Forzado pero deseado (Capitulo 4 de 7)

Les aviso que no es relato mío, tan solo deseo compartirlo con ustedes...

Recorrí las calles de la ciudad ese día tratando de ordenar mis ideas, pero sobre todo, intentando hallar una razón en lo más recóndito de mi corazón para aquella nueva pasión que se manifestaba poderosa e implacable en mi sangre al haber visto a mi padre haciendo todo aquello con mis prendas personales. Bien sabía yo que anteriormente (hasta el día de ayer) me disgustaba que él se entregara a la desbordada pasión de aquellos juegos sucios y ocultos, y rechazaba rotundamente cualquier tocamiento que quisiera hacerme ahora, como lo hice también siendo más niña, e inclusive me había causado repulsión el haberme dado cuenta que él hacía uso de mis prendas más intimas para dar rienda suelta a sus bajos deseos, lo que me había parecido hasta entonces sucio y aberrante. Sin embargo, después de lo sucedido hoy en el cuarto de servicio; después de haber presenciado aquellas increíbles escenas totalmente inesperadas, tan calenturientas y excitantes en extremo, que venía a ser como visiones sacadas del mejor cuento fetichista de Las Mil y Una Noches, me daba cuenta perfectamente que todas esas cosas que había visto hoy con mis propios ojos ya no me habían parecido tan sucias ni tan repulsivas como antes, y aún cuando mi mente intentaba oponerse a aceptarlo, tenía que reconocer con honestidad que las cosas habían dado un cambio absoluto; que había provocado en mi persona una especie de transformación total en la forma de ver esas cosas, pues el antiguo rechazo se convertía ahora, repentinamente, en aceptación plena, proporcionándome una suerte de deseo escondido que me quemaba por dentro y me instaba íntimamente y con incontenible ansiedad a repetir perentoriamente la experiencia vivida horas antes.

Mientras deambulaba por las calles, estremecida aún por los momentos tan intensos que había vivido en la soledad del desván, llegué finalmente a la conclusión de que no tenía por qué negarme a mí misma por más tiempo el despertar de aquellos íntimos deseos y de la necesidad que sentía por volver a observar a mi padre en acción, sino todo lo contrario: decidí que ahora me dedicaría a espiarlo cuantas veces quisiera para deleitarme, claro está, sin que él lo supiera, con aquellas barrocas exquisiteces que podía proporcionarme en el futuro con sus lujuriosas prácticas. Me daba cuenta de que si sabía manejar el asunto no tendría ningún problema. Y ciertamente, tenía que admitirlo, lo que más deseaba era volver a ver esas visiones, lo tengo que confesar, pues muy en el fondo yo sabía que aunque intentara no verlo más, no podría ya resistir los deseos tan intensos por repetir todo eso. Recordaba con un fuego desconocido que se traducía en un exquisito escozor entre mis piernas, el tamaño descomunal del pene de papá, tan largo y grueso como jamás lo hubiera imaginado. El sólo recordar cuánto admiraba aquel pedazo de carne inflamada y rojiza regodeándose e infiltrándose entre las telas usadas de mi ropa me ocasionaban como una especie de temblor incontenible en las piernas, que se sumaba con un ardor de fuego a la humedad que fluía de adentro de mi fogoso chochito; y podía sentir una suerte de escalofríos que recorrían a todo lo largo mi espina dorsal para irse a refugiar entre las reconditeces de mi triángulo púbico y mi conducto anal.

Habiéndome decidido, pues, a continuar participando activamente y sin reticencia alguna en aquel hermoso y excitante juego del placer con mi padre, y decidida a ocultarle definitivamente a mi madre todo aquello, regresé a casa precisamente cuando el atardecer se convertía en crepúsculo. Entré en la sala y quise revisar primero, de nueva cuenta, el cuarto de servicio, pero advertí que se hallaba completamente solo. Así que de manera resuelta me dirigí al estudio para ver qué encontraba, mientras los pensamientos sobre los acontecimientos del día me excitaban lujuriosamente. No puedo omitir el sentimiento de decepción que me causó el no hallar absolutamente nada sobre la mesa del ordenador, como yo esperaba y deseaba en mi interior ardientemente.

Puesto que me encontraba tan excitada debido a todos los sucesos acaecidos, podía sentir claramente la viscosa humedad que remojaba abundantemente la tela de mis bragas provocándome ansiosos pensamientos que me llevaban, ya sin remordimiento alguno, a recrearme en la imponente figura del enorme falo de mi padre, tan preciosamente torneado y delineado, adornado de gruesas venas que sobresalían como hilos de cable a todo lo largo, desde su base hasta la punta.

Pensaba también con inocultable deleite en el color rojizo del inflamado glande que babeaba leche como un cíclope, por el único ojo que tenía al frente de su redonda cara, y que me había cautivado captando totalmente mi atención. Recreaba mentalmente y con pasión exquisita la forma en que papá se derramaba en poderosos flujos sobre el montoncillo de prendas mías, para acabar su labor masturbadora con mi pantaleta color de rosa preferida. Todo esto me estaba sucediendo dentro del estudio, encontrándome de pie frente al ordenador, y sintiéndome aún molesta por no haber hallado nada nuevo que hubiese dejado mi padre para calmar mis tremendas ansias.

Al no tener de momento alguna otra cosa de la cual echar mano para masturbarme, y estando segura de que me encontraba sola en casa, decidí encender la computadora a fin de meterme a navegar por internet en la búsqueda frenética de algunas páginas de hardcore y relatos eróticos, que me ayudaran en mi feliz manipulación que tanto ansiaba ya mi cuerpo. A punto de iniciar esta nueva sesión erótica pude ver que en el monitor aparecía un icono que no había visto antes. Se trataba de un archivo escrito en Word, no protegido, que aparecía frente a mis ojos con el título de "Diario", y siendo tan curiosa como soy, de inmediato hice click sobre él para abrirlo. A los pocos segundos se desplegó, en efecto, una especie como de "Diario" escrito que yo desconocía, y me dispuse a leerlo enseguida. Debí haber tardado unos treinta minutos más o menos en beberme toda aquella excitante obra, evidentemente aún no concluida, que me causó una sorpresa tal que me dejó completamente anonadada al descubrir su contenido. Se trataba nada más ni nada menos que del "diario de mi padre", donde con lujo de detalles él refería con minuciosidad y arte increíbles todas las cosas que hasta el día de hoy habían estado sucediendo entre ambos en casa, aunque a decir verdad, la parte que él narraba como suya, como es obvio, yo la ignoraba hasta el momento. Me quedé perpleja ante tal descubrimiento, pues sinceramente no imaginaba ni remotamente que todo lo que había ocurrido hasta ahora fuera parte de una trama bien planeada por papá. En el fondo no podía menos que reconocer la astucia y la inteligencia de mi padre, que con genialidad poco común me había ido llevando poco a poco hasta el punto en que me hallaba ahora: excitada como un animal en celo y deseosa y decidida a continuar en ese increíble y cautivante jueguito. Por lo demás, aplaudía en mi interior el genio de mi padre y también el haber descubierto todo eso, pues ahora que yo había aceptado participar y cooperar con entusiasmo en ese "subrepticio" juego delirante, seguramente que las cosas se me facilitarían muchísimo, dispuesta como estaba a seguir deleitándome sin pudor cada vez que las situaciones se fueran presentando.

Ingresé, pues, a la internet y comencé a disfrutar de una serie de despliegues de fotografías y sexcams eróticas, así como de relatos calientes que me pusieron más caliente y frenética de lo que ya estaba (en realidad ya venía de la calle bien excitada), y así como me encontraba, sentada frente al ordenador, di rienda suelta a mis más desenfrenados deseos de masturbarme allí mismo metiéndome la mano debajo de mi falda, haciendo a un lado mis braguitas y abriendo las piernas ampliamente, para ir introduciendo lenta y suavemente mis dedos a lo largo de mi rajita humedecida. Ensalivaba mis dedos para favorecer la penetración y aumentar el goce de mis caricias dentro de mi triángulo prohibido, el cual, sintiéndose manipulado con tal delicadeza, comenzó a emanar con mayor abundancia los dorados fluidos que surgen del manantial interior y que también coadyuvan en la masturbación. Con una lentitud que me encantaba pasaba yo de foto en foto y de relato en relato, apreciando, observando y releyendo las partes que más me calentaban, de tal suerte que, sin poder impedirlo por más tiempo, me vine en varios orgasmos paralelos que hicieron que mi cuerpo se estirara cuan largo es sobre la silla. Después de que acabaron los profundos espasmos de que fui objeto, permanecí algún tiempo leyendo y releyendo el "diario de papá", suspirando y admirándome cada vez más de la audacia inaudita de mi padre y bendiciéndole por dentro al haber ideado aquel jueguito que tanto disfrutaba y que ahora ansiaba, pues se había convertido definitivamente y en pocos días en la parte más importante de mi incipiente vida erótica.

Sintiéndome deseosa y hambrienta de sexo, nuevamente volví a bajar mis manos hacia mi zona erógena acariciando suavemente y con delectación mis muslos, mi entrepierna y mi pubis agitado y humedecido, mientras continuaba observando con fruición aquella serie interminable de fotos pornográficas, las pequeñas cámaras que me ofrecían imágenes vivas de parejas haciendo el amor con intensidad, y los relatos donde hallaba experiencias tan calientes que hacían más gratos aquellos íntimos momentos de disfrute. Por cierto, en los videos que vi esa noche no pude hallar a ningún hombre que tuviera su verga tan larga y tan gruesa como la de papá. Las horas pasaban sin sentir, como suele suceder cuando una está dedicada a esas áreas, de manera que estando completamente caliente hasta el exceso, me puse de pie y me quité las pantaletas mojadas y me subí la falda hasta la cintura, dejando al descubierto aquella parte del cuerpo donde las ansias del sexo se manifiestan poderosamente. Volví a sentarme frente a la pantalla para seguir disfrutando del goce infinito de todas esas visiones inigualables, procediendo a tocarme nuevamente el pequeño rincón escondido de mi vulva mojada, poniendo naturalmente mi dedo mayor sobre mi clítoris, el cual frotaba, apretaba, jalaba con suavidad, teniendo las piernas subidas ya sobre la mesa para dejar mi trasero a mi alcance, en tanto que con otra de mis manos dirigía uno de mis dedos ensalivados al punto central de mi esfínter, que latía una y otra vez como pidiéndome la penetración de la verga de mi padre, que de momento y para mi desgracia, no estaba disponible.

Con esos pensamientos en mi cabeza una vez más volví a la carga, moviendo mis dedos con furia hasta que penetré totalmente mi culito con uno de ellos, y con la otra mano me acariciaba, me frotaba y me tallaba a todo lo largo la papayita una y otra vez, hasta que mi éxtasis se manifestó en potentes orgasmos sucesivos que hicieron que me tirara al piso alfombrado, donde acabé de venirme en medio de manipulaciones delirantes que me hicieron gritar de incontenible placer. Habiendo acabado aquella tremenda sesión auto placentera, dirigí mi vista al reloj que colgaba de la pared, dándome cuenta que era más de la media noche. Así que algo cansada por los sucesos del día y por el acelerado fluir de la sangre producida por la calentura, volví a ponerme las bragas, me bajé la falda y, apagando el computador, subí hacia mi cuarto con el fin de descansar. Ya en mi habitación nuevamente recordé las escenas de mi padre en el cuarto de servicio, con su enhiesta verga entre sus manos, tan gruesa y tan larga, preguntándome si en realidad me cabría en mi chochito. Con esa serie de ansiosos pensamientos en la mente me quedé totalmente dormida.

PAUSA.

DIARIO DE DON JOSÉ.

17 de mayo de 1985 (tarde)

Querido diario:

Como te conté ayer, por primera vez Dianita, escondida en el cuarto de trebejos, ha visto todo lo que hago, y como te lo he comentado, de manera deliberada le dejé ver mi verga para que vaya más o menos midiendo el terreno que va a pisar cuando sea mía. Después de eso escuché cuando ella se salió a la calle, seguramente a meditar sobre todas las cosas que vio, y tal vez sorprendida por el tamaño de mi pene. Creo que le hará muy bien esa caminata solitaria, pues sé bien que le hará reflexionar sobre lo sucedido, y espero con ansiedad que ella llegue a la conclusión de que todo esto le gusta y la calienta más que cualquier cosa, aún y cuando antes no lo aprobara. ¿Qué debo hacer? Pues te diré, diario íntimo, que ya he pensado muy bien en lo que sigue, como parte de mi estrategia para cogerme a mi hija. Así que aprovechando su ausencia he decidido hacer hoy mismo dos cosas, a saber: primero, le dejaré ver mi "Diario" que tengo escrito hasta el día de ayer, copiándolo en el escritorio de Windows para que ella lo vea y lo lea cuando entre a la computadora, y se dé cuenta que todo esto ha sido planeado por mí, que lo que ansío es cogérmela y que, inclusive, lo que sucedió hoy en el service room, creyendo ella que yo ignoraba su presencia en el escondite, fue algo que también planee sin que ella lo supiera.

Sé bien que al principio quizás se desconcierte, pero también estoy seguro de que después de que reflexione, ya no dudará más en participar en el juego que he ido preparando para ella, y espero que a partir de ahora, aún cuando ella se maneje de tal forma para que yo piense que no sé nada de su decisión de participar activamente, yo también le seguiré la corriente con el objetivo de darle un cariz más audaz y excitante a todo esto. ¡Qué plan tan genial, querido diario! Ya quisiera ver la cara que pone la cachonda de Dianita cuando lea mi "diario". Estoy seguro que se masturbará varias veces a la salud de mi verga.

El otro asunto es que esperaré con ansias su retorno a casa, y si como pienso, ella entra al estudio, bajaré sigilosamente por la escalerilla externa hasta el jardín para deleitarme con una nueva visión de Dianita...ya veremos cómo reacciona....y todo lo que hace. Por ahora es todo;  y te dejo porque tengo que preparar todo esto que te he dicho. Bye.

18 de mayo de 1985

Diario íntimo:

No te imaginas lo caliente que me siento por todo lo que ha ocurrido ayer por la noche. Dianita al fin regresó de su paseo cuando estaba oscureciendo, pues yo me quedé en la cocina para vigilar su retorno. Cuando la vi venir hacia la casa, rápidamente me subí a la planta alta y bajé por la escalerilla exterior hasta el jardín que da al estudio. Allí permanecí esperando con paciencia, hasta que Dianita, como yo lo esperaba, por fin entró en la estancia. Vi que ella estuvo por varios minutos de pie frente al ordenador, aún sin encender, quedándose como ida, como abismada, seguramente recordando todas las escenas que había visto en el cuarto de lavado. Esos momentos los aproveché yo para sacarme mi parada verga, la cual me pedía que le sacara la lechita.

Después de un largo rato de permanecer en esa posición, por fin Dianita se sentó frente al monitor y encendió la computadora. Ahora solamente esperaba que ella viera el archivo del "diario" que le había dejado a la vista. Y así sucedió en realidad, por lo que pude colegir, ya que me di cuenta cómo mi hija abría desmesuradamente los ojos mientras leía casi con los ojos pegados a la pantalla las pequeñas letras de aquel archivo, que le habrían de revelar la verdad de lo ocurrido hasta hoy.

Pasaría más o menos como media hora o quizás un poco más, cuando advertí que Dianita se abría de piernas y se comenzaba a tocar las intimidades de su entrepierna, que desde el jardín yo podía admirar claramente por debajo de la mesa. Se tallaba con suavidad sus dedos haciendo a un lado los bordes de su pantaletita, introduciendo sus dedos en la papayita humedecida, gimiendo como una loca mientras veía cómo ella trabajaba con el ratón de la computadora, seguramente viendo fotos porno en internet. Esas visiones que ofrecía mi hija ante mis ojos me pusieron tan caliente que me masturbé con delirio allí donde me encontraba, viniéndome a chorros y lamentando desperdiciar el semen en la tierra del jardín en lugar de derramarlo sobre sus prendas íntimas. Pero no quería perderme por nada del mundo aquel espectáculo sin igual, por lo cual seguí en el mismo sitio observando lo que Dianita hacía.

Un rato después y presa de la brama, me di cuenta cuando Dianita se puso de pie, se quitó las bragas y la falda plisada de la escuela, se sentó en la silla y subió sus piernas a la mesa, quedando totalmente anchada ante mis desorbitados ojos. Ohhh, querido diario. Ese espectáculo maravilloso me volvió a poner a mil, de modo que sin poder impedirlo me volví a pajear a la salud de mi preciosa hija, viendo en vivo y a todo color la forma en que ella se masturbaba, se venía, se tiraba al piso, disfrutando con deleite del éxtasis que le proporcionaba la auto manipulación y las imágenes que el monitor le ofrecía.

Después de todo eso, supuse que Dianita estaría un poco cansada por todo lo sucedido en ese día tan memorable para mí (y seguramente que para ella también); y en efecto así fue, pues levantándose del piso se vistió, apagó el ordenador y se subió a su dormitorio.

Te imaginas, querido diario, lo que vendrá de hoy en adelante?... Puedes acaso tener alguna duda de que el desenlace de mi plan está por consumarse?...Espero platicártelo la próxima vez. Chao.