Fort Laramie VIII (el correcto)
De aquí a 15 años, más o menos.
Me hierve la sangre. Ni tan siquiera se podría calificar que me sintiera enfadado. Porque lo que siento está muy lejos de ser un mero enojo. Maddie, Frannie, la jodida escuela cristiana de Laramie.
Mientras avanzo de vuelta a casa tras haber pasado el fin de semana en una venta de caballos procuro fijar mi vista en la carretera porque está empezando a nevar y no quiero acabar estampado en el margen de la vía. Pero mi mente no deja de retroceder a la llamada que me hizo mi hermana.
Aparco la furgoneta frente a la escuela elemental Indian Paintbrush a la que llamé a principios de semana cansado de esta situación. No estoy dispuesto a tolerar ni un mal gesto más, ni una mala palabra. No sé si a Francine le gustarán las niñas, me da que solo es una muestra de cariño de esas que no suele prodigar, pero si lo hace me niego a que sufra lo mismo que sufrí yo. Mi pequeña no vivirá mi infierno. Me niego.
La directora de la institución es una mujer de veintitantos rubia. Tiene una sonrisa afable y unos bonitos y sinceros ojos azules.
- ¿Señor Laramie? - pregunta mirándome.
- Sí, Samuel Laramie.
- Pase conmigo a mi despacho.
Una hora después salgo satisfecho del lugar. Francine y Gracie van a dejar la escuela cristiana así sea la única cosa que haga por mis hijos. Y desde luego cuando Gregory empiece con la educación reglada no pisará jamás una institución como a la que han estado yendo sus hermanas.
Vuelvo a la furgoneta, antes de arrancar miro al frente. Sigue nevando. El camino a casa será largo y lento pero una vez allí tomaré las riendas de lo que he estado evitando dejando en manos de la menos indicada el futuro de mis hijos.
Madelyne y yo nunca nos hemos amado pero los trajimos al mundo. Sin embargo mientras que yo, a pesar de saber que no los busqué y siempre he tenido cierta sensación de que en el fondo no me pertenecían, no puedo negarlo. Los engendré, son mis niños. Y los menos culpables de la vida de mentiras que hemos construido su madre y yo. Así que va siendo hora de que alguien ponga algo de sentido común a su día a día. Si Maddie quiere seguir castigándoles por ser la imagen de su fracaso como mujer y persona es problema de ella. Yo no voy a permitir que siga haciéndolo. Emponzoñando sus jóvenes mentes con ideas perversas y alejadas de la realidad en la que cuando sean adultos les va a tocar vivir. Una realidad más sincera, más abierta, más tolerante. Una realidad a la que me gustaría llegar con Anthony a mi lado.
Arranco. Avanzo con tranquilidad. Si quiero alcanzar mis metas debo llegar con vida a ellas.
Los parabrisas se mueven limpiando la nieve que cae sobre el cristal. He conectado la radio para que la música me acompañe. Es algo que he aprendido de mi novio... sonrió suavemente. En mi mente no hay impedimentos para decir esa palabra. Para calificar a Toni de esa manera. Mi novio. Mi chico. Mi hombre. Mi jodido y tremendamente sensual jinete.
La tarde-noche que pasé con él hace un par de semanas dejándonos escapar del mundo que transcurre tras la puerta de su habitación fue la experiencia más eroticamente excitante que recuerdo haber vivido. Y los tres momentos posteriores a los sendos polvos que echamos los instantes más sencillamente dulces que puedo recordar. Apoyarme el cuerpo sobre su pecho, que me estreche contra él con sus brazos. Que bese mi piel suavemente.
Solo recuerdo algo parecido y me sucedió hace demasiado tiempo. Tenía 17 años y estaba enamorado. De un rubio arrebatador. De Alexander Kent, el hijo de los vecinos de rancho. Fue un amor de verano por el que no luché. Por el que fui un completo cobarde. Nos descubrieron. Me descubrieron y cuando lo que debía haber hecho es aferrarme a él, agradecerle que hubiera estado sosteniéndome tras el accidente, alejando a la misma muerte, lo que hice fue claudicar y permitir que me separaran del primer ser humano que había hecho latir frenéticamente mi corazón.
Después de aquello la relación, hasta ese momento cordial entre nuestras familias, se rompió. No volvimos a hablarnos. Supe por terceras personas que le enviaron a la capital del Estado y que una vez cumplió la mayoría de edad alzó el vuelo el solo alejándose de la nube tóxica que cubría la atmósfera de los ranchos de este hermoso y bendito lugar. Rachel y Amanda, sus hermanas, fueron las únicas que con el tiempo reanudaron la relación con él. Le aceptaron como era y aunque no hacían ostentación de que seguían en contacto con su hermano pequeño tampoco se negaban a hablar de él.
Por eso me enteré. En el principal tugurio de Laramie donde nos reuníamos a ver partidos de fútbol americano bañados en cerveza, humo de puros y hamburguesas. Amy entró en el local al parecer para comprar tabaco en la máquina expendedora y unos más de los gilipollas que suelen ocupar el lugar se interpuso en su paso.
- Kent, ¿es cierto? - ella levantó una ceja sorprendida.
- ¿El qué, Walt?
- El mariposón de tu hermano... ¿es cierto que se ha casado? ¿Con otro tío?
- Viene siendo lo normal cuando se es homosexual... - asintió ella. - Lo normal cuando mantienes una relación estable de 7 años y sabes que esa persona es con la que quieres pasar el resto de tus días. No sé si sabes lo que es eso, Walter.
- La gente como tu hermano no pueden contraer matrimonio.
- Oh, hay países que piensan lo contrario y mi cuñado es de uno de ellos así que a Alex solo tuvo que adquirir la doble nacionalidad para que amparado por las leyes de ese país pudiera hacer completamente legal el amor que mantenía con su pareja así como adoptar a los hermanos de este. Así que Walter, sí... mi hermano se ha casado... y es padre.
Hacía rato que el silencio se había apoderado del lugar. Y yo, sentado junto a mi hermano Edward supe a ciencia cierta que aquel mi primer amor había tenido siempre más agallas que yo. Y que enfrentarse a la vida sin renegar de quien era y de lo que era a la larga le había proporcionado esa tan ansiada felicidad que por aquel entonces pensaba que nunca me merecería.
Recuerdo como la espalda de mi hermano se tensó. Como frunció el ceño ante las palabras de ella. Como por su tono de voz cualquiera que la escuchara habría percibido la total y devota devoción de aquella mujer por su hermano. Otra Kent con agallas. Y percibí como me miraba a mi aunque de manera sucinta. El tema de lo sucedido entre Alex y yo hacía ya la friolera de 13 años seguía siendo tabú. Nunca se mencionaba quedando relegado a algo que se debía ocultar porque realmente jamás sucedió.
Cuando volvimos a casa horas después conduciendo en silencio, Edward carraspeó antes de hablarme.
- Sam... lo que ha dicho Amy sobre su hermano. - mis manos se crisparon sobre el volante. Lo notó pero no volvió a guardar silencio. - ¿Qué opinas?
- ¿Sobre qué? - me vi obligado a preguntar.
- Sobre las relaciones entre personas del mismo sexo.
- ¿Me estás pidiendo opinión sobre eso? - asiente. Suspiré. - Pienso que no es asunto de nadie lo que cada cual haga con sus sentimientos y cuerpo. Y que todos debiéramos ser libres de hacer lo que nos diera la real gana... eso es lo que pienso, Ed. - se queda callado. Al final tras los cinco largos minutos que siguieron a mi alegato.
- Sam... - noto que su voz titubea, que vuelve a tomar aire como si se estuviera animando a sí mismo. - … aquello que pasó... nunca estuve de acuerdo.
- ¿De qué hablas? - inquirí molesto. - Creo que la familia acordó que nunca sucedió nada. - Le lanzó una mirada cortante, que le advierte que no estoy dispuesto a hablar de aquello. De nuevo guardo silencio. Y de nuevo unos 10 minutos después volvió a hablar.
- De acuerdo, Sam... mantendré lo que pienso de aquello para mi pero es que solo quería que lo supieras... - le miro de nuevo retador. - que nunca estuve de acuerdo... nunca quise que lloraras como lo hiciste.
Y mis manos se volvieron a crispar sobre el volante al recordar y percatarme de que él, mi hermano mayor, oyó y recordaba las largas tardes que sucedieron a mi “ruptura” con Alex. Y a las muchas lágrimas amargas que corrieron por mis mejillas ocultas a las miradas indiscretas pero no acalladas para los oídos de quienes las quisieron escuchar.
Y mi hermano, que ahí supe que me quería tal y como era, siempre quiso permanecer ahí. Escuchando en silencio. Quizá esperando a que el grito se dejara escuchar. Quizá para esperar poder acallar el dolor de ese aullido.
15 años después las cosas han cambiado. La vida me ha regalado una nueva oportunidad y esta vez pienso comportarme como el hombre adulto que soy. Voy a tardar en dar un paso al frente y reconocer la relación que mantengo con Toni pero hablaré con él y espero que sepa entenderlo.
No me voy a divorciar. Porque de hacerlo estoy convencido de que perderé la custodia de los chicos. Máxime cuando se esgrima que el motivo de la ruptura es mi homosexualidad. Las leyes de este Estado aún están lejos de ser tolerantes y sin duda mis hijos serían dados a su madre. Y me niego. Permaneceré con ella, aguantando, educando a mis niños como creo que deben ser educados hasta que sean lo suficientemente mayores como para saber qué es lo que está bien. Como para que sepan pensar por ellos mismos y nadie decida cómo quieren vivir sus propias vidas. Cuando ese día llegue para los tres, daré ese paso.
Deseo que para entonces Toni no se haya cansado de esperar. Haré lo necesario para hacerle saber que si tiene paciencia y confía en mi seré suyo, completamente suyo ante todo el mundo. Como ahora mismo lo soy de espaldas a ese mismo mundo.
Y cuando llegue ese instante mandaré todo al infierno. Le cogeré de la mano, iremos a casa y le besaré gritando. Haciendo que mi hermano escuche ese grito que está esperando. Pero será un grito de esperanza, de libertad.
Mientras tanto trabajaré duro para que lo sepa. Que mi amor por él no morirá jamás.
Maddie me miraba con gesto hosco.
- ¿Qué estas insinuando?
- Que me he cansado...
- ¡¿Te atreves a decir que estás cansado?! ¡¿De qué?!
- De ti y de tu apestoso carácter. De ti y tu nulidad como mujer y persona... - sus ojos echaban fuego, su rostro era una máscara de profundo odio.
- Divorciate...
- No te daré esa satisfacción...
- ¿sabes? - la miré fijamente. - Me gustó aquella frase que dijo una de las protagonistas de esa vomitiva película que a ti tanto pareció entusiasmarte aunque no se lo dijeras a nadie. La mujer de ese ovejero, ¿ya sabes de lo que hablo, no? Brokeback Mountain... cuando se refirió a ese comepollas... el “guarro Jack Twist”... ¿aguantará el tuyo...? - fruncí el ceño. - Tu guarro particular... Toni... ¿aguantará que sea conmigo con quien te vayas a dormir todas las noches? - me acerqué a ella en silencio. La agarré del brazo con fuerza.
- Te lo advierto... si vuelvo a oír salir de tus labios su nombre te arrepentirás el resto de lo que te quede de vida. - vi cruzar un fugaz atisbo de miedo. - De puertas para fuera seguiremos siendo el matrimonio más o menos mal avenido que somos de puertas para dentro él es el único con derechos sobre mi. El y nuestros hijos... Este sacrificio que vamos a hacer es por ellos... no voy a permitir que ensucies sus mentes... todo lo concerniente a su educación pasará por mi... seré yo quien tenga la última palabra. Tú, ni voz ni voto... espero que lo entiendas.
- ¡Son mis hijos! - exclamó.
- Actúa como una madre y podrán seguir siéndolo... Retuerce su futuro y te encontrarás de frente conmigo. Si me quieres como enemigo eso es lo que tendrás. El poco respeto que te tenía por ser quien eras murió cuando permitiste que alzaran la mano contra Frannie... - La mía seguía aferrada a su brazo. - Y te lo repito... vuelve a meter a Anthony en este tema y pagarás las consecuencias...
- ¿Qué harás? - farfulló.
- No quieras saberlo... - me acerqué a ella y esquivando aquellos escasos metros de distancia la susurré al oído. - Nunca me tuviste miedo, ¿verdad? Siempre fui tu particular hazmerreír... Muy bien... ahora... todo ha cambiado. Y no es nada que tu misma no te hayas buscado.
Finalmente me alejé de ella sin apartar mis ojos.
- Haz lo que debes y no tendrás motivos para temerme. Actúa como siempre y te juro por aquello en lo que más creas que te arrepentirás. - elevó el rostro aún altiva.
- Y sin embargo seguirás atado a mi...
- No te equivoques... soy yo él que te va impedir que escapes de este lugar hasta que decida que ya no tienes cabida aquí.
- ¡¡Te odio!! - la oí gritar mientras salía de nuestro dormitorio. Sin girarme la contesté.
- Es recíproco.
Lo encontré acabando de arreglar una de las vallas de los cercados de entrenamiento. Con unos cuantos clavos entre sus labios y usando con fuerza el martillo. A pesar del frío llevaba tan solo una escasa camiseta de algodón blanco que se pegaba a sus brazos morenos, a su pecho y a su abdomen.
Verlo y que se me pusiera dura fue todo uno. Miré hacia los lados. Uno de los trabajadores se encontraba cerca de allí pero lo suficientemente alejado como para que no se percatase del movimiento que estaba apunto de hacer. Me acerqué a él por detrás. Pasé mis brazos por su cintura y pegué mi pelvis a su trasero restregando de manera obscena mi erección contra su culo.
Indudablemente el jadeo que salió de sus labios fue mezcla de cansancio y excitación.
- Saaaaaaaaaaaam... - murmuró. Le mordí el lóbulo de la lengua para luego lamerlo con la punta de mi lengua. - Aquí no... - consiguió articular. Sonreí.
- Ve acabando... porque de aquí a diez minutos voy a follarte ese trasero tuyo...
- ¿Qué... - Toni se volvió a mirarme. Un fugaz y breve beso interrumpieron las palabras que iban a salir de sus labios. - Te quiero... - murmuré. Retrocedí unos pasos. - Te espero en tu cuarto... no tardes.
Y ahí se quedó el de Texas, aquel americano con sangre mejicana. Derritiéndose en pleno mes de diciembre... con los nuevos copos de esa nueva nevada cayendo sobre él. Incapaces de enfriar el torrente de lava que corría por sus venas. Inútiles para apagar el ardoroso y frenético latir de su corazón.
- Ni en tus sueños más locos te hubieras imaginado algo así, Rodrigo. - murmuró para si. - Tan hombre, tan masculino... tan aparentemente duro... y tan enamorado. - Una sonrisilla bailó en sus labios. Y una idea brilló en su mente. Un baile distinto... sobre las caderas del que se alejaba... empalado por su polla... meciéndose con él dentro.
Buena manera de acabar el día.
Cuando entró le miré de arriba abajo de nuevo. Me encontraba apoyado en el trozo de pared que había al lado de la puerta al aseo. Con el botón de mi pantalón abierto y la cremallera bajada. Dejando asomar la tela de mis calzoncillos.
Cogí el borde de mi camisa y la subí ligeramente. La piel de mi estómago se vislumbró. Mi respiración, agitada, hacia que subiera y bajara. Cuando hacía esto último los músculos de mi abdomen se marcaban. A él le volvían loco.
Muchas veces cuando descansábamos después de uno de nuestros explosivos encuentros acariciaba los surcos de esos músculos haciéndome estremecer y que mi pene se despertase de nuevo reclamando la misma atención.
- ¿La tienes dura? - preguntó cerrando la puerta tras de sí. Asentí en silencio. - ¿Y quieres que te la coma? - mi cabeza volvió a hacer el mismo gesto. - ¿Que gano yo con ello?
- Cenar... - contesté insinuante. - Carne y leche... no puedes pedir mejor menú... - una suave risa se dejó escapar.
- ¿Y, supongo, que me tendré que beber todo lo que me sirvas, no?
- Supones bien.
- ¿Y es el mejor momento, no? Ahora que la cena está caliente...
- Un invierno frío se pasa mejor cuando lo que te llevas a la boca está a la temperatura adecuada.
- Eso me parecía a mi...
Se había ido acercando a mi. Cuando le tuve frente a frente aproximó su rostro al mío. Justo cuando iba a besarle me esquivó dejando pasear la yema de uno de sus dedos por mis labios para al mismo tiempo agacharse arrastrando mis vaqueros con su movimiento descendente. Una bocada de aliento recorrió mi piel desnuda. La erección de mi polla se acentuó de tal manera que la cabeza asomó por encima de la goma de mi ropa interior.
- Esto tiene hasta que dolerte. - me mordí el labio inferior incapaz de pensar en nada más que en su boca recorriéndola. A centésimas de ser realidad. Y cuando pasó a ser cierto clavé mis uñas en sus hombros. Aquello y el cielo debían ser la misma cosa.
Sus castaños cabellos fueron revueltos por mis manos. Incapaces de estarse quietas. Recorrían su pelo, bajaban por sus mejillas, se aferraban a su cuello y a su morena piel. Ardía en deseo. Notaba su lengua recorrer toda la superficie de mi pene, entretenerse en la piel del prepucio, succionar, morder apenas con la sutileza de quien sabe lo que está haciendo. La saliva resbala por mis testículos... pronto este ocupa el lugar de mi miembro y gimo. Escandalosamente.
Siento sus dedos acariciar la piel de mi perineo. Tiemblo, me estremezco, sollozo. Uno de ellos mojado en sus babas va haciendo círculos hasta introducirse dentro de mi.
- Fóllame, Toni... fóllame.
- Si me lo pides así no me queda otra. - le oigo murmurar entre la confusa bruma del placer. Aumenta la intensidad de las penetraciones, pronto noto que ya no es solo uno. Son dos. Y su boca vuelve a estar enterrada completamente en mi polla. Hasta la garganta. Aprecio el movimiento succionador de su garganta. Cada milímetro de mi falo siente el estrechamiento de su gaznate. Gimo cuando noto la frialdad del ambiente y no la calidez de su boca. Se ha puesto en pie. Y recuerdo, la misma posición de aquella primera noche. Solo que esta vez voy a ser tratado con más condescendencia. Las nalgas de mi culo son separadas. Sus pantalones hace tiempo que le han abandonado y de cintura para abajo está tan desnudo como yo. Coloca la punta de su propia barra en mi entrada y empuja. Y me conquista. Y vuelvo a gemir. De nuevo escandalosamente.
- Siiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiii!!!! - no hay otra palabra... tan solo esas dos letras expresando el éxtasis de su dureza dentro de mi. Fuera... de nuevo en el interior... hacia atrás, hacia delante. Retirada y reconquista. Derrota, victoria.
- ¿Así es como lo quieres, verdad? Así... siendo mío. ¿La notas? Dura por ti y solo para ti. Te gusta que te folle así, ¿no, vaquerito? Que te cabalgue y te la clave bien dentro... dílo, Sam... es así como te gusta.
- ¡¡Diosssssssssssss...
- ¿Notas como me has puesto? ¿Lo que provocas? ¿Te gusta provocarme y hacer que me duela la polla dentro de los pantalones? ¿Y te gusta que te castigue por ello? Dime que no es verdad, amor. Dime que no te gusta que te la clave hasta hacerte parecer que te ahogas sino me tienes dentro.
- ¡Sí, sí... - murmuro, gimo... Mi mano izquierda se ha ido directamente a su cadera haciendo que no pueda retirarse y que continúe clavado en mi interior. El único movimiento que puede hacer es mover la pelvis en círculos. Chispazos de placer recorren mi espina dorsal. Los dedos de su mano derecha se ciñen sobre mi polla y comienzan a masturbarme. Los otros buscan mis labios y me follan la boca igual que su poderosa verga lo hace con mi ano.
- Eres un vaquero caliente... al que le gusta que lo monten. Caliente y deseoso de que le llenen de leche. Me dijiste que iba a ser yo quien bebiera esta noche. Creo que tu culo tiene más hambre que yo... estás hambriento de mi semen, ¿verdad? Quieres que me corra dentro y sentirte lleno, ¿eh? Eso es lo que quieres, que me corra dentro de ti... - Ahora mis uñas se clavan en la madera de la pared mientras mis caderas se mueven solas clavándose ellas mismas y haciéndole llegar más dentro de lo que pudiera parecer humanamente posible.
- Toni, Toni, Toni... ¡¡sí, sí, sigue, no pareeeeeeeeeeeeeeees!!! - mi piel sudorosa se pega a la tela de mi camisa... la levanta y pega su epidermis ahora totalmente desnuda contra la mía mezclando totalmente nuestras humedades. Vuelve el movimiento de vaivén... vuelve su polla a entrar y salir. La mía sigue siendo masturbada unas veces lentamente, otras con saña... Sus dedos han abandonado mojados de saliva mi boca y retuercen mis pezones haciendo que se ericen en una mezcla de dolor y placer totalmente subyugante. - Me voy a... - advierto.
- Todavía no... - y apretó firmemente y rápidamente la punta de mi pene evitando la inminente eyaculación. Automáticamente salió de mi interior, tiró de mi apartándome de la pared para tenerme en pocos segundos tendido sobre la cama. Se cernió sobre mi cuerpo sentándose con un solo movimiento en mi polla. En un abrir y cerrar de ojos era yo el encargado de follarle... o no estaba claro, porque como experto jinete que era comenzó a cabalgarme apretando de manera enloquecedora su esfinter.
- ¡¡Toniiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiii
- ¡¡Jodeeer, Sam... pufff... - ahora ya es incapaz de decir nada más coherente que eso. Miro hacia su entrepierna. Su prepucio esta amoratado... exultante de placer y humedad... mojado de líquido pre seminal que recojo con mis dedos y pruebo con lujuria. Se inclina y atrapa mi mano con su cuerpo. Me besa, me come la boca capturando su propio sabor con la lengua. Al separarse un hilo transparente mezcla de saliva y su pre cum brilla entre nosotros. Y sigue moviéndose de manera enloquecedora. Capturo sus caderas, impido más penetraciones por su parte y me clavo definitivamente dentro de él. Gruño como un animal salvaje mientras me derramo... al abrir la boca jadeante siento caer sobre mis labios parte de la potente eyaculación que ha salido de su propio miembro. Y de nuevo se inclina sobre mi. Y de nuevo me besa con pasión. De nuevo se prueba, de nuevo me prueba. Y no sé cuanto tiempo ha durado pero de lo que si estoy seguro es que de ser una tía ahora mismo en nuevo meses volvería a ser padre.
Al salir de él la cantidad de líquido que sale de su esfínter es prueba de ello. No existe nadie en este mundo y, dudo mucho que en cualquier otro, que sea capaz de hacer que me corra de semejante manera.
Hace diez minutos que nos hemos desplomado sobre la cama. Hace diez minutos que intento recuperar la parte de mi alma que se ha escapado al techo y que hace que sea capaz de pensar y hablar con coherencia.
Pasados esos diez minutos aprieto contra mi su cuerpo estrechando mi brazo entorno a su cintura.
- Toni... - murmuro. Oigo un susurro inquisitorial. - Voy a divorciarme... - un instante de silencio. Le siento incorporarse y mirarme fijamente con los ojos abiertos de par en par. - … de aquí a unos quince años.