Fran y Ana (9)

¿Qué pasó con Caty?

CAPÍTULO 9- CATY

¿Cómo podía haber perdido la confianza de Fran tras el polvo de aquella noche?

Sinceramente, no lo se. Yo creía que era el principio de algo. Pensé que, desde ese momento, babearía por mí. Que me estaría esperando al entrar a trabajar para saludarme y buscaría mil escusas para estar junto a mí. Pero, por enésima vez, ese hombre me volvía a dar una lección.

La siguiente vez que lo vi en el trabajo después de lo nuestro no me miró ni a la cara. Se escondía de mí como si tuviera Covid y ni siquiera salió a tomar café.

Tras ese primer día vinieron más, todos idénticos, sin miradas, sin palabras y sin encuentros.

Un mes después de ver como se escondía de mí, descolocada y enfadada por no haber causado en él el efecto deseado, decidí abordarle. Le vi entrar al baño y entré tras él.

-          ¿Pero que haces Caty? Es el baño de hombres.

-          ¿Tú quién coño te crees que eres para despreciarme así? Llevas un puto mes sin mirarme a la cara, sin dirigirme la palabra. Mira, chico, el infiel has sido tú, yo no tenía pareja.

Tras decir esta desafortunada frase, fruto de la ira y del desconcierto, Fran agachó la cabeza. Estaba mono hasta cuando no le veía esa dulce carita de niño bueno.

-          Lo siento Fran- dije levantándole la cara- No lo he dicho para lastimarte.

-          Pero es verdad. He sido infiel y estoy destrozado. Ana me ha tirado de casa, y con razón. Pero tú no tienes la culpa, ni yo te culpo. El culpable soy yo, lo que pasa es que, a parte de a mi mujer, he perdido a una amiga. ¿Quién quiere estar con un capullo que no sabe tener la picha quieta?

-          Yo- dije sin dudar- Yo voy a estar contigo para lo que necesites. Quiero que me cuentes todo, que pienses en mí para sanar tu corazón. A mí nunca me perderás.

-          Gracias Caty, significa mucho para mí poder hablar de esto con álguién.

Con un abrazo sellamos la reconciliación y pensaba que todo volvería a ser como antes. Pero me equivoqué.

Las conversaciones con Fran derivaron a otro nivel mas personal, más íntimo. Y, si ya estaba borracha con tanta sensación nueva, tras estas conversaciones a corazón abierto, me terminé de embriagar.

Me enamoré de Fran. Algo que se veía venir y a lo que no puse freno.

Mis contactos con los hombres se limitaban a flirteos descarados, frases subidas de tono y folleteo. Con Fran hablaba de mil cosas. De sus sentimientos, de los míos (no de todos, claro está), de mis metas, de anécdotas…

Una de las cosas que más me sorprendió era que a Fran le importara yo como persona, no como hembra. Me preguntaba sobre mis estudios y mis anteriores trabajos. Se interesaba por mi familia y mis amigas. Y me escuchaba, sin juzgar ni con otra intención que la de mantener una tarde entretenidos mientras tomábamos una cerveza.

Pero todo lo bueno se acaba.

Yo conocía del interés de Fran por volver con Ana y sabía que la amaba, pese a lo que hizo. Pero tenía la esperanza de que, pasado el tiempo, se empezara a fijar en mí y consiguiera ganarme a ese magnífico hombre.

Pero eso no sucedió. O, al menos, no de la forma en la que yo lo había imaginado. Sólo amigos, nada más.

-          Me ha dejado volver a casa.

La frase que pronunció Fran mientras tomábamos un “estupendo” café de máquina de vending , me sentó como una bofetada en la cara. No obstante, aunque me doliera, tenía que parecer feliz, por él.

-          ¡Que bien, cariño! ¿Ya estás instalado?

-          He pasado el fin de semana allí y, el sábado, recogí la ropa de casa de mi hermana para llevarla a casa.

-          ¿Y, qué tal con Ana?

-          De momento… despacio. Me ha pedido tiempo y se lo voy a dar. Volver a casa ya es un paso enorme, no quiero precipitarme.

-          Tienes razón, tú con pies de plomo.

Que fácil es dar consejos y que difícil es asumirlos. En el baño de la empresa rompí a llorar.

¿Qué podía hacer? Que Fran no me amaba estaba claro, pero es que no tuve ni una oportunidad y ahora volviendo a casa, menos.

Dicen que si amas a alguien te tiene que satisfacer el ver a esa persona feliz, aunque sea con otra pareja.

¡Y una mierda!

Yo quiero que Fran sea feliz, pero conmigo. Yo le haría muy feliz si el me dejara, le follaría como nunca le han follado y me preocuparía de tenerlo contento a todas horas. Pero no, el no quiere ser feliz a mi lado. Quiere serlo al lado de mi rival que, por otro lado, reconozco que la chica no me ha hecho nada a mí. Pero los imagino juntos y… me entra una ansiedad y unas ganas de llorar.

¡El amor es una mierda!

Y más si no es correspondido.

A todo esto mi relación con Villa se convirtió en algo extraño.

Tras enterarse por mí de que le había ganado la apuesta se puso muy pesado para que le contara detalles. Que si la tiene muy pequeña, que si se corrió rápido, que si me pude correr yo alguna vez…. Preguntas de un machito insensible que lo único que sabía hacer era penetrar.

Yo le esquivaba las preguntas sin contarle demasiadas cosas para no darle información que él pudiera usar en mi contra y arruinarme un posible acercamiento con Fran. Pero es que se ponía muy pesado.

Una tarde vino a casa sin avisar y me lo encontré al abrir la puerta. Me apartó con brusquedad, entró en casa y riéndose me dijo.

-          ¿Qué pasa que no me piensas contar nada? Estoy dudando que te lo follaras.

-          Piensa lo que quieras. No me importa una mierda.

-          Pues te recuerdo que hicimos una apuesta y, a no ser que me demuestres que te follaste al “lechuga”, el ganador soy yo y podré usarte cuando quiera.

-          ¡No te voy a decir una mierda, cabrón! Eres un chulo, hijo de puta y Fran te da mil vueltas como hombre.

Tras mis insultos Villa cambió la cara. Toda la chulería que traía se le transformó en odio al escuchar como le menospreciaba. Se acercó a mí y me cogió la mano, dirigiéndola a su  paquete.

-          ¡Para ser un hombre hay que tener una polla como esta! No eres más que una zorra que te follas al primero que se cruza por tu camino y yo te voy a enseñar modales.

No os voy a engañar, llevaba mucho tiempo sin follar y para una mujer que necesita sexo, como yo, que un pollón como el de Villa se ponga a tiro es un caramelo.

No hizo falta que lo repitiera más veces, sabía a la perfección lo que tenía que hacer. Sin dudar, le bajé los pantalones y el bóxer, y me arrodillé para poner firme esa maravillosa tranca. Era una maravilla sentirla crecer mientras la engullía. El salón se inundó de los sonidos que emitía al ahogarme con su polla.

Nada más amorrarme al pilón me volví loca. La saliva salía a borbotones de mi boca y las arcadas que me daban al meterme su polla hasta tocar mi garganta, hacían que de mis ojos se escaparan lágrimas.

-          Así zorra, así. Como te gusta mamar pollones.

Estaba extasiada disfrutando de esa monstruosidad, cada vez más grande y dura.

Sus huevos, que colgaban como una gran bolsa de té, también se ganaron su ración de saliva y masajes, dejándolos brillantes por mis babas.

El glup- glup resonaba morbosamente mientras Villa empujaba su culo hacia adelante para perforarme la boca hasta que tocara su pubis. Minutos de puro sexo oral donde, tras unos gruñidos por parte de Villa, descargó una buena lefada que yo me encargué de tragar hasta dejar su polla impoluta.

-          Que buena putita eres. Sólo tú me haces correr tan rápido. Ven guarra.

Villa me colocó sobre el apoyabrazos del sofá. Mi cuerpo, doblado boca abajo, dejaba a la vista mi coño que, en esos momentos, ya estaba mojadísimo. Sin pedir permiso, Villa se acomodó abriéndome un poco las piernas y me penetró.

Creo que me corrí al instante. Una sola embestida y ya estaba gritando por el placer del orgasmo. Mi coño, necesitado de atenciones, se contraía y dilataba como si fuera la boca de un pez que no puede respirar.

Y desde ese momento encadené no se cuantos orgasmos. Villa sólo percutía sin piedad mientras yo chillaba y llamaba al Todopoderoso.

Momentos de entrega al placer sin nada más a la vista que mi disfrute.

Claro que Villa no se quedaba atrás. Estaba disfrutando como un cabrón mientras me destrozaba el coño. Sus insultos y descalificaciones me resbalaban tanto como su polla dentro de mí. Me daba igual lo que dijera si con eso no paraba de sacarme orgasmos.

Un sexo bruto y sin amor que era lo que necesitaba en ese momento. Correrme como una cerda para pasar el mono del sexo y quedarme satisfecha por una temporada.

Pero Villa, con su cerebro de mosquito, no paraba de insultarme. Cada vez más humillante, cada vez más hiriente. Hasta que se pasó de la raya.

-          Seguro que tu Fran no te folla como yo. Con la mierda de polla que tendrá, seguro que no te hizo correrte ni una vez. ¿Qué diría si te viera follar con un macho de verdad?

Ahí recobré la cordura y empujé a Villa hacia atrás.

Que me insultara a mí mientras me follaba me daba igual. Estaba acostumbrada a satisfacer el ego de un hombre y, desgraciadamente, los insultos machistas estaban a la orden del día. Yo, egoístamente, los aceptaba si con ello hacía que el sexo fuera mejor.

Pero con Fran no. A Fran no le faltaba el respeto un despojo humano como ese. Fran era, con diferencia, el hombre más bueno con el que había estado. Fran me hizo el amor y, pese a no ser tan intenso como el pollón de Villa, su forma de hacerlo era una maravilla. Sin lugar a dudas, fue la vez que más complacida terminé.

-          ¡Cabrón! A Fran no lo nombres porque te corto la polla a trozos. Eres un hijo de puta sin sentimientos. Vístete y lárgate de mi casa o llamo a la policía.

-          Jajaja. Como te pones cuando se nombra a tu amorcito. No te preocupes que ya me voy. Venía para obtener respuestas y me las acabas de dar. Ahora bien, que sepas que quizás, cuando te des cuenta que la “pichita” de Fran no te llena y que necesitas carne de la de verdad, esta cobra- dijo meneando con la mano su polla ya morcillona- posiblemente esté picando otra mujer que quiera correrse mil veces.

Villa se vistió y se marchó de casa sin decir nada más. Una vez cerró la puerta y mi sed de sexo se rebajó, me di cuenta lo que había pasado. Me di cuenta que le había confesado, sin querer, que me había follado a Fran. Esperaba que, por una vez, tuviera la boca cerrada en el trabajo y no dijera nada para no comprometer más a Fran. Si eso sucedía, si lo contaba, pensaba poner a Fran como lo que era, un amante de primera categoría, y despreciar la forma de follar de Villa, aunque eso me dejara como una mujer fácil en el trabajo. Así, por lo menos, evitaría que el musculitos estuviera hablando mal de mi amorcito.

Pasaron las semana y el capullo de Villa se mantuvo callado. No sabía la razón de querer saber si Fran y yo habíamos follado finalmente. En un principio pensaba que nos chantajearía para sacar tajada de alguna manera. O que lo contaría a los jefes para quedarse el puesto de Fran, el cual llevaba años codiciando. Aunque viéndolo desde otra perspectiva, el también se acostaba conmigo y, de confesarlo, tanto podíamos ir a la calle Fran y yo, como él. No, no entendía las motivaciones de Villa aunque imagino que su ego estaría bastante herido ya que le había reconocido que prefería a Fran antes que a él.

Con Fran todo marchaba como siempre, mal. Pero mal para mis intereses.

Cada vez había más sintonía entre los dos. Cada vez más cafés y más charlas. El problema es que, mientras yo moría por sus huesos, para él yo estaba en la friend zone . O sea que cada vez se me complicaba más el hacerle ver que en mí podía encontrar algo más que una persona donde descargar sus frustraciones.

Me contaba las salidas de Ana, que habían follado alguna vez (poquísimas) y que esas veces Ana había dado un cambio radical.

Me contaba la actitud esquiva de su mujer y como evitaba, en la medida de lo posible, coincidir con él en la casa. Si Fran estaba viendo una película en el salón, Ana se encerraba en su habitación con el portátil. Si Fran estaba en la cocina preparando la cena, Ana aprovechaba para ver las noticias. Y así se pasaban el poco rato que estaban juntos.

Fran la excusaba diciendo que Ana necesitaba tiempo, que poco a poco se arreglaría todo. Él le propuso ir a un psicólogo matrimonial para arreglar lo suyo y Ana se enfadó porque argumentaba que ella no había hecho nada malo, que el culpable de que la pareja estuviera en esa situación era él.

Yo, analizándolo todo desde fuera y sin intereses escondidos (o casi), pensaba que Ana tenía alguna aventura, como pensareis más de uno.

No era normal que, de repente, Ana tomara la iniciativa en el sexo ni que hubiera mejorado tanto. ¿Cómo mejoras si no practicas?.

Por otro lado, todas las salidas a bailar me daban muy mala espina. ¡Joder! Si tienes un marido estupendo esperándote en casa, ¿dónde narices vas todos los fines de semana a bailar sola?.

Estaba claro, tenía un amante y estaba tramando un plan para humillarlo. Por eso le volvió a aceptar en casa, aunque en habitaciones separadas. Por eso se lo follaba de vez en cuando, para tenerlo enganchado. Y por eso había mejorado tanto sexualmente.

Esto era lo que yo pensaba, pero no se lo podía decir a Fran, lo destrozaría. A demás, no tenía pruebas de que eso fuera cierto y, de decírselo, imagino que Fran confiaría en su mujer y me mandaría a mí a la mierda. Mejor ser su amiga y poder hablar con él, que ser el centro de su odio.

Intentaría averiguar algo por mi cuenta, si podía. Tampoco me iba a volver loca con este asunto, si la veía algún día de fiesta en alguna discoteca  de salsa, la espiaría para ver sus actitudes y sacaría alguna prueba de ser estas sospechosas.

Ese viernes, cuando todo estalló, estaba en casa, arreglándome para salir a cenar con unas amigas e intentar olvidarme de un amor imposible. Quizás encontrara a algún hombre dispuesto a follarme y, luego, cada uno a su casa. Así me calmaría un poco y podría estar más centrada con mi vida.

Otra alternativa era llamar a Villa para follar. Era un valor seguro. El único problema surgía por mi reciente animadversión hacia él. No lo soportaba antes de enamorarme de Fran y ahora menos. Si me lo cruzaba en el trabajo notaba como me miraba de forma obscena como desnudándome con los ojos. Meses atrás me hubiera mojado al notar esa mirada, pero ahora me revolvía el estómago cada vez que lo veía chuleándose con mis compañeras, intentando tirarse cualquier agujero que se le pusiera a tiro.

No, definitivamente Villa no era una opción. La que si era casi inalcanzable era la de acostarme con Fran. Sería un sueño volver a tener esa polla en mi boca y poder metérmela hasta la garganta. Me gustaría que me hiciera correr con su lengua mientras sus dedos pellizcan mis pezones. Cabalgarlo brutalmente y notar como sus latigazos de semen golpean en mi útero y, ¿por qué no?, quedarme embarazada de él. Sostener, entre mis brazos, la descendencia del ser más bueno que he conocido. Y casarnos…

Pensando en todo ese mundo de arcoíris y fantasía me sobresaltó la vibración de mi teléfono y el sonido de la melodía que le había adjudicado a Fran.

-          Dime cariño. Ya se que no puedes dejar de pensar en mí, pero tienes que darme espacio. Jajaja

Al otro lado de la línea sólo se oían sollozos.

-          ¿Fran? ¿Estás bien?

-          Si…. No. No lo sé Caty.

Se hizo el silencio otra vez y yo no sabía que hacer ni que decir. Parecía que estaba en peligro.

-          ¿Dónde estás?

-          Estoy en el parque Lima. Está aquí, Caty.

-          ¿Quién está ahí?

-          Ana. Está aquí. Pero no está sola. ¿Puedes venir a por mí?

-          ¡Claro que sí! Espérame y no hagas ninguna locura.

-          La he perdido, Caty. La he perdido.

CONTINUARÁ...