Fotonovela light and hard
Encuentro entre un alumno y su profesora. Quizá lo más interesante sean las ilustraciones.
El curso del instituto acabó. Hans Müller, un incontrolable joven perteneciente a un temible grupo de skinheads, ni siquiera se acercó al despacho de la Sra. Numberg, su tutora, a recoger sus calificaciones. Sin embargo, unos días después, ésta lo telefoneó:
¿Si? respondió Hans.
Buenos días Müller, soy la profesora Numberg. ¿Qué tal estás?
Bien, ¿cómo quiere que esté? soltó el chico en su habitual tono ácido y malhumorado.
Es que simplemente querría hablar contigo de tus notas y tus resultados. ¿Podríamos vernos para hablar?
Sé de sobra que he acabado muy mal. El instituto es una mierda, yo no necesito aprender lo que allí se enseña.
Eso es lo que creéis todos, pero yo opino que tú eres diferente y tienes mucho talento. No te haré perder el tiempo te lo prometo, sólo te indicaré como puedes aprobar a tu regreso de las vacaciones.
No sé - dijo dubitativo Hans.
Venga, ven a mi casa esta tarde aquí hablaremos, los despachos del instituto están cerrados hasta septiembre.
La profesora dio al alumno su dirección y este se plantó allí a las cinco de la tarde de un caluroso día de julio. El chico, tosco y malhablado, rechazó cualquier ofrecimiento de su eventual anfitriona. Ni café, ni un refresco, ni nada. Tan solo le pidió a su tutora que le explicase lo que tuviese pensado decirle y que acabase cuanto antes para él poderse marchar con sus amigos, con su "hermandad" tal y como él los llamaba. Aunque extraño le pareció a Hans el modo de vestir de la maestra; con minifalda y camiseta de tirantes. Nunca la había visto así y lo atribuyó al calor.
La sra. Numberg deseaba al chico al chico desde hacía meses. Era soltera, aunque había tenido decenas de hombres interesados en ella; sin embargo siempre los rechazó, porque creía que podía prescindir del amor y el sexo. Ahora en su vida había aparecido el alumno Müller: cabecilla de una banda, valiente, desafiante, inteligente en el fondo. Todo eso la excitaba. Pero ¿qué sentiría él por una mujer casi treinta años mayor?
Si Müller acudió a la cita fue porque en el fondo la profesora Numberg le caía bien. Era su tutora y profesora de historia. Ella ensalzaba la patria alemana, enorgullecía el pasado germano eso a él le encantaba.
No era un estúpido. Pudo entender inmediatamente que no estaba allí para hablar de estudios, pero también entendió que dependiendo de cómo se portase podría aprobar tras las vacaciones. La actitud de la profesora así lo indicaba, a pesar de que ella dedicó unos minutos a hablar de las materias escolares. Era una especie de trato. Pero él estaba atormentado por una idea: nunca había estado con una mujer, era un chico virgen y además tímido en el abordaje sexual.
La profesora captó estas carencias del chico con tan solo verle la expresión del rostro, pero intentó tranquilizarle, haciéndole ver que él era el jefe de una banda; que cualquiera de sus amigos esperarían de él que en una situación como esta actuase como un hombre. Además ni tan siquiera ella misma había estado antes con un hombre. Le convenció de que ambos tendrían que descubrir juntos el modo de hallar el placer, aunque la Numberg era la que estaba verdaderamente excitada y llevaba la iniciativa. Quizá porque "jugaba en casa".
A Hans, valiente y audaz para meterse en líos callejeros, aquello del sexo fuerte le cogía de sorpresa y quería ir con cautela. Por primera vez en su vida sintió miedo y vértigo, pero por nada del mundo abandonaría. Le pidió calma a la mujer pero ella era un volcán. Ella lo acariciaba, lo conminaba a desprenderse de la ropa, retozaba su cuerpo contra el de él.
- ¡Pórtate como un hombre, fóllate a una hembra alemana! rugió ella.
Pero ni siquiera esas palabras, excitantes en el fondo, lo sacaban a él de ese estado de aletargamiento asustadizo en el que se hallaba. Por eso ella decidió hacer algo que a ningún tío podía dejar impasible o indiferente: comerle la polla.
A pesar de que ella jamás había practicado una felación, se dijo a sí misma que no había de ser algo muy difícil si ponía empeño en manejar sensualmente los labios y la lengua. Y lo logró, el joven empezó gemir nada más sentir los labios de la madura besándole el glande.
Ella también halló goce en esta práctica y definitivamente encendió la mecha de la pasión en Hans, que a partir de ese momento tomó personalmente la iniciativa en la relación y se decidió a tratar a la zorra de la profesora como realmente se merecía. El espíritu violento skin brotó en su sexualidad e iba a reflejarse en el encuentro que ambos iban a mantener ambos esa tarde. Incurrieron en todas las depravaciones sexuales que les fue dado en imaginar, haciendo especial hincapié en aquellas que traspasan los límites del sado y la humillación. Ni que decir tiene que tras un verano repleto de vicios y perversiones en compañía siempre el uno del otro, el alumno aprobó.