Fort Laramie XI

Cabalgando hacia el horizonte como los buenos vaqueros.

Nota de autor: Ante todo y sobretodo quiero pedir disculpas. Ha sido un comienzo de año terrible para mi. Por un momento temí que no sería capaz de volver a escribir de nuevo. Dicen que el ánimo deprimido es bueno para la inspiración. Debe ser eso que en estos instantes, que desde luego no son los más alegres de mi vida, han resurgido y vuelto las musas. Gracias a ello he conseguido terminar esta saga que espero sea de vuestro agrado. Más si cabe lo que habéis tenido que esperar. Repito, lo siento muchísmo. Y os agradezco la compresión. Los comentarios si los llega a haber y, las valoraciones, si es que se dan.

Un saludo afectuoso.

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Subir al autobús y quedarse sin palabras fue todo uno. Toni le dejaba directamente sin aliento. Le aceleraba el corazón y le hacía ser incapaz de juntar palabras coherentes. Y menos en una situación así. Con todo un autobús interestatal atestado de viajeros con cara de malas pulgas. Personas que era evidente estaban cansadas y lo último que deseaban era que su caótico viaje se viera interrumpido una vez más.

Sin embargo, Samuel también fue capaz de distinguir miradas curiosas. La figura del hombre moreno que se había levantado del asiento trasero que ocupaba había captado la atención de unos cuantos así como la de él mismo. Sam no pudo dejar de preguntarse qué sucedería si reuniese todo el valor que parecía escondido en lo más hondo de su ser, avanzara hacia su novio y le comiese los labios delante de todos ellos.

Tomó aire profundamente y volvió a llamarle:

  • Anthony... - una mano en su hombro le sobresaltó. Desvió la mirada hacia su propietario. El robusto conductor le miraba con el ceño fruncido.

  • Caballero, le rogaría que si es el propietario del vehículo que está cruzado en la calzada lo apartase para poder seguir camino. Ya llevamos bastante retraso...

  • Lo siento pero... - le devolvió la mirada desafiante. - Era necesario...

  • ¿Necesario? ¿Para qué...

  • Para poder recuperarlo... - y lo dijo sin el menor titubeo. Clavados sus ojos en los de Anthony que se encontraba aún de pie con expresión de no creerse lo que estaba sucediendo en esos mismos instantes. A su lado, un rubiales de cabellos largos sonreía de medio lado.

  • Señor, sea lo que sea, le ruego abandone el autobús para que podamos seguir camino. - Una mujer de mediana edad sentada al lado del pasillo se echó a reír.

  • Llevamos un día y medio de retraso... a mi me da igual llegar antes o después, lo que tenía que hacer ya no lo puedo hacer así que casi prefiero ver en qué acaba todo esto. - Samuel se sintió enrojecer hasta la raíz del cabello... pero no puedo evitar mirar divertido a Toni quien abrió los ojos de par en par ante ese comentario. Se acercó a él, tragó saliva. Tomó aliento.

  • Necesito... - frunció el ceño sin saber muy bien como seguir. Finalmente levantó los ojos decidido y los clavó en los del moreno. - necesito que tengas el valor de decirme que no me quieres en tu vida... dime que nunca me has querido, que no me quieres, que jamás  me querrás...

  • No puedo vivir una mentira de 15 años, Samuel. Sino eres capaz de entender eso es que ni tan siquiera me conoces. Es que realmente no conoces a la persona que dices amar. No sé de quién te habrás enamorado, pero desde luego no de mi.

  • Lo entiendo...

  • ¡¡No, no lo haces!! Lo dejé todo huyendo de quien era, de quien soy. Dejé a mis hijos, dejé a mis hermanos, a mis padres, mi tierra, mi pasado, mi presente y un futuro alrededor de la gente que me conocía y me quería. Lo dejé todo por miedo a una persona, pero principalmente por miedo a mi mismo. Me fui y aprendí... paso a paso, kilómetro a kilómetro. Aprendí a aceptarme. Samuel soy gay y aunque lo oculté durante una buena parte de mi vida hace tiempo que lo acepté. Vivir en el mundo, no pasar por él como si este no te afectara me ayudó a mirarme cada mañana al espejo y a no avergonzarme. No puedo vivir 15 años volviendo a lo que me condenó... por mucho que te quiera. Por mucho que desee pasar el resto de mis días a tu lado. Por mucho que me destroce el corazón seguir sin ti debo hacerlo. No puedo vivir en la oscuridad de nuevo. Simplemente no soy capaz de enfrentarme a ello. Aunque te tenga a mi lado, si vuelvo ahí me volveré a perder.

Trago saliva de nuevo al oír sus palabras. La verdad que hay en ellas. El enorme e imposible sacrificio que le he pedido. Acabo de salir de esa misma oscuridad en la que le quiero sumergir a él y quizá sea que aún no me acostumbrado a la brillantez de reconocerme tal cual soy que no soy capaz de apreciar en su inmensidad la imposibilidad de lo que le pedí.

  • Toni... yo... - agacho la cabeza. Oigo las respiraciones de las personas que nos rodean, comienzo a sentirme incómodo. - Me gustaría que habláramos en privado...

  • Has venido hasta aquí, Samuel. Has  interrumpido el viaje de esta gente. No lo comprendes... no puedes poner el mundo de las personas del revés y luego exigir que se juegue según tus reglas. Di lo que tengas que decir... convénceme pero ahora según

mis

reglas. - Levanto los ojos tomando aire.

  • ¿Cuáles son esas reglas?

  • La primera... no te avergüences de mi. No te de apuro hablar de lo que sientes por mi delante de desconocidos. Enfréntate a tus sentimientos y reconócelos...

  • He venido aquí por ti, Toni. Estoy en medio de ninguna parte, como tu bien dices deteniendo el viaje de estas personas, por ti. ¿No es prueba suficiente?

  • No ha sido mal comienzo, lo reconozco... - le veo sonreír de lado. - pero no me voy a mover de este asiento hasta que te decidas a decir lo que quieras decir, a reconocer que no fuiste lo que se dice muy sensible... dilo... escucha tu corazón. Y habla lo que él te dictamine. - Guardo silencio un momento antes de seguir.

  • ¿Sabes? A mi hermana, como casi a cualquier mujer que conozco le apasiona una película, “Pretty Woman”. - le veo enarcar una ceja sorprendido por la dirección que han cogido mis palabras. - A raíz de ella se hizo fan de un grupo que puso una canción a la banda sonora. Desde que se estrenó en el rancho cada dos horas la escuchábamos berrear alguna de sus composiciones y hay una en concreto que me la acabas de recordar. Una de sus estrofas decía: “No sé a dónde vas, ni sé porqué te vas pero escucha a tu corazón antes de decirme adiós...” ¿Eso es lo que intentas decirme, no? Que me pare a entenderte... es eso lo que quieres, ¿verdad? Que no solo te ame sino que te comprenda... - asiente en silencio. - Toni... si me pidieras que dejara todo por ti lo haría...

  • Sería incapaz de pedirte algo así... - interviene. - … pero es bueno saberlo.

  • Quizá debí hacerte ver que en verdad eres mi mundo. Ayúdame a ver tu punto de vista... quiero aprender a tu lado a no negarme, soy un novato en esto de como tu dices mirarme al espejo y no avergonzarme pero si estoy a tu lado me será más fácil hacerlo. Te necesito en mi vida, te quiero en mi vida...

  • Me tendrás si me prometes que no habrá armarios en los que deba ocultarme.

  • ¿Eso quiere decir que volverás conmigo?

  • Si no hay armarios, sí... pero no todo será tan fácil, Samuel. Toma asiento a mi lado y ven conmigo al lugar al que regreso. Me pides ayuda para afrontar sin vergüenza el futuro... te pido a cambio que me ayudes a afrontar mi pasado. - Sonrío suavemente.

  • No tomaré asiento junto a ti... - inmediatamente le veo fruncir el ceño con la decepción comenzando a brillar en sus ojos. - Coge tu bolsa, Toni. Te llevaría al fin del mundo si me lo pidieras... y te traería de vuelta del mismísimo infierno. - me he ido acercando a él progresivamente. Nos separa un aliento. Levanto mi mano para depositarle en su mejilla. - Te quiero. - susurro. Y acallo su respuesta con el beso más sincero, profundo y deseado que haya dado jamás.

Es mi mundo.


Sus labios son mi paraíso particular. Sus brazos en mi cintura mi refugio más preciado. Su cuerpo junto al mío. Cierro los ojos no creyendo aún lo que está sucediendo y que haya acabado de volver mi día a día por completo del revés recorriendo dos estados tras de mi.

Negándose a dejarme ir.

El me quiere. Yo le amo. Su olor es mi cielo. Su alma mi luz.

Oigo murmullos a nuestro alrededor. Alguien dice alguna palabra fuera de tono, acallada de manera inmediata por una joven que ocupa la parte delantera del vehículo.

  • ¡¡Estúpido imbécil si no tiene nada mejor que decir será mejor que se calle y les deje en paz!! ¡¡Troglodita!! - Alguna risa escapa de algún otro pasajero. Separo mi boca de la suya. Le sonrió débilmente apoyando mi cabeza en su frente.

  • Estás loco... - murmuro.

  • Sí, por ti. - Se aleja un poco, me tiende la mano. - ¿Vienes? - se la cojo apretándola con fuerza.

  • ¿Lo dudas? - Y su sonrisa brilla más que el sol. Antes de bajar del autobús y permitir que mis compañeros de viaje continúen camino me vuelvo hacia Rick. - ¿Eres responsable de esto, verdad? - su carcajada me lo confirma. Me tiende un papel con un número escrito.

  • Llámame si hay que ir por ti al mismísimo infierno. - me río suavemente. - ¿Amigos?

  • Qué menos... - asiento. - Buen viaje, Rick... No te doy mi teléfono porque deduzco que ya lo tienes... - vuelve a reírse. Miro a mi alrededor. No es que todo el mundo mire aquella escena, lo sucedido con buena cara pero hay más rostros sonrientes que asqueados. Quizá si sea el mejor momento que nos ha podido tocar vivir. La sociedad está cambiando. Tan solo hay que ser valiente para vivir esos cambios. - Gracias... por todo.

Antes de bajar, le estrecho la mano al conductor.

  • Disculpe todo este número... - niega con la cabeza.

  • La señora tiene razón... dos horas no son nada en comparación con la posibilidad de enfrentarse a la eternidad junto a la persona que queremos, señor. - le sonrió agradecido. - Buena suerte... - acaba diciendo cuando termino de bajar y pisar la carretera. - Buena suerte y buen viaje.

Sam ha apartado hace unos segundos la camioneta del medio. Sostengo mi bolsa con la mano mientras me situo en el arcén, les veo arrancar y reanudar camino.

Mi vaquero me espera junto a la puerta del conductor. Le miro embelesado unos momentos.

Está aquí por mi. Va a seguir aquí por mi.

Por mi.

Me acerco a él. Le abrazo con fuerza. Le beso. Y cuando me separo susurro sobre sus labios.

  • Te quiero.

Al rato de estar en camino le miro de reojo sonriendo pícaramente. Ha estado con los ojos cerrados. A ratos su respiración relajada me ha hecho darme cuenta de que se ha quedado dormido. Como si ante mi presencia se pudiera por fin relajar. ¿Sonaré muy estúpido si digo que es el ser humano más hermoso del planeta y el hombre más atractivo del universo? Le noto parpadear...

  • Me debes unos cuantos polvos. - hablo por fin. Un gesto divertido asoma a sus labios.

  • ¿Cuántos son unos cuantos?

  • Docena y media. - se echa a reír.

  • Si quieres empiezo ahora a saldar mi cuenta.

  • ¿Podrías? - más parece un reto que una pregunta.

  • ¿Serías capaz de conducir bajándote los pantalones y abriéndote de piernas? - sus mejillas se tornan de un excitante color rojo. - Vamos... si lanzas un órdago has de estar a la altura, vaquero. - asiente. - ¿Llevas aún el cojín que usas para que Greg esté más alto?

  • ¿Vas a usar el “elevador” de mi hijo pequeño para asaltarme sexualmente?

  • No es un asalto si es consentido...  y sí... soy así de pervertido. Si provocas es lo que obtienes. Fuego. - se echa a reír.

  • Está bajo tu asiento. - Se inclina para cogerlo. Una vez en su poder dirijo sus manos al cinturón de su pantalón. Me lo desabrocha al igual que hace con el botón y la cremallera.

  • Eleva el trasero, Sammie. - obedezco en silencio sin perder la concentración del volante y la carretera. Me baja la prenda descubriendo que bajo la tela de mis calzoncillos se marca ya una poderosa y preciosa erección. A la que he elevado el culo coloca lo mejor que puede el cojín sobre el que me sienta. Quiero que, aunque me deslice un poco hacia abajo para abrir mejor las piernas, no perder de vista la conducción. Que muramos en un estúpido accidente de carretera no es lo que más me apetece en estos momentos. Una vez hecho esto se inclina sobre mi. - Soñé contigo. Las dos noches que me alejé de ti... por mucho que me distanciaba... por mucho que lo intenté cada vez seguías más impreso en mi sangre. En mi interior.

  • Olvidemos el dolor, amor. Y haz lo que tienes pensado hacer...

  • ¡¿Ah, sí?! ¿Y qué tengo pensado hacer? - inquiere divertido.

  • Cómeme la polla de una jodida vez... - y de una sola vez entra en mi boca hasta el fondo de mi garganta.

¡¡¡Cómo he echado en falta su sabor, su dureza, su calor!!!

Su lengua juega con mi trozo de carne. Lo recorre deleitándose con la piel, deteniéndose en el prepucio. Sopla suavemente, llena de saliva ardiente. Pasa los dientes de forma suave. Aprieta ligeramente con una de sus manos mis testículos, mientras que la otra a veces sustituye a su boca y me masturba fijando sus ojos en mi rostro. Perdiéndose en la forma en que me muerdo los labios, en la manera en que abro la boca buscando aire.

Creo que no hay palabras, sea cual sea el idioma en el que se hable, que expresen todo el inmenso amor que siento por él. Mi Anthony. Mi locura.

Ahora escupe para aumentar la humedad del área, se lame sus propios dedos que eleva para llevarlos a mi boca. Los chupo con lascivia esperando el siguiente paso. No se demora. No me creo que vaya a hacer lo que estoy imaginando. Aquí, en medio de una carretera eterna de asfalto... Hacía rato que dejamos atrás Denver, nos quedaba poco para salir de Colorado, enfilar hacia Oklahoma y ponernos poco tiempo después en Texas. Rumbo hacia su hogar. El porqué íbamos hacia allí solo presuponía algo. Me necesitaba a su lado para encarar su pasado.

Y ahí estaría. Junto a él.

Un gemido profundo, gutural y casi animal brotó de mi garganta cuando uno de esos húmedos dedos se introdujo en mi interior.

  • ¿Te gusta que te folle así, Sammie? ¿Sin decencia ni pudor alguno? ¿Te das cuenta de que corremos el riesgo de que alguien nos vea? ¿Que vea como hago mío tu culito?

  • Cabronazo... - murmuro agarrando firmemente el volante. Vuelvo a gemir. La posición no es todo lo cómoda que me gustaría. Me encantaría encontrarme totalmente desnudo ante él, a su merced. Pero en cierta forma es bastante más erótico de esta manera. Sabe perfectamente lo mucho que me calienta el riesgo de que nos pillen... de imaginar a otro tipo poniéndose duro al vernos. Al comprobar la pasión que dos hombres pueden sentir el uno por el otro. Nuestros movimientos hace mucho que comprendí que no sólo transmitían sexo... egolatría... bien pudiera ser... pero cuando Toni y yo hacemos el amor, sea en una cama, contra una pared, encima de una mesa, en medio del suelo o arañando nuestras espaldas contra la rugosa piel de un árbol... cuando eso sucede, creamos una coreografía que solo nosotros somos capaces de ejecutar. AMOR con mayúsculas.

¡¡¡Cómo te quiero, cabronazo!!! ¡¡¡Cómo me haces desearte!!! ¡Qué duro me pones! Caliente y al borde de la combustión espontánea.

Tu cuerpo cincelado, elástico, suave y fuerte. Tu rostro de rasgos afilados y marcados. Tus ojos. Tus labios tan hechos para besar. Tu cuello, cualquiera diría que esa parte de tu anatomía enardecería mis sentidos pero lo hace. Porque te estremeces como una hoja cuando la recorro con la punta de mi lengua, con la yema de mis dedos. Cuando mordisqueo suavemente los lóbulos de tus orejas y jugueteo con mi lengua en su interior. Oírte suspirar y temblar entre mis brazos. Tu, tan fuerte, a veces tan esquivo. Tan masculino pero tan delicado como esa brisa que mecía las copas de los árboles de tu infancia.

Creo que de haberte conocido entonces ya me habría enamorado de ti.

Estoy convencido que vine al mundo para enamorarme de ti.

Una de mis manos abandona la conducción para posarse sobre tu cabeza y acariciarte el cabello. Ahora son dos dedos los que se apoderan de mi. Entran y salen sin titubeos... mi cuerpo en tensión.

  • Toni, por favor, Toni...

  • Dime... Sam... dime...

  • No pares, sigue, por favor, no te detengas...

  • No pensaba hacerlo... Quiero que te corras en mi boca... ¿me darás tu leche, mi amor? Echo en falta tu sabor. - Asiento en silencio. Mientras sigue horadando mi trasero vuelve a meterse mi polla en la boca... de nuevo, sube y baja, lame, chupa, juega... llena de babas... me folla... Profundamente. No pudo apartar los pies de los pedales pero o detengo el coche o nos vamos a ir directos a volcar sobre la cuneta... No sé ni como lo consigo pero cinco segundo y medio después... un frenazo más tarde incrusto su cabeza contra mi erección. Y desde esta posición se adueña de mi con tres dedos... Me siento abierto para él... de un empujón le aparto hasta sentarle en su asiento. Con sus vaqueros a la altura de los tobillos en un abrir y cerrar los ojos me siento sobre su regazo. De un solo envite me lo clavo hasta lo más profundo de mi interior. Paso un brazo por su cuello mientras estiro el otro para apoyarlo en el salpicadero. En esta postura soy yo quien le follo sin tregua...

Sobre la comisura de sus labios empiezan a asomar gotas de sudor. Inclino la cabeza y las lamo. Muerdo hasta hacerle sangrar. Susurro sobre su boca, sus manos entorno a mi cintura o acariciando mi culo. Entierra el rostro en mi cuello y le oigo.

  • Te amo. - Mis ojos se llenan de lágrimas y naufragamos en la mirada del hombre que conquistó nuestros respectivos corazones.

Exploto manchando su ropa de mi semen. Le siento hacer lo mismo pero dentro de mi. Echa mi cuerpo hacia atrás para pasar su boca por mi abdomen y mis pectorales. Acariciando suavemente mis pezones con la lengua. No sé ni en qué momento desabroché o desabrochó los botones de mi camisa. Y aunque me he corrido sigo duro, le sigo cabalgando... no quiero que su polla abandone mi trasero.

Le quiero por infinito dentro de mi.

Le miro aún lloroso y tembloroso.

  • Te quiero. Pero te sigo debiendo un trago de mi leche... - se echa a reír suavemente mientras se sigue meciendo arriba y abajo de mi erección.

  • Nadie ha dicho que vayamos a dejarlo en este momento, ¿no?

  • ¿Qué es lo que pretendes?

  • Quizá que me folles entre los barrotes de una deplorable prisión interestatal con un gordo sheriff mirándonos con los ojos llenos de vicio... - ahora el que se ríe soy yo.

  • ¿Sabes? Dejaría que te follara con su porra de goma mientras yo miro... - le susurro casi rozando la perversión más bondage que se me ha ocurrido nunca.

  • Lo mismo lo harías... compartirme con otros.

  • En la vida... por lo menos, no lo haría mientras yo no estuviera presente.

  • ¿Tríos, orgías? - asiento. - ¡¡¡Cabronazo!!! ¡¡Te quiero!! - se abalanza sobre mi y me besa con la pasión del calor más absoluto. Atrapo su polla con la mano y mientras me come le masturbo con energía. - Te adoro... - murmuró.


Le vi apoyado en la pared de la habitación del motel de carretera que íbamos a ocupar esa noche antes de seguir camino. Miraba el teléfono indeciso. Me sitúe a su lado.

  • No funciona si no marcas el número.

  • No querrá ni verme. - murmura casi para sí. Veo como le tiemblan las manos. Las sujeto entre las mías.

  • Háblame de ella. ¿La quisiste? - quizá abrir su pasado a mi le ayude a afrontarlo. Sin levantar los ojos del suelo que ahora mira.

  • Jamás como te quiero a ti. Y hasta que no te conocí no comprendí lo realmente injusto que fui con ella. ¿Cómo se le puede decir a alguien que se le quiere sin sentir, sin saber, lo que es realmente amar a otra persona?

Carmen es muy bonita. Mi mejor amiga y quien mejor me conocía. Siempre he pensando que ella sabía que se casaba conmigo por ocultar su propio secreto, algo que ni tan siquiera me contó a mi. Quizá fue así... una huída hacia delante por parte de los dos. No estoy seguro y es probable que ahora si se lo preguntase tampoco me lo contase.

Por un tiempo nos fue bien. Estábamos cómodos en nuestra mentira. No había peleas, poco sexo pero mucha complicidad. La complicidad que se puede tener con un hermano, con alguien que ha crecido a tu lado y te conoce con poner solo tus ojos sobre ti. Nunca me preguntaba a dónde iba algunos viernes por la noche. Ella me trataba bien, yo la trataba bien. Y tuvimos dos hijos. Lo más bonito de esta historia.

Les quiero con todo mi corazón, Samuel. Y no sé si algún día me recuperaré del todo por haberles dejado atrás. Por haberles abandonado.

  • No los abandonastes...

  • No intentes maquillar lo que hice, Sam. Les abandoné. Lo hice y no hay otra manera de verlo. Hay días que pienso en cómo se sentirán. Son pequeños pero recuerdo lo que yo sentía cuando mi padre venía a vernos y luego se iba a trabajar durante meses. Solo llamaba por teléfono para preguntar por nosotros y escuchar nuestras voces. Yo ni tan siquiera he hecho eso. Me acuerdo de que cuando él se iba me sentaba en el alfeizar de mi ventana y veía el coche alejarse. Sabía que volvería, que lo hacía por necesidad pero eso no evitaba el sentimiento de abandono y soledad. Cuando me fui vi a Alonso...

  • Tu hijo...

  • Mi pequeño... en la misma posición que yo. Es probable que él no sintiera lo mismo porque realmente no sabía que me iba para no volver. Además con sus apenas tres años poco iba a comprender pero ahora tiene seis años y no me ha visto ni sabido de mí en tanto tiempo que es probable que o me odie o ni tan siquiera me recuerde. Y ambas posibilidades me matan. - suspiró profundamente. - Él y su hermana son la mejor parte de mi mismo...

  • Entonces son la parte que me ha hecho enamorarme de ti... - me sonríe suavemente.

  • Algo más que agradecerles.

  • No me cabe duda. - enciendo un cigarrillo y lo comparto con él. - ¿Cómo son?

  • Morenos como yo... Emi tiene el pelo largo y rizado, la piel clarita y los ojos más dulces que haya visto nunca. Es como mirar una tacita de chocolate caliente. Alonso se parece más a ella pero físicamente es más fuerte, más lanzado... no le tiene miedo a nada... escala árboles, salta desde los escalones más altos y tiene la mala costumbre de pelearse con todo el mundo... es un terremoto pero tiene un corazón puro porque por mucho que se pelee a los tres minutos está gimoteando y pidiendo perdón... - me imagino a un pequeño Anthony haciendo eso y no puedo evitar sonreír suavemente. Creo que es totalmente cierto lo que pensé... nací para enamorarme de él y estoy convencido que de haberle conocido de crío llevaríamos toda la vida juntos. - He comprado una nueva canción... - vuelve a hablar cambiando de tema.

  • Tu y tu i-pad... - me río por lo bajo. - ¿cuál?

  • Vamos dentro... quiero bailar contigo. - La noche ha caído. Le cojo la mano y unidos cruzamos el umbral de esa otra habitación que no es hogar de nadie pero que sin duda ha vivido algún que otro amor entre sus paredes. Cuando enciende su reproductor un cantante entona en español una bonita melodía de la que no entiendo nada. Toni ha cerrado la puerta tras nosotros... Se acerca a mi y empezamos a mover las caderas. Tiene ritmo pero estoy convencido de que mi niño convertiría en el baile más provocativo hasta la nana más tierna... Ahí le tengo traduciendo a mi oído:

he pensado en

él

toda la noche... en cada poro de su piel he dejado bien escrito mi nombre para que mañana se acuerde bien...”

Mario Benedetti escribió que hasta el deseo se vuelve más puro, hasta el acto más definitivamente consagrado al sexo se vuelve inmaculado. Pero que esa pureza no es mojigatería, no es afectación, no es pretender que sólo apunta al alma. Esa pureza es querer cada centímetro de su piel, es aspirar su olor, es recorrer su vientre, poro a poro. Es llevar el deseo a la cumbre.

Mientras nos movemos en posición vertical nos vamos acercando peligrosamente a la cama para acabar en posición horizontal y llevar, de nuevo, el deseo a la cumbre.


Tantos kilómetros a las espaldas hasta permanecer aparcados delante de una casa de tamaño medio que lucía con las paredes pintadas en un suave tono tostado y blanco. La puerta principal estaba antecedida por un pequeño porche techado y al lado la puerta de un garaje. Un pulcro césped bien cuidado la rodeaba. Toni miraba aquella construcción en silencio.

Nos encontrabamos en un barrio residencial que por la pinta que tenía debía ser tranquilo. De vez en cuando se oía el ladrido de un perro o las risas de niños procedentes de los patios traseros de los hogares que rodeaban aquel.

Sitúo mi mano en su muslo. Desvía los ojos hasta situarlos en mi extremidad.

  • Aquí no se va a solucionar nada.

  • ¿Entrarás conmigo?

  • Si es lo que quieres.

  • Es lo que quiero.

  • Toni... - levanta la mirada y la clava en los míos. Le sonrío con dulzura. - Toni iría al infierno contigo si fuera necesario. Venga... - le palmeo la pierna al tiempo que abro la puerta del conductor y salgo fuera.

Me sigue titubeante y no hemos puesto aún los pies en la acera que franquea la casa cuando la puerta de esta se abre y una joven mujer de unos treinta años se sitúa en el primer escalón. Tiene que apartarse ante los dos torbellinos que irrumpen desde el interior y gritando el nombre del hombre que amo se avalanzan sobre él.

  • ¡¡¡Papiiiiiiiiiiiiiiiiiiiii!!! - dos pares de piernas y brazos le envuelven y le hacen caer al suelo. Se me encoje el corazón cuando veo como por sus mejillas corren ríos de lágrimas y estrecha esos pequeños cuerpecitos contra el suyo mientras susurra sus nombres.

La mujer se ha acercado a nosotros. Durante cinco minutos contempla la escena hasta que finalmente se agacha para coger con sus manos a su hija y apartarla con delicadeza.

  • Emi, deja respirar a papá. Alonso... - pero el niño es alzado en brazos por su padre que mira a la madre de sus hijos con un brillo de cariño y nerviosismo en los ojos. Ella tiene una leve sonrisa en los labios. - ¿Has venido para quedarte? - murmura finalmente.

  • Quizá debiéramos hablar dentro, Ita... - ella asintió. - Pero antes déjame presentarte a Samuel Laramie... es mi... - antes de que pudiera terminar ello le puso un dedo en los labios acallándolo.

  • Ya sé quién es... no hace falta más que ver la forma en que le has mirado. - me mira de soslayo pero no veo maldad ni inquina en sus ojos. Solo el mudo reconocimiento de lo que ya sabía. De lo que ya sabía desde hace tiempo. - Entrad, por favor, a este paso vamos a ser tema de conversación de todos los vecinos.

Permanecer a su lado pero respetando el espacio de ambos fue la elección que tomé nada más supe a dónde nos dirigiámos. Mientras conducíamos hasta aquí puso una y otra vez el disco que compró, ese que contiene la canción que me susurró y con la que me hizo el amor tan solo unas horas antes. Ahora en mi cabeza puedo escuchar la letra de otra de las melodías. Les miro y es como si con los ojos se estuviera preguntando dónde se encuentra el amor que les unió... Toni me aseguró que nunca sintió por ella lo que siente por mi pero algo hubo. Un cariño especial, una complicidad. Compartieron risas, sonrisas, compartieron y comparten dos hijos que no hace falta ver que lo son todo para ellos.

La niña está sentada en las rodillas de mi hombre. Apoyada la cabeza en el hombro de su padre. El pequeño subido a un taburete escucha, estoy seguro de que sin entender, lo que hablaban. Les miraba desviando los ojos entre los dos. Mientras yo, me detengo a observarla a ella.

Una media melena lacia y castaña. Una piel blanca. Un cuerpo delgado como un junco. Unos ojos oscuros. Unos labios finos y expresivos. Unas manos pequeñas y delicadas. Capaces de acariciar como está haciendo ahora mismo con el cabello de su niño. Como deja deslizar los mechones de Alonso entre sus dedos y deposita un suave beso en su cabeza. Mientras le susurra algo en español. Un idioma que no conozco y que hace que me sienta excluido de la escena. En ese momento Toni levanta la mirada para fijarse en mi. Sonríe y me hace un gesto para que me acerque. Lo hago, pronto siento su brazo pasar por mi cintura.

Le siento tomar aire. Fija los ojos en sus hijos y les habla:

  • Alonso, Emi quiero presentaros como debe ser a mi amigo. Es Samuel Laramie, un amigo de Wyoming, un muy buen amigo de papá y... mi... novio.

La oscura mirada de los pequeños reflejan extrañeza. ¿Quizá demasiado pequeños para entender lo que esas palabras significan?

  • Mi amiga Lucy tiene dos mamás... - habla finalmente la niña. - ¿Voy a tener dos papás? - Veo a Toni inclinar la cabeza y besar la coronilla de su hija con una sonrisa bailando en sus labios.

  • Quizá... - murmura suavemente. Un extraño calor inunda mi interior. Casi no me atrevo a ponerle nombre pero palpita dentro de mi.

¿Felicidad?

Cuando le miro, cuando veo su rostro relajado lo confirmo. Siente lo mismo.

Es nuestro momento y no pienso dejarlo escapar.


Dormimos en la habitación de invitados. O fingimos que es lo que hacemos. Realmente me lo estoy comiendo entero. Hace ya unos cuantos minutos que mi lengua se ha saciado del sabor de su ano. Que mis dedos lo han ido follando mientras muerde la almohada para sofocar los jadeos de placer que pugnan por salir de su garganta. Su espalda se ha arqueado sucesivas veces, su piel bañada en sudor. Su cabello rubio revuelto y sus ojos ardientes como sus mejillas sonrojadas.

El ser humano más atractivo y hermoso del planeta. Y un dios del sexo. Cuando mi polla le penetra, cuando le hago mío no puede evitar clavar sus uñas en mi espalda y morderme el cuello. Mañana me voy a levantar con un buen chupetón difícil de ocultar. Me recuerda a cuando marcan a los caballos para hacer saber que son de su rancho, de su propiedad.

Es lo que acaba de hacer conmigo. No es ninguna novedad. Desde que recorrió buena parte del país en mi búsqueda, desde que detuvo un autobús tan “sólo” para decirme que me amaba y que no podía vivir sin mi me tuvo. Soy en buena medida de su propiedad.

Le cabalgo sentado a horcajadas sobre él. Nunca me ha gustado sentarme dándole la espalda. Cuando follamos así me gusta ver su rostro. Me gusta besar sus labios. Beberle. Tener su polla a mi merced y la mayor parte de su piel a mi alcance.

Oculta el rostro de nuevo contra mi cuello. Recorre con su lengua mi epidermis. Jugueta con ella en mi oído. Cosquillas y escalofríos recorren mis terminaciones nerviosas.

  • Fóllame, - le oigo murmurar.

  • Te recuerdo que me estás destrozando el culo tú... - medio me rió.

  • Y sin embargo eres tú quien me folla... - me responde encendido. - Quiero que te corras dentro de mi. - en un arrebato de inconsciencia estábamos haciéndolo sin condón. Y ambos sabíamos que el final sería este.

  • Y yo quiero que te tragues todo lo que eche sobre tu boca. - una sonrisa perversa adorna sus labios. Asiento. Le muerdo los labios al percatarme de como está apunto. Aprieto mi esfínter para que sienta más presión, más placer. Debo haberlo conseguido porque clava los dientes en mi cuello en un intento de sofocar el grito que está a punto de emitir mientras eyacula en mi interior. Pero soy yo él que no puedo evitarlo. El capullo me ha hecho daño... Segundos después está murmurando lo sientos como si fuera una letanía. Le saco de mi, le doy un empujón y le clavo la polla en la boca. - Chúpamela... - ordeno. Y a ello se dedica. Recorriendo con su lengua toda la superficie, mientras tanto me colocó en la posición más idónea para llegar a su abierto trasero y beber el propio sudr que he emana de él. Somos unos depravados... Y me estremece la forma que tiene de comermela. Como juega con mis testículos, hecho que emulo para acabar tragándome yo también su endurecido miembro. ¡¡Este 69 es fantástico y mi polla está que revienta!! Eso sí, no creo que vaya a durar mucho más así que para conseguir acabar juntos aumento la velocidad de mi felación acompasando mi trabajo al que él me hace.

  • Saaaaaaaaaaaaaaam... - guime abandonando un momento. Justo en el instante en que en su abierta boca cae un potente chorro de lefa. Y él me mancha a mi toda la cara.

Prueba superada. Y es un hecho comprobado. Nadie sabe mejor que él.

Le miro. Abre la boca para mostrarme la lengua blanca de mi esencia. Me echo a reír. Esta vena sucia me pone más que caliente. Y sé que jamás me atreveré a llevarla a cabo con nadie que no sea el amor de mi vida.


  • Siempre supe que volverías y que volverías con la verdad... - lo tres estamos sentados a la mañana siguiente bebiendo café. Los niños están en la escuela primaria así que por fin solos podemos hablar con total libertad. Las palabras de Ita no me sorprenden. Tampoco lo que dice a continuación. - He sido tu mejor amiga desde que nos conocimos con 5 años y los dos fingimos que lo que hacíamos era lo correcto cuando sabíamos que no era así. Solo me queda una duda... ¿por qué te fuiste realmente?

  • Billy Wilcox...  sabes lo que hizo.

  • ¿Cómo olvidarlo? No fui tu mejor apoyo en esos días... ¿te fuiste porque te fallé?

  • En absoluto. Jamás me sentí traicionado por ti. Me fui porque lo repitió, muchas veces. Demasiadas. - los ojos de Ita se abrieron de par en par espantada ante el horror de lo que le estaba contando su esposo.

  • Pensé que aquel intento de suicidio fue por la violación. Jamás llegué a pensar que hubo más. ¡Oh, Dios Mío, Toni, lo siento tanto! - tenía su hermoso rostro mojado por dos lágrimas solitarias que habían caído desde sus pestañas.

  • Amenazó con mataros. Me quería para él solo. Para que fuera para siempre su siervo, su juguete sexual y si no accedía acabaría con vosotros. Ita, me di por perdido... a mi vida. A sentirme un ser humano digno. Renuncié a todo eso pero no podía renunciar a vosotros. Así que renuncié a vosotros para que pudierais seguir con vida porque sabía que de plantar cara lo haría. Os mataría y ya si que jamás me merecería escapar de él. - Las manos de su esposa cubre su boca para ocultar el gesto de horror que ni tan siquiera yo consigo reprimir. Le redujeron a apenas un objeto. Le destrozaron el alma. Y aún así prevaleció por encima de todo eso. - Nunca os he dejado de querer. - un sollozo contenido escapa de la garganta de Toni. Y a mi se me rompe el corazón. Mataría con mis propias manos al monstruo que a punto estuvo de acabar con él.

  • Tienes que denunciarlo. - le dije.

  • No hace falta... - intervino Ita recobrando la voz.

  • ¡¿Cómo puedes decir eso después de lo que acabas de oír?! - la recrimino alterado.

  • Samuel, Wilcox murió hace 3 años. Cáncer de pancreas. Murió entre dolores atroces. No puedes ni imaginar lo mucho que me alegro en estos momentos de que sucediera así. De que sucediera así y de que apenas nadie fuera a su sepelio. Mucho menos su propia familia. Toni... - Ita miró al padre de sus hijos. - Creo que tus padres y hermanos sabían o intuían la realidad de porqué te fuiste. No han dejado de protegernos un solo día desde que desapareciste. Y creo que se han sentido terriblemente culpables de no haber sabido estar a la altura de las circunstancias. - mi sureño traga saliva nervioso. - Tendrías que ir a hablar con ellos antes de que vuelvas al hogar que sé deseas crear con él. - me sonríe suavemente ante el tono sonrosado de mis mejillas.

  • ¿Podré venir a ver a los niños?

  • ¿Tienes que preguntarlo siquiera? Lo que si te pido es que formalicemos los papeles del divorcio. Hay una persona que lleva esperando mucho tiempo que sea una mujer soltera...

  • ¿Has conocido a alguien? - Anthony sonríe.

  • Hace veinte años... - y ahora es ella la que se sonroja. - Se llama Betty. Y no ha desistido en veinte años. No ha pasado ni un solo día sin decirme que me quiere. Y ni en los peores momentos, cuando más lejos estaba de ella, ha dejado de amarme. Ni yo, por otro lado, de amarla a ella. - la miramos en silencio durante un buen rato. Tras eso, Toni se aproxima a su esposa y la estrecha con fuerza.

  • Mañana mismo tendrás firmados los papeles. Y ni la menor palabra. La tutoría total de Emi y Alonso es tuya. Decide el regimen de visitas que quieras y consideres mejor para ellos.

  • Lo mejor para ellos es que te vean lo más posible. Que vengas aquí en algunas de sus vacaciones escolares y que te los lleves a donde quieras en verano. Por cierto, ¿dónde vas a vivir?

  • En mi casa, conmigo. Wyoming. Mi familia es propietaria de un rancho-escuela de equitación. Emi y Alonso disfrutaran de unos veranos sensacionales allí. Te prometo que cuidaremos de ellos. - Ita me mira con un brillo divertido en los ojos.

  • Será lo mejor. Al fin y al cabo vas a ser su padrastro así que tu deber es cuidar de ellos. No pienso perdonarte ni el más mínimo despiste. - la joven se echa a reír ante mi gesto de preocupación. Al momento Toni se une a ella. Y poco después les acompaño.

Comienzo a comprender por qué estos dos se adoran. Son tal para cual.

Horas después, nos despedimos de ellos. Vamos a ver a su familia. A sus padres y hermanos. Y sé que vuelve a estar nervioso. Como si tuviera un enjambre de mariposas revoloteando en su estómago.


Evelyn Rodrigo perdió el color de su rostro al ver a su hijo parado en el umbral de la puerta. El plato que sostenía entre las manos se le vino al suelo haciéndose mil pedazos. Oyeron unos pasos apresurados procedentes del salón y una voz profunda y masculina preguntarla qué había sucedido. El propietario de la misma apareció procedente de la otra habitación. Y se quedó tan blanco como su esposa.

  • Papá, mamá... - saludó casi con timidez. Y en ese mismo instante, Evelyn Rodrigo estalló en llanto avalanzándose sobre los brazos de su hijo y estrechándolo contra ella. No querría haberlo soltado nunca más.

Horas después cuando escucharon el relato de sus labios hubo tres reacciones. La indignación más absoluta, el desconsuelo más profundo y el amor más inmenso. Daba igual a quien quisiera. Daba igual el pasado. Habían recuperado a un hijo perdido. Había vuelto a ellos y, esta vez no le fallarían. Volverían a protegerlo como nunca debieron dejar de hacerlo. Con el mejor escudo. Sus corazones.

La noche había caído cuando Samuel y Anthony se dispusieron a regresar a casa del segundo. La mano del señor Rodrigo retuvo al rubio por el brazo. Le hizo un gesto a su hijo para que siguiera su camino. Sam miró a su ¿suegro? con ojos inquisitoriales.

  • Te lo llevas lejos... - había un acento de contrariedad en su voz. - Quiero que sepas que no estaba dispuesto a dejarle marchar de nuevo hasta que te he visto mirarle. Solo te digo una cosa. Cuídale, amalo... no le traiciones. No le hagas daño o te juro por su propia vida que te lo haré pagar. - Samuel tembló ante el poder que residía en esas palabras.

  • Lo prometo, Sr. Rodrigo, puede estar tranquilo.

  • Mario... - le debió fruncir el ceño. - Si vamos a ser familia desde ahora, para ti, soy Mario. - le tendió la mano. Rápidamente el de Wyoming se la estrechó. - ¡Ah, otra cosa! - Sam asintió. - Tampoco permitas que él te haga daño... - un guiño cómplice acompañó a esa afirmación. - Y traed mañana a los niños para que el resto de mis hijos puedan recuperar a su hermano.

  • Así lo haremos, Mario... y... gracias.

  • Eres un buen muchacho, hijo. - le palmeó la espalda. - Anda, no le hagas esperar más o va a acabar con todas las uñas de sus dedos.

Los dos se echaron a reír al ver como Toni se mordisqueaba el dedo corazón con nerviosismo. Sin duda preguntándose de qué hablaban.

Samuel se acercó a él en pocos pasos y, sin importarle que alguien ajeno a su recién estrenada familia les viese, le cogió el rostro con ambas manos para apoderarse de sus labios y besarle como tan solo un hombre enamorado es capaz de hacer.

FIN