Foto de Leticia Castá
¡Ay que ver lo que da de sí una simple foto de desnudo erótico!.
FOTO DE LETICIA CASTÁ
Ooooh dios mío, ¿puede haber una mujer que supere a esta preciosidad, a este ángel del cielo?, ¿es posible que alguien pueda superar esas generosas formas, sus labios carnosos y jugosos, su mirada felina, su sonrisa de diamantes y su cuerpo de infarto?. Ante semejante pregunta, solo cabe una respuesta: imposible.
Veo la foto y la devoro con mis ojos, me embeleso con cada rasgo, con cada curva, con cada gesto. No hay pose mejor para ella, no hay imagen donde se vea como lo que realmente es: una verdadera diosa de nuestro tiempo, un objeto de deseo para aquellos que la miran, un mito erótico para medio mundo, y parte del otro medio.
Es mi musa, mi sueño, mi devoción, mi obsesión y mi perdición, lo es todo para mí. ¿Quién quiere una Angelina Jolie teniéndola a ella?, ¿para que perder el tiempo con Halle Berry o Denise Richards?. Ella es el sumun de toda fantasía, la perfección hecha mujer, el cenit del placer, la bendición de la carne en su máxima expresión.
Cada curva es un desafío, cada rincón un misterio, cada giro de su cuerpo es una sorpresa constante. Aunque no veo su culo, sé que es el mejor habido y por haber: respingón, ni grande ni pequeño, perfecto, sinuoso, seductor, capaz de desatar los peores instintos de violador y los mejores deseos de un amante, tan arrebatador como supremo.
Su vientre es un valle lleno de simpleza y a la vez de belleza. Su ombligo es gracioso, bonito y delicado, y el conjunto no puede ser mejor: una maravilla plana, sedosa, suave y tersa como terciopelo que centra todas las miradas y donde las manos desean quedarse a vivir para tocarlo y explorarlo a lo largo de toda una noche.
Sus tetas. ¡POR DIOS!. Que par de increíbles y seductores presas de lujuria, de arrebatadoras fantasías, de apremiantes deseos de poseerlas: tocarlas, chuparlas, mamarlas, acariciarlas, jugar con ellas, retorcerlas un poco sentirlas hasta que los sentidos se emboten, disfrutarlas sin límite hasta descubrir toda su inmensidad.
El regalo de su cuerpo es un misterio que nunca termina, un enigma insondable y profundo: desde la divertida y delicada línea que dibuja su espalda hasta donde ésta pierde su nombre, pasando por esos labios seductores que cautivan y matan a los hombres hasta sus ojos azules, únicos como el mar y preciosos como el cielo.
Reina de mis fantasías, ¿porqué eres tan perfecta?, ¿porqué eres así?, ¿¡PORQUÉ!?: En mi despacho es mi secretaría dispuesta a ayudar a su jefe, tumbada sobre mi mesa, con su ropa volando fuera de su cuerpo junto con la mía, y nuestros cuerpos rozándose y amándose mientras la habitación es un auténtico torbellino.
En clase ella es mi alumna aplicada ansiosa por sacar al aprobado, y sentada sobre mis rodillas, se deja hacer por su amante tutor, con su carita de ángel y su cuerpo retorciéndose de placer, haciendo sudar al mío, agotándolo y poniéndolo al extremo más salvaje de la lujuria, llevándolo al mundo del sexo más increíble que se pueda hacer.
Cambiando los roles, ella también podría ser mi profesora dura pero a veces amable, deseosa de ayudar a su alumno y de enseñarle lo que no viene en los libros de texto, haciéndome suyo fuera del horario de clases, adueñándose de mi alma y mi cuerpo para su uso personal hasta acabar siendo su perrito faldero.
En el ascensor sería mi vecina de al lado por la que tanto suspiraría y que conseguiría cuando éste se parase, tomándola por la fuerza hasta que ella misma cediese y quien en verdad devorase cada rincón de mí hasta decirme que la posea en las cuatro paredes del ascensor hasta que todo el edificio nos oyese a costa de nuestros gemidos.
Si fuera millonario ella sería mi criada favorita, a la que acosaría todos los días hasta seducirla, convencerla, y tras disfrutar de su cuerpo embutido en el clásico uniforme de doncella, ponerla sobre la mesa del gran comedor y gozar del mejor manjar que un hombre pueda degustar, pudiendo hacerlo una y otra vez.
De estar en la discoteca, sería la gogó con la que todos los chicos babearían y se la pelarían en los baños, con la que yo gozaría de verla bailar y contonearse y a la que perseguiría cuando acabase su número para, tomándola por sorpresa, enseñarle los bailes que no se enseñan en ninguna academia ni ninguna escuela de baile.
Ella sería la perfecta abogada que se metería a fondo en mis asuntos, encerrándonos en su despacho hasta altas horas de la noche, estudiando todas las posturas posibles, todas las variedades de la defensa y el ataque, apuntando las importantes y haciendo saltar las llamas más potentes de la lujuria.
Su cuerpo despierta cada uno de mis deseos carnales, de mis más bajas pasiones. La anhelo más que el comer y el beber incluso respirar es costoso si pienso en ella. Dormir es una tortura y un placer, pues sueños dulces me llevan a poseerla cada noche, solo para torturarme con el amargo despertar de ver que solo ha sido una fantasía.
Mi boca y lengua se posan sobre sus grandes y apetitosas cerezas, las saborean, prueban y degustan hasta saciarse; mis manos, complementa frenéticas, la recorren y acarician por cada rincón; mi cuerpo desesperado se abraza a ella para estrecharse contra el suyo mientras nuestros corazones se desbocan al amarnos.
Nuestras bocas se funden, nuestras manos se cogen, nuestros cuerpos se rozan como imanes atrayéndose poderosamente, incapaces de despegarse ni un solo segundo; nos acariciamos, nos arrullamos, nos entregamos sin límites ni control, nos despellejamos a lo bestia mientras nos devoramos como auténticas pirañas.
El orgasmo con el que estallamos es tan fuerte que me siento romper en millones de pedazos, me parece como si ardiera en unas llamas más grandes y terribles que las del mismísimo infierno, pero más deseadas que la mejor de todas las bendiciones celestiales, y cuando la miro, sonriendo y sudando, solo puedo sentirme feliz.
Follarla, penetrarla, endiñársela, metérsela, fornicarla, embarrarla, gozarla, hacerle el amor de mil formas podría decirlo, y todas son insuficientes para expresar lo mucho que me excita, lo terriblemente azorado que me deja, y de las ganas que me invaden por conocerla y enamorarla hasta que ambos fuéramos el uno para el otro.
Dando rienda suelta a mis instintos más sádicos, la imagino probando las delicias del lesbianismo, el dolor del sadomasoquismo, la pasión de un interracial, el frenesí de una sodomía, el impacto de la dominación, la sorpresa del fetichismo, el misterio de la zoofilia y la salvajada de una orgía interminable.
Y a pesar de todo lo que he contado aquí, solo de ver su foto se me ocurren nuevas fantasías, nuevas formas de hacerla mía, de amarla con cada fibra de mi ser. Y viendo todo lo que he escrito y sentido, estallo en carcajadas de sorpresa mientras me digo "¡Ay que ver lo que da de sí una simple foto de desnudo erótico!".