Forzado pero deseado (Capitulo 2 de 7)

Les aviso que no es relato mío, tan solo deseo compartirlo con ustedes...

A la noche siguiente me dispuse a intentar descubrir cómo y cuando hacía mi padre todas esas cosas con mis prendas íntimas. Pero sucedió que antes de eso, al regresar de la escuela por la tarde, y atrapada por ese inquieto sentido de la curiosidad que tenemos a esa edad, rápidamente me dirigí al estudio para ver qué encontraba.

Y efectivamente encontré nuevamente algo: era otro libro con dibujos sexuales en verdad muy bien hechos. En realidad se trataba de escenas de hombres mayores teniendo relaciones sexuales de todo tipo con jovencitas más o menos de mi edad, de diferentes nacionalidades y en diferentes posiciones, más o menos parecidas a las que ya había visto antes en el Kamasutra. Pero había allí algo más. Sobre la mesa encontré una cajita cerrada que inmediatamente despertó por completo mi curiosidad por saber lo que tenía adentro. Volteando hacia la puerta con desconfianza dirigí mis manos hacia ella y la abrí, descubriendo lo que había adentro. Era una especie como de rosario de bolitas de hule duro, no tan gruesas, pegadas unas con otras mediante un hilillo resistente y suave, que formaban una larga cadenita con breves espacios entre sí, que mediría a todo lo largo como treinta centímetros aproximadamente. Aquello me perturbó de momento, pues jamás había visto algo parecido en vivo, aunque recordándolo bien, en algunas de mis intrusiones ocultas por la web de sexo de la Internet había observado algunas fotografías de mujeres que se introducían aquel tipo de cadenas de bolitas pegadas por el ano. Presa de la excitación por mi nuevo descubrimiento tomé rápidamente el librito y la cajita, me asomé a la puerta del estudio para asegurarme de que nadie me viera y me subí a mi cuarto corriendo.

Ya en mi dormitorio, lo primero que hice fue ponerme a disfrutar de aquellos deliciosos dibujos tan artísticamente realizados, temblorosa por la emoción y la calentura que ya sentía desde el principio, contemplando con ansias contenidas las escenas de las niñas siendo cogidas por hombres ya mayores, de entre los cuales a algunos les calculaba una edad entre

cuarenta y cincuenta años; hombres parecidos por cierto a papá en la edad. En tanto me regodeaba con aquellas preciosas viñetas con vergas largas y paradas metidas hasta el fondo en esos chochitos imberbes y sin pelitos de las niñitas, volví a abrir la cajita y comencé a deslizar mis manos alrededor de aquel collar de suaves bolitas circulares, lo que me causaba una excitación que hasta ese momento jamás había experimentado. Si, no lo niego, me había calentado muchísimo en los días anteriores y hasta me había masturbado como una loca, pero en esta ocasión sentía algo diferente. Podía darme cuenta claramente que tanto mi culito como mi rajita frontal latían aceleradamente como deseando una penetración, en tanto mi entrepierna se llenaba de abundante y viscosa humedad.

Hojee y aprecié varias veces los dibujos uno por uno con delectación, volviendo a admirarlos lentamente una y otra vez hasta saciar mi sentido de la vista; pero en realidad mis otros sentidos no estaban aún satisfechos. A esas alturas ya experimentaba una pesada sensación de resequedad en mi lengua y en mis labios que contrastaba con la abundancia de líquidos que escurrían suavemente por en medio de mis piernas, mojándome toda la parte de enfrente de mi calzoncito. Así que estando ya mis sentidos fuera de control, me desnudé completamente y me arrojé violentamente sobre mi cama con el libro de dibujos en una mano y con el collar de bolitas en la otra, dispuesta a saborear aquel sabrosísimo placer hasta donde mi desbordada imaginación y mi cuerpo lo permitieran. ¿Cuántas veces me masturbé esa noche...? ¿Con cuánta locura me metí aquellas bolitas en mi culito virgen, hasta que desaparecieron...? ¿Cuántas veces grité y grité de placer, pues sabía perfectamente que estaba sola en casa, cuando aquel inusitado collar de "perlas preciosas" se introdujo hasta el fondo de mis entrañas, perdiéndose en la inmensidad de mi cavidad rectal...? No lo sé. Fueron demasiadas horas de loca y salvaje masturbación, de desenfrenada autosatisfacción, de desbordado deseo y ardiente deleite. Al término de aquella inenarrable sesión masturbatoria, que se convirtió en un récord inédito para mí, debí haberme quedado dormida hasta la saciedad por el cansancio tan brutal que me produjo la lujuria de todo aquello, de tal manera que cuando desperté me di cuenta de que eran como las once de la mañana. No me dio tanta preocupación el haber perdido las clases esa mañana, como el verme sobre mi cama totalmente desnuda y con aquel hilillo de bolitas aún dentro del hoyito no tan completamente saciado de mi trasero.

Rápidamente me bajé de la cama, me agaché sobre la alfombra azul de mi cuarto y lentamente intenté sacar como pude aquel serpentín circular del interior de mi conducto anal, pero al estar haciéndolo, la fricción que me producía aquel genial conductor del placer me volvió a poner a mil de calentura, de modo que para no desaprovechar ese momento tan sublime que me proporcionaban las sensaciones de reacción de mi esfínter abriéndose y cerrándose una y otra vez; como colofón me volví a masturbar con delicia con aquello adentro de mi culo, mientras varios orgasmos sucesivos sacudían brutalmente todo mi cuerpo, quedando finalmente tendida y desnuda boca arriba, con los brazos extendidos hacia arriba y tirada sobre el terciopelo del piso durante varios minutos.

Terminada esta última sesión de labor auto placentera y aunque cansada en extremo, ahora sí me dispuse a entrar a la ducha, donde aproveché para lavar bien aquel collarcito que tanto adoraba ya, y lógicamente entristecida por tener que despojarme de él por seguridad propia.

Me vestí, metí aquel objeto del deseo a su cajita y me dirigí junto con el libro de dibujos al estudio para volverlos a dejar en el mismo lugar donde los había encontrado la noche anterior.

PAUSA...

DIARIO DE DON JOSÉ, EL PADRE DE DIANA.

16 de febrero de 1985.

Querido Diario:

Como tú ya sabes siempre he deseado a mi hijita Diana. Antes te relaté en estas mismas páginas que siendo ella aún una niña, cuando tenía entre diez y doce años (ahora tiene ya catorce y está en verdad muy linda y deseable), me gustaba tocarle sus partecitas íntimas con mis dedos cuando mi esposa no se daba cuenta o estaba trabajando. También sabes que me encantaba muchísimo buscar sus pantaletitas usadas o sus corpiñitos o sus vestiditos y blusitas que se quitaba y los olía yo hasta saciarme, ya que en especial me gusta ponerme en la nariz esa partecita de sus pantaletitas donde la tela tiene contacto con su cuerpecito, con su rajita sin pelitos... Si es una braguita sucia, huelo primero la parte baja de la telita que se pega a su chochito y donde casi siempre deja manchitas de flujito que huelen exquisito y que me producen un placer indescriptiblemente inconfesable... Si son sus corpiñitos o sus sostenes, meto mi nariz en la parte interior donde yacen sus tetitas aún pequeñitas, y si se trata de sus vestiditos o blusitas sin mangas... ahhhhhhhhh... allí sí que me pierdo, querido diario, pues tú sabes bien que lo que me mata es oler esos bordecitos humedecidos por el sudorcito de Dianita que le quedan a sus vestiditos bajo el brazo... Eso sí que no lo puedo resistir, pues luego de olerlos hasta que me caliento, me los meto en la boca y los chupo con un deleite tal que tengo unas eyaculaciones a la salud de mi hija Dianita tan tremendas como jamás las he tenido con mi esposa Martha.

Pero por otra parte también sabes, querido diario, que los tocamientos y esas cositas lindas que yo le hacía a Dianita y que tanto me calentaban tuve que dejarlos en el olvido... no porque yo quisiera, sino porque me di cuenta que ella claramente no participaba, que le disgustaban, y me dio temor de que se lo dijera a Martha... Ahora ya han pasado casi dos años... y Dianita se ha puesto deliciosamente hermosa, porque tiene unas nalguitas paraditas que me vuelven loco, y sus pechitos ya están desarrollados, aunque no son tan grandes aún;  pero eso sí, son dos preciosas bolitas que cuando se las miro me producen náuseas de la brama que me despiertan... Y qué decir, querido diario, de sus piernas, tan bien formaditas y tremendamente hermosas... y de lo que Dianita tiene entre sus piernitas, lo que solamente me puedo imaginar cuando estoy oliendo y chupando sus pantaletitas sucias... ohhhhh... ya ni quiero seguir pensando en eso porque me vengo en leche abundantemente... Te confieso que cuando Dianita se pone esas blusitas sin mangas o esos vestiditos cortitos que dejan ver sus sobaquitos preciosos, y cuando veo que ella levanta sus brazos y deja ver unas axilas blancas, pero a las cuales ya le está saliendo una suave pelusita de pelitos, aunque no se le notan muy bien, solamente de cerquita como yo las he visto... Uffffffff... eso es lo mejor de todo... porque me imagino cuando los trae puestos y ella suda y suda toda esa partecita de la tela de sus vestiditos o de sus blusitas... Ohhhh, querido diario,... ese sí que es un olor fenomenal que me calienta tanto que no puedo dejar de masturbarme sobre ellos después de olerlos por horas y horas y metermelos a la boca chupando su sudor y su olorcito tan sabroso, para después llenarlos de mi leche precisamente en esa parte que tanto me agrada y que deseo ardientemente poseer.

Como te decía, tuve que dejar de hacerle todos esos tocamientos y cositas a Dianita durante casi dos largos años que fueron para mí como una eternidad, tratando de olvidar todo para dedicarme a mi esposa... pero ahora que Dianita se ha vuelto una hermosa mujercita, aunque es todavía una niña, se me ha antojado como nunca su culito y todas esas partes que te he confesado que me agradan tanto. Mi deseo más profundo y secreto es cogérmela; quiero ser el primer hombre que le meta la verga; el primer macho que ella disfrute; el primero que le rompa su bello culito; pero también sé que debo ir con mucho tiento y cuidado con ella, sobre todo porque no coopera conmigo porque eso no le agrada, y también porque si Martha llegara a saberlo sé que todo acabará mal, y no deseo eso, por supuesto. Sin embargo, después de pensar y pensar tanto tiempo y tan profundamente en la forma cómo puedo lograr mi objetivo, por fin, querido diario, he tenido una idea genial que creo que resultará y que pienso poner en práctica muy pronto. ¿Qué de que se trata?... no comas ansias... mi querido diario... ya te lo diré en su momento... ok?

21 de febrero de 1985.

Diario querido:

Martha pronto se irá del país y tardará fuera casi dos meses, y Dianita y yo nos tendremos que quedar solitos en casa... Sé que ella me ve casi como a un extraño por todas aquellas cositas que ella recuerda que le hacía; habla muy poco conmigo y sólo me dirige la palabra para lo indispensable, y obviamente no me tiene absolutamente nada de confianza. De modo que tomando en cuenta todo eso mi plan resulta realmente genial. Ya te iré relatando todo poco a poco, conforme se vayan sucediendo los acontecimientos que tengo planeados para cogerme a Laurita. Pero antes de cogérmela quiero disfrutar de este juego con ella que he planeado muy bien y por tanto tiempo... y desde luego, volveré a disfrutar ahora que estamos solitos de las delicias de sus prendas íntimas nuevamente, porque ahora sí aunque quiera no puedo aguantarme más.

1 de marzo de 1985

Querido diario:

Hoy por fin Martha ha partido para Europa y por fin también ha llegado la hora de poner en práctica mi ingenioso plan... He aprovechado la ocasión para pedir suficientes vacaciones en mi trabajo y poder permanecer escondido en casa (es parte de mi plan) para jugar con Dianita sin que ella lo sepa. Te confieso que estoy tan emocionado por todo esto que siento que me quemo por dentro, pero si algo tendré que guardar de hoy en adelante será precisamente la compostura. No me precipitaré en lo absoluto ni demostraré para nada a Dianita que me sigo interesando en ella; de esa manera le daré la suficiente confianza para que ella pueda actuar como yo quiero; y si como pienso, mi plan funciona, entonces te estaré contando muy pronto y antes de que Martha regrese a casa, del cumplimiento del anhelo más profundo de mi corazón: cogerme a mi propia hija de catorce años… abur...

11 de marzo de 1985

Diario amigo:

Hoy he dado inicio a mi plan genial; y te diré una cosa: creo que sí funcionará... ya lo verás.

¿Que qué fue lo que paso hoy?... Deja que te lo cuente... Hoy Dianita regresó de la escuela un poco tarde, pues yo la estuve esperando con ansiedad escondido en el closet de mi habitación, en un lugar donde si ella llegara a entrar a buscarme para saber si estoy en casa, difícilmente me hallaría. Pero antes de eso busqué en mi biblioteca privada donde guardo los mejores libros de sexo que me gustan y excitan y escogí "El Kamasutra ejemplificado", una obra deliciosamente caliente de posturas sexuales y todo eso que me servirá de introducción para que Dianita se vaya calentando poco a poco. Se lo he dejado en la mesita de la computadora que está en el estudio, porque yo sé que ella entra por las tardes a leer su correo.

Escondido dentro de mi closet escuché cuando Dianita, en lugar de ir al estudio, se metió en su cuarto y cerró la puerta. Yo aguardé como una hora para escuchar cualquier sonido o movimiento, pero todo estaba en silencio. Así que salí de mi escondrijo y lentamente salí de mi cuarto y fui hasta el de Diana, quien creyéndose sola en casa, no había cerrado la puerta por dentro. Abrí lentamente su puerta y el cuadro que vi era delicioso y espectacular. Allí estaba mi hija profundamente dormida, agotada por el cansancio, con las piernas abiertas y aún con el uniforme escolar de falda azul plisada y cortita que tanto me gusta verle puesto. Al verla anchada y durmiendo en esa posición tan sublime me calenté tanto que tuve que masturbarme con locura, pero sin tocarla para nada, (...recuerda que quiero darle toda la confianza y no debo cometer errores...), y una vez que eyaculé violentamente sobre mis manos, le tallé suavemente mi semen por encima de todo su chochito, sobre la tela de su pantaletita blanca, dejándole completamente humedecido su bollito tan bello y tan hermoso que tiene entre sus piernitas... Era tan abundante mi semen que le embarré allí que vi cuando le escurrió algo de lechita también entre la pielcita de su entrepierna, pero eso me gustó... Después de haberme satisfecho con aquella fenomenal venida, me salí de su cuarto dejándola aún dormidita y me volví a esconder donde siempre. Ella no se dio cuenta de nada...

Tiempo después escuché que Dianita se despertó y salió hacia el cuarto de baño, y luego escuché el ruido del agua... Yo me volví a esconder, pero cuando calculé que ya se había vestido y bajó las escaleras, me apresuré a acercarme a mi puerta entreabriéndola, y pude escuchar que estaba en la cocina preparándose algo de cenar... Yo aproveché ese momento para bajar por otra pequeña escalerilla que hay en casa y que da al patio desde el pasillo superior y donde ella no puede verme, para ir y esconderme entre las plantas del jardín desde donde se puede ver claramente a través del ventanal de cristal el interior del estudio... Allí esperé pacientemente, hasta que vi que Dianita entró al estudio y encendió el ordenador... En ese momento descubrió el libro que le había dejado en la mesita, y wowww... ¿Qué crees que hizo ella, queridísimo diario?... Ella comenzó a hojearlo con lentitud y pude ver cuando sus ojos se abrieron del asombro y la sorpresa... Vi que apresuradamente apagó el computador, tomó el libro, apagó la luz del estudio y salió... Yo esperé pacientemente el tiempo necesario esperando el momento en que ella se encerrara en su cuarto... Así que como media hora después volví a subir a la planta alta por la misma escalerilla exterior. Cuando llegué al pasillo que da a las habitaciones me quité los zapatos y los metí en mi cuarto y fui sigilosamente hasta la puerta del dormitorio de Dianita. Allí espere por largos minutos hasta que comencé a escuchar quejiditos y gemidos ahogados producidos por las tremendas masturbaciones que mi hija se estaba prodigando con ansias locas. No pude contenerme y me saqué la verga, que ya tenía totalmente endurecida que hasta las venas de mi pene sobresalían claramente a lo largo de mi falo.

Entonces me dirigí hacia la planta baja al cuarto de servicio donde se lava la ropa y busqué ansiosamente la ropita interior de Dianita que había estado usando en esos últimos días, y la que ya había yo olido y llenado de leche en días anteriores, pero también en esta ocasión me derramé sobre varios calzoncitos de Dianita, sobre varios sostenes sucios y particularmente sobre la parte de sus axilitas de sus blusitas y sus vestiditos que olían a gloria.

Además hay otra cosa que también debo confesarte, querido diario. Cuando Dianita se va a la escuela y me aseguro que la señora que hace el aseo está ocupada en la planta baja, yo salgo de mi escondite secreto y entro en su cuarto, cierro la puerta con pestillo y abro las gavetas de su ropero donde guarda su ropita interior limpia, sus braguitas y sus sostenes, y me las tallo por toda mi verga bien parada, y las froto especialmente en esa partecita que sé que pronto tocará su pubis aún sin vellitos, y me derramo todito echando mi lechita en la telita... También hago lo mismo con sus brasieres, pues me los tallo sobre mi pene bien endurecido y les echo leche abundantemente en las copas interiores que después habrán de tener contacto con sus tetitas. También refriego y derramo la leche sobre la parte de la tela que guardará sus sobaquitos, lo que me pone a mil por minuto... Es todo por hoy... Bye.

12 de marzo de 1985

Querido diario:

Yo continúo con mi plan, que al parecer avanza bastante bien... Esta vez le he dejado a Dianita otro libro encantador sobre sexo incestuoso... Se trata nada menos que de uno de mis libros preferidos para masturbarme cuando mi esposa está en sus "días"... Se llama "El Incesto"... La finalidad es que se vaya adentrando en todas esas cositas que nos habrán de suceder a ella y a mi tarde o temprano, aunque Dianita aún ni se lo imagine...

Te cuento que como siempre esperé a que Dianita regresara de la escuela, solamente que esta vez me ganó la condenada, porque cuando yo me aprestaba para bajar al jardín que da al estudio, tuve que volverme a esconder rápidamente porque ella venía corriendo escaleras arriba hacia su cuarto. Y supuse lo correcto, porque minutos después, cuando estaba encerrada y salí hasta la puerta de su dormitorio, pude escuchar de nuevo los ansiosos grititos y gemidos ahogados producto de las tremendas masturbaciones y venidas que Dianita se estaba prodigando... la muy cachonda... Pero lo que realmente me agradó mucho fue darme cuenta que ahora sí se pasó toda la tarde y hasta la madrugada encerradita en su cuarto disfrutando de las delicias de mi librito. Calculo que debe haberse masturbado muchas veces, pues ya de madrugada escuché cuando ella sigilosamente bajaba las escaleras y abría la puerta del estudio. Yo esperé a que ella regresara a su cuarto y apagara las luces, momento que yo aproveché para ir despacito al estudio y ver que el libro acababa de ser puesto nuevamente en su lugar. Lo revisé cuidadosamente y pude ver que algunas páginas, en especial las que más me gustan a mi también, estaban todas húmedas y embarradas de líquido seminal de mi preciosa hijita, por lo que tuve que volver a hacerme otra sabrosa puñeta, pero antes de que me saliera la leche, tuve el cuidado de ir hasta el cuarto de servicio a buscar las prendas íntimas de Dianita y, una vez más, llenarlas todas de leche.... hasta que me sacié completamente.

13 de mayo de 1985

Querido diario:

Después de todo lo que te he escrito en tus propias páginas, espero que ya no te quepa duda de que mi plan camina prodigiosamente bien... Y esta vez no me detendré, te lo aseguro, hasta lograr mi objetivo... Hoy le dejé a Dianita sobre la mesa otro ejemplar bien distinto... que está buenísimamente caliente. Como verás, he ido preparando el terreno poquito a poco de manera que cuando llegue el momento anhelado de cogerme a Dianita... ella no oponga resistencia alguna. Se trata de un libro muy bonito y cachondo de imágenes dibujadas donde puede verse a padres de distintas partes del mundo cogiéndose a sus hijas en diversas posiciones. Todas ellas son como de la edad de Diana, lo cual estoy seguro le despertará un secreto deseo por mí.

Pero... agárrate... también le dejé algo muy novedoso que quizás ella no conozca en la realidad, pero que casi estoy seguro lo ha visto en fotos en la Internet... Es un jueguito de bolitas hechas especialmente para masturbarse analmente, porque como te darás cuenta, no quiero que ella se meta nada por delante antes que mi verga la desflore. Ahhh… se me olvidaba decirte algo más... ayer cometí un error gravísimo, pues no estaba atento a la llegada de Diana porque yo esperaba que actuara de otra forma... pero la muy ladina se fue directamente al estudio cuando regresó de la escuela, de modo que yo no tuve tiempo de espiarle desde el jardín del estudio. Pero te aseguro que eso no volverá a suceder... Mañana te contaré lo que ocurra... adiós.

14 de mayo de 1985

Diario íntimo:

Ahora te relataré con todo detalle los sucesos de la tarde de ayer. Como te dije, esta vez me preparé de antemano y me escondí en el jardincito del estudio desde la tarde. Y tuve suerte, porque de nuevo mi Dianita querida y calientita se fue directamente allí cuando regresó de la escuela. Y ahora si pude deleitarme ampliamente con el escenario que esperaba. Entró, cerró la puerta por dentro y fue directamente hacia la mesita. Ya ni siquiera encendió el ordenador, la muy putita.....(bueno, el plan da resultados, no?..jajajaja) e inmediatamente descubrió el libro que te dije. Pero también halló la cajita en la cual puso especial atención. Vi incluso cuando ella volteaba como insegura hacia la puerta para cerciorarse de que nadie podía verla.

Una vez que se dio cuenta de lo que contenía la cajita, y sabedora también del contenido del librito, que la puso colorada de su carita de inmediato, se subió corriendo por las escaleras con el libro y la cajita en sus manitas y se encerró en su cuarto.

Hummmm... te confieso que todo esto es tan deliciosamente caliente y excitante que me tiene en ascuas... Me di el tiempo suficiente para subir a la planta alta y ahora sí, acomodarme en el lugar que previamente había preparado para poder verla a mi antojo desde lo alto de la ventana de cristal de su dormitorio.

Esa parte que preparé tiene una vista perfecta hasta su cama, lo cual fue magnífico. Dianita ni cuenta se da de qué ahora puedo espiarla a mis anchas.

Llegó desesperadamente ansiosa por la calentura que le despertó el libro y aquel objeto del deseo. Se sentó en la cama y comenzó a hojear el libro de dibujos incestuosos por largos minutos, y después abrió la cajita y sacó el collarcito, comenzando a acariciarlo con mucha suavidad y amor, lentamente, deliciosamente, que hasta la boca se le puso seca. Aunque estoy seguro de que lo que no estaba nada seco era el interior de su rajita querida. Así estuvo ella haciendo todo eso por varios minutos, y me di cuenta que regresaba una y otra vez las páginas bebiendo con delicia y calentura aquellas imágenes del placer desconocido, mientras yo me acariciaba la verga bien parada desde el privilegiado lugar donde me encontraba viendo aquel estupendo espectáculo sin par. Pero lo mejor, querido diario, vino después, pues vi cuando mi hijita comenzó a desnudarse de una manera que jamás había visto (nunca la había visto desnuda hasta ahora), porque lo hacía con una pasión loca del deseo, con una agitación y precipitación propias de una perrita embramada, ya que se quitó con rapidez desmedida su blusita, su faldita corta, sus braguitas humedecidas de lechita, su sostén que aprisionaba aquellos globitos tan anhelados por mí, y quedando totalmente en cueros, se tiró en un clavado a la cama tomando el libro con una mano y cogiendo el collar de bolitas con la otra. Se recostó con movimientos felino s y agresivos a todo lo largo del colchón, e inmediatamente se metió el collar a su boca para poder humedecerlo con la poca saliva que le quedaba, y cuando lo sacó, lo dirigió con desenfrenado anhelo al punto de entrada de su culito, procediendo con los dedos a empujárselo groseramente, presa de una ansiedad increíble, en tanto yo veía como iba desapareciendo aquel serpentín circular, ahora brillante por la saliva, por el conducto de su anito virgen. Con otra mano procedió a hojear el librito regodeándose a su antojo con aquellas preciosas imágenes de incesto que ahora me daba cuenta, tanto le agradaban y le proporcionaban placer.

Así estuvo mi Dianita por horas y horas y horas deleitándose en sesiones de auto placer sin compasión alguna, pues se venía en orgasmos intermitentes una y otra vez; y después de descansar algunos segundos, agitada su respiración y gritando como una loca, volvía de nuevo a la carga con mayor violencia, volviéndose a venir abundantemente mientras las bolitas del collar entraban y salían, una por una, en el conducto de su culo, produciéndole las sensaciones más profundas jamás sentidas por ella que se traducían en fenomenales e interminables orgasmos, que a veces retenía para prolongar el placer, pero a veces, aunque lo intentaba, no podía, pues le ganaba la grandiosa brama de que era prisionera esa noche.

Ya entrada la madrugada y habiendo disfrutado hasta lo indecible y como nunca en su corta vida, Dianita se quedó quieta por fin recostada boca arriba sobre su cama, y con los brazos hacia arriba, pudiendo yo admirar desde mi escondrijo que ni sus axilas ni su chochito tenían pelitos.

Aquella visión tan extraordinariamente caliente para mí, y tan esperada por años, por fin me prodigó lo que tanto deseaba: ver a mi hija completamente desnuda para confirmar con toda amplitud que era aún más bella de lo que yo había imaginado durante tantas noches calientes de soledad en que me masturbaba pensando en Diana. Al verla tendida y totalmente dormida, y siendo ahora yo presa del más grandioso deseo de volver a masturbarme por enésima vez, dejé mi precioso escondite y me dirigí a la puerta de su cuarto. Pero me llevé una sorpresa. La habitación estaba cerrada por dentro. Ni modo... querido diario... había que tener paciencia... Así que me dirigí nuevamente al cuarto de servicio a buscar con afanosa ansiedad las prendas íntimas de mi hijita, y una vez que tuve un bulto de pantaletitas olorosas, de brasieres sucios y de blusitas y vestiditos sin mangas, di rienda suelta a mi más desenfrenada lujuria, oliendo con un placer indescriptible aquella ropita interior de Dianita que tanto me embramaba y finalmente, eyaculé sin pudor ni piedad sobre todo aquel montón precioso de telas privadas de mi hija, embadurnando de leche cada una de las partes prohibidas que tanta calentura me causaban. Por ahora es todo... querido diario... pero esta historia aún no ha terminado... abur.

CONTINUARÁ...