Fort Laramie II

A flor de piel frente al destino.

De nuevo en camino. Dejé su lado a eso de las 5 de la mañana. Teniendo la extraña sensación de que era lo que debía hacer pero al mismo tiempo pensando que me estaba equivocando. ¿Y si esta vez merecía la pena?

Sacudí la cabeza. Lo último que quiero y necesito es quedarme quieto en un sitio. Lo último que necesito es que me localicen. Aunque ¿quién iba a buscarme en medio de un pueblo perdido de Wyoming?

Vuelvo a negar con la cabeza. No, Anthony no busques más excusas y aléjate. Echo la vista atrás... sí, ha sido el mejor polvo que he tenido en años. Y probablemente pasará mucho tiempo hasta que vuelva a experimentar algo semejante.

Echaba en falta mi música pero había hecho bien dejándole el reproductor. No querría haberme ido haciéndole pensar que no significó nada. Sabía el riesgo que había corriendo aventurándose conmigo en territorio enemigo. No se merecía un desprecio como un tipo que le deja abandonado en medio de la noche sin decir ni adiós.

Cuando el sol estaba ya en lo alto encontré un pequeño bar de carretera y muerto de hambre como estaba entré a tomar un café. Allí la camarera me informó que en poco tiempo pasaría un autobús rumbo a la capital. Cheyenne... buen lugar en el que refugiarme hasta volver a desaparecer.

Exactamente 35 minutos después el paisaje salvaje de aquel Estado pasaba ante mis ojos. Los cerré buscando huir de las imagenes que me asaltaban a cada momento. Sus labios recorriendo mi piel, su anatomía desdibujada en la penumbra de una cálida habitación.

Suspiré. No puedo permitirme a mi mismo engancharme de nuevo.

Otra vez no.


No hablo. Todo es silencio. Todo congoja porque lo volví a tocar con la yemas de los dedos y lo perdí. Y no creo que vuelva a tener otra oportunidad. Moriré encerrado en esta prisión de inmensa libertad.

Por las noches antes de irme a dormir, lloro en la intimidad de la ducha. Ocultas mis lágrimas por el agua que me empapa el rostro. El agua que no elimina la angustia de saber que solo fueron dos noches pero que bien podían haber sido mil millones.

Que no ha habido ni un instante en que no haya recordado su olor. Su tacto. El sabor de su piel. El temblor de su cuerpo al sentirme dentro de él. El estremecimiento de mi corazón al reconocerle como esa persona que me acompañaría.

No puedo mirar a mi mujer sin odiarla. No puedo observar a mis padres sin despreciarlos. No puedo poner los ojos en mis hijos sin sentir la hiel apoderarse de mi. No quiero sembrar mi sentimientos de espinas pero no siento otra cosa.

Quiero ser feliz. Merezco serlo.

Golpeo con fuerza contra los azulejos del baño sintiendo el más absoluto desamparo.

Quiero ser feliz. Merezco serlo. Pero no lo voy a ser.

Y odio.

Y me muero en vida.

Escapo. Buscando lo que no voy a encontrar. Huyo a las luces de la gran ciudad. Para que iluminen mis pasos y los dirigan a la penumbra de las sombras donde nadie me puede ver. A los grises de las habitaciones desconocidas donde puedo fingir ser yo.

Y mientras la sordidez del lugar me empapa. Mientras busco con quien aplacar el hambre que me devora mis ojos se posan en él.

Y lloro.

Y sus pasos, titubeantes al principio. Temerosos al comenzar se vuelven firmes. Se acerca. Extiende los dedos y me acaricia. Y susurra.

  • Estás aquí.

Y ya no huyo. Me refugio en su esencia que es la mía.

Y esa habitación de hotel que ya no es siniestra, que es nuestra. Que respira por nosotros mientras volvemos a ser uno y soñamos que puede volverse a repetir. Porque si nos separamos, porque si nos hemos vuelto a encontrar en la inmesidad de un lugar inmenso, entre las más de 90000 mil almas que pueblan estas calles es porque estaba escrito así.

En ese mi cielo estrellado. En esas mis montañas.

Acerco mis labios a su oído mientras me derramo de nuevo en su interior

  • Voy a luchar por ti. Déjame conquistarte.

Sus brazos estrechándome fuertemente contra él mientras riega mi abdomen me son respuesta suficiente.

Tengo derecho a ser feliz. Y lo voy a ser.


Oigo su respiración pausada mientras miro al techo fijándome en las grietas que lo adornan. De vez en cuando me pierdo en su rostro. Delineando el perfil de su mandíbula, en su nariz tan perfecta, en sus pómulos y esos párpados que esconden los ojos más arrebatadores que haya visto jamás.

Quería huir, ese había sido mi plan hasta que le vi al otro lado de la barra en aquel local nocturno y me dije que si el destino nos había hecho encontrarnos de nuevo no iba a ser yo quien me pusiera a discutir la idoneidad de estar de nuevo frente a frente.

Vi el deseo y la alegría en él. No pude evitar sentirme halagado. No pude evitar naufragar otra vez entre sus brazos.

Enciendo un cigarro e inhalo profundamente la primera calada. Sam se remueve, uno de sus brazos se apoya en mi abdomen. Le acaricio el cabello notando que murmura en sueños y respira de manera agitada. Debe estar soñando.

  • Shhh... duerme tranquilo. - Murmuro en su oído. Y de repente la leve crispación que empezaba a asomar en su cara se mitiga, se suaviza y vuelve a dormir sosegadamente. Continúo mirando sin mirar. Continúo pensando en cómo haré para que no sigan mi rastro hasta aquí. Porque lo tengo decidido...

No me marcharé de su lado.


El amanecer me sorprende acurrucado contra él. La agradable calidez de su piel embriaga mis sentidos. Empiezo a besarle y voy notando como algo se despierta. Una sonrisa juguetona asoma a mis labios. Me sumerjo entre las sábanas para anclar mi boca en su creciente miembro. Lamo toda su longitud... es perfecto, ancho, duro como el más fuerte pedernal. El tamaño exacto para volverme loco de pasión. Su sabor es delicioso, mi saliva lo baña creando un abrigo de calor.

Le oigo gemir. Llamarme. Emerjo, me encuentro con su mirada, trepo por su cuerpo, encuentro refugio en sus labios. Me preparo para él y lentamente cogiendo con suavidad ese miembro suyo que me hace perder el sentido me voy sentando sobre él.

Sus manos atrapan mi cuello y me vuelve a acercar a él. Mueve las caderas para adentrarse más en mi. Pocas veces actuó como pasivo pero en momentos como estos no puedo dejar de preguntarme porqué no lo hago más a menudo. Automáticamente aparece la respuesta en mi cabeza... porque para llegar a mi interior hace falta mucho más que un polvo rápido, que un polvo sucio, que un polvo que no sea más que un polvo.

Puedo contar con los dedos de una mano los tipos que han estado en una situación semejante. Toni me hace temblar de pies a cabeza. Se incorpora y me tumba con un solo movimiento sobre el colchón. Sus caderas buscan las mías, su mano derecha acaricia mi costado, su lengua recorre mi cuello. Suspiro, murmuro, jadeo.

  • Sí, Toni, más fuerte, más, más... - suplico abrumado. He necesitado tanto tiempo este tipo de sensaciones. Las he añorado tanto. - por favor, no pares, no lo hagasssssssssssssssssss... - Sus dientes muerden mi labio inferior. De alguna manera sé que ha abandonado mi cuello porque me comería y no quiere dejar huellas visibles que delaten lo que está sucediendo. Un breve recuerdo de lo que sucede tras la puerta de este cuarto... fuera, en la realidad. Pero no, ahora está ahí, lejos... fuera.

Y nosotros estamos a salvo aquí. A solas nosotros dos. El uno con el otro.

Me mira y me pierdo. Me recorre y me encuentro. Y tiemblo mientras me penetra cada vez más fuerte, a más velocidad... Clavo mis uñas en su piel queriendo dejarle un recuerdo de mi en él. Y me muerde con más inquina. Siento el sabor de mi propia sangre... ahora es él quien anida en mi alma.

Y sé que ya no habrá forma de que escape de ahí. Porque no le dejaré.

Sale de mi. Protesto pero mi queja muere en mi boca cuando siento su lengua recorrer suavemente cada surco de mi epidermis. Viajando por mi cuerpo y haciéndome aferrar a las sábanas. Se detiene en la piel de mis ingles y las lame, primero una, luego otra... una nube de aliento caliente sacude mi polla y grito al sentir como entro hasta su garganta y como entra con sus dedos en mi ano.

  • ¡¡Fóllame!! -exclamo. - Hazlo, Toni... hazlo... fóllame, chúpamela... cómemeeeeeee... Siiiiiiiiiiiii... - sublime cada terminación nerviosa enviando mensajes de placer. Extasiado. A un paso del paraíso. Elevo una mano y estrecha sus dedos con los míos. Y mientras se apodera de mi de todas las maneras imaginables exploto en su boca. Ni una sola gota escapa de esa gruta de placer. Y verle tragar hace que no pierda ni un ápice de dureza.

Se incorpra, me mira, sonríe con los labios, con los ojos, con el corazón. Y es el alma el que se apodera de mi miembro, es el alma quien la guía hacia su interior y me permite invadir un territorio ya amigo. Que me permite sentir que estoy volviendo a casa.

  • Samuel... Samuel... Samuel... - mi nombre en su acento suena tan excitante. No creo que vaya a ser posible que me canse. Él es de esas cosas de las que sabes que es imposible que te agotes. De las que deseas tener siempre junto a ti.

Me lo follo. Sintiendo que cada porción de su interior es el cielo. Es tan extraordinariamente varonil y hermoso. Y está siendo mío, me está permitiendo poseerle. Voy a hacer que recuerde este momento como uno de los más felices que haya experimentado nunca... Deseo que experimente lo mismo que siento yo... el placer más absoluto, el éxtasis más sublime y la conexión más inexplicable y aterradora del mundo.

Sé, de alguna manera, que Toni y yo debimos haber sido uno en el pasado.

Y sé que no son más que estupideces. Pero, ¡¡¡cómo he deseado pensar estupideces de estas!!!

Lo penetro, una y otra vez. Pego mi cuerpo al suyo intentando fundirme totalmente en él que me estrecha con fuerza mientras grita mi nombre  y se corre. Le acompaño porque no puedo hacer otra cosa. Porque de nuevo me siento en el Paraíso.


Fumamos en silencio. Nuestras manos están unidas y no se han soltado desde casi el final del polvo más glorioso que hayamos echado. Inhalo y exhalo y hablo:

  • ¿Dónde naciste?

  • En Matamoros... es una ciudad fronteriza a caballo entre México y los Estados Unidos, de hecho pasé mi infancia y adolescencia entre la casa paterna en el primero de los países y la de mi madre en Brownsville...

  • ¿Texas? - el asiente. - Lo dejaste todo cuando te fuiste, ¿no?

  • Absolutamente todo.

  • ¿A tus padres, tus hermanos? ¿Tus raíces?

  • Y a mi mujer y mis hijos. - se queda en silencio unos instantes.

  • ¿Tienes hijos? - murmura.

  • Dos, chico y chica. Gemelos, Emilia y Alonso... ahora tienen 7 años.

  • ¿Cómo pudiste dejarles?

  • Prefiero que tenga un padre desaparecido que un padre muerto.

  • ¿Te descubrieron? - inquiero.

  • No... pero a punto estuvo de suceder. El ambiente se volvió irrespirable...

  • ¿Puedo preguntar qué sucedió?

  • Digamos que pese a que me gusta lo que me gusta no me tiro a todo lo que se mueve. Y digamos que dije que no a quien me podía amargar la vida... como bien hizo. A día de hoy sigue buscándome... - me mira y apoya la cabeza en mi hombro. Suspira. - Puede ser peligroso que me instale en un mismo lugar durante mucho tiempo... no quiero que lo arriesges todo por mi.

  • Eso es decisión mía y he decidido que mereces la pena. - le oigo reír y de nuevo una estupidez romántica me asalta. Es uno de los sonidos más hermosos que haya podido oír jamás. Le estrecho contra mi.

  • Gracias por darme el beneficio de la duda.

  • Follas condenadamente bien... no pienso dejar ir a quien tiene un culo tan acogedor.

  • ¡Vaya gracias! - volvemos a guardar silencio. Finalmente vuelvo a hablar.

  • Aquí estarás a salvo...  - me mira con los ojos ensombrecidos. Le cojo el rostro con las manos. - Te lo prometo, Anthony. Aquí estarás a salvo. - Le beso.

  • ¿Y tu familia? - pregunta después de separarnos. Suspiro.

  • Dame tiempo, ¿de acuerdo? - asiente con una mueca de dolor en su rostro.

  • Lo haré... pero quiero que lo sepas.

  • Dime...

  • Me mata imaginarte con ella...

  • Lo mío con Maddie murió hace tiempo... por mucho que se niege a aceptarlo. De hecho, lo mío con mi esposa no llegó ni a nacer... y ella lo sabe.

  • Lo sé pero no por eso duele menos...

  • Toni...

  • Es una tontería, Sam... pero es lo que siento.

  • ¿El qué? ¿Que sientes?

  • Que ella ocupa mi lugar... que ese lado de la cama que ella piensa como suyo, es en realidad, mío...