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De como realizo Fernando su fantasia con su novia, y con el conserje de un hotel.

Fernando y Gloria, de 25 los dos, llevaban ya dos años de relación cuando decidieron pasar sus vacaciones en Acapulco. En estos dos años habían sido el uno para el otro. Al registrarse en el hotel, el conserje les explicó cómo funcionaban las cosas allí, y que él se encargaría de los turnos nocturnos, ya que de día su puesto lo ocupaba la dueña del lugar.

Era una pequeña hostería familiar, con no más de diez habitaciones. El conserje era un hombre bajo, delgado, con una barba que le daba una apariencia muy tímida, como si su vida social no fuese muy activa, lo que posteriormente confirmarían, tenia no mas de 35 años.

Al llegar a la habitación, Fernando y Gloria se miraron tiernamente, mientras reían por la equivocación al hacer las reservas telefónicas que los hacía aparecer en el registro como matrimonio. Era de noche, y decidieron ir a conocer la ciudad. Gloria se puso una falda beige y una camisa blanca, transparente, que dejaba apreciar su precioso sostén blanco de encaje.

Al bajar a la recepción, decidieron preguntarle al conserje por un sitio para comer. Gloria era una mujer impactante, de 1,70m aproximadamente de estatura, morena, y con un físico que hacía voltear a cuanto hombre se le cruzara en el camino.

Cuando llegaron al restaurante recomendado por el conserje, no pararon de hacerse caricias a escondidas, haciendo el precalentamiento para lo que vendría después en el hotel. Más tarde, ya en el cuarto de hotel, y después de una maratónica sesión de sexo, se pusieron a hablar de las cosas que los excitaban. Fernando le confesó, por primera vez, que lo volvería loco ver a su mujer seduciendo a otro hombre, al punto de llegar a acostarse con él, siempre y cuando él pudiera estar viendo todo. Gloria, sorprendida, se sonrojó, pensó que eran sólo palabras sin la más mínima intención de hacerse realidad.

Rato después, mientras miraban la televisión, Fernando le preguntó a su novia si se había dado cuenta de la forma en que la miraba el conserje, ya que cada vez que la veía parecía quedarse mudo. Ella se rió, porque le parecía un tipo poco atractivo, de esos que sólo viven para su trabajo, y muy ingenuo e inexperto en general, pero aseguró no haber notado nada extraño en su mirada. "Perfecto", pensó Fernando, "justo lo que me pondría loco".

Al otro día estuvieron en la playa. Regresando al hotel, se bañaron y se cambiaron para salir a bailar. Gloria llevaba un vestidito negro de algodón muy corto, con medias del mismo color, altas hasta el muslo, que era el preferido de Fernando. La disco estaba a reventar, apenas si había lugar para moverse en la pista de baile, por lo que decidieron ir a las mesas para conversar y beber algún trago, Gloria no toleraba el alcohol, pero ese día su novio pidió unos tequilas, diciéndole que por una vez quería verla un poco alegre.

Enseguida empezaron con besos y caricias, amparándose en la poca iluminación del lugar, Fernando le subió la falda hasta dejar al descubierto las braguitas blancas de encaje, casi transparentes, que eran sus favoritas, para observarlas detenidamente, sin preocuparse porque pudieran verlo, Gloria, por su parte, ya empezaba a notar los efectos del alcohol, lo cual no le impedía excitarse al máximo.

Tomaron un taxi de regreso, desde donde continuaron con su pasión en llamas, una pasión que los consumía, Gloria no veía la hora de llegar a la cama para clamar su excitación, por lo que se extraño cuando al llegar a la recepción, Fernando saludó muy efusivamente al conserje y se puso a charlar con él. Tomó a Gloria de la mano y se sentaron en unos sillones. El conserje, por lo tarde del horario, no tenía mucho que hacer, por lo que se quedó con ellos.

El sillón estaba ubicado en forma de "U", quedando enfrentados Gloria y el conserje. Ella, cansada y con la resaca de la excitación sumada al alcohol, estaba en un estado muy vulnerable, Fernando continuaba acariciándola, asegurándose de tocarla de forma tal que se moviera constantemente, dejando ver en numerosas oportunidades sus bragas, mientras el conserje temblaba de nervios, a la vez que iba acelerándose más y más al poder ver de distintas formas esas braguitas blancas que parecían invitarlo.

Fernando también estaba disfrutándolo todo, en cierto momento, sacó su cámara fotográfica con la excusa de que el conserje les tomara una foto, sentó a Gloria sobre sus piernas, levantando disimuladamente su vestido, para que las bragas volviesen a quedar a la vista, tiempo después se excitaría al ver qué era lo que veía el conserje en ese momento al revelar el rollo.

Para hacer entrar en confianza a este, Fernando le dijo a Gloria que le sacaría una foto con el conserje como recuerdo de lo bien que los había atendido, y que al regresar le enviarían una copia por correo. Se sentaron una junto al otro, tímidamente, pero Fernando les pidió que se juntaran más. Sacó la foto, pero no conforme con esta, hizo que se abrazaran primero, para luego hacer sentar a Gloria sobre las piernas del conserje, que parecía estar soñando de placer.

Gloria no estaba en condiciones de distinguir qué hacía, ya que aquel tequila parecía haberla puesto en las nubes, la había inhibido totalmente, en ese momento, cuando el conserje no podía controlar su erección, Fernando dijo que era tarde, y que irían a descansar, se despidió del conserje y cargó a su novia en brazos para subir los dos pisos hasta la habitación.

El conserje estaba a punto de masturbarse por es estado en que se quedo, cuando sonó el teléfono del servicio de habitaciones, era Fernando, que le preguntaba si podía subirles una botella de champagne. Cuando el conserje golpeó la puerta, Fernando le dijo que pasara, que la puerta estaba abierta. Fernando estaba sentado en la cama, y Gloria parecía estar en el baño, Fernando abrió la botella y sirvió tres vasos, al tiempo que ella salía del baño.

-"Ven"- le dijo Fernando a su novia –"Siéntate a mi lado"-, mientras el conserje estaba sentado en una silla mirándolo todo.

-"Está muy cansada, ¿por qué no me das una mano con esto?"- le dijo al conserje, al tiempo que comenzaba a desprenderle el vestido.

El conserje se acercó de inmediato, Gloria quedó tendida en la cama, casi dormida y vestida sólo con ropa interior.

-"¿Es bonita, no te parece?"- le dijo Fernando, a lo que el conserje solo atino a sonreír tímidamente.

Fernando se sentó en el sillón y le dijo: -"Acaríciela, que eso la pone loca."

El conserje se subió a la cama, mientras Gloria bebía el champagne, comenzó a tocarla por encima de las bragas, sintiendo la humedad de su sexo, y luego procedió a quitárselas, pudiendo admirar su hermosa vagina depilada que le daba una apariencia mas excitante, olió las bragas y, al ver tal interés, Fernando le dijo que esa prenda sería el regalo suyo y de Gloria por su hospitalidad, el conserje las guardó en su pantalón, desabrochó su sostén y comenzó a chuparle los senos y a masajearle los labios vaginales, mientras Gloria no paraba de gemir, mientras comenzó a bajar el cierre del pantalón del conserje y saco su pene, que sorprendió incluso a Fernando por su tamaño.

Ella comenzó a mamársela con tal maestría que Fernando seguía toda la escena tocándose por arriba del pantalón.

-"Vas a terminar sin hacérsela conocer"- desafió Fernando al conserje que, en el clímax, recostó a Gloria en la cama, la penetró violentamente, moviéndose, besándola toda, tocando todo su cuerpo desde los senos, hasta las nalgas para sujetarla y llevar su ritmo, después de un rato terminó por alcanzar el placer total dentro de Gloria, quien para ese entonces había gozado de tres orgasmos sin dejar de repetirle a Fernando que lo amaba más que a nada en el mundo y que le agradecía haberle hecho conocer estas nuevas experiencias.

A la mañana siguiente, al despertarse, decidieron quedarse el día entero en la habitación, tuvieron el mejor sexo que jamás hayan tenido, de regreso a la ciudad, la excitación que sintió Fernando al revelar el rollo fue tremenda, era increíble ver a su mujer a su lado, con sus bragas expuestas a un desconocido, y luego sentada en el regazo de éste, que para este tiempo estaría jugando con esas bragas cada noche, oliendo el aroma de su mujer y masturbándose con ellas. Poco tiempo después se casaron, nunca más tuvieron noticias del conserje, desde que le enviaron un sobre sin remitente con copias de todas las fotos, incluidas las que le quitaban el sueño a Fernando.


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