Fort Laramie V

De Gracia, Dama, Caballero y mentes perversas. Toni y Sam tomando posiciones.

Si sospecharon no lo dijeron. Si supieron que mi vuelta a la escuela rancho no era únicamente fruto de un encuentro casual en la capital a través del cual Sam me había convencido de aceptar su propuesta de trabajo no lo preguntaron. Tan solo me indicaron que podía ocupar la misma habitación que había dejado y convertirla en mía por tiempo indefinido.

Mi ocupación sería hacer todo tipo de reparaciones, revisar a los caballos a última hora de la noche y ayudarles en el mantenimiento de los mismos cuando alguno de los mozos faltase. Hasta el momento en que regresé no me di cuenta que mi presencia no desentonaba porque trabajo habìa y hacía falta gente para realizarlo.

Coloqué mis escasas pertenencias en el armario del lugar y sonreír cuando oí esos pasos que reconocería en cualquier parte.

  • Mi madre me ha mandado a que te traiga toallas y sábanas.

  • Y a ti no te apetecía nada hacerlo, ¿no? - se acercó a mi con ese andar tan provocativo y esa sonrisa tan electrificante. Cerró la puerta y cuando llegó a mi altura, me cogió por la cintura y me me besó. Intensamente, posesivamente. Cuando se separó esa línea curva que iluminaba sus ojos persistía en su rostro.

  • En absoluto... he detestado la idea.

  • Bonita forma de confirmarlo.

  • ¿No te parece adecuada? - murmura juguetón.

  • En absoluto... - repito sus palabras y esta vez le devuelvo el beso. Nos separamos al oír, de nuevo, pasos fuera. La puerta se abre sin llamar antes. Gracie, su hija mayor, morena como él, de pelo rizado e impactantes ojos azules entra en tromba.

  • ¡Grace! - exclama. - ¿Cuántas veces te he dicho que no se debe entrar así a los lugares? - de manera inmediata la niña detiene su avance mirándonos con las mejillas enrojecidas.

  • Lo siento, papi.

  • Recuerda, cariño que esta ahora será la habitación del Sr. Rodrigo, si la puerta está cerrada deberás llamar antes de entrar. Todos tenemos derecho a nuestra privacidad...

  • ¿Priva... qué... ? - sonrió ante el gesto confuso de su pequeña.

  • Intimidad, quizá esté hablando con alguien por teléfono, o descansando y viendo la televisión, o leyendo... cuando uno cierra la puerta es que por lo general quiere estar solo. - ella frunce más el ceño. Más confusa aún.

  • Papá... ¿queríais estar solos? ¿Por eso estaba la puerta cerrada? - ¡¡joder, nada más llegar y ya un dedo en la llaga!!

  • He dicho por lo general, amor. Estaba ayudando a colocar la ropa que la abuela me pidió que trajese y cerré sin percatarme. - Suspiró. - En fin, ¿necesitabas algo?

  • Mami acaba de volver de la escuela de hablar con la profesora de Frannie... dice que quiere hablar contigo.

  • ¿Y desde cuando tenía tu madre que hablar con la profesora de tu hermana? - ella se encoje de hombros. - Vale, ve dile a mamá que ahora mismo voy... - asiente y sale del lugar. Sam suspira. Se pasa la mano por el cabello revolviéndoselo murmurando el nombre de su segunda hija.

  • ¿Hay algún problema con tu  niña mediana? - me mira de nuevo con esa sonrisa que me vuelve loco.

  • La pregunta sería cuándo no lo hay. - Deja de mirarme para volver el rostro hacia el exterior. - Supongo que debo irme...

  • ¿Solo lo supones? Es tu hija...

  • Lo sé... pero es que me sucede algo... - frunzo el ceño, vuelve a mirarme. - Cada vez que me alejo de ti durante la mera distancia de un suspiro o de unos pasos ya te echo de menos... - Y me sonrojo furiosamente.

  • Vete... vete antes de que...

  • ¿De qué?

  • De que te encierre aquí y no te deje volver a salir. - se echa a reír y le miro risueño.

  • Creo que mis padres empezarían a sospechar... - me uno a su risa.

  • Sí, posiblemente lo harían. - Vuelve sobre sus pasos, me besa de nuevo. Levanta la mano y me acaricia la mejilla.

  • Ven cuando termines al área de las cabellerizas, te enseñaré el lugar y ya mañana recorreremos las instalaciones. - asentí.


Mientras camino de regreso a la casa me pregunto cómo me las arreglaré para ver todas las noches la luz de esa habitación y luchar contra el deseo de dormir junto a él. Mi mente se encamina hacia otro amor vivido en la clandestinidad... Alex... dicen que nunca se logra olvidar del todo al primer amor...

Es totalmente cierto.

Suspiro y una nube de vaho escapa entre mis labios. Hace un frío intenso. Tendré que decirles a mis padres de poner algún tipo de sistema de calor en su habitación porque normalmente se usa en verano y he notado que el invierno se ha colado allí. Se va a congelar por eso mi madre me ha hecho llevarle docena y media de mantas. Pero no quiero que nos quedamos cortos. No me perdonaría que cayera enfermo por no acondicionar el lugar de la mejor manera.

Cuando llego a la casa que ocupamos mi familia y yo entro en ella. Maddie se encuentra en la cocina con nuestra hija sentada en la mesa. La cría balancea las piernas mientras apoya la cabeza en los brazos que reposan sobre el tablero. Frannie tiene 7 años, el cabello lacio y castaño, siempre enmarañado, los ojos grandes y azules. Y siempre se pelea, pega a sus compañeros de colegio, les tira del pelo, coge rabietas de niña mimada, grita por cualquier cosa. Y cuando no está armando jaleo se mantiene callada y enfadada sin que sepamos muy bien qué le sucede. He insistido no se cuantas veces a mi esposa de llevarla a un psicólogo infantil porque es indudable que algo le sucede pero se niega en redondo. Dice la estupidez de que nuestra hija no está loca... algo que todos los que tenemos dos dedos de frente sabemos. Pero es indudable que tiene problemas, y es mi hija, aunque no desease su nacimiento, aunque no la buscase no quiere decir que no me responsabilice de ella, no quiere decir que no la quiera. Que no quiera a mis tres hijos. Como le dije a Toni, son mi mundo. Hasta estos momentos lo único que le daban sentido.

Su madre le da la espalda y hay un tenso silencio. Maddie levanta la cabeza del fregadero donde está acabando de limpiar unos platos. Entre sus labios hay un cigarrillo, me acerco a ella, levanto la mano y se lo quito. Me fulmina con la mirada.

  • Delante de los niños no, Maddie. Ya te lo he dicho.

  • Estoy nerviosa... - ahora quien clava los ojos en los suyos soy yo. Asiente contrariada. - Tu hija...

-

Nuestra

hija, que está aquí y no en otro lado... - claro indicio de que cuidase su forma de hablar sobre ella.

-

Nuestra

hija ha besado a una niña... - enarco una ceja sorprendido.

  • ¿Y eso es un problema por?

  • Porque la ha besado en los labios... - frunce el ceño mirando asqueada a Frannie quien levanta los ojos hacia su madre. Ojos humedecidos y labio tembloroso. Me acerco a la niña.

  • Pequeñita, ¿vas a tu cuarto y dejas que papi y mami hablen a solas? - me inclino sobre ella y la beso la mejilla notando el sabor salado de su piel. Mi bebé ha estado llorando y a mi me hierve la sangre. - Prometo que luego subiré a verte, mi amor. - ella asiente en silencio, se levanta y sale de la cocina arrastrando los pies. Me vuelvo hacia Madelyne. - Ahora me cuentas qué hay de malo en que una niña de siete años bese a otra.

  • Ya te he dicho que la besó en los labios.

  • Ya... ¿y? Maddie nos la pasamos quejando de que la niña es arisca, que se comporta mal, que grita, no estudia y mil cosas más. Resulta que muestra cariño hacia otra persona y tu y, supongo, que el colegio lo véis con malos ojos... Discúlpame si no lo entiendo.

  • ¡¡Una niña, Samuel!! ¡Una niña!

  • ¿Si hubiera sido un niño no habría problema? - su expresión me dio la respuesta que me temía y que no había querido creer. - ¡¡Estáis enfermos!! Solo una mente perversa puede ver algo sucio en el beso de dos niños de 7 años... Maddie te lo digo muy en serio una muestra más de vuestra retorcida mente y tomaré cartas en el asunto. Por lo pronto

nuestra

hija se merece una disculpa por tu parte porque no ha hecho nada malo mostrando cariño hacia otra persona. No te voy a permitir, óyeme bien, no te voy a permitir que la hagas sentirse culpable por algo que no está mal lo mires como lo mires...

  • Tu padre no opina lo mismo... - tomé aire profundamente.

  • Mi padre NO educa a MIS hijos... y visto lo visto, quizá, tú tampoco... - me di media vuelta y salí dando un portazo de la estancia rumbo a la habitación de mi niña.


Cuando me reuní con Sam como me había pedido le vi montado a caballo con Frannie sentada a horcajadas delante de él. Sonreí, se veía enternecedor con ella. Era una niña muy guapa.

  • No te importa que la haya traído conmigo, ¿verdad? - me preguntó.

  • Para nada, será un placer que una princesita así nos acompañe en el paseo.

  • ¿Ves, cariño? Al Sr. Rodrigo no le molesta... - vi que la chiquilla tenía una mirada triste, alargué la mano y le acaricié el rostro.

  • ¿Un mal día, damita? - ella asintió con timidez. - Pues entonces será mejor que te agarres bien a papá y empecemos a ver el sitio donde voy a vivir. ¿Me cuentas tú qué es cada lugar?

  • ¿Puedo hacerlo, papi?

  • Por supuesto...

  • Me sentiré honrado si lo haces, Frannie. Por cierto, ¿de dónde viene ese nombre?

  • Francine...

  • ¿Sabes que yo tenía un familiar al que le gustaba conocer los significados de los nombres? ¿A que no sabes que significa el tuyo? - ella movió enérgicamente la cabeza diciendo que no. Sonreí ante el brillo emocionado que vi en sus ojos. - La guerrera que encabeza la lucha... ¿eres una luchadora, Frannie?

  • Siempre me estoy peleando... - afirmó con entusiasmo. Su padre y yo nos echamos a reír divertidos ante su respuesta.

  • Pues ahí lo tienes... peleona... - la niña me sonrió ampliamente. Miré a Sam quien tenía un profundo brillo de amor en los ojos... hacia su hija y... hacia mi. Movió sutilmente los labios. Y sin dificultad leí un

gracias

seguido de un;

te quiero...

Me sentí levitar.


Dos días después en los probadores del centro comercial de Laramie sucumbimos a la pasión de echarnos de menos y no poder tocarnos.

Habíamos venido a comprarme algo más de ropa. Si iba a adoptar aquel lugar como un hogar más o menos permanente dos vaqueros y apenas 3 camisas no me iban a ser suficientes. Menos aún la ajada cazadora de piel que me servía de abrigo. No tenía guantes, ni bufanda, ni gorro que me protegiese del frío así que Samuel salió una media hora después de casa para unirse a mi en unas compras que nadie sabía que se producirían conjuntamente.

Y como digo, cuando me quité los nuevos pantalones que según Sam me marcaban un culo espectacular se abrió la puerta de improviso para dejarle paso, entrar raudo y cerrar tras él dejándonos encerrados en el cubículo.

  • Imaginarte aquí en paños menores es superior a mis fuerzas... - susurró. Sonreí con picardía.

  • ¿Te han visto?

  • Nadie... - amplié mi sonrisa, la suya me acompañó. Me bajé la ropa interior sin demorarme mucho, me cogí la polla que empezaba a coger cuerpo y la moví hacia arriba apretándola. - ¿Sabes? Esta te ha echado mucho de menos...

  • Masturbate pero date la vuelta e inclina el cuerpo. - me pidió. Hice lo que me ordenó. Le oí agacharse y mire hacia atrás. Me guiñó el ojo. Puso las palmas de sus manos en los cachetes de mi trasero y los abrió. Debía irradiar calor, debía oler a sudor, pero no le importó. En cuestión de segundos su lengua recorría mi esfínter, mojaba mi ano, lo soplaba, chupaba y humedecía. Y yo tuve que ahogar los profundos gemidos que luchaban por escapar de mi garganta mientras me machaba la polla y mi frente empezaba a perlarse de excitación.

Jadeaba en busca de un aire que iba perdiendo por momentos y que desapareció cuando uno de sus dedos se adentró en mi y le oí hablarme en susurros.

  • ¿Te gusta que te folle en público, verdad?

  • Ummmmmmm... - fue lo único coherente que pude decir. Durante un rato más siguió adentrándose en mi, primero con un dedo, luego con dos... con el tercero se incorporó y su lengua fue subiendo con él recorriendo mi piel. Su otra mano desabrochó su pantalón y lo hizo descender lo suficiente para dejarle el miembro saltar libre y golpearme el culo. Ese contacto me hizo estremecer igual que la humedad de su boca mojando mi columna, igual que sus dientes dejando suaves marcas en mi piel. - Tomamé, Sam, por favor...

  • ¿Me necesitas?

  • Sí, por favor, te extraño demasiado. - Y tal cual acaba de decir esas palabras tomaba posesión de mi interior. Me tensé al notarlo y estreché mi canal entorno a su falo. Oí su profundo y quedo gemido. - No te voy a dejar irte. - murmuré. - Quédate dentro mío. - Y lo hizo. Durante lo que me parecieron 5 interminables minutos no se movió. Tan solo permaneció enterrado en mi, pegado a mi cuerpo, mordisqueándome el lóbulo izquierdo de mi oreja. Y haciendo que le desease cada vez más. Moví mi cadera, me empalé más en él. - Fóllame, fóllame, ya... Sam... Samieeeeeeeeeeeeeeee... - murmuré. Comenzó a moverse, primero lentamente, luego cogiendo velocidad. Echaba mi cadera para atrás para salir a su encuentro cuando se alejaba. Nunca, en toda mi vida, había necesitado tanto a alguien. Sentirlo como le sentía, como me hacía suyo... como me marcaba como si fuera una más de esas ovejas que había visto en algunas granjas aledañas a la suya. ¡¡Y por raro que pudiera parecer me encantaba!!! - Más fuerte, Sam... más dentro, más rápido... ahmmmmm... sí, sí, por favor, sí... - seguía mis órdenes... era suyo y él era mío. Me penetraba una y otra vez, sus manos me acariciaban, sus labios me besaban. Eché la cabeza para atrás buscando su boca. La lengua salió a mi encuentro y la mordí ávido de él. - Te deseo tantooo... ahhmmmmmmmmmmmmmmmmmmmmmmmmmmmmm... - gemí. Si alguien me preguntase cómo demonios hicimos para que nadie nos oyese no tendría ni idea de qué responder porque no sé cómo lo hicimos.

  • Toni... eres tan estrecho... me vuelves loco... ¡Oh, Dios! Estás tan caliente. - todas esas palabras me llegaban a mi oído de su boca pegada a mi oreja, su aliento me quemaba. Me hacía estremecer. - No puede existir nada mejor que esto... ahhhhh... Toni, no aguanto... - le empujé enérgicamente y le saqué... me arrodillé presurosamente, le cogí la polla empezando a hacerle una paja, abrí la boca, le lamí el prepucio... la fui metiendo en mi interior haciendo movimientos de succión y explotó... Sentí su espesa esencia llenarme la boca, deslizarse por la garganta... me miró jadeante, estiró los brazos, me hizo levantarme, me pasó un dedo por los labios extendiendo un pequeño grumo de semen que había quedado depositado en ellos y devoró mi boca.

Y ahora el que se corrío fui yo poniendo perdido el suelo...


Maddie apareció ante nosotros saliendo de la joyería. Le había comprado un broche con las iniciales de la escuela en plata para el cinturón de Greg... como si aquello fuera necesario para un caballerete de 3 años... ¿Frannie caprichosa? Exactamente igual que su madre.

Le dirigió una mirada suspicaz a Toni quien se vio sorprendido cuando mi hija mediana le cogió la mano. Ya en el coche, dos de mis tres hijos se quedaban dormidos sobre el regazo de mi amante mientras de nuevo anochecía y mi esposa ocupaba a mi lado el lugar que debiera corresponderle a él.

Grace me miraba desde el asiento trasero junto a él con una sonrisa bailándole en los ojos.