Forzado a ser Puta (1)

Cuando quieras dominar a otro hombre, asegúrate que él no quiera dominarte primero.

Forzado a ser su Puta I

Muchas gracias por todos sus e-mails. Aquí tienen otra historia que espero que les guste. Espero que agreguen todos sus comentarios al final de la historia.

Alto, de cabellos negros, de rostro serio y cuerpo bien formado; así fue el adolescente que me cautivó en la preparatoria. Ese rostro se volvió la causa de mis más perversas fantasías sexuales terminando en el orgasmo de mis masturbaciones alocadas, pero él siempre me ignoró con esa mirada de desprecio como si me considerara inferior. Poco a poco fui perdiendo mis esperanzas de que ese hombre fuera mío.

Voy a detener mi narración para aclarar que asistí a un colegio católico, por lo que era cosa común que nos fuéramos de retiro espiritual los fines de semana. La mecánica era la siguiente: los nombres de los alumnos que debían asistir se rifaban y entre esos nombres al azar se hacía otra rifa para determinar en cuarto iban a dormir, pues los cuartos eran solamente para dos personas (con un solo baño). No tengo ni que explicar como mi corazón saltó de alegría cuando me enteré que Andrés, así se llamaba el producto de mis fantasías, y yo nos quedaríamos en el mismo cuarto. Él, por su parte, intensificó su aversión hacia mí. No sólo me ignoraba, también huía.

El viernes que debíamos partir llegó, la sangre hervía a través de mi cuerpo. Esta era la única oportunidad que iba a tener para cumplir mis fantasías, aunque no sabía cómo porque Andrés era reconocido por su hombría heterosexual. Esta convencido que no me aceptaría como soy. Yo me senté adelante en el camión, él se sentó atrás. El viaje se me hizo bastante corto porque no hice más que fantasear con la dominación de su cuerpo sudado. Quería que fuera mi esclavo.

Al llegar a nuestro destino Andrés se acercó a mí para hablar seriamente.

-"Mira cabroncito. Son sólo un par de días los que vamos a pasar aquí y tengo que pasarlos contigo. Ni se te ocurra hacer joterías. ¿Me oíste?", gritó Andrés. Yo sólo asentí nervioso viendo como mis últimas esperanza se desmoronaban, haciéndose cenizas en el aire. Nunca poseería su cuerpo.

Llegamos un viernes en la noche, y partiríamos el domingo por la mañana. Por lo que lo primero que hicimos fue irnos al cuarto a dormir. Andrés iba delante de mí mientras yo observaba el culo que quería penetrar. En el cuarto se desvistió para ponerse en condiciones para dormir, pues para mi sorpresa dormía sólo con un bóxer. Caminó por el cuarto como si él pavoneara sus músculos ante mí, la sangre hirvió a través de mi pene. Esa noche no pasó nada más.

A la mañana siguiente desperté y noté que la cama a mi lado estaba vacía, Andrés probablemente se estaba bañando. Rápido preparé mis cosas del baño para quedarme parado fuera del baño por unos minutos, hasta que la puerta se abrió lentamente apareciendo un macho desnudo rodeado de vapor. Cada músculo estaba empapado sobre su perfecto bronceado.

"Ya puedes bañarte, maricón.", gritó mientras me empujaba para que pudiera pasar.

Todo el día lo observé desde lejos sin poder borrar de mi mente la imagen del baño, impresa indeleble en mi mente. Dentro de mi cabeza lo dominaba una y otra vez, y él se sometía a mi voluntad. ¡Ese hombre sería mío aunque fuera mi última acción en esta vida!

Un manto de hermosas estrellas cubrió la noche de nuestro encuentro sexual, si así se le puede llamar a lo que pasó. Él se durmió rápidamente, sus graves ronquidos se dejaron oír en todo el cuarto. Decidido a violarlo, me desnudé en medio de la oscuridad y me acosté a su lado. Aspiré su aroma a verdadero hombre. De repente sentí como mi pelo era jalado hacia atrás.

"Te dije que no quería nada de joterías, ahora vas a tener que pagar con tu cuerpo", me susurró al oído.

"No voy a dejar que me violes. Yo soy el que te va a violar a ti", respondí

"Mira, cabroncito. Desde que mi novia me dejó extraño mucho el sexo. Normalmente me la jalaría, pero considerando que puedo usarte sería mejor hacerlo."

De repente sentí un metal frío en la base de mi pene, Andrés me advirtió que su navaja estaba dispuesta a castrarme si no estaba dispuesto a ser su puta.

Me volví para ver su rostro y para besarlo, pero él alejó su cara de mi boca.

"Yo no soy ningún homosexual, soy un macho caliente."

Mi lengua se desvió a sus hermosos pectorales para lamerlos, y disfrutar su forma deliciosa al tacto y a la vista. De nuevo, su mano tomó mi pelo para bajar mi cabeza hasta la base de su gran mástil de carne; de inmediato lo engullí con placer. No sé que fue lo que me movió mientras mamaba, ¿Era acaso su mano empujando una y otra vez mi cabeza hacia su gran verga, o era acaso mi gran deseo reprimido de tener sexo con ese gran ejemplar de hombre? Alguna vez me excitó pensar en dominar a otro hombre, hoy me excitaba ser dominado por un macho caliente, pensaba mientras mamaba.

Pasaron algunos minutos antes que grandes estallidos lechosos de semental humano llenaran mi boca. Lo tragué como un néctar divino, lamiendo mis labios por si quedaba alguna partícula de su delicioso semen.

Acto seguido, volteó mi cuerpo colocando la punta de su pene en la entrada de mi culo. De la nada sacó una crema para untarle en la entrada de mi orificio, luego hizo presión para penetrarme. Al principio quería resistirse, pero Andrés hizo tanta presión que su pene penetró totalmente mi culo. El dolor, mezclado con el placer y la excitación, llenó esta experiencia de un éxtasis indescriptible. Su pelvis empezó a hacer un movimiento de vaivén mientras sus manos acariciaban mi pecho y su boca besaba tiernamente mi cuello.

El éxtasis terminó cuando se corrió en mi interior. Más tarde me obligo a limpiar su pene lamiendo cualquier suciedad que haya quedado de la penetración. Ahora sí estaba listo para besarme, para acariciar mi cuerpo, para forzarme a ser su puta. Quedamos abrazados a la mitad de la noche, compartiendo en la misma cama nuestros cuerpos sudados: el de un macho y el de una puta.

A la mañana siguiente despertamos al mismo tiempo y nos bañamos juntos, acariciándonos. Sin embargo no hubo otra sesión de sexo, sólo le hice una mamada rápida. Al terminar de vestirnos, o más bien de vestirlo y vestirme, como si fuera su esclavo sexual; y tuvimos una plática muy seria entre los dos.

"Escúchame bien, cabroncito, lo que pasó, pasó. No quiero volver a verte ni quiero que nadie se entere."

Yo acepté su propuesta y salimos de aquel cuarto, apestoso a sudor sexual, para volver a la hermosa ciudad de México. Pero a pesar de lo que me dijo, dentro de mí tenía la certeza de que este encuentro sexual no sería el último entre nosotros.