Fort Laramie VI

Es amor, es amor... todo lo que lo que siento... por vos.

La lluvia caía incesante empapando mis pantalones. Haciéndolos pesados como mi respiración. Mi rostro estaba manchado de barro. Las gotas de agua se deslizaban desde mi mojado cabello por mi piel. Me esforzaba por respirar pero me costaba. Había salido a esas horas al escuchar un ruido. La noche ocupaba el firmamento y la oscuridad ocultaba las sombras. No formaba parte de mi trabajo vigilar si había intrusos pero tampoco quedaría muy bien que pasara olímpicamente de lo que pudiera estar sucediendo. Así que abandoné la calidez de aquella cama, me puse rápidamente la ropa que yacía en la butaca y salí a la intemperie.

En la lejanía podía ver las lámparas de la casa principal y de las otras tres ocupadas por los hijos de los señores Laramie. Incluida la de Sam.

Volví a oír el ruido esta vez en las caballerizas. Hacia allí me dirigí. Hacía un frío de mil demonios y me reproché no haber cogido algo de más abrigo porque me estaba congelando. Otra vez el ruido, un golpe y un gemido.

  • ¿Quién anda ahí? - exclamé inquisitorialmente. Voces. No solo era un intruso. Avanzo temiendo lo que me puedo encontrar. Debería ir y avisar al Sr. Laramie pero si lo hago pueden irse con lo que sea que han venido a buscar. Finalmente llego, ahora escucho un relincho. Frunzo el ceño, la familia tiene algunos buenos ejemplares de valor pero no como para que nadie entre a robarlos. Ilumino el lugar con la luz de la linterna que he llevado conmigo. Y frente a mi me encuentro la enorme cabeza de uno de los animales que asustado se levanta sobre sus cuartos traseros espoleados por el jinete que lo cabalga... Caigo al suelo protegiéndome la cabeza. Aún así uno de los cascos golpea mi abdomen al salir rápidamente de allí. Antes de perder la conciencia divisé a dos jinetes abandonando al galope el lugar. Quiénes eran y porqué estaban allí era algo que desconocía...

Un dolor atroz me recorrió. Un grito escapó de mi garganta mientras notaba como las ropas mojadas, como el frío iban haciéndome perder cualquier asomo de calor. Sam, no tardes en encontrarme, rogé antes de desaparecer del mundo consciente.


La ventana debió quedar mal cerrada porque una fuerte ráfaga de viento la abrió de par en par. Me puse en pie para ir a cerrarla antes de que la lluvia mojase el suelo de madera. Oí pasos fuera.

  • Papi... - la voz de Grace me llegó a través de la puerta. La puerta del dormitorio se abrió suavemente.

  • ¿Qué haces despierta? - Me fijé en sus pies desnudos. - y descalza... vuelve a la cama, Gracie.

  • He oído a los caballos relinchar papi...

  • Es una escuela de equitación, cariño. Vuelve a dormirte... - ella me miró en silencio. Señaló hacia la ventana.

  • Cuando he mirado he visto la luz de la habitación del Sr. Rodrigo encendida. - una mirada fugaz al reloj de la mesilla sirvió para que me diese cuenta de que no era normal que Toni estuviera despierto a esas horas.

  • Habría ido al baño, repito, Grace. Vuelve a la cama.

  • Pero no la ha vuelto a apagar. Papi... - sus ojos azules se clavan en los míos.

  • No vas a volver a la cama sino voy a ver si está bien, ¿no? - asiente vigorosamente con la cabeza. Muchas veces esas habilidades de mi hija no me parecen nada más que niñerías, en momento como estos hacen que un escalofrío me recorra la columna vertebral. Suspiro. - Quédate aquí mientras voy a mirar.

Salgo al exterior cubriendo mi cuerpo con una  chaqueta de piel, no voy con la ropa más adecuada pero si en 10 minutos escasos voy a estar de vuelta no encuentro muy lógico vestirme.

Gracie me mira desde el umbral de la puerta.

  • Vuelve a la cama. Hace mucho frío.

  • Pero papá...

  • ¡Ahora mismo! - exclamo. Ella sale corriendo hacia el interior y siento sus pies escaleras arriba. Bien sabía que me iba a dar igual. Que en pocos minutos volvería a estar frente a la puerta esperando mi regreso. Ya lidiaría con ella cuando lo hiciese.

Fuí avanzando hasta llegar a la pequeña casita donde residía Toni. Frunzo el ceño al ver la puerta entreabierta. La moví, los goznes crujieron. Le llamé.

  • ¿Anthony? - silencio. - ¿Toni? - de nuevo ninguna respuesta. Trago saliva comenzando a sentirme nervioso. - ¿Cariño? - murmuro esta vez en voz más baja temeroso de que incluso Dios me oiga decirle a otro hombre ese apelativo. - y otra vez sin respuesta. La habitación estaba vacía así como el cuarto de baño. La cama fría, como si hiciese rato que su ocupante la hubiese abandonado. Volví a salir al exterior. La lluvia arreciaba. Y entonces le vi. Avanzando por el camino embarrado, lentamente, dubitativamente. Con el cuerpo encorvado. Un atroz miedo se aposentó en mi corazón y casi fui incapaz de reaccionar. Hasta que oí como me llamaba con la voz llena de dolor.

En lo que pudieron parecer tan solo dos pasos me situé a su lado. Mirando asombrado la palidez de su rostro, como fruncía el ceño a cada respiración. Le sostuve por la cintura para caminar juntos de regreso a su cuarto. Una vez dentro de aquellas cuatro paredes le despojé rápidamente de la empapada ropa envolviéndolo en una de las suaves mantas que le trajese aquella primera noche que durmió allí.

  • Vamos a darte una ducha caliente, mi amor. Y luego me contarás qué ha sucedido. - le susurro al oído. Le noto asentir débilmente. Mis dedos se deslizaron suavemente por el hematoma que empezaba a formarse en uno de sus costados. Le senté delicadamente en la cama dejándolo momentaneamente para ir a abrir el agua regulándola a la temperatura adecuada. Salí a la sala principal, cogí ropa seca y la deposité en el lavabo. Me desprendí yo también de mi propia ropa y le hice entrar conmigo bajo el calor del agua. Mis manos a modo de esponja enjabonaron su cuerpo.

  • Sam, puedo hacerlo yo... - murmuró. Había un deje de vergüenza en su voz.

  • Estás herido, amor. Déjame cuidar de ti, por favor. - Como respuesta el silencio de la aceptación. Toni echó la cabeza hacia atrás dejándose acunar por mis brazos. - No quiero pensar que no hubiese venido... - murmuro poco después. Y minutos después mis labios recorrieron su oído para acabar hablando de nuevo en un tenue susurro. - Te quiero. - Le noto estremecerse.

Echó un brazo hacia atrás atrapando mi cintura la suya. Y también él susurró.

  • Te quiero.

Siento el calor del agua reconfortarme. Y las manos de Sam acariciándome como si fuera la más preciosa joya de la más cara joyería. Mi cuerpo responde en cadencia constante con los latidos cada vez más acelerados de mi corazón.

No soy un hombre acostumbrado a leer pero hay ciertos autores que me gustan y que me han marcado. Oscar Wilde es uno de ellos, sí ese hombre acusado de “sodomita” por la rancia sociedad inglesa de finales del XIX, escribió que

“A veces podemos pasarnos años sin vivir en absoluto, y de pronto toda nuestra vida se concentra en un instante”

. Hacia un par de días la leí y hoy comprendo la enormidad de su significado mientras me dejo acunar por el que ahora mismo sé con absoluta certeza que es el amor de mi vida.

Un amor que habrá de pasar mucho tiempo para que pueda ser vivido en completa libertad. Cuando me lleve a la cama, cuando me arrope después de haberme besado y dado un calmante que me permita descansar se volverá a ir y la soledad de esa cama será como agujas clavándose en mi alma.

Nunca he amado como lo hago ahora. Tuve dos hijos nacidos de la desgana. Quise amar a mi esposa y jamás pude. Fui víctima de la lujuria, de la pasión mal entendida. Fui violado y degradado a la más mínima expresión que un ser humano puede ser reducido. Y sobreviví para pasar mi existencia huyendo de mi propio dolor. De un dolor que jamás me abandonaba.

Hoy aquí, por primera vez, ese tormento ha empezado a desaparecer.

Cuando efectivamente me ayuda a recostarme, cuando me arrulla contra él mientras me abraza y me calma me siento el ser humano más privilegiado del universo. Su paciencia, su tranquilidad me sosiegan. Me duele el cuerpo pero el corazón es ahora un remanso de paz. Mis ojos se van cerrando, mi respiración se hace pausada. Me envuelve el sueño que hace unas horas abandoné. Y lo único que puedo pensar, lo último que aparece en mi mente son aquellas dos palabras pronunciadas en voz alta que encuentran cobijo en el interior de sus labios, de su aliento.

Te amo

.

(Recomiendo escuchar esta maravilla

Yan Tiersen - Naval

)


Debería irme pero me mantengo junto a él parte de la noche. Temeroso de que ese leve golpe del casco del caballo sea algo más que un roce y se ponga peor. Y de nuevo solo. Me he recostado junto a él incapaz de dormir. Vigilando su respiración. Pendiente de si se vuelve errática, de si muestra algún síntoma de dolor.

Sé que debería ir a ver qué se han llevado. Si han roto algo pero no puedo. No quiero dejarle solo.

Me recuesto junto a él. Una voz en mi cerebro me dice que tengo una hija esperándome al pie de la escalera. Y un pinchazo en el corazón que me obliga de nuevo a decidir si él o ellos. Ojalá pudiera tenerlos a ambos... Sé que no es posible. Me concedo cinco minutos más a su lado. Respirando su olor. Acariciando su cabello. Cuando me incorporo de nuevo veo su rostro relajado. Coloco la ropa de cama sobre su cuerpo para que no pierda ni un ápice de calor.

Me inclino sobre él besándole en la frente. Escribo una rápida nota que dejo en la mesilla de noche.

“Llámame al móvil si te despiertas y te sientes mal”.

Quisiera añadir un te quiero, un beso... pero son cosas que no pueden expresarse en voz alta. Ni siquiera ser escritas. Y duele la soledad que transmiten. Mi lugar está aquí, con él, cuidándolo, velando su sueño.

Cuando salgo al exterior. Cuando llego a mi supuesta casa y, efectivamente, me encuentro a mi hija sentada y dormida en el primer escalón de la escalera la miro. Pero sí, mi lugar también está aquí con ella...

Hemos prometido aguantar. No rendirnos pero me siento tan indefenso cuando se dan cosas como estas. Sintiéndome la peor persona del mundo por poner a Toni en primer lugar por encima de cualquier cosa. Por ser él quien ocupa mi primer pensamiento del día y el último al acostarme. Por sentirme estremecer con solo su presencia. Por notar como me excito cuando lo tengo a mi lado. Por desear olvidarme de todo y besarle hasta que me duelan los labios y caiga rendido a sus pies por falta de oxígeno.

Mis tres hijos deberían ser lo prioritario en mi vida. Pero no lo son.

Soy un monstruo y lo sé. Pero eso es algo que no pienso compartir con nadie. Ni siquiera con él.


A la mañana siguiente la policía acude para registrar los establos e intentar, junto a nosotros, averiguar qué se han llevado. Menos mal que su hija está en el colegio sino que se hubiera enterado que el caballo con el que entrena ha sido una de las monturas desaparecidas hubiera supuesto un ataque de histeria. Y con razón. Esa niña es una amazona increíblemente buena.

Su abuelo no para de proclamar con orgullo las excelencias de la escuela reflejadas en su propia sangre.

Me preguntan qué vi, qué oí y apenas puedo explicar poco más que los vagos rasgos de uno de los intrusos antes de que el animal me golpease y yo perdiese el sentido. La señora Laramie regaña a Sam por no haberme llevado al hospital. Su marido le lanza una mirada de advertencia. Estando la ley presente no es lo más adecuado ir diciendo que trabajo aquí cuando ni tan siquiera me tienen dado de alta y no consto como miembro oficial de la plantilla del lugar.

Tampoco me interesa que la situación cambie. Cuanto menos sepa nadie donde me encuentro, mejor.

La mujer me pone una taza de cacao caliente delante. La sonrío. Ella es, en buena medida, responsable de que su hijo y yo tengamos que vivir escondidos, pero es una buena persona. O todo lo bueno que puede ser alguien que no acepte que las personas sean como quieran ser y sientan como deseen sentir.

  • Debería pasar la noche aquí, Toni. - se vuelve hacia la cocina. - No quisiera que el golpe fuera a peor y se encontrara solo en la habitación.

  • Madre ni tu ni padre deberían ocuparse de esas cosas. - Es Eduard el que habla, me mira con un brillo que no sé si soy yo el único que ve, en los ojos. - Uno de nosotros debería acompañarle en su cuarto por las noches, Samuel o yo. - Noto los músculos de mi espalda agarrotarse. Igualmente veo a Sam incorporarse y abandonar la posición que ocupa apoyado en la encimera de la cocina. El silencio reina en el lugar como si aquellas palabras hubieran gritado más de lo que su mismo significado encierran.

Madelyne carraspea. Nos volvemos a mirarla.

  • Eres tú quién lo ha sugerido, Edward. Pasa tu la noche velando al Sr. Rodrigo. - su voz está tintada de rabia. Tenue, sutil... subyace pero está ahí.

  • Pero él no puede... - interviene la tercera de las cuatro mujeres que se encuentran en la estancia. La esposa de Edward. - Mañana tiene que acompañar a Jake a corroborar la denuncia a primera hora del día. Si alguien tiene que ocuparse de que Toni no recaiga o empeore debería ser quien pudiera pasar el mayor tiempo posible con él.

  • Hazlo tú...

  • Tengo dos hijos de los que ocuparme, Maddie y tu tres... Samuel es el más indicado.

  • ¿Y porqué no tu marido? - Madelyne fulmina con la mirada a sus dos cuñadas, sobretodo a la última en hablar, Diane, la hermana pequeña de Samuel.

  • Porque sabes que me tiene que acompañar al hospital a realizarme la primera ecografía.

  • ¡Qué oportuno... - es un murmullo final. Pero hay odio. Un odio profundo. E interviene mi precioso vaquero.

  • Maddie... es inevitable, además no te quejes siempre dices que no soportas el ruido de mi respiración. Que te impide conciliar el sueño. - Hay una sonrisa sarcástica en su rostro. - Aprovéchate de las pocas noches en que no me tienes a tu lado. - Ella clava los ojos en los de su marido. Se levanta con gesto contrariado y encendiendo un cigarro se dispone a salir.

  • Voy a recoger a los niños... - en un gesto rápido Samuel le arrebate el cigarro de los labios.

  • Mientras los chicos vayan a estar en la camioneta sabes que no quiero que fumes. - Aprieta los puños furiosa.

  • Bien... haré lo que ordenes...

  • Por la cuenta que te trae será lo mejor. Mientras estás fuera acompañaré a Toni devuelta a su cuarto.

Un portazo después, un ruido de frenos más tarde y cientos de miradas incómodas posteriores ambos salimos rumbo a mi cama. Me duelen las costillas y ando requeando. Pero camino a su lado.


Me traje una pequeña televisión unas semanas antes. Emiten un programa de televisión de vídeos músicales. Un grupo sudamericano entona lo que parece ser uno de sus éxitos más conocidos... del que no he alcanzado a oír el nombre ni el título de la canción... pero recostado en la cama entre los brazos de Sam, interrumpiendo mis palabras por pequeños besos por su cuello, por su piel le voy traduciendo al inglés.

Mis días a tu lado nunca han sido grises

me gustan tus colores, todos tus matices

andar por tu silencio sin poder sentirte

nos sobran las palabras, somos tan felices.

Yo vivo amándote, mirándote, deseándote

(no lo puedo evitar)

pensándote, soñándote, adorándote..

Tu amor me lleva hasta el techo

y no puedo bajar

como un misterio, da miedo

pero yo no me voy a asustar.

(Es amor, es amor) Lo que siento

(es amor, es amor) viene de adentro

(es amor, es amor) todo lo que siento por vos.

(Es amor, es amor) Lo que siento

(es amor, es amor) viene de adentro

(es amor, es amor) todo lo que siento por vos.

Antes de tenerte no estaba muriéndome

pero ahora estoy viviendo y de qué manera.

Tenerte entre mis brazos es mi vida entera

valió la pena el tiempo que duré buscándote.

Mirándote, amándote, deseándote

(no lo puedo evitar)

pensándote, soñándote, adorándote..

Tu amor me lleva hasta el techo

y no puedo bajar

como un misterio, da miedo

pero yo no me voy..

Tu amor me lleva hasta el techo

y no puedo bajar

como un misterio, da miedo

pero yo no me voy a asustar.

(Es amor, es amor) Lo que siento

(es amor, es amor) viene de adentro

(es amor, es amor) todo lo que siento por vos.

(Es amor, es amor) Lo que siento

(es amor, es amor) viene de adentro

(es amor, es amor) todo lo que siento por vos.

Lo que siento por ti es amor sincero,

mutuo, de corazón, tú me quieres, yo te quiero.

Te veo y lo compruebo, la vida va primero

y doy gracias a Dios que está en el cielo.

Yeah, y doy gracias a Dios que está en el cielo

yeah, le digo de lo mucho que te quiero.

porque eres el ángel que cuida mis sueños

de ese cielo que es sólo para ti, baby

y le prometí hasta al aire

sólo vivir junto a ti.

Tu amor me lleva hasta el techo

y no puedo bajar

como un misterio, da miedo

pero yo no me voy..

Tu amor me lleva hasta el techo

y no puedo bajar

como un misterio, da miedo

pero yo no me voy a asustar.

Hasta el techo

Entre estrofa y estrofa nos hemos ido recostando, nuestros labios no se han separados ni un milímetro. Sus manos recorren mi cuerpo, lo excitan y a pesar del dolor que aún siento, el temblor me invade. Me sumerjo en el dulzor de sus apasionados ojos y nos devoramos. A pesar de que el sol luce alto, a pesar de que no nos ampara la oscuridad. De que no nos protegen ni la luna ni las estrellas.

No podemos pensar en nada más.

Tan solo en volver a hacernos uno. Aunque desde ese primer cruce de miradas, en aquella misma habitación, ya lo fuimos.

Ahora solo queda aguantar. Porque el futuro será nuestro.

Es una promesa. Que no pienso incumplir.

Y se adentra en mi, mientras mis piernas se ciñen a su cintura y nos buscamos para encontrarnos inevitablemente en el mismo punto de siempre. Enamorados. Inevitablemente enamorados.