Forzado pero deseado (Capitulo 5 de 7)

Les aviso que no es relato mío, tan solo deseo compartirlo con ustedes...

No sé si de manera intencional o no, pero advertí que por varios días mi padre se hizo ojo de hormiga, pues no daba visos de aparecer por ningún lado, y no me refiero precisamente al hecho de poder hablar con él, lo cual no sucedía desde hacía semanas, hecho casi coincidente por cierto con la partida de mi madre; sino a las prácticas tan calientes y ocultas que ambos habíamos venido teniendo "a valor entendido" en los últimos días, supuestamente cada cual por su propia cuenta. Pero si hay algo bueno qué decir de esos días, es que realmente me sirvieron para descansar del tremendo tren de vida que había venido llevando, pues me estaba masturbando con tanta frecuencia que estuve sintiéndome algo desgastada por tanta manipulación y desenfreno, aunque a decir verdad todo eso era algo que me encantaba. Así que al no ver acción por parte de él aproveché ese breve período de silencio, que era como una especie de tregua entre mi padre y yo para recuperarme del todo. Pero habiendo recuperado mi vigor y ahora que me sentía nuevamente en forma, anhelaba que papá retomara sus juegos secretos con el fin de que yo me encargara de hacerlo participativo por mi propia cuenta.

Al recordar todas las escenas vividas con anterioridad, inevitablemente me encendía de pasión y de brama deseando ardientemente que papá volviera a aparecer en el escenario, continuando con su estupendo y excitante juego secreto conmigo. Y así sucedió, en efecto.

Pero antes debo decir que aún en ese período de tregua yo no había dejado de estar atenta a mi ropa, aunque sinceramente durante ese lapso y aunque parezca extraño, no noté nada irregular en mis prendas interiores. Yo me preguntaba intrigada: ¿Era acaso otra estrategia de papá que tal vez formaba parte de sus planes? ¿O era simplemente que él se había sentido igual que yo, desgastado por tanta leche que había derramado a raudales durante las últimas semanas? Simplemente no tenía una respuesta, al menos por el momento. Sin embargo, cierto día en que retorné de la escuela, me dirigí como siempre lo hacía hasta el cuarto de servicio para revisar de nuevo el depósito que contenía mi ropa sucia. Y esta vez, al estar de nuevo observando las prendas que se hallaban dentro, noté que aparecían las típicas manchas de leche en mis bragas, mis sostenes y mis blusas y corpiños, de manera tan abundante que algunas de ellas se encontraban todavía pegajosos. Al parecer mi papá acababa de tener contacto con mi ropa interior, disfrutando seguramente y como era ya su costumbre con las preciosas telas que albergaban mis intimidades. Al darme cuenta de ello mi corazón dio un vuelco, pues yo sabía que sin duda aquello era un mensaje de papá dirigido a mi persona y que desde luego tenía un significado: Mi padre quería reanudar el juego, aquel glorioso juego que tanto anhelaba yo, así que deseando tanto retomarlo y repetir los sucesos que me calentaban hasta el delirio, me puse jubilosa y contenta por eso. Pero claro que yo tenía que mantener las formas y prestarme al delicioso juego de papito de la manera en que él lo deseaba, cooperando en silencio y con inteligencia para que las cosas no se echaran a perder por mi causa. Así que pensé que lo mejor era hacer algo de ruido dentro de la casa a fin de que mi padre, estuviera donde estuviese, se diera cuenta de mi presencia y dispusiera del tiempo necesario para actuar como él quería.

Con pasos rápidos subí las escaleras y al entrar en mi habitación empujé con fuerza la puerta, como mandándole también un mensaje de que allí me encontraba, dispuesta a continuar con aquel excitante y morboso jueguito. Puse música lo más alto que pude y comencé a desvestirme con el objetivo de ducharme, pues me sentía bastante sudada. Al estar bajo el rocío del agua fría me di cuenta que yo estaba tarareando de manera inconsciente las canciones que escuchaba, concluyendo que todo lo que estaba a punto a suceder con papá me cambiaba totalmente el ánimo causándome una alegría tan intensa y deliciosa que me encantaba. Salí del cuarto de baño y me apresuré a ponerme una falda corta y una blusita sport, sin nada debajo para facilitar cualquier contingencia que se presentara. En seguida me bajé y fui a meterme en el desván del service room, cerrando la puerta por dentro. Me acomodé lo mejor que pude tras la rejilla de la ventanita y me dispuse a contemplar el panorama en espera de mi papi. No cabía duda que mi padre era un hombre muy inteligente, pues no habían pasado ni veinte minutos cuando escuché pasos dentro del cuarto de servicio, viendo después cómo se perfilaba la figura de papá dentro de la estancia, dirigiéndose directamente hasta el cesto de mi ropa sucia. Allí comenzó a realizar aquel acto que tanto me encendía por dentro, sacando con parsimonia una a una mis prendas interiores y clasificándolas por tipo. En ese ritual de selección mi padre se esmeraba en la observación de cada una de ellas, mirando atentamente las partes que más le agradaban. Si eran pantaletas, se centraba en la búsqueda de olores y manchas sobre la parte baja de la telita que tenía contacto con mi rajita. Si se trataba de sostenes ubicaba su mirada y la punta de su nariz en el centro interno de las copas que albergaban mis senos. Si eran mis corpiños o blusitas y vestidos sin mangas, procuraba oler primero la parte baja de los brazos donde quedaban mis axilas, esa región olorosa a sudor mío que tanto le encantaba.

Mi padre tardó en esa suerte de revisión aduanal por lo menos media hora, mientras yo estaba ya desesperada por admirarlo desnudo, pues ansiaba volver a disfrutar, aunque fuese de reojo, su enorme verga que ya podía advertir en forma de bulto debajo de su pant azul. Pero él mantenía como siempre una estudiada línea de acción que me ponía tan caliente, que para calmar parcialmente mis ansias tuve que comenzar a tocarme con fruición y locura mis intimidades, aprovechando que en esta ocasión mis reconditeces se hallaban en total libertad.

Allí mismo donde estaba "oculta" me empecé a tocar mis tetas apretándolas con suavidad con una de mis manos, mientras mis dedos exploraban el nivel de humedad que salía a borbotones de mi hendidura frontal. Cuando papá terminó su labor clasificatoria, se dio a la tarea de comenzar por fin con la fase preliminar de su acto escrutador que tanto me encantaba.

Primero se desvistió sacándose el pant lentamente, dejando al descubierto aquel grueso y largo objeto del deseo que tanto ansiaba admirar de nuevo, viendo que se hallaba a punto, pues la roja cabeza se erguía como un fusil cuerno de chivo, mientras el mango de carne desafiaba la gravedad debido a su extremo largor que me hacía sentir un delicioso cosquilleo en lo más íntimo de mis entrañas. En seguida se puso de costado de manera que yo admirara a mi antojo su erguido pene, para comenzar a oler primero las pantaletas, las cuales después de tenerlas pegadas una por una y por largo rato a su nariz y boca, las bajaba después hasta aquella asta de bandera de tamaño extra familiar.

Juro por lo que más quiero que aquel ritual de lujuria, aunque mi padre lo repitiera mil veces, mil veces estaría dispuesta a contemplarlo con asombro y calentura, pues me hacía hervir la sangre a una temperatura tan altamente incomprensible, que me causaba una brama que no puedo explicar y mucho menos describir con simples palabras. Al acabar de explorar mis braguitas sucias, se dedicó ahora con ahínco al desarrollo de la segunda fase de su impúdica maniobra, revisando cuidadosamente mis sostenes por la parte de adentro, oliendo y chupando la parte interior de la tela, para luego ir frotando una por una y con suavidad sobre el tronco de su endurecida verga, acabando de tallarlas en el grueso glande coloreteado de la punta de su pito enardecido. Después de largos minutos de estar disfrutando de aquellas excitantes visiones, llegó por fin el momento de presenciar el acto supremo, aquello que por lo que había visto calentaba tanto a papá: Oler las exquisiteces de la parte axilar de mis vestiditos y mis blusitas, a los que se añadían de manera unitaria mis corpiños sudados, y con los cuales él se enardecía tanto que le era imposible retener por más tiempo la eyaculación. Pude apreciar con toda claridad cómo se le subía la sangre a la cabeza volviéndose loco de la brama, en tanto olía y chupaba con delectación incontenible cada uno de mis vestiditos sin mangas, para luego hacer lo mismo con mis corpiñitos y mis blusitas cortas, que al final iban a parar en la punta del enrojecido cañón de su pene, quedando colgados de aquel bastión de fuego con el que se me hacía agua la boca, y no hablo precisamente de la que tengo debajo de la nariz.

Todo lo que veía en esos instantes de lujuria no era para que yo me quedara quieta, por supuesto, pues durante todo el tiempo que había durado aquel ritual increíble yo me había dedeado con ansiedad brutal los plieguecitos de mi vagina inundada de licor viniéndome en el trayecto contemplativo varias veces, pero deseando manipularme aún más observando las delicias inigualables que mi papi me ofrecía. Habiendo llegado por fin el momento de eyacular, mi padre se vino en deliciosos y delirantes espasmos, chorreando de leche todas aquellas prendas mías que tanto placer le causaban, embarrando una por una con su semen las partes que a él más le agradaban, mientras gritaba repetidamente mi nombre, como para que yo no tuviera ninguna duda de cuál era la motivación y la causa de su brama. Al oír los gemidos de placer indescriptible de papá pronunciando a gritos mi nombre, yo tampoco me pude aguantar más y me volví a venir en orgasmos sin fin, tratando de ahogar, no sé por qué, las palabras que amenazaban con salir de mi garganta, entre las que se hallaba el nombre de mi papi.

Cuando hubo terminado de venirse, comenzó a limpiarse la cabeza de su largo y grueso falo con varias de mis pantaletas, para después volver a ponerse el pant y abandonar la estancia como había llegado. Yo me quedé encerrada en el desván con el fin de acabar lo que había empezado: masturbarme como una loca evocando la figura de mi papi haciendo todo aquello. Así que presa de la lujuria y recostándome en el piso me abrí de piernas completamente, y apretando con fuerza mis tetas y pellizcando especialmente la puntita de mis pequeños pezones, me metí dos y hasta tres dedos dentro de mi hendidura inundada de leche, en tanto toqueteaba mi clítoris con ansiedad, hasta que volví a experimentar tremendos orgasmos que se multiplicaron uno tras otro sin parar, quedando finalmente tendida cuan larga era sobre el suelo del cuartillo. Creo que debí quedarme dormida, seguramente extasiada por la brutal y salvaje sesión del día, ya que me desperté horas después aún tendida sobre el suelo. Comprendiendo que ya era hora de irme a descansar, me arreglé la ropa y salí de mi escondite con dirección a mi cuarto. De pasadita eché un vistazo al reloj de la sala, que marcaba las once de la noche.

PAUSA.

DIARIO DE DON JOSÉ.

18 de mayo de 1985

Querido diario:

Por todo lo que te he contado, ahora ya sabes hasta donde han llegado las cosas con Dianita..... ¿Y qué te puedo decir? Si te cuento que las cosas caminan como yo lo había planeado es poco en verdad. A mi juicio sería mejor confirmarte que.... ¡todo va más que perfecto! Y te diré por qué. Sin pretender ser reiterativo en mi dicho, Dianita ya se dio cuenta claramente de mis intenciones, de eso estoy completamente seguro. Pero creo que ahora, dado el cariz que han tomado las cosas, debo ser más inteligente que antes....debo evitar las prisas...y por eso mismo te confío que haré una pausa a propósito dejando pasar unos días para que ella se sienta intrigada y florezca con mayor fuerza su deseo de que la penetre. Así que por algunos días no intentaré absolutamente nada con ella; no me masturbaré con sus prendas sucias de modo que ella lo note, pues me doy cuenta que a diario baja a revisarlas con todo cuidado. Y todo eso, con seguridad también me servirá para que cuando llegue el momento de reiniciar mi juego, ella misma coopere ampliamente en mi cometido.

Y puesto que estaré silencioso por ese período que te digo, pues me despediré de ti hoy diciéndote que no volveré a escribir nada hasta que considere que debo retomar mi plan, que por otra parte me parece ha entrado en su etapa final.

Bye.

29 de mayo de 1985

Diario amigo:

Bueno, querido diario, ha llegado el momento de reanudar mis planes. Aunque Dianita no se ha dado cuenta, yo la he espiado permanentemente y he podido ver cómo ella se halla tan intrigada con mí silencio que hasta la he notado desmejorada. A diario veo que revisa el depósito de ropa sucia, y al no encontrar sus prendas íntimas manchadas, se desconcierta más. Sin duda que esa desmejora de que te hablo obedece en parte a las brutales y deliciosas masturbaciones que ha venido practicando, pero también al desánimo de no ver movimiento por parte mía. Sé que a estas alturas ella me desea con intensidad, pero era conveniente hacer las cosas de esta manera. Es por ello que hoy, después del período de pausa, decidí continuar de nuevo con el rico juego con mi hijita, y qué mejor forma de enviarle un mensaje tan directo como volver a masturbarme con su ropa personal. Sin duda que Dianita entenderá en seguida mis intenciones y más seguro estoy que cooperará de inmediato en todo lo que yo quiera hacer.

Ya nos veremos.

30 de mayo de 1985

Diario íntimo:

Ayer me di cuenta que Dianita volvió a revisar el cesto de su ropa sucia, encontrándola toda lechosa de mi semen. Pero lo mejor de ello fue la cara de contento que puso cuando se dio cuenta de ello, pues comprendió inmediatamente el mensaje que le estaba enviando con todo eso. ¿Por qué lo afirmo? Porque después de darse cuenta de ello, subió a su dormitorio jubilosa, hizo mucho ruido con las puertas y hasta puso música, como para que yo advirtiera que el mensaje había sido entendido. ¿Genial, no? Pero eso no es todo....escuché cuando ella se metió en la ducha y se puso a cantar en voz alta, como contestándome el mensaje y al mismo tiempo expresando de ese modo la felicidad que la embargaba. Mientras ella se bañaba, yo me fui silenciosamente hasta el sitio privilegiado desde donde puedo ver el interior de su dormitorio, para ver lo que hacía. Así que no tuve que esperar mucho, pues ella entró a su habitación enrollada en la toalla y comenzó a buscar alguna ropa para ponerse.

Allí pude contemplar de nuevo su maravillosa hermosura reflejada en su mórbida desnudez, mientras veía cómo escogía una faldita corta y una blusita sin mangas para ponerse. Por cierto ésta última ha sido una de mis prendas favoritas cuando está sucia, la cual embarro de leche en la parte que queda debajo de sus sobacos. Pero lo que más asombro me causó, querido diario, fue ver que Dianita no se ponía ni sostén ni pantaleta. Eso me causó una calentura fenomenal que me dieron ganas de pajearme allí mismo, cosa que no hice para guardar el semen para el momento precioso que yo sabía que habría de venir muy pronto. Y efectivamente, Dianita salió rápidamente de su cuarto sin nada debajo, dirigiéndose hacia el service room. Yo la dejé actuar como ella deseara hacerlo, pues estaba seguro de que se iría a encerrar al desvancillo como de costumbre.

Así que dejé pasar como veinte minutos dándole el tiempo suficiente para que se acomodara con tranquilidad en su "escondite", desde donde vería de nueva cuenta todo el espectáculo que yo estaba dispuesto a ofrecerle con pasión. Pasado ese breve tiempo me fui al cuarto de servicio y comencé a explorar el cesto de ropa sucia de mi hija, imaginándome cómo sus brillantes ojos estarían pegados con ansiedad infinita a las rejillas de la ventana desde donde me observaba. Imaginaba también lo que ella estaría haciéndose en esos momentos, ardiendo en calentura y auto prodigándose placer con sus dedos en esa rajadita de mis sueños. Comencé pues por clasificar su ropita interior, una por una, haciendo montoncitos sobre la mesa junto a la lavadora. Era el momento de quitarme el pant, que ya se hallaba como carpa de circo por la dureza de mi miembro que se erguía como una estaca de madera. Después me puse a contemplar escrupulosamente sus bragas y pantaletitas, buscando la humedad y las manchas que Dianita deja en la parte interior de la tela, recreando en mi mente cómo esa región privilegiada tuvo antes contacto con su exquisito chochito. Las llevaba hasta la punta de mi nariz para oler con ardiente deseo aquel singular aroma que Dianita deja en esa zona de las prendas, para después proceder a chuparlas una por una hasta terminar con ellas, no sin antes tallármelas con ardor en la verga bien parada y dispuesta. Pasé luego a explorar sus sostenes, haciendo lo propio con cada uno de ellos en el interior de las copas con todo cuidado. Y llegó por fin el momento que más me gustaba recrear: explorar sus vestiditos y sus blusitas especialmente en la parte de las axilas. Me imaginaba sus sobacos sudorosos refregándose contra la tela cuando los traía puestos, mientras olía y chupaba esa región exquisitamente olorosa, el tierno y penetrante aroma que despedían sus axilas, olor que me parecía tan familiar y tan propio que te confieso que estuve a punto de venirme.

Como comprenderás, querido diario, tuve que hacer un enorme esfuerzo para no explotar allí mismo, pues tenía que acabar con mi deliciosa tarea de no dejar una sola prenda sin oler ni saborear. Colgaba sus vestidos y sus blusas de mi palo enhiesto a más no poder, poniéndome en una posición lateral de modo que Dianita pudiera deleitarse una vez más con la esplendorosa visión de mi larga y gruesa verga que estaba seguro pronto habría de introducirle entre sus piernas. Aunque yo hacía como que no escuchaba nada, podía oír con claridad los leves gemidos que Dianita exhalaba adentro del desván, mientras se venía en trepidantes orgasmos que casi la hacían aullar de la brama. Todo ese cuadro imaginario hizo que yo también finalmente eyaculara con una pasión incontenible, tratando de perfilarme con lascivia lo mejor que podía para que mi hijita me viera con plenitud en acción, y sobre todo, que calculara mejor que la última vez la estatura de mi enrojecido miembro, que tan ardientemente deseaba ya.

Después de haberme derramado en leche sobre mis manos, me di a la rica e interesantísima tarea de embarrar una a una sus prendas interiores, para después limpiarme la leche que me seguía saliendo a borbotones de la punta de la verga. Terminado el delicioso momento, deposité la ropa dentro del cesto, me puse el pant y me salí de allí, para que Dianita creyera que abandonaba el service room. Pero deliberadamente me quedé afuera de la puerta esperando que ella se apartara de la ventanilla, suponiendo que se entregaría en seguida a los más deliciosos placeres de la carne hasta saciar sus anhelantes y calientes deseos. Y yo estaba en lo cierto, querido diario, pues pasados breves minutos, me acerqué sigilosamente hasta la rejilla de la ventana y pude admirar a Dianita tendida sobre el piso, masturbándose con una lujuria animal, que hasta ganas me daban de irrumpir dentro del desván y cogérmela allí mismo. Pero no lo hice, aún cuando mi deseo era intensísimo, a fin de no malograr mis planes.

Dianita se vino tantas veces que hasta la cuenta de sus orgasmos perdí. Al final ella se quedó dormida, pues pasaba el tiempo y estaba quietecita sobre el piso de la buhardilla. Así que me retiré a mi habitación para pensar en el siguiente paso y en la estrategia que habría de poner en práctica muy pronto.

Ya te estaré contando lo que ocurra.

Chao.

CONTINUARÁ...