Fotos en el celular
Cómo las fotografías de un celular abrieron un mundo desconocido y placentero para mi esposa y yo.
Celular
Hola, soy Jaime y quiero contarles algo que me sucedió hace tiempo.
Primero me presentaré.
Mi nombre es Jaime y me dedico a dar soporte técnico (Helpdesk). Trabajo en un pequeño cubículo en donde trato de solucionar los problemas en los que se meten mis usuarios. Es un trabajo arduo porque como decía Einstein: “Sólo hay dos cosas infinitas: El universo y la estupidez humana, aunque del universo no estoy muy seguro”. Como mi trabajo es completamente sedentario, hago mucho ejercicio para compensar esa falta de actividad y voy diariamente al gimnasio para mantenerme en forma.
Soy moreno claro, mido 1.75 de altura y peso 80 kilos de músculo y fibra; tengo ojos color miel y una sonrisa un poco torcida que llama la atención y me hace parecer un chico malo. Mi nariz es recta y mi mandíbula cuadrada y firme.
Debido a mi apariencia, tengo mucho éxito con las mujeres aunque desde hace 13 años estoy casado con la mejor. Mi esposa se llama Inés y es hermosa.
Inés es una morena de fuego con un cuerpo increíble. Sus rasgos son muy delicados y parece haber sido cincelada por los dioses. Mide 1.65 de estatura, tiene ojos castaños y profundos, nariz respingada, pómulos afilados con algunas pecas, una boca mediana con labios sensuales y rojos; dientes perfectos y blancos como perlas; senos generosos y firmes, cintura estrecha y caderas de infarto. Tiene un trasero respingado y muy bien trabajado, piernas largas y torneadas y unos pies increíblemente delicados. Es hermosa.
Inés se dedica al baile, el baile es su pasión y de hecho nos conocimos en un instituto de danza donde ella imparte clases de danza árabe y de pole dance. Para todos los que tengan dudas: Sí, mi esposa sabe bailar en un tubo mejor que nadie.
Todo empezó como un juego. A mí me gusta enviarle mensajes calientes y un poco sucios para mantener la pasión y ella va acumulando esa calentura para desatarla en la intimidad.
Resulta que un día le envié una foto de mi torso recién trabajado en el gym para mostrarle lo definidos que estaban quedando mis abdominales. Se la envié cuando estaba por entrar a la ducha y no recibí respuesta, pero al llegar a casa por la noche me dijo:
—Mis compañeras de baile creen que tengo un amante.
—¿Y por qué creerían eso?—pregunté ligeramente irritado y sorprendido.
—Porque vieron su foto en mi celular—contestó sonriendo coquetamente—¿Quieres verla?
—¿Qué? ¡Por supuesto que quiero verla!—exclamé molesto.
Me dio su celular y pude ver mi fotografía en la que se alcanzaban a ver mis definidos abdominales y mi pelvis perfectamente depilada. En la fotografía no se apreciaba mi rostro porque sólo quería presumir mi abdomen.
—No entiendo…—balbucee—¿Por esta foto hicieron tanto escándalo?
—¡Sí!—Dijo soltando una carcajada—Una de mis compañeras tomó mi celular sin mi permiso justo después de guardar tu foto. Como ella no sabía que tú me la habías enviado, me estuvo interrogando para saber quién era el sujeto y si la tenía grande, eso las contagió a todas y ahora creen que tengo un amante.
—¿Qué si la tenía grande?—Contesté sonriendo—¿Por qué preguntarían eso?
—Pues porque se alcanza a distinguir tu pene por debajo de la toalla tontín—dijo sonriendo.
Volví a mirar y efectivamente. Se perfilaba mi pene por debajo de la delgada toalla que uso antes de meterme al sauna o a ducharme.
—¿Entonces no las sacaste de su error?—pregunté.
—¡Claro que no!—contestó Inés—quiero ver hasta dónde llegan.
En ese momento tuve una idea
—Oye amor… ¿Y si yo hago lo mismo?—dije
Inés lo pensó por un momento y una sonrisa se dibujó lentamente en su rostro.
—¡Va!—Dijo—te voy a mandar un par de fotos atrevidas y se las vas a presumir a tus amigos.
—¿Yo se las voy a presumir?—dije—¿Por qué?
—Tú sabes tan bien como yo que los hombres tienden a presumir ante sus amigos—Dijo con una sonrisa traviesa—Es algo “normal”. Es más, ahora mismo podemos hacer nuestra primera sesión de fotos.
—No—dije—varios amigos conocen la casa y basta con que uno lo mencione para que el juego se estropee. Mejor vamos a un motel.
—¿Ahora?—preguntó mientras se quitaba lentamente la blusa y el sostén—¿No ves que estoy casi desnuda?
Yo la abracé y la besé lentamente mientras acariciaba suavemente su espalda
—Vamos así como estás vestida—sugerí—es de noche y nadie te verá.
Inés sonrió mientras se quitaba los pantalones y el resto de su ropa interior
—¿Te atreverías a llevarme desnuda en el auto?
Yo estaba seguro de que se arrepentiría y asentí
—No creo que te atrevas—dijo titubeando un poco.
—¿Ah no? Sube al auto por favor.
Inés abrió los ojos como platos, pero como no quería dar su brazo a torcer, tomó una gabardina. Estaba a punto de ponérsela cuando le dije:
—Dijiste desnuda, eso quiere decir que no puedes vestir nada de ropa
Eso la sorprendió y se quedó quieta unos minutos. Justo cuando yo creía que se iba a arrepentir, se sonrojó ligeramente y sonrió
—Me estoy humedeciendo sólo de imaginarme en el auto completamente desnuda ¿Puedo ponerme zapatos?
Me quedé con la boca abierta y asentí nuevamente.
Inés dio media vuelta y subió a nuestra habitación. Después de unos minutos, bajó con unos altísimos stilettos rojos que alargaban más sus hermosas piernas. Sobra decir que para esos momentos yo tenía una erección que amenazaba con salir de mi pantalón deportivo en cualquier momento. Inés, que ya lo había notado, caminó lenta y sensualmente hacia mí ondulando sus caderas. Su entrepierna completamente depilada resaltaba y brillaba humedecida.
Me besó y se arrodilló ante mí, me bajó el pantalón con cuidado y sacó mi verga del bóxer que traía puesto. Me acarició y comenzó a pajearme lentamente con sus dos manos mientras deslizaba su lengua por el glande tratando de abarcarlo completo.
Hizo una pequeña pausa y dijo:
—A veces me haces enojar muchísimo, pero en cuanto pienso en la tremenda verga que tienes, el enojo se esfuma.
Siguió masturbándome mientras me succionaba y cuando empecé a sentir hormigueos, se detuvo.
—Continuaremos en el motel—dijo—no quiero que te vengas aún.
Intenté convencerla, pero se levantó y salió a la cochera, escuché que desactivaba la alarma del carro y acto seguido, la portezuela al abrirse y cerrarse. Revisé mi cartera para estar seguro de traer efectivo y la seguí.
Inés de acurrucó en el asiento del copiloto como una gatita. La vista era tremendamente excitante.
—Estoy nerviosa—confesó—mi corazón late a mil por hora.
—También el mío—dije—nunca pensé que exhibirte me excitara tanto.
—¿Y si mejor nos regresamos?—dijo titubeando—¿Y si algún vecino nos ve?
—¡Ya sé!—dije—reclina hacia atrás el respaldo y acuéstate. Finge estar dormida con tu brazo cubriendo tus ojos para protegerte de la luz. Así si alguien te ve, no te reconocerá.
La idea le agradó y se hizo la dormida. Abrí la puerta de la cochera y salimos. Aunque no se lo dije a Inés, me preocupaba lo mismo que a ella ¿Qué haríamos si nos encontrábamos con algún vecino?
Pensando en eso, saqué el auto rápidamente pero sin encender las luces y en cuanto cerré la puerta de la cochera, nos fuimos a una velocidad ligeramente más rápida de la habitual. Yo estaba un poco distraído cuidando que ningún vecino nos hubiera visto y pensaba sobre el motel adecuado para nuestro plan, cuando sin darme cuenta enfilé hacia Avenida Patria.
Cuando me di cuenta, ya estaba en un semáforo en rojo al lado de un autobús de transporte empresarial en el que se veía un grupo de hombres tratando de ver el interior de mi auto.
—¿Por dónde vamos Jaime?—preguntó Inés—hay mucho tránsito.
—Mantén tu brazo en tu cara amor—dije—estamos por Patria.
—¿Por Patria?—gritó mientras intentaba incorporarse.
—¡No te levantes!—le dije—Ya tienes público en el camión del carril derecho.
Cuando me escuchó se volvió a acostar nerviosa
—Relájate amor—dije riéndome—nadie nos conoce y los tienes embobados. Abre un poco más las piernas para que vean lo que me voy a comer.
Inés atisbó discretamente para ver a los hombres que le había mencionado y sonrió mientras se sonrojaba. Estiró sus piernas haciendo resaltar más su monte de venus.
Con mi mano derecha acaricié lentamente su pierna izquierda de arriba a abajo, después moví mi mano hacia la parte interior de sus muslos. Inés abrió ligeramente las piernas al sentirme y así pude subir mi mano lentamente hacia su coño. Justo cuando estaba por tocar sus labios vaginales, el semáforo cambió a verde y tuve que retirar mi mano para cambiar velocidad y avanzar.
Con un suspiro de decepción, Inés abrió y cerró las piernas con suavidad.
Volví a colocar mi mano en sus muslos, pero tenía que quitarla constantemente para cambiar velocidades y me planteé seriamente la posibilidad de comprar un auto de transmisión automática. Intercalaba mis caricias entre sus senos y su vagina haciendo gemir a Inés que tenía los pezones erectos y la vagina caliente y húmeda. Al llegar al cruce con Avenida Vallarta me decidí por uno de los moteles que están en esa avenida rumbo al periférico, tomé la lateral y el semáforo cambió a rojo, sólo que esta vez estábamos junto a la acera porque iba a dar vuelta a la derecha para seguir por avenida Vallarta. Había pocos peatones porque pasaban de las 10:30 de la noche, pero aún se veían algunas personas esperando el transporte público. Quiso la suerte que me detuviera justo al lado de la parada del camión y tres jóvenes echaron un vistazo al auto distraídamente.
Se quedaron paralizados al distinguir a mi esposa que simulaba estar profundamente dormida con las piernas ligeramente abiertas, sus pezones erectos y su silueta perfecta. Se acercaron lentamente hasta llegar a la ventanilla del copiloto y voltearon a verme con una mirada interrogante. Yo sonreí y presioné el botón para bajar el vidrio mientras les hacía señas para que no hicieran ruido y les invitaba a tocar a Inés.
—Háganlo suave—susurré—está dormida.
El más atrevido metió la mano por la ventanilla y acarició los senos de Inés. Inmediatamente después los otros hicieron lo mismo acariciando su vagina, sus senos y sus piernas, casi no cabían todos en la ventanilla. Inés fingió tener mucho sueño y cambió su posición levantando un poco su cadera y estirando los brazos mostrando así su rostro parcialmente cubierto por su cabello.
Los tres jóvenes comenzaron a acariciar con más vehemencia porque sabían que en cualquier momento la luz del semáforo cambiaría. Yo presioné el botón de la ventanilla y comencé a subir el vidrio mientras los jóvenes se retiraban no muy convencidos. Arranqué el auto mientras uno de los muchachos lanzaba al interior una tarjeta de presentación.
Cuando Inés sintió el movimiento del auto, abrió sus ojos y me dijo con cara molesta:
—¡Eres un cabrón!
Después de unos segundos, sonrió y se agachó a recoger la tarjeta que había lanzado el joven.
—¿Crees que debería llamarlo?—dijo con una sonrisa coqueta—¿Crees que si se lo pido, me folle?
—¡Claro que sí!—Dije riendo—Se veían frenéticos.
Seguí acariciando a Inés y llegamos al cruce de Av. Vallarta con Av. Rafael Sanzio donde nos volvió a tocar semáforo en rojo. Yo me fui intencionalmente por la lateral para que más personas pudieran admirar a mi hermosa mujer y cuando nos detuvimos, Inés volvió a acostarse fingiendo dormir. En esta ocasión fueron dos vendedores ambulantes quienes vieron a Inés y por poco se les salen los ojos. Yo hice lo mismo que en el semáforo anterior y los invité a tocarla.
Inés gemía suavemente mientras los dos hombres le acariciaban y abrió más las piernas dando mejor acceso a su vagina. Ni tardo ni perezoso, uno de los dos hombres le clavó el pulgar haciendo que Inés abriera los ojos y bajara sus brazos. Se apoyó en sus pies enfundados en los vertiginosos stilettos y levantó lo más que pudo la pelvis para que el hombre pudiera meter mejor sus dedos. El vendedor no se amilanó y giró suavemente la muñeca haciendo que Inés se agitara.
En ese momento la luz del semáforo cambió a verde y comencé a subir lentamente el cristal. El hombre sacó su mano completamente empapada en los jugos de mi esposa mientras ella se quejaba suavemente.
Cuando avanzamos, Inés exclamó:
—¡Me encantó! ¡Mi amor esto me encanta! ¡Estás haciendo que descubra una yo que nunca pensé que existía!
Enfilé hacia el periférico manteniéndome por la lateral y aunque no nos volvió a tocar un semáforo en rojo, sí fuimos bastante lento porque yo conduje detrás de los autobuses. Inés volvió a su papel y yo noté que estaba más excitada que nunca e incluso bajaba su brazo en algunas ocasiones, permitiendo que contemplaran su rostro.
—Ten cuidado—dije—Si te toman una foto y la publican, podríamos meternos en problemas. Cubre tu cara amor.
—Tienes razón—contestó—es mejor cuidarnos.
Al fin llegamos a un motel que estaba justo al lado de un table dance. Ingresamos y pasamos a una suite con jacuzzi.
Antes de bajar del auto, nos besamos apasionadamente mientras nos acariciábamos mutuamente. Al ir subiendo las escaleras, saqué mi celular y sin que Inés se diera cuenta, saqué unas cuantas fotografías en las que no se apreciaba su rostro. Al llegar a la habitación se las mostré.
—¿Me tomaste fotos?—exclamó
—¿No se trataba precisamente eso?—dije—¿Fotografías para mostrar a mis amigos y fingir que tengo una amante?
—Cierto—dijo—sólo me sorprendiste
Me acerqué y nos besamos de nuevo. Me aferré a sus nalgas duras y paradas mientras presionaba su pelvis con la mía. Deslicé mis manos por su espalda hasta su cabeza y presioné fuertemente mis labios contra ella.
Inesperadamente, Inés se separó mientras me miraba provocadoramente
—Espera… Tienes que fotografiarme. Estoy descubriendo que me excita mucho exhibirme y no quiero que esa sensación termine.—dijo
—De acuerdo—contesté mientras sentía un nuevo nivel de excitación—Recuéstate mientras lleno el jacuzzi.
Regresé a los pocos minutos y la vi acostada en posición fetal de espaldas a mí. Su vagina húmeda y sus labios hinchados resaltaban en su redondo trasero. No esperé más y de inmediato le saqué otra fotografía. En cuanto se dio cuenta, volteó y abrió lentamente las piernas mientras se acariciaba los senos.
Yo seguía fotografiando y de repente, Inés se detuvo.
—Espera—dijo nerviosa—¡Estás fotografiando mi rostro!
—No te preocupes mi amor—dije—Estoy usando tu celular y tú me dirás cuáles son las que puedo compartir. Además, voy a pixelear tu cara para que no sepan quién eres.
Al escucharme, Inés se tranquilizó visiblemente y continuó acariciándose mostrando su coño húmedo y depilado. Deslizaba sus manos por sus piernas, su entrepierna y sus senos. Los oprimía y mostraba a la cámara.
Se tocó el coño y deslizó un dedo en su vagina mientras me lo mostraba todo. Yo me sentía a punto de explotar. En un momento dado, Inés me hizo señas para que me acercara a la cama y yo obedecí. Lentamente gateó hasta donde estaba yo y me bajó el pantalón.
—Buenas noches. Son cuatrocientos cincuenta pesos ¿Se le ofrece algo del bar o de la cocina?—interrumpió la voz de la mucama.
Pillados por sorpresa, dimos un salto, pero me recompuse rápidamente y contesté:
—Dos cervezas oscuras por favor
Me acerqué a la ventanilla, pagué el importe y regresé a la cama pero Inés no estaba ahí. Estaba en el jacuzzi.
Se estaba masturbando.
Se introducía dos dedos en la vagina mientras con su otra mano se pellizcaba los pezones. Tenía una cara de puta impresionante y se veía disfrutando muchísimo. Me quité toda la ropa y me acerqué. No me metí al jacuzzi por temor a que se me fuera a caer el celular, pero desde el borde le hice señas para que se acercara. Inés sonrió y se puso de espaldas mostrándome su culito paradito. Se introdujo un dedo en el culo y después se abrió las nalgas invitándome. Yo coloqué el celular apoyado en el lavabo apuntando hacia nosotros y me acerqué sin meterme al jacuzzi. Froté la punta de mi pene en su vagina para lubricarlo un poco y después presioné ligeramente su ano.
—No te contengas—jadeó Inés—Estoy lista para ti.
Le di una nalgada mientras presionaba más fuerte mi verga en su culo hasta que sentí que entró la punta. Inés tomó aire y aguantó la respiración al sentir que la penetraba, yo continué metiéndole la verga lentamente sin detenerme y mi esposa comenzó a gemir mientras yo entraba más y más profundo hasta que se la enfundé toda.
Me quedé quieto permitiendo que el culo de Inés se acostumbrara a mi verga porque no la enculaba frecuentemente, pero Inés tenía otros planes.
Apretó el culo mientras movía sus caderas y se apretaba contra mí
—¡Ah! ¡Cabrón! ¡Me estás partiendo en dos! ¡Te siento completo! No te detengas…
Comencé a bombearla lentamente mientras ella no dejaba de jadear y gemir.
—¡Dame fuerte!—dijo.
Aumenté la fuerza mientras escuchaba el golpeteo de sus nalgas contra mi pelvis y sentía la verga caliente y apretada. Aceleré mis movimientos y la tomé de la cintura bombeando con más fuerza y hasta sentí un poco de dolor mientras lo hacía.
Cuando sentí que Inés estaba a punto de venirse, ralenticé mis movimientos.
En respuesta, Inés se apretó contra mí moviéndose como loca.
—¡No te detengas! ¡Nooo!
—¡Dime qué es lo que quieres puta!—exclamé.
Inés se detuvo un momento asombrada porque nunca le había dicho así. Sin embargo, su calentura era más fuerte.
—¡Tu pene!—susurró
—¡Verga!—exclamé—¡Quieres verga! ¡Dime qué quieres!
—¡Verga!—dijo en un jadeo
—¡No te escucho puta!—dije
—¡Quiero más verga! ¡QUIERO MÁS VERGA!—gritó
—¿Te gusta la verga putita?
—¡Sí! ¡Me encanta!
—¿Dónde quieres la verga puta?
—¡En mi culo! ¡En mi culo y en mi vagina!
—¡Ruega por verga puta! ¡Dime lo que quieres hacer!
—¡Quiero que me cojas, quiero que me metas esa inmensa verga tuya en el culo y vagina! ¡Hazme venir mi amor! ¡Dame verga por favor! ¡Cógeme, viólame, ábreme…!—jadeaba
—¡Así me gusta puta!—contesté con una nalgada—te voy a reventar
—¡Sí por favor!
La tomé de la cintura y la bombee con furia. Le sacaba la verga casi hasta la punta y se la dejaba ir de golpe completa. Inés dejó de hablar, gemía y jadeaba como si le faltara el aire, yo tuve que controlar mi respiración para no venirme de inmediato. La bombee sin parar durante casi 10 minutos hasta que sentí que me apretaba con el culo y me agarraba con las manos en su espalda.
—¡Me vengo mi amor! ¡Me vengooo!—dijo desgarrándose la voz.
Me detuve mientras sentía mi verga palpitar, había logrado aguantar sin venirme a pesar de lo excitado que estaba. Acaricié la espalda de Inés y la vi estremecerse. Me retiré lentamente y ella se sentó en el jacuzzi.
—Fue maravilloso mi amor—dijo—Jamás me habías llamado así y al principio me sentí ofendida, pero me acordé de lo que estábamos haciendo en el carro y pensé: “Sí soy una puta”
—Pero eres MI puta—dije sonriendo—Además no has terminado.
—¿Cómo?—volteó y vio que yo aún la tenía erecta—¡oh!
Se levantó y se acercó a mí.
—No puedo dejar a mi primer cliente insatisfecho—sonrió.
Me tomó de la verga y me jaló hacia el interior del jacuzzi. Me senté y ella me besó.
—No quiero que hagas nada mi amor. Soy tu puta y voy a hacerte venir.
Poco a poco, Inés se fue sentando en mi pene empalándose con su mirada fija en mis ojos hasta que llegó a la base, su rostro mostró un inmenso placer.
—¡Sí! ¡Ya estaba hambrienta de tu verga mi amor! Mmmmm!
Movía sus caderas mientras subía y bajaba. Apoyaba sus manos en mis hombros para hacerlo con más fuerza y disfrutaba.
—Aquí está su pedido—Se escuchó de repente en la ventanilla
—¡Déjelo ahí por favor!—dijo Inés entre jadeos—¡No puedo ir por él ahora!
No sé si fue mi imaginación, pero podría jurar que escuché una risita detrás de la puerta.
Inés me besó apasionadamente y después me llevó la cabeza hacia sus hermosos senos oprimiéndome contra ellos. Yo abrí la boca, los lamí y succioné mientras la agarraba de las nalgas para subirla y bajarla con más intensidad.
—¡Aaah! ¡Sí mi amor! ¡Empálame! ¡Dame tu leche! ¡Córrete en mí por favor! ¡Lléname de tu esperma!
—¡Hazme venir puta! ¡Esfuérzate más!—dije.
—¡Sí mi amor! ¡Quiero ser una buena puta!
Se movía con tanto ímpetu que empezó a cansarse, así que la agarré fuertemente de las nalgas y se las abrí. Después le introduje dos dedos de mi mano derecha en el culo y literalmente la jalé de su ano de arriba abajo. Su rostro mostró un placer increíble mezclado con dolor.
—¡Aay! ¡Me abres! ¡Sí! ¡Ábreme más!
De inmediato, usé mi mano izquierda, le metí mis dedos medio y anular en el ano y lo jalé suavemente hacia afuera para abrirla más.
Inés con los ojos saliéndose de sus órbitas y la boca abierta, se tensó completamente y aguantó la respiración durante unos segundos. Después dejó salir el aire mientras yo sentí que su vagina me succionaba por completo.
—¡Me vengoooo! ¡Qué ricoooo!—Susurró casi sin aire
Verla con esa cara fue más de lo que pude resistir y exploté dentro de ella.
Nos quedamos sin fuerzas apoyándonos uno en el otro durante unos minutos. Lentamente, me salí de Inés mientras la besaba suavemente.
—Eres increíble mi amor—dije
Inés seguía abrazándome con sus piernas, abrió sus ojos y me acarició la mejilla con el dorso de la mano.
—Llámame “putita”—dijo sonriendo—Desde hoy y para siempre seré tu putita. Puedes decirme así en la intimidad.
—De acuerdo—contesté—Entonces eres increíble, putita.
La sonrisa de Inés iluminó la habitación.
A regañadientes, moví a Inés a mi lado y me levanté para ir por las cervezas. Al regresar, tomé el celular que había dejado grabando video y vi que había enfocado perfectamente el techo.
—¿Se ve bien mi vida?—preguntó Inés
—No corazón—contesté—se deslizó y grabó el techo, aunque me imagino que el audio si debe estar grabado.
Regresé al jacuzzi y le entregué el celular y la cerveza a Inés.
—Ten cuidado hermosa
—Ya lo sé—contestó con una mueca.
Revisó las fotos mientras iba borrando las que no le gustaban. Al final se quedó con 8 fotografías incluyendo las de la entrada.
—En estas se me ve la cara—dijo—¿Las vas a editar?
—Tu celular tiene una aplicación para edición de fotos y aplicación de filtros—contesté—no es Photoshop, pero es bueno. ¿Quieres verla?
—Sí por favor mi amor.
Para no alargar demasiado este relato, continuaré en otra ocasión par explicar cómo comenzamos a exhibirnos cada vez más.