Fran y Ana (3)

¿Qué le pasa a Caty con Fran?

CAPÍTULO 3- CATY

-          ¡Joder cabrón! ¡Qué polla tienes! Métela hasta el fondo.

Ese hombre follaba como Dios. Sabía que teclas tocar para hacer disfrutar a una mujer.

-          ¿Te gusta? Yo se que sí. ¿Me tenías ganas?

-          ¡¡¡Siiii… fóllame fuerte!!!

Mientras su polla percutía sin piedad, sus dedos pellizcaban mis pezones creándome un dolor excitante.

-          ¡¡¡Fuerte, fuerteeee!!!

Estaba desatada. Pocas veces me había corrido tan pronto. A los dos minutos de sentir su polla dentro de mí, ya me había venido. Sus embestidas eran brutales. Alcanzaba a tocar mi útero con su tranca y, al sacarla, sentía como un vacío se apoderaba de mi coño.

Me gustaba follar. Era mi droga.

Desde que me desvirgó mi primer novio no he dejado de descubrir lo maravilloso que es el sexo.

-          ¡¡¡Duro, duro, cabrón!!!

He probado pollas de todos los tamaños, grandes y pequeñas. Con todas ellas he conseguido satisfacerme y liberarme del estrés.

-          ¡Oh, si! Que bien. Sigue.

No es que me haya follado a infinidad de hombres, no. Soy selectiva. No me acuesto con cualquiera. En mis, aproximadamente, 10 años de sexualidad, apenas 20 hombres han probado mi cuerpo. Con muchos repetí en innumerables ocasiones, con otros no pasé de la primera noche, pero con todos disfruté.

-          Por el culo, dame por el culo.

Se podría decir que soy una pseudo- ninfómana. Soy adicta al sexo, pero no lo necesito imperiosamente.

-          ¡¡¡Fuerte, rómpemelo!!!

-          ¡¡¡Me corro nena, me corro!!!

-          ¡Oh, si! ¡Yo también me corrooo!

Se tumbó a mi lado nada más vaciarse. Resoplaba por el esfuerzo.

-          Anda putita, tráeme una cerveza que tengo sed. Y acuérdate que me gustan muy frías.

Un follador de primera, pero un hombre de tercera. Todo lo que tenía de buen amante, lo tenía de mala persona.

Egoísta, chulo, prepotente, egocéntrico y un sinfín de adjetivos peyorativos. Ese era Villa, mi amante de turno.

Era un hombre ruin y misógino, pero estaba enganchada a esa maravillosa polla. Era como mi amo, si él pedía, yo obedecía.

Y no quería hacerlo, soy una mujer de carácter fuerte y sin pelos en la lengua. He mandado a muchos hombres a la mierda por la mitad de lo que le consentía a este despojo de ser humano, pero esa polla era realmente maravillosa.

Sólo una semana tardó el “malnacido” en llevarme a la cama. Bueno, lo de la cama es un decir porqué, la primera vez que follamos, fue en el lavabo del trabajo. Un polvo rápido, en el cual me corrí casi antes de bajarme las bragas.

Desde ese momento, hemos hecho de todo, en todos los lugares imaginables.  Desde los típicos como la ducha, la cama, el salón, el rellano de la escalera…, hasta los más inverosímiles como el balcón (morbazo total), los probadores de una tienda de ropa, en plena calle… incluso, una vez, follamos en medio de una discoteca, con la gente alrededor mientras yo botaba sobre su polla y lo agarraba con mis piernas.

Me encanta follar con este hombre.

-          Aquí tienes tú cerveza.

-          Como te gusta que te folle, ¿eh, zorrita?

-          Si. Me gusta.

-          No has disfrutado con nadie tanto, en tu vida.

-          Que presuntuoso eres. Yo disfruto siempre del sexo, con todos. Me gusta follar.

-          Pero nadie te follará mejor que yo.

-          Aquí la que folla bien soy yo. Tú eres un consolador, nada más.

Aunque tenía parte de razón, no quería que su ego aumentara a mi costa.

-          Si tan segura estás de eso, ¿porqué no te follas a cualquier otro? ¿Porqué siempre vienes a mí para que te rellene?

-          Porque tú siempre estás disponible. Yo podría decirte lo mismo, siempre vienes a mí. Será que nadie te folla como yo.

-          Putas como tú me follo todos los días. Eres una más.

Su juego me estaba tocando el coño. Por muy buena polla que tuviera, no me iba a dejar pisotear por ese machista de mierda.

-          Y yo disfrutaría con cualquier polla.

-          ¿A siiii? Pues vamos a hacer un juego. ¿Porqué no te follas a Fran? A ver si el te hace correr como yo.

-          ¿Fran?- no caía- ¿Qué Fran?

-          Fran García. El de facturación, el lechuga.

Fran, el lechuga era el tío más soso que había conocido jamás. Le puse ese mote porque me parecía que estaba muy verde en temas de sexo. En varias conversaciones que tuve con Villa sobre como debía follar la gente del trabajo, nos burlamos de él por su forma de actuar y por lo cortado que estaba cuando le acorralaba con mis frases calientes. Siempre se ponía rojo e intentaba no ahondar demasiado en la conversación. No era mal tipo, no me malinterpretéis, pero no era, para nada, mi tipo de hombre.

Yo buscaba un hombre más decidido, más “hombre”. Todavía no había encontrado esa persona que me hiciera plantearme mi fidelidad hacia él y, sin duda alguna, el lechuga tampoco lo merecía.

-          ¡Si hombre! ¡Serás cabrón!. Con ese será imposible disfrutar.

-          ¿No presumías de disfrutar con cualquiera?¿No decías que sólo soy una polla?. ¡Venga, demuéstrame que estoy equivocado!

Ese hombre era la peor persona del mundo. Sacaba mi lado más cruel y me llevaba al límite. No obstante, no quería perder en esta batalla.

-          Está bien. Lo haré. Pero, ¿qué gano yo con esto?

-          ¿Que, qué ganas? Pues disfrutar de otra polla, golfa. Aunque dudo mucho que la disfrutes.

-          Mira- dije yo después de pensarlo- si consigo follármelo, serás mi esclavo sexual y sólo follarás conmigo. Serás exclusividad mía, y yo decidiré como y cuando follamos.

Villa parecía divertirse con mi propuesta.

-          Pero por el contrario- retrucó él- si no consigues fallártelo, tú serás mi esclava sexual, y los términos que has propuesto antes, los sufrirás tú.

Esa apuesta estaba ganada. No conocía a ningún hombre que no sucumbiera ante una mujer cachonda y dispuesta. Le iba a hacer creer a Fran que me tenía engatusada para follarme cuando él quisiera.

-          Trato hecho- dije yo alargando mi mano para sellar el trato.

-          Trato hecho- hizo lo propio Villa- Pero , una cosa. No vale sexo oral, ni masturbaciones, ni ninguna de esas mierdas. Tienes que follar, o sea que te meta su pollita (porque dudo que la tenga muy grande) en tu coño o en tu culo. Si no, no vale.

Miré a Villa con perplejidad ya que, en mi mente, sólo se me pasaba la idea de ser penetrada. No soy mucho de sexo oral o manual. Donde esté una buena polla en el coño, que se quiten los preliminares.

TRES MESES DESPÚES

Este juego era desesperante. Desde que hice aquél trato con Villa, había estado forzando a Fran para follármelo.

Era un tipo duro, y me sorprendió. La táctica de hablar con él de sexo, lejos de provocarle, me ponía cachonda a mí. El chico al principio no colaboraba mucho pero, en cuanto se soltó, hablaba de pollas, coños, culos y tetas con una naturalidad pasmosa.

Me hablaba de sus gustos, de sus posturas favoritas y de sus habilidades. Todo esto con un aplomo y una seguridad propios del mismísimo Nacho Vidal. Era empezar nuestras conversaciones y ya estaba mojada. Él, en cambio, no daba la menor reacción de estar excitado.

Era frustrante ver como pasaban los meses y seguía en el mismo punto, el principio.

Decidí subir la apuesta para ver si surtía efecto y empezamos a hablar por mensajes también. Fran participaba de las conversaciones muy activamente y eso me dio pie para realizar una video llamada.  Lo tenía todo preparado para hacerlo, ropa ligera, lubricante y consolador. Cuando el acoso hacia él era ya descontrolado, le propuse el plan. Pero se negó.

Me jodió que no aceptara, ya casi lo tenía en el bote y se escapó.

No obstante no pensaba desaprovechar la oportunidad. Le propuse sexo por mensaje,  y a eso no se negó.

A estas alturas y habiéndolo planeado todo, estaba más mojada que la bañera después de ducharme. Con sólo unas frases calientes y cuatro vibraciones del consolador en mi clítoris, exploté. Fue un orgasmo largo y progresivo. De esos que se van reproduciendo como un seísmo.

Acabé muy satisfecha tanto por mi corrida, como por lo avanzado con Fran.

A esa noche le siguieron más. Fran estaba siempre dispuesto a follarme por mensaje y yo me corría muy a gusto pensando en como me la metía “el lechuga”.

Cada vez que Fran contestaba un mensaje mío, un cosquilleo en mi estómago me hacía acudir rápidamente al tintineo de mi teléfono. Estaba entusiasmada con la posibilidad de hablar un rato con él cada noche.

Varias veces le propuse quedar conmigo en mi casa o en algún otro lugar para poder intimar pero, desgraciadamente para mí, nunca quiso dar ese paso. Alegaba que quería a su mujer y que no estaba dispuesto a engañarla físicamente. Que ya se le hacía difícil ocultarle nuestro “juego” y poder mirarle a la cara sin culpabilidad. Estaba siendo muy duro llevarme a Fran a la cama.

Entre tanto, nos acercábamos a las fiestas navideñas y, en esas fechas, se disparaba  la carga de trabajo.

Muchos compañeros salíamos, después de trabajar, a tomar algo.

Aproveché uno de esos días para proponerle a Fran que se viniera con nosotros.

Se negó. No era de sociabilizar con los compañeros pero, al menos, le pude sacar un compromiso de quedar la próxima vez que fuéramos a tomar unas cervezas.

En ese momento se me ocurrió tramar la cita que tanto tiempo estaba esperando.

La idea era fingir una quedada grupal con los compañeros de trabajo. A esa quedada sólo acudiríamos él y yo. Ahí, sin poder escaparse, desplegaría todas mis artes sensuales y sexuales para conseguir llevarme al “ lechuga” a la cama.

El siguiente Viernes fue el día elegido para poner en marcha mi plan. Escogí un bar cerca de mi casa y convencí a Fran para asistir, recordándole su promesa de días atrás.

Me fui rápidamente a casa y me cambié de ropa. Los vaqueros fueron sustituidos por una minifalda, y la camisa por un top que dejaba poco a la imaginación. Un ligero maquillaje, unos labios bien perfilados y un perfume atrayente, fueron la guinda del pastel.

Salí de casa y me dirigí al bar. Escogí una mesa y pedí una cerveza mientras esperaba.

Por un momento pensé en la posibilidad de que Fran no se presentara. Si tal cosa ocurría, me tomaría la cerveza y me iría a casa, otro día lo volvería a intentar.

Pero apareció.

Al verlo entrar por la puerta una ilusión extraña me embargó. Tenía ganas de charlar con Fran porque, curiosamente, a su lado me sentía más mujer.

No más hembra, no. A su lado sentía que había alguien escuchándome. Un hombre que se preocupaba por mis sentimientos y mis actitudes, aunque nunca hubiéramos hablado de nuestras interioridades.

Fran sacaba mi lado más noble. Me hacía esforzarme por querer agradar y parecer cordial. Nunca antes había sentido eso. Mis relaciones con el sexo opuesto se limitaban al flirteo y, en caso de agradarme, acabar en la cama disfrutando de una buena polla.

Con Fran eso no sucedía. Bueno si. No niego que mi primera intención era follármelo para ganar la apuesta, pero ahora mi juego se había transformado en otra cosa que no era capaz de nombrar. Esa sensación de querer estar con él, de buscar momentos íntimos entre los dos, de no cansarme de espiarle mientras él recorría la empresa para recoger algún albarán. No sabía que sucedía conmigo, pero yo notaba mi cara de tonta al estar junto a él.

Se sentó a mi lado y pedimos algo para beber.

No le hizo gracia saber que estaríamos solos, pero mi carita de niña buena le convenció para quedarse un rato más.

La conversación fluía con naturalidad. Yo forzaba la situación para hablar de sexo y así mantenerlo encendido. Fran respondía a todos mis ataques haciendo que me encendiera aún más.

No se que tenía ese chico que me provocaba sobremanera.

Llevábamos un buen rato bebiendo y hablando, ya creía que lo tenía, cuando me dijo que se iba. Yo le pedí que viniera a casa a cenar porque estaba sola.

Fue una insinuación en toda regla y, para dejárselo claro, le cogí la mano y la situé en mi coño. Donde más caliente estaba y sabiendo que la humedad traspasaba la ropa en esos momentos.

Fran llamó a su mujer y recé por que no le contestara.

Por suerte no lo hizo y, tras unos mensajes, me informó que se venía.

Mi alegría era mayúscula. Por fin le daría al “lechuga” el repaso de su vida.

Nos fuimos andando a mi casa, pues vivía a varias manzanas y, nada más llegar, nos fuimos a la cocina a preparar algo para cenar.

Hicimos una tortilla de jamón. Nada mejor se podría preparar con lo que tenía en la nevera. Pero daba igual la cena. A mí me sobraba todo, sólo me preocupaba Fran y su risa, y sus ojos, y sus labios…

Me lancé a besarlo y mis labios rozaron los suyos, hasta que Fran dio un paso atrás.

-          ¡Huy, huy, huy! No corras tanto, que esto es una cena de amigos.- me dijo mientras se apartaba.

-          Ya lo se. Somos dos amigos que se besan, de vez en cuando.

-          De momento sólo somos dos amigos.

Sentir como se resistía me ponía mas excitada aún. Nunca me habían rechazado un beso y lejos de molestarme, me mojé más.

Cenamos sentados en el sofá mientras conversábamos, amistosamente, de sexo (como no).

Después de cenar preparé dos gin-tonics para rebajar la comida y para entonarnos un poco más. Las horas se habían pasado sin que hubiera podido avanzar con Fran. El beso frustrado había hecho que me sintiera un tanto insegura, lo cual me sorprendía hasta a mí.

Le di un trago largo a mi bebida y me lancé a por Fran, otra vez.

-          Para Caty, por favor.

Fran volvía a cortar mi avance, pero ya no podía esperar más.

-          No quiero parar. No se que me pasa contigo, pero me pones muy cachonda. Necesito follar, ¡ahora!.

Dicho esto, me abalancé sobre Fran y le besé, sacando la lengua e intentando meterla dentro de su boca.

-          ¡Caty, no me jodas!. Estoy casado, tía.

-          No me importa, de verdad. Sólo un polvo y ya. Estoy muy mojada. Mira.

Diciendo esto volví a coger la mano de Fran y la dirigí a mi entrepierna, frotando con ella toda la zona y emitiendo suspiros que dejaban claro el gusto que me daba presionar la zona.

Fran estaba muy cachondo. Lo vi en sus verdes ojos. Y en el bulto que había en su pantalón, ese que nunca miente.

Su mano dejó de resistirse y comenzó a recorrer mi sexo ya caliente y mojado. Podía notar como se hinchaba mi clítoris con sus caricias, y un cosquilleo hacía que se erizara mi vello.

Estaba en la gloria, pero quería más. Lo quería todo, así que me incliné sobre él y lo fui tumbando sobre el sofá. Volví a besarlo y, esta vez, correspondió a mi beso con tantas ganas que creía que me correría de gusto. Besaba maravillosamente bien. Agresivo, pero delicado. Sacando la lengua sólo para acariciar, no como esas personas que parecen babosas. Y sus labios, ¡Dios!, sus labios eran una delicia. Los restregaba por mi boca con una suave caricia que me hacía querer morderle hasta hacerlo sangrar. Era excitantemente desesperante.

Mis manos se dirigieron a su paquete que, por la postura, lo sentía palpitar en mi estómago. Mientras nos besábamos, intenté desabrocharle el pantalón.

-          ¡Para, joder, para!- Fran se levantó, desplazándome a la otra parte del sofá- ¡Joder Caty, estoy casado!

Se me estaba escapando la oportunidad de follarme a Fran. Su resistencia era portentosa, pocos hombres (o ninguno) aguantarían el “acoso y derribo” al que le sometí. No lo comprendía, una mujer sexy se le ofrecía, abiertamente,  para pasar un buen rato, y no hacía más que ponerme escusas.

-          Te propongo un juego. -le dije yo lo más sensualmente que mi calentura permitía- Me voy a mi habitación, me preparo para recibirte y, en un momento, vienes para ver como me he preparado para ti. Cuando me veas, decides si quieres seguir o si continuamos jugando al gato y al ratón. A mi me gustaría que eligieras la primera opción. No te arrepentirás.

No le dejé decir nada, besé sus labios suavemente y me fui a mi habitación.

Debía prepararme rápidamente para darle un espectáculo digno de una puta. Tenía que verme tan zorra que se corriera sólo con mirarme.

Me desvestí y dejé mi coño, ya brillante debido a la excitación, libre de ropa. Recordé lo que le gustaba a Fran la ropa de látex y me pude una minifalda de un material brillante muy parecido a su fetiche. Me enfundé unas medias de rejilla y me calcé con unos zapatos rojos con un tacón de vértigo. Arriba me puse una blusa blanca. Sin sujetador, con tres botones desabrochados y atada en la parte inferior. Me pinté los labios de rojo brillante y recogí mi pelo en una coleta que se apoyaba sobre mi hombro derecho.

Me miré al espejo del baño y me vi deseable y cachonda como nunca había estado. Un último toque, perfume y ¡ya está!.

-          Ya puedes venir cari…

El ruido de la puerta cerrándose me golpeó  en el pecho.

-          ¿Fran?

Silencio.

-          Fran, ¿estás ahí?.

No había respuesta y decidí buscarlo. Recorrí toda la casa y no lo encontré.

Se había ido.

CONTINUARÁ...