muy ocasionalmente veía a Francis. No volvimos a tener sexo. Alguna vez incluso me acercaba a saludarle y él, muy educadamente respondía a mis saludos e incluso me invitaba a tomar algo en la terraza del bar más cercano. Teniamos un secreto a medias y en la complicidad de nuestras miradas recordabamos la bata roja y la intima pasión compartida.