Forzado pero deseado (Capitulo 3 de 7)

Les aviso que no es relato mío, tan solo deseo compartirlo con ustedes...

Decidida a descubrir de una vez por todas lo que tramaba mi padre con todas esas cosas que yo sabía que estaba haciendo a espaldas mías con mis prendas íntimas; los libritos que encontraba en la mesita del ordenador y últimamente aquel objeto en forma de collar que tanto placer me había causado; y aunque ciertamente no sabía cuándo y de qué manera él hacía todo eso, pues realmente casi nunca lo veía en casa, me puse a considerar en cual podría ser la mejor forma de descubrir plenamente sus ya no tan ocultas intenciones. Después de meditar la situación por largos días y parte de sus noches, pues a veces ya ni dormía pensando en cómo podría yo descubrirlo, finalmente llegué a la conclusión de que la mejor manera de saber la verdad era espiándolo sin que él se diera cuenta. Llegué entonces a la conclusión de poner en práctica un plan que me llevara a conocer la verdad. Mi plan de acción consistía en fingir que iba yo a la escuela, pero en realidad me regresaría subrepticiamente a casa y me escondería en un cuartillo dedicado a guardar trebejos que prácticamente nunca se ocupaba, ubicado precisamente dentro del cuarto de servicio donde se depositaba la ropa sucia. Yo estaba segurísima de que escondida allí dentro jamás me vería. Además, esa especie de desván disponía para mi fortuna de una pequeña ventanilla de madera con ciertas ranuras desde donde podría muy bien ver con toda claridad lo que sucedía si alguien entraba al cuarto de servicio.

Así que dos días después de aquella despiadada sesión masturbadora que había experimentado con aquel libro de tan excelentes y calientes dibujos y el bonito collar de bolitas tan apreciado ya por mi culito (en verdad que ya hasta lo extrañaba), me dispuse a fingir que me iba a la escuela. Pero tal como lo había yo planeado, me bajé del autobús una esquina antes de llegar al plantel y volví a tomar otro bus de regreso, bajándome como dos calles antes de mi casa. Me dirigí caminando hacia allá presa de los nervios, pues en el fondo todo aquello me causaba como una especie de temor y de miedo, pero no puedo negar que también me excitaba al pensar en todo lo que podría yo descubrir como resultado de mi plan.

Lo más silenciosamente que pude y con manos temblorosas, abrí la puerta de mi casa y entré a la sala, quedándome parada unos minutos para ver si escuchaba algún ruido dentro. Pensé en la señora que hacía la limpieza y miré mi reloj, comprobando que ella llegaría más o menos

como en una hora. Decidida a llevar adelante mi preconcebido plan, me quité mis zapatos y con ellos en las manos me dirigí rápidamente hacia el cuarto de servicio. Una vez allí abrí la puerta del cuartito de trebejos, entré y aseguré la puerta por dentro. Todo estaba en tinieblas allí, así que a tientas busqué el espacio suficiente donde permanecer quieta hasta que mis ojos se acostumbraran a la oscuridad, momentos que aproveché para acomodarme lo mejor que pude frente a la diminuta ventanilla de madera y me puse a observar hacia la estancia de lavado, comprobando que podía apreciar perfectamente todo el espacio del cuarto de servicio.

Más o menos una hora después escuché ruidos dentro del cuarto de servicio, y pegando mis ojos a las rendijas me percaté de que se trataba de la señora que nos hacía la limpieza, que empezó a realizar sus labores cotidianas. Yo permanecí lo más quieta que pude durante el largo rato que ella estuvo trabajando allí, hasta que por fin se retiró hacia el interior de la casa. Las horas continuaron pasando con lentitud y yo me comencé a impacientar tanto que estuve casi a punto de renunciar a mi plan, cuando de pronto volví a oír ruidos nuevamente. Acercando la vista a las ranuras vi la figura de mi padre que había entrado en la estancia. Aunque verlo allí no me sorprendió en lo absoluto, sí me pregunté cómo es que él se encontraba en casa en horario de trabajo. Observé que iba vestido con playera, pants y pantuflas, por lo cual me dije que aquella era una ropa demasiado casual como para que viniera del trabajo. Pero ya no pude seguir pensando más en eso, pues me di cuenta que de inmediato se dirigió hacia el canastillo donde se guarda la ropa sucia. Mi padre abrió el depósito y comenzó a sacar con una calma inaudita, una por una, todas mis prendas íntimas aún no lavadas, observándolas cuidadosamente como si fuesen objetos preciosos, mientras las iba separando en un montoncito sobre una mesita que se hallaba junto a la lavadora. Yo pude ver con toda claridad cuando él apartaba con toda calma mis braguitas después de haberlas mirado con atención; mis corpiñitos usados, mis vestiditos y mis blusitas de manga corta y algunos sostenes. Luego que ya no quedó nada de mi ropa en el depósito, se volteó hacia la mesita y comenzó un ritual que era nuevo para mí, ya que aún cuando anteriormente lo había encontrado algunas veces revisando mi ropa interior, nunca lo había observado con tanta atención como lo hacía ahora.

Estando frente a aquellos montones de ropa íntima mía, vi cuando él procedió a quitarse el pantalón quedando totalmente desnudo de la cintura para abajo, pudiendo yo apreciar perfectamente desde donde me hallaba escondida el largo y endurecido mástil de cabeza pelada y enrojecida que se asomaba desafiante por encima de su velludo pubis. Era un pene tan largo y grueso que me preguntaba para mis adentros cómo era posible que a un hombre le creciera tanto su falo. Aquella visión tan nueva para mí me causó de manera inconsciente un escozor indescriptible en medio de mis piernas, sintiendo de pronto cómo casi de inmediato comenzaba a escurrirme una especie de babilla de adentro de mi rajita.

Mi padre fue tomando una por una mis pantaletas sucias y comenzó a olerlas con los ojos cerrados y la cabeza inclinada hacia atrás, inhalando suavemente aquel aroma proveniente de la parte baja que queda pegada a la vulva, y que por lo visto tanto le agradaba y le calentaba.

Aspirando con deleite todos aquellos olores que despedían mis prendas íntimas, pasaba a ponerlas de la nariz a su verga parada, frotando la prenda sobre su falo erguido, y de manera muy especial, en aquella región donde quedan restos de mis flujos vaginales. Una por una y con tranquilidad pasmosa fue oliendo con fruición mis pantaletas, volviéndolas a refregar sobre su largo y grueso pene endurecido y babeante, para pasar después a mis sostenes. De igual forma comenzó a olerlos por la parte interior de las copas de tela que guardan mis pechitos, para después tallarlos con suavidad sobre su enhiesta verga, enrollándose una y otra vez la tela alrededor de su pito enrojecido y húmedo. Pero lo que vi que hizo después, eso sí que me causó una excitación mucho mayor de la que ya estaba experimentando oculta en mi escondite, pues mientras veía cómo mi padre disfrutaba de aquella forma tan extraña con mis prendas interiores, yo no pude evitar bajar mis manos y llevarlas de una manera inconsciente hasta aquel recóndito sitio que se encuentra escondido entre mis piernas, pudiendo percatarme de que me hallaba totalmente inundada de fluido que me escurría por los bordes de mi vagina mojándome hasta lo indecible, induciéndome a tocar delicadamente la parte interior de mis labios haciéndolos después a un lado para internar uno de mis dedos en ese rinconcito del placer, mientras me tocaba delicadamente con otro dedo mi clítoris.

A pesar de lo excitada que me hallaba como consecuencia de aquella vista panorámica que se ofrecía ante mis ojos, y mientras me masturbaba con suavidad tratando de disfrutar al máximo posible de aquel momento tan sublime y novedoso, pude ver cuando mi padre tomó mis vestidos y mis blusas sin mangas examinándolos uno por uno. Pero lo que me ocasionó el mayor asombro fue observar cómo ponía especial atención sobre esa parte de mis axilas, es decir, la parte que yo siempre sudo y que lógicamente queda muy olorosa. Era tal su brama y desesperación al estar oliendo y aspirando profundamente el aroma de aquella parte de la tela, que no pude contener el aliento y me descargué sin control en mi primer orgasmo del día, teniendo que hacer tremendos esfuerzos para no gritar del placer que me causaba todo aquello. Claro que a pesar de haber tenido ese orgasmo tan violento y abundante, no perdí de vista ni por un momento a mi padre, quien ajeno de mi presencia se deleitaba hasta el delirio con la tela de mis sobacos metidos dentro de su boca, besando, chupando, mordiendo, oliendo y tallando en su larga verga sobre esa parte de cada una de mis blusitas y vestiditos sucios.

Ante tanta pasión contenida tuvo que venir por fin el obligado y ansiado alivio, comenzando a eyacular ferozmente sobre la parte de la tela de las axilas de aquellas prendas tan queridas por él, pudiendo darme cuenta de cómo trataba de ahogar los gritos que le salían de su boca producto aquella inenarrable y fenomenal calentura, pronunciando mi nombre innumerables veces, para después, ya más calmado, empezar a embarrar todas y cada una de mis prendas de leche, particularmente en esas zonas que he referido y que tanto deleite le producían.

Una vez que acabó de rociar de semen aquel montón de prendas usadas por mí, mi padre fue guardando de nuevo mi ropa en el depósito, dejando hasta el final una de mis braguitas color de rosa que me encantaba usar, con la finalidad de terminar de limpiarse la leche de su pene, ahora flácido más no por eso pequeño. Desdobló la pantaleta y precisamente en el ángulo interior que se pega a la vulva, terminó de eyacular todo el elíxir que aún le quedaba adentro, empapando la tela abundantemente de aquel exuberante y delicioso licor.

Habiendo terminado la faena, se puso el pantalón y se alejó del cuarto de servicio. Yo me quedé por varios minutos escondida esperando a que él estuviera lejos de allí; sin embargo, no pudiendo contenerme más debido a la incontenible calentura que me embargaba, y oculta allí mismo donde me encontraba, tirándome sobre el piso y haciendo a un lado la tela de mi calzón, me di a la tarea de masturbarme otra vez con una furia inaudita, recordando la figura de mi padre oliendo y restregándose en su fabuloso pito mi ropa sucia. Mis orgasmos se sucedieron unos a otros de manera interminable, disfrutando con delicia de aquel momento tan precioso y que tan inesperadamente me causara aquella brama inigualable.

Al término de mis delirantes espasmos y liberada al fin de aquel momento de extraordinaria pasión, pude ya pensar con mayor tranquilidad y me puse a cavilar en lo que acababa de descubrir con mis propios ojos. Y aunque en realidad yo ya tenía conocimiento de que mi padre hacía esas cosas con mi ropa interior y mis vestidos al haber descubierto leche embarrada y seca sobre mi ropa, jamás me había imaginado la forma en cómo él lo hacía, y por supuesto, mucho menos soñaba en toda la calentura y la brama que despertaba yo, a través de mi ropa, en la persona de mi padre. También pensaba, sentada sobre el piso de mi no tan improvisado escondrijo, en el alto y tremendo grado de excitación que todo eso le causaba a mi padre y en el placer inigualable que le producía oler y saborear mis cosas. Pero, a decir verdad, lo que más extrañeza y hasta excitación me causaba era la tremenda calentura que había despertado en mí al ver todas aquellas escenas tan inesperadas de mi padre haciendo todo aquello con mis prendas íntimas. Quise salir cuanto antes de allí, pero un nuevo apremio que se manifestó con un picor entre mis piernas me obligó a tenderme de nuevo en el suelo, quitándome definitivamente las pantaletas húmedas de leche, para volver a disfrutar de otra fenomenal masturbación que duró intensos minutos que se prolongaron por horas, metiéndome los dedos lo más profundo que pude dentro de mi cavidad genital, frotándome con delicadeza mi clítoris y apretándome con fuerza mis tetas y mis pezones hasta que me volví a venir en intensos orgasmos sucesivos que me dejaron muerta de cansancio.

Al recuperarme de aquellos explosivos momentos de infinito delirio, tan nuevos y agradables para mí, ahora sí me decidí por fin a abandonar mi escondite secreto no sin antes cerciorarme de que nadie se encontrara cerca de allí. Una vez que dejé el desvancillo, me salí a la calle para caminar un rato tratando de ordenar mis ideas y sobre todo, de intentar entender aquella nueva pasión que comenzaba a germinar dentro de mi mente y mis entrañas, pues realmente me daba cuenta de todo lo que eso significaba, y con nuevos e intensos deseos de volver a repetir aquella increíble e inesperada experiencia.

PAUSA...

DIARIO DE DON JOSÉ.

17 de mayo de 1985

Querido diario:

Debo decirte que las cosas marchan sobre ruedas, y después de haber observado a Dianita en su habitación masturbándose con furia loca y lujuria incontenible, es más fuerte el deseo de cogérmela, de desflorarla, de ser el primer hombre en su vida. Sólo que me pregunto una cosa.

Tú sabes del tamaño de mi pene, que no es cualquier cosa, y pienso mucho en el momento en que la vaya a penetrar. No deseo por ningún motivo, claro está, causarle dolor, así que me he pasado varios días pensando en cómo voy a hacerle para poder traspasarla con mi espada de Damocles. Pero bueno, eso ya se verá en su momento.

Ahora quiero confesarte algo que ha sucedido y que forma parte de mi genial plan de acción. Ayer por la mañana me di cuenta cuando Dianita se fue a la escuela, y como la señora no viene hasta las 9:00 A.M., me bajé a la cocina a prepararme algo de comer. Estando allí vi desde el ventanal a Dianita que regresaba a casa.

Me pregunté por qué estaría haciendo eso, si tal vez se sentía indispuesta, o en fin, que no pude contestarme esas preguntas, pues tuve que tomar los emparedados que acababa de hacer y me subí corriendo escaleras arriba hacia mi cuarto. Tenía temor de que ella me descubriera en casa. Pero al estar esperando escuchar sus pasos subir hacia su dormitorio, me di cuenta de que ella no lo hizo. Dudé un momento, pero como estoy dispuesto a todo, salí sigilosamente de mi cuarto para asomarme hacia la sala, pudiendo ver a Dianita cuando se quitaba sus zapatos y se dirigía rumbo al cuarto de servicio. Una idea asaltó súbitamente mi mente, pensando en que tal vez Dianita quería revisar su ropa sucia, así que me esperé un momento y después fui tras ella. Con mucho cuidado y sin hacer ruido la espié detrás de la puerta del cuarto de servicio y alcancé a ver cómo ella abría el cuartillo que sirve de desván y cómo, después de penetrar allí, se encerraba adentro. Me quedé por un largo rato parado donde me encontraba pensando rápidamente en lo que Dianita trataba de hacer, llegando a la conclusión de que ella quería espiarme a mí. Seguramente ya se había dado cuenta de las manchas que le dejo en sus telas privadas, en sus braguitas, sus vestiditos, brassieres y blusitas. Ahora sí, querido diario, que mi plan iba avanzando tal y como yo deseaba. Miré mi reloj y vi que faltaba poco para las 9:00 A.M., así que para evitar que la señora del aseo me viera, fui a esconderme dentro de mi habitación. Esperé impacientemente por largas horas hasta que la señora abandonó la casa después de haber concluido con sus labores. Asegurándome de que no había nadie en casa me dirigí hacia el cuarto de servicio, entré en él y me dispuse a realizar la sesión que más me gusta: masturbarme con las prendas interiores de mi hija. Sólo que esta vez yo estaba seguro de que ella me estaba observando con toda atención desde la ventanilla del desván, de modo que tenía que fingir que me hallaba solo, para lo cual decidí no mirar hacia la ventanita ni una sola vez. Temblando de excitación me dispuse como siempre a sacar una por una las prendas de Dianita, acomodándolas en la mesa que se halla junto a la lavadora. Una vez clasificadas, me di a la tarea de disfrutar de aquel sublime e inesperado momento, sabedor de que ella, desde su escondite "secreto" iba a ser testigo de mis deleites más inconfesables. Yo sabía bien que Dianita no se atrevería a salir de allí mientras yo me encontrara presente, y mucho menos viéndome hacer todo aquello. Por el contrario, yo esperaba que aquellas visiones la pusieran a mil de calentura, de tal forma que al terminar ella deseara en lo más íntimo de su ser volver a presenciar aquel ritual tan lujurioso. Estoy seguro de que después de ver esto, ella no podrá evitar, por más esfuerzos que haga, el desear volver a esconderse allí para verme hacer de nuevo esas cosas que tanto me agradan, y sobre todo, es una oportunidad genial de que me vea la verga, de modo que la llegue a desear tan intensamente que sea ella quien finalmente me pida que la desflore.

Pero te sigo contando. Teniendo mi daga bien parada y habiendo acomodado sus vestiditos, blusitas, corpiñitos y braguitas, me quité el pantalón y dejé de fuera mi fenomenal falo, el cual deliberadamente ofrecí a la vista de mi hermosa hija para que pudiera deleitarse con su tamaño, su grosor y su tremenda y roja cabeza endurecida e inflamada, a fin de que se fuera

preparando para la batalla final, que tal vez no tardaría en llegar. Una vez que me deleité posando para ella, me dediqué a mi más ansiosa tarea: la de comenzar a oler una por una sus prendas interiores, aspirando con profundidad y deleite aquel aroma tan rico que me ponía tan caliente. Con toda tranquilidad fui revisando y comiéndome cada una de sus prendas, oliendo, mordiendo, chupando, besando, y frotándomelas en la verga, colgándomelas del palo endurecido que sobresalía cachondo en su enorme tamaño, mientras me imaginaba lo que estaría haciendo Dianita en ese momento allá adentro. Te confieso que aquella ocasión tan inesperada me ofreció las más intensas y extraordinarias delicias sexuales que jamás me hubiera imaginado. Una vez que me cansé de oler y frotar sus braguitas y sus sostenes sobre mi larga y gruesa verga, me dispuse como siempre a finalizar mi faena con la obra maestra de mi masturbación a la salud de la ropa de Dianita. Así que cogí sus vestiditos y sus blusitas, los cuales había dejado hasta el final, para dedicarme a oler la parte axilar que tanto me embrama, pues allí precisamente deja Dianita sus más finos olores: el producto de su sudor penetrante y delicioso que me pone a temblar como una gelatina sin congelar. Comencé por oler con delectación inaudita todos y cada uno de los bordes axilares de sus vestidos y blusas, llevándomelos lentamente hasta la boca y procediendo a chupar con toda desfachatez esa exquisita parte donde quedan sus sobacos, dejando que Dianita, desde donde se hallaba escondida, pudiera ver con toda claridad lo que hacía. Ya podía suponer como estaría mi hijita en esos instantes, metiéndose los deditos en su chochito y teniendo un orgasmo tras otro, tratando de ocultar los gemidos que querían salir de su boca, pero que ahogaba con dificultad para que yo no advirtiera su presencia. Así que me mantuve sin venirme lo más que pude, reteniendo la furiosa salida de la leche que casi no podía controlar. Pero eso realmente fue imposible, querido diario, pues finalmente, y totalmente enloquecido por lo excitante de aquel momento sublime, me vine a chorros sobre los vestidos y blusas de Dianita, embarrando con torrentes incontenibles de leche aquellas telas tan apreciadas por mí, mientras pronunciaba su nombre varias veces a fin de que ella confirmara aún más sus sospechas. Después de haberme derramado abundantemente sobre todo aquel bagaje de mi hijita, me dediqué con toda calma a embadurnar todas y cada una de sus prendas íntimas de restos de mi leche, en especial en aquella parte de sus braguitas que se pega a su rajadita; dentro de las copitas de sus corpiñitos y, de manera particularmente deliberada, en las axilas de tela olorosas a sudorcito de Dianita. Finalmente y habiendo dejado para el final a propósito una pantaletita color de rosa que es una de las que más me gusta humedecer con mi leche, me limpié todo el semen que me seguía saliendo del pene con la parte interior de aquella delicada braguita, justamente en el centro de la tela que tiene contacto con su lindo chochito, dejándola toda mojada y tiesa.

Estando ya seguro de que por aquel día era más que suficiente, y dispuesto como estaba a no cometer errores que pusieran en riesgo mi plan, volví a meter la ropa de Dianita en el depósito, me puse en pantalón y abandoné como si nada el cuarto de servicio con rumbo hacia mi habitación.

CONTINUARÁ…