Fran y Ana (5)

El cabreo de Caty

CAPÍTULO 5 - CATY

¡CABRÓN DE MIERDA!

¡Se había ido! ¡Se había ido mientras me ponía sexy para él!

¡CABRÓN DE MIERDA!

Me había lanzado, por primera vez, para follar con un hombre y se había ido.

¡CABRÓN DE MIERDA!

Me enfadé, mucho. Pensé que ya era mío y se escapó.

¿Estaba jugando conmigo?

No, con Catalina Ferris no juega nadie. Me las iba a pagar. Me había humillado.

Yo creía que le tenía y él sólo estaba jugando conmigo, como el gato lo hace con el ratón antes de devorarlo.

¡CABRÓN!

Y encima me deja caliente como una plancha.

No me quedó más remedio que llamar a Villa para poder desahogarme.

Por suerte, ese infeliz (Villa), comía de mi mano y tardó menos de diez minutos en presentarse en mi casa.

Nada más abrirle la puerta, me tiré en sus brazos y comencé a comerle la boca, literalmente. Mis dientes mordían sus labios con furia, tratando de despojarme de la ira que tenía en mi interior.

-          ¡Joder! ¡Mala puta! Me has hecho sangre. ¿Qué coño te pasa esta noche?

-          ¡Nada, gilipollas! Fóllame fuerte que estoy que me subo por las paredes.

-          Ya sabía yo que esta polla te gustaba más que a un tonto un lápiz.

-          No hables y fóllame.

Tardó milésimas de segundo en desnudarse mientras nos dirigíamos hasta mi dormitorio. Nada más llegar, Villa me tumbó en la cama, me puso las piernas en sus hombros  y comenzó a penetrarme.

Mientras lo hacía solamente podía pensar en Fran.

¿Cómo podía ser que se hubiera escapado?

Quizás le di demasiado tiempo para pensar. Cuando me fui a mi habitación parecía que lo tenía todo atado y, pudiera ser que, al haberme marchado le di tiempo para recapacitar y escapar.

¿Porqué tenía tantas ganas de follármelo? Era un hombre del montón, sin nada a destacar y, sin embargo, no podía dejar de pensar en… como me penetraba con su polla. Como, mientras me follaba, me daba besos por todo el cuerpo y me chupaba las tetas.

-          ¡Aaaaagghhh…!

Un orgasmo me llegó mientras Fran me pellizcaba los pezones y me percutía lentamente.

Era una delicia sentir como ese hombre llegaba a zonas que nadie había llegado. Pero no zonas de mi interior, no. Zonas de mi psique.

Ese orgasmo fue diferente. Más flojo en su magnitud pero más intenso en sus sensaciones.

Fran continuaba con su cadencia de penetración y sus manos exploraban todo mi cuerpo. Sus caricias aumentaban la sensación de bienestar. Mi alma se había separado de mi cuerpo y me observaba desde lo alto de mi habitación.

Para mi sorpresa, al mirar hacia abajo, sólo vi a Villa bombeando fuertemente sobre mi coño, mientras estrujaba mis tetas como si fueran un limón.

-          Me corro, nena…..

Así desperté de mi sueño. Mi alma regresó a su lugar y, donde antes veía caricias, ahora veía brusquedad. Donde antes veía penetraciones dulces y rítmicas, ahora veía embestidas y profundidad de ese monstruoso miembro.

En lugar de hacer el amor con Fran, estaba follando con Villa.

En ese momento me di cuenta de como había acabado mi noche, y me sentí decepcionada. Conmigo misma y con Fran.

Villa se tiró en la cama nada más correrse y, resoplando, me dijo.

-          Nena, ¿no se suponía que tenías que estar follando con “el lechuga”? Al final ganaré la apuesta.

-          ¡Cállate, imbécil! Y no le llames así. Se llama Fran.

-          Perdóneme usted. Quería decir Fran, “el lechuga”.- dijo Villa soltando una carcajada que inundó la habitación.

-          ¡Vístete y márchate ya!

-          ¿No vamos a repetir?

-          No

-          Pero, ¿qué coño te pasa?

-          Nada.

Se hizo el silencio durante un momento. Villa me miraba y parecía querer leerme la mente, hasta que sonrió con sorna.

-          ¡Te ha dado calabazas!

-          ¿Qué coño dices?

-          “El lechuga” le ha dado calabazas a la más puta de la empresa. ¡Guau! Esto es increíble.

-          No me ha dado calabazas. Se ha marchado a casa antes.

Mentí. No quería darle la satisfacción a ese desgraciado de verse ganador.

-          No te habrás enamorado.

-          ¡Pírate de mi casa, gilipollas!

-          ¡Ostia, puta! Te has enamorado del lechuga.

No aguanté más. Recogí toda su ropa y le acompañé a la salida, cerrándole la puerta en las narices mientras se descojonaba de mí.

No, no estaba enamorada de Fran. Sólo me dejé llevar por su forma de ser pero, tras el desplante de hoy, las cosas iban a cambiar.

Fran para mí había acabado.

FRAN

El siguiente Lunes tras la escampada de casa de Caty, no sabía como afrontar el tema con ella.

No sabía si disculparme o pegarle la bronca. No sabía si decirle que me fui por no estropear nuestra amistad, o gritarle que era una mala persona por intentar meterse en medio de mi matrimonio.

Aunque lo cierto era que Caty nunca me obligó a nada.

Yo fui el que admitió subir el tono de las conversaciones. Yo fui el que no cortó su avance cuando me propuso tener sexo por mensajes. Aunque yo nunca me tocara en esos juegos, siempre le di a entender a Caty que disfrutaba como el que más.

Y, sobre todo, fui yo el que aceptó subir a su casa, aún a sabiendas de lo que podía pasar si lo hacía. Yo me mantuve en ese sillón mientras me provocaba y quise llegar lo más lejos posible. Aunque, por suerte, pude reaccionar antes de que tuviera algo por lo que arrepentirme, yo quise estar donde estuve.

Entré por la puerta de la empresa y la vi. Basta con que no quieras encontrarte con alguien para que te la cruces nada más llegar.

Nos miramos a los ojos.

Caty no apartó su vista de mí, desafiándome. Pero yo no fui capaz de ser valiente. Bajé la cabeza y me dirigí a mi despacho.

No estaba preparado para hablar con ella. Todavía no sabía como afrontarlo y preferí obviarlo.

El día pasó así, huyendo. Me la crucé más veces de las que quise pero en ninguna pude decirle nada.

Tres días pasaron hasta que reuní el valor para hablar con ella.

Era la hora del café y me fui a la máquina para sacarme mi cortadito para espabilarme. Allí estaba ella, hablando con una compañera.

Me acercaba caminando como a cámara lenta. La sensación de retirada se instauró en mi cabeza. Si daba la vuelta, no se daría cuenta y podría reflexionar durante más tiempo lo que le diría.

Pero giró la cabeza y me vio llegar.

¡Mierda!

No tenía salida, tendría que afrontar que de hoy no pasaba.

-          Hola chicas- dije cuando estuve a su altura- ¿Caty, te puedo comentar una cosita?.

-          No, no puedes. Estoy muy ocupada.

Me sorprendió su tono seco al hablarme. Como si estuviera enfadada conmigo.

-          ¡Chica, que borde eres!- dijo nuestra compañera Mila.- No creo que te pida dinero, no es de esos.

-          No, dinero no necesito- traté de disimular.

-          Os dejo solos queme estoy orinando. A la salida hablamos Caty.

-          Muy bien cielo, luego te veo.

Caty se giró hacia mí y, con cara seria me dijo.

-          Llegas tarde para hablar conmigo.

-          Lo se, es que no sabía que decir…

-          No hace falta que digas nada. Lo dijiste todo con tu huida.

-          Caty yo….

No me dejó continuar. Se marchó y me dejó con la ¿disculpa? en la boca.

Me sentí descolocado y un poco estúpido pero, pensándolo fríamente, lo mejor era acabar esa relación que no me hacía ningún bien. Lo único que podría conseguir sería enfangarme más y terminar por enturbiar mi matrimonio.

Y así, despreocupado y sin mi amiga, llegó la noche de la cena de empresa.

CATY

Bajé al patio y Villa ya me estaba esperando para ir al bar antes de la cena de empresa.

Yo iba espectacularmente vestida.

Una minifalda de cuero granate que marcaba mi trasero respingón, una blusa de seda blanca que se ceñía a mi torso. El efecto de la blusa apretada, junto con el sujetador push up hacían que mis tetitas lucieran más insinuantes que nunca. Medias negras, tacones del mismo color y una chaqueta, también de cuero, que me daba un aspecto rockero y tremendamente sexual.

-          ¡Joder nena! Estas para follarte.

-          Calla, imbécil.

Los piropos de Villa eran como él, cutres, pero me reafirmaba mi intención de no pasar desapercibida.

Durante el trayecto hacia el bar, Villa no paró de intentar colar su mano dentro de mi falda y yo no paré de impedirle su avance. Ya habría tiempo de hacer cochinadas, ahora quería entrar al bar y ser el centro de todas las miradas.

Y lo conseguí.

Todos los compañeros me miraron de arriba abajo, con los ojos desorbitados y las bocas abiertas. Yo no podía estar más contenta del resultado obtenido. Ni Villa tampoco ya que, nada más entrar al bar, me dio un beso intensísimo marcando su territorio.

A mí no me importó lo que hizo. A fin de cuentas estaba con él, y la gente lo sabía.

Todo marchaba bien. Los tíos me acorralaban buscando mi atención, yo me dejaba querer y Villa iba a su rollo , intentando cazar alguna presa por si yo no estaba disponible esa noche (aunque estaba claro que si lo estaba).

Pero en esas entró Fran. Vestido de forma elegante pero sin llegar al estilazo de Villa. Sin aires de grandeza, sólo un hombre que entra a un bar para tomarse una cerveza con sus compañeros antes de la cena de empresa.

Saludó a todos con un “buenas” que sonó desganado y se sentó en frente de mí, pero alejado.

Me miró, nos miramos. Y Fran sonrió tímidamente y levantó la mano a modo de saludo. Yo, solamente, giré la cabeza y continué coqueteando con los chicos.

Llevábamos un par de cervezas, yo estaba hablando con Popi (Andrés) muy animadamente sobre mi tema estrella, el sexo. En una de esas Popi me cogió de los hombros en un claro gesto de intentar someterme.

Sinceramente, tengo el chocho pelao de sortear estos intentos de seducción. Se como atajarlos y me dispuse a ello cuando Villa se acercó a mí y me empujó, tirándome la cerveza en la blusa.

-          Pero, ¿qué coño haces tío?

-          ¿Que qué hago? ¿Qué haces tú refregándote con todos?

-          ¡Me has tirado la cerveza encima!

-          Eso te pasa por ser tan put…

No terminó de decirlo. En ese momento llegó Fran y, cogiéndome del brazo, me llevó al otro lado del bar.

-          Venga Caty, tranquilízate y no le hagas caso a Villa. No sabe tratar con personas, sólo con ganado.

Me molestó que viniera a sacarme de la pelea. ¿Quién se creía que era, mi caballero defensor?. Le aparté mi brazo con furia y puse mi cara a escasos centímetros de la suya.

-          ¿Quién te crees que eres, mi guardaespaldas? Yo se defenderme solita de capullos como ese… y como tú.

Lo noté. Noté como mi insulto le hizo cambiar la cara. Noté como la decepción le llenaba.

Pero, lejos de gritarme o enfadarse, se separó de mí y me habló casi con pena.

-          Ya se que tienes ovarios para enfrentarte a ese gilipollas y para más. Sólo quería calmarte.

Ni siquiera dejó que me disculpara. Salió fuera del bar y se sentó en una de las mesas libres con su cerveza. Sólo, sin nadie que le molestara.

La había cagado con Fran. Estaba enfadada con él por el incidente en mi casa aunque, lo único que hizo fue ser fiel.

Ese hombre estaba hecho de otra pasta. No era como los hombres que estaba acostumbrada a tratar. No era un macho alfa con la polla de kilómetro y los huevos como pelotas de golf, no era un musculitos engreído y hormonado. No era un cuerpo cincelado por dioses, dispuesto a darte placer sabiendo donde tocarte.

Era un hombre normal, sin aditivos. Fran era así, como se veía, ni más ni menos. No trataba de engatusarte para follarte, ni pretendía siquiera ser el hombre por el que babeabas, por el que te arrojarías a sus brazos. Fran era diferente.

-          Nena, perdóname. Me he puesto nervioso al ver que ese cabrón tocaba lo que es mío.

Villa tan caballero como siempre. Un cumplido suyo era el mayor de los insultos.

-          No me llames “nena”. No soy de tu propiedad, soy una mujer libre y liberada, y no tengo porqué esconderme si otro hombre me toca el hombro. O si me abraza. ¿Sabes?, estoy harta de ver como te pavoneas con las mujeres. Como ligas descaradamente con ellas mientras yo estoy cerca pero no a tu lado. Pero no me importa, te respeto porque lo único que quiero de ti es tu polla. Nada más de tu cuerpo vale una mierda. Pero me estoy cansando de follar contigo.

¡Que a gusto me quedé!

Dicho esto, me salí para sentarme con Fran y disculparme. Nada más sentarme, fue él el que habló.

-          La cerveza fría esta cojonuda. Mira la jarra, tiene hasta hielo. Yo no soy muy cervecero pero, si la cerveza está como esta, me la bebo casi de un trago.

-          Fran, yo siento…

-          No te preocupes Caty. Estabas nerviosa.

¡Encima me comprendía!

Siguió hablando.

-          Te habrás dado cuenta que no soy muy popular entre los compañeros. No es que sea un tipo huraño, no. Simplemente me gusta testear a la gente antes de formalizar una amistad. Pues bien, de todos los compañeros, sólo mantengo conversaciones con tres o cuatro personas, entre las cuales estás tú. No quiero romper la amistad por un malentendido. Vales mucho para tirarlo a la basura por una confusión.

-          Joder Fran. Yo creo que eres un gran tío y que la gente no sabe apreciar como eres. Si te abrieras un poco verían lo bueno, dulce y simpático que eres.

-          Jajaja. Gracias Caty, pero con esa peste a cebada que haces no se si tomarte en serio.

-          Jajaja. Tienes razón, me tendré que ir a casa a cambiarme.

Giré la cabeza mientras decía esto buscando a Villa. Él me había llevado al bar y dudaba si me acercaría a casa para cambiarme.

Nada más enfocar la vista al interior del local supe que Villa no me llevaría. Estaba jugando con mi compañera Rita a hacerse cosquillas. Él no dejaba de sobarla mientras ella se reía y lo miraba con ojos golosos.

-          Mejor pido un taxi que Villa está ocupado.

-          ¿Quieres que te lleve yo?- se ofreció Fran.

-          No te molestes. Me apaño con el taxi.

-          No seas tonta, te llevo encantado.

-          Pues muchas gracias.

Montamos en su coche y nos fuimos hacia mi casa.

No hablábamos. No se el motivo del silencio de Fran, pero yo estaba cohibida.

Si, estaba cohibida al ir sentada al lado de Fran.

Excitada con su perfume. Mi mirada se centraba en su paquete, que no estaba empalmado ni nada por el estilo. Imaginaba que pasaría si desabrochaba su cremallera y, tras sacar su pene aún flácido, lo metía en mi boca hasta que no pudiera respirar de lo hinchado que se tornara. Comería ese manjar hasta que explotara dentro de mi boca, y me lo tragaría todo, como buena mujer agradecida.

Pero no. Ni siquiera me atreví a hablar hasta que llegamos a mi portal y aparcó el coche.

No le vi intención de acompañarme a casa y, entonces, me decidí a preguntarle.

-          ¿Subes?

-          No. Mejor si te espero aquí.

-          Voy a tardar. Quería ducharme para no oler a taberna. Sube y te tomas una cerveza mientras tanto.

-          Está bien. Pero te pido un favor, no intentes nada que me pueda comprometer.

¿Cómo podría comprometerle después de casi perderlo para siempre?

-          No- me cogí a su brazo y le di un beso en la mejilla.- me portaré bien. Lo prometo.

Subimos a mi casa y, tras darle una cerveza a Fran y que este se sentara en el sofá del salón, me fui a la ducha.

Mientras me duchaba pensaba en Fran. En como me hacía sentir y en como lo deseaba. Pero también pensé que no quería estropear lo que teníamos. Me valía más tenerlo como amigo que no tenerlo.

Salí de la ducha y me enrollé la toalla al cuerpo para vestirme en mi habitación. Allí, mientras me ponía el body milk , pensaba en como me sentí aquella noche cuando Fran me dejó sola en casa. Tenía que decírselo. Que supiera lo que me hacía sentir.

-          Fran…

-          Dime.

-          ¿Te acuerdas la otra noche en mi casa?

-          ¿Cómo olvidarlo?

-          Si, ya. Pues realmente me sentía muy cachonda. Por ti. Tienes algo que me engancha.

-          Y tú a mí también.

Fran estaba en la puerta de mi habitación, mirando como embadurnaba la crema por todo mi cuerpo.

CONTINUARÁ...