Fran y Ana (6)

Se consuma la traición.

CAPÍTULO 6- CATY

Fran estaba en la puerta de mi habitación, mirando como embadurnaba la crema por todo mi cuerpo. Nos miramos fijamente y nos acercamos hasta que nuestras bocas se juntaron.

En ese momento ya sabía que no pararía, hoy no. Su manera de besarme era diferente, como más decidida. Nuestras lenguas se abrazaron y comenzaron a jugar.

Era realmente bueno besando. No era consciente de ello creo yo, pero sus labios resbalaban con los míos sin desesperación. Era una forma de besar desconocida para mí. Más suave, más dulce y alejada de esos morreos desesperados y obscenos con los que yo solía mojar mis bragas.

Fran no paraba de tocarme suavemente. Sus caricias sobre mi espalda erizaban mi piel. Su cabeza se desplazó hacia mi cuello y empezó a chuparlo, morderlo y besarlo. Pero dulcemente, todo dulcemente.

-          Uuuggggg…

Estaba enloquecida, excitadísima y solamente quería desnudarlo y follármelo.

-          Fóllame ya, fóllame.

No me hizo ni caso. Siguió a su rito, desesperadamente lento para mi gusto. Quería ser penetrada, que me destrozara con su polla, pero él solamente besaba mi cuello y, ahora sí, acariciaba mis tetas.

Sus manos se acoplaron en mis pequeñas mamas y, mientras yo suspiraba por que las apretara fuertemente, Fran se dedicó a acariciar mi areola. El contacto de sus dedos con el exterior de mis pezones me tenía histérica. Loca por experimentar mi primer orgasmo a manos de ese hombre y desquiciada por no poder tenerlo.

Sospechaba que la falta de experiencia de Fran hacía que yo no consiguiera alcanzar el, tan deseado, orgasmo. No estaba dispuesta a quedarme sin él.

-          Cómeme Fran, por favor.

Fran me tumbó en el borde de la cama y me abrió las piernas. Ante él se presentó, por primera vez, mi rasurado coño. Limpio de todo vello, de labios escondidos y brillante por la excitación.

Fran lo contemplaba con deleite pero no atacaba. Se desvistió, despacio, colocando todo en perfecto orden y bien doblado. Los zapatos alineados y con los calcetines dentro de ellos…

-          ¡Joder Fran, fóllame ya. Ostias!

No aguantaba más. Me estaba empezando a hartar de su lentitud y su parsimonia.

No pareció gustarle mi comentario pero, ya desnudo, se arrodilló en el suelo y comenzó a besarme la cara interna de mis muslos.

-          ¡¡¡Diosssssss!!!

Esto no era lo que yo buscaba. Quería un ataque directo, conseguir correrme en su boca y que me saboreara. Fran solo me lamía y me besaba hasta que llegaba a mis labios mayores y volvía a subir sin llegar a la zona. Estaba tan cachonda que creía que me correría sin ni siquiera tocarme el coño. No dejaba de segregar líquidos. Notaba como se escurrían hacia mi culo.

Fran usó sus dedos para recoger un poco de este flujo y me acarició el clítoris muy suavemente, casi sin tocarlo. Notaba el calor de su mano en mi botoncito, pero necesitaba más intensidad para correrme.

Decidí que, si quería mi orgasmo, debería dármelo yo. Eso sí, hoy follaría con Fran porque estaba enloquecida, pero nunca más dejaría que ese hombre osara tocarme para no conseguir ni un puto orgasmo.

Mi mano derecha bajaba hasta mi vagina justo cuando la cabeza de Fran se introducía entre mis piernas. Su boca se apoderó de mi clítoris y succionó.

Un poderoso orgasmo recorrió mi cuerpo. Descargas eléctricas que sacudían mi sexo y que me hacían gritar sin saberlo.

-          ¡Hijo de puta, cabrón! ¿Qué me haces? ¡Me estoy meando de gusto!

Mi boca no podía dejar de insultar y alabar a Fran. En sólo dos succiones de mi clítoris había logrado el mejor orgasmo de sexo oral de mi vida. Los calambres no cesaban y, cuando creía que mi orgasmo se apagaba, Fran metió su dedo corazón dentro de mi vagina y empujó hasta el fondo. Engarfió su dedo y comenzó un masaje en la parte alta de mi interior que me hizo venirme nuevamente.

Esta vez más flojo, pero más excitante que el primero. Duró poco, pero me dejó deshecha. En cinco minutos y sólo con caricias, me había corrido dos veces.

Respiraba agitadamente mientras observaba como Fran cogía un preservativo.

-          Espera Fran, que ahora me toca a mí.

Debía devolverle el trabajo oral y estaba dispuesta a implicarme en la tarea. Invertimos las posiciones iniciales y yo me arrodillé frente a su polla.

No era grande. Más bien pequeña, aunque imagino que el tamaño entraba dentro de la media española. Otra decepción que me frustró un poco más. Acostumbrada a calibres más grandes, no me costó engullirla hasta el final y aún me quedó espacio para sacar mi lengua y embadurnar su escroto de saliva mientras le amasaba sus pelotas.

El sube- baja era pausado, relamiéndome en cada paso y observando la cara desencajada de Fran. Estaba tan cachondo como yo.

-          ¡Para, para. Que me voy a correr!

Sorpresivamente rápido, Fran me anunciaba su orgasmo.

Me gustó saber lo pronto que conseguí mi objetivo, al igual que él consiguió hacerme venir a mí.

-          Me lo comeré todo, no te preocupes. Lo quiero en mi boca.

Dije esto poniendo mi cara de zorra nivel dios, pero Fran se escurrió y me volvió a besar en la boca.

Me desarme nuevamente. Sus besos me volvían loca y me trasladaban a otra dimensión.

No tardó en tumbarme boca arriba, en ponerse un condón y en enfilar su polla hacia mi desesperado coño.

La metió a su ritmo, lento, deleitándome con cada centímetro introducido y, al llegar al fondo, movió la cadera en forma circular. Este movimiento me llevó a un orgasmo rápido, como un fogonazo de luz en la oscuridad. Después de eso unos segundos de calma y un nuevo orgasmo más sentido.

-          ¡Madre mía, joder!- fue lo único que pude decir.

¡Con una sola penetración! ¡Me había vuelto a correr con una sola penetración!

Fran sacó su miembro y lo volvió a meter, lo sacó y lo volvió a meter, lo sacó y lo volvió a meter.

La sensación que me generaba el sentirme vacía y luego llena hizo que volviera a correrme. Un orgasmo que me hacía cosquillas en mi interior. Durante casi un minuto alcancé las estrellas nuevamente.

Al recuperarme tumbé a Fran en la cama y me empalé con su miembro. Ahora el ritmo y la intensidad la ponía yo, y empecé a cabalgarle con una violencia que hasta yo me asusté.

Quería mi orgasmo violento, quería sentir como me perforaba. Pero incluso en ese momento, las sentadillas no me llenaban como con otros.

-          ¡Cógeme las tetas!

Necesitaba rudeza, que me estrujara los pezones hasta hacerme daño, pero Fran se dedicó a masajear mis pechos y a pasar sus dedos por los laterales de mis tetitas. Una caricia que, aunque no era lo que yo quería en un primer momento, empezó a estimular mi cuerpo y notaba como de mi coño empezaba a salir más flujo del normal.

-          ¡Jooooder!

Y con este grito me volví a correr. Largo, desesperante y húmedo. Notaba como no dejaba de salir líquido, el cual hacía que nuestros pubis resbalaran y el contacto con mi clítoris fuera muy suave pero excitante.

Y me volví a correr.

-          ¿¡Que me haces cabrón!? Estoy chorreando sin parar.

La cara de Fran era de concentración, y la mía debía ser de satisfacción.

Sin ser un macho “pollalarga”, ese hombre me había dado los mejores orgasmos que nunca había tenido.

-          Quiero sentirte por detrás.

Quería agradecerle, con mi culo, lo bien que lo había pasado.

Y, en contra de lo que pudierais pensar, mi culo era virgen. Al menos de polla de hombre, porque alguna vez si lo he preparado para un encuentro anal, pero nunca llegué a estar convencida y no terminaba de realizarlo por completo.

Fran se sorprendió por mi petición, pero pronto recuperó el semblante al ver como me situaba en posición de perrito y con las manos agarrándome cada cachete.

-          Vamos, chúpame el culo. Llénalo de babas.

Quería demostrarle a Fran de lo que era capaz de hacer, y quería hacerlo por y para él.

Fran se amorró a mi culo abriéndolo con sus manos y liberando las mías. Pronto noté como su lengua jugaba con mi esfínter mientras ensalivaba la zona con vehemencia.

-          Méteme un dedo en el  culo, venga.

Fran obedecía cada orden mía sin poner resistencia, y ¿qué hombre no lo haría?.

Mi culo ya estaba acostumbrado a su dedo y le pedí que metiera un segundo y, posteriormente, un tercero que ya note con cierto dolor hasta que mi ano se estiró aceptándolo.

Cuando estuvo preparado, me giré y engullí su polla dejándola llena de babas para facilitar la penetración.

-          Métela ya. Pero despacio, no me vayas a hacer daño.

Y con toda la calma del mundo, Fran comenzó a desvirgar mi culo. La tensión de la zona ofrecía cierta resistencia y un gran dolor recorría mi esfínter. Apreté los labios e intenté relajarme para no lastimarme más.

La verdad era que Fran lo estaba haciendo bien. Ese ritmo cansino beneficiaba que me acostumbrara a la intrusión. También ayudaba, y mucho, los besos de Fran en mi espalda y las caricias que me daba en los cachetes. Me relajaba saber que ese hombre nunca me haría daño.

Y así conseguimos que entrara toda.

-          Ya está toda Fran. Ahora empieza a follarme lentamente y aumenta cuando yo te lo diga.

Me estaba follando el culo y era una delicia. Su mete saca era lento y me hacía notar todo su falo en mis intestinos y como chocaba con mi culo.

-          Más rápido, más rápido.

MI mano ya buscaba mi clítoris para estimularme y llegar a un nuevo orgasmo.

Fran ya embestía con fuerza y notaba su pene más duro que antes. Estaba a punto de correrse y yo quería acabar con él.

-          Sigue cabrón, sigue. Se que te vas a correr. Lléname el culo de leche. Fóllame como si fuera una puta.

Fue decirle estas frases y Fran se empezó a correr en mi interior y yo, al notar como se derramaba,  alcancé un nuevo orgasmo (mi primer orgasmo anal), donde mi alma se elevó a un nivel de satisfacción que, al terminar, caí rendida en la cama sin poder mover un músculo.

-          Voy al baño a asearme.- dijo Fran desacoplándose.

-          En el armario del baño hay toallas, por si quieres ducharte.- le contesté casi sin aliento.

-          Gracias.

Desperté al notar como la cama se movía. Miré a mi lado y vi a Fran sentado en el borde de esta, calzándose.

-          ¿Te vas?- le dije.

-          Si. Lo siento. Ha sido un error. Esto que ha pasado…

-          Me ha gustado mucho- le interrumpí- Quédate un rato más. Por favor.

-          No puedo Caty. La he jodido. Estoy casado y acabo de engañar a mi mujer. Necesito irme.

-          Relájate. No pasa nada. Sólo te has divertido un poco.

-          ¡No! Si que pasa. Yo no soy tú. Yo no follo con quién me place. Soy fiel… bueno, lo era. Amo a Ana y ahora…

Su acusación de mujer suelta me dolió. No por lo que dijo, sino como lo dijo. Mis ojos se empezaron a humedecer y, antes de que me viera llorando, preferí levantarme y entrar en el baño.

Fran vino tras de mí pero yo cerré la puerta del baño con pestillo.

-          Caty, lo siento. No pienso lo que digo. Estoy asustado. Eres una tía cojonuda, ya lo sabes. Y mi comentario ha estado fuera de lugar.

-          No te preocupes, no pasa nada. Márchate con tu mujer que yo estoy bien.

-          Lo siento mucho Caty. Perdón por hacerte esto.

Oí la puerta cerrarse y me derrumbé.

Me sentí sucia. Me sentí “la otra”.

No había sido un súper polvo, ni la polla que me follé fue la más grande y bonita que vi. Ni siquiera ese hombre me inundó con su abundante corrida. Sin embargo, era la primera vez que me entregaba a un hombre. La primera vez que no me importaba si yo me corría. La primera vez que deseaba que ese hombre acabara satisfecho tras follarme. La primera vez que entregaba mi culo para ser perforado.

La primera vez que, al irse mi pareja de sexo, me sentía sola y vacía.

¿Quería esa vida para mí? ¿Quería ser siempre la otra?

No lo se. Quizás sólo valiera para eso, para ser usada y dejada.

No lo se. Quizás nunca encontraría un hombre que me quisiera y me amara.

Fran removió en tan sólo un par de horas todo lo que yo creía tener bajo control. Me hizo ver que el amor y el sexo, si van unidos, son espléndidos. Que la soledad autoimpuesta sólo funciona si la persona está decidida a estar sola.

Y también me hizo ver que los hombres con los que me movía no eran hombres, sino máquinas para follar. Penes y músculos que carecen de sentimientos y de escrúpulos.

Volví a llorar. Jamás lloré por un hombre.

¿Tendría razón Villa?

¿Me estaría enamorando de Fran, “el lechuga”?

¡Joder, no! No te enamores de un hombre casado. ¡No seas tonta!

Me duché nuevamente y me puse el pijama para irme a dormir.

Estando en la cama, rememoré las últimas horas. Pasé de un supuesto enfado hacia Fran, a un perdón y a una reconciliación digna de una peli romántica. Recordaba sus besos y sus caricias. Como vibraba con cada roce de sus labios y como me hubiera gustado oírle decirme al oído un “te quiero” tan dulce como él.

Pero no. Yo era “la otra”, y él amaba a su mujer.

¡Que estúpida soy! Yo sufriendo por mí cuando él se había metido en un lodazal difícil de sortear.

Quería tranquilizarlo, darle mi apoyo. Así que le escribí un mensaje.

“Siento haberte llevado a esta situación. No te preocupes, todo se arreglará. Estoy aquí para lo que quieras”

No esperaba contestación, ni se produjo. El doble check azul me dejó clara su postura.

“Ha sido un error”. Soy un error.

CONTINUARÁ...