Fortuito 1.0 Una hermosa y desdichada casada
Hay cosas que se dan de manera fortuita. Aquel viejo y desgalichado sujeto, ha sido un tipo que se ha sentido muy inferior y mas al tener de vecina a una escultural mujer cuya vida de casada deja mucho que desear.
Este presente relato es meramente ficticio, sin embargo, se basa en situaciones y personajes existentes conocidos unicamente, y probablemente, por quien los describe.
Tambien pretende ser un tanto ilogico, simple, a veces algo inopinado, muy poco probable y casual en varias de sus situaciones y relaciones nada comunes, todo a proposito para desarrollar con mayor facilidad y posibilidad esta corta historia. Lo que no pretende es concebir un gran texto ni en su forma ni en su argumento debido a mi aun escasa cultura. Excusen por eso.
'... a veces, la excitación es superior a las circunstancias, y hay que dejarse llevar.'
[...]
-Hey! -vociferaba una severa voz que provenía de aquel auto deportivo de color rojo -Muévete de ahí pendejo -sentenciaba y usando la bocina hacia más llamativa la queja.
Con prontitud y sin escusas Juventino acomodaba su triciclo que era más bien su puesto ambulante para permitirle el paso al auto aquel.
Aquella mañana él ya estaba por irse a trabajar al igual que su odioso vecino. Ya había sacado su carrito de frutas pero olvidando algo adentro de su casa tuvo que volver a entrar dejándolo a mitad de ese enlozado callejón, sin pensar lo que provocaría. No quería problemas con aquel hombre, con el que tenía la misma relación que tienen un poco de agua y un tanto de aceite.
Eran vecinos desde hace ya muchísimos años incluso desde que los padres de este llegaron a vivir ahí, según por malas inversiones y torpes manejos financieros. Eran engreídos como pocos, presumidos de modales actitudes de su anterior vida en la 'alta' y obviamente esa actitud la heredo Fernando, el único hijo de aquella pareja. Ahí lo vio crecer, lo vio convertirse en ese tipo que se burlaba de los que no eran de su clase y convertirse en joven que engrandecía su orgullo cada vez que podía.
Aquella familia un día abandono aquella casa. Pasaron los años y retornaba a esa casa aquel jovencito mucho más maduro, en apariencia, pero con la misma soberbia actitud. Un tipo mujeriego a mas no poder, aprovechaba el hecho de vivir solo para traer a cualquier cantidad de mujeres, hacer fiestas especialmente los fines de semana.
Retrocediendo. Cuando la familia de Fernando llego ahí, Juventino era ya un joven que trabajaba para sacar adelante a su madre que era la única que vivía con el pero que con el transcurso del tiempo falleció dejándolo solo. Ya para esas fechas, cuando retorno solo el joven Fernando, él estaba casado o juntado realmente pues jamás habían legalizado el asunto pero eso sí, ya tenía una hija. Sin embargo Juventino era un hombre de una pobre actitud. Alguna vez fue a reclamar aquella música ruidosa pues no dejaba descansar ni a su mujer ni a el mismo, y necesitaban hacerlo pues debían trabajar.
Envalentonado fue pero la diferencias de perfiles era evidentes, Fernando uno de esos tipos altos, de apariencia fuerte y una presencia imponente tan solo tenía que amagar a aquel regordete pero menudo hombre. Lo miraba con altanería y desprecio que importaba lo que dijera al final Juventino acababa acobardándose sin poder solucionar nada.
Al menos lo intento. A su mujer poco le importo los intentos, estaba cansada de vivir con un hombre cobarde pues era obvio que una mujer busca una seguridad en todos los sentidos y el vendedor poco le ofrecía. Y así, un día de aquellos, la mujer lo abandono llevándose a su hija. Al principio se deprimió pero ya a estas fechas estaba resignado pero con resentimiento contra las mujeres. Y es que hasta en sus propios pensamientos se sentía mucho menos que su bien parecido vecino. Así que prefería ir y echarle la culpa a la que había sido su mujer, recordaba esos gritos recriminan tés .... se decía excusaba dándole sorbos a la lata de cerveza que traía en mano y que luego ya vacía arrojaba a cualquier lado de su desordenada casa.
A lo largo de aquel callejón se formaban y alzaban casas, edificios de coloridas y bien estilizadas fachadas. La casa en la que habitaba Juventino contrastaba totalmente con las demás, era la más raquítica y lúgubre, de años muchos años de los que ni siquiera una capa de pintura había tocado la pared que despegaba el breve revocado dejando ver los bloques de adobe de tierra.
Que más daba, no tenía mucho que ofrecer a cualquier mujer, a diferencia de su vecino el vivía al día con lo que ganaba vendiendo fruta en el centro a lo largo del día. Su vecino cambiaba de auto cada año y hasta de daba el lujo de chocar alguno. El en cambio desde hace años tenía el mismo triciclo de metal cuya pintura de color amarillo ya desaparecía dejando observar el oxidado metal, con unas llantas con neumáticos que se veían bastantes gastadas. Y no es que fuese demasiado tacaño pero realmente no sacaba mucho, la competencia era importante y el vendiendo no era como un pez en el agua.
Su vida no sería tan mala tal vez si no existiese Fernando, con los demás vecinos no era una maravilla y estrecha relación pero al menos era un , frases muy coloquiales y con sonrisas de cortesía. Pero no así con su vecino al cual le envidiaba todo, su casa bonita, su galanura, sus mujeres. Juventino se había juntado con una mujer que nada se comparaba con las mujeres que su vecino se cargaba, pero el hecho de sentirse solo apuro a que buscara una relación con una mujer la cual conocía desde hace tiempo pues al igual que él era vendedora ambulante.
Pero esa historia había acabado. En su presente, se le veía mas demacrado. A sus cincuenta y nueve era un tipo regordete, poco menos del metro sesenta, que poco cuidaba de su apariencia a pesar de que se suponía que debía verse bien al vender 'Ricos cocteles de frutas', según el roído letrero que traía enfrente su vehículo.
Sus cabellos eran escasos, canosos algunos y desmarañados que solo abundante gel aplacaba. Su rechoncha cara dibujaba unos pequeños y cansados ojos con unas bolsas obscuras en esa ya de por si tostada piel. Su nariz, de la cual asomaban gruesos vellos, era achatada la cual siempre se le notaba transpirada al igual que su arrugada frente. Se rasuraba si, pero sin mucha dedicación.
Vestía una percudida playera blanca, producto de un mal lavado, y un mandil que corría la misma suerte. Su pantalón obscuro o de mezclilla era el atuendo que siempre le acompañaban al salir a trabajar.
-Como estorbas pendejo -escucho que enojado prácticamente le gritaban desde el auto de Fernando que muy bien trajeado partía a su trabajo como abogado.
El parado ahí, resignado solo aguantaba. Algo muy dentro de él, un ser guardado muy en sus profundos sentimientos, quería ir y sacarlo del coche para darle una tremenda paliza para que ese muchachito aprendiera a respetarle. Pero un sentimiento de inferioridad mucho más fuerte en él tomaba la escopeta y de un tiro mandaba al carajo a aquel tipo que se había envalentonado muy dentro de su ser.
Cabizbajo y desganado cerró la puerta de su casa y era hora de ir a trabajar.
Fortuito [...]
Así es. Había esos días fortuitos, de esos que son inesperados pero sorprendentes para bien que a todo mundo le llega a suceder.
Oscurecía. Ya era de noche, serían las siete y media seguramente. Él llegaba más tarde que de costumbre, después de trabajar luego de una lenta venta, típica de un día martes. Venía a paso lento pedaleando su carrito, llegando a la puerta de su casa. Bajó de la bicicleta y en eso vio a esa mujer.
A la puerta de la casa de su vecino estaba ella, una figura de sutiles y perfectas curvas femeninas. Alumbrada por las luces artificiales que provenían de postes de luz y del foco de la marquesina de su casa. Ya la había visto antes y sabia de ella. Se trataba de la esposa de su odioso vecino. Así es. El tipo desde hace ya algunos meses, había contraído nupcias.
Fernando un tipo demasiado mujeriego, no dejaba escapar a ninguna mujer. Para él las mujeres solo podían servir en un solo sitio: en la cama. O tal vez en dos o tres sitios más, la mesa, el auto donde fuese posible tan solo hacer una cosa : coger.
No le era demasiado difícil encamarse con la que se le antojara. Hacía gala de su galanura y buena labia. Su preferencia por mujeres bonitas era evidente. Y un día conoció a Valeria en uno de esos lugares para bailar. Iba con sus amigas pero ella le había fascinado. Tenía una belleza más que inigualable. La mujer más hermosa que había visto hasta ese instante. No la veía con esos ojos de amor, de sentimientos puros y románticos. El mas bien la miraba con total lujuria y deseo, como con otras salvo que con ella sentía una sensación distinta, dado que ella no había caído a la primera. Era entonces a partir de ese momento, su principal objetivo. Eso sí, no tardó en hacerla primero su amiga y luego su novia. El pensó que ya estando de novios lograría cogérsela, pero nada de eso. Al principio caricias y besos pero no avanzaron más allá. <-Espera, no es el momento> : ella resultaba ser una mujer un tanto renuente al sexo, quizás por su educación sustentada en valores familiares. Le importaba un carajo todo eso pero pronto se enteró que ella solo se entregaría al amor de su vida es decir, al que ella eligiera para casarse. Y como aquel noviazgo iba viento en popa, la familia de Valeria influyo en Fernando para que este se casara. Y así sucedió.
El esperaba entonces que para la tan ansiada noche de bodas. Pero lejos de ser algo espectacular, se topó con una mujer poco aventurera o quizás porque el solo quería disfrutar y penetrarla por todos lados posibles. Él no era un tipo que forzara a las mujeres a tener sexo, más que nada porque siempre tenía el total control y ellas lo deseaban incluso más que él, sin embargo, con Valeria era ese recato y ya lo tenían harto por lo que decidió no insistir más, total él se decía .
Pero no hubo ese 'afloje'. Hubo en cambio suplicas constantes de no ir mas allá, buscaba ser tratada con ternura, suavidad, con romanticismo algo de lo cual el no practicaba. Lo hacía cuando recién se conocieron pero ahora que ya eran esposos lo consideraba inútil además el esperaba otra cosa de ella, no 'cursilerías baratas'.
Es por ello que, a veces, Juventino escuchaba sonoras discusiones en la casa de aquella pareja, lo suponía normal pues todos discuten, aunque desconocía ese aspecto de la intimidad de aquel matrimonio. Le daba gusto de igual manera saber que no todo era felicidad en la casa de su odioso vecino pero ya luego los veía contentos llegar o salir de esa casa y de nuevo se sentía infeliz maldiciendo a la vida.
Lo que si le sorprendió de sobremanera que cierto día Fernando se hacía acompañar de una mujer. Luego de otra y así otra y otra.
<-¿No se supone que es casado?> -pensaba .
Y en efecto, el hecho era que Fernando le era infiel a Valeria. Estaba harto de la actitud de su mujer y no iba a perder el tiempo con eso. Lo suyo con su mujer seguía en pie pero por el momento tenía que desquitar sus impetuosas ganas. Así que aprovechaba cuando su mujer no estaba para meter a la casa cualquier cantidad de mujeres. En esa casa habían transcurrido más mujeres que hombres, incluyendo a la señora que hacia el aseo los días sábados.
Y entonces, Juventino veía como ese instante Valeria fruncía el ceño, molesta con alguien o con algo, y tantas ganas de averiguarlo.
El sabía que necesitaba ayuda y estaba a metros de ella por lo que el podía ofrecérsela pero de repente pensó . Engreída y altanera que de seguro rechazaría ayuda alguna que no fuese de uno de esos tipos catrines bien vestidos, insistía con desgano en sus pensamientos.
Y solo habría que verla para entender la referencia, enfundada muy elegante pero sexy en una falda apenas corta color violeta y una abotonada blusa blanca.
Dudo mucho y ya estaba por meterse a su casa pero su espíritu de buen samaritano, eso o su morbo por conocer a aquella mujer más de cerca, lo incitaron a acercarse hacia donde ella.
-Buenazas... -tímido expreso a expensas de recibir una nula respuesta o un
Valeria escucho y volteo para ver a tan desalineado hombre que traía a la cintura un sucio mandil de color blanco.
-Buenas noches seño -hablo con más decisión
-Hola -respondió con cierta precaución en desconocimiento de quien le hablaba.
-Buenas -repetía esa palabra, pareciendo un tartamudo o alguien que no conocía otra palabra de este mundo -Disculpe. Que pasa, ¿Está todo bien?
-¿Como? -contesto insegura de saber que le preguntaban.
-Es que la veo preocupada y pues...
-Ah... no nada, no se preocupe
El tipo esperaba esa respuesta pero la actitud con la que iba acompañada no era del todo mala, era más bien normal, de alguien que habla con un extraño pero amable, después de todo.
-¿Segura? Con confianza, si necesita algo pues... pa eso estamos los vecinos jeje. -expreso aun con nervios.
Ella se le quedo mirando no lo reconocía para nada, pero algo en él le inspiraba confianza, tal vez la edad, o probablemente era la sensación prudente de recibir ayuda.
-Si...bueno... -dudo en explicarle -Va a creer que soy una tonta pero es que olvide mis llaves -dijo con una tímida sonrisa que penetro a los ojos cansados de ese viejo.
Aquel hombre la contemplaba con mayor plenitud y se daba cuenta de la impresionante belleza que tenía frente a él. Cierto que esas luces blancas no eran lo suficientemente claras, sí que se exaltaba ese rostro juvenil y tierno de una mujer que merece ser reconocida como 'La más bella del mundo'.
-No diga eso. A todos nos pasa jeje -dijo y como pocas veces mostrando esa su particular y pálida sonrisa.
-Si. A mí es la primera vez y no pretendo ser presuntuosa eh... pero bueno ya tengo este problema y no sé qué hacer.
-¿Y dónde las dejó?
-Las olvide dentro de casa. -hizo una mueca vacilante de ligero enojo consigo misma.
-Y porque no le llama a su marido...
-¿A Fer? Si lo haría pero no tengo pila -dijo mostrándole un celular apagado
Él le hubiese prestado el suyo pero no le paso por la mente, estaba más perdido en el revoloteo de los rizados cabellos de la mujer a causa de un ligero y abrupto viento. Ella despejaba el pelo que se atoraba por sus mojados labios.
-Lo voy a esperar. Espero no se tarde. -continuo la dama
de inmediato pensó en decírselo pero para eso le faltaban sendos costales de valor.
-¿Lleva rato esperando?
-Si. -dijo agitando sus finas piernas contra el piso haciendo sonar el tacón de sus obscuras zapatillas, señal de un evidente cansancio -Desde hace rato, incluso pensé en ir con un cerrajero pero no hay ninguno cerca ¿Verdad? ¿O conoce usted alguno?
-No pues no. Aquí cerca no hay... más bien ya no trabajan orita, a esta hora.
Sabía que podía aprovechar tal situación, ¿Para qué? ni él lo sabía, el hecho era el ideal o quizás típico: una chica en problemas y un ingenioso hombre para ayudarla, ¿este último seria el? Al menos quería intentar parecerlo.
A riesgo, recordando que 'El que no arriesga no gana', sugirió algo que tal vez no era muy ortodoxo o no al menos, él lo suponía, para una mujer así.
-Pero yo... pos... -con nervios y tragando seriamente saliva incluso un par de veces dijo -Pues le puedo hacer el intento de abrirle la puerta. -animado dijo, sabiendo que tal vez lo lograría, recordando aquellas fortuitas veces cuando joven abrió un par de cerraduras ajenas, por ocio, por necesidad...
Esperaba a que no hubiera en el rostro de su joven vecina, una expresión de un asombro reprobatorio a su sugerencia, en cambio vio como se abrillantaban esos tiernos ojos castigados por el cansancio.
-¿Usted? ¿De verdad puede abrir la puerta?
-Pues es que ps varias veces he perdido mis llaves jeje
Un instante de sonrisas que casi eran sutiles carcajadas se escucharon entre los dos.
-Entons que. ¿Le hacemos el intento?
Ella lo que más quería era entrar a su casa, quitarse esos zapatos que a estas horas torturaban sus pies, desnudarse, colocarse algo más ligero y tomarse un baño. Quizás omitir las cuatro últimas acciones y suplirlas con beber un vaso de agua y tirarse en la cama.
-Por favor. -prácticamente como una súplica contestaba
-Espéreme tantito. Voy por unas cositas acá a mi cantón... <-¿Oiga no quiere pasar?> -una vez más pensó pero la velocidad de sus pies eran mucho más rápidos que su boca porque ya estaba dentro buscando unos alambres viejos que tenía en alguna parte.
Minutos, varios minutos después ya estaba metiendo por la cerradura unos delgados alambres, haciendo o deshaciendo. Los nervios de estar bajo la mirada de una suculenta dama o de una inoportuna aparición del marido y el sonido rechinante sonido que surgía de la fricción de esos metales, lo hacían sudar sobremanera.
Ella estaba parada a su lado derecho, observaba con atención los movimientos de su vecino. El secaba con la palma de su mano el sudor que Expedia su frente y luego volteo un poco, su vista se topó con esa piel de las piernas de su vecina, él se detuvo en las rodillas pero no prosiguió mas para no parecer un pervertido, a pesar de que esa prenda que no llegaba a ser minifalda pero lo pretendía para ojos más osados.
No platicaban, solo se escuchaban esos ruidos extraños y las palabras de Juventino que buscaban paciencia.
-Pronto. Ya mero. Ya mero. -decía con una voz que reflejaba la misma seguridad de un arriesgado alpinista sin arneses de seguridad.
'-Click!' -Un chasquido. Minutos después, largos minutos después para ambos, aunque el tiempo era relativo para aquel momento, lograba escucharse aquello que significaba que el trabajo estaba hecho.
-¡Ya estuvo! -El solo empujo y abrió la puerta de madera color obscuro y pudo ver una evidente atmosfera de lujo y equilibrada comodidad, aunque solo era por lo pronto un pequeño jardín y una zona de estar muy acogedora.
-Por fin -exclamo Valeria con un tono de alivio, cargando su portafolios y alzando unas bolsas de plástico con logos de una tienda de autoservicio. -Gracias
-No. De qué.
-Ok. Este... ¿No gusta pasar y tomar algo?
No tenía idea de por qué había dicho aquello, pero su cortesía la había traicionado, ella no tenía ganas de platicar más, pero el tipo le había hecho un gran favor y el también había estado bastante tiempo con esa cerradura. Ya eran como las ocho al observar su fino y brillante reloj dorado en su muñeca derecha.
-No. No gracias. -dijo sabiendo claramente que aceptar aquella invitación era meterse a la boca del lobo pues si el marido le viese estando ahí dentro y aparte con su mujer, de ahí seguro saldría listo para ocupar una de esas sillas de ruedas del hospital de la cuadra de dos calles adelante. -Otro día jeje. Lo bueno que ya quedo.
Ella agradeció la respuesta y así el alivio la refrescaba pero ya quería cerrar esa puerta y hacer lo suyo.
-Ok. Otro día. Pero de verdad, no gusta algo.
Como le hubiese encantado tomarle la palabra, pasar a esa 'casa de riquillos' (según el) y pasar una suave velada conversando con esa despampanante mujer.
-No se preocupe jeje. Gracias.
-Ok
-Nomas este pos no le vaya a decir a su marido que pos le anduve aquí metiendo fierros a su puerta. No se vaya a enojar ya ve que no nos llevamos bien y pos...
<-¿No se llevan bien?> -se preguntaba pero no quería averiguarlo, no por ahora -Claro. No se preocupe no le diré nada. Entonces hasta mañana. Eh... ¿Cómo se llama usted?, por cierto jeje -dijo con una risa leve y de complicidad
-Ah, Juventino seño -alzando la mano derecha respondió -Pa servirle jeje ¿Y usted como se llama?
-Valeria. Y bueno creo que le debo una. Gracias una vez más.
-No agradezca jeje, no me costó ya ve.
-Claro, pero bueno. Hasta mañana.
-Hasta mañana -se despidió viendo como ella cerraba la puerta dejando ver por último el brillo de su anillo colocado en unos de los dedos de esa blanca y seguramente muy suave mano.
Afuera, Juventino esbozaba una gran sonrisa de satisfacción quizás, de emoción, de esperanza, pero esperanza de que, él no lo reconocía. La mujer era hermosa y algo que lo sentenciaba todo, era la mujer de su vecino. Ahí sus miedos comenzaron. Ya estaba dentro de su casucha encendiendo algunas de sus opacas luces que alumbraban lo poco bueno y lo mucho malo de adentro.
Fortuito [...]
Casi tres enteros días después. Cansado, Juventino regresaba a su casa sin nada interesante que contar del día. Era fin de semana para muchos una bendición. No para él.
Había esperado toparse los días posteriores a aquel martes con su vecina para siquiera verle y saludarle, al final de cuentas él le había ayudado, no esperaba a que le devolviese el favor pero al menos ella tendría la cortesía de devolver el saludo salvo que su marido estuviese presente.
En las noches su memoria reproducía esa dulce voz que provenía de aquella boquita; aquello que le dijo y una sonrisa, <-¿...gusta pasar y tomar algo? -recordaba con los enrojecidos ojos mirando fijamente hacia una descompuesta grabadora.
Volviendo a ese atardecer donde las sombras de las casas adormecían el callejón escapándose algunas dorados rayos de sol.
Ya estaba por cerrar el par de puertas que había abierto para poder meter su descolorido triciclo, cuando vio como su hermosa vecina bajaba de un taxi. Estaba realmente radiante. Su porte era como ejecutivo pero aun así se denotaba realmente excitante. Una falda corta color gris al conjunto de ese saco que traía cargando en un brazo junto con algunas carpetas, sus zapatos negros de tacón y su blusa desabotonada por la parte de arriba. Su cabello castaño estaba recogido con mechones desobedientes sobresaliendo y un par de aretes colgando en sus bonitas orejas. Tenía una carita angelical, nada cansada a pesar de que era su día laboral.
El taxi ya se había largado. Ella acercándose hacia resonar un agudo sonido al andar con sus tacones. También cargaba un par de bolsas y una colorida caja. La vio fruncir el entrecejo y cerrar un poco sus ojos cuando un rayo de luz toco su rostro.
-Buenas tardes seño -Había corrido de inmediato para ofrecerse cargar esas bolsas que tal vez no eran pesadas pero notaba que esas suaves y en apariencia, frágiles manos, hacían un tanto de esfuerzo.
-Hola -respondió con una muy leve sonrisa. Ella seguramente esperaba ver en su lugar a su marido, a alguna de sus amigas, aquel novio de meses de su adolescencia, que a cualquier otra persona.
-Oiga. Le ayudo -Extendía su mano hacia las bolsas esperando esa palabra permisiva.
-No quiero causarle molestias...
-Cuales molestias, déjeme le ayudo -hablo ya recibiendo de las manos de aquella mujer esas bolsas de platico que al parecer eran para su despensa.
-Esta la llevo yo -dijo ella refiriéndose a la caja que traía un moño en la parte superior.
-¿Eso se lo regalaron? jeje -inquirió con intromisión natural.
-Si. Me lo regalaron allá en el colegio.
-Ah usted va a clases -dijo tonteando pues sabía que ella era profesora, lo había sabido cuando algún vecino se refirió a ella como tal hace meses.
-No jajá. Soy profesora.
-Ah perdone. Yo pensé. Es que usted se ve muy joven jeje.
-Jajá. Gracias.
-De que. ¿Y dónde da usted clases?
-En el "Colegio Marie Curie"
-¿Marique? no entendí, mejor dígame donde queda jeje perdone mi ignorancia.
-No se preocupe. La escuela esta por la avenida Granada, en Zona Sur.
-Ah pues ya. Ya más o menos la ubico. ¿Y hoy fue el día del maestro? O por que le dieron ese regalito.
-No. Lo que pasa que el domingo es mi cumple y uno de mis alumnos me lo adelanto jajá.
-Ah ya. Pues con razón jeje. Ps entonces felicidades. Oh pero mejor el domingo ¿Verdad? Total es pasado mañana. -Ella asentía. -Si usted me permite ahí le doy su abrazo jeje.
Sonriente ante la plática, atenta a esa especie de solicitud. Su cordialidad le hizo decir -Si claro -y sonreír. No era del todo prejuiciosa pero ver a ese hombre en esas condiciones le hacía pensar más que nada, en lo incomoda que se sentiría al ser abrazada por ese hombre. Su rostro no se hallaba alguna cosa que le resultara atractiva, parecía que sus papadas también se escurrían con el sudor que bajaba de sus sienes, sus cabellos ya carecían de esplendor y parecían haber armado una trifulca en su cabeza. Sus ojos estaban hinchados como amoratados pero no, solo estaban enrojecidos y con unas bolsas muy obscuras. Sus brazos eran regordetes pero desbalanceados por la flacidez misma de su edad. Ya imaginaba el olor con solo ver la transpiración de su camisa azul celeste.
Ya estaban delante de la casa de su vecina. Ella introducía las llaves por la cerradura, donde días antes habían sido introducidos unos viejos alambres.
-Gracias -agradecía pidiendo las bolsas.
-Si. Aquí tiene. -expreso con desencanto pues era el final del camino.
-Bueno. Lo dejo. Una vez más muchas gracias por ayudarme. Me ha ayudado mucho últimamente -rio como una chiquilla ingenua y bromeo. -A este paso le voy a deber la vida jajá
. No se animó a decir, al menos no salió de su voz mental. Tan solo rio con una torpe y singular sonrisa
-Bueno. Hasta pronto. Cuídese don Julio... ¿Cómo me dijo que se llamaba?
Sintió una breve ruptura en su pulso. Aquella dulce dama ni siquiera recordaba bien su nombre. Saber que le había hecho un favor y ni en cuenta tenía su nombre. -Su mente detuvo su hablar al verle a los ojos color café con un tono de intensa miel, sus largas y espesas pestañas. .
-Juventino
-¡Ah sí! Juventino. Ya casi lo tenía jeje. Ya no se me olvida se lo prometo. Es que luego tengo tantas cosas en la cabeza que osea...
-No se preocupe jeje. La entiendo. Todos tenemos nuestros asuntillos jeje.
-Si. Desde luego. En fin. Lo dejo, aún tengo algunas cosas que hacer.
-Si. Si.
-Adiós -Se despidió abriendo y cerrando la palma de su mano hasta desaparecerse de la vista al cerrarse esa puerta de color café.
Fortuito [...]
"Feliz cumpleaños a ti" "Feliz cumpleaños a ti" "Feliz cumpleaños Valeria...". Soñaba con aquel cantar que a capela le habían cantado cuando había cumplido dieciocho. Era un día cálido. Estaba toda su familia, amigos y personas que no conocía. Realmente había sido un día maravilloso.
Despertó a las luces intensas que ingresaban a la habitación. Estiro su cuerpo extasiándose. Su cama estaba vacía. Esperaba un rico desayuno y un cantar de parte de su marido pero ni siquiera él estaba.
-pensó al escuchar ruidos en la planta baja.
Se levantó con emoción y sigilo. Observo el pasillo y camino por el para observar hacia abajo. Con un 'look' informal pero bien vestido, Fernando al parecer se preparaba para salir.
-Hola. Buenos días dormilona -saludo al ver a su mujer arriba.
-Hola -respondió al saludo, expectante. -¿Que haces?
-Nada -decía subiendo las escaleras ya llegando al rellano. -Voy a salir.
-¿Salir? ¿A dónde? -inquirió curiosa
-¿No te lo dije? Tengo una comida -explico acercándose y dándole un beso instantáneo y una forzada sonrisa a su mujer mientras se acomodaba el reloj en su mano izquierda.
-¿Y vas a tardar?
-No lo sé. Es uno de esos terribles casos. No entro en detalles porque te aburriré.
-Ah ok -imagino pues aunque su marido últimamente no se había visto detallista, los recuerdos de sus primeros meses de noviazgo le hacían pensar en algo impredecible.
-¿Qué hora es?
-Las... -Observó su dorado reloj -Las doce
-¡¿Las doce?! ¡¿Porque no me despertaste?! ¡Es tardísimo!
-Es que te vi demasiado concentrada en tu sueño que... pero es domingo no tienes nada que hacer.
-De todos modos...
-Ya, ya -dijo abrazándola y dándole un beso en la frente. -Oye preciosa. Debo de irme se me hace tarde -Separándose de su esposa y caminando hacia su recamara, timaba un frasco de colonia y se aplicaba un poco.
-¿Ya desayunaste?
-Si ya. Bueno me retiro corazón -Antes de que pudiera recriminarle le propino un beso ligeramente sonoro a los labios, para luego salir de esa habitación.
<-¿Lo habrá olvidado?> -Se ponía a pensar tratando de negar esa idea . Todo eran suposiciones acompañadas de un insípido sentimiento, como si se sintiera sola.
Las horas transcurrieron. Había recibido llamadas de amigos y amigas. Compañeros, conocidos y por supuesto de su familia. Aquellas entre breves y largas pláticas, le hicieron olvidar ese día tan solitario.
"-Me la estoy pasando de maravilla" -mintió a su madre quien preguntaba lo evidente y ella mentía con inseguridad.
Lo mejor de aquel día había sido aquella graciosa charla con su primo 'Ray'. Hasta lo consideraba un verdadero regalo, más allá de cosas con moños y todo eso.
Sonaba el timbre de la casa. Valeria salió tan pronto como pudo, con unas inmensas esperanzas de una sorpresa de su marido. Ya habían pasado muchas horas desde que él se había ido, incluso el atardecer se extinguía a la vista y lejos estaba aquello de parecer su cumpleaños.
-Buenas
Era Juventino. Traía tras su espalda y sujetando con sus manos una bolsa de regalo y un escueto ramo de rosas rojas envueltas en celofán transparente que hacían ruido cada que los movía en su mano. Había estado al tanto y ansioso de entregarle aquel obsequio. Trabajo un rato por la mañana y a su regreso estaba al tanto. -pronto pensó al no ver el auto de su vecino al llegar y continuó .
Dentro de su casa, parado en su cocina de pronto diviso en un pequeño resquicio, pasando su vista aquella gran pared de ladrillos y otra de árboles podados, que en aquel balcón se asomaba su vecina, con una blusa color rosa de tirantes y que miraba hacia el callejón.
<-¿Estará sola?> -Surgía la pregunta de inmediato. Espero a ver algún otro movimiento pero nada. Las horas transcurrieron y lo único que sabía era que ella estaba ahí. Arriesgo a poder toparse con el marido pero en dado caso, acusaría que alguien había dejado el regalo en su casa y venía a corregir el error.
-Hola -respondió la casada con una mezcla asombro y decepción.
-Buenas Valeria. ¿Cómo le va? -inquirió con
Una muy sonriente y efusiva cara.
-Bien -contesto con un cierto desgano contestaba, no era precisamente de quien esperaba recibir una visita.
-Que bueno. Así debe de ser. Pues mire -Sacando a la vista de Valeria, le mostraba las flores y esa bolsa color rojo con flores amarillas y unas letras estilizadas que decían 'Felicidades' -Me dijo que hoy era su cumpleaños y ps... felicidades seño. El pastel no le traje por...
No sabía si había sido esa sensación de ser olvidada al menos por su marido de quien esperaba mucho más que largas horas de espera. No sabía si era una sensación de agradecimiento para ese opaco hombre que sudaba notoriamente haciendo ver una brillante piel en su rostro a pesar de notarse recién bañado, pero el caso es que ya estaba abalanzada, rodeando con sus brazos aquel hombre cuyo prominente barriga se hacía sentir además de sentir el picor de una casi imberbe pero canosa barba al regalarle un beso en la mejilla.
Juventino se sentía en la gloria. Con los brazos a los lados de su cuerpo sostenía los obsequios para su vecina, pues ella ejercía con gran fuerza tal abrazo. Su perfume era desquiciante, dulce, de hembra tierna e inocente. Aquel beso. Sentía la humedad que habían impregnado esos rosados labios de Valeria en alguna parte de su mejilla derecha. El esperaba un simple y cordial pero era aún mejor. Esos instantes le habían parecido prolongados pero ella se separó y le vio un brillar en sus ojos como cuando se encuentran a punto de llorar.
-Qué lindo es usted -dijo con una voz que se quebraba. -Gracias
-No pos... de nada ceñito. Un pequeño presente, espero le guste. Y las florecitas, para que adornen más lo bonita que es usted jeje -animado menciono al verse inspirado al verla en aquella blusa estampada color gris y un short color verde limón.
-Gracias. ¿Quiere pasar y tomar algo?
-Pus si no es molestia... jeje.
Ni siquiera se había puesto a pensar en el hecho de que el marido pudiera estar ahí y cuando noto su respuesta noto que ya era tarde pues estaban ya en esa muy iluminada sala. Detalles muy bien hechos y equilibrados, desde los muebles hasta los cuadros que colgaban en las estilizadas paredes.
-Iba a venir desde la mañana y pos de paso cantarle las mañanitas jeje -decía exagerando y recibiendo de ella un vaso de agua de limón que había pedido previamente. -Gracias -tomando un sorbo y tragando con nervios al sentirse un tanto extraño en su primera vez dentro de esa casa desde que había sido construida. Sus nervios lo hicieron voltear a ver los retratos y las pinturas y muy pronto a las piernas de su sexy vecina que sentada estaba frente a él, y que le resultaban muy largas de contemplar.
-Si y como le decía pues quería venir más temprano pa’ entregarle mi humilde presentito. Pero pus que pensé que no estaba, que había salido con su marido.
Ella escuchaba atenta, pero al escuchar esto último, un nudo en su garganta se había de nuevo formado.
-Si. Si, solo que desde hace rato estuvimos... celebrando, usted sabe... -rio nerviosa y una vez más mintiendo, no pretendía exponer ante un tipo que aún no le generaba una confianza para contarle sus cosas aunque ganas no le faltaban. Aquel abrazo fue realmente un impulso debido a todas sus emociones -desde la mañana. Es que igual Fer tuvo que salir a un asunto importante. Pero de seguro ahora que llegue iremos a cenar y no sé, tal vez me sorprenda con algo, usted sabe -Insegura y con una sonrisa forzada, argumentaba una especie de ilusión.
-No pos que bueno. Así debe ser y pues que la consientan jeje. Hoy es su día y apenas la voy conociendo pero se ve lo buena gente que es y se merece.
Continúo con sus halagos tratando de enaltecerla. Ella se sonrojaba y reía, agradeciendo en veces. Platicaron un poco más con una confianza que iba abriendo brecha. El con el temor de la llegada del marido, trato de platicar lo menos posible pero ella tenía una facilidad para alargar en los detalles.
-Bueno. Pues me retiro ya se está haciendo nochecita y pues seguro su marido va venir pa llevársela como me dijo jeje.
Ella curiosamente tenía la sensación de querer tenerlo un rato más en su sala, realmente la plática le resultaba muy amena, como platicar con alguna de sus amigas, quizás porque fue el único que la había visitado aquel día.
-Si. Claro -murmuro. -Le agradezco infinitamente los detalles que ha tenido y las rosas me encantaron.
-De nada. Es un sencillo detalle pero de todo corazón jeje -llevo su mano al pecho. -Espero le guste. Bueno ya paso a retirarme jeje.
-Claro. Me ha encantado su visita, muchas gracias.
Se despidieron. Ella de inmediato fue a revisar el regalo de don 'Tino', como le había pedido que le llamara. Traía una tarjetita y en ella un mensaje con unas letras de un intento de manuscrito que decía "Felis Cumpleaños Valeria". Un vestido color negro al parecer una talla menos de la que acostumbraba usar, pero más que fijarse en la medida y la sencillez de la tela, apreciaba el detalle surgiendo en ella un leve suspiro.
Las diez con cuarenta y Fernando por fin llegaba. Lo único que traía en la mano eran las llaves de su coche, con un andar un tanto equivoco debido a los tragos que había bebido.
Valeria lo esperaba con enojo y unas ansias que de repente habían aumentado al oír el motor del auto. Lo vio entrar con gran decepción. La cara de su marido era de cansancio.
-Hola -saludo cortante sin recibir respuesta y con camino a las escaleras de la habitación matrimonial, apretando el paso.
Vio sobre la cama esa bolsa de regalo. Confundido reviso y de inmediato...
-Chin!... puta ma... rayos -musito con angustia, hasta el cansancio se hizo desaparecer. -Este pinche celular... -murmuro golpeando su teléfono -Con razón está enojada... -¿Y ahora?
Lo siguiente fue acercarse hacia donde su esposa. Ella ya sabía entonces que había olvidado su cumpleaños y no hubo más que tremendas gestos y palabras recriminan tés. Así fue toda esa noche y por primera vez en aquella casa dormían en camas separadas.
Aquel día parecía ser el de 'Las primeras veces'.
En la casa contigua, después de haber ido a comerse unos tacos en un puesto cercano, Juventino se desvestía quedando con su trusa simplemente. Se tiro sobre su desarreglada cama y encendió el televisor que estaba frente a él. Cambiaba los canales. Veía sus pies que aun traían encima sus calcetines negros. Adelante estaba la imagen de un programa de concursos. De pronto vio a las edecanes, unas mujeres muy bellas pero nada sutiles como su vecina.
Escucho algunos gritos en la casa de su vecino. Lo suficiente para entender que tenían problemas, y pensó
Volvió a concentrarse en la imagen de las edecanes en el televisor; las mujeres traían unas zapatillas muy llamativas y un vestido, con exagerado escote, cortito y que se les pegaba a sus cuerpos parecido al que había regalado salvo que era ligeramente más discreto y también por el color pues el de las edecanes eran de un color dorado.
De repente se imaginó como seria ver a su vecina enfundada en uno de esos dorados vestidos. Sus manos se hallaban entrelazadas con los dedos sobre su prominente y velluda barriga, que se rascaba de vez en cuando. Pero pronto esas manos se escurrieron hasta llegar bajo esa trusa verde militar. Mientras su mente se trasladaba a la sala de su vecina. El recordaba como de vez en cuando y en cada sorbo que daba a su vaso, además de disfrutar de esa bien endulzada agua de limón, también se daba un 'taco de ojo' cuando le miraba con disimulo ese par de piernas, libres de cualquier imperfección, con esos lunarcillos apenas arriba del tobillo izquierdo. Las mejores que había visto. Toda esa parte posterior de su cuerpo, esa piel clara y la vista suave, lo habían encantado.
Sus manos ya manipulaban su ya erecta herramienta que apuntaba hacia el descuidado techo.
Recordó como ella en uno de esos instantes, al pretender cambiar de posición sus piernas para cruzarlas, las abrió un instante, lo suficiente para fijar su mirada en esa hendidura e imaginar que habría tras ese short.
Y el abrazo, sus perfumes, cálidos y juveniles perfumes. Y ese beso. La mano la llevaba a su mejilla y luego a su boca como tratando de absorber algo de lo que habían dejado esos labios. Una vez más arrastro su mano a su mejilla y ahora se la llevaba a su miembro.
No tardo en extasiarse, acomodar la trusa por debajo de su falo y acomodarse una tremenda serie de jalones hasta hacer que su verga escupiera sendos chorros que se estamparon donde la gravedad les ordenara caer. Los ojos volvían a su órbita natural al igual su respiración tomaba un ritmo más natural. Se limpió el resto del líquido que aun salía de su falo con la sucia colcha que estaba debajo de él.
No recordaba una 'manuela' así, desde aquellas veces cuando era un jovencito y andaba tratando de coquetear con esas chicas que siempre lo terminaban de rechazar. No solía ser vulgar desde hace tiempo con las mujeres pero algo se hacía despertar en el ese instinto -vocifero su mente aquella noche.
Los días transcurrieron. Juventino noto un cierto gesto de resentimiento de Valeria para con su esposo pero no para con el que esperaba a propósito a que ella saliera de su casa para ir al colegio. La acompañaba hasta el fin de ese callejón donde ella tomaba un taxi y se despedían. Aunque eran breves las pláticas siempre se notaban sonrientes y amigables. El esperaba que le regalara un beso al menos de despedida pero pronto entendió que tendría que pasar algo extraordinario -imagino.
Al menos eso fue una semana pues a la siguiente, el día lunes, estaban contentos de nuevo. Salían sonriéndose y entrar a aquel coche. Al ver aquello era obvio que ni una mirada o saludo recibiría pues cuando paso el auto ni siquiera se reparó en verle.
Maldecía su suerte, también a la suerte de su vecino. -con recelo pensaba y sentenciaba para sí mismo 'Pues cada oveja con su pareja'.
Fortuito [...]
Habían pasado días, semanas probablemente. Ya no la veía con regularidad, más que nada lo que el extraño fue aquella singular semana, cada mañana verla, saludarla, platicar con ella, escuchar su voz, inhalar su perfume, ver su preciosa cara apenas maquillada para resaltar sus labios y ojos. <-Adiós don Tino. Que tenga un buen día>. Esa era una frase entrañable y que le llegaba al corazón. Y para luego verla entregada con otro... Eso cambio ligeramente su carácter al menos en su trabajo, que combinado con el fuerte calor de siempre, despachaba con una mala cara, más desagradable de la que ya tenía.
Recién regresaba a su casa aquel domingo, usando solo los pantalones, unas sandalias con los calcetines aun puestos y una camiseta blanca. Escucho como golpeaban la puerta de su casa.
-¡Quien! -exclamo con fastidio y metiéndose a la boca un pedazo de pan de dulce.
-¿Don Tino? Soy yo. Valeria.
Escupió pedazos de migajas. La voz más hermosa que a sus oídos habían ingresado desde hace tantos días. No la hizo esperar y como rayo hizo abrir su puerta haciendo rechinar una vieja chapa.
-Bue bue...buenas seño -hablaba nervioso mirando a una mujer radiante.
-Hola don. Disculpe la molestia pero quisiera pedirle un favorzote. No sé si osea...
-El que sea -apuro a decir sin esperar a saber de qué se trataba.
-Ok. Fíjese que la puerta de mi recamara se atoro y me gustaría abrirla pero no tengo las llaves pues se me quedaron dentro, otra vez jeje. Entonces no si pueda abrirme porfa
-pensó tan pronto como le vio el par de piernas, expuestas por ese short de tela color café. Una blusa sin mangas y unas sandalias era lo que a completaba su ligero vestuario.
-¿Entonces si podrá? -volvió a preguntar a un distraído Juventino
-Si. Si. Claro.
-¿Bueno entonces lo espero en mi casa?
-Ándele ahí, ahí la alcanzo.
Ya al poco rato, estaba en uno de sus múltiples intento para abrir esa puerta. Estaba más distraído y nervioso que aquella vez. Ella platicaba y preguntaba curiosa sobre lo que hacía y lo que había hecho aquellos días sin verse. El asentía o negaba según la pregunta, contestaba y explicaba. De rodillas a la puerta aprovechaba, cuando le dirigía la palabra a su vecina que estaba parada a su costado izquierdo, para verle las piernas. Eran su delirio y no podía evitarlo.
-Oiga. ¿No tendrá un cuchillito más delgado? Es que esto no me ayuda mucho.
-Creo que sí. Enseguida se lo traigo. -Así como lo había dicho le dio la espalda a su vecino y este aprovechaba esa visión, pues nunca le había visto esa parte trasera a esa mujer, una muy suculenta parte trasera.
La vio desaparecer de su vista, acomodo mejor su rodilla pues ya le dolía un poco y volvió a lo suyo. En ese instante... '-Click': el breve chasquido que esperaba escuchar.
La puerta se abría, dejando al descubierto una cómoda y reconfortante habitación matrimonial. Lo primero en que se fijo fue en aquella vacía cama de grandes dimensiones, al menos para él.
Todavía no se acomodaba de esa posición en cuclillas cuando vio al lado de la puerta a pie de un mueble de madera de un café profundo, un cesto de ropa. Pero lejos de adivinar la ropa que podría haber ahí, la primera prenda sobre aquel amarillo cesto de plástico, era una tanga azul.
La escucho venir y no lo pensó demasiado. Se metió aquella diminuta prenda por debajo de sus pantalones. Por debajo de sus calzones.
-Ya, ya abrió jeje. -decía al verla situada ya junto a él, con unos nervios muy notorios pero que para la vista de su vecina significaban el esfuerzo de su labor
-¿Ya? Que bien -dijo al tiempo que miraba como sacaba los alambres de la cerradura y limpiaba su frente constantemente, en uno de esos movimientos hizo mostrar el axila y una mata de crespos, largos y desalineados pelos. -Gracias. Usted realmente sabe de esto. -agradeció omitiendo aquella desagradable visión.
-Si jeje. Le hacemos el intento nomas. Y pos ahí la llevamos ¿no? jeje
-Como sea, me ha ayudado una vez más. Bueno. Bajemos para que tome algo.
-Si. Este bueno ya debo de irme pues tengo hay cosas que hacer y seguro usted tiene las suyas... -explico aun nervioso pues quería salir de esa casa. Contantemente se miraba hacia su pantalón por si se asomaba aquella prenda.
-Como. Ándele -pregunto mientras caminaban por las escaleras -No me desprecie además se lo debo.
-No claro que no le desprecio nada. . -Bueno, vamos pues.
Ella le sirvió un poco de agua de melón y hasta le convido un poco de gelatina de frutas.
Ante alguna pregunta de Juventino y ella al explicarle que su marido no estaba , le surgió una duda.
-Oiga. La otra ocasión usted me menciono que Fer y usted no se llevan. ¿Es así? -consulto a ese hombre que apuraba a comer.
-Si. Bueno. Pos podria decirse que pues no hemos podido convivir bien.
-Pero usted me ha dicho que lleva bastante tiempo usted aqui y no ha surgido alguna ocasion para...
-Si pero -interrumpio mientras bebia un poco de agua -Cada uno tiene sus asuntos y sus cosas y pos no se puede aunque uno quiera.
-¿A si? Y osea, como es que usted y yo nos llevamos bien.
-Ah pero porque usted tiene un caracter mas sereno. Su esposo tiene un caracter mas... mas... mas fuerte y pues nomas no jeje no se ha dado
-Si entiendo pero...
-Bueno. Ora si me voy. Ah y pues tampoco le vaya a decir a su esposo pues de la puerta.
-No se preocupe. No dire nada pero creo que deberian resolver sus diferencias, usted don Tino es osea, muy bueno arreglando y a parte amable...
-Gracias pero pus todo a su tiempo jeje. Pero por ahora ps evitemonos problemas verdad.
Salio de aquella casa con mas calma. Llegando a la propia fue de inmediato para apreciar aquella prenda de un color azul rey. Los detalles en encaje la hacian mas llamativa. La llevo a su nariz y el olor de ropa fina y limpia transcurrieron por sus oroficios nasales. No tardo en llevarse esa pequeña prenda y posarla ante el bulto que traía bajo su sucio pantalon, tallaba y tallaba sobre el mismo como si se estuviera rascando. Rapido se acomodo de la cama, sin despegar de su cara esa tanga. Se bajo el pantalon sin problemas y luego su truza blanca. Ahora tallaba directamente a su verga ese encajada prenda, sentia los relieves de esa finisima prenda y no tardo en salpicarlas de viscosos liquidos seminales, una y otra vez hasta que acabo saciando.
Y así fueron todas las noches antes de dormitar. El suave olor de un caro suavisante iba desapareciendo y ahora lo sustituia un olor a pescado. La textura de esa tanga dejaba de ser suave y estaba tan tiesa como los callos de los pies de aquel morboso hombre.
[...]
-...y la casa del vecino -Ella de pronto lo menciono. Estaban parados en uno de los balcones de la casa. Era de noche y buscaban tomar el fresco de la misma. Fernando había bebido un poco pero no lo suficiente, tal vez. Fumaba un cigarrilo, algo que realmente detestaba a Valeria pero no en ese momento. -Oye, no sabes, el otro día me ayudo con...
Emocionada y contenta en un momento de paz, apreciaban las casas pero apenas ella había mencionado loa anterior, en Fernando surgio un gesto de enojo y desaprobacion total.
-¡¿De que rayos estas hablando?! ¡¿Acaso has hablado con ese?!
-Oye. Tranquilo amor. Solo decia que don Tino es un buen...
-¡¿Osea que ya has hablado con ese pendejo?! !Don Tino, que pendejadas... estoy hasta la madre de ese pin... te prohibo hablar con ese, entendiste!
-Oye no entiendo por que te pones así, realmente el...
-Me vale un carajo, no quiero que le hables y eso es todo. O que !¿Te gusta?¡ ¡¿Se te antoja acostarte con el o que?! -Era un arranque iracundo e irracional de celos, de coraje que en el que no pretendía medir el tono de sus palabras.
-¡Eres un estupido!. No se por que me hablas así.
-Ya te lo dije, ¿O que, te quedo el saco? Eh! Contestame ! -le gritaba a su mujer tomandola de un brazo y agitandola con fuerza -¿Se te antoja estar con el ahora?
-Estupido -dijo sollozando ante una actitud irreconocible para ella. Sabia que era un tipo realmente celoso pero llegar a tal grado de ofensas, era relativamente nuevo para ella.
-Ya me lo imagino. Cuando no estoy... ya me imagino. Eres una maldita puta.
Una cachetada sono algo que le hizo enojar aun mas en demasia a Fernando´pero cambio rapidamente su gesto por el de una risa burlona.
-Y que ¿Te coge rico? Jajajaja
Enojada y humillada en una arranque de coraje contesto.
-¡Si! ¡Coge rico! ¡Me encanta estar con el! ¡El es un hombre de verdad! ¡Y voy a coger como una loca la proxima vez que...! - no pudo acompletar la frase cuando recibio una bofetada de su enbravecido esposo que había cambiado aquella cara burlona por una de furia.
Salio corriendo a la habitación hecha un mar de lagrimas. El marido sonrio una vez mas y fue en busca de ella tal vez para golpearla mas pero lo cierto era de que luego de un rato a solas la busco para disculparse.
En fin. En la casa de a lado, Juventino había estado muy atento de las palabras de su vecina. Habia escuchado practimente todo. -retumbaba en su cabeza .
-Y cogera como loca conmigo - murmuro restregandose con fuerzas la tanga sobre su verga, que se hallaba desnuda al igual que todo su desalineado cuerpo.
Las palabras aquellas no le hicieron dormir durante un buen rato y tambien el hecho de saberla lastimada. -sugeria su aturdida mente después de tantos 'lecherazos'.
Pronto supo que no había sido mas que un leve pero notorio moreton en una de sus mejillas. La vio asomarse en aquel balcon donde le había declarado su 'deseo'. Aquella pareja parecia tener problemas, al menos por ahora. Juventino por una parte se alegraba de que el matrimonio de su vecino la pasaba mal , pero justamente al momento de pensar en Valeria se sentia mal y quizas lo incomodo es que había sido por su culpa.
Una de esas mañanas después de aquellos gritos, cuando ya se preparaba para ir a trabajar, escucho como tocaban la puerta con brusca insistencia. . Y de nuevo tocaban practicamente agitaban como queriendo arrancar su puerta.
-¡Voy! -vocifero
Fue pronto a abrir anhelando la prescencia de su vecina pero en su lugar era un hombre enravecido, con una cara seca pero ardiente, en sus ojos se notaba un sentimiento de furia total. Juventino quedo pasmado. Era Fernando y no le venia a dar los buenos días. Sentia una tremenda culpa por haber maltratado a Valeria y quería desquitarla con el unico tipo que, segun el, lo merecia y culpaba desde siempre.
-Oye ven pendejo. -Lo tomo con fuerza de la playera ante un poco de resistencia de Juventino que desprevenido fue jalado a la pared del exterior de su casa.
-Escuchame con atencion porque no te lo voy a repetir. No se y no me interesa saber cuantas veces le has hablado pero se que lo has hecho pendejo, pero eso me vale madres. Lo unico que me importa es que no vuelvas a ver a mi esposa. Es mas ni la mires, ni se te ocurra. En donde yo me entere que le hablaste cabron, te va a ir de la chingada.
Aturdido, ni siquiera se detuvo a oponerse a las tontas amenazas de ese celoso hombre. -su mente acusaba y quería que le gritase.
-Estamos. -Hacia un gesto de negacion con una de sus tipicas risas burlonas, con su cabeza mirando posibles chismosos hacia algun lado del callejos -La proxima vez que venga va a ser para partirte la madre y con una demanda. Tu no tienes ni una puta idea de quien soy yo así que andate con mucho cuidado.
Juventino asentia. No le quedaban muchas opciones. Estaba realmente aprisionado y no podia luchar contra un sugente que era mas corpulento. Y que decir de su profesion, el era mas inteligente y preparado y podria causarle mas males así que lo mejor seria darle la razon y asentir como lo hacia en ese momento.
-Yo se como son los tipos como tu. Nada mas ven una mujer así de buena como mi mujer y ahí andan como pendejos. ¿Acaso tu crees que mereces estar con una mujer como ella? Jaja. Pues sueñas pendejo, y seguiras soñando. Esas mujeres estan reservada para tipos como nosotros y no para viles mediocres como tu -carcajeo brevemente y continuo -Mira. Te lo dejo así. Tu me das razones y yo hago que te saquen de esta pinche casa y a chingar a tu madre. ¡¿Te quedo claro?!
Juventino asintio sin intentar abrir la boca con una cara seria y cruda mas no quebrada.
-¡No te escucho! ¡Estas mudo o que pendejo!
-Si, este no señor.
-A ver a ver. Explicate pendejo. ¡Entendiste!
-Nnnsi... -respondio casi murmurante
-¡Si LI-CEN-CIA-DO!
-Si Licenciado. -con una nerviosa voz termino por decir Juventino
Acto seguido le solto empujandolo contra la pared, y largandose triunfante sin esperar reaccion alguna de su viejo vecino. Subio a su coche y partio.
Juventino se metio con lentitud a su casa, quitandose la playera que ya practicamente estaba estirada y no le servia.
-Ese hijo de la chingada -murmuro apretando los dientes impotente, solo pudo patear una lata de cerveza vacía hacia algun rincon de su casucha.
-Su mente realmente vacilaba pues obviamente no se sentia valeroso y seguro de siquiera planearlo.
<-¿Ella vale la pena para que te humillen así?> <-¡Claro que lo vale. Es la mujer mas hermosa que has visto en tu jodida vida!>.
Su mente conversaba en un absurdo intento de sentirse lo menos inferior posible a causa de aquella arremetida contra su persona. Incluso se podria decir que había tenido suerte, de no recibir un furioso golpe.