Fotos en el celular II

Inés y yo seguimos el juego del exhibicionismo. Este es el relato sobre cómo nos preparamos para algo más fuerte...

Fotos en el celular

Continuamos con nuestros planes de mostrar las fotos en nuestros teléfonos celulares

Hola

Soy Jaime y les contaré cómo continuamos con nuestro plan para embromar a nuestros amigos. O por lo menos la idea era hacer creer a nuestros amigos y conocidos que Inés y yo tenemos amantes.

Para quienes no han leído el primer relato, me presentaré de nuevo.

Mi nombre es Jaime y me dedico a dar soporte técnico (Helpdesk). Trabajo en un pequeño cubículo en donde trato de solucionar los problemas en los que se meten mis usuarios. Como mi trabajo es completamente sedentario, hago mucho ejercicio para compensar esa falta de actividad y voy diariamente al gimnasio para mantenerme en forma. Ah! Y tengo 38 años.

Soy moreno claro, mido 1.75 de altura y peso 80 kilos de músculo y fibra; tengo ojos color miel y una sonrisa un poco torcida que llama la atención y me hace parecer un chico malo. Mi nariz es recta y mi mandíbula cuadrada y firme.

Inés, mi esposa es una morena de fuego de 35 años y tiene un cuerpo increíble. Sus rasgos son muy delicados y parece haber sido cincelada por los dioses. Mide 1.65 de estatura, tiene ojos castaños y profundos, nariz respingada, pómulos afilados con algunas pecas, una boca mediana con labios sensuales y rojos; dientes perfectos y blancos como perlas; senos generosos y firmes, cintura estrecha y caderas de infarto. Tiene un trasero respingado y muy bien trabajado, piernas largas y torneadas y unos pies increíblemente delicados. Es hermosa.

Inés se dedica al baile, porque el baile es su pasión y de hecho nos conocimos en un instituto de danza donde ella imparte clases de danza árabe y de pole dance. Para todos los que tengan dudas: Sí, mi esposa sabe bailar en un tubo mejor que nadie.

Anteriormente nos habíamos corrido una juerga en un motel en dónde le saqué algunas fotos a Inés y aprovechamos para que ella me sacara unas a mí. Cuando por fin se asentó el polvo, y escogimos las fotografías que más nos gustaban, le mostré la aplicación para editarlas y que no se apreciara su rostro. A ella le pareció útil, pero noté cierto rechazo. Al final le dije:

—Vámonos a casa

Inés asintió y buscó su ropa. Fue en ese momento que recordó que había salido de casa vistiendo solamente sus Stilettos rojos.

—¡No pensé en el regreso a casa!

Sonreí levemente y fui al auto ya que suelo llevar un cambio de ropa para entrenar o por si hay alguna emergencia. Regresé con mi ropa deportiva y se la entregué.

—¿Todo el tiempo has tenido esto en la cajuela?—preguntó entre asombrada e irritada—¿Y no me dijiste?

—La tengo sólo para emergencias, corazón—dije entre risas.

Inés se tranquilizó y después hizo memoria.

—Pues si mal no recuerdo, gané una apuesta—dijo con cara pícara—y te saldrá muy cara.

Mi sonrisa tembló un poco al recordar que la había retado a salir desnuda en el auto, aunque nunca especificamos qué sería lo que apostaríamos, —“Qué más da”—pensé—“valió la pena”.

Inés se puso mi ropa y nos fuimos a casa. Cayó rendida en cuanto subimos al auto y la verdad no quise interrumpir su sueño, así que me porté bien durante todo el trayecto.

Una vez en casa, Inés despertó y le di el teléfono.

—¿Lista?—pregunté—¡Mándame las fotos!

—¡Ay! ¿Y si se alcanza a distinguir mi rostro?

—No te preocupes amor—dije—tu cara está perfectamente editada y no se puede distinguir nada. Además no tienes ni una marca corporal que sea distinguible. Lo sé porque he revisado minuciosamente—añadí en tono malicioso.

—Mira tú qué considerado…—contestó entornando los ojos—ok, ya te las envié ¿Cómo vas a hacer que las vean tus amigos? ¿Las vas a presumir?

—No. Nunca he presumido con estos cabrones y si lo hago ahora, van a sospechar. Voy a dejar el teléfono desbloqueado y sé que más de uno tiene la costumbre de revisar los celulares. Creo que incluso revisan los de sus esposas.

Revisé mi celular y vi que habían llegado 3 fotografías.

—¿No ibas a enviar más?

—Primero esas—dijo Inés—Te enviaré las otras cuando estés en el trabajo.

—En verdad tienes una mente maquiavélica—dije—qué bueno que no la usas contra mí.

—Eso es lo que crees—dijo con una sonrisa enigmática que me asustó un poco.

Debo confesar se veía espectacular. Inés ya tiene un cuerpo increíble al natural, así que cuando usamos los filtros, se veía mejor aún.

En una de las fotos se apreciaban sus turgentes senos con los pezones endurecidos y su definido vientre. En otra, Inés estaba con las piernas abiertas masturbándose y mostrando completo su chocho depilado. La cara de placer quedaba oculta por la edición, pero su pose y la humedad en su vagina indicaban que lo estaba gozando. En la última fotografía, se apreciaba su increíble figura acostada en la cama entre los almohadones y era muy sensual.

—¿Sabes qué amor?—dijo—no me gusta que mi cara esté borrada. Se ve un poco grotesco.

—Tienes razón—dije—¿Qué te parece si en vez de editarlas, usas una máscara o algo?

—¡Qué buena idea!—exclamó con una carcajada—podría usar una máscara del Santo…

Para aquellos que me leen fuera de México, les comento que tenemos una gran tradición en la lucha libre. Si pueden y quieren, busquen imágenes de El Santo, el enmascarado de plata.

—¡Pinche Inés!—contesté entre irritado y divertido al imaginar a mi bella esposa con una máscara de luchador—Yo pensaba en un antifaz o algo así.

—¡Lo sé tonto! no es mala idea, pero hay que elegir una que no me impida ver bien.

—Ok—dije—ahora te envío las mías.

Le envié mis fotos en las que mostraba mis abdominales y mi verga en reposo. En otra, se veía mi erección en un Close Up y en la última estaba la mano de Inés masturbándome.

—Necesitamos tomar nota sobre como posar mejor—dijo Inés—Necesitamos ver porno juntos amor.

No pude contener una carcajada e Inés aclaró rápidamente:

—Sólo con fines educativos, ahí saben cómo posar para que se vean mejor.

—Claro... —seguí riendo—nunca pensé otra cosa, aunque no deberíamos copiar tanto las poses porque pierde espontaneidad y se ve “fabricado”.

—Cierto—contestó después de meditarlo un poco.

Al día siguiente en el trabajo, puse mi celular sobre el escritorio y fui al baño dejándolo ahí. Claro que ya le había quitado la contraseña de bloqueo y tenía abierta la galería aunque no dejé la foto en pantalla. Me tomé mi tiempo y regresé a mi lugar.

Justo como esperaba, un compañero que se llama Miguel me estaba esperando. Miguel es una buena persona, pero tiene el defecto de que es demasiado curioso. De hecho, por estar fisgoneando el celular de su novia, lo habían cortado recientemente y andaba en la depresión total. Uno podría pensar que había aprendido la lección, pero la verdad es que lo de él es algo casi patológico.

—¡Qué onda Miguel! Hace tiempo que no te veía.

—¡No mames!—contestó riendo sarcásticamente—desde ayer ¿verdad?

Noté la sonrisa de Miguel y supe que había picado el anzuelo.

—Oye, me he sentido solo—dijo—creo que hace falta buen material de inspiración ¿No tienes algo con lo que me puedas ayudar?

—Tengo una foto de mi pito si quieres—dije riendo

—¡No wey! No te hagas pendejo. Vi que tienes una foto de una vieja buenísima. Comparte

—¡No mames Miguel! ¿Revisaste mi celular?

Algo incómodo, Miguel se sonrojó, pero no aflojó.

—Ya sé que dirás que vaya a terapia, pero no me ha servido de mucho.

Cuando lo vi tan compungido, le di un golpe en el hombro, sonriendo.

—¡Pinche Miguel estoy bromeando cabrón! A ver… ¿Cuál foto viste? ¿Esta?

Le mostré la foto en que Inés estaba acostada entre las sábanas.

—Es una amiga con la que retomé contacto—dije—una cosa llevó a la otra y nos estamos mandando fotos calientes.

—¿Estás engañando a Inés?

—No creo que se considere infidelidad si sólo son fotos—repuse.

—¡Pásalas!

Me mostré un poco renuente, pero al final accedí.

—Ok—Te envío un par de fotos, pero nada más porque está buenísima y no se le ve la cara.

Le encantaron y disimuladamente noté que se acomodaba el paquete.

—No se las compartas a nadie—dije sabiendo que las pasaría a todos sus contactos.

“Tus fotos son un éxito”—le escribí a Inés después de que Miguel se fue a su cubículo—“Mándame más por favor”

—Jaime, ¿Puedes venir?—me interrumpió Miguel

—Voy.

—Mira—dijo mientras sacaba su celular y me mostraba unas fotografías de una bella mujer. En ellas se veía dando una mamada fenomenal. La foto estaba tomada desde el ángulo del que recibía la mamada y me imaginé que era Miguel. Tenía buena herramienta.

—¡Wow! ¡Estás más extremo wey!—dije—¿Quién es?

—Es Sandra, mi ex. Tengo un chingo de fotos de ella y de una vieja que tuve. Antes no las habría compartido, pero me dejó por otro cabrón, así que no me pesa mostrárselas a los cuates. Eres el único al que no le he pasado el pack porque sé que no te gustan esas cosas. Pero la vida da sorpresas—sonrió—Tu amiga está más buena que Sandra y me las compartiste.

—Oye Jaime—continuó Miguel— ¿Te late si hacemos un banco de fotos? Como las páginas de Tumblr. Varios compañeros tienen fotos y las hemos rolado entre todos. Si las subimos, todos podremos verlas cuando queramos.

En ese momento llegó otra foto de Inés. La revisé y noté que no era del motel, era del vestidor de su trabajo. El ángulo fue cuidado para que no apareciera su rostro. Se veía con unas mallas blancas muy ajustadas y semitransparentes, se podía apreciar su abdomen y sus labios vaginales en un delicioso “Camel Toe”. Las mallas se pegaban por completo como una segunda piel y se notaba cierta humedad en la entrepierna.

Abrí la imagen y se la mostré a Miguel.

—¡No mames! ¡Está buenísima! ¿No tienes miedo de que se entere Inés? ¡Mándame la foto!

—¡Va!

Se la envié de inmediato y entonces me llegó otra más de Inés. Esta vez estaba sentada, se había quitado las mallas y abría la vagina mientras se acariciaba el clítoris. En la foto se lograba apreciar la textura y suavidad de su piel. Su hermoso color canela contrastaba con las mallas y daba mucho morbo verla sentada en el piso. De inmediato se la envié a Miguel mientras él me envió otras dos en donde su ex tenía la cara y la boca llena de semen.

—¿Sabes qué?—dije—Voy a crear la cuenta en Tumblr para compartir. Pero sólo los que inicien sesión podrán enviar y ver las fotos. Miguel ¿Te animas a tomarme una foto para enviársela a mi amiga?

—¿Foto?—dijo indeciso—¿Cómo de qué tipo de foto?

—¡Seguramente cabalgando en un pony, baboso! ¡Una foto cachonda! ¿Qué? ¿Te animas?

—Pero aquí están las cámaras de vigilan…

—No mames Miguel—interrumpí—Aquí no. En el baño. ¿Jalas o no?

—Ok—dijo resignado y algo arrepentido de haber comenzado con el jueguito.

—Primero voy yo—dije— y me alcanzas en 5 minutos. No me vayas a fallar pinche Miguel, porque ya no te paso fotos.

Eso lo decidió.

—Está bien—dijo con seguridad—Te alcanzo en 5

Nos vimos en el baño y yo ya me había quitado el chaleco. Mi indumentaria al ir a trabajar suele ser: camisa de vestir, tirantes negros, jeans azul oscuro, botas de piel con agujetas –hoy eran unas Dr Martens cafés- y un chaleco de vestir Slim fit negro.

Me desabroché el pantalón mostrando mi pelvis y el nacimiento de mi miembro, me subí la camisa mostrando mis abdominales y Miguel tomó la foto. En la segunda foto me bajé más el pantalón y me acaricié la verga haciendo que se me parara. Miguel me tomó esa segunda foto y me dijo.

—No mames Jaime, estás bien dotado.

—A mi amiga le encanta—le dije quitándole un poco de importancia—Déjame enviarlas

Se las mandé a Inés y casi de inmediato, llegaron dos de ella.

Tenía la vagina completamente abierta y sus senos al aire. Podía apreciarse la dureza de sus pezones y la humedad en su coño. Su rostro estaba pixeleado, pero se veía chupándose los dedos.

En la otra foto, se veía su redondo trasero mientras subía la escalera. Era una de las que le tomé entrando al motel y por la perspectiva, se veía que estaba desnuda. Se podía ver su espalda y el costado de uno de sus senos.

—Mira Miguel—dije—¿Cómo la ves?

—¡No mames! Está buenísima. No te vaya a descubrir Inés.

—Pues sólo que tú se lo digas wey—dije

—¿Qué pasó? —dijo ofendido—Yo no rajo ¿Crees que tu amiga se anime a tomarse fotos mientras cogen?

—No sé—dije—Pero lo voy a intentar.

Cuando llegué a casa me encontré a Inés con un baby doll de corset y un liguero de infarto.

Me besó y me miró son su sonrisa traviesa

— ¿Quieres que salgamos?

— ¿Así como estás vestida?

— ¡Sí! —dijo con una mirada anhelante

Lo pensé unos segundos.

— ¿A dónde quieres ir?

—A un bar—dijo sonriendo.

—Así no te van a permitir el acceso amor…

—Ya lo sé, por eso me voy a poner el abrigo gris que me regalaste en navidad. El que me llega debajo de las rodillas.

—Eso suena como un plan—dije entrecerrando los ojos— ¿Desde qué hora tienes planeando esto?

Guardó silencio unos segundos mientras se sonrojaba ligeramente.

—Toda la tarde—confesó— de hecho, me tuve que cambiar porque se me mojaron los pantys durante la clase.

—¿Vamos?—insistió

—¿Ahora? Apenas son las 9:00 PM ¿No te parece que es muy temprano?

Lo pensó unos segundos y dijo:

—Tal vez tengas razón, pero ¿Cómo vamos a pasar el tiempo?

Entonces, con un andar felino se acercó a mí y comenzó a quitarme el chaleco mientras me besaba suavemente la barbilla.

—Tu barba me pica—dijo en un susurro—pero me encanta que me raspes. No te muevas.

Me quitó el chaleco y después la camisa. Su mano traviesa fue bajando lentamente y se detuvo en mi ombligo. Al notar mi erección, sonrió y me acarició sobre el pantalón.

—Toda la tarde he tenido antojo de verga. Desde que me mandaste esa foto no podía más que imaginármela en la boca—me dijo al oído.

Me besó, y cuando respondí impetuosamente, me frenó.

—No llevamos prisa amor… Cuéntame lo que pasó en la oficina…

Su boca fue bajando por mi cuello y pude sentir su cálido aliento. Me rozaba con los labios y hacía que se me erizara la piel.

—Bueno…—comencé— Dejé el celular sin bloqueo en mi escritorio y Miguel lo revisó.

—¿Miguel es el que tiene el cabello cortito como de militar?

—Sí.

—Él me cae bien. Cuenta buenas anécdotas y no está tan feo ¿Él vio mi foto desnuda? ¿Qué hizo? Dame detalles mi amor.

Pude notar que eso la excitaba.

—Pues las abrió e hizo un zoom a tus pezones. Estaba admirando tu areola y tu piel. Después lo bajó para ver tu vagina y…—Me interrumpí porque Inés me había desabrochado el pantalón y tomó mi durísima verga entre sus manos.

—No te detengas. Sigue, ¿Cuál fue su expresión?

—Se le agrandaron los ojos—continué— se acomodó el paquete porque se le paró la verga al verte…

Inés me estaba lamiendo la verga desde la base hasta el glande ronroneando como un gatito. Noté que cuando le hablé sobre la erección de Miguel, me mordisqueó ligeramente haciendo que descargas eléctricas me recorrieran.

—Tocó la pantalla como si estuviera acariciando tu coño,—dije—creo que si yo no hubiera estado habría lamido la pantalla. Admiró tus labios mayores y la forma hermosa de tu vulva. También se podía ver cada uno de los pliegues de la entrada a tu vagina y lo húmeda que estabas…

Inés engullía mi verga hasta donde podía. El resto lo pajeaba suavemente y me acariciaba los huevos.

—Quiere ver más fotos tuyas amor.—continué— Quiere vernos cogiendo…

Se sacó la verga de la boca y dijo—¿Te gustaría que me viera cogiendo? ¿O te gustaría que se la chupara?

—Las dos cosas—dije—Mi putita puede hacerlo ¿No?

En cuanto me escuchó llamarla “putita” aumentó la velocidad de su boca. Me lamía, me mordisqueaba, me acariciaba y me succionaba con ímpetu y fuerza.

—Dame tu leche mi amor—decía entre jadeos y lengüetazos—dale leche a tu perrita, quiero tu semen espeso en mi boca. Me lo voy a tomar completo…

Mientras aceleraba la velocidad de su mano su lengua se enrollaba en mi glande y se escuchaban los ruidos de succión.

—¿Quieres verme con otra verga en la boca mi amor? ¿Quieres ver cómo me lanza su semen a la cara otro cabrón?

—No. Quiero que te lo tragues todo, puta. Quiero que se la chupes y te lo tomes…Así como te tomas el mío.

—¡Dámela! ¡Dámela amor! ¡Vente en mi boca! ¡Dame tu semen!—dijo entre jadeos y mamadas.

No pude aguantar más y me vine en su boca que en ningún momento dejó de succionar. Fue tan intenso que involuntariamente me hice para atrás ya que estaba extremadamente sensible e Inés no dejaba de chupar y tragar. Sentía que me iba a secar.

No dejó escapar ni una gota.

Inés me dejó descansar, pero yo sabía que ella aún tenía ganas de más. Sin embargo, dijo:

—Me llevaré el abrigo y las botas negras con tacón de aguja. Las que me llegan a las rodillas. ¿Qué será bueno que te pongas?—dijo para sí

—¿Cómo? ¿A qué te refieres?—respondí— Pues mi ropa habitual ¿no?

—No. Estoy pensando el alguna ropa que me deje meterte mano en dónde estemos…

—¡Jajajaja! Pues si quieres me llevo una túnica.

—No seas cabrón Jaime—dijo sonriendo—ahora me toca a mí divertirme metiendo mano. Creo que tienes algún pantalón ochentero en el clóset. Uno que usamos en esa fiesta retro ¿Te acuerdas?

—¿El de pinzas? ¿El kaki?

—Sí. El que está ajustado en la cintura y con pinzas, el que es estrecho de los tobillos… si te lo pones sin ropa interior podré meter mano fácilmente porque está flojo de la entrepierna y tiene el tiro un poco más bajo. Con una playera polo negra se te verá muy bien.

—Puedo ponerme un sarong o un hakama—dije entre risas.

—No—respondió sin morder el anzuelo—no tienes en el clóset.

Al final me dejé convencer y nos fuimos al bar en dónde pasó algo muy interesante. En otra entrega les contaré lo que pasó. Prometo tratar de ser menos rollero.

Saludos