Francés, venezolano, alemán, búlgaro y español

Aquella noche decidí entregarme a la diversidad

El jueves siguiente, sobre las diez y media de la noche, fui al local donde trabajaba Dimitir como segurata. Al llegar el búlgaro estaba plantado en la puerta, vestido con su uniforme negro, sus botas de seguridad y su porra. Se veía tan macho que todo mi cuerpo se estremeció.

  • Qué bien verte - me dio dos besos.

  • No podía perderme volver a verte. Qué guapo estás!

  • Gracias…aprovecha a mirarme que después no llevaré nada - me dijo mientras abría la puerta y me invitaba a pasar.

La entrada del local tenía una recepción poco iluminada y un señor mayor, delgado y vestido solo con un chaleco de cuero me daba la bienvenida.

  • Es tu primera vez cariño?

  • Es mi invitado - intervino Dimitir.

  • Este búlgaro tiene buen gusto - me dijo el señor mientras sonreía y me daba la llave de una taquilla.

Dimitir me acompañó a los vestuarios. Habían como veinte taquillas dispuestas en dos filas en un pasillo largo. El vestuario estaba más iluminado. Al final un baño y a la derecha la entrada a la sala.

  • Tienes que desnudarte entero, solo zapatillas - me dijo Dimitir. Mientras me iba desvistiendo no me quitaba ojo y me repasaba de arriba a abajo. Cuando solo me quedaba el tanga por quitarme, me di la vuelta y sensualmente fui bajándolo por mis piernas exponiendo todo mi culo al búlgaro, quien no resistió la tentación y agarrándome por la cintura me encastró en las taquillas y pegó su 1,90m contra mi cuerpo, restregando su paquete en mi culo.

  • Me estás provocando zorra?

Yo empecé a gemir notando como su bulto crecía entre mis nalgas.

  • Ahora estoy trabajando. Tú diviértete pero deja un poco para mí - y me dejó caliente como una perra mientras volvía a la entrada. Cuando recuperé mi temperatura me fui hacia el interior de la sala. Había una barra no muy grande, un camarero muy guapo y desnudo, marcando buen cuerpo. Sentados en tres taburetes habían tres hombres de unos cuarenta y pocos. Todos desnudos. El de la izquierda parecía interesante. Moreno, buen pelo, alto, de espaldas anchas y piernas fuertes y peludas. El del medio más calvo, sin pelo en el cuerpo y un tatuaje enorme en la espalda. A la derecha el tercer hombre moreno también, pelo rapado, parecía alto y fuerte, bebía una cerveza a morro mientras recibía placer entre sus piernas de un chico joven. Veinte y pocos años, delgado, rubio y una boca muy tragona que engullía con facilidad el rabo del macho de la cerveza. Por su destreza no era la primera polla que se comía.

  • Decidí acercarme a la barra y sentarme entre el calvo y el moreno de la izquierda. Pude mirarlo bien, era guapo, con un poco de barba, pelo en el pecho, cejas pobladas y dientes muy blancos. Me miró y me sonrió. Al mirar al otro lado el calvo también me sonrió y desvié la mirada hacia su polla la cual era enorme en reposo. Volví a mirarle y entonces el que sonrió fui yo. Eso tengo que probarlo pensé. Seguí mirando a la derecha y el chico joven movía su cabeza con un ritmo frenético mientras el macho de la cerveza, que ahora pude ver mejor disfrutaba mientras bebía. No sé si le sabía mejor la cerveza o la gran mamada que le estaban haciendo, porque su cara parecía de pocos amigos, aunque su polla dura de unos 21cm parecía haber encontrado un nuevo amigo.

  • Qué te pongo? - me interrumpió el camarero.

  • Una cerveza por favor.

  • Tu primera vez? - me volvió a preguntar.

  • Si.

  • Bienvenido.

  • Salud! - me brindó el moreno. Chocamos las botellas.

  • Me llamo Quique.

  • Yo Marcos - le dí dos besos.

  • Verás que es muy divertido si te dejas llevar - entonces miré a su entrepierna y una polla morcillona con bastante pelo parecía muy apetecible.

  • Es el paraíso de los buenos rabos - le dije. Quique sonrió. Seguimos contemplando el show de la mamada. Como aguantaba el ritmo y no parecía que se fuera a correr enseguida, aunque el pasivo tragón tampoco parecía cansarse. En un momento noté la mano de Quique acariciando mi espalda. Empecé a ponerme cachondo y me dejé hacer. Las caricias pasaron a besos en el cuello hasta que me giré y empecé a besarle. Su escasa barba me rascaba la cara y me gustaba. Su lengua con sabor a cerveza inundaba mi boca y sus manos apretaban fuerte mi cintura. Me puse de pie y me coloqué entre sus piernas. Seguimos besándonos y sus manos bajaron hasta mi culo. Lo agarró fuerte y me dio una palmada.

  • Tienes un culo de puta madre - le besé. Su polla empezaba a ponerse dura. La toqué y acabó de crecer entre mis manos. Sus huevos parecían llenos de leche de lo que pesaban. Decidí pasar a la acción. Coloqué mi cabeza en la entrepierna de Quique y empecé a olisquear. Su aroma a sexo me invitó a probar y su capullo mojado me supo a puro placer. Empecé una mamada mientras le masturbaba. Quique empezó a suspirar mientras se dejaba hacer. Al rato de estar mamando, el calvo se puso de pie, se acercó hasta mi cabeza y empezó a darme pollazos en la cara, invitando a que se la comiera. La agarré y era realmente gorda. Me la metí en la boca y estaba buenísima. Al contrario que la de Quique no tenía ni un pelo. Intenté tragármela todo lo que pude pero era imposible de lo larga que era. Mientras seguí con la ardua tarea de tragarme el pollón calvo, Quique se agachó y me susurró.

  • Disfruta que luego nos veamos - y se fue.

No sabía qué le había pasado pero me quedé con que luego le vería. Yo seguí intentado comerme el rabo calvo sin conseguir tragarme más, aunque si se lo puse bastante duro.

  • Quiero follarte - me dijo el calvo con un acento francés. Me dijo que en la barra no estaba permitido follar así que tuvimos que ir al piso de arriba. Me cogió de la mano y mientras nos alejábamos de la barra pudimos ver la gran corrida del tercer hombre en la boca del pasivo tragón. Fueron varios los trallazos que salieron de su polla, cayendo todo dentro de la joven boca, tragando uno a uno sin respirar, para después limpiarle la polla y dejarla bien reluciente. Satisfecho el activo le acarició el pelo al pasivo el cual seguía chupando polla. El francés y yo subimos al piso de arriba. Habían varias cabinas, todas ellas con cortinas de tiras, las cuales dejaban ver si había alguien dentro o no. En una de ellas se intuía una pareja. Uno de pie apoyado eón la pared, el otro agachado comiendo rabo sin dejar de hacer ruidos excitantes con la boca. En medio del local un swing, un columpio de esos de cuero. Al final de la sala dos salas más pequeñas con bancos de cuero. En una de ellas un pasivo jovencito estaba expuesto de pie, a 4 patas, mientras recibía la follada de un tío moreno, alto, fuerte, con varios tatuajes y con ganas de reventarlo. A cada lado del pasivo dos hombres le ofrecían sus pollas para que se las comiera mientras animaban al macho activo a darle más caña. El sonido de las nalghas del pasivo chocando con la pelvis del macho, eran realmente excitantes. El francés y yo nos fuimos a la otra sala. Me hizo estirarme en uno de los bancos, me abrió de piernas y se agachó. Empezó a comerme el culo con una maestría increíble. Tampoco era el primer culo que se comía y su experiencia lo demostraba con cada lengüetazo que me daba. No exagero si digo que es el mejor beso negro que me han hecho. Enseguida dilaté mi ano y él pudo meter dos dedos dentro, sin dejar de comerme el culo. Ese tío era un cerdo y me gustaba. Agarré su calva y la aplasté en mi raja haciendo que él se animara a comerme el culo con más ganas. En ese momento vi a Quique que se acercaba a mirar y mientras observaba como yo gemía de placer, con las lamidas anales del calvo, empezó a menearse el rabo. Le invité a venir. Se acercó y yo le hice sentarse en mi cara. Empecé a lamer sus pelotas peludas para después lamer su raja llena de pelos también. Qué gustazo de culo, bien empapado de sabor. Después metió su polla en mi boca y estando lamiendo el rabo de Quique, noté como el calvo untaba mi ano con gel y empezaba a meter su polla gorda. Pero estaba tan excitado que hasta que no la metió toda no me di cuenta. Seguí con la polla de Quique en la boca para no gritar por el daño que me estaba haciendo el pollón francés. Sabía que los franceses eran muy buenos amantes, pero tanto? Él tío embestía con fuerza y yo aguantaba, hasta que poco a poco el daño se convirtió en ganas de que no sacara su polla de mi culo. Pronto me vi en el centro de la atención. Espatarrado recibiendo una polla francesa enorme en mi culo y una española en mi boca. Y los tres hombres que antes estaban destrozando a otro pasivo en la sala de al lado, ahora estaban observando mi espectáculo. El activo tatuado se acercó hasta mi cara y empezó a darme pollazos mientras yo seguía lamiendo la de Quique. Al final el nuevo se hizo un sitio en mi boca y me vi comiendo ambas pollas a la vez. Pero Quique pareció agobiarse. Se salió de mi boca y se fue. Yo me sentí decepcionado, pero no menos excitado. Mientras el francés seguía embistiendo mi culo, el otro ya estaba de pie entre mi cuerpo, follando mi boca con gran maestría. Tenía una polla de 20cm, morena sin pelo y unos huevos grandes colgaban y golpeaban mi barbilla. Los otros dos tipos se quedaron de pie observando mientras disfrutaban de la mamada del jovencito. Se agradece una ayuda cuando estás en medio de una orgía. El francés paró de follarme, le dio una palmada en el culo al otro y le invitó a follarme.

  • Quieres que te destroce? -me preguntó con un acento venezolano. Y como una novia en el altar le dije “sí quiero”. Se enfundó la polla con un condón y se puso entre mis piernas. Primero me comió el culo con ganas, no como el francés pero sí con muchas ganas. Yo disfrutaba de la comida de culo mientras el calvo me embistió de golpe su polla en mi boca. El venezolano se cansó de lamer y apuntó su trabuco en mi culo y me la metió de golpe, haciendo que la polla del francés también se clavara hasta el fondo de mi garganta. Así ensartado por los dos, empezaron el mete saca más bestia que me han hecho. Yo no podía ver nada pero sí noté que estaban disfrutando cuando el francés empezó a correrse en mi cara y no fue poca la leche que soltó, ya que casi me cubre la cara con ella. Se salió de encima mío y me retiró de la lefa de la cara. Mientras el  venezolano seguía embistiendo mi culo los voyeurs que estaban siendo mamados por el pasivo decidieron estucarme la cara también. Cuando tuve la cara limpia me la volvieron a manchar con sus leches, llenando mi cara, cuello y pecho de espesa lefa. Esta vez decidí dejarme la cara sucia y sentirme una guarra.

  • Sigue cabrón sigue follándome - animaba al venezolano. El tío me incorporó, me cogió en brazos con su polla en mi culo y decidió llevarme al columpio. Me ató los dos tobillos quedando mis piernas bien arriba y abiertas. Ahora si que estaba expuesto en medio de todo y todos. El venezolano me la volvió a meter mientras gritaba de placer.

  • Toma zorra! Menudo culo que tienes!

Se agarró bien al cuero del columpio y continuó follándome con fuerza. Menuda virilidad en ese bar, parecía que les habían dado algún poder con la bebida. En un momento de extasis me cogió del cuello y me escupió dos o tres salivazos en la boca, para a continuación darme un par de hostias. Vio que me gustaba y me dio alguna más, todo esto bajo la atenta mirada del francés, los voyeurs y dos o tres tíos más. Entre la multitud pude ver a Quique quien estaba meneándose la polla y viendo el show.

  • Así ye gusta que te traten, perra? - me preguntó el venezolano y me volvió a zurrar y escupir la cara. Se puso tan cachondo que gritaba que se corría sin darle tiempo a sacar la polla y correrse fuera. Noté de maravilla como su polla se hinchaba en mi culo. Cuando acabó de correrse se salió de mi culo y se lo ofreció a un nuevo forastero. Me sentí vacío pero por poco tiempo. Estaba tan cachondo que no me importó que toda la ONU pasara por mi culo. El nuevo activo era un tío alto, rubio, pinta de alemán y una buena polla, sin ser el rabazo del francés pero la tenía bien dura y preparada para la acción. Con el condón bien ajustado a su tronco empezó a metérmela hasta enterrarla de golpe. Murmuró algo en alemán mientras sonreía y me miraba. Supongo que estaba encantado de estar en mi país de las maravillas. Su follada fue más relajada que la del venezolano pero no menos placentera. Metía su salchicha alemana hasta el fondo de mi culo haciendo presión en mi protestaba, provocando un placer en mi interior que me hacía revolverme en el columpio. Y el tío lo sabía. Me preguntó en un perfecto inglés si me gustaba y no pude articular palabra del gusto que me daba, tan solo pude asentir con un gemido. Me agarré fuerte a las cuerdas y dejé que el alemán follador siguiera entrando mi culo. Mientras a mi alrededor el pasivo ya se había puesto en cuatro y estaba dejando que el francés ensartara su pollón en su culo y lo follara con ganas. Desde mi perspectiva en horizontal veía la cara de placer del alemán sonriendo, el venezolano pajeándose, poniendo dura su polla de nuevo, mientras me miraba y él mismo pellizcaba sus pezones y el pasivo siendo penetrado salvajemente por el francés. Los voyeurs espectadores mirando atentos cada movimiento de los demás. Y Quique al fondo sin animarse a venir. Qué escena más morbosa! Invité entonces al venezolano a que me metiera su polla en la boca. Se acercó y me la clavó en la garganta. Yo empecé a chupársela con ganas notando su sabor a polla sudada y a restos de leche. Agarré la cara del pasivo que estaba siendo follado por el francés y lo invité a chupar conmigo. El placer del venezolano se multiplicó por dos y avisaba que se corría de nuevo. Nosotros, como buenos mamones, no dejamos de chupar hasta notar como varios trallazos salían de su polla cayendo en nuestras bocas. Nuestras lenguas peleaban por llevarse la mayor cantidad, mientras nos morreábamos. Dejamos al venezolano seco y con su polla bien limpia. Mientras el alemán empezaba a follarme más fuerte y el francés se follaba al pasivo con más fuerza aun. Parecía que lo iba a romper. Casi al unísono, el francés y el alemán como en una guerra entre naciones, nos follaban a los españoles a ver quién conquistaba antes. Fue mi alemán sudado el primero en ganar la batalla, el que se salió de mi trinchera, se sacó el escudo de látex y apuntó en mi raja, disparando toda su leche, inundando la entrada de mi ano con sus balas de semen. Victorioso gritó mientras no dejaba de masturbarse. Cuando creyó que había descargado toda la artillería, restregó la punta de su arma en mi agujero jugando con toda su leche. Yo quise probar un pco de salsa alemana y llevé mi mano a mi culo y cogí un poco, llevándolo después a mi boca saboreando con gusto. Mientras el alemán sonreía satisfecho por su hazaña, el francés siguió invistiendo hasta que llegó al clímax. Sacó su pollón del culo tragón, agarró con fuerza el pelo del pasivo y lo llevó hasta su boca, se la metió hasta el fondo y no se la sacó hasta que se hubo vaciado del todo.

  • Quién es el siguinete? - pregunté ansioso mientras golpeaba mi ano con mis dedos.

  • Esta ya la conoces - me dijo el búlgaro mientras clavaba su polla en mi culo.

  • Ahhhh - grité yo - ya era hora!.

Empezó a follarme mientras agarraba el columpio fuerte por los lados y se ayudaba a darme más fuerte. Su forma de follarme estaba siendo más salvaje que el día del gimnasio. Venía con ganas y no duró mucho, debía estar cachondo, porque a los pocos minutos se corrió sobre mi pecho.

  • Rendidos todos nos recompusimos. Yo empecé a besarme con el búlgaro mientras el pasivo se morreaba y se dejaba meter mano por el francés.

  • Os hace una lluvia dorada? - preguntó el venezolano. Nos gustó la idea. Dimitir me llevó en brazos hasta una bañera que había al fondo de la sala. El francés cargaba con el pasivo. La bañera era de tipo antigua, blanca, estaba limpia impoluta. Nos colocaron dentro y nosotros entrecruzamos nuestras piernas, apoyando nuestro brazos fuera de la bañera. Con nuestras cabezas hacia atrás esperamos la meada de nuestros machos. Poco a poco fueron empezando, el venezolano fue el primero en mearnos. Repartiendo un gran chorro amarillo y de fuerte olor por nuestros cuerpos. El alemán le siguió con una manada más clara y menos oliente. Uno de los voyeurs se unió a la meada. Los tres chorros fueron regando nuestros cuerpecitos pasivos, desde el estómago hasta la cara. El cuarto fue el otro voyeur quien sacó una buena meada. Esta vez me incorporé y como la pasiva mayor cogí a mi compañero y empecé a besarlo mientras recibimos las meadas de nuestros machos en la boca. Tragábamos un poco y nos lo escupíamos en la cara. Por fin el francés apuntó su rabazo, meando hacia nosotros y pudimos degustar su meada. Esta vez nos colocamos de pie con los culos hacia fuera y dejamos que el calvo nos mojara los anos con su pis. A él se unió el búlgaro, quién luchaba a chorro con el francés por ver quién mojaba más nuestros culos.

Acabados de mear todos, salimos de la ducha y nos lavamos. Todos se fueron menos yo, que quería ver a Quique. Bajé al bar y allí sentado observando como me aceraba estaba Quique tomando una cerveza.

  • Dónde estabas? Por qué no has querido participar? - le pregunté.

  • Me pone muy nervioso tanta gente, pero te he visto desde lejos y no veas lo bien que te desenvuelves. Y la meada final, joder, qué morbo.

  • Puedo hacer cosas mejores y sólo para ti - le dije mientras le agarraba la polla. Se puso de pie y como si fuera mi perro lo llevé de la polla hasta unos sofás que habían al lado de la bar. Lo senté y me puse encima. Empecé a besar su cuello, a lamer su pecho y sus pezones. Se lo mordí y él gimió. Bajé hasta su entrepierna. Lamí sus pelotas calientes. Levanté sus piernas peludas y grandes y empecé a comerle el culo con todas mis ganas. Su ano peludo estaba sudado y sabía de maravilla. Se lo comí con ganas mientras Quique se retorcía de gusto en el sofá. Bajé sus piernas y su polla de 17 ya estaba dura. Aún así me la metí hasta el fondo de mi garganta. Aguanté ahí y la saqué. Me la volví a meter en la boca hasta el fondo y moví mi lengua. Cuando se la puse más dura, fui a la barra cogí un condón y se lo coloqué a Quique. De una sentada me clavé su polla hasta el fondo. Agarré su cuello y empecé a moverme. Arriba y abajo y en círculos. Quique se moría de gusto mientras me comía las tetas. Seguí cabalgando un buen rato, hasta que Quique decidió tomar el control. Me levantó en brazos y me llevó hasta una sala que estaba justo detrás de la barra. Allí habían varias cosas fetiches. Me dejó de pie, y ató mis brazos a unas cadenas.

  • Estás bien?

  • Sí, muy cachondo.

  • Te han fustigado alguna vez?

  • Nunca.

  • Te atreves?

  • Claro!

Se fue hasta la pared y cogió un látigo de cuero, no muy grande, con varias cuerdas. Empezó a pasármelo por el cuerpo. Acariciando mis piernas, mi espalda, mi pecho. Empecé a ponerme tenso pero muy caliente. En un momento de relax sentí un latigazo en mi culo. No muy fuerte. Me gustó. Le pedí más. Y siguió fustigando mis nalgas hasta dejarlas un poco rojas. Fue a soltarme, pero le pedí que me follara así atado. Se puso otro condón y me la clavó. Agarró mi cintura y empezó a embestirme con fuerza mientras yo sentía mis nalgas calientes contra su pelvis. Allí podía gritar a gusto y lo hice, grité tan fuerte que Quique se corrió enseguida. Llenando el condón con mucha leche. Me soltó y me abrazó, dándome las gracias por la exclusividad.