Fort Laramie VIII
¿Bailamos o follamos?
Nota de autor; Los que me siguen se habrán dado cuenta de que mis relatos están llenos de referencias musicales. Supongo que no soy la única que usa esta "herramienta" como método de inspiración sin embargo no me da vergüenza, sino orgullo decir que últimamente hay ciertas personillas que también colaboran con su presencia a que las musas no se duerman en los laures. Les pedí ayuda para crear esta séptima parte y aunque han quedado tres canciones en el tintero que aparecerán en el siguiente quiero dedicar lo que vais a leer a continuación a esos lectores y críticos tan especiales. Vosotros sabéis quienes sois. TQM.
Mi padre conoció a mi madre en el rancho que mi abuelo tenía en Bronwsville. En un principio tan solo era uno de los muchos trabajadores mexicanos que poblaban escenarios como aquel pero acabó convirtiéndose en el capataz. El problema, es que a pesar de eso, nunca fue bien visto por parte de mi familia materna y cuando falleció mi abuelo que fue quien sí confió en él se deshicieron de él.
Mis padres tuvieron que decidir si educar a sus hijos en los Estados Unidos o en Matamoros, ciudad de origen de aquel mexicano que conquistó el corazón de quien no debía.
Renunciaron a estar juntos para que mis hermanos y yo gozáramos de más oportunidades. Porqué no se quedó él en los Estados Unidos cuando estaba casado con una mujer americana. Pues porque había que comer y esa mujer a la que amaba renunció a toda comodidad que le pudiera ofrecer el dinero de su propia familia. Renunció a todo por respeto y amor hacia el hombre con el que se había casado. Por el padre de sus hijos.
En los reencuentros, cuando ellos pensaban que dormíamos, sonaba una música suave saliendo de su cuarto. Mi padre admiraba a un cantante argentino y casi siempre se podía escuchar la letra de una de sus canciones. Recuerdo el estribillo de esa canción;
si pudiera te diría que te quiero...
Mi madre por contra, profesaba admiración por otra compatriota del anterior y a veces mientras veían la televisión sentados bien pegados en una de esas escasas visitas ella le susurraba al oído;
no quiero saber que has hecho, hoy me alegra tenerte aquí, y no me preguntes nada si mis ojos hablan por mí...
para acabar casi diciendo en un tono inaudible:
sólo háblame de amor
...
Esas noches inevitablemente se oían los muelles del somier de su cama.
Cuando caminaba solo por esas carreteras de Dios, cuando me alejaba del infierno. Cuando dejaba atrás a esas dos personas y a esos dos niños... cuando abandonaba todo lo que me importaba me encontré entre mis pertenencias un pequeño reproductor. Y una nota. Cuando decidas volver serás bienvenido ... Aquellas palabras escritas con la elegante caligrafía de la Sra. Rodrigo fueron hiel en mi boca. Sabía que nunca regresaría.
Cualquiera hubiera dicho que un tipo criado en Texas... a caballo entre fronteras gustaría solo de rancheras y música latina pero no me avergüenza decir que ese extraño experimento de ser humano llamado Lady Gaga me gusta. Y mucho... así que cuando una de sus canciones atrona la radio de la cocina de la Sra. Laramie no puedo evitar que una sonrisa asome a mi rostro.
Mi ojos buscan a Samuel que anda ensillando uno de los caballos tras uno de los recintos vallados. Sentada en la escalera de la casa principal Frannie mira al cielo con expresión ausente. Cojo un trozo de la cuerda sobrante con la que he estado atando paquetes de maderas para otro de los recintos y formando un lazo y como me enseñó mi hermano mayor la atrapó entre él. Hago una reverencia ante su pequeña figura, le tiendo la mano. Ella muestra ese gesto que es reflejo del de su padre, se agarra a mis dedos y cogiéndola entre mis brazos la saco a bailar una danza de locos mientras entono con la peor voz que se haya oído en Wyoming la letra de esa canción. Que realmente estoy dedicándole al hombre por el que suspiro:
No hay razón para que tu y yo estemos solos esta noche... necesito un hombre que piense que está bien cuando parezca que está mal
.
Desde esa posición observo como Sam levanta la cabeza y puedo percibir una sutil sonrisa ante la letra de esa canción que su hija y yo estamos berreando. Frannie es una niña muy... ¿musical? Cuando coge una de sus rabietas no hay nada mejor que ponerla frente a unos vídeos musicales o la radio para que se sosiegue. Pero nada de música infantil... Samuel me ha dicho que sospecha que el motivo por el que la niña se suele meter en tantos problemas es que es más inteligente de lo que le corresponde por edad. Lleva tiempo meditando llevarla a hacer alguna prueba que lo confirme pero duda... Quisiera ayudarle, hacerle ver que si eso es cierto lo que la pequeña requiere son los brazos firmes de su padre... una mano fuerte que la ayude a caminar y poder desarrollar todas sus capacidades. Para esos estamos los padres... sé que tiene miedos... miedo a que se sienta diferente, miedo a que se encuentre sola. Tiene miedo a que no pueda encarar su vida... terror a que sufra como él ha sufrido...
Cuando alguna vez hemos compartido los silencios relajados posteriores a hacer el amor ha acabado hablándome de los tres. Se le iluminan los ojos cuando me cuenta lo que hacen, cómo son... y lo torpe que se siente muchas veces con ellos. Creo que no ve lo que yo veo... que esos niñosle tienen por una suerte de superhéroe de comic. Me gusta abrazarlo contra mi en momentos como el que vivimos cuando me contó la noche en la que Frannie nació. Dice que sintió una unión con su hija mediana desde el mismo instante que la sostuvo entre sus brazos. Es su debilidad.
Observo el exterior, horas más tarde, escuchando débilmente en el televisor a Alice Keys cantando
No one
... esa estrofa en la que dice que nadie puede comprender la manera en que siente a la otra persona, es como si hablase de la forma especial en que mi vaquero siente a su niña. O de la manera en que he sentido siempre a la mía.
Se me encoge el corazón al verle con ellos y saber que nunca podré volver a ver la dulce cara de mis gemelos. Mis abuelos paternos y maternos creían en Dios... no es que yo haya dejado de hacerlo pero me he vuelto más descreído. Aún le reprocho que si en verdad existe me hiciese así para luego romperme el alma en pedazos y tardar años en empezar a recomponerla. Quizá si expresase mis pensamientos en voz alta alguien me dijese lo que yo mismo me respondo en mis periodos más autocríticos... que es la manera en que la vida me ha enseñado a valorar lo que ahora mismo tengo.
Pero sí, verle con ellos me rompe en dos. Echo de menos a mis niños.
Un suspiro escapa de mis labios. Estoy atado a este lugar, atado a Sam y no deseo que sea de otra manera. No quiero estar en otro sitio. Y sin embargo ojalá las cosas fueran diferentes. Por qué tengo que renunciar a lo que me hizo feliz para ser feliz... Nunca lograré entenderlo. Me quedo mirando la pantalla donde esa preciosa mujer sigue cantando esa hermosa canción... Vuelvo a sonreír, porque ha entrado silenciosamente y sus brazos me rodean. Apoya su mejilla sobre la parte superior de mi espalda y le oigo murmurar:
sé que muchos buscan por todo el mundo lo que tu y yo tenemos... hay gente que sería capaz de romper algo tan cierto y grande como lo que tenemos pero te prometo que no lo permitiré...
Me vuelvo a mirarle. Ciño mis brazos entorno a su cintura, apoyo mi frente en la suya...
¿sabes? - niega con la cabeza ante mi pregunta. - Lo último que me envió mi hermano a mi cuenta de correo electrónico, o por lo menos desde la última vez que la miré, es un vídeo de su grupo favorito. Miguel es un poco tarugo... - se echa a reír ante esa frase y me siento medio flotar al oírle feliz. - Son unos argentinos, como mi madre y mi padre tiene una especial inclinación hacia los cantantes de ese país, el caso es que ahora recuerdo parte de la letra.
Me gustaría escucharla... ¿no podrías recuperarla?
Lo intentaré pero escucha... - acerco mis labios a su oído y susurro. - El estribillo dice así;
después de cerrar la puerta, nuestra cama espera abierta, la locura apasionada del amor, y entre un te quiero y te quiero vamos remontando al cielo y no puedo arrepentirme de este amor.
Ahora el programa musical de la televisión cambia a una emisión de música que a mi juicio catalogaría como la que escuchaba en las noches de verbena y verano en el pueblo de mi padre. Me echo a reír.
Yo bailaba canciones como esas cuando no tenía ni 10 años con las niñas de las casas cercanas a la de mi abuelo paterno.
¿Con niñas? - asiento. De nuevo se echa a reír, ahora le acompaño.
Lo cierto es que con quienes realmente quería bailar era con los hermanos de esas niñas. - Sus carcajadas aumentan.
¿Y bailabas bien?
No se me daba mal...
¿Bailarías conmigo? - enarco una ceja. - ¿Puedes imaginarte que esta habitación es una plaza de tu infancia? ¿Puedes imaginar que soy uno de esos hermanos y que vienes a mi y me invitas a bailar contigo sin reparo alguno?
¿Sin miedo a lo que los demás puedan decir hacer?
Sin miedo...
Podría... - me separo de él unos pasos, extiendo la mano, hago una leve reverencia como la que me enseñó mi abuela que se hacía ante las niñas que te gustaban, moviendo la cabeza hacia lo que se puede considerar el centro de aquel pequeño y privado paraíso. Creo que la canción que suena ahora se titula
No me arrepiento
y expresa muy bien lo que estoy sintiendo así que pego mi cuerpo al suyo mientras tarareo a nuestros corazones que
no me arrepiento de adorarle, que no somos culpables por amarnos...
Estoy loco por este tipo que mueve torpemente los pies pero que poco a poco se deja guiar por mi que estoy desempolvando mis desusadas habilidades danzarinas.
Cuando acaba la canción no nos detenemos, nuestros cuerpos se han ido moviendo hacia la cama. Caemos sobre el colchón, él sobre mi. Me mira...
Quiero hacer el amor contigo... - y mientras me enredo con él en un sin fin de besos un anuncio da paso a un nueva sección musical. Una fugaz pregunta cruza mi cabeza... ¡¿qué, demonios, de televisión emite esa marabunta de estilos sin orden ni concierto?! - No lo entiendo... - murmura.
¿El qué?
Porque hasta las canciones más dispares hablan de nosotros... - una risita escapa de mi garganta... Unos tipejos rapean que no sabes lo que me haces sentir cuando me abrazas, que sé que nos quedan infinitos momentos por compartir y que verte feliz es una razón para sonreír. - De todas maneras apaga eso... no quiero más música que tus jadeos... - no alcanzo el mando a distancia ni tengo ganas de entretenerme en nada que no sea sentir su piel contra la mía. Con un solo movimiento cambiamos las tornas y le situo debajo de mi. Un dedo recorre la tela de su camisa, juguetón se detiene a intentar desabrocharlos... no le es difícil...
Cada vez te vuelves más osado...
Cada vez me importa menos todo... - le miro, sonrío, me inclino sobre él para besarle mientras mi mano derecha se introduce en el interior de su bragueta para cogerle la polla y empezar un movimiento de sube y baja algo limitado por la prisión de los pantalones y los calzoncillos. Pero adoro sentir su calor, su creciente dureza, la firmeza que va cobrando... - ¿Te gusta, verdad? - Noto mis mejillas acalorarse. Jamás me había pasado sentirme como un adolescente tímido con ninguno de mis esporádicos amantes... me muerdo el labio ante el jadeo que escapa de mi garganta mientras pienso en sí las mariposas que vengo sintiendo últimamente en mi estómago desaparecerán en algún momento y ruego por que no lo hagan. Y me recuerdo que es que Samuel no es uno más de mis esporádicos amantes, y me recuerdo que antes de este momento jamás he tenido novio, que hay que ser memo, como yo para no haberme percatado que este tipo, este ser humano maravilloso es mi primer amor. Por eso me siento como un adolescente... es la primera vez que realmente me enamoro.
Sus dedos se ciñen con más fuerza entorno a mi erección.
Dime si te gusta... dime que quieres...
No te detengas... salvo para una cosa... - logro decir.
Para qué...
Para quitarte toda esa ropa que no me deja sentir tu piel contra la mía. - sonríe de forma torva.
¿Te dedico un streap tease?
No te atreverías...
¿Acabas de retar a un vaquero de las praderas de Wyoming?
Creo que lo he hecho... - ahora soy yo el que me echo a reír al ver que se incorpora. Abandona la cama, apaga la televisión y busca algo en el reproductor de su smartphone...
Cierra los ojos. - Hago lo que me pide, poco después me pide que los abra. Me sorprende el comienzo de la canción... ¿Depeche Monde? A ver si el buen gusto musical de su hija mediana empieza a tener explicación. Sonrió a ver qué hace con la voz de Vince Clarke como telón del espectáculo.
Se ha puesto el sombrero que usa cuando cabalga. Ha cerrado las contra ventanas y corrido las cortinas. Hay una agradable penumbra solo atenuada por la suave luz de la lámpara de la cómoda que hay al lado de la televisión. Su sombra se recorta... Comienza a mover las caderas. Insinuándose... ¡¿quién lo hubiera dicho?! Tiene una provocativa sonrisa adornando sus labios... teniendo en cuenta el juego previo no necesita mucho para hacerme arder de deseo.
Un dedo desabrocha el botón de sus vaqueros, el sombrero cae un poco sobre sus ojos, que se clavan en los míos. Veo el fuego arder en ellos... ese mismo dedo va subiendo lentamente por la camiseta blanca que cubre la parte superior de su cuerpo. Engancha el borde y la empieza a subir dejándome ver sus abdominales, marcados por el ejercicio de montar a diario a caballo. Tiene un ombligo perfecto... tonterías que piensa uno cuando ve como el tipo al que ama se desnuda delante de él y contempla una de esas partes en las que no todo el mundo se fija. Pero a mi me fascina... eso y como tiembla cuando le tengo a mi merced y mi lengua juguetea con esa pequeña cicatriz. Un solo movimiento y la prenda le abandona volando hacia mi... la cojo entre mis manos, me la llevo a la cara y aspiro fuertemente su olor. Mientras me sigo deleitando en como es ahora la cremallera del pantalón la que va bajando leeeeeeeeeeeeeeeeentamente, la tela azul de su ropa interior asoma... luego la piel de sus muslos. Fuertes, poderosos... que han sostenido mi peso y el suyo sin el mayor problema... que han empujado sus caderas para penetrarme profundamente y arrancarme gemidos como el que ahora no puedo evitar emitir.
Caen a su tobillos merced el sinuoso movimiento de su cuerpo. Dos sutiles gestos y le abandonan definitivamente.. Solo le quedan los calzoncillos que apenas logran dar cobijo a la poderosa erección de su pene. Me incorporo y me acerco a él...
Así no se juega. - murmura.
De esa me ocupo yo... - le respondo que me he desprendido en segundos de mi propia ropa. Pego mi pelvis a la suya. Saco a paseo mi lengua... la música sigue acabando y reeinciándose. Sam y su manía de poner en repetición las canciones que le gustan. Esto lo tenía planeado... me enerva y hace arder esa vena gamberra que me da que solo yo conozco.
Mi saliva va marcando el camino hacia mi destino. Primero le muerdo el cuello, succiono con cuidado de no dejar marcas demasiado reveladoras aunque a fuer de ser sinceros me encantaría gritar al mundo que es mío... Y de nadie más. Únicamente mío. Gime tan bajo que sólo yo puedo ir... y nuestros cuerpos siguen moviéndose juntos acentuándo la dureza de nuestras pollas. Voy bajando y arrodillándome ante él. Atrapo con mis dientes el elástico de sus slip, tiro de ellos... voy haciendo que dejen de cubrir ese tesoro que siempre, al igual que los corsarios, lucho por encontrar. Y que siempre hallo.
Toni... - murmura. Deslizo la punta de mi lengua por su pubis. La enredo en el recio cabello que adorna la zona. Me dejo llevar por la fragancia de su hombría. Mis manos han ido recorriendo la piel de sus costados, una de ella roza una de sus nalgas. Y vuelve a gemir mi nombre. Dejo escapar una bocanada de aliento ardiente como mi corazón acelarado sobre su miembro que luce inhiesto y poderoso. Anhelante de la calidez de mi boca. Palpita. Y le permito entrar... un primer movimiento profundo... directo a mi garganta... Y sí, ahora su gemido es prácticamente un grito. Suprimo la náusea y el hacerlo provoca que controle la cantidad de saliva con la que le baño... la justa para que mi periplo por ese apetecible trozo de carne que tanto me entusiasma sea más sublime. Le oigo respirar fatigosamente pero he desistido de toda clemencia. Ahora mis dedos recorren la separación entre sus nalgas,suave caricia de mariposa que no tardará en cambiarse. Tiembla, su piel se humedece... Me separo unos instantes de ese manjar y elevo mis ojos. Me está mirando con las pupilas agrandadas...
¿Me deseas verdad? ¿Te gusta? - mismo jugueteo, mismas preguntas. Misma respuesta...
No te detengas... - es apenas un balbuceo pero obedezco y vuelvo a mi trabajo. Profundas, lentas, superficiales y ràpidas, húmedas, calientes. Ahora sus manos buscan algo a lo que asirse y encuentran mi cabeza. - Toni, Toni, Toni... - Clarke sigue cantando una y otra vez alargando la palabra que le siento... Pues mira igual me sucede a mi... e igual le sucede al conquistador de todo lo que soy... Y quiero sentirle más... Me incorporo. Nuestras erecciones chocan y al hacerlo jadeamos devorándonos la boca. Mi mano atrapa ambos falos e inicio una masturbación conjunta, piel con piel, dureza contra dureza, sexo contra sexo. Seguimos besándonos, sus manos agarran mi culo y lo aprietan contra mí. No nos es posible estar más juntos. Ni la más mínima molécula de aire podría atravesar por entre nosotros. Nuestras caderas comienzan de nuevo a moverse al son de la cadenciosa melodía. Abre sus azules ojos, cerrados ante tan sobrecogedora experiencia de placer. - Fóllame... - murmura. No sé ni como ni cuando atrapo su cuerpo contra una de las paredes de la habitación. Eleva las piernas y las enreda entorno a mi cintura. Mi polla se ha situado casi solita en el lugar requerido. - fóllame. - vuelve a repetir. Le muerdo el labio y aprovecho la misma agresividad para penetrarle sin tan siquiera haber jugado con su ano, sin ni siquiera haberle dilatado. Pero sé que me espera, que está preparado para mi y notar como se abre ante mi me lo confirma... Está hecho a mi, a mi forma de amarlo, a mi forma de venerarlo... a que le diga con mi propio cuerpo lo mismo que le digo con palabras.
Te quiero... - Mis penetraciones se vuelven más profundas, más celosas... marcarlo por fuera no pero por dentro a sangre y fuego. Este vaquero es mío, mío, mío... Y yo soy de él. Minutos después caemos sobre la cama. Le poseo desde atrás... arquea la espalda buscando contactar conmigo y que me adentre más. Es casi imposible.
Sigue, sigue... Toniiiii... - le pellizco los pezones mientras veo como se lleva una mano a su propia polla y comienza a masturbarse. Creo que podría jurar sin temor a equivocarme que jamás la he tenido tan dura como hoy. Eleva el cuerpo, nuestros labios se buscan... Mi mano pellizca más fuerte, la otra se aferra a su cadera. Gotas de sudor caen sobre su espalda. Jadeamos, gritamos, murmuramos, besamos... huele a sexo, suena a sexo. Es sexo.
Sexo masculino. Rudo. Sin tregua. Posesivo. Erótico. Excitante. Y cargado de lo que nos niegan. Amor. Fuerte e indestructible amor.
Por favor... no puedo... - le oigo apenas hablar...
Déjate ir... - me salgo de él, le empujo contra el colchón, se revuelve para quedar poca arriba. Absorbo su polla en el momento justo. Explota en mi boca... y no dejo que se derrame ni una sola gota. Inmediatamente vuelve a abrir sus piernas, leo en sus ojos su deseo. Se lo concedo. Uno mi boca con la suya dejándole probar su propio sabor mientras vuelvo a follarle.
Apenas unos jadeos después soy yo el que formo sendos puños y arranco la sábanas ya revueltas. Me derramo en él. Mi semen riega su interior...
Y me desplomo sintiendo que me falta el aire. Que no puedo más.
Y no puedo evitarlo. Tiemblo de deseo cuando le oigo murmurar a mi oído...
- Esto no acaba más que comenzar, Llanero Solitario.
Si pudiera te diría que te quiero - Alejandro Lerner
Endúlzame los oídos - Patricia Sosa