Fran y Ana (10)

¿Que está pasando aquí?

CAPÍTULO 10- FRAN

Estaba histérico. No sabía si volver y mandarlo todo a la mierda, o alejarme lo más rápido posible de allí.

Caty me dijo que no tardaría en llegar, pero la espera se me estaba haciendo eterna. Las imágenes de Ana cobijada sobre su pecho me dejaban claro que ahí había algo. Esa complicidad no se consigue en dos días, pero si en varios meses.

Ahora cuadraba todo. Las clases de baile, las salidas los fines de semana y todos sus desplantes. Ana ya no me quería. Había accedido a que volviera a casa por pena, y ese sentimiento mataba mi posibilidad de volver con ella.

El coche de Caty paró junto a mí y, nada más verla, subí.

-          ¿Qué pasa Fran?

-          Está con Villa, Ana se ve con Villa.

-          ¿Cómoooo?

-          Los he visto tomando una cerveza en una terraza. Él me ha visto pero ella no.

-          ¿No te habrás confundido? A ver si no era Ana.

-          Era Ana, seguro. Y Villa la abrazaba mientras ella se dejaba querer. Vámonos, por favor.

-          Espera un momento…

Caty salió del coche y entró corriendo al parque. Yo sólo quería salir de ese lugar y marcharme a donde nadie me viera. Pero necesitaba a Caty para irme.

Cinco minutos más tarde vi aparecer a Caty otra vez. Ya no corría y su cara de sorpresa estaba sustituida por una de pena. Entró en el coche y me abrazó.

-          Tenías razón, son ellos. Lo siento.

-          Vámonos ya.

Caty arrancó y me llevó a su casa. Nada más entrar nos dirigimos al sillón y nos sentamos. Caty me miraba con lástima y yo detestaba crear ese sentimiento.

-          Deja de mirarme así, no me gusta.

-          ¿Cómo te estoy mirando?

-          Con pena. No quiero darte pena.

-          Estoy triste, si. Pero no por ti, que también, si no porque lo que te está pasando es todo culpa mía. Yo te empujé a la infidelidad y ahora no eres feliz. Pensaba que no era nada más que un polvo y te he arruinado la vida.

-          Ya hemos hablado de eso muchas veces- le dije mientras le secaba las lágrimas con mi pulgar- el único culpable soy yo y, sinceramente, no le puedo reprochar nada a nadie más. Estoy donde me han llevado mis actos.

-          Fran yo te quiero ayudar, dime lo que necesitas y te lo daré. Estoy contigo hasta el final.

-          Ya lo se, y te lo agradezco, pero creo que lo mejor es ir a casa y hablarlo con Ana.

-          ¿Y porqué no te quedas aquí? Tómate el tiempo que necesites y piensas en lo que sientes por Ana.

-          Lo que siento por Ana está claro. Por eso tengo que volver y decirle que yendo con Villa se expone a un mal final con ella misma.

El paseo desde casa de Caty hasta la mía me ayudó a poner en orden mis ideas.

¿Porqué Ana había tenido sexo conmigo varias veces? ¿Me quería o me estaba engañando? ¿De qué conocía a Villa? ¿Desde cuándo se estarían viendo? ¿Habrían follado ya?

Preguntas sin respuestas que me llevaban de un lado a otro. Del optimismo al pensar que solamente eran dos amigos y que Ana no me había dicho nada porque no surgió la conversación, hasta las más depravadas humillaciones hacia mi persona donde Villa era el macho alfa que jugaba con una inocente Ana perforando todos sus orificios.

Llegué a casa y me preparé una infusión. Necesitaba relajarme un poco antes de nada.

Cogí mi teléfono y le mandé un mensaje a Ana.

Necesito que vengas a casa para hablar contigo”

Envié el mensaje y esperé la contestación.

Quizás tardara, no sabía si Ana estaba siendo follada por el cabrón de Villa. Imaginaba que algo de eso estaría pasando aunque mi mente lo rechazara de plano, no quería envenenarme más de lo que ya estaba. Si quería solucionar esto no debía actuar agresivamente, debía valorar todas las posibilidades. Al fin y al cabo Ana me había perdonado, ¿o no?.

Sorpresivamente Ana contestó casi inmediatamente.

¿Ocurre algo?”

Y le contesté.

“¿Puedes venir y lo hablamos?”

Y un “ voy enseguida” terminó la conversación.

Media hora más tarde la puerta de casa se abrió. Ana cerró dando un leve portazo y, llamándome, llegó hasta el salón, donde yo la esperaba tomándome mi segundo poleo menta de la tarde.

-          ¿Ha pasado algo? ¿Estás bien?- Ana parecía preocupada por mi estado. ¿Acaso tenía algo sentido?

-          Siéntate a mi lado- golpeando el lado derecho del sofá, invité a Ana a sentarse.

-          Tú dirás.

-          Hoy he ido a dar un paseo. Sin darme cuenta me he alejado de mi ruta habitual y he llegado al parque Lima.

No había nada más que decir, la cara de Ana reflejó la sorpresa de ser descubierta.

-          Me has visto, ¿no?.

-          Si.

-          Se llama Marc, es un amigo que hace años que no veía. Nos hemos reencontrado hace poco y quedamos para tomar algo. Me ha ayudado mucho con lo nuestro y me animó a apuntarme a clases de baile.

-          Lo que vi no me pareció simple amistad.

-          Piensa lo que quieras, yo te digo que es sólo un amigo.

-          Es compañero mío de trabajo.

-          ¿Cómo?

-          No se si te he hablado de él alguna vez. Le llamamos Villa, por su apellido y… no se como decirte esto. Digamos que no tiene fama de buena gente con las mujeres.

-          ¡Joder!- dijo Ana rascándose la cabeza- Pues conmigo se ha portado como un verdadero amigo. No te niego que alguna vez ha intentado algo, pero nada más.

-          Seguro que sí.

Mis últimas palabras, pese a entonarlas con el tono más neutro que pude, sonaron a reproche.

Ana estaba más tranquila tras el sofoco inicial pero, tras mi comentario, se molestó y cambió su actitud.

-          ¿Qué estás insinuando? ¿Qué hemos follado? ¡Dilo!, ¿desconfías de mí?.

-          No Ana- levanté las manos en señal de paz- de quién no me fío es de él, es un ligón y usa a las mujeres a su antojo.

-          El que usa a las mujeres a su antojo eres tú. Tú eres el que jugó con la fidelidad y el respeto de la pareja. De Marc solamente he recibido palabras de consuelo y confort. No como tú que no paras de herirme.

-          ¡Quiero solucionar esto! Quiero que seamos los que éramos antes. Te quiero y quiero estar a tu lado. Haré lo que sea para recuperarte. Mira, no me importa si te has acostado con él, lo entiendo. Pero vuelve a mí. Hagamos terapia, o cena conmigo. Pasemos más tiempo juntos.

Ana me miraba como si quisiera estrangularme. Ya no hablaba y, tras un último bufido, se fue a nuestro dormitorio, pero sin mí, como venía sucediendo desde que rompí nuestro matrimonio.

Mi intento de hacer comprender a Ana que ese tío no era buena compañía se había vuelto en mi contra y ni siquiera me quedó claro si se habían acostado. Quería confiar en mi mujer, quería pensar que aún me era fiel. Pero todos los indicativos hacían pensar lo contrario. Villa, Ana despechada, clases de salsa, fines de semana de fiesta…. Ninguno de estos datos combinados generaban situaciones donde Ana me fuera fiel.

Y lo se, era hipócrita por mi parte enfadarse por algo que yo había hecho. Yo ya había sido infiel, pero ahora el cornudo cambiaba de bando y era cuando me daba cuenta del dolor que sufría Ana.

El fin de semana fue tranquilo.

Me refiero a que no hubieron más discusiones. Mis intentos por volver a hablar con mi mujer eran desactivados rápidamente por ella.

Tampoco Ana había salido de fiesta ese Sábado, ni había salido de casa en todo el fin de semana. Se había limitado a limpiar la casa, ver películas y mirar el teléfono. Un fin de semana enterito para mí y ni siquiera pude intentar recuperar tiempo con ella.

El Lunes, nada más llegar al trabajo, fui a buscar a Villa. Lo encontré, como no, ligando con una compañera nueva. Esta chica rondaría los 25 años y tenía un tipito estupendo y Villa daría cuenta de ese cuerpo, tarde o temprano.

Ambos conversaban mientras Villa le cogía la mano de forma amistosa pero seductora, como si fuera su novio y estuvieran haciendo manitas.

-          Tú cabrón, deja a Ana tranquila.

Imprimí en mis palabras toda la rabia que pude.

-          ¡Hombre Fran! ¿Qué tal estás? Seguro que bien. ¿Y tu señora? ¿Bien también?

Villa me hablaba con esa forma del que se siente triunfador, como queriendo marcar su territorio y que todos supieran quién era el rey león en esa manada.

Me acerqué más a él, a pocos centímetros de su cara, desafiando su condición de macho alfa. Todos los compañeros observaban la escena entre divertidos y expectantes, deseando saber su desenlace que, tras el siguiente comentario de Villa, se  precipitó de mala manera.

-          Te lo vuelvo a repetir. Deja a Ana tranquila.

-          Si es lo que quieres, lo puedo intentar. Ahora bien, no se si ella querrá alejarse de mí. No veas como disfruta cuando la pongo contra la pared y se la meto desde atrás. ¿Tu polla llega para hacer eso? Ana dice que no, que la mía es más grande.

Tras oír esa barbaridad me separé de él y preparé el brazo para soltarle un puñetazo. Mi puño apretado salió disparado hacia su cara mientras Villa empezaba a reaccionar para intentar esquivarlo. La imagen, a cámara lenta, hubiera sido una escena digna de cualquier película de Van Dame si no fuera porque mi brazo fue frenado por dos bracitos finos. Este agarre desvió la trayectoria de mi puño y no llegó a impactar con nada, sólo golpeé al aire.

-          ¿Qué coño haces Fran?

Caty fue la responsable de que Villa no tuviera que asistir al dentista. Me separó del barullo y nos encerró en el baño.

-          ¿Quieres que te tiren a la calle, o qué?

-          Me da igual, pero ese chulo se queda sin dientes.

-          Si no te deja a ti sin ellos antes. Anda, relájate y  no te busques más problemas de los que ya tienes.

Tras relajarme encerrado en el baño, terminé mi jornada sin sobresaltos, pero con la curiosidad de mis compañeros que venían cada dos por tres para intentar averiguar que sucedía entre Villa y yo.

Llegué a casa agotado por los nervios y Ana ya estaba allí. Desde que volví a casa rara vez encontraba a Ana al volver del trabajo y, si lo hacía, era porque se estaba preparando para irse. Pero ese día no parecía con intención de marcharse, al menos de momento.

-          Hola Ana. ¿Hoy no sales?

-          No, hoy tengo que echarte la bronca. He hablado con Marc. ¿Has intentado pegarle?.

-          Si, estoy hasta los cojones de ese tío.

-          ¡¿Pero, tú te has vuelto loco?! ¿Qué te ha hecho Marc a ti?

-          Ana, que ese tío no es trigo limpio. Que se folla a todo lo que se mueve sin importarle si están casadas o solteras.

-          ¿Y qué problema tienes tú con eso? ¿Por mí? La decisión de acostarse con Marc es de la mujer que accede. Él no fuerza a nadie y está soltero. No tiene que rendir cuentas a nadie.

-          ¡Conozco a “Marc” y se que no fuerza a nadie pero su interés por romper matrimonios es enfermizo!

-          ¡El único que ha roto un matrimonio has sido tú! Tú has sido el infiel, ¿te queda claro?

La conversación se estaba tornando densa y no tenía visos de solucionar nada.

-          Joder Ana, sólo te pido que tengas cuidado con ese tipejo.

-          Yo haré lo que me venga en gana, para eso soy mayorcita ya. Y si no te gusta, ¡puerta!

-          Lo que no me gusta es el desprecio hacia mi persona. Yo te fui infiel, pero nunca te engañé. Te fui sincero y te lo conté. Y no me gusta que me trates así. Te lo advierto, así no vamos bien.

-          Pues es lo que hay.

No quise alargar la agonía del enfermo. Esto ya estaba sobrepasado y decidí marcharme de casa. Preparé algo de ropa mientras oía a Ana llorar en el salón.

Ya con todo preparado fui a despedirme de Ana.

-          Voy a dejar espacio entre nosotros. Yo te quiero y quiero que continuemos juntos, pero no de esta manera. Te quiero al cien por cien en esta relación y no me gustaría que siguieras conmigo sólo por conformismo. Llámame si quieres arreglar esto, yo estaré encantado.

Esperé que Ana me dijera que me quedara, que fuéramos a terapia, algo. Pero miraba al suelo y lloraba, incapaz de levantar su cabeza. No había nada más que hacer allí.

Salí de casa sin rumbo cuando me acordé de Caty y le mandé un mensaje.

“Me he ido de casa. ¿Me das cobijo una noche?”

Dijo inmediatamente: “Sabes de sobra que si”

CAPÍTULO 11- FRAN

Entré a casa de Caty derrotado. Debí cortar la pelea con mi mujer mucho antes y, aunque no esperaba que me invitara a irme, pienso que era lo que quería. Su intención era quedarse sola para poder meditar… o follarse a Villa tranquilamente, que se yo.

Caty me abrió su casa y me indicó cual sería mi dormitorio. Dejé mi bolsa y me dirigí a la cocina donde Caty había terminado de preparar la cena para los dos.

-          Perdóname, no tenía mucho en la nevera.

-          Esto es más de lo que merezco. Gracias, otra vez, por acogerme.

-          Gracias a ti por pensar en mí. Te puedes quedar los días que necesites, estoy encantada de que estés aquí.

-          Bueno, en principio espero que no sea mucho tiempo. Espero que Ana medite su postura y me llame.

-          ¿Qué ha pasado?

-          Le he dicho que tuviera cuidado con Villa y se ha puesto como una fiera. No lo entiendo, la verdad.

-          Mira Fran, voy a ser sincera contigo. Conociendo a Villa, dudo mucho que no haya intentado nada con Ana. Es más, después de decirme tú diariamente como actúa ella, casi te podría asegurar que ahí ya ha pasado algo.

-          No creo Caty. Ana no es así, ella no se deja seducir de esta manera.

-          Está herida Fran. Le has hecho daño y, ahora mismo, no sabe como sentirse, si enfadada o culpable o enamorada. Y ahí es donde Villa bucea con maestría. Sabe que teclas tocar para conseguir su objetivo.

La exposición de Caty era lógica y, aunque no quisiera verlo, lo más probable era que hubiera pasado algo entre ellos. Me puse a llorar al darme cuenta de lo mal que estaba todo. Caty me abrazó y colocó mi cabeza entre sus tetas, como una madre cura a sus hijos.

-          Ssshhhh… No llores. Todo se arreglará.

-          La he cagado Caty y ahora no se que puedo hacer.

-          Mírame- Caty levantó mi cabeza y me la sostuvo entre sus manos- eres un tipo increíble, no tienes por que temer nada. Si Ana te quiere, volverá a ti, de eso estoy segura.

-          ¿Y si no vuelve?

-          Si no vuelve, seguro que encuentras otra mujer que te haga feliz. Yo estoy aquí.

Nos miramos por varios segundos y Caty empezó a besar mi cara. Besaba mis mejillas, mi frente, mi nariz.

-          Yo te puedo hacer muy feliz Fran.

Y me besó la boca. Sus labios abiertos me invitaban a entrar. Podía notar la humedad traspasando mis labios y su aliento atrayéndome como un canto de sirena.

-          No, Caty. Perdóname pero no quiero hacer nada que la cague aún más. No es el mejor momento.

Me separé de ella y pude notar su decepción al rechazarla. Me supo mal ponerla triste, me había abierto las puertas de su casa y me dejaba quedarme allí sin pedir nada a cambio. Bueno, quizás pidiera algo que no podía darle.

Volví a abrazarla y, de esta manera, caímos al sofá. Nos tumbamos haciendo la cuchara y reconfortándonos mutuamente.

De esa manera despertamos al día siguiente, sabiendo los roles de cada uno y sin hacer nada que molestara la comodidad de la convivencia.

Durante toda la semana Caty fue una compañera excelente. No me dejó solo ni un momento. Tuvimos largas charlas sobre nuestra vida, sobre cine, sobre series… y más cosas intrascendentes.

Cocinábamos juntos al llegar de trabajar, y nos acostábamos (cada uno en su cama) los dos juntos tras ver un rato la tele.

Caty estaba feliz de tenerme allí, pero yo estaba muy triste interiormente. Pensaba que Ana me llamaría tras recapacitar, pero la semana pasaba y ni siquiera habíamos hablado por mensaje.

Entendía que cada día que pasaba se hacía más difícil volver con ella y, aunque no quería hacerme a la idea, el divorcio era un tema que ya rondaba por mi cabeza.

Ese Viernes Caty, en su afán por animarme, se empeñó en que saliéramos a tomar algo.

-          No me apetece salir Caty.

-          ¡No seas muermo! Llevas toda la semana llorando por los rincones. No creo que salir a cenar con una amiga y luego tomar algo te dañe más. Estarás entretenido un rato y te olvidarás de tu matrimonio durante unas horas. A lo mejor te sirve para encararlo de otra manera.

-          ¿A qué te refieres?

-          Digo que lo mismo te despejas y puedes ver la solución a todo. Las mentes despejadas rinden más.

Yo la miré pensando qué sería lo mejor, si darle el gusto a esa niña o quedarme en casa esperando una llamada que dudo mucho que se produjera. Caty me vio dudar y me cogió de las manos dando saltitos.

-          Di que si, ¡venga! Di que si.

-          Esta bieeeen…

-          ¡Yupiiii! Verás que bien lo pasamos. Yo me encargo de todo.

-          No te emociones tanto que no tengo el cuerpo para fiestas. Cenamos, tomamos una copa y para casa. ¿De acuerdo?

-          Lo que tu digas. Voy a arreglarme. ¡Y tú haz lo mismo, vengaaaa!

Se marchó corriendo por el pasillo dando gritos de alegría y yo me alegré al tenerla junto a mí en esos momentos tan difíciles. Si no fuera por Caty no sabía que era lo que hubiera hecho. Posiblemente me hubiera tirado por el primer puente que hubiera visto.

Una hora fue lo que necesitó para arreglarse, pero mereció la pena esperar. Estaba simplemente espectacular.

Vestía una faldita vaquera corta y ajustada que realzaba su redondito culo. Una camiseta de un grupo heavy que le venía grande pero que, no se si comprada así o hecho por ella, estaba cortada por debajo para mostrar el ombligo y en el cuello para dejar un hombro al aire, del que asomaba el tirante negro del sujetador. El pelo recogido sobre un costado y adornado con una trenza pequeñita. Para terminar, unas zapatillas blancas deportivas. Todo el conjunto era muy normal pero, viéndoselo a ella daba la sensación de atractivo total. No se como explicarlo, era un look moderno y sexy, nada sofisticado pero tremendamente elegante y, sobretodo, morboso.

-          ¿Qué tal estoy?

-          Me parece que hoy me toca dormir en un hotel porque seguro que ligas.

-          Tonto. Con el único que volvería a casa es contigo, ya lo sabes. A mi invitado le debo un respeto.

-          Venga tunanta, vámonos ya que, al final, no cenamos.

La cena fue muy bien. Buena comida y buena compañía, aunque no terminaba de evadirme de mis asuntos.

Después de cenar fuimos a tomar una copa a un lugar que Caty no me quiso revelar. Íbamos en su coche y ella ponía las normas esa noche. Y yo… me dejé llevar, por lo menos hasta terminar la copa pactada.

Caty me llevó a un local bastante grande. Estaba a medio camino entre pub y discoteca. Muy grande para lo primero y pequeño para lo segundo.

El local tenía una gran barra en el fondo y mesas a su  alrededor. Desde el centro del local hasta la puerta había una zona libre de obstáculos a modo de pista de baile. A esas horas no había mucha gente en el local y solamente 10 o 12 parejas bailando salsa o algo similar (desconozco los bailes latinos).

-          ¿Dónde me has traído?

-          Dijiste una copa, pero no donde.

Caty, sacándome la lengua y guiñándome un ojo, se colocó en una de las mesas mientras me decía que fuera a la barra a pedir dos consumiciones.

Sin ganas ningunas, me atrincheré en la barra y esperé a que una de las camareras estuviera libre para servirme.

“Una copa y a casa”, pensé.

Craso error.

Cuando, con las dos copas en la mano, di media vuelta para dirigirme a nuestra mesa pude observar como entraban Ana y Villa. No iban cogidos ni  en actitud cariñosa ni nada parecido, pero me dolió mucho verlos allí, juntos. No había pasado ni una semana de nuestra ruptura y Ana ya se paseaba con ese gilipollas.

Rápidamente me acerqué a la mesa que había tomado Caty y le indiqué con la cabeza que mirara hacia la dirección en la que estaban Ana y Villa.

-          Mira quién está ahí.- dije yo.

-          ¡La hostia! ¡Que casualidad!

-          Vámonos, Caty. No quiero verlos juntos ni que me vean a mí.

-          Claro que si cariño, vámonos.

Caty se levantó inmediatamente y enfilamos, discretamente, la salida.

Pero, casualidades del destino o no, justo cuando estábamos a la altura de ellos pero a unos 15 o 20 metros de distancia, Villa se giró y miró en nuestra dirección.

Nos llamó gritando y, tras darle un golpecito en el brazo a Ana, enfiló hacia donde nos encontrábamos.

-          Corre Caty, corre…

Hicimos como que no los habíamos visto y continuamos con marcha más acelerada hacia la salida. Poco antes de alcanzarla, Villa nos cortó el paso.

-          ¡Que casualidad encontrarnos aquí!

-          Nosotros ya nos vamos, verdad Caty.

-          Eh… si ya nos vamos.

-          Pero que dices hombre si esto se empieza a animar ahora. Sentaros con nosotros.

Villa controlaba la situación con sólo una frase y Ana llegó un poco después de que Villa nos abordara.

-          De verdad que no, hemos venido a tomar una copa y ya nos vamos.- replicó Caty.

-          ¡Que no!, que os sentáis con nosotros y verás que bien lo pasamos los cuatro. Como en la canción de Maluma. ¿Tú que dices Ana?

-          Hombre… yo no lo veo bien. Es más creo que me voy a marchar a casa también.

Todos pensábamos igual menos el troglodita que, por lo visto, tenía ganas de divertirse. Y eso me estaba tocando las narices, ya era bastante incómoda la situación como para que encima el tipejo ese se mofara de todos.

-          ¿Qué no lo ves bien? Pues yo sí. Ale, todos a la mesa- ordenó Villa.

-          Pero tío- le gritó Caty- ¿No entiendes que no queremos? Déjanos tranquilos con tus jueguecitos.

-          Ahora te enfadas con mis “jueguecitos”, pero cuando te propuse la apuesta no dijiste que no.

-          ¿Qué apuesta?- dijo Ana.

-          Una apuesta que hicimos. ¿Ya se lo has contado al “lechuga”?- dijo Villa con una sonrisa de oreja a oreja.

-          ¡Cállate inútil!- volvió a escupir Caty.

-          No me callo, que se sepa la verdad de una puta vez, que siempre soy yo el malo.- Villa alternaba su mirada entre Ana y yo mientras se explicaba- Hace tiempo hicimos una apuesta para ver si esta zorrita se follaba a Fran. Y ganó ella. Bueno, o no, según se mire.

-          Esto es de locos- dijo Ana mientras salía.

-          ¿Eso es verdad Caty?- le pregunté yo a una Caty que ya estaba a punto de llorar.

-          Si…. Pero puedo explicártelo mejor, no es tan simple.

Mientras Ana salía del local y Villa la acompañaba yo me quedé en shock, sin poder moverme del sitio. A demás de haberle sido infiel a Ana, había sido engañado por Caty, a la que creía mi amiga.

-          Por favor Fran. La apuesta no tiene nada que ver con lo que pasó. No quiero perderte. Por favor.

Caty se abrazaba a mí mientras lloraba y me besaba en las majillas.

-          Perdóname, te lo tenía que haber contado antes pero es que no quería que te enfadaras y no quisieras hablarme más. Te necesito a mi lado. Por favor perdóname.

Sus disculpas parecían reales y, seamos sinceros, tampoco me había ocultado nada grave, ni me había chantajeado ni nada que me humillara. Sólo había apostado un polvo.

-          Y, ¿qué apostasteis?

-          El que ganaba decidía donde y cuando follar con el otro.

-          ¿Le haces sufrir? Por lo menos eso me ayudaría a llevarlo.

-          Sólo lo he hecho una vez desde que tú y yo nos acostáramos, y sólo porque llevaba mucho tiempo sin hacerlo. Y te prometo que no lo volveré a hacer más.

-          Hazlo las veces que quieras. No me debes nada, Caty. No eres mía y entiendo que tienes necesidades que cubrir. Anda tonta, dame un abrazo.

-          Entonces…, ¿no estás enfadado?

-          ¿Por qué? ¿Por haber apostado que me follabas? ¿Por engañarme para hacerlo? No Caty, si hubiera sido un hombre, hubieras perdido la apuesta. Y ahora vámonos. Creo que la copa se ha aguado.

Caty y yo salimos del local con ánimos no muy alegres. Yo por lo estúpido que fui al caer con Caty de esa manera y ella imagino que por mentirme.

Caty había aparcado en un descampado alejado del local. Según ella era un sitio donde siempre habían huecos y así nos ahorrábamos la tarifa del parquin del local.

Puta casualidad que vario coches más alejados del nuestro, estaba el coche de Villa. Dentro estaba la pareja hablando. Mientras nos acercábamos podíamos ver como Villa se lanzaba sobre Ana y le besaba el cuello. Ella sonreía y continuaron hablando. Varias veces se repitió la escena hasta que, por fin, entramos en el coche y Caty arrancó para irnos.

Justo al pasar por su lado no pude evitar el volver a mirar hacia ellos. Pude ver algo que me desconcertó un poco. Parecía que estaban forcejeando y que Ana quería salir pero Villa no le dejaba.

-          Para el coche Caty.

-          No lo hagas más difícil Fran. Vámonos y ya está.

-          ¡Que pares el coche, coño!

Caty, asustada, paró el coche y yo bajé inmediatamente. Fui corriendo hacia el coche de Villa y, por fin, pude corroborar lo que había visto antes. Villa estaba forcejeando con Ana.

Nada más llegar junto al coche intenté abrir la puerta del copiloto pero estaba bloqueada. Villa me vio en ese momento y pareció desistir de su ataque, momento que aprovechó Ana para abrir la puerta y salir, topándose conmigo.

-          ¿Estás bien Ana?

-          ¡Déjame!

Ana se fue corriendo hasta que pude ver como Caty la interceptaba y se marchaban las dos en su coche.

Al ver que estaban seguras y lejos de Villa, volví a mirarle con odio. Se estaba abrochando el botón del pantalón y me miraba divertido.

-          Esta putita se me esta resistiendo, pero caerá. ¿Contigo era tan mojigata?

-          ¡Hijo de puta!

Entré dentro del coche y, sin pensármelo, le intenté dar un puñetazo en la cara. Y le di, pero sin fuerza ni puntería, ya que al estar en una postura incómoda, tuve que cambiar la trayectoria del brazo para atinar en su cara.

Villa separó su cuerpo y me encaró.

-          ¡Estás tonto o que! ¡Joder! Casi me revientas la nariz.

-          Vete de aquí cabrón, porque si no te mato.

No soy un tipo agresivo ni nunca me he peleado, pero no se que cara me vio Villa, que arrancó y se fue.

Nada más irse, una tremenda flojera se apoderó de mis piernas. Si Villa hubiera querido pelea, me hubiera reventado, seguro. Y quizás fuera ese el mejor castigo a mi estupidez, a mi error.

Llamé a Ana varias veces y no me contestó, con Caty no tuve mejor suerte. Y, sin saber que hacer, decidí volver a casa de Caty y esperar a que llegara.

Sentado en el sillón les llamé mil veces y les mandé otros tantos mensajes y en ninguno de ellos obtuve respuesta. No sabía si llamar a la policía, o salir a buscarlas. Habían pasado casi tres horas desde que se marcharon del aparcamiento y no había tenido noticias de ellas.

De repente me entró un mensaje de Caty.

“Estamos bien. Ya voy para casa”

Volví a llamarla, a mandarle mensajes y no contestó. Por suerte en unos diez minutos, oí como se habría la puerta de la calle. Desde el salón empecé a decirle a Caty.

-          Caty joder, podías haberme llamado. Estaba preocupado. ¿Y Ana? ¿Está bien?

Caty entró en el salón.

-          Si, está bien.

-          Creo que voy a ir a casa, no puede estar sola en este momento. Necesita que alguien esté a su lado….

Detrás de Caty, y mientras yo seguía hablando, entró Ana.

-          Estoy aquí, Fran. Creo que tenemos que hablar. Esto se nos ha ido de las manos.

-          Te contaré lo que quieras.- le supliqué yo.

-          Tu historia ya me la ha contado Caty. Ahora tienes que escuchar la mía para que la verdad nos ayude. Sólo de esa manera podremos intentar solucionar esto.

CONTINUARÁ...