Forzado pero deseado (Capitulo 1 de 7)

Les aviso que no es relato mío, tan solo deseo compartirlo con ustedes...

Cuando mi madre me dijo que tendría que quedarme sola por varias semanas en casa a causa de un largo viaje que ella emprendería con motivo de su trabajo de ejecutiva de una importante empresa, a mi no me gustó la idea en lo absoluto.

Y no es que fuera especial en esas cosas; lo que ocurría en el fondo es que mi padre, a espaldas de mamá, me había perturbado y molestado en diversas ocasiones siendo una niña de entre diez y doce años, y ahora que recordaba aquellas experiencias nada gratas para mí, éstas me producían interiormente un rechazo total hacia él, que era un hombre demasiado libidinoso y caliente que siempre había intentado, siendo niña, tocarme mis partes íntimas, subirme a sus piernas, o hacerme cosas de ese tipo que a mí no me gustaban para nada. Incluso en varias ocasiones, sin que él se diera cuenta, yo lo había encontrado revisando mi ropa sucia buscando mis pantaletitas usadas; y más de una vez le sorprendí en mi recámara oliendo prendas íntimas mías como braguitas o sostenes, y otras revisando vestiditos míos que me acababa de quitar, prendas que él olía de manera especial en esa parte que quedaba debajo de mis brazos; esa región de tela sudada y olorosa que yo me daba cuenta que le atraía mucho, todo lo cual me causaba molestia, aunque jamás me atreví a confiárselo a mamá por algún temor que hasta ahora ignoro. Y ahora, dos años después, cuando estaba a punto de cumplir los catorce años y creyendo que todo eso ya había quedado en el olvido, y todo porque mi madre no quería (ni yo tampoco) que dejara de asistir a la escuela, me veía obligada de manera indirecta a quedarme con papá, que era el único familiar que tenía, lo cual no podía impedir por ningún medio.

Yo lamentaba muy dentro de mí el no haber revelado antes a mi madre todas esas cosas que yo sabía, que yo había visto e incluso sentido con mi padre; las perturbaciones de que era yo objeto por parte de él y, en fin, que por el momento no tenía otra opción más que aceptar quedarme solita con él.

Llegado el día mi madre se despidió de nosotros y enseguida partió para Europa en compañía de un grupo de compañeros de trabajo. Esa misma tarde decidí que trataría de evitar a toda costa y lo más posible el contacto con papá, por lo cual procuraba regresar de la escuela más tarde que de costumbre; y aunque él también trabajaba largas jornadas, casi siempre estaba en casa a eso de las ocho de la noche y los fines de semana.

Los primeros días fueron muy difíciles para mí pues me sentía

sola y desprotegida, y también comencé a experimentar un extraño malestar como

de sentirme amenazada; ya que tenía temor de que en cualquier momento pudiera mi

padre irrumpir en mi habitación mientras dormía y violarme despiadadamente sin

que yo ni nadie pudiera evitarlo. Todo ello empezó a producirme una desmejora en

mi ánimo y mi aspecto que mis amigas comenzaron a notar de inmediato. Yo les

decía que últimamente no me había sentido bien, que extrañaba la presencia de

mamá y en fin, de que no comía bien a causa de sentirme sola.

Pasaron los días sin que en realidad mi padre diera muestras

de interesarse lo más mínimo en mí. Cuando coincidíamos en casa algunas noches o

bien los fines de semana, inclusive me daba cuenta de que él evitaba encontrarse

conmigo, ya que me evadía o bien se salía con sus amigos a distraerse. Había en

nuestra casa una señora de edad mayor que se encargaba de los quehaceres, pero

ella se retiraba por las tardes, y entonces yo me quedaba sola y triste, sin

ninguna compañía. Trataba de ocuparme en mis trabajos escolares y en algunas

ocasiones invitaba a amigas a ver televisión o a hacer las tareas en equipo.

Habían transcurrido unos diez días desde la partida de mamá, cuando cierta tarde

que regresé de la escuela, algo cansada, me retiré a mi habitación y me quedé

profundamente dormida. Cuando desperté me dieron ganas de ducharme y bajar a

comer algo a la cocina. Pero al estar desnudándome en el cuarto de baño, sentí

de pronto mis pantaletas como húmedas de un líquido extraño, lo cual hizo que me

las quitara y me pusiera a revisarlas, observarlas y tocarlas cuidadosamente

encontrando una gran cantidad de esperma aún fresco, desparramado en esa parte

frontal que cubre el pubis femenino. Un acto reflejo hizo que me revisara mi

entrepierna, encontrando también ciertos restos de líquido espeso en aquel

sitio, sobre esa parte escondida de mi piel. Aquello me produjo una sensación de

extrañeza, pues yo sabía que no había tenido la menor intención de masturbarme

esa tarde, y por lo menos no recordaba haber tenido tampoco sueños eróticos

durante mi siesta. No le di demasiada importancia a aquello, aunque en el fondo

sí me dejó algunas dudas en mi cabeza, y procedí a meterme bajo la lluvia de

agua fría, lo que me confortó, bajando después a cenar.

Habiéndo quedado satisfecha después de una abundante y rica

cena, me dirigí al estudio donde se encuentra la computadora. Quería entrar a

leer mis correos y distraerme un rato navegando por Internet. Al estar

encendiendo el ordenador mis ojos descubrieron de pronto un librito que se

hallaba sobre la mesa. Llena de curiosidad por saber de qué se trataba, lo tomé

y leí el título: "El Kamasutra ejemplificado". Aquel nombre no me decía nada,

así que decidí hojearlo y cual no sería mi sorpresa cuando comencé a ver en sus

páginas a parejas en diversas posiciones sexuales practicando el amor

abiertamente, mientras en la parte baja de la fotografía había una serie de

explicaciones gráficas sobre la forma en que un hombre y una mujer podían tener

sexo en diferentes y variadas posiciones, lo cual me produjo una serie de

sensaciones en medio de mis piernas que no pude evitar.

No es que yo sea pudenda, pues a mis casi catorce años ya

sabía lo que era el sexo aunque no había tenido relaciones íntimas, pero

aquellas visiones me causaron temblores en mis piernas y sobre todo, humedad

dentro de mi rajita, así que decidí llevarme el libro a mi cuarto para verlo

bien y aprender más sobre el sexo. Apagué el computador y subí a encerrarme en

mi cuarto, dándome a la tarea de beberme todo el libro en dos horas, y por

supuesto, desde antes de terminarlo ya estaba yo tan excitada y caliente que me

masturbé varias veces a la salud del contenido temático de aquel singular

librito. Una vez que terminé, volví a dejarlo en el mismo lugar en que lo había

encontrado.

Después de aquel afortunado hallazgo empezaron a suceder

cosas raras en casa que al principio no alcanzaba a comprender del todo. La

siguiente tarde en que regresé de la escuela y movida por la curiosidad de lo

sucedido el día anterior, en vez de subir a mi cuarto me dirigí al estudio para

entrar a Internet. Pero en realidad lo que deseaba en el fondo era cerciorarme

si el libro aquel aún se encontraba allí. Cuando llegué cerré la puerta y dirigí

una mirada hacia el lugar en que lo había puesto, pero me di cuenta de que esta

vez no estaba el mismo libro, sino otro. Su título era "El incesto", y al

comenzar a hojearlo observé que en realidad se trataba de una novela de esas

cachondas de sexo que te calientan con sólo leer las primeras páginas. De

inmediato cogí el libro y me subí a mi cuarto comenzando a leerlo rápidamente,

pues quería saber el tema que abordaba. Esta vez no fueron dos horas las que

pasé leyendo aquella extraordinaria novela caliente que me excitó hasta la

locura, sino que me pasé casi toda la tarde y gran parte de la noche en vela

disfrutando de su contenido que desde el principio me cautivó, pues trataba del

sexo entre un padre y su hija menor de doce años que habían tenido relaciones

sexuales incestuosas y ocultas a espaldas de su madre y hermanos.

No negaré que al principio me sentí como media asustada por

el contenido, el cual en el fondo yo rechazaba totalmente, pero a medida que me

adentraba en la trama ésta me fue llevando y llevando poco a poco a crear

imágenes y sensaciones tan profundas y excitantes que tuve que masturbarme no

menos de cinco o seis veces, ya que la situación que relataba el autor era tan

sutil y deliciosa que no recordaba nada que me hubiera calentado antes como

aquel sensacional librito. Al terminarlo de leer y sobrecogida aún por todas las

emociones palpitantes que acababa de vivir, me deslicé en la madrugada por las

escaleras hasta el estudio para dejarlo de nuevo en su lugar.

Al día siguiente y estando en la escuela yo no podía dejar de

pensar en aquellos casuales hallazgos en el estudio y las experiencias

masturbatorias que me provocaba la lectura prohibida de aquellos libros, pues

jamás había leído literatura como aquella; por eso me preguntaba en el fondo de

qué manera llegaban esos libritos hasta la mesa de la computadora. Ese fin de

semana me puse a acomodar mi ropa íntima en la gaveta de mi ropero, cuando de

pronto descubrí que casi todas mis pantaletas estaban pegajosas de la parte que

da al triángulo púbico. Aquello me extrañó de momento, pero me hizo recordar las

escenas que había visto que hacía papá con mis prendas años atrás. Estas prendas

de las que hablo estaban limpias y disponibles para usarlas, así que yo estaba

segura de que no tenían por qué estar manchadas de allí, aunque en los últimos

días yo había estado masturbándome hasta el delirio con aquellos libros que

casualmente encontraba.

Claro que llegué a la conclusión de que mi padre había vuelto

a las andadas jugando con mi ropa interior, por lo cual decidí asegurarme de la

verdad. Me dirigí al cuarto de lavado donde se acomodaba la ropa sucia que

estaba lista para asearse, cerré la puerta por dentro y me dispuse a revisar

escrupulosamente toda mi ropa, mis bragas, mis sostenes y mis vestiditos y

blusitas de manga corta, para ver si hallaba algún rastro de leche o bien si

estaban manchadas. Mi sorpresa fue mayor al descubrir que casi todas mis

pantaletas estaban llenas de semen precisamente en esa parte interior en que la

tela toca la piel íntima vaginal; que mis corpiños estaban empapados y manchados

de leche semi seca en la parte interior de las copas donde quedan las tetas; y

que mis vestidos y blusas de manga corta tenían tambien manchas en ambos bordes,

precisamente en la parte axilar. Todo ello me produjo una sensación de miedo al

descubrir que mi padre estaba volviendo a hacer de las suyas con mi ropa.

Por esa razón había varias preguntas que yo me planteaba:

¿Cómo y a qué horas papá hacía todo eso, si casi nunca lo veía en casa...? ¿Con

qué propósito estaría haciendo todo aquello con mis prendas íntimas...? ¿Sería

que en el fondo yo le gustaba como mujer, sin importarle que fuese su propia

hija...? Todas esas preguntas sin respuesta momentánea llenaban de inquietud mi

mente. ¿Y los libros que yo había encontrado en la mesa del estudio...? ¿Quién

los leía y luego los dejaba olvidados allí...? ¿Sería acaso también papá...?

¿Qué a él le gustaba leer esa clase de literatura...? ¿Y si le gustaba leer todo

eso, por qué no lo hacía en privado...? ¿Cómo es que olvidaba algo tan obvio en

ese lugar donde él sabía que yo iba tan a menudo....?

Toda aquella serie de cuestionamientos me hicieron tomar una

decisión. A estas alturas me encontraba absolutamente dispuesta a descubrir la

verdad; estaba resuelta a hacer lo necesario para saber qué era lo que en

realidad sucedía y cuál era el propósito, ya no tan oculto, de mi padre para

conmigo.

CONTINUARÁ...