Forzado en las duchas (Capítulo 2)

Segundo capítulo de la erótica historia sobre Pablo y Marcos. Esta vez, Pablo es forzado a sexo anal por Marcos en las duchas del vestuario del gimnasio. Pablo será desvirgado violentamente por el atractivo Marcos.

Desperté. Me sentía algo húmedo, empapado. Yo dormía sin calzoncillos, y eso había provocado, juntamente con mis sueños eróticos con Marcos, que mi pene estuviese erecto. Fui directamente a ducharme. Encendí la ducha y me metí en ella. El agua caliente se deslizaba por mi piel. Cerré los ojos, y en mi cabeza volvió la imagen de Marcos, sudando y gimiendo de placer. Lentamente, empecé a deslizar mi mano hacia mi miembro y me empecé a masturbar. Poco a poco, aumenté la velocidad de mi mano. El agua ahora estaba muy caliente, y entonces, me corrí de forma violenta, manchando las paredes y la mampara. Lo limpié todo, me acabé de duchar y me vestí. Preparé la cartera y la bolsa de deporte, desayuné y fui hacia al colegio.

Siempre esperaba a mis amigas a la entrada, para quedar todos y subir juntos. Estaba algo embobado, en las nubes. Cuando estábamos a punto de subir, apareció él. Marcos y sus amigos, con sus capuchas, pantalones de gimnasio y sus bambas desabrochadas. Pasaron por delante de nosotros y disimuladamente, Marcos me guiñó un ojo. Me puse nervioso. Al pasar, pude apreciar otra ver su culo perfecto, cual dios griego. Mis amigas se pusieron a hablar de los amigos de Marc  y como se los tirarían. Yo solo podría pensar en el culo y el pene de Marcos.

Llegamos a clase. Empezaron las clases. Yo me sentaba detrás de Marc y Juan, su amigo, con Júlia, mi mejor amiga. Las sillas dejaban ver sus traseros. Me estaba excitando, y se empezó a dibujar un pequeño bulto durante las tres primeras horas de clase. Fuimos al patio y almorzamos. La próxima clase era la de educación física.  Cogimos las bolsas y fuimos hacia el pabellón. Siempre era de los últimos en cambiarme de ropa, y me quedaba solo en el vestuario. Estaba a punto de abrocharme el último zapato que me quedaba por abrochar cuando entró Marcos.

-Hola Pablo, ¿has soñando conmigo y mi polla? Jaja.

-Te mentiría si dijese que no.

-Bueno de saberlo, me gustan los esclavos sinceros…

-¿Que has dicho?

-Nada Pablo, tranquilo, tu solo estés listo cuando te necesite.

Marcos se acercó sutilmente hacia a mí y con las yemas de sus dedos me acarició los labios.

-Esta boca, tu boca me encanta. Solo pensar que ahora mismo podría introducir mi poya en ella me pone muy, muy caliente.

Mi pene se estaba poniendo erecto muy rápido.

-Pero tranquilo, no tardaré en hacerlo. Esta tarde te quiero para mí, vendrás a mi casa, ya que estoy solito, y entonces nos los pasaremos muy, muy bien, ¿de acuerdo Pablito? Vamos, haremos tarde.

Al acabar de clase de gimnasia, volvimos al vestuario y me preparé para entrar en la ducha. Esos cuerpos sudados de mis compañeros me ponían a mil. Sus tabletas y sus calzoncillos sudados, todo eso me excitaba de forma sobrenatural. Entré en la duchas. Las duchas eran cerradas, y como la clase de educación física era a última hora, podías ducharte el tiempo que tu deseabas. Siempre me quedaba el último también. Apagué la ducha y me pareció que nadie más quedaba ahí. Silencio. De repente, escuché un ruido. La puerta de mi ducha se abrió bruscamente y apareció Marcos, con solo la toalla puesta, mordiéndose el labio superior. Su cuerpo tonificado y limpio iluminaba la estancia.

-Hola Pablo.

-¡Que haces aquí!

Me tapé como pude mis genitales.

-No te tapes Pablo, no va a servir de nada. No me puedo a esperar a esta tarde para deleitarme contigo.

Entró en la ducha y me empotró contra la pared.

-No grites, seré rápido.

Se quitó la toalla y se empezó a tocar su miembro. Me giró y me puso de espaldas a la pared y bajo hacia mi trasero. Lo tocó bruscamente y empezó a darme besos en las nalgas. Me abrió las nalgas e introdujo su lengua en mi ano. Lentamente, empezó a lamerlo dando círculos con la lengua. Yo no sabía donde agarrarme, el placer era máximo. Fue introduciendo más su lengua hasta que la quitó y fue introduciendo su dedo. Mientras, subió su cuerpo y me empezó a besar la nuca y el cuello.

-Te gusta, ¿verdad? Marica, te gusta, se que te gusta, y ahora aún más.

Condujo su pene en mi ano y empezó a deslizarlo en mi trasero. Lentamente, introdujo la cabeza de su pene y sutilmente fue introduciendo el cuerpo de su pene en mí. Sentía su miembro dentro de mí, cada vez más bruscamente. En mi boca se escurría saliva. Noté sus manos sobre mis caderas, las yemas de sus dedos apretaban fuerte mi pelvis. Sentí sus suspiros de placer muy cerca de mi oreja, y luego sentí como me la lamía delicadamente. Se escurrió una lágrima sobre mi mejilla. El dolor se fusionaba con el placer máximo. Rápidamente, Marcos puso dos de sus dedos en mi boca, quería que los lamiese. Empecé a lamerlos. Él seguía gimiendo, pero no me permitía gemir con sus dedos presionando mi boca.

Siguió presionando su pene contra mi culo, esta vez muy violentamente, hasta que oí “Me vengo” con una voz suave. Noté dentro de mí una explosión. Se corrió dentro de mí. Sentí un líquido espeso moviéndose lentamente y goteando por mi ano. Él sacó su miembro y le dio unas sacudidas. Me giró y me miró con ojos psicóticos de placer.

-¿Te ha gustado Pablito?

Me sentía sucio pero lleno de placer. Me era imposible gesticular y hablar. Me miró de arriba y abajo y me empujó hacia abajo.

-Aún quedan algunas gotitas de mi semen preciado. Trágatelas, sé que te gusta deleitarte con mi semen.

Se sacudió de nuevo el pene y me dirigió las últimas gotas de su semen en mi cara. Cogió su toalla y se la puso a la altura de su pelvis.

-Hoy te quiero en mi casa a las seis. Vivo en la calle Salamanca, la casa tiene el número doce. Mis padres estarán unos días fuera, así que diles a tus padres que te quedarás a dormir. No se lo digas a nadie y no llegues tarde, o tendrás tu castigo. Hasta la tarde, Pablito. Reserva todas tus fuerzas para mí.

Se mordió el labio inferior mientras miraba mi pene erecto y mi cara manchada de semen. Lo perdí de vista, y poco después, escuché el sonido de la puerta cerrarse. Me volví a duchar y me limpié la cara y el culo. Me vestí y me senté. Pensé en lo que había pasado. Había sido muy repentino y forzado, pero me gustaba. Me pregunté si el rollo esclavo me excitaba. Ya lo había pensado anteriormente, ya que, por ejemplo,  en unas colonias del colegio, al compartir habitación con chicos, cuando no había nadie en esta, me ponía muchísimo oler calzoncillos, calcetines y, también tocarlos y lamerlos, como si fuesen de mi amo. También pensé si era un enfermo. O solo era un placer prohibido como cualquier otro más normal.

Volví a casa, comí poco, no hable mucho. Le conté a mi padre lo de dormir en casa de Marcos, y asintió rápidamente. Hacer nuevos amigos siempre contentaba a mi padre. Preparé una bolsa con ropa de dormir y para el día siguiente. Salí de casa hacia casa de Marcos. Nadie, solo el destino, sabía que pasaría ahí.