Fotografiando a una preciosidad

Consigo fotografiar a una muchacha muy sexy que me permite conocerla más a fondo.

Desde hace años tengo una papelería-librería cerca de un instituto que siempre está llena de alumnos, padres o profesores en busca de material de todo tipo. Me va bastante bien, no me puedo quejar. Y además me permite estar cerca de jóvenes y simpáticas que me avivan mis fantasías más íntimas. Cada día veo a criaturas muy sensuales. Las veo como fruta del árbol prohibido, pero esto no evita que en mi mente tenga todo tipo de aventuras con ellas. Cada año hay alguna chica nueva que hace mella en mí y en este curso he descubierto a una chica que está a punto de cumplir los 18 que casi cada día viene a verme. Si no es una cartulina es un libro y si no un estuche o unos lapiceros. Cuando empecé con el negocio se me ocurrió la feliz idea de hacer un carnet de cliente “VIP” que me permitió pedir los datos y fotografiar a mis jóvenes clientas. Por eso sé que esta preciosidad se llama Carla y vive a dos manzanas de mi tienda.

Es muy blanquita de piel con unos preciosos ojos azules y una melena rubia que siempre lleva recogida en una coleta. Los alumnos del centro llevan uniforme y el de las chicas está formado con por vestidito blanco en la parte superior con faldita a cuadros azules de diferentes tonos y unos calcetines blancos hasta las rodillas. Me he fijado muy bien en la chica, el uniforme le marca sus formas, sus tetitas, sus caderas que caen en unos glúteos prietos y sus largos muslos que apenas cubre la largada del vestido. Al principio se comportaba de manera muy tímida, pero conforme avanzaba el curso pude sacarle algunas palabras y risas. Poco a poco confiaba más en mí y con el tiempo se convirtió en amistad y cierta intimidad. He logrado que se abriera a mí y me contara lo que la preocupaba, hacía feliz y gustaba. He descubierto muchas cosas de ella, las películas que veía con sus padres o compañeras de clase, que había un chico de clase que le gustaba y lo nerviosa que se ponía cada vez que lo veía… No había estado con ningún chico y eso la ponía nerviosa. Tenía miedo que se rieran de ella por su falta de experiencia.

Se me ocurrió la manera de fotografiarla diciéndole que tenía un amigo que trabajaba en una agencia de publicidad que estaba buscando chicas como ella para una campaña por la que podía ganar algo de dinero y que no les dijera nadie a sus padres por si la cosa no iba bien y no la escogían. Ella aceptó y le dije que al día siguiente, cuando cerrara la tienda, se pasara con el uniforme del centro, otro tipo de ropa que le gustara mucho y un bañador o bikini. Haría varias fotografías para que mi amigo las viera y opinara. Y por la sesión le pagaría 125 euros. A Carla se le iluminó la cara cuando oyó lo que le pensaba pagar por unas fotos.

Esa noche no pude dormir de lo nervioso que me puse al pensar que al día siguiente la tendría “solo” para mí. Soñé que estábamos en la tienda y tras varias fotos conseguía que la chiquilla posara en ropa interior y poco a poco se fuera abriendo ante mis deseos y acabáramos besándonos y ya desnudos explorando su precioso cuerpo. Descubría la dulzura de sus tetitas y lo rápidamente que sus pezones se endurecían ante mis caricias y lametones. Se los chupaba como si fuera un bebé hambriento y sacaba de sus labios profundos suspiros. Después lamía su coñito y saboreaba sus flujos vaginales. Mis dedos recorrían la profundidad de su caverna más íntima, primero uno iba en busca de su clítoris y cuando lo encontraba sacaba a la fiera que había dentro de la chica. No quería que parara y al fin consiguió un orgasmo gracias a la habilidad de mis dedos y después de mi lengua. Después de un rato de reposo le enseñé la forma de hacerme feliz. Le mostré mi polla que estaba en todo su esplendor. Puse una de sus manos en mis huevos y la otra en el tronco y le expliqué como tenía que hacerlo. Después de unos minutos masajeándome la polla le pedí que me la besara, lamiera y se la metiera, poco a poco, en la boca. Después de algo de incertidumbre la muchacha aprendió la forma de hacerlo y me regaló una mamada muy placentera. Cuando ya estaba a punto de correrme puse mis manos en su nuca y avivé sus movimientos hasta que descargué toda mi leche en su garganta… Me desperté con las sábanas llenas de semen y una erección todavía palpable.

Cuando llegué a la tienda en mi mente solo estaba la imagen de Carla posando para mí y deseando que el sueño se hiciera realidad. Ese día se me pasó muy lentamente. Afortunadamente iban entrando chiquillas muy guapas que me alegraban la vista y me hacía olvidar, momentáneamente, mis fantasías. No vi a Carla en todo el día y por mi mente pasaban malas sensaciones. Se habría retractado y esa noche no vendría, bueno tendría otras oportunidades. Intentaba ser positivo y pensar que todo acabaría bien aunque ni en los sueños más húmedos creía que acabaría como en el sueño de esa noche. Por fin llegó la hora de cerrar y Carla no aparecía.

Cuando ya estaba por olvidar todo y marcharme para casa ella apareció radiante, con su uniforme de la escuela y una bolsa de deporte. Me pidió disculpas por llegar tan tarde y me preguntó dónde iríamos a hacer las fotos. Yo le sonreí nerviosamente y le dije que la trastienda tenía varias habitaciones en donde habían vivido los antiguos propietarios del negocio. Apagué las luces de la tienda y cerré la puerta y nos dirigimos al interior. Efectivamente había una gran sala con varias puertas que daban a dos habitaciones, un lavabo y una cocina. Carla dejó la bolsa sobre la mesa y me preguntó que tenía que hacer. Primero le hice varias fotos con su uniforme y sin que se diera cuenta las poses eran cada vez más eróticas. De pie, sentada en una silla, en el sofá. Cada vez conseguía que me mostrara más de su anatomía. Le pedí que se desabrochara varios botones de la camisa y en la última fotografía parecía como si se la fuera a quitar. Después le dije que se fuera al lavabo y se cambiara el uniforme por un conjunto más informal. Cuando salió casi se desmayo. Se había puesto un top rojo muy cortito, que dejaba a la vista su ombligo y marcaba tremendamente sus tetitas y unos pantaloncitos cortos blancos que dejaban muy poco a la imaginación. Sus glúteos se vislumbraban firmes y marcaba la raja de su coñito que pedía a gritos ser saboreada. Esa noche ya tenía la polla morcillona, pero esa visión había hecho que mi polla cobrara vida y quisiera salir de su prisión. En vista que la chica quería mostrarse sin remilgos le hice muchas fotos a cual más explícita. Sin problemas pude fotografiar su anatomía con primeras planos muy sugerentes. Jugando con la ropa logré que se arremangara el top como si fuera a quitárselo mostrando el bajo de sus tetas que estaban libres de sujetador y que se desabrochara el botón del pantalón enseñando el inicio de sus braguitas blancas y virginales. Después se dio la vuelta e hizo ademán de bajarse el pantalón y las braguitas hasta mostrarme la comisura de su culo. Cada vez estaba más convencido de que Carla disfrutaba con lo que hacía. Mi pantalón estaba a punto de explotar por la presión que hacía mi polla. Hice un par de fotos más de su rostro y le pedí que se sentara en el suelo y mirara a la cámara abriendo la boca, enseñando la punta de la lengua, poniéndose un dedo entre los labios y bajándose un poco el top para mostrar el escote. La chica lo hizo como una profesional quedándose a un milímetro de enseñarme los pezones. Después le pedí que se pusiera el bañador para finalizar la sesión fotográfica y salió en sujetador y braguitas, un conjunto blanco y bastante transparente que dejaba al descubierto todos sus encantos. Me dijo que no tenía ningún bañador bonito y que había pensado que ese conjunto la favorecía. Yo no pude hacer otra cosa que decir que tenía toda la razón, que estaba preciosa y que realzaba todos sus encantos, que tenía muchos. Fue la primera vez en toda la noche que la vi ruborizarse. Realmente estaba preciosa. Se veían a la perfección sus sonrosados pezones y sus discretas areolas y la pequeña mata de pelo rubio  que bordeaba su rajita. Le pedí que se quitara la goma del pelo y me mostrara su rubia melena. Era un ángel bajado a la tierra y la tenía solo para mí.

Le pedí que posara de mil y una maneras resaltando sus encantos y consiguiendo que sus braguitas mostraran más de la cuenta. Comprobé que las tenía húmedas y no era precisamente por el calor que hacía en la sala, más bien salía de su interior. Ante las expectativas moví ficha. Deje de hacer fotos y le dije que haríamos una pausa para tomar algo. Le ofrecí un refresco y yo me serví un whiskey. Me senté a su lado en el sofá y le pregunté como estaba. Me dijo que muy bien, que salía todo muy natural y que si quería algo más no tenía nada más que pedírselo. Y me pidió si podía beber un poco de lo que yo estaba tomando. Le dije que no, que era todavía muy joven a lo que me contestó que podía ser a  través de mis labios, que le diera un sorbo al licor y que la besara. No me lo podía creer. Estaba dispuesta a lo que fuera para beber un poco de whiskey o es que quería algo más. Cogí el vaso, le dí un sorbo y me acerqué a sus labios. Ella me besó, introduje mi lengua en su boca y traspasé un poco de licor. Estuvo un buen rato metiendo la lengua en mi boca para coger hasta la última gota de whiskey. Mientras ella “bebía” yo aprovechaba para palpar su cuerpo sin encontrar resistencia. La espalda, las tetas, el vientre, el coñito, los muslos, no dejé nada sin explorar. Le di otro sorbo al vaso y ella literalmente me estrujó la boca. Yo aproveché para quitarle las últimas prendas que entorpecían mi labor. Amasé sus tetitas y cuando pude librarme de sus labios le lamí los pezones que estaban duros y sabrosos. Después tomé posesión de su coño y mis dedos se adentraron en territorio vírgen. Estaba húmeda, chorreaba…

Me quité el pantalón y el calzoncillo y por fin liberé mi dolorida polla. Se la enseñé a Carla que estaba algo espantada. Nunca había visto una polla erecta, como mucho la de su hermano dos años mayor que ella, pero cuando este tenía diez años. Le cogí la mano y se la acerqué para que me la tocara. Primero los huevos, los sopesó y me los estrujó. Yo le pedí suavidad. Después fue subiendo por el tronco palpándola hasta que llegó a la puntita que sacaba babitas. Le pedí que las sorbiera. Me miró con cara de asco, pero le dije que era rico. Puso sus labios en el glande y sorbió como si fuera un refresco con una cañita. Antes que me la dejara reluciente le puse la mano en la nuca y se la metí varios centímetros en la boca. Hizo ademán de retirarse pero con mi mano en su nuca no pudo hacerlo y siguió chupando. Estaba tan cachondo de ver a Carla en todas las posturas que me corrí sin previo aviso y llené su boca con mi cálida leche. Ella no supo como reaccionar y entre estertores esparció mi semen por todas partes. Se recuperó del ahogamiento y me pidió explicaciones. Le dije que había sido tremendo y que no podía parar, que estaba muy caliente y que deseaba follármela. La besé en los labios, en los pezones y bajando por su vientre acabé en su húmedo conejito. Cuando notó mi lengua en su raja no pudo hacer nada más que gemir. Ahora era ella que me cogía de la nuca y no me dejaba respirar, pero mis años de experiencia me permitieron lamer y respirar por la nariz. Su orgasmo no tardó en llegar llenándome la boca con sus fluidos y destozándome el cuello con la presión de sus piernas.

Nos quedamos un rato en el sofá abrazándonos y cuando me di cuenta descubrí que era muy tarde. Le dije que se vistiera y que se fuera a su casa. Ella me dijo que quería más y yo le dije que otro día, en unas semanas cumpliría los 18 y entonces sería libre de hacer lo que quisiera. Se vistió y se fue a regañadientes. Yo también estaba deseando estrenar su coñito, pero eso sería otro día.